Monday, March 23, 2015

Papa Francisco: EL EVANGELIO, EL CRUCIFIJO Y EL TESTIMONIO DE NUESTRA FE

¿QUÉ PODEMOS OFRECER A QUIENES AÚN NO CONOCEN A JESÚS? EL EVANGELIO, EL CRUCIFIJO Y EL TESTIMONIO DE NUESTRA FE
Texto completo de las palabras del Papa ayer, antes de rezar el Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este quinto domingo de Cuaresma, el evangelista Juan nos llama la atención con un particular curioso: algunos “griegos”, judíos, llegados a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, se dirigen al apóstol Felipe, y le dicen: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12:21).
En la ciudad santa, donde Jesús fue por última vez, hay mucha gente. Están los pequeños y los sencillos, que han acogido festivamente al profeta de Nazaret reconociendo en Él al Enviado del Señor. Están los sumos sacerdotes y los líderes del pueblo, que lo quieren eliminar porque lo consideran herético y peligroso.
También hay personas, como esos “griegos”, que están curiosos de verlo y de saber más acerca de su persona y de las obras que Él ha realizado, la última de las cuales – la resurrección de Lázaro – ha causado mucha sensación.
“Queremos ver a Jesús”: estas palabras, al igual que muchas otras en los Evangelios, van más allá del episodio particular y expresan algo universal; revelan un deseo que atraviesa épocas y culturas, un deseo presente en los corazones de muchas personas que han oído hablar de Cristo, pero no lo han encontrado aún. “Yo deseo ver a Jesús”, así siente el corazón de esta gente.
Respondiendo indirectamente, en modo profético, a aquel pedido de poderlo ver, Jesús pronuncia una profecía que revela su identidad e indica el camino para conocerlo verdaderamente: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado”. (Jn 12,23). ¡Es la hora de la Cruz! Es la hora de la derrota de Satanás, príncipe del mal, y del triunfo definitivo del amor misericordioso de Dios.
Cristo declara que será “levantado en alto sobre la tierra”, una expresión con doble significado: “levantado” porque crucificado, y “levantado” porque exaltado por el Padre en la Resurrección, para atraer a todos a sí mismo y reconciliar a los hombres con Dios y entre sí. La hora de la Cruz, la más oscura de la historia, es también la fuente de salvación para todos los que creen en Él.
Continuando en la profecía sobre su Pascua ya inminente, Jesús usa una imagen sencilla y sugestiva, aquella del "grano de trigo" que caído en la tierra, muere para dar fruto (cfr. v. 24). En esta imagen encontramos otro aspecto de la Cruz de Cristo: el de la fecundidad.
La cruz di Cristo es fecunda. La muerte de Jesús, de hecho, es una fuente inagotable de vida nueva, porque lleva en sí la fuerza regeneradora del amor de Dios. Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos pueden convertirse en "granos de trigo" y dar mucho fruto, si al igual que Jesús, "pierden la propia vida" por amor a Dios y a los hermanos (cfr. v. 25).
Por esta razón, a aquellos que aún hoy "quieren ver a Jesús", a los que están en la búsqueda del rostro de Dios; a quien ha recibido una catequesis cuando era pequeño y luego no la ha profundizado más y quizás ha perdido la fe; a tantos que aún no han encontrado a Jesús personalmente... a todas estas personas podemos ofrecerles tres cosas: el Evangelio; el Crucifijo y el testimonio de nuestra fe, pobre pero sincera.
El Evangelio: ahí podemos encontrar a Jesús, escucharlo, conocerlo. El Crucifijo: signo del amor de Jesús que se entregó por nosotros. Y luego, una fe que se traduce en gestos simples de caridad fraterna. Pero principalmente en la coherencia de vida: entre lo que decimos y lo que vivimos, coherencia entre nuestra fe y nuestra vida, entre nuestras palabras y nuestras acciones. Evangelio, Crucifijo y testimonio. Que la Virgen nos ayude a llevar estas tres cosas.

