Wednesday, July 30, 2008

la paciencia.

El Bambú Japonés.

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.

También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡Crece, te lo ordeno!"

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un periodo de solo seis semanas la planta de bambú crece ¡mas de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas crecer? No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana tratamos de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que este requiere tiempo.

Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.

Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creeremos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.

En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que entretanto no bajemos los brazos, ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando.


Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostenerse ante el peso del éxito cuando este al fin se materialice.

Si no consigues lo que anhelas, no desesperes... quizá sólo estés echando raíces.... ¡TAN SOLO PERSEVERA!!


Que es la paciencia:

La paciencia es una virtud potencial o derivada de la fortaleza, cuya misión es facilitar el vencimiento de la tristeza para no decaer ante los sufrimientos ya físicos, ya espirituales, anejos a la práctica de cualquier virtud.

San Francisco de Sales comenta sobre esta virtud: «En vuestra paciencia, poseeréis vuestras almas». Este es el gran bien del hombre, Filotea: poseer su alma; y, conforme es más perfecta nuestra paciencia, más perfectamente también poseemos nuestras almas."

La paciencia entonces es la virtud que nos dispone a poseer nuestras almas, y para poseer es implícito el conocer, conocerse a si mismo, el profundo interior. A la vez este conocer es saber cual es la plenitud del alma, que es la forma del cuerpo. El fin en que hallamos la felicidad.

De ahí se entiende la primera definición, ... cuya misión es el vencimiento de la tristeza para no decaer ante los sufrimientos... .


Vinculo entre la Fortaleza y la paciencia:

Considero oportuno comentarles la distinción entre la virtud de Fortaleza y de Paciencia para mayor comprensión de está ultima.

El acto de fortaleza no sólo consiste en perseverar en el bien contra los temores de los peligros futuros, sino también en no decaer ante la tristeza o dolor de los presentes, y en este sentido la paciencia tiene afinidad con la fortaleza. No obstante, la fortaleza se ocupa principalmente de los temores, de los que huimos por instinto, lo cual evita la fortaleza. La paciencia, por su parte, se ocupa principalmente de las tristezas; en efecto, paciente no es el que huye, sino el que se comporta dignamente en el sufrimiento de los daños presentes para que no le aplaste una tristeza desordenada. Por eso la fortaleza reside en el apetito irascible y la paciencia en el concupiscible. Lo que no impide que la paciencia sea parte de la fortaleza, porque la subordinación de las virtudes no se mide por el sujeto, sino por la materia o forma. El fin propio de la paciencia es que el hombre no deje de conseguir el bien de la virtud a causa de las tristezas, por grandes que sean.

Esta virtud en nuestra vida nos ayuda a sobre llevar los problemas y nos deja ontológicamente hablando en aceptación ante circunstancias adversas, nos da la posibilidad de innovar al no quedar estancados, favoreciendo no tan sólo el estado de ánimo de la persona, sino que nos deja mirando hacia el futuro. Las personas que no entrenan la paciencia se ven afectada por las tristezas, y como bien aprendimos la tristeza está relacionada en muchos casos con la ira, por efecto de una confusión de las emociones. Ambos sentimientos implican en cada caso un rechazo a la realidad, y buscan evadirla (tristeza), o destruirla (ira).
«Es menester que tengáis paciencia, para que, cumpliendo la voluntad,, de Dios, alcancéis su promesa», dice el Apóstol.



La fortaleza nos conduce a saborear esa virtud humana y divina de la paciencia. "Mediante la paciencia vuestra, poseeréis vuestras almas" Luc XXI-19

"Nada te turbe, nada te espante todo se pasa,
Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta".

Sta Teresa de Jesús.

Con mis oraciones: Padre Roberto Mena, S.T.

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