Wednesday, February 29, 2012

Por que confesarnos con un hombre como nosotros?

Confesarse con un hombre?

El otro día, hablando de la confesión alguien me dijo: «¿Cómo se le ocurre que yo me voy a confesar con un pecador como yo? Yo me confieso con Dios y punto. Entro en mi habitación, oro con fervor y Dios me perdona». Le contesté que el asunto no es tan simple. Muchas veces acomodamos la religión a nuestra manera, y así pasa también con la confesión. La confesión
no es solamente «pecar, orar y listo». Hay que buscar a un sacerdote. Hacer un gran acto de humildad. Decirle sus pecados. Y luego recibir una corrección fraterna y la absolución del sacerdote de la Iglesia. Eso no lo han inventado los curas. Hay claras indicaciones en la Biblia acerca de la confesión delante de un ministro de la Iglesia.

Queridos hermanos católicos, en esta carta quiero explicarles primero lo que nos enseña la Biblia acerca del perdón de los pecados, y luego voy a contestar algunas dudas acerca de la confesión que algunos hermanos de otra religión nos plantean. Muchos católicos, sin mayor formación religiosa, fácilmente se dejan influenciar por estas inquietudes y sin darse cuenta se les van los grandes tesoros que Jesús confió a su Iglesia. Con esta carta no quiero ofender a nadie, pero lo que me mueve a escribir estas líneas es el amor por la verdad. Ya que solamente «la verdad nos hará libres» (Jn. 8, 32).

¿Qué nos enseña la Biblia acerca del perdón de los pecados?

1. Jesús perdona los pecados. En el Antiguo Testamento el perdón de los pecados era un derecho solamente de Dios. Ningún profeta y ningún sacerdote del Antiguo Testamento pronunció absolución de pecados. Sólo Dios perdonaba el pecado.
En el Nuevo Testamento, por primera vez, aparece alguien, al lado de Dios Padre, que perdona los pecados: Jesús. El Hijo de Dios dijo de sí mismo: «El Hijo del Hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra» (Mc. 2, 10).

Y en verdad Jesús ejerció su poder divino: «Cuando Jesús vio la fe de aquella gente, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc. 2, 5).

Frente a una mujer pecadora Jesús dijo: «Sus pecados, sus numerosos pecados le quedan perdonados, por el mucho amor que mostró» (Lc. 7, 47).

Y en la cruz Jesús se dirigió a un criminal arrepentido: «En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso» (Lc. 23, 43).

2. Jesús comunicó el poder de perdonar pecados a sus apóstoles. Jesús quiso que todos sus discípulos, tanto en su oración como en su vida y en sus obras, fueran signo e instrumento de perdón. Y pidió a sus discípulos que siempre se perdonaran las ofensas unos a otros (Mt.
18, 15-17). Sin embargo, Jesús confió el ejercicio del poder de absolución solamente a sus apóstoles. Jesús quería que la reconciliación con Dios pasara por el camino de la reconciliación con la Iglesia. Lo expresó particularmente en las palabras solemnes a Simón Pedro: «A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mat. 16, 19). Esta misma autoridad de «atar» y «desatar» la recibieron después todos los apóstoles (Mt. 18, 18). Las palabras «atar» y «desatar» significan: Aquel a quien excluyen ustedes de su comunión, será excluido de la comunión con Dios.

Aquel a quien ustedes reciben de nuevo en su comunión, será también acogido por Dios. Es decir, la reconciliación con Dios pasa inseparablemente por la reconciliación con la Iglesia.

El mismo día de la Resurrección, Jesucristo se apareció a los apóstoles, sopló sobre sus cabezas y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a
quienes se los retengan, les quedarán retenidos» (Jn. 20, 22-23).

Y en la Iglesia primitiva ya existía el ministerio de la reconciliación como dice el apóstol Pablo: «Todo eso es la obra de Dios, que nos reconcilió con El en Cristo, y que a mí me encargó la obra de la reconciliación» (2 Cor. 5, 18).

3. Los apóstoles comunicaron el poder divino de perdonar pecados a sus sucesores.
Las palabras de Jesucristo sobre el perdón de los pecados no fueron sólo para los Doce apóstoles, sino para pasarlas a todos sus sucesores. Los apóstoles las comunicaron con la imposición de manos. Escribe el apóstol Pablo a su amigo Timoteo: «Te recomiendo que avives el fuego de Dios
que está en ti por la imposición de mis manos» (2 Tim. 1, 6).

Los apóstoles estaban conscientes de que Jesucristo tenía una clara intención de proveer el futuro de la Iglesia; estaban convencidos de que Jesús quería una institución que no podía desaparecer con la muerte de los apóstoles. El Maestro les había dicho: «Sepan que Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (Mt. 28, 20), y «las fuerzas del infierno no podrán vencer a la Iglesia» (Mt. 16, 18). Así las promesas de Jesús a Pedro y a los apóstoles, no sólo valen para sus personas, sino también para sus legítimos sucesores.

Como conclusión podemos decir: Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (Jn. 20, 23; 2 Cor. 5, 18). Los obispos, o sucesores de los apóstoles, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ahora ejerciendo este ministerio. Ellos tienen el poder de
perdonar los pecados «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».

Dudas que plantean otras iglesias acerca de la confesión.

1. ¿En qué se basan los católicos para decir que los sacerdotes pueden perdonar los
pecados? La Iglesia Católica lee con atención toda la Biblia y acepta la autoridad divina que Jesús dejó en manos de los Doce apóstoles y sus legítimos sucesores. Esto ya está explicado. El poder divino de perdonar pecados está claramente expresado en lo que hizo y dijo Jesús ante sus
apóstoles: El Señor sopló sobre sus cabezas y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retengan les quedan retenidos» (Jn. 20, 22-23).

Los apóstoles murieron y, como Cristo quería que ese don llegara a todas las personas de todos los tiempos, les dio ese poder de manera que fuera transmisible, es decir, que ellos pudieran transmitirlo a sus sucesores. Y así los sucesores de los apóstoles, los obispos, lo delegaron a
«presbíteros», o sea, a los sacerdotes. Estos tienen hoy el poder que Jesús dio a sus apóstoles: «A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados» y nunca agradeceremos bastante este don de Dios que nos devuelve su gracia y su amistad.

2. ¿Para qué decir los pecados a un sacerdote, si Jesús simplemente los perdonaba?
Es verdad que Jesús perdonaba los pecados sin escuchar una confesión. Pero el Maestro divino leía claramente en los corazones de la gente, y sabía perfectamente quiénes estaban dispuestos a recibir el perdón y quiénes no. Jesús no necesitaba esta confesión de los pecados. Ahora bien, como el pecado toca a Dios, a la comunidad y a toda la Iglesia de Cristo, por eso Jesús quería que el camino de la reconciliación pasara por la Iglesia que está representada por sus obispos y sacerdotes. Y como los obispos y sacerdotes no leen en los corazones de los pecadores, es lógico que el pecador tiene que manifestar los pecados. No basta una oración a Dios en el silencio de nuestra intimidad.

Además el hombre está hecho de tal manera que siente la necesidad de decir sus pecados, de confesar sus culpas, aunque llegado el momento le cuesta. El sacerdote debe tener suficiente conocimiento de la situación de culpabilidad y de arrepentimiento del pecador. Luego el sacerdote, guiado por el espíritu de Jesús que siempre perdona, juzgará y pronunciará la
absolución: «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo». La absolución es realmente un juicio que se pronuncia sobre el pecador arrepentido. Es mucho más que un sentirse liberado de sus pecados.

Es decir, a los ojos de Dios: no existen más esos pecados. Está realmente justificado. Y como consecuencia lógica, dada la delicadeza y la grandeza de este misterio del perdón, el sacerdote está obligado a guardar un secreto absoluto de los pecados de sus penitentes.

3. «Pero el sacerdote es pecador como nosotros», dirán algunos.
Y les respondo: También los Doce apóstoles eran pecadores y sin embargo Jesús les dio poder para perdonar pecados. El sacerdote es humano y dice todos los días: «Yo pecador» y la Escritura dice: «Si alguien dice que no ha pecado, es un mentiroso» (1Jn. 1, 8). Aquí la única razón que
aclara todo es esta: Jesús lo quiso así y punto. Jesús fundamentó la Iglesia sobre Pedro sabiendo que Pedro era también pecador. Y Jesús dio el poder de perdonar, de consagrar su Cuerpo y de anunciar su Palabra a hombres pecadores, precisamente para que más aparecieran su bondad y su misericordia hacia todos los hombres. Con razón nosotros los sacerdotes reconocemos que llevamos este tesoro en vasos de barro y sentimos el deber de crecer día a día en santidad
para ser menos indignos de este ministerio.

El sacerdote perdona los pecados por una sola razón: porque recibió de Jesucristo el poder de hacerlo. Además, durante la confesión aprovecha para hacer una corrección fraterna y para alentar al penitente. El confesor no es el dueño, sino el servidor del perdón de Dios.

Y otro punto importante es que el sacerdote concede el perdón «en la persona de Cristo»; y cuando dice «Yo te perdono…» no se refiere a la persona del sacerdote sino a la persona de Cristo que actúa en él. Los que se escandalizan y dicen ¿cómo un sacerdote que es un hombre puede perdonar a otro hombre? es que no entienden nada de esto.

¿Qué otras diferencias hay entre católicos y protestantes acerca de la confesión?
El protestante comete pecados, ora a Dios, pide perdón, y dice que Dios lo perdona. Pero ¿cómo sabe que, efectivamente, Dios le ha perdonado? Muy difícilmente queda seguro de haber sido perdonado.

En cambio el católico, después de una confesión bien hecha, cuando el sacerdote levanta su mano consagrada y le dice: «Yo te absuelvo en el nombre del Padre…», queda con una gran seguridad de haber sido perdonado y con una paz en el alma que no encuentra por ningún otro camino.

Por eso decía un no-católico: «Yo envidio a los católicos. Yo cuando peco, pido perdón a Dios, pero no estoy muy seguro de si he sido perdonado o no. En cambio el católico queda tan seguro del perdón que esa paz no la he visto en ninguna otra religión». En verdad, la confesión es el
mejor remedio para obtener la paz del alma.

El católico sabe que no es simplemente: «Pecar y rezar, y listo». Pongamos un caso: Una mujer católica comete un aborto. No puede llegar a su pieza, rezar y decir que todo está arreglado. No. Ella tiene que ir a un sacerdote y confesarle su pecado. Y el sacerdote le hará ver lo grave de su pecado, un pecado que lleva a la excomunión de la Iglesia. El sacerdote le aconsejará una penitencia fuerte. Ella quizás hasta llorará en ese momento y antes del próximo aborto seguramente lo pensará tres veces… ¿Y ese señor que compra lo robado? ¿Y esa novia que no se hace respetar por el novio? ¿Y esa mujer que quita la fama con su lengua? ¿Y ese borracho?… Confesando sus pecados, se encontrarán con alguien que les habla en nombre de Dios y les hace
reflexionar y cambiar su vida.

Queridos hermanos, termino esta carta con una gran esperanza de que nosotros los católicos seamos capaces de descubrir de nuevo el gran tesoro de la confesión.

Cuántos miles de personas mejoraron su vida sólo con hacer una buena confesión. Un gran psicólogo decía: «Yo no conozco ningún método tan bueno para mejorar una vida como la confesión de los católicos». Espero que este «gran tesoro» que dejó Jesús en su Iglesia, sea también provechoso para el crecimiento de nuestra vida espiritual.

Décima a lo Divino por el Hijo Pródigo:
Padre de mi corazón aquí estoy arrepentido, a tus pies estoy rendido, concédeme tu perdón. Póngame la bendición y olvide usted sus enojos como pisando entre abrojos hoy he llegado hasta aquí a hacerle correr por mí las lágrimas de sus ojos.

Cuestionario.

¿Quién podía perdonar los pecados en el Antiguo Testamento?
¿Quién puede perdonarlos en el Nuevo Testamento?
¿A quiénes delegó Jesús este poder?
¿A quiénes lo delegaron los Apóstoles?
¿En nombre de quién perdonan los sacerdotes?
¿Qué significa que el sacerdote perdona en nombre de Cristo?
¿Puede un católico confesar sus pecados directamente a Dios?
¿Cuándo tiene seguridad el católico de que es perdonado por Dios?
¿La tiene igual elevangélico?
¿Cómo se confiesan ellos?
¿Por qué hay que decir los pecados al sacerdote?

La cuaresma es camino hacia la pascua

La Iglesia inicia el tiempo de Cuaresma, cuarenta días que culminan en la gran fiesta de la Resurrección de Cristo

No hay Cuaresma sin Pascua, ni Pascua sin Cuaresma. Así resumía el diácono permanente Josep Urdeix el año pasado, en una intervención radiofónica, el itinerario central del calendario cristiano: la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua de Resurrección. Este año el tiempo de Cuaresma empieza el 22 de febrero de 2012, miércoles de ceniza, un día en que el mensaje del texto evangélico (Mateo 6, 1-18) se refiere a la limosna, al ayuno y la plegaria que son, por otra parte, los tres pilares de estos cuarenta días. Pero el llamamiento a los cristianos es, sobre todo, no hacer las cosas para que nos vean, sino obrar con discreción, vida interior e intimidad. El primer día del tiempo cuaresmal, al final de las celebraciones eucarísticas, el sacerdote impone a cada persona un poco de ceniza haciendo la señal de la cruz sobre la frente, y recuerda normalmente esta frase: “¡Conviértete y cree en el Evangelio!”.