Papa Francisco : DONDE NO HAY MISERICORDIA, NO HAY JUSTICIA

 DONDE NO HAY MISERICORDIA, NO HAY JUSTICIA
Donde no hay misericordia, no hay justicia. Lo recordó el Papa Francisco en su homilía de la Misa ...matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
Los rígidos tienen una doble vida
Al comentar las lecturas del día, y refiriéndose a otros pasajes evangélicos, el Papa Bergoglio habló de las tres mujeres y los tres jueces: una mujer inocente, Susana; una pecadora, la adúltera; y una pobre viuda necesitada. Y explicó que las tres, según algunos Padres de la Iglesia, son figuras alegóricas de la Iglesia: la Iglesia Santa, la Iglesia pecadora y la Iglesia necesitada”.
“Los tres jueces son malos y corruptos – observó Francisco –. Y añadió que, ante todo, está el juicio de los escribas y de los fariseos que llevan a la adúltera ante Jesús. “Tenían dentro del corazón la corrupción de la rigidez”. Se sentían puros porque observaban la ley.
“Pero no eran santos, eran corruptos, porque una rigidez de ese tipo sólo puede mantenerse con una doble vida, y éstos que condenaban a estas mujeres, después iban a buscarlas, por detrás, a escondidas, para divertirse un poco. Los rígidos son – uso el adjetivo que Jesús les daba a ellos – hipócritas: tienen una doble vida. Aquellos que juzgan, pensemos en la Iglesia – las tres mujeres son figuras alegóricas de la Iglesia –, aquellos que juzgan la Iglesia con rigidez, tienen doble vida. Con la rigidez ni siquiera se puede respirar”.
El Pueblo de Dios tantas veces no encuentra la misericordia
Después están los dos jueces ancianos que querían chantajear a una mujer, Susana, para que se concediera, pero ella resiste: “Eran jueces viciosos – subrayó el Papa – porque tenían la corrupción del vicio, en este caso la lujuria. Y se dice que cuando está este vicio de la lujuria con los años se vuelve más feroz, más malo”.
Por último, está el juez interpelado por la pobre viuda. Este juez “no temía a Dios y no se preocupaba por los demás: no le importaba nada, sólo se daba importancia a sí mismo”: Era “un especulador, un juez que con su profesión de juzgar hacía negocios”. Estaba corrompido por el dinero y el prestigio”. Estos jueces – dijo el Papa – el especulador, los viciosos y los rígidos, “no conocían una palabra, no conocían lo que era la misericordia”:
“La corrupción los llevaba lejos de entender la misericordia, el ser misericordiosos. Y la Biblia nos dice que en la misericordia está precisamente el justo juicio. Y las tres mujeres – la santa, la pecadora y la necesitada, figuras alegóricas de la Iglesia – sufren de esta falta de misericordia. También hoy, el Pueblo de Dios, cuando encuentra a estos jueces, sufre un juicio sin misericordia, sea civil, o eclesiástico. Y donde no hay misericordia, no hay justicia. Cuando el Pueblo de Dios se acerca voluntariamente para pedir perdón, para ser juzgado, cuántas veces, cuántas veces encuentra a alguno de estos”.
Encuentra a los viciosos que “son capaces de tratar de explotarlos”, y éste “es uno de los pecados más graves”; encuentra a “los especuladores” que “no dan oxígeno a aquella alma, no dan esperanza”; y encuentra “a los rígidos que castigan en los penitentes aquello que esconden en su alma”. “Esto – dijo el Papa – se llama falta de misericordia”. Y concluyó diciendo:
“Sólo querría decir una de las palabras más bellas del Evangelio que a mí me conmueve tanto: ‘¿Ninguno te ha condenado?’ – ‘No, ninguno, Señor’ – ‘Tampoco yo te condeno’. No te condeno: una de las palabras más bellas porque está llena de misericordia”.

Wednesday, March 18, 2015

Papa Francisco: Dios no tiene dificultad para hacerse entender por los niños,

En su catequesis de la audiencia general, celebrada el tercer miércoles de marzo en una soleada Plaza de San Pedro, el Papa Francisco continuó sus reflexiones sobre la familia, refiriéndose en esta ocasión a los niños, como un gran don para la humanidad.
De ellos, que sonríen y lloran, algo que a menudo se bloquea en los mayores, el Obispo de Roma dijo que nos recuerdan que todos hemos sido totalmente dependientes de los cuidados de otros, al igual que Jesús y tal como nos muestra el misterio de la Navidad.
Tras destacar que en el Evangelio se elogia a los “pequeños”, a los que necesitan ayuda y de modo especial a los niños, el Papa Bergoglio afirmó que ellos son una riqueza para la Iglesia y para nosotros puesto que nos hacen ver que todos somos siempre hijos, necesitados de ayuda, amor y perdón. Todas ellas – dijo – condiciones para entrar en el Reino de Dios.
El Santo Padre afirmó, además, que los niños nos enseñan el modo de ver la realidad de manera confiada y pura porque sienten con sencillez las cosas, sin ver en ellas únicamente algo que puede servirnos o que podemos aprovechar.  
Y concluyó recordando a los presentes que ciertamente los niños dan vida, alegría y esperanza; así como también preocupaciones y, a veces problemas, pero “es mejor así – dijo Francisco – que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños”.

