Thursday, December 31, 2015

Papa Francisco; Digamos a Jesus en el pesebre que queremos ser humildes como EL

* «Delante a Jesús estamos llamados a abandonar nuestro reclamo de autonomía, y este es el centro del problema, el reclamo de autonomía para acoger en cambio la verdadera forma de libertad, que consiste en el conocer a quien tenemos delante y servirlo. Él es el Hijo de Dios que viene a salvarnos. Ha venido entre nosotros para mostrarnos el rostro del Padre rico de amor y de misericordia» En su última catequesis de 2015, el Papa Francisco invitó a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro a besar la estatua del Niño Jesús del pesebre y a aprender de la infancia de Jesús, con el ejemplo de santa Teresita de Lisieux y otros santos.
“Abracemos, entonces, entre nuestros brazos al Niño Jesús, pongámonos a su servicio: Él es fuente de amor y de serenidad. Y será una bella cosa hoy cuando volvemos a casa ir cerca del pesebre y besar al Niño Jesús y decirle: “Jesús, yo quiero ser humilde como Tú, humilde como Dios” y pedirle esta gracia”.  En el vídeo se visualiza y escucha la catequesis del Papa y la síntesis que ha hecho en español. El  texto completo de la meditación del Santo Padre es el siguiente el siguiente:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Un día un poco frío ¿eh?
En estos días navideños se nos coloca frente a nosotros el Niño Jesús. Estoy seguro que en nuestras casas todavía tantas familias han hecho el pesebre, llevando hacia adelante esta bella tradición que se remonta a San Francisco de Asís y que mantiene vivo en nuestros corazones el misterio de Dios que se hace hombre.
La devoción al Niño Jesús está muy difundida. Tantos santos y santas la han cultivada en su oración cotidiana, y han deseado modelar su vida a aquella del Niño Jesús. Pienso en particular a Teresa de Lisieux que como monja carmelita ha llevado el nombre de Teresa del Niño Jesús y del Rostro Santo. Ella -quien es también Doctora de la Iglesia- ha sabido vivir y testimoniar aquella “infancia espiritual” que se asimila propio meditando, en la escuela de la Virgen María, la humildad de Dios que por nosotros se ha hecho pequeño.
Y esto es un misterio grande, Dios es humilde, nosotros que somos orgullosos, llenos de vanidad y que nos creemos grandes cosas, somos nada, Él es grande, es humilde y se hace Niño, esto es un gran misterio, Dios es humilde ¡es hermoso!
Hubo un momento en que, en la Persona divino-humana de Cristo, Dios ha sido un niño, y esto tiene que tener un significado peculiar para nuestra fe. Es verdad que su muerte en la cruz y su resurrección son la máxima expresión de su amor redentor, pero no olvidemos que toda su vida terrena es revelación y enseñanza. En el período navideño recordamos su infancia. Para crecer en la fe tendremos necesidad de contemplar más a menudo al Niño Jesús. Cierto, no conocemos nada de este período. Las raras indicaciones que poseemos hacen referencia a la imposición del nombre después de ocho días de su nacimiento y a la presentación en el Templo (cfr Lc 2,21-28); por otra parte la visita de los Magos con la consecuente fuga en Egipto (cfr Mt 2,1-23). Después, hay un gran salto hasta los doce años, cuando con María y José, va en peregrinación a Jerusalén para la Pascua, y en lugar de volver con sus padres se detiene en el Templo a hablar con los doctores de la ley.
Como se ve, sabemos poco del Niño Jesús, pero podemos aprender mucho de Él si miramos la vida de los niños. Es una bella costumbre, que los padres, los abuelos tienen, que es aquella de mirar a los niños, ver qué hacen.
Descubrimos, sobre todo, que los niños quieren nuestra atención. Ellos deben estar al centro ¿por qué? ¿Porque son orgullosos? No, porque tienen necesidad de sentirse protegidos. Es necesario también para nosotros poner al centro de nuestra vida a Jesús y saber, incluso si puede parecer paradójico, que tenemos la responsabilidad de protegerlo. Quiere estar entre nuestros brazos, desea ser cuidado y poder fijar su mirada en la nuestra. Por otra parte, hacer sonreír al Niño Jesús para demostrarle nuestro amor y nuestra alegría porque Él está en medio de nosotros. Su sonrisa es signo del amor que nos da certeza de ser amados. Los niños, finalmente, aman jugar. Pero hacer jugar a un niño, significa abandonar nuestra lógica para entrar en la suya. Si queremos que se divierta es necesario entender qué le gusta a él. Y no ser egoístas y hacerles hacer las cosas que nos gustan a nosotros.
Es una enseñanza para nosotros. Delante a Jesús estamos llamados a abandonar nuestro reclamo de autonomía, y este es el centro del problema, el reclamo de autonomía para acoger en cambio la verdadera forma de libertad, que consiste en el conocer a quien tenemos delante y servirlo. Él es el Hijo de Dios que viene a salvarnos. Ha venido entre nosotros para mostrarnos el rostro del Padre rico de amor y de misericordia.
Abracemos, entonces, entre nuestros brazos al Niño Jesús, pongámonos a su servicio: Él es fuente de amor y de serenidad. Y será una bella cosa hoy cuando volvemos a casa ir cerca del pesebre y besar al Niño Jesús y decirle: “Jesús, yo quiero ser humilde como Tú, humilde como Dios” y pedirle esta gracia.
(El Papa ha dicho en español:)
Queridos hermanos y hermanas:
En estos días de Navidad, contemplamos al Niño Jesús, reviviendo en nuestros corazones el misterio de la Encarnación con gestos sencillos y tradicionales, como poner el belén en nuestras casas. Esta devoción al Niño Jesús nos permite meditar, siguiendo el ejemplo de la Virgen María, la humildad de Dios, que se hace pequeño por nosotros.
A pesar de que sabemos poco de la infancia de Jesús, podemos aprender mucho de Él mirando a los niños. También Jesús quiere que lo estrechemos en nuestros brazos, que le demostremos nuestro amor, nuestro interés. Que abandonemos nuestra pretensión de autonomía y acojamos la verdadera forma de la libertad, que consiste en reconocer y servir a quien tenemos delante. Él ha venido a revelarnos el rostro del Padre, rico en misericordia.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Acojamos al Señor en nuestros corazones, demostrémosle nuestro amor y el gozo de saber que Él siempre está en medio de nosotros. Muchas gracias.

Wednesday, December 16, 2015

El Papa Francisco nos invita a amar y perdonar en este Jubileo de la Misericordia



 

“Un signo de la vida cristiana y de la Misericordia es amar y perdonar”, el Papa en la catequesis

Catequesis del Papa Francisco: "El Año Santo de la Misericordia ha comenzado en toda la Iglesia y se celebra en cada diócesis, como un signo visible del amor misericordioso del Padre y de la comunión universal". - ANSA
16/12/2015 10:34
(RV).- En la Audiencia General del tercer miércoles de diciembre en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recordó “la apertura de la Puerta Santa de la Misericordia de la Catedral de Roma, en la Basílica de San Juan de Letrán y de todas las diócesis del mundo, así como de los santuarios y las iglesias en las cuales los Obispos indicaron hacerlo”.
Así mismo, el Pontífice subrayó el inicio del Jubileo Extraordinario de la Misericordia con la celebración de los 50 años de la conclusión del Concilio Vaticano II. “La Iglesia Una – dijo el Papa – que vive de la comunión misma de Dios. De este misterio que hace de la Iglesia signo del amor del Padre, crece y madura en nuestro corazón, cuando el amor, que reconocemos en la Cruz de Cristo y en la cual nos sumergimos, nos hace amor como nosotros mismos somos amados por Él”.

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El domingo pasado ha sido abierta la Puerta Santa de la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán, y se ha abierto una Puerta de la Misericordia en la Catedral de cada diócesis del mundo, también en los Santuarios y en las Iglesias que los Obispos han dicho hacerlo. El Jubileo es en todo el mundo no solamente en Roma.
He deseado que este signo de la Puerta Santa estuviera presente en cada Iglesia particular, para que el Jubileo de la Misericordia pueda ser una experiencia compartida por cada persona. El Año Santo, en este modo, ha comenzado en toda la Iglesia y viene celebrado en cada diócesis como en Roma, también la primera Puerta Santa ha sido abierta en el corazón de África y Roma es aquel signo visible de la comunión universal. Que esta comunión eclesial sea cada vez más intensa, para que la Iglesia sea en el mundo el signo vivo del amor y de la misericordia del Padre. Que la Iglesia sea signo vivo del amor y de misericordia.
También la fecha del 8 de diciembre ha querido subrayar esta exigencia, vinculando, a 50 años de distancia, el inicio del Jubileo con la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II. En efecto, el Concilio ha contemplado y presentado la Iglesia a la luz del misterio, del misterio de la comunión. Extendida en todo el mundo y articulada en tantas Iglesias particulares, es siempre y sólo la única Iglesia que Jesucristo ha querido y por la cual se ha ofrecido Él mismo. La Iglesia “una” que vive de la comunión misma de Dios.
Este misterio de comunión, que hace de la Iglesia signo del amor del Padre, crece y madura en nuestro corazón, cuando el amor, que reconocemos en la Cruz de Cristo y en cual nos sumergimos, nos hace amar como nosotros mismos somos amados por Él. Se trata de un Amor sin fin, que tiene el rostro del perdón y de la misericordia.
Pero el perdón y la misericordia no deben permanecer como bellas palabras, sino realizarse en la vida cotidiana. Amar y perdonar son el signo concreto y visible que la fe ha transformado nuestros corazones y nos permite expresar en nosotros la vida misma de Dios. Amar y perdonar como Dios ama y perdona. Este es un programa de vida que no puede conocer interrupciones o excepciones, sino que nos empuja a andar siempre más allá sin cansarnos nunca, con la certeza de ser sostenidos por la presencia paterna de Dios.
Este gran signo de la vida cristiana se transforma después en tantos otros signos que son característicos del Jubileo. Pienso en cuantos atravesarán una de las Puertas Santas, que en este Año son verdaderas Puertas de la Misericordia, Puertas de la Misericordia. La Puerta indica a Jesús mismo que ha dicho: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,9). Atravesar la Puerta Santa es el signo de nuestra confianza en el Señor Jesús que no ha venido para juzgar, sino para salvar (cfr Jn 12,47). Estén atentos eh, que no haya alguno más despierto, demasiado astuto que les diga que se tiene que pagar, no, la salvación no se paga, la salvación no se compra, la Puerta es Jesús y Jesús es gratis. Y la Puerta, Él mismo, hemos escuchado, que habla de aquellos que dejan entrar no como se debe y simplemente dice que son ladrones, estén atentos, la salvación es gratis.
Atravesar la Puerta Santa es signo de una verdadera conversión de nuestro corazón. Cuando atravesamos aquella Puerta es bueno recordar que debemos tener abierta también la puerta de nuestro corazón. Estoy delante de la Puerta Santa y pido al Señor ayúdame a abrir la puerta de mi corazón. No tendría mucha eficacia el Año Santo si la puerta de nuestro corazón no dejará pasar a Cristo que nos empuja a andar hacia los otros, para llevarlo a Él y a su amor. Por lo tanto, como la Puerta Santa permanece abierta, porque es el signo de la acogida que Dios mismo nos reserva, así también nuestra puerta, aquella del corazón, esté siempre abierta para no excluir a ninguno. Ni siquiera aquella o aquel que me molestan. Ninguno.
Un signo importante del Jubileo es también la Confesión. Acercarse al Sacramento con el cual somos reconciliados con Dios equivale a tener experiencia directa de su misericordia. Es encontrar el Padre que perdona. Dios perdona todo. Dios nos comprende también en nuestras limitaciones nos comprende también en nuestras contradicciones. No solo, Él con su amor nos dice que cuando reconocemos nuestros pecados nos es todavía más cercano y nos anima a mirar hacia adelante. Dice más, que cuando reconocemos nuestros pecados, pedimos perdón, hay fiesta en el cielo, Jesús hace fiesta en el cielo y esta es su misericordia. No se desanimen. Adelante, adelante con esto.
Cuántas veces me han dicho: “Padre, no consigo perdonar”, el vecino, el colega de trabajo, la vecina, la suegra, la cuñada, todos hemos escuchado eso: no consigo perdonar. Pero ¿cómo se puede pedir a Dios que nos perdone, si después nosotros no somos capaces del perdón? Perdonar es una cosa grande, no es fácil perdonar, porque nuestro corazón es pobre y con sus fuerzas no lo puede hacer. Pero si nos abrimos a acoger la misericordia de Dios para nosotros, a su vez somos capaces de perdón. Y tantas veces he escuchado decir: pero a esa persona yo no podía verla, la odiaba, un día me he acercado al Señor, he pedido perdón de mis pecados, y también he perdonado aquella persona. Estas cosas de todos los días, y tenemos cerca de nosotros esta posibilidad.
Por lo tanto, ¡ánimo! Vivamos el Jubileo iniciando con estos signos que llevan consigo una gran fuerza de amor. El Señor nos acompañará para conducirnos a tener experiencia de otros signos importantes para nuestra vida. ¡Ánimo y hacia adelante!



Friday, December 11, 2015

Inicio del Jubileo de la Misericordia

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Ayer he abierto aquí, en la Basílica de San Pedro, la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia, después de haberla abierta ya en la Catedral de Bangui en República Centroafricana. Hoy quisiera reflexionar junto a ustedes sobre el significado de este Año Santo, respondiendo a la pregunta: ¿Por qué un Jubileo de la Misericordia? ¿Qué significa esto?
La Iglesia necesita de este momento extraordinario. No digo: es bueno para la Iglesia este tiempo extraordinario, no, no. Digo la Iglesia: necesita de este momento extraordinario. En nuestra época de profundos cambios, la Iglesia está llamada a ofrecer su contribución peculiar, haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Y el Jubileo es un tiempo favorable para todos nosotros, porque contemplando la Divina Misericordia, que supera cada límite humano y resplandece sobre la obscuridad del pecado, podamos transformarnos en testigos más convencidos y eficaces.
Dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de misericordia, significa poner la atención sobre el contenido esencial del Evangelio: Jesús  la Misericordia hecha carne, que hace visible a nuestros ojos el gran misterio del Amor trinitario de Dios. Celebrar un Jubileo de la Misericordia equivale a poner de nuevo al centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades lo específico de la fe cristiana, es decir, Jesucristo, Dios misericordioso.
Un Año Santo, por lo tanto, para vivir la misericordia. Si, queridos hermanos y hermanas, este Año Santo nos es ofrecido para experimentar en nuestra vida el toque dulce y suave del perdón de Dios, su presencia al lado de nosotros y su cercanía, sobre todo en los momentos de mayor necesidad.

Este Jubileo, en resumen, es un momento privilegiado para que la Iglesia aprenda a elegir únicamente “aquello que a Dios le gusta más”. Y, ¿qué cosa es lo que “a Dios le gusta más”? Perdonar a sus hijos, tener misericordia de ellos, de modo que también ellos puedan a su vez perdonar a los hermanos, resplandeciendo como antorchas de la misericordia de Dios en el mundo. Esto es aquello que a Dios le gusta más. San Ambrosio en un libro de teología que había escrito sobre Adán toma la historia de la creación del mundo y dice que Dios, cada día después de haber creado la luna, el sol o los animales, el libro, la Biblia dice “y Dios dijo que esto era bueno”  pero cuando ha creado al hombre y a la mujer la Biblia dice “Dios dijo que esto era muy bueno” y San Ambrosio se pregunta por qué dice “muy bueno” por qué -dice- está tan contento Dios después de la creación del hombre y de la mujer, porque finalmente tenía a alguno para perdonar. Es bello eh.  La alegría de Dios es perdonar, el ser de Dios es misericordia, por esto este año debemos abrir el corazón, para que este amor, esta alegría de Dios nos llene, nos llene a todos nosotros de esta misericordia.
El Jubileo será un “tiempo favorable” para la Iglesia si aprendemos a elegir “aquello que a Dios le gusta más”, sin ceder a la tentación de pensar que haya algo más importante o prioritario. Nada es más importante que elegir “aquello que a Dios le gusta más”, ¡su misericordia, su amor, su ternura, su abrazo, sus caricias!
También la necesaria obra de renovación de las instituciones y de las estructuras de la Iglesia es un medio que debe conducirnos a hacer la experiencia viva y vivificante de la misericordia de Dios que, sola, puede garantizar a la Iglesia de ser aquella ciudad puesta sobre un monte que no puede permanecer escondida (cfr Mt 5,14). Solamente resplandece una Iglesia misericordiosa. Si debiéramos, aún solo por un momento, olvidar que la misericordia es “aquello que a Dios le gusta más”, cada esfuerzo nuestro sería en vano, porque nos convertiríamos en esclavos de nuestras instituciones y de nuestras estructuras, por más renovadas que puedan ser, pero siempre seríamos esclavos.
«Sentir fuerte en nosotros la alegría de haber sido reencontrados por Jesús, que como Buen Pastor ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos» (Homilía en las Primeras vísperas del domingo de la Divina Misericordia, 11 abril 2015): este es el objetivo que la Iglesia se pone en este Año Santo. Así reforzaremos en nosotros la certeza de que la misericordia puede contribuir realmente a la edificación de un mundo más humano. Especialmente en estos nuestros tiempos, en que el perdón es un huésped raro en los ámbitos de la vida humana, el reclamo a la misericordia se hace más urgente, y esto en cada lugar: en la sociedad, en las instituciones, en el trabajo y también en la familia.
Cierto, alguno podría objetar: “Pero, Padre, la Iglesia, en este Año, ¿no debería hacer algo más? Es justo contemplar la misericordia de Dios, pero ¡hay muchas necesidades urgentes!”. Es verdad, hay mucho por hacer, y yo en primer lugar no me canso de recordarlo. Pero es necesario tener en cuenta que, a la raíz del olvido de la misericordia, está siempre el amor proprio. En el mundo, esto toma la forma de la búsqueda exclusiva de los propios intereses, de placeres, de honores unidos al querer acumular riquezas, mientras que en la vida de los cristianos se disfraza a menudo de hipocresía y de mundanidad. Todas estas cosas son contrarias a la misericordia. Los lemas del amor propio, que hacen extranjera la misericordia en el mundo, son totalmente tantos y numerosos que frecuentemente no estamos ni siquiera en grado de reconocerlos como límites y como pecado. He aquí por qué es necesario reconocer el ser pecadores, para reforzar en nosotros la certeza de la misericordia divina. “Señor, yo soy un pecador, Señor soy una pecadora, ven con tu misericordia” y esta es una oración bellísima, es fácil eh, es una oración fácil para decirla todos los días, todos los días: “Señor yo soy un pecador, Señor yo soy una pecadora, ven con tu misericordia”.
Queridos hermanos y hermanas, deseo que en este Año Santo, cada uno de nosotros tenga experiencia de la misericordia de Dios, para ser testigos de “aquello que a Dios le gusta más”. ¿Es de ingenuos creer que esto pueda cambiar el mundo? Si, humanamente hablando es de locos, pero «porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres» (1 Cor 1,25). Gracias.

Wednesday, November 18, 2015

Las familias sean un signo de la misericordia y la acogida de Dios

El Santo Padre recordó que “la Sagrada Familia de Nazaret sabe bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien espera un hijo, para quien no tiene amparo, para quien huye del peligro”.
Por ello, el Papa alentó a que “las familias cristianas hagan del umbral de sus casas un pequeño gran signo de la Puerta de la misericordia y de la acogida de Dios”.
“Es así que la Iglesia deberá ser reconocida, en cada rincón de la tierra: como la custodia de un Dios que toca, como la acogida de un Dios que no te cierra la puerta, con la excusa que no eres de casa”, dijo.
Al llegar al umbral del Año Jubilar de la Misericordia –que se inicia el 8 de diciembre– Francisco señaló que “delante de nosotros se encuentra la gran puerta de la Misericordia de Dios, que acoge nuestro arrepentimiento ofreciendo la gracia de su perdón”.
“La puerta es generosamente abierta, pero nosotros debemos valerosamente cruzar el umbral”, señaló.
El Papa indicó que tras el recientemente celebrado Sínodo sobre la Familia “todas las familias, y laIglesia entera, han recibido un gran aliento para encontrarse bajo el umbral de esta puerta”.
“La Iglesia ha sido animada a abrir sus puertas, para salir con el Señor al encuentro de sus hijos y de sus hijas en camino, a veces inciertos, a veces perdidos, en estos tiempos difíciles. Las familias cristianas, en particular, han sido animadas a abrir la puerta al Señor que espera para entrar, trayendo su bendición y su amistad”, señaló.
El Santo Padre señaló que “es un signo negativo” que existan lugares donde las puertas blindadas se han convertido en normales. “No debemos rendirnos a la idea de tener que aplicar este sistema en toda nuestra vida, en la vida de la familia, de la ciudad, de la sociedad”, dijo.
Aplicar este modelo en la vida de la Iglesia, advirtió, “¡sería terrible! Una Iglesia inhóspita, así como una familia cerrada en sí misma, mortifica el Evangelio y marchita el mundo”.
El Papa explicó que “la puerta debe proteger, cierto, pero no rechazar. La puerta no debe ser forzada, al contrario, se pide permiso, porque la hospitalidad resplandece en la libertad de la acogida, y se oscurece en la prepotencia de la invasión”.
“La gestión de la puerta necesita un atento discernimiento y, al mismo tiempo, debe inspirar gran confianza”, precisó el Papa, expresando también su agradecimiento “para todos los vigilantes de las puertas: de nuestros condominios, de las instituciones cívicas, de las mismas iglesias”.
Francisco indicó que “nosotros mismos somos los custodios y los siervos de la Puerta de Dios, que es Jesús. Él nos ilumina en todas las puertas de la vida, incluso aquella de nuestro nacimiento y de nuestra muerte”.
“Jesús es la puerta que nos hace entrar y salir. ¡Porque el rebaño de Dios es un amparo, no una prisión!”, señaló, y advirtió que “son los ladrones, aquellos que tratan de evitar la puerta, porque tienen malas intenciones, y se meten en el rebaño para engañar a las ovejas y aprovecharse de ellas”.
El Papa precisó que “nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz de Jesús: si sentimos su tono de voz, estamos seguros, somos salvados. Podemos entrar sin temor y salir sin peligro”.
“Si el guardián escucha la voz del Pastor, entonces abre, y hace entrar a todas las ovejas que el Pastor trae, todas, incluso aquellas perdidas en el bosque, que el buen Pastor ha ido a buscarlas”.
Francisco explicó que “las ovejas no los elige el guardián, sino el buen Pastor. El guardián –también él– obedece a la voz del Pastor”.
“Entonces, podemos bien decir que nosotros debemos ser como este guardián. La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no la dueña”, indicó.

Thursday, November 12, 2015

Recuperar la convivencia familiar en la mesa pide el Papa Francisco

Papa Francisco en la Audiencia General: «Cuando los hijos en la mesa están pegados al móvil, y no se escuchan entre ellos, esto no es familia, es una pensión»

* «Hoy muchos contextos sociales ponen obstáculos a la convivialidad familiar. Es verdad, hoy no es fácil. Debemos encontrar el modo de recuperarla; en la mesa se habla, en la mesa se escucha. Nada de silencio, ese silencio que no es el silencio de las religiosas, es el silencio del egoísmo: cada uno tiene lo suyo, o la televisión o el ordenador… y no se habla. No, nada de silencio. Recuperar esta convivialidad familiar aunque sea adaptándola a los tiempos»
  En su catequesis de la audiencia general del segundo miércoles de noviembre, celebrada en la Plaza de San Pedro ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países, el Papa Francisco continuó sus reflexiones sobre la familia, deteniéndose en esta ocasión en la convivialidad, es decir en la virtud que se nos enseña desde pequeños en la vida familiar para aprender a compartir con alegría los bienes de la vida.  
El Obispo de Roma recordó ante todo que se trata de una “virtud preciosa”, cuyo símbolo o icono es, precisamente, la familia reunida en torno a la mesa doméstica, donde compartir la comida y los afectos, representa una experiencia fundamental, como lo vemos durante una fiesta de cumpleaños o de algún aniversario e, incluso, en algunas culturas, durante un luto, para estar cerca de quien padece el dolor de la pérdida de un familiar.
El Santo Padre afirmó que la convivialidad es un termómetro seguro para medir la salud de las relaciones, puesto que si en una familia hay algo que no funciona, alrededor de la mesa se comprende inmediatamente. Y añadió que cuando sus miembros casi nunca se reúnen para comer juntos, o lo hacen sin hablar, sino mirando la televisión, o el smartphone, tienen muy poco de familia.
Tras destacar la vocación especial del cristianismo a la convivialidad, Francisco afirmó que al participar en la Eucaristía la familia se purifica de la tentación de encerrarse en sí misma, se fortifica en el amor y en la fidelidad y ensancha los confines de su fraternidad según el corazón de Cristo. En el vídeo se visualiza y escucha la catequesis del Papa y la síntesis que ha hecho en español, cuyotexto completo es el siguiente:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy reflexionaremos sobre una cualidad característica de la vida familiar que se aprende desde los primeros años de vida: la convivialidad, es decir, la actitud de compartir los bienes de la vida y ser felices de poderlo hacer. ¡Pero compartir y saber compartir es una virtud preciosa! Su símbolo, su “ícono”, es la familia reunida alrededor de la mesa doméstica. El compartir los alimentos – y por lo tanto, además que los alimentos, también los afectos, los cuentos, los eventos… - es una experiencia fundamental. Cuando hay una fiesta, un cumpleaños, un aniversario, nos reunimos alrededor de la mesa. En algunas culturas es habitual hacerlo también por el luto, para estar cercanos de quien se encuentra en el dolor por la pérdida de un familiar.
La convivialidad es un termómetro seguro para medir la salud de las relaciones: si en la familia hay algo que no está bien, o alguna herida escondida, en la mesa se percibe enseguida. Una familia que no come casi nunca juntos, o en cuya mesa no se habla pero se ve la televisión, o el smartphone, es una familia “poco familia”. Cuando los hijos en la mesa están pegados a la computadora, al móvil, y no se escuchan entre ellos, esto no es familia, es una pensión.
El Cristianismo tiene una especial vocación por la convivialidad, todos lo saben. El Señor Jesús enseñaba frecuentemente en la mesa, y representaba algunas veces el reino de Dios como un banquete festivo. Jesús escogió la comida también para entregar a sus discípulos su testamento espiritual – lo hizo en la cena – condensado en el gesto memorial de su Sacrificio: donación de su Cuerpo y de su Sangre como Alimento y bebida de salvación, que nutren el amor verdadero y duradero.
En esta perspectiva, podemos bien decir que la familia es “de casa” a la Misa, propio porque lleva a la Eucaristía la propia experiencia de convivencia y la abre a la gracia de una convivialidad universal, del amor de Dios por el mundo. Participando en la Eucaristía, la familia es purificada de la tentación de cerrarse en sí misma, fortalecida en el amor y en la fidelidad, y prolonga los confines de su propia fraternidad según el corazón de Cristo.
En nuestro tiempo, marcado por tantas cerrazones y tantos muros, la convivialidad, generada por la familia y dilatada en la Eucaristía, se convierte en una oportunidad crucial. La Eucaristía y la familia nutridas por ella pueden vencer las cerrazones y construir puentes de acogida y de caridad. Sí, la Eucaristía de una Iglesia de familias, capaces de restituir a la comunidad la levadura dinámica de la convivialidad y de hospitalidad recíproca, es una ¡escuela de inclusión humana que no teme confrontaciones! No existen pequeños, huérfanos, débiles, indefensos, heridos y desilusionados, desesperados y abandonados, que la convivialidad eucarística de las familias no pueda nutrir, restaurar, proteger y hospedar.
La memoria de las virtudes familiares nos ayuda a entender. Nosotros mismos hemos conocido, y todavía conocemos, que milagros pueden suceder cuando una madre tiene una mirada de atención, servicio y cuidado por los hijos ajenos, además que los propios. ¡Hasta ayer, bastaba una mamá para todos los niños del patio! Y además: sabemos bien la fuerza que adquiere un pueblo cuyos padres están preparados para movilizarse para proteger a sus hijos de todos, porque consideran a los hijos un bien indivisible, que son felices y orgullosos de proteger.
Hoy muchos contextos sociales ponen obstáculos a la convivialidad familiar. Es verdad, hoy no es fácil. Debemos encontrar el modo de recuperarla; en la mesa se habla, en la mesa se escucha. Nada de silencio, ese silencio que no es el silencio de las religiosas, es el silencio del egoísmo: cada uno tiene lo suyo, o la televisión o el ordenador… y no se habla. No, nada de silencio. Recuperar esta convivialidad familiar aunque sea adaptándola a los tiempos. La convivialidad parece que se ha convertido en una cosa que se compra y se vende, pero así es otra cosa. Y la nutrición no es siempre el símbolo de un justo compartir de los bienes, capaz de alcanzar a quien no tiene ni pan ni afectos. En los Países ricos somos estimulados a gastar en una nutrición excesiva, y luego lo hacemos de nuevo para remediar el exceso. Y este “negocio” insensato desvía nuestra atención del hambre verdadera, del cuerpo y del alma. Cuando no hay convivialidad hay egoísmo, cada uno piensa en sí mismo. Es tanto así, que la publicidad la ha reducido a un deseo de galletas y dulces. Mientras tanto, muchos hermanos y hermanas se quedan fuera de la mesa. ¡Es un poco vergonzoso! ¿No?
Miremos el misterio del Banquete eucarístico. El Señor entrega su Cuerpo y derrama su Sangre por todos. De verdad no existe división que pueda resistir a este Sacrificio de comunión; solo la actitud de falsedad, de complicidad con el mal puede excluir de ello. Cualquier otra distancia no puede resistir a la potencia indefensa de este pan partido y de este vino derramado, Sacramento del único Cuerpo del Señor. La alianza viva y vital de las familias cristianas, que precede, sostiene y abraza en el dinamismo de su hospitalidad las fatigas y las alegrías cotidianas, coopera con la gracia de la Eucaristía, que es capaz de crear comunión siempre nueva con la fuerza que incluye y que salva.
La familia cristiana mostrará así la amplitud de su verdadero horizonte, que es el horizonte de la Iglesia Madre de todos los hombres, de todos los abandonados y de los excluidos, en todos los pueblos. Oremos para que esta convivialidad familiar pueda crecer y madurar en el tiempo de gracia del próximo Jubileo de la Misericordia. Gracias.
 (El Papa ha dicho en español:)
Queridos hermanos y hermanas:
En la vida familiar aprendemos desde chicos la convivialidad, bellísima virtud que nos enseña a compartir, con alegría, los bienes de la vida. El símbolo más evidente es la familia reunida entorno a la mesa doméstica, donde se comparte no sólo la comida, sino también los afectos, los acontecimientos alegres y también los tristes. Esta virtud constituye una experiencia fundamental en la vida de cada persona y es un termómetro seguro para medir la salud de las relaciones familiares. Una familia que no come unida o que mientras come no dialoga, mira la televisión, o cada uno está con su telefonito o con su pequeño aparato, es una familia “poco familiar”. ¡Yo diría que es una familia “automática”!
Los cristianos tenemos una especial vocación a la convivialidad. Jesús no desdeñaba comer con sus amigos. Y representaba el Reino de Dios como un banquete alegre. Fue también en el contexto de una cena donde entregó a los discípulos su testamento espiritual, e instituyó la Eucaristía. Y es precisamente en la celebración Eucarística donde la familia, inspirándose en su propia experiencia, se abre a la gracia de una convivialidad universal y a una fraternidad sin fronteras, según el corazón de Cristo, que entrega su Cuerpo y derrama su Sangre por la salvación de todos.
Saludo a los peregrinos de lengua española y a todos los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Roguemos para que cada familia participando en la Eucaristía, se abra al amor de Dios y del prójimo, especialmente para con quienes carecen de pan y de afecto. Que el próximo Jubileo de la Misericordia nos haga ver la belleza del compartir. Gracias.
 (El Papa ha añadido saludando en otros idiomas:)
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos la memoria litúrgica de San Martín de Tours, figura muy popular en especial en Europa, modelo del compartir con los pobres. El próximo año, en feliz coincidencia con el Jubileo de la Misericordia, se conmemora el XVII centenario de su nacimiento.
Dirijo un saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los esposo recién casados. Que el Señor los ayude, queridos jóvenes, a ser promotores de misericordia y de reconciliación. Que los sostenga, a ustedes queridos enfermos, a no perder la confianza, ni siquiera en los momentos de dura prueba. Y que conceda a ustedes, queridos recién casados, encontrar en el Evangelio la alegría de acoger toda vida humana, sobre todo a la débil e indefensa.
Francisco

Thursday, November 05, 2015

Que las familias redescubran el tesoro del perdon dijo el Papa Francisco

Papa Francisco en la Audiencia General: «Que las familias redescubran el tesoro del perdón recíproco»

* «Lo que se nos pide es sanar inmediatamente las heridas que nos hacemos, retejer inmediatamente los hilos que rompemos en la familia. Si esperamos demasiado, todo se hace más difícil. Y hay un secreto simple para sanar las heridas y para disolver las acusaciones. Y es este: no dejar que termine el día sin pedirse perdón, sin hacer la paz entre el marido y la mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas… ¡entre nuera y suegra! Si»

  El Papa Francisco reveló en su catequesis del 4 de noviembre de 2015, que el Sínodo sobre la familia “ha visto en la capacidad de perdonar y perdonarse no sólo una manera de evitar las divisiones en familia, sino también una aportación a la sociedad, para que sea menos malvada y cruel”. Por eso deseó que en el Jubileo Extraordinario de la Misericordia “las familias descubran de nuevo el tesoro del perdón recíproco” y rogó a la Virgen que “nos ayude a vivir cada vez más la experiencia del perdón y de la reconciliación”, dado que “las familias cristianas pueden hacer mucho por la sociedad y por la Iglesia”. En el vídeo se visualiza y escucha la síntesis de la catequesis que el Papa ha hecho en español. Eltexto completo de toda la catequesis es el siguiente:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La Asamblea del Sínodo de los Obispos que ha concluido hace poco, ha reflexionado a fondo sobre la vocación y la misión de la familia en la vida de la Iglesia y de la sociedad contemporánea. Ha sido un evento de gracia. Al finalizar los Padres sinodales me han entregado el texto de sus conclusiones. He querido que este texto fuera publicado, para que todos fueran partícipes del trabajo que nos ha visto empeñados juntos por dos años. No es este el momento de examinar tales conclusiones, sobre las cuales yo mismo debo meditar.
Mientras tanto, pero, la vida no se detiene, en particular la vida de las familias ¡no se detiene! Ustedes, queridas familias, están siempre en camino. Y continuamente escriben en las páginas de la vida concreta la belleza del Evangelio de la familia. En un mundo que a veces se convierte en árido de vida y de amor, ustedes cada día hablan del gran don que son el matrimonio y la familia.
Hoy quisiera subrayar este aspecto: que la familia es un gran gimnasio para entrenar al don y al perdón recíproco, la familia es un gran gimnasio para entrenar al don y al perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede ser duradero. Sin donarse, sin perdonarse, el amor no permanece, no dura. En la oración que Él mismo nos ha enseñado -es decir, el Padre Nuestro- Jesús nos hace pedirle al Padre: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Y al final comenta: «Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes» (Mt 6,12.14-15). No se puede vivir sin perdonarse, o al menos no se puede vivir bien, especialmente en familia. Cada día nos faltamos al respeto el uno al otro.
Debemos poner en consideración estos errores, debidos a nuestra fragilidad y a nuestro egoísmo. Lo que se nos pide es sanar inmediatamente las heridas que nos hacemos, retejer inmediatamente los hilos que rompemos en la familia. Si esperamos demasiado, todo se hace más difícil. Y hay un secreto simple para sanar las heridas y para disolver las acusaciones. Y es este: no dejar que termine el día sin pedirse perdón, sin hacer la paz entre el marido y la mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas… ¡entre nuera y suegra! Si aprendemos a pedirnos inmediatamente perdón y a darnos el perdón recíproco, sanan las heridas, el matrimonio se robustece, y la familia se transforma en una casa más sólida, que resiste a los choques de nuestras pequeñas y grandes maldades. Y para esto no es necesario hacer un gran discurso, sino que es suficiente una caricia, una caricia y ha terminado todo y se recomienza, pero no terminar el día en guerra ¿entienden?
Si aprendemos a vivir así en familia, lo hacemos también fuera, en todas partes que nos encontramos. Es fácil ser escépticos sobre esto. Muchos -también entre los cristianos- piensan que sea una exageración. Se dice: si, son bellas palabras, pero es imposible ponerlas en práctica. Pero gracias a Dios no es así. De hecho es precisamente recibiendo el perdón de Dios que, a su vez, somos capaces de perdonar a los otros. Por esto Jesús nos hace repetir estas palabras cada vez que rezamos la oración del Padre Nuestro, es decir cada día. Es indispensable que, en una sociedad a veces despiadada, haya lugares, como la familia, donde se aprenda a perdonar los unos a otros.
El  Sínodo ha revivido nuestra esperanza también en esto: forma parte de la vocación y de la misión de la familia la capacidad de perdonar y de perdonarse. La práctica del perdón no solo salva las familias de la división, sino que las hace capaces de ayudar a la sociedad a ser menos malvada y menos cruel. Si, cada gesto de perdón repara la casa de las grietas y refuerza sus muros. La Iglesia, queridas familias, está siempre a su lado para ayudarlos a construir su casa sobre la roca de la cual ha hablado Jesús. Y no olvidemos estas palabras que preceden inmediatamente la parábola de la casa: «No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre». Y agrega: «Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios en tu Nombre?” Entonces yo les manifestaré: «Jamás los conocí» (cfr Mt 7,21-23). Es una palabra fuerte, no hay duda, que tiene por objetivo sacudirnos y llamarnos a la conversión.
Les aseguro, queridas familias, que si serán capaces de caminar siempre más decididamente sobre el camino de las Bienaventuranzas, aprendiendo y enseñando a perdonarse recíprocamente, en toda la grande familia de la Iglesia crecerá la capacidad de dar testimonio a la fuerza renovadora del perdón de Dios. Diversamente, haremos predicas también bellas, y quizá expulsaremos también cualquier demonio, pero al final el Señor ¡no nos reconocerá como sus discípulos! Porque no hemos tenido la capacidad de perdonar y de hacernos perdonar por los otros.
De verdad las familias cristianas pueden hacer mucho por la sociedad de hoy, y también por la Iglesia. Por eso deseo que en el Jubileo de la Misericordia las familias redescubran el tesoro del perdón recíproco. Recemos para que las familias sean siempre más capaces de vivir y de construir caminos concretos de reconciliación, donde ninguno se sienta abandonado al peso de sus ofensas.
Y con esta intención, decimos juntos: “Padre nuestro, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. Digámoslo juntos: “Padre nuestro, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. Gracias.
(El Papa ha dicho en español:)
Queridos hermanos y hermanas:
La Asamblea del Sínodo de los Obispos ha terminado hace poco y me ha entregado un texto, que aún debo meditar. Pero, entretanto, la vida continúa, sobre todo la vida de las familias.
Hoy quisiera centrarme en la familia como ámbito para aprender a vivir el don y el perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede ser duradero. Lo rezamos siempre en el Padre Nuestro: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». No se puede vivir sin perdonarse, o al menos no se puede vivir bien, especialmente en familia.
Todos los días de una u otra manera nos hacemos daño. Pero lo que se nos pide es curar inmediatamente las heridas que nos causamos y restaurar los vínculos que se han dañado. Si esperamos demasiado, todo es más difícil. Y hay un remedio muy simple: no dejar que termine el día sin pedir disculpas, sin hacer las paces, de los padres entre sí y de los padres con los hijos, también entre los hermanos. Y para esto no hace falta un gran discurso, basta una palmada y ya está. De esta manera el matrimonio y la familia se hacen una casa más sólida, resistente a nuestras pequeñas y grandes fechorías.
El Sínodo ha visto en la capacidad de perdonar y perdonarse no sólo una manera de evitar las divisiones en familia, sino también una aportación a la sociedad, para que sea menos mala y menos cruel. Ciertamente, las familias cristianas pueden hacer mucho por la sociedad y por la Iglesia. Por eso deseo que en el Jubileo Extraordinario de la Misericordia las familias descubran de nuevo el tesoro del perdón recíproco.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Pidamos a la Virgen María que nos ayude a vivir cada vez más las experiencias del perdón y de la reconciliación. Muchas gracias.

Thursday, October 29, 2015

Debemos rezar para que se favorezca el dialogo interreligioso dice Papa Francisco

Papa Francisco en la Audiencia General: «Para favorecer el diálogo interreligioso lo que podemos hacer es rezar. Con el Señor todo es posible»

* «A causa de la violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de sospecha o incluso de condena de las religiones. En realidad, aunque ninguna religión es inmune del riesgo de desviaciones fundamentalistas o extremistas en individuos o grupos (cfr Discurso al Congreso EEUU, 24 de septiembre de 2015), es necesario mirar los valores positivos que viven y proponen y que son fuentes de esperanza»
Vídeo completo traducido al español de la catequesis en italiano del Papa 
28 de octubre de 2015.- (13 TV / Radio Vaticano Camino Católico)  La audiencia general de esta semana ha sido una audiencia interreligiosa para conmemorar los 50 años de la declaración conciliar Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia católica con las religiones no cristianas. Por ello, tras el habitual recorrido del Santo Padre por la plaza de san Pedro y antes de la catequesis, han tomado la palabra el cardenal Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Estaban presentes en la plaza los participantes del Congreso Internacional sobre la Nostra aetate que se está celebrando en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma y representantes de varias religiones.
El purpurado francés ha dado al Papa las gracias “por su luminoso testimonio que nos anima a seguir sobre el camino del diálogo interreligioso, yendo al encuentro con los otros creyentes con una clara conciencia de nuestra identidad, pero con un espíritu de gran respeto, estima y amistad, listos para trabajar juntos con quien reza y piensa de manera diferente a la nuestra”. También le ha agradecido “sus incesantes e incansables invitaciones, dirigidas a nosotros creyentes y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a trabajar por la paz en el mundo eliminando las injusticias y las desigualdades, y a cuidar nuestra casa común”.
Por su parte, el cardenal Koch ha asegurado que en nuestros días, en un momento en el que surgen lamentablemente nuevas oleadas de antisemitismo, “usted, Santo Padre, recuerda incesantemente a los cristianos que es imposible ser al mismo tiempo cristiano y antisemita”. Por eso, ha querido darle las gracias por su “mensaje inequívoco y por la benevolencia que siempre ha mostrado hacia nuestros hermanos y hermanas judíos”.
“El Señor desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tales, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad”, ha afirmado Francisco en la catequesis. También ha reflexionado asegurando que "a causa de la violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de sospecha y hasta de condena de las religiones… Es necesario mirar los valores positivos que estas viven y proponen y que son fuente de esperanza". En el vídeo se visualiza y escucha toda la catequesis, cuyotexto completo es el siguiente:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las Audiencias generales hay a menudo personas o grupos pertenecientes a otras religiones; pero hoy esta presencia es del todo particular, para recordar juntos el 50º aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia Católica con las religiones no cristianas. Este tema estaba fuertemente en el corazón del beato Papa Pablo VI, que en la fiesta de Pentecostés del año anterior al final del Concilio había instituido el Secretariado para los no cristianos, hoy Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Expreso por eso mi gratitud y mi calurosa bienvenida a personas y grupos de diferentes religiones, que hoy han querido estar presentes, especialmente a quienes vienen de lejos.
El Concilio Vaticano II ha sido un tiempo extraordinario de reflexión, diálogo y oración para renovar la mirada de la Iglesia Católica sobre sí misma y sobre el mundo. Una lectura de los signos de los tiempos en miras a una actualización orientada a una doble fidelidad: fidelidad a la tradición eclesial y fidelidad a la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. De hecho Dios, que se ha revelado en la creación y en la historia, que ha hablado por medio de los profetas y completamente en su Hijo hecho hombre (cfr Heb 1,1), se dirige al corazón y al espíritu de cada ser humano que busca la verdad y los caminos para practicarla.
El mensaje de la Declaración Nostra aetate es siempre actual. Recuerdo brevemente algunos puntos:
  • La creciente interdependencia de los pueblos ( cfr n. 1);
  • La búsqueda humana de un sentido de la vida, del sufrimiento, de la muerte, preguntas que siempre acompañan nuestro camino (cfr n.1);
  • El origen común y el destino común de la humanidad (cfr n. 1);
  • La unicidad de la familia humana (cfr n. 1);
  • Las religiones como búsqueda de Dios o del Absoluto, en el interior de las varias etnias y culturas (cfr n. 1);
  • La mirada benévola y atenta de la Iglesia sobre las religiones: ella no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de bello y verdadero (cfr n. 2);
  • La Iglesia mira con estima los creyentes de todas las religiones, apreciando su compromiso espiritual y moral (cfr n. 3);
  • La Iglesia abierta al diálogo con todos, y al mismo tiempo fiel a la verdad en la que cree, por comenzar en aquella que la salvación ofrecida a todos tiene su origen en Jesús, único salvador, y que el Espíritu Santo está a la obra, fuente de paz y amor.
Son tantos los eventos, las iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas de estos últimos cincuenta años, y es difícil recordar todos. Un hecho particularmente significativo ha sido el Encuentro de Asís del 27 de octubre de 1986. Este fue querido y promovido por san Juan Pablo II, quien un año antes, es decir hace treinta años, dirigiéndose a los jóvenes musulmanes en Casablanca deseaba que todos los creyentes en Dios favorecieran la amistad y la unión entre los hombres y los pueblos (19 de agosto de 1985). La llama, encendida en Asís, se ha extendido en todo el mundo y constituye un signo permanente de esperanza.
Una especial gratitud a Dios merece la verdadera y propia transformación que ha tenido en estos 50 años la relación entre cristianos y judíos. Indiferencia y oposición se transformaron en colaboración y benevolencia. De enemigos y extraños nos hemos transformado en amigos y hermanos. El Concilio, con la Declaración Nostra aetate, ha trazado el camino: “si” al redescubrimiento de las raíces judías del cristianismo; “no” a cualquier forma de antisemitismo y condena de todo insulto, discriminación y persecución que se derivan. El conocimiento, el respeto y la estima mutua constituyen el camino que, si vale en modo peculiar para la relación con los judíos, vale análogamente también para la relación con las otras religiones. Pienso en particular en los musulmanes, que -como recuerda el Concilio- «adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres» (Nostra aetate, 5). Ellos se refieren a la paternidad de Abraham, veneran a Jesús como profeta, honran a su Madre virgen, María, esperan el día del juicio, y practican la oración, la limosna y el ayuno (cfr ibid).
El diálogo que necesitamos no puede ser sino abierto y respetuoso, y entonces se revela fructífero. El respeto recíproco es condición y, al mismo tiempo, fin del diálogo interreligioso: respetar el derecho de otros a la vida, a la integridad física, a las libertades fundamentales, es decir a la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de religión.
El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos exhorta a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que no profesan alguna religión, nos pide respuestas efectivas sobre numerosos temas: la paz, el hambre, la miseria que aflige a millones de personas, la crisis ambiental, la violencia, en particular aquella cometida en nombre de la religión, la corrupción, el degrado moral, la crisis de la familia, de la economía, de las finanzas y sobre todo de la esperanza. Nosotros creyentes no tenemos recetas para estos problemas, pero tenemos un gran recurso: la oración. Y nosotros creyentes rezamos, debemos rezar. La oración es nuestro tesoro, a la que nos acercamos según nuestras respectivas tradiciones, para pedir los dones que anhela la humanidad.
A causa de la violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de sospecha o incluso de condena de las religiones. En realidad, aunque ninguna religión es inmune del riesgo de desviaciones fundamentalistas o extremistas en individuos o grupos (cfr Discurso al Congreso EEUU, 24 de septiembre de 2015), es necesario mirar los valores positivos que viven y proponen y que son fuentes de esperanza. Se trata de alzar la mirada para ir más allá. El diálogo basado sobre el confiado respeto puede llevar semillas de bien que se transforman en brotes de amistad y de colaboración en tantos campos, y sobre todo en el servicio a los pobres, a los pequeños, a los ancianos, en la acogida de los migrantes, en la atención a quien es excluido. Podemos caminar juntos cuidando los unos de los otros y de lo creado. Todos los creyentes de cada religión. Juntos podemos alabar al Creador por habernos dado el jardín del mundo para cultivar y cuidar como bien común, y podemos realizar proyectos compartidos para combatir la pobreza y asegurar a cada hombre y mujer condiciones de vida dignas.
El Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que está delante de nosotros, es una ocasión propicia para trabajar juntos en el campo de las obras de caridad. Y en este campo, donde cuenta sobretodo la compasión, pueden unirse a nosotros tantas personas que no se sienten creyentes o que están en búsqueda de Dios y de la verdad, personas que ponen al centro el rostro del otro, en particular el rostro del hermano y de la hermana necesitados. Pero la misericordia a la cual somos llamados abraza a todo el creado, que Dios nos ha confiado para ser cuidadores y no explotadores, o peor todavía, destructores. Debemos siempre proponernos dejar el mundo mejor de como lo hemos encontrado (cfr Enc. Laudato si’, 194), a partir del ambiente en el cual vivimos, de nuestros pequeños gestos de nuestra vida cotidiana.
Queridos hermanos y hermanas, en cuanto al futuro del diálogo interreligioso, la primera cosa que debemos hacer es rezar. Y rezar los unos por los otros, somos hermanos. Sin el Señor, nada es posible; con Él, ¡todo se convierte! Que nuestra oración pueda, cada uno según la propia tradición, pueda adherirse plenamente a la voluntad de Dios, quien desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tal, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad. Gracias. 
 (El Papa ha dicho en español:)
Vídeo fragmento de las palabras en español del Papa
Queridos hermanos y hermanas:
Doy la bienvenida y agradezco a todas las personas y grupos de diversas religiones presentes en este encuentro para recordar juntos el 50 aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Con este importante documento, la Iglesia manifestaba su aprecio y estima por los creyentes de todas las religiones y todo lo que de bueno y de hermoso hay en ellas. En estos últimos años han sido numerosas las iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas, encaminadas a promover la amistad y la unión entre los hombres. El Señor desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tales, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad.
El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos llama a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que no profesan alguna religión. Es importante continuar con un diálogo interreligioso abierto y respetuoso, que ayude a conocerse más y afrontar juntos muchos de los problemas que afligen a la humanidad, como el servicio a los pobres, a los excluidos, a los ancianos, la acogida a los emigrantes, el cuidado de la creación, así como asegurar a todas las personas una vida más digna. Debemos dejar un mundo mejor de cómo lo hemos encontrado. Y para favorecer este diálogo lo más importante que podemos hacer es rezar. Cada uno rece según la propia religión. Con el Señor todo es posible.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el V Congreso de la Fundación Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, que se celebra en Madrid, así como a los grupos venidos de España y Latinoamérica. Muchas gracias.
 (El Papa ha añadido saludando en otros idiomas:)
Queridos hermanos y hermanas:
Dirijo un pensamiento especial a los jóvenes, a los enfermos y a los esposos recién casados. Un especial saludo a los valientes. Al concluir el mes de octubre invoquemos a María, la Madre de Jesús. Queridos jóvenes, aprendan a rezarle con el rezo sencillo y eficaz del Rosario. Queridos enfermos, que la Virgen los sostenga en la prueba del dolor. Queridos recién casados, ¡imiten su amor a Dios y a los hermanos!
Francisco

Friday, September 11, 2015

Papa Francisco y su proxima visita a Estados Unidos.

El Papa Francisco y su visita a los Estados Unidos





La próxima visita del Papa Francisco a los Estados Unidos, que tendrá lugar del 22 al 27 de septiembre, cubrirá Washington, D.C., Nueva York y Filadelfia. El punto focal de la misma será su participación en el 8º. Encuentro Mundial de las Familias, en esta última ciudad. Sin embargo, también tienen gran importancia la Misa de Canonización del Beato Junípero Serra, así como sus discursos ante la Organización de las Naciones Unidas y ante el Congreso de los Estados Unidos.

El último Papa en visitar el país fue Benedicto XVI en el año 2008. En esa visita mencionó, entre otros, asuntos como la ayuda para el desarrollo de los países Latinoamericanos también como prevención de la inmigración ilegal, así como la necesidad de encontrar medios para incorporar a los inmigrantes ilegales a la vida del país. También habló del rol de la religión en la vida pública en el marco de un estado laico que se beneficia de ello, y la importancia de los derechos humanos en una visión en la que las diversas culturas los ven inscritos en el ser de la persona y que son anteriores a las instituciones y las leyes.

Hoy, el contexto y el Papa son diferentes. Los Estados Unidos viven momentos cruciales en su vida política y económica. La polarización entre republicanos y demócratas, y en general entre ciudadanos estadounidenses por razones políticas, ha alcanzado niveles muy altos durante los dos términos del gobierno del presidente Obama.

Aún se siente el impacto de la recesión económica consecuencia de la crisis financiera del 2008, que en cifras de 2013 llevó a 14% de personas, y al 20% de menores de 18 años, a la pobreza (U.S. Census Bureau, 2014). Los niveles de desigualdad son los más altos entre los países de la OCDE, siendo que, en cifras de 2010, el 20% de la población más rica recibe el 58% de los ingresos, y el 20% más pobre sólo el 2% (Pew Research Center, 2013). Igualmente preocupante es el debilitamiento de la democracia gracias a la acción de grupos de presión cuyas agendas no han tenido reparo en buscar avasallar la libertad de conciencia y la libertad religiosa, en especial vía la implementación de la Reforma de Salud de la administración Obama y el activismo de grupos feministas radicales, pro-LGTBQ y pro-choice.

La reciente decisión de la Corte Suprema de reconocer las uniones homosexuales como matrimonio no ha hecho sino enrarecer aún más el ambiente, teniendo en cuenta que 32 de los 50 estados miembros de la Unión habían votado, en los últimos años, por solo reconocer como matrimonio la unión entre hombre y mujer. Otro hecho a considerar es el incremento de aquellos que se consideran no afiliados a una institución religiosa (“spiritual but not religious”), que han pasado de ser 16% en 2007 a 22% en 2014 (Pew Research Center, 2015), indicando una relativa secularización de la sociedad.

La Iglesia Católica, por su parte, aún no encuentra un lugar adecuado en relación al “mainstream” de la cultura de los Estados Unidos. Pasó de establecer un esquema de enclaves Católicos basados en grupos étnicos de inmigrantes, a una estrategia de “americanización” (asimilación) —en especial cuando terminó la Segunda Guerra Mundial—, para quedar desconcertada por la renovación del Concilio Vaticano II (Schindler, 1996; Shaw, 2013). Recién con San Juan Pablo II, en especial sus enseñanzas y los nombramientos episcopales que hizo, se ha podido reconstruir, en parte, una subcultura católica desde la cual la fe pueda informar y elevar la cultura estadounidense, lo que también ha de incluir una crítica constructiva.

Aunque positivo, este fenómeno presenta el riesgo de que pueda convertirse en un gueto. Por otro lado, esta subcultura no ha sido suficiente para evitar que, por ejemplo, una gran proporción de Católicos de a pie vivan un “catolicismo a la carta” (“cafeteria Catholicism”),  en relación a lo que creen, lo que rezan y los principios éticos que los orientan. En esta visión la fe se construye principalmente según preferencias personales (Greeley, 1990; Gillis, 1999). Tampoco se ha revertido la confusión en la identidad católica de numeroso colleges y universidades católicos.

El Papa Francisco puede convertirse en un motor de cambio en la dirección correcta.  En la misma línea que sus predecesores, pero con un estilo pastoral muy público y elocuente en gestos y palabras, el Papa hace de la visión cristiana de la dignidad humana el centro de su predicación, en especial la de los más pobres, sin excepciones y sin calificaciones sociológicas. Más aún, invita a descubrir en los más pobres la imagen de Cristo que nos llama y nos enseña. Para él los pobres son los no-nacidos, los jóvenes y ancianos, a quienes ve como víctimas de una “cultura del descarte” (Francisco, 2013: nos. 186-216). También lo son los pobres materiales y espirituales, todos aquellos que están en las “periferias de la existencia”. Esta dignidad tiene una raíz claramente religiosa: es el reconocimiento que se desprende del hecho de que Jesucristo se ha hecho hombre, ama a todos y ha elevado al ser humano a una dignidad y vocación altísimas (Francisco, 2013: nos. 177-185).

En consecuencia, la defensa de la vida y la familia, por un lado, y la promoción de la justicia social y el cuidado del medio ambiente, por el otro, no son sino caras de la misma moneda. Esta mirada puede ayudar a superar la dicotomía conservador/progresista con la que se suele interpretar (desde fuera e incluso desde dentro) a la Iglesia en los Estados Unidos. Puede permitir avanzar hacia una auto-comprensión que algunos han llamado “radical”, “profunda” o “evangélica” (Weigel, 2013).

De otra parte, la presencia del Papa Francisco representará, como lo ha sido por ejemplo en su reciente visita a Ecuador, Bolivia y Paraguay, un impulso a la familia como la entiende la tradición católica (Francisco, 2015c). Esto, en embargo, no supondrá sino una actitud de diálogo y apertura hacia quienes no concuerdan con esta visión de la persona humana, la sexualidad y el matrimonio. La esperanza del Pontífice estará en que los activistas LGTBQ puedan comprender que en la posición católica sobre estos temas lo que hay, ante todo, es la manifestación respetuosa de una convicción de conciencia, y no un ataque a la dignidad de las personas LGTBQ. Se trata en el fondo de llamar la atención sobre la discutida distinción entre sexo, atracción sexual e identidad sexual tal como la concibe la “perspectiva de género” por las consecuencias que tiene para el matrimonio, la familia y la sociedad; un perspectiva que se quiere imponer como “colonización ideológica” (Francisco, 2015a).

Finalmente, el testimonio y las palabras del Papa Francisco podrán servir para alentar particularmente a los católicos de ascendencia latina, quienes sufren la dura experiencia del inmigrante en todo tipo de marginaciones, desarraigo y condiciones de vida muy duras. Esto se ve acrecentado por la creciente secularización de la cultura de los Estados Unidos. Las cifras disponibles indican que, al presente el  33% de los Católicos en el país son latinos o descendientes de latinos, y que en un futuro no lejano constituirán la mayoría (Pew Research Center, 2014).

Sin embargo, otros estudios indican que entre 1990 y 2008, aquellos no  afiliados a una institución religiosa pasaron del 6 al 12% de la comunidad latina (Jones, Cox y Navarro-Rivera, 2013), incluso llegando a 18% en 2013 (Pew Research Center, 2014). Además, en ese año un 22% de latinos en los Estados Unidos era Protestante (Pew Research Center, 2014). La tendencia convertirse en “no afiliado” se acentúa entre latinos de segunda y tercera generación, que, en su gran mayoría tienden a asumir las ideas y valores del “mainstream” cultural en los Estados Unidos (Jones, Cox y Navarro-Rivera, 2013). Ello quiere decir que muchas personas que fueron iniciadas en la vida de fe se distancian de la Iglesia al poco tiempo. Y también quiere decir que, de no hacerse algo, el número de católicos, que hasta hoy se ha mantenido relativamente estable gracias a la inmigración desde América Latina, empezará a decrecer considerablemente en un futuro no muy lejano.

Lamentablemente, la gran mayoría de la teología latina en los Estados Unidos, a pesar de las buenas intenciones de sus autores y de lo interesante de sus aportes, ha estado inspirada por la teología de la liberación, teologías contextuales y posmodernas (Bañuelas, 1995; Aquino, Machado y Rodríguez, 2002), lo que al fin de cuentas las convierte en doctrinas de justicia social donde lo propiamente religioso, más allá de las declaraciones, pasa un segundo lugar. Aunque no es posible acá entrar en detalles, lo que por lo menos se puede decir que estas visiones no han tenido  una utilidad pastoral significativa para evitar la secularización de los católicos latinos en los Estados Unidos.

En el fondo, se han constituido en furgones de cola de visiones seculares neo-marxistas o posmodernas (bajo fuerte influencia del pensamiento de Michel Foucault). Como consecuencia, la capacidad profética que la comunidad latina en los Estados Unidos puede tener como crítica al “establishment” eclesial y a la cultura secular en el país se ha visto recortada. Viene aquí a la mente la insistencia del Papa Francisco en no convertir a la Iglesia que él sueña, una Iglesia pobre y para los pobres, en una ONG (Francisco, 2015b). Él, con su particular “teología del pueblo”, puede ayudar a una renovación de la teología latina que colabore intensamente en la revitalización de la vida de fe de los católicos latinos, y en que esa experiencia de fe colabore con la renovación de toda la Iglesia en el país. Ojalá así sea.

Referencias:

Aquino, Maria del Pilar, Daisy L. Machado y Jeanette Rodríguez, eds. A Reader in Latina Feminist Theology. Religion and Justice. Austin: University of Texas Press.

Bañuelas, Arturo J., ed. (1995). Mestizo Christianity. Theology from the Latino Perspective. New York: Orbis Books.

Francisco, Papa (2013). Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium.http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html (accessed 23 July 2015).

Francisco, Papa (2015a). “Discurso en el Encuentro con las Familias.” Manila, 16.1.2015.http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/january/documents/papa-francesco_20150116_srilanka-filippine-incontro-famiglie.html (accessed 23 July 2015).

Francisco, Papa (2015b). “Morning Meditation in the Chapel of the Domus Santae Marthae.” Roma, 5.2.2015. http://www.news.va/en/news/i-will-cure-you-5-february-2015 ) (accessed 23 July 2015).

Francisco, Papa (2015c). “Homilía en la Misa por las Familias.” Guayaquil, 6.7.2015.http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2015/documents/papa-francesco_20150706_ecuador-omelia-guayaquil.html (accessed 23 July 2015).

Gillis, Chester (1999). Roman Catholicism in America. New York: Columbia University Press.

Greeley, Andrew M. (1990). The Catholic Myth. The Behavior and Beliefs of American Catholics. New York: Charles Scribner´s Sons.

Jones, Robert P., Daniel Cox and Juhem Navarro-Rivera (2013). 2013 Hispanic Values Survey. How Shifting Religious Identities and Experiences are Influencing Hispanic Approaches to Politics. Washington D.C.: Public Religion Research Institute.

Pew Research Center (2013). ”Global Inequality: How the U.S. Compares.” Factank. News in the Numbers. 19.12.2013.  http://www.pewresearch.org/fact-tank/2013/12/19/global-inequality-how-the-u-s-compares/ (accessed 23 July 2015).

Pew Research Center (2014). “The Shifting Religious Identity of Latinos in the United States.” 7.5.2014. http://www.pewforum.org/2014/05/07/the-shifting-religious-identity-of-latinos-in-the-united-states/ (accessed 23 July 2015).

Pew Research Center (2015). “America´s Changing Religious Landscape.” 12.5.2015.http://www.pewforum.org/2015/05/12/americas-changing-religious-landscape/ (accessed 23 July 2015).

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