Y es que la Cuaresma es el tiempo en que la Iglesia de Jesucristo intensifica su llamamiento a la conversión personal de todos los creyentes. Recuerda los cuarenta días que Jesús, antes de sufrir la crucifixión, pasó ayunando en el desierto superando tentaciones y llenándose con mucha vida interior y reflexión. Actualmente, existe un precepto de ayuno, con una única comida fuerte y sin comida entre horas, para el miércoles de ceniza y también el viernes Santo. Por otra parte, se establece una abstinencia de carne el mismo miércoles de ceniza y todos los viernes hasta el viernes Santo. Estos gestos, sin embargo, no se piden para que los cristianos los sigan como una obligación, sino como un signo de comunión y de unión con la persona de Jesús. Más allá de eso, la Iglesia no quiere tampoco que nos quedemos con estas formas de vivir la Cuaresma. Quiere que vayamos más allá, con propósitos de rogar más y hacer mejores obras. Por ejemplo, sustituir la abstinencia de carne por una buena mariscada en un restaurante de lujo, como se hacía institucionalmente en tiempos del franquismo en España, no es vivir cristianamente este tiempo.

La Cuaresma, que se acaba el domingo de Ramos (este año el 11 de abril de 2012), es también preparación para el gozo de la Pascua. Por lo tanto, no es un tiempo de tristeza, sino de contemplación. Una buena opción para vivir estos días es participar regularmente en plegarias comunitarias y atender también la individual, así como leer textos bíblicos y especialmente el evangelio. Ciertamente, es una lástima que, en nuestro país, quiera olvidarse la Cuaresma mientras se anuncia de manera reiterada el inicio del Ramadán de los musulmanes, cada año más presente en casa nuestra. Respeto por otras confesiones no cristianas, sí; pero sin dejar que se olvide la nuestra, la católica.

La penitencia es la otra gran palabra que suena durante la Cuaresma. Es simplemente el llamamiento que todos los creyentes recibimos de reencontrarnos con Dios, mediante el sacramento de la reconciliación, la celebración comunitaria de la penitencia y también gestos de hermandad con los demás, entre ellos también la petición de perdón y la purificación de la memoria que tantas veces ha pedido el Papa Juan Pablo II. Todo da paso a la Semana Santa, que empieza el domingo de Ramos, con el recuerdo y la vivencia de la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén antes de la pasión, y se acaba el domingo de Pascua, la fiesta más importante para los cristianos. Es tan importante que no se celebra sólo un día, sino cincuenta. Durante la Semana Santa, también celebramos la institución de la Eucaristía y el amor fraterno, el jueves Santo, y la pasión y muerte de Jesús en la cruz con una intensa plegaria universal, en este caso el viernes Santo. En definitiva, nos encontramos un año más ante la mejor oportunidad de conocer las raíces y el sentido de nuestra fe.

Tuesday, February 28, 2012

cuaresma 40 d9ias de reconciliacion

Cuaresma: 40 días para la reconciliación
Tiempo litúrgico que recuerda los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto. Es un tiempo de reconciliación


Cuaresma: 40 días para la reconciliación

Origen y significado de la fiesta

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua.

Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días, comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo.

También cabe decir que la liturgia considera el Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de resurrección, toda una celebridad junta llamada "Triduo Pascual".

Inicialmente, la Cuaresma iba desde el Primer Domingo de Cuaresma al Jueves Santo, pero a raíz de una reforma litúrgica, se descontaron los domingos por considerarlos pascuales y no penitenciales. Para "cuadrar", se añadió a la cuaresma los días que van del Miércoles de Ceniza hasta el Primer Domingo de Cuaresma. De esta manera salen los 40 días. Actualmente, y lo repito de nuevo, la Cuaresma va desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo

A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo.

El pecado nos aleja de Dios, rompe nuestra relación con Él, por eso debemos luchar contra él pecado y ésto sólo se logra a través de la conversión interna de mente y corazón.

Un cambio en nuestra vida. Un cambio en nuestra conducta y comportamiento, buscando el arrepentimiento por nuestras faltas y volviendo a Dios que es la verdadera razón de nuestro existir.

La Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos.

La Cuaresma es un camino hacia la Pascua, que es la fiesta más importante de la Iglesia por ser la resurrección de Cristo, el fundamento y verdad culminante de nuestra fe. Es la buena noticia que tenemos obligación de difundir.

En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.

En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

El ayuno y la abstinencia en la Cuaresma


El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día.

La abstinencia consiste en no comer carne.

Son días de abstinencia y ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los dieciocho hasta los cincuenta y nueve años de edad.

Con estos sacrificios, se trata de que todo nuestro ser (alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia.

El ayuno y la abstinencia se pueden cambiar por otro sacrificio, dependiendo de lo que dicten las Conferencias Episcopales de cada país, pues ellas son las que tienen autoridad para determinar las diversas formas de penitencia cristiana.

Cómo vivir la Cuaresma

1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome.
2. Luchando por cambiar yo mismo.
3. Haciendo sacrificios.
4. Haciendo oración.

1.-Arrepintiéndome de mis pecados:

Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si realmente estoy arrepentido. Este es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer una buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión. Busca el tiempo para llevarla a cabo.

2. Luchando por cambiar:

Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir día con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.

3. Haciendo sacrificios:

La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa “hacer sagrado”. Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.

4. Haciendo oración:

Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma.

Sugerencias para vivir la Cuaresma:


Rezar la Oración de Cuaresma

Padre nuestro, que estás en el Cielo,
durante esta época de arrepentimiento,
ten misericordia de nosotros.
Con nuestra oración, nuestro ayuno y nuestras buenas obras, transforma nuestro egoísmo en generosidad.
Abre nuestros corazones a tu Palabra,
sana nuestras heridas del pecado,
ayúdanos a hacer el bien en este mundo.
Que transformemos la obscuridad y el dolor
en vida y alegría.
Concédenos estas cosas por Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.


Contar a los niños el sentido de la Cuaresma de una forma amena para que la entiendan y se motiven a cumplir con los propósitos del calendario de Cuaresma. Educarles en el sentido espiritual, sobre todo.

san Benito y la cuaresma

Aunque la vida del monje debería tener en todo tiempo una observancia cuaresmal, sin embargo, como son pocos los que tienen semejante fortaleza, los exhortamos a que en estos días de Cuaresma guarden su vida con suma pureza, y a que borren también en estos días santos todas las negligencias de otros tiempos. Lo cual haremos convenientemente, si nos apartamos de todo vicio y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia.

Por eso, añadamos en estos días algo a la tarea habitual de nuestro servicio, como oraciones particulares o abstinencia de comida y bebida, de modo que cada uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a Dios algo sobre la medida establecida, esto es, que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas, y espere la Pascua con la alegría del deseo espiritual» (San Benito, Regla, Capítulo 49).

Uno de mis animales favoritos es el águila. Siempre lo ha sido. Ver sus alas extendidas en su majestuoso vuelo o la pose orgullosa y elegante de su cabeza ha constituido desde mi más tierna infancia objeto de admiración. Por ese motivo, no dudé en abrir una de las miles de presentaciones de Power Point que me llegaron esta semana con el título de "El reto del águila". Decía exactamente lo siguiente:

El águila es una de las aves de mayor longevidad. Llega a vivir 70 años. Pero para llegar a esa edad, en su cuarta década tiene que tomar una seria y difícil decisión.

A los 40 años, ya sus uñas se volvieron tan largas y flexibles que no puede sujetar a las presas de las cuales se alimenta. El pico alargado y en punta, se curva demasiado y ya no le sirve. Apuntando contra el pecho están las alas, envejecidas y pesadas en función del gran tamaño de sus plumas y, para entonces, ¡volar se vuelve tan difícil!

Entonces, tiene sólo dos alternativas: Dejarse estar y morir... o enfrentar un doloroso proceso de renovación que le llevará aproximadamente 150 días. Ese proceso consiste en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido, próximo a un paredón donde ella no necesita volar y se siente más protegida.

Entonces, una vez encontrado el lugar adecuado, el águila comienza a golpear la roca con el pico ¡hasta arrancarlo! Luego espera que le nazca un nuevo pico con el cual podrá arrancar sus viejas uñas inservibles. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, ella desprende una a una, sus viejas y sobrecrecidas plumas. Y después de todos esos largos y dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logra realizar su famoso vuelo de renovación, renacimiento y festejo para vivir otros 30 años más.

No sé si sea verdad o una mera ficción, pero a mí me ha recordado el período de Cuaresma que estamos viviendo, un tiempo que, para muchos, puede ser costoso. De hecho, lo era para San Benito.

El texto del santo que arriba he querido compartirles lo deja muy claro: no se puede vivir la Cuaresma durante todo el año. No todos tenemos las fuerzas para vivirlo. Pero también es verdad que la Cuaresma es necesaria, así como para el águila era necesario ese esconderse en su nido. Sin este período de renuncias, nuestra alma puede volverse vieja, rutinaria y no rejuvenecer.

Por ello, con este tiempo litúrgico que la Iglesia nos propone no es que se busque hacernos la vida imposible, sino que, con la oración y los pequeños sacrificios que uno realiza -«que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas», para decirlo con las palabras de San Benito- se nos ayuda a fortalecer nuestro espíritu, a darle más fuerza y soportar, luego, los grandes vuelos que aún tengamos por delante en nuestra vida: vuelos que no estarán exentos de dificultades y tentaciones; vuelos que nos llevarán, si Dios quiere, al vuelo definitivo a la Eternidad, al abrazo con Dios.

¿Cuántas "uñas largas e inservibles" tengo yo en mi vida y que necesito arrancarme? ¿Cuál es mi lista de vicios o de pequeñas cosas que puedo ofrecer a Dios? Sería muy positivo, si no lo han hecho aún, trazarse unos objetivos, sencillos y claros, para estos 40 días de Cuaresma y ponerlos delante de Dios en la oración. Así, podremos renovar nuestra alma y, de esta manera, podremos ser también objetos de admiración...pero no de cualquiera, sino del mismo Dios.

decalogo cuaresmal

El tiempo de Cuaresma es un momento de especial preparación interior este decálogo cuaresmal que puede ser una buena guía para cumplir con este propósito


Decálogo Cuaresmal

1. Romperás de una vez por todas con lo que tú bien sabes que Dios no quiere, aunque te agrade mucho, aunque te cueste “horrores” dejarlo. Lo arrancarás sin compasión como un cáncer que te está matando. “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? (Mc 8, 36)

2. Compartirás tu pan con el hambriento, tus ropas con el desnudo, tus palabras con el que vive en soledad, tu tiempo y consuelo con el que sufre en el cuerpo o en el alma, tu sonrisa con el triste, tu caridad con TODOS. Examinarás esto con cuidado cada noche. "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 25, 40)

3. Dedicarás un buen tiempo todos los días para estar a solas con Dios, para hablar con Él de corazón a Corazón. Será un tiempo de agradecer, de pedir perdón, de alabarle y adorarle, de suplicar por la salvación de TODOS. Este tiempo no es negociable. “Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios.” (Lc 6, 12)

4. Confiarás en Dios a pesar de tus pecados y miserias. Creerás que Dios es más fuerte que todo el mal del mundo. No permitirás que ni dolor, ni pesar alguno, ni “tu negra suerte”, ni las injusticias y traiciones sufridas te hagan dudar ni por un momento del amor infinito que Dios te tiene. Él ha muerto en cruz para salvarte de tus pecados. “Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.” (Sal 23, 4)

5. Mirarás sólo a Dios y a tus hermanos. Mirarte tanto te hace daño, porque te envaneces viendo los dones que nos son tuyos o te desalientas viendo sin humildad tus miserias. Mira a Jesús y habrá paz en tu corazón. Mira las necesidades de tus hermanos y ya no tendrás tiempo de pensar en ti; te harás más humana, más cristiana. “Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra.” (Col 3, 1-2)

6. Ayunarás de palabras vanas: serás benedicente. Ayunarás de malos pensamientos: serás pura de corazón. Ayunarás de acciones egoístas: serás una mujer para los demás. Ayunarás de toda hipocresía: serás veraz. Ayunarás de lo superfluo: serás pobre de espíritu. “¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo?” (Is 58, 6)

7. Perdonarás una y mil veces a quien te ha herido, con causa o sin ella, justa o injustamente, esté arrepentido o no. Un perdón que no será sólo tolerar o soportar sino que ha de brotar del amor sincero y sobrenatural. Los perdonarás uno por uno, primero en tu corazón y luego, si te es posible, también con tus palabras. No permitirás que el rencor ni el resentimiento envenenen tu corazón. “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34)

8. Ofrecerás sacrificios agradables al Señor. Los harás en silencio, sin que nadie se dé cuenta. Buscarás con ello reparar por tus pecados y los de TODOS los hombres. Querrás con ello desprenderte de las cosas materiales, que tanto te agradan, para poder hacerte más libre y ser una mujer para Dios. Pero sobre todo ejercerás el sacrificio de vivir con perfección la caridad en todo momento con TODOS tus hermanos. “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios.” (Heb 13, 16)

9. Amarás la humildad y procurarás vivirla de la siguiente manera: reconocerás tus pecados; considerarás a los demás mejores que tú; agradecerás las humillaciones sin dejarte arrastrar por el amor propio; no buscarás los honores, ni los puestos, ni el poder, ni la fama, que todo eso es de Dios; te harás servidora de todos. “el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos”. (Mc 10, 43-44)

10. Anunciarás a los hombres la verdad del Evangelio. Les dirás sin temor que Dios los ama, que se ha hecho hombre por ellos y ha muerto en la cruz para salvarlos. Les mostrarás que sólo Él los puede hacer plenamente felices. Les harás ver que la vida que tiene su origen en Dios, es muy corta, se pasa rápido y que Dios es su destino final; vivir por Dios, con Dios y en Dios es lo sensato y seguro. “Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» “ (Mc 16, 15)

Wednesday, February 22, 2012

Semana Santa en internet

Vive la Semana Santa también en internet






Cuando el proyecto nació se valió de un portal de internet que rápidamente se posicionó como una web de referencia sobre el tema al que estaba enteramente dedicado: la Cuaresma, Semana Santa y Pascua. Había sido, además, el primero en lengua española enfocado a esos periodos litúrgicos específicos mostrando así la riqueza de contenido que en torno a ellos se podía conocer y presentar.



¿El objetivo? Rescatar y promover los significados, valores y tradiciones de la fe y hacerlos presentes en la comunidad, invitando a vivir de una manera más plena esas importantes épocas del año.



Con el pasar de los años no sólo ha enriquecido la oferta de contenidos sino que también se ha expandido a redes sociales como Facebook (https://www.facebook.com/vivelasemanasanta) y Twitter (http://twitter.com/vivelasemanasan).



En el portal de http://www.vivelasemanasanta.com/ continúan siendo de especial valor las áreas de «campañas», con sus test y consejos para cuaresma; «vívela», con recomendaciones para aprovechar estos periodos en familia, en el trabajo, en la parroquia e incluso con recetas de cocina; o el área para medios masivos de comunicación con cápsulas de audio, video-spots, impresos, gráficos y presentaciones.



Este proyecto impulsado por laicos católicos evidencia que internet también puede ser el «pretexto» para ayudar a las personas a conocer mejor su fe, vivirla y compartirla

Monday, February 13, 2012

mensaje para las vocaciones 2012

MENSAJE PARA LA XLIX JORNADA DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES, “DON DE LA CARIDAD DE DIOS”

Ciudad del Vaticano, 13 febrero 2012 (VIS).-Hoy se ha hecho público el mensaje del Santo Padre para la XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 29 de abril de 2012, cuarto domingo de Pascua. En él, Benedicto XVI reflexiona sobre el tema: “Las vocaciones don de la caridad de Dios”. Ofrecemos a continuación amplios extractos de este mensaje.

“La fuente de todo don perfecto es Dios Amor - Deus caritas est -: «quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16). La Sagrada Escritura narra la historia de este vínculo originario entre Dios y la humanidad, que precede a la misma creación. (…) Somos amados por Dios incluso 'antes' de venir a la existencia. Movido exclusivamente por su amor incondicional, nos 'creó de la nada' (cf. 2M 7,28) para llevarnos a la plena comunión con Él”.

(…) “La verdad profunda de nuestra existencia está, pues, encerrada en ese sorprendente misterio: toda criatura, en particular toda persona humana, es fruto de un pensamiento y de un acto de amor de Dios, amor inmenso, fiel, eterno (cf. Jr 31,3). El descubrimiento de esta realidad es lo que cambia verdaderamente nuestra vida en lo más hondo”. (...)

“Se trata de un amor sin reservas que nos precede, nos sostiene y nos llama durante el camino de la vida, y que tiene su raíz en la absoluta gratuidad de Dios. Refiriéndose en concreto al ministerio sacerdotal, mi predecesor, el beato Juan Pablo II, afirmaba que «todo gesto ministerial (...) ayuda a madurar cada vez más en el amor y en el servicio a Jesucristo (...); en un amor que se configura siempre como respuesta al amor precedente, libre y gratuito, de Dios en Cristo» (Exhort. ap. Pastores dabo vobis, 25). En efecto, toda vocación específica nace de la iniciativa de Dios; es don de la caridad de Dios. Él es quien da el 'primer paso' (…) en virtud de la presencia de su mismo amor «derramado en nuestros corazones por el Espíritu» (Rm 5,5)”.

“En todo momento, en el origen de la llamada divina está la iniciativa del amor infinito de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo. Como escribí en mi primera encíclica Deus caritas est, (…) «En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia»” (...).

“El amor de Dios permanece para siempre, es fiel a sí mismo (...). Es preciso, por tanto, volver a anunciar, especialmente a las nuevas generaciones, la belleza cautivadora de ese amor divino que precede y acompaña: es el resorte secreto, es la motivación que nunca falla, ni siquiera en las circunstancias más difíciles. (…) Tenemos que abrir nuestra vida a este amor; cada día Jesucristo nos llama a la perfección del amor del Padre (cf. Mt 5,48). La grandeza de la vida cristiana consiste en efecto en amar 'como' lo hace Dios; se trata de un amor que se manifiesta en el don total de sí mismo fiel y fecundo”. (...)

“En este terreno oblativo, en la apertura al amor de Dios y como fruto de este amor, nacen y crecen todas las vocaciones. Y bebiendo de este manantial mediante la oración, con el trato frecuente con la Palabra y los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, será posible vivir el amor al prójimo en el que se aprende a descubrir el rostro de Cristo Señor”.(...)

“Estas dos expresiones del único amor divino han de ser vividas con especial intensidad y pureza de corazón por quienes se han decidido a emprender un camino de discernimiento vocacional en el ministerio sacerdotal y la vida consagrada; constituyen su elemento determinante. En efecto, el amor a Dios, del que los presbíteros y los religiosos se convierten en imágenes visibles –aunque siempre imperfectas– es la motivación de la respuesta a la llamada de especial consagración al Señor a través de la ordenación presbiterial o la profesión de los consejos evangélicos. La fuerza de la respuesta de san Pedro al divino Maestro: «Tú sabes que te quiero» (Jn 21,15), es el secreto de una existencia entregada y vivida en plenitud y, por esto, llena de profunda alegría”.

“La otra expresión concreta del amor, el amor al prójimo, sobre todo hacia los más necesitados y los que sufren, es el impulso decisivo que hace del sacerdote y de la persona consagrada alguien que suscita comunión entre la gente y un sembrador de esperanza. La relación de los consagrados, especialmente del sacerdote, con la comunidad cristiana es vital y llega a ser parte fundamental de su horizonte afectivo”.

“Queridos Hermanos en el episcopado, queridos presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, catequistas, agentes de pastoral y todos los que os dedicáis a la educación de las nuevas generaciones, os exhorto con viva solicitud a prestar atención a todos los que en las comunidades parroquiales, las asociaciones y los movimientos advierten la manifestación de los signos de una llamada al sacerdocio o a una especial consagración. Es importante que se creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos 'sí', en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios”.

“Será tarea de la pastoral vocacional ofrecer puntos de orientación para un camino fructífero. Un elemento central debe ser el amor a la Palabra de Dios, a través de una creciente familiaridad con la Sagrada Escritura y una oración personal y comunitaria atenta y constante, para ser capaces de sentir la llamada divina en medio de tantas voces que llenan la vida diaria. Pero, sobre todo, que la Eucaristía sea el 'centro vital' de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo (...) Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino”.

“Deseo que las Iglesias locales (...) sean un 'lugar' de discernimiento atento y de profunda verificación vocacional, ofreciendo a los jóvenes un sabio y vigoroso acompañamiento espiritual. (…) Esa dinámica (…) se puede llevar a cabo de manera elocuente y singular en las familias cristianas, cuyo amor es expresión del amor de Cristo que se entregó a sí mismo por su Iglesia (cf. Ef 5,32). En las familias, (...) las nuevas generaciones pueden tener una admirable experiencia de este amor oblativo. Ellas, efectivamente, no sólo son el lugar privilegiado de la formación humana y cristiana, sino que pueden convertirse en «el primer y mejor seminario de la vocación a la vida de consagración al Reino de Dios» (Exhort. ap. Familiaris consortio, 53), haciendo descubrir, precisamente en el seno del hogar, la belleza e importancia del sacerdocio y de la vida consagrada. Los pastores y todos los fieles laicos han de colaborar siempre para que en la Iglesia se multipliquen esas «casas y escuelas de comunión» siguiendo el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, reflejo armonioso en la tierra de la vida de la Santísima Trinidad”.

(…) Imparto de corazón la Bendición Apostólica (…) en particular a los jóvenes que con corazón dócil se ponen a la escucha de la voz de Dios, dispuestos a acogerla con adhesión generosa y fiel”.

Thursday, February 09, 2012

Caminar juntos en la santidad para la cuaresma

Caminar juntos en la santidad
Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma 2012
Autor: S.S. Benedicto XVI | Fuente: www.vatican.va


La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que , en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.


1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.

El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf . 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es cri atura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).

La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.

El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para c on los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna -elenchein-es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensi& oacute;n de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos haci a la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.


2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.

Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia est á relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna -una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno-, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atenci&oacut e;n a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).


3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.

Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).

Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Wednesday, February 08, 2012

presencia de obispos en las redes sociales

La variada presencia de obispos y cardenales en Twitter sigue en aumento. El mensaje de Benedicto XVI para la 46ª jornada mundial de las comunicaciones sociales de 2012 recordaba, casi como aludiendo precisamente a Twitter, que «En la esencialidad de breves mensajes, a menudo no más extensos que un versículo bíblico, se pueden formular pensamientos profundos, si cada uno no descuida el cultivo de su propia interioridad». Son a esos mensajes a los que, en ámbito católico, se les ha querido denominar «twitthomilía».



Pero Twitter no es la única plataforma de red social donde obispos y cardenales han encontrado un espacio para impulsar un «apostolado digital», para extender al mundo de internet sus propias diócesis.



Mons. Xavier Novell Gomá, obispo de Solsona, el más joven del episcopado español, cuenta con una página personal en Facebook (http://ca-es.facebook.com/pages/Bisbe-de-Solsona/112664728812621) y más de 1,100 seguidores.



Ciertamente mons. Xavier no es un caso excepcional. Hay incluso cardenales que tienen también su propio «fans page» en la red social de Mark Zuckerberg. Es el caso del arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio (http://es-es.facebook.com/pages/Cardenal-Jorge-Bergoglio/34338295947), con más de 11 mil seguidores; o el de mexicanos como el arzobispo de Ciudad de México, card. Norberto Rivera Carrera (http://es-es.facebook.com/primadodemexico); el arzobispo emérito de Guadalajara, card. Juan Sandoval Íñiguez (http://es-es.facebook.com/pages/Cardenal-Juan-Sandoval-I%C3%B1iguez/115822995144558); o el ex arzobispo de Monterrey, card. José Francisco Robles Ortega (http://es-es.facebook.com/cardenalrobles), quien además supera los 4,000 seguidores públicos.



Argentina y México no son los únicos países donde los obispos extienden su misión pastoral a las redes sociales. En Italia destacan los cardenales Claudio Maria Martini (http://it-it.facebook.com/pages/Cardinale-Carlo-Maria-Martini/21195534285), con más de 13 mil seguidores, y el cardenal Gianfranco Ravasi (http://it-it.facebook.com/pages/Gianfranco-Ravasi/40577535094), con más de 2,000 «fans».



Pero son los cardenales estadounidenses los que tienen la mayor cantidad de «feligresía» on line. A la cabeza de todos está el arzobispo de Nueva York, mons. Timothy Dolan (http://www.facebook.com/archny), con más de 11,800 fans; le sigue de cerca el arzobispo de Filadelfia, cardenal Charles J. Chaput (http://www.facebook.com/ArchbishopChaput), con más de 11 mil 500 seguidores; el card. Raymond Burke, aunque sirve en Roma como Presidente del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica (http://www.facebook.com/pages/Archbishop-Raymond-L-Burke/76345257503), tiene más de 4,300 «fans». El arzobispo de Los Ángeles, mons. José Gómez (http://www.facebook.com/ArchbishopGomez), tiene poco más de 2,900 seguidores; mientras que el cardenal Francis George, de Chicago (http://www.facebook.com/FrancisCardinalGeorgeOMI), tiene más de 1,600.



La lista, desde luego, es incompleta, y sólo quiere poner de manifiesto la presencia tan diversificada de obispos católicos, algunas de cuyas fans page, es verdad, son administradas por terceros.



El «Directorio para el ministerio pastoral de los obispos», una especie de «manual» sobre cómo ejercer el episcopado, refiere que «Los pastores de la Iglesia deben utilizar tales instrumentos –los medios de comunicación social, ndr– en el desarrollo de su misión, conscientes de la notable eficacia que se deriva para la difusión del Evangelio» (cf. n. 138-142). Como se ve, no son pocos los que están poniendo en práctica la tarea en la era de las redes sociales.

libertad religiosa bajo amenza en EEUU

Libertad religiosa bajo amenaza en USA: lamentan decisión de cubrir anticonceptivos en los seguros
John Flynn | Analista de la agencia ZENIT de noticias





La decisión de la última semana de enero de 2012 por parte del gobierno federal, sobre la cobertura del seguro para anticonceptivos en los Estados Unidos, ha sido ampliamente rechazada.



Bajo la nueva ley de salud aprobada por el Congreso, se dejó que el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) decida qué instituciones estarían exentas de pagar por los anticonceptivos en sus planes de salud. El viernes pasado el HHS anunció que mientras que las Iglesias no tendrían que pagar por los anticonceptivos, otras asociaciones vinculadas a las Iglesias, tales como escuelas, hospitales y organizaciones caritativas no tendrían ninguna exención.



La única concesión ofrecida es dar a los empresarios más tiempo --hasta agosto de 2013--, para cumplir con la ley. Una concesión que algunos observadores notaron conveniente, ya que traslada la obligación más allá de las próximas elecciones.



"Espero que esta propuesta encuentre el equilibrio adecuado entre el respeto de la libertad religiosa y el incremento del acceso a importantes servicios preventivos", declaró la secretaria del HHS, Kathleen Sebelius, en un comunicado de prensa anunciando la decisión.



Es una posición no compartida por muchos otros, que en los días sucesivos expresaron sus opiniones sobre el asunto. "De hecho, el presidente está diciendo que tenemos un año para encontrar la manera de vilar nuestras conciencias", dijo el cardenal designado Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, en un comunicado de prensa del 20 de enero.



Señaló que la decisión significa que los anticonceptivos abortivos y la esterilización también se incluirán en los ítems que deberán ser cubiertos por los planes de salud.



Enfermedad



"El gobierno no debería obligar a los estadounidenses a actuar como si el embarazo fuera una enfermedad que debe evitarse a toda costa", afirmó.



"Nunca antes en la historia de los Estados Unidos el gobierno federal había obligado a los ciudadanos a comprar directamente lo que viola nuestras creencias", declaró el cardenal Daniel DiNardo, en su homilía en la misa de apertura de la Vigilia de Oración Nacional por la Vida del 22 de enero.



Lo que está en juego, dijo, "es la supervivencia de uno de los pilares de la libertad protegido constitucionalmente, que garantiza el respeto de la conciencia y a la libertad religiosa".



La hermana Carol Keehan, DC, presidenta de la Asociación Católica de la Salud de los Estados Unidos, expresó su decepción por la decisión. "Esta fue una oportunidad perdida para ser claros sobre una apropiada protección de conciencia", dijo.



Las críticas han llegado de todas partes. "No puedo imaginar un ataque más directo y frontal hoy a la libertad de conciencia, que esta norma", dijo el cardenal Roger Mahony en una nota de 20 de enero en su blog. El recientemente retirado arzobispo de Los Angeles declaró: "Para mí no hay otro tema tan fundamental e importante como éste, ahora que entramos en las campañas presidenciales y del Congreso."



Incluso el Washington Post condenó la norma del HHS. En un editorial del 23 de enero el periódico dijo: "La amenaza de la administración a un compromiso --ofreciendo a los empleadores un año más para encontrar la manera de cumplir con los requisitos--, es un ataque improductivo que fracasa en afrontar el problema fundamental, como es el exigir a la entidades de afiliación religiosa que gasten su propio dinero en una forma que contradice los principios de su fe".



Por otra parte, "pedir a los empleadores de filiación religiosa, gastar su propio dinero de una manera que viola sus principios religiosos, no se condice con los puntos de vista profundamente arraigados".



"Es imperativo --dijo el papa Benedicto XVI dirigiéndose a un grupo de obispos estadounidenses justo el día antes de la decisión del HHS- que toda la comunidad católica en los Estados Unidos se de cuenta de las graves amenazas al testimonio de moral pública de la Iglesia, presentado por un secularismo radical que se manifiesta cada vez más en los ámbitos político y cultural."



"De especial preocupación son algunos intentos hechos de limitar la más preciada de las libertades de los Estados Unidos de América, la libertad de religión", insistió.



Elecciones



Hay especulaciones sobre el impacto que esta decisión tendrá sobre las elecciones que se celebrarán el próximo mes de noviembre. William McGurn, en un post del 24 de enero en el sitio web de The Wall Street Journal, comentó que Barack Obama había obtenido una mayoría del voto católico en 2008.



Ahora, sin embargo, muchos católicos que habían apoyado previamente a Obama están horrorizados por la decisión del HHS, señaló. Esto incluye a personas como el presidente de la Universidad de Notre Dame, el padre John Jenkins, CSC, que había sido objeto de fuertes críticas por haber invitado al presidente a hablar en la universidad y otorgarle un título honorario.



"La ironía, por supuesto, es que la norma está siendo impuesta por la secretaria del Catholic Health and Human Services (Servicio Católico de Salud),Kathleen Sebelius, quien trabaja en una administración con un vicepresidente católico, Joe Biden," observa McGurn.



No sólo los católicos están molestos. El pasado 21 de diciembre, más de 60 líderes protestantes y ortodoxos judíos escribieron una carta al presidente Obama, pidiéndole que no se le pida a todas las aseguradoras privadas que ofrezcan la cobertura de anticoncepción y de esterilización.



"Es evidente que no sólo los católicos objetan profundamente la exigencia de que, en los planes de salud que ellos pagan, se deba proporcionar una cobertura de anticonceptivos, que incluye algunos que son abortivos", dijeron.



"Creemos que el gobierno federal está obligado por la Primera Enmienda a dar cabida a las convicciones religiosas de organizaciones confesionales todo tipo, católicas y no católicas", insistieron.



Una afirmación que sin duda se repetirá muchas veces en los próximos meses, a medida que las elecciones se acercan.

Tuesday, February 07, 2012

mensaje del santo Padre Cuaresma 2012

Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma

Ciudad del Vaticano, 7 Feb. 12 (AICA)

Benedicto XVI
Hoy, martes 7 de febrero, se dio a conocer el mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2012, en el que reflexiona sobre el versículo 24 de la Carta a los Hebreos: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras”.

El mensaje fue presentado en la Oficina de Prensa de la Santa Sede por el cardenal Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, acompañado por los monseñores Giampietro Dal Toso y Segundo Tejada Muñoz, respectivamente secretario y subsecretario de ese dicasterio.

“Sabemos que el Mensaje de Cuaresma -dijo el cardenal Sarah- contribuye a tener vivo en los fieles el sentido de la atención al bien del prójimo, de la comunión, del interés, de la compasión y de la división fraterna de los sufrimientos del indigente. Pero, más allá de este hecho tan importante, hay otro aspecto de la vida cristiana que el texto de este año pone de relieve. Se trata de la corrección fraterna”.

“La caridad nos enseña que nuestra responsabilidad hacia los demás no se centra sólo en su bien material, sino también en el moral y espiritual. No podemos callar que una determinada ideología que exaltó los derechos del individuo pueda desembocar en el aislamiento y la soledad de las personas. Cuando, en nombre del individualismo, se niega la llamada a la comunión, nuestra humanidad sale perjudicada, engañada por el espejismo de una felicidad imposible, obtenida en soledad. Por eso, podemos ayudarnos recíprocamente descubriendo que somos responsables los unos de los otros”.

“A la luz de la corrección encaminada hacia la verdad y la caridad -prosiguió el purpurado- se lee también la acción de la Iglesia en el mundo contemporáneo. A veces se piensa incluso que sea el deseo de poder o su nostalgia lo que dicta la preocupación de la Iglesia, su oponerse con decisión a algunas manifestaciones de la cultura actual”.

“No: lo que mueve a la Iglesia es su sincero interés por el bien de la persona en concreto y del mundo. Su acción no se inspira en la condena ni en la recriminación, sino en la justicia y la misericordia que tienen el valor de llamar a las cosas por su nombre. Sólo así se iluminan las raíces del mal que no dejan de fascinar también a las mentes del mundo moderno. Esta tarea se llama misión profética”, afirmó el cardenal Sarah.

La Iglesia no puede callar ante las injusticias sociales
En el Antiguo Testamento, explicó el cardenal Sarah, “el profeta es un hombre llamado y enviado por Dios para anunciar al pueblo su voluntad. Está claro que la advertencia a una mayor justicia social forma parte de la misión de la Iglesia” que “no puede callar ante el hecho de que muchos mueran por la falta del mínimo indispensable mientras otros se enriquecen explotando a los demás”.

“Pero –continuó-, sería demasiado poco que la dimensión profética de nuestro hablar y actuar se limitase a estos fenómenos externos sin apuntar a las raíces morales de estas injusticias. La corrupción, la acumulación de dinero, la violencia, el vivir a espaldas de la colectividad sin aportar nada son auténticos cánceres que socavan la sociedad desde el interior”.

“Tampoco podemos callar que en la base de la crisis financiera está la avaricia, la búsqueda desenfrenada del dinero sin escrúpulos y sin considerar a los que tienen menos y deben soportar las consecuencias de las decisiones equivocadas de otros. Este apego al dinero es pecado. La Iglesia es profética cuando denuncia este pecado que perjudica a la persona y a la sociedad”.

El presidente de Cor Unum aclaró que el Santo Padre nos indica, en el Mensaje cuaresmal, una dimensión aún más profunda: “la Iglesia se hace profeta en el mundo de hoy para denunciar en particular la ausencia de Dios”.

Y afirmó que nuestra sociedad secularizada está envuelta en una pobreza todavía más trágica que la material, una pobreza que consiste en el rechazo y la exclusión total de Dios de la vida social y económica, de la rebelión contra las leyes divinas y contra las de la naturaleza.

“El Mensaje que presentamos hoy -finalizó- quiere sacudir las conciencias sobre los derechos y deberes de nuestros hermanos, pero también respecto a nuestros deberes con los “derechos” de Dios. Y todo esto debe ocurrir en el contexto de la comunión cristiana en la que rige el principio de la reciprocidad y de la corrección fraterna, preocupándonos por el bien temporal de los seres humanos, pero también por su salvación escatológica”.+

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Monday, February 06, 2012

secreto de confesion

SECRETO DE CONFESIÓN







En aquel terrible año de 1934, estalló en España una horrorosa persecución contra los católicos, por parte de los comunistas y masones que pertenecían a la extrema izquierda. Por medio del fraude y de toda clase de trampas fueron quitándoles a los católicos los principales puestos públicos. En las elecciones, tuvo el partido católico medio millón de votos más que los de la extrema izquierda, pero al contabilizar tramposamente los votos, se les concedieron 152 curules menos a los católicos que a los izquierdistas. La persecución anticatólica se fue volviendo cada vez más feroz y encarnizada. En pocos meses del año 1936, fueron destruidos en España más de mil templos católicos y gravemente averiados más de dos mil. Desde 1936 hasta 1939, los comunistas españoles asesinaron a 4,100 sacerdotes seculares; 2,300 religiosos; 283 religiosas, y miles de laicos. Todos por la sola razón de pertenecer a la Iglesia Católica. Las comunidades que mayor cantidad de mártires tuvieron fueron: 270 Padres Claretianos; 226 Padres Franciscanos; 176 Hermanos Maristas; 165 Hermanos de las Escuelas Cristianas; 100 Padres Salesianos; y 98 Hermanos de San Juan de Dios. Todos ellos eran hombres y mujeres pacíficos que únicamente buscaban hacer el bien a los más necesitados. No había un solo motivo para perseguirlos y matarlos, excepto el que eran seguidores de Cristo y de su Santa religión.

Durante esos años de lucha fratricida -que dieron la impresión de ser interminables- la maldad se posesionó de muchos hombres y mujeres de izquierda que recibían órdenes directamente de los bolcheviques en Moscú. Seres humanos, endurecidos del corazón, alejados de Dios y esclavos del demonio, inmersos en el reino de las tinieblas, que se convirtieron muy pronto en instrumento del mal. Como si se tratara de una epidemia, se fue extendiendo la ponzoña por toda España. Si un sarmiento enferma, todo el organismo se resiente; si un sarmiento queda estéril, la vid no produce el fruto que de ella se espera; es más, otros sarmientos pueden también enfermar y morir.

En el año de 1936, los católicos se levantaron en revolución al mando del General Francisco Franco, y después de treinta y seis meses de sangrienta guerra, lograron echar del gobierno a los comunistas y anarquistas anticatólicos, pero estos antes de abandonar las armas y dejar el poder, cometieron la más espantosa serie de asesinatos y crueldades que registra la historia.

La guerra civil entró en el pueblo español sin piedad: iglesias profanadas, pueblos incendiados y cadáveres mutilados que marcaban el camino recorrido por el ejército comunista republicano. También los nacionalistas o franquistas católicos combatían con la misma furia.

Después de una dura batalla en la cual un escuadrón de nacionalistas había liberado a un pueblo del enemigo, apareció en una esquina, un soldado español, que pertenecía al partido comunista republicano, gravemente herido, con el pecho abierto por la explosión de una granada. Con la mirada ya vidriosa, el herido vio a los soldados enemigos que se acercaban, y balbuceando dijo: “¡un sacerdote! ¡Pronto, llamen a un sacerdote!”. “¡Vete al infierno, canalla!”, lo maldijo uno de los nacionalistas. Pero otro de sus compañeros tuvo piedad del moribundo: “Voy a ver si logro encontrar a un sacerdote”. Después de varios minutos -que al agonizante le parecieron siglos- aquel soldado regresó con un sacerdote. Lleno de piedad, éste se arrodilló cerca del herido y le preguntó si quería confesarse.

“Sí, me quiero confesar. Pero dígame, ¿es usted el párroco de este pueblo?”. “Sí, yo soy el párroco”. “¡Dios mío...!, balbució el soldado.

El sacerdote se quedó mucho tiempo junto al herido escuchándolo en confesión, reconfortándolo y brindándole esperanza en una segunda vida que con toda seguridad será mejor que la primera. Después, volteando hacia la patrulla de los nacionalistas, susurró con fatiga: “Hermanos, les ruego, lleven al herido a una casa, ¡no lo dejen morir en la calle!” En esos momentos, la frente del sacerdote estaba bañada en sudor, y su rostro era pálido como la cera de una vela.

Cuando los soldados se acercaron al herido, ya el sacerdote se había perdido entre las sombras de la noche. Haciendo un esfuerzo, el moribundo se alzó un poco y dijo jadeando: “Sin embargo, me ha dado la absolución...”

“¿Por qué habría de negártela?, ¡es su obligación!”, -exclamó uno de los nacionalistas-. “¡Pero, ustedes no saben lo que he hecho!”, continuó el moribundo, “yo mismo, con mis manos, he matado a 32 sacerdotes: los he apuñalado, estrangulado, fusilado. Era siempre lo primero que hacía al entrar a un pueblo: buscaba la parroquia y mataba al cura. También aquí he hecho lo mismo, pero no he encontrado al sacerdote, sólo a su padre y a dos de sus hermanos. Cuando les pregunté ¿en donde estaba el sacerdote?, no han querido decírmelo. Por lo que disparé en contra de los tres. ¿Han entendido? He matado al padre y a los hermanos del sacerdote que ha venido a confesarme... Y, sin embargo, me ha perdonado...”.