Resumen de la catequesis del Papa Francisco para los fieles de nuestro idioma:

Queridos hermanos y hermanas:
De entre las figuras familiares, hoy deseo centrarme en los niños, como gran don para la humanidad.
Ellos nos recuerdan que todos hemos sido totalmente dependientes de los cuidados de otros. También Jesús, como nos muestra el misterio de la Navidad. En el Evangelio se elogia a los “pequeños”, a los que necesitan ayuda, especialmente a los niños.
Ellos son una riqueza para la Iglesia y para nosotros: nos hacen ver que todos somos siempre hijos, necesitados de ayuda, necesitados de amor y perdón, que son las condiciones para entrar en el Reino de Dios.
Los niños desmontan la idea de creernos autónomos y autosuficientes, como si nosotros nos hubiéramos dado la vida y fuéramos los dueños, en vez de haberla recibido.
Los niños nos enseñan también el modo de ver la realidad de manera confiada y pura. Cómo se fían espontáneamente de papá y mamá, cómo se ponen sin recelos en manos de Dios y de la Virgen. Sienten con sencillez las cosas, sin ver en ellas únicamente algo que puede servirnos, que podemos aprovechar.
Ellos sonríen y lloran, algo que a menudo se bloquea en los mayores.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, México, Perú, Argentina y Uruguay.
Hermanos y hermanas, los niños dan vida, alegría, esperanza. Dan también preocupaciones y a veces dan problemas, pero es mejor así que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños, o no quieren niños.
Pidamos que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.       
Texto completo de la catequesis del Papa
La familia: los niños
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber analizado las diversas figuras de la vida familiar - madre, padre, hijos, hermanos, abuelos, - quisiera concluir este primer grupo de catequesis sobre la familia hablando de los niños. Lo haré en dos momentos: hoy me detendré sobre el gran don que son los niños para la humanidad (aplausos). Pero es verdad eh - y gracias por aplaudir - que son el gran don de la humanidad, pero también son los grandes excluidos, porque ni siquiera los dejan nacer. Y la próxima semana, me detendré sobre algunas heridas que, lamentablemente, hacen mal a la infancia. Me vienen a la mente los tantos niños que he encontrado durante mi último viaje a Asia: llenos de vida, de entusiasmo, y por otra parte, veo que en el mundo muchos de ellos viven en condiciones no dignas… En efecto, por como son tratados los niños se puede juzgar la sociedad, pero no sólo moralmente, también sociológicamente. Si es una sociedad libre o una sociedad esclava de intereses internacionales.
En primer lugar los niños nos recuerdan que todos, en los primeros años de la vida, hemos sido totalmente dependientes de los cuidados y de la benevolencia de los demás. Y el Hijo de Dios no se ha ahorrado este pasaje. Es el misterio que contemplamos cada año, en Navidad. El Pesebre es el ícono que nos comunica esta realidad en el modo más simple y directo.
Es curioso: Dios no tiene dificultad para hacerse entender por los niños, y los niños no tienen problemas en entender a Dios. No por casualidad en el Evangelio hay algunas palabras muy bellas y fuertes de Jesús sobre los “pequeños”. Este término “pequeños” indica a todas las personas que dependen de la ayuda de los demás, y en particular, a los niños. Por ejemplo Jesús dice: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños” (Mt 11, 25). Y todavía: “Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial” (Mt 18, 10).
Por lo tanto, los niños son en sí mismos una riqueza para la humanidad y también para la Iglesia, porque nos llaman constantemente a la condición necesaria para entrar en el Reino de Dios: aquella de no considerarnos autosuficientes sino necesitados de ayuda, de amor, de perdón. ¡Y todos estamos necesitados de ayuda, de amor, de perdón! ¡Todos!
Los niños nos recuerdan otