Tuesday, September 18, 2012

Que significa El Año de la Fe?

El  próximo 11 de octubre iniciará el Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI. Pero, ¿de qué se trata? ¿qué desea el Santo Padre? ¿qué se puede hacer? Respuestas a las preguntas que surgen a menos de un mes del inicio.


1. ¿Qué es el Año de la Fe?

El Año de la Fe "es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo" (Porta Fidei, 6).


2. ¿Cuando in icia y termina?

Inicia el 11 de octubre de 2012 y terminará el 24 de noviembre de 2013.


3. ¿Por qué esas fechas?

El 11 de octubre coinciden dos aniversarios: el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el 20 aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. La clausura, el 24 de noviembre, será la solemnidad de Cristo Rey


4. ¿Por qué el Papa ha convocado este año?

"Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas". Por eso, el Papa invita a una "auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo". El objetivo principal de este año es que cada cristiano "pueda redescubrir el camino de la fe para poner a la luz siempre con mayor claridad la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro con Cristo".


5. ¿Qué medios ha señalado el Santo Padre?

Como expuso en el Motu Proprio "Porta Fidei": Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía; dar testimonio de la propia fe; y redescubrir los contenidos de la propia fe, expuestos principalmente en el Catecismo.


6. ¿Dónde tendrá lugar?

Como dijo Benedicto XVI, el alcance será universal. "Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo".


7. ¿Dónde encontrar indicaciones más precisas?

En una nota publicada por la Congregación para la doctrina de la fe. Ahí se propone, por ejemplo:

  • Alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de Pedro;
  • Organizar peregrinaciones, celebraciones y reuniones en los principales Santuarios.
  • Realizar simposios, congresos y reuniones que favorezcan el conocimiento de los contenidos de la doctrina de la Iglesia Católica, y mantengan abierto el diálogo entre fe y razón.
  • Leer o releer los principales documentos del Concilio Vaticano II.
  • Acoger con mayor atención las homilías, catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre.
  • Promove r trasmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre el tema de la fe.
  • Dar a conocer los santos de cada territorio, auténticos testigos de fe.
  • Fomentar el aprecio por el patrimonio artístico religioso.
  • Preparar y divulgar material de carácter apologético para ayudar a los fieles a resolver sus dudas.
  • Eventos catequéticos para jóvenes que transmitan la belleza de la fe.
  • Acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.
  • Usar en los colegios el compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
  • Organizar grupos de lectura del Catecismo y promover su difusión y venta.


    8. ¿Qué documentos puedo leer por ahora?
  • El motu proprio de Benedicto XVI "Porta Fidei"
  • La nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe
  • El Catecismo de la Iglesia Católica
  • 40 resúmenes sobre la fe cristiana


    9. ¿Donde puedo obtener más información?

    Visite el sitio oficial del Año de la Fe www.annusfidei.va
  • Tuesday, September 04, 2012

    homilia descanse en paz cardenal Martini

    Iglesia de Milán despidió al cardenal Martini
    Homilía íntegra del cardenal Scola


    ROMA, martes 4 setiembre 2012 (ZENIT.org).- Tal como pudo constatarse ayer lunes durante la exequias y sepultura del cardenal Carlo Maria Martini, arzobispo emérito de Milán, autoridades, fieles --y también voces críticas--, manifestaron sus sentimientos ante la partida del "pastor que amó a su pueblo hasta el final", en palabras del cardenal Angelo Scola, su sucesor en la cátedra de san Ambrosio.
    Reproducimos para nuestros lectores la homilía íntegra pronunciada por el actual arzobispo de Milán, durante la ceremonia realizada en la catedral.
    *****
    1. “Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas; y yo dispongo para ustedes un Reino, como mi Padre lo dispuso para mí” (Lc. 22, 28-29). La larga vida del cardenal Martini es un espejo transparente de esta perseverancia, también en la prueba de su enfermedad y de la muerte. Y ahora Jesús le asegura y a nosotros con él: “Yo he hecho contigo como el Padre ha hecho conmigo”. Para él está preparado un reino como el que el Padre ha dispuesto para Su Hijo, el Amado. El hecho de que no sea un lugar físico, a nuestra medida, no nos autoriza a deducir que el paraíso es una fábula. El cardenal Martini que anunció y estudió la Resurrección, lo subrayó diversas veces. Con palabras tan simples como potentes, san Pablo toca la naturaleza cuando escribe: “Por siempre estaremos con el Señor” (1Ts. 4, 17). Nuestro cardenal Carlo Maria, tan amado, no se ha ausentado en un cielo remoto o inaccesible.
    Él, entrando en el Reino, participa del poder de Cristo sobre la muerte y entra en la comunión con el Dios viviente. Por ello en un cierto sentido se puede decir de él lo que Benedicto XVI escribió de Jesús cuando ascendió al Padre: “Su irse es al mismo tiempo un venir, un nuevo modo de acercarse a todos nosotros” (cfr. J. Ratzinger, Gesù di Nazaret 2, 315).
    Estimados amigos, estamos aquí convocados por la figura imponente de este hombre de Iglesia, para expresarle nuestra gran gratitud. En estos días una larga fila de creyentes y no creyentes se presentó ante él.
    Querido Padre, nosotros ahora con todos aquellos que nos siguen a través de los medios de comunicación te alabamos. Y lo hacemos porque en la luz del Resucitado, garantía de tu destino completado, sabemos dónde estás. Estás en la vida plena, estás con nosotros. Esta es nuestra esperanza segura. No estamos aquí por tu pasado, sino por tu presente y tu futuro.
    2. “Dios mio, Dios mio ¿por qué me has abandonado?” (Mt. 27,46). El terrible interrogativo de Jesús en la cruz en realidad es una oración que implora. Extremo abandono al designio del Padre. ¿Y cuál es ese designio? Que el crucifijo incorpore en sí todo el dolor de los hombres. El Hijo de Dios ha asumido todo del hombre, excepto el pecado, a tal punto que su dramática vocación final abraza el grito humano de horror delante de la muerte para aplacarlo.
    A la muerte de Jesús bien se aplica la oración del poeta Rilke: “Da, oh Señor, a cada uno su muerte. La muerte que floreció de aquella vida en la que cada uno amó, pensó, sufrió” (R. M. Rilke, Das Buch von der Armut und vom Tode, Das Stundenbuch, 1903). Quien muere en el Señor, con el Señor está destinado a resurgir. Por esto su muerte es un florecer. La muerte del cardenal fue realmente personal porque está destinada a lo personal, inconfundible resurrección, a su personal modo de estar por siempre con el Señor y en Él con todos nosotros.
    Nada ni nadie nos puede quitar esta consoladora verdad. Ni siquiera la dura, sarcástica objeción realizada por Adorno, que liquida la oración de Rike como “un miserable engaño con el cual se intenta esconder el hecho de que los hombres al final mueren y basta” (T. W Adorno, Minima moralia, Einaudi, Torino 1988, 284). A desmentirla es la imponente manifestación de afecto y de fe registrada estos días hacia el arzobispo.
    3. El cardenal Martini no ha dejado un testamento espiritual en el sentido explícito de la palabra. Su herencia está toda en su vida y en su magisterio, y nosotros debemos continuar para alcanzarla durante mucho tiempo. Entretanto, eligió una frase para poner en su tumba, tomada del salmo 119 [118]: “Lámpara para mis pasos es tu palabra, luz en mi camino”. De tal modo que él mismo nos ha dado la llave para interpretar su existencia y su ministerio.
    “Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera” (Jn. 6, 37). La luz de la palabra de Dios, en la estela del Concilio Vaticano II, abundantemente profusa del cardenal y de todos los hombres y mujeres, no solamente de la tierra ambrosiana, es el don a través del cual Jesús acoge a todos los que deciden seguirlo. Porque --agrega el evangelio de Juan--, la voluntad del Padre es que Él no pierda ninguno, sino que lo resucite en el último día (cfr. Jn. 6, 39). Dios está realmente cerca de cada hombre, cualquiera sea la situación en la que se encuentra, la posición de su corazón, la orientación de su razón, la energía de su acción.
    Debemos entretanto, definitivamente, superar una actitud muy difundida sobre el don de la fe. Nuestro padre Ambrosio, a propósito del salmo elegido por el cardenal afirma: “Esta luz verdadera brilla para todos, pero el que cierra sus ventanas se priva a sí mismo de la luz eterna. También tú, si cierras la puerta de tu alma, dejas afuera a Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere sin embargo ser inoportuno, no quiere obligar a la fuerza… Reciben esta luz los que desean la claridad del resplandor sin fin, aquella claridad que no interrumpe noche alguna.” (San Ambrosio, Commento al Salmo 118, n. 12. 13-14; CSEL 62, 258-259).
    Confiar al Padre este amado pastor significa asumir hasta el fondo la responsabilidad de creer y testimoniar a todos el bien de la fe. Nos pide volvernos con él mendicante de Cristo. Dolorosamente conscientes de llevar el tesoro de nuestra fe en vasos de arcilla, gritamos al Señor: “Creo, ayuda a mi poca fe” (Mc. 9,24).
    Esto es la gran herencia del cardenal: realmente él se consumía para no perder a nadie ni nada (cfr. Jn. 6,39). Él, que vivía eucarísticamente en la fe de la resurrección siempre buscó abrazar a todo el hombre y a todos los hombres. Lo pudo hacer porque estaba bien radicado en la certeza indestructible de que Jesucristo, con su muerte y resurrección, está perennemente ofrecido a la libertad de cada uno.
    4. Hoy la Iglesia celebra la memoria del papa san Gregorio Magno. De su célebre obra 'La regla pastoral', el cardenal Martini tomó su frase episcopal: “Pro veritate advesa diligere”, por amor de la verdad, abrazar la adversidad (II, 3,3). En la frase que eligió brilla el espíritu ignaciano del cardenal Martini: la tensión al discernimiento y a la purificación como condición ascética para hacerle espacio a Dios y para aprender aquella separación que solamente garantiza el auténtico poseer, o sea el verdadero bien de las personas y de las cosas.
    Así el pastor que ahora confiamos al Padre ha amado a su pueblo, consumándose hasta el final. También yo he podido atesorar de su ayuda hasta el último afectuoso coloquio, una semana antes de su muerte. En actitud salvífica, plenamente pastoral, de su ministerio él ha colmado su competencia en las Escrituras, su atención a la realidad contemporánea, la disponibilidad a acoger a todos, la sensibilidad ecuménica y al diálogo interreligioso, la atención por los pobres y los más necesitados, la búsqueda de vías de reconciliación para el bien de la Iglesia y de la sociedad civil.
    En la Iglesia, la diversidad de temperamento y de sensibilidad, así como las diversas lecturas de las urgencias del tiempo, expresan la ley de la comunión pluriforme en la unidad. Esta ley parte de una actitud agustiniana muy querida por el cardenal: quien ha encontrado a Cristo, justamente porque está seguro de Su presencia, sigue, indómito, buscando.
    5. Hacemos ahora nuestra, de todo corazón, la oración del prefacio de esta solemne liturgia de sufragio: “Es nuestro deseo que tu siervo Carlo Maria sea incluido en tu reino celeste entre los santos pastores de tu grey y pueda alcanzar la recompensa de aquellos con los cuales ha compartido fielmente los esfuerzos de la misma misión”. Pensamos a la larga cadena de nuestros arzobispos, especialmente san Ambrosio y san Carlos (Borromeo).
    Querido arzobispo Carlo Maria, la Virgen, la Asunta, con los ángeles y los santos que llenan nuestro templo, te acompañen a la meta que tanto has deseado: ver a Dios cara a cara. Amén.
    Traducción de Sergio H. Mora

    Aplicando el gerundio

    Aplicando el gerundio
    El gerundio es difícil de explicar, a palo seco, cuando no hay vitalidad, ingenio, transformación, crecimiento     

    De pequeño aprendí a obedecer dócilmente a la voz “Caminando, ¡qué es gerundio!” Cuando digo pequeño, es que era pequeño. No pasaba de los seis años probablemente, y ya sabía que aquello significaba movimiento y acción, manos a la obra, sin demorar. Como si una fuerza arrolladora se hubiera puesto en marcha. Por lo que quedarse parado y estancado suponía un peligro. Sólo años después supe qué sign ificaba realmente aquella expresión. Y perdió gracia. ¡Claro que es gerundio! Pero gerundio no me decía nada. Estaba junto al infinitivo y al participio, y se distinguen en su forma estupendamente bien. Nunca tuve problemas, ni los confundí. Ni siquiera cuando se les llamaba perfectos. Aquel juego en clase de lengua, que parecía entretener a la profesora, no tenía ningún misterio. Al menos entonces.

    A día de hoy prefiero, con conocimiento ya, el gerundio para muchas más cosas. Ahora comprendo que se puede generalizar, y se debe generalizar, en diversas ocasiones. ¿Cómo se sale de la crisis? Saliendo. ¿Cómo se juega al fútbol? Jugando. ¿Cómo se aprueban los exámenes? Estudiando. ¿Cómo se crea un blog? Escribiendo. ¿Cómo conoceré el amor? Amando. Y así sucesivamente. Tantas veces como quieras, y para todas las pre guntas parece existir una respuesta en gerundio. El infinitivo es demasiado arisco y contundente, incapaz de dialogar. Se esconde incluso en las perífrasis obligando y mandando. El participio adjetiva, da por hechas (para muestra un botón) las cosas antes de haber terminado, y tiene algo de olgazán porque nunca lleva la batuta. Sin embargo el gerundio imprime carácter, moldea situaciones, es aventurero. Tiene un punto importante de servicio, capaz de invertir las situaciones. Me gustan los gerundios. Los presentes se quedan sosos, aunque sean primos hermanos. El caso es que con gerundio se construyen además frases de perogrullo que portan grandes verdades. No se pueden decir de mejor modo, así que se repiten. Vienen a confirmar dónde está la clave, pero llaman a la acción y les dan vida. Por otro lado, para explicar un buen gerundio reclamas la atención de otras muchas palabras grandes. No puede ser de otra manera . El gerundio es difícil de explicar, a palo seco, cuando no hay vitalidad, ingenio, transformación, crecimiento. Y no se puede confundir con la pasividad, la mera recepción, la buena disposición a acoger y soportar; implica al sujeto. No hay acción fuera del sujeto cuando utilizamos un buen gerundio contundente.

    Hoy he encontrado este solemne párrafo, que comparto con ustedes, para que comprueben con un ejemplo que no se pueden decir de mejor modo las cosas que a través de los gerundios:

    "La fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios." (Porta Fidei, 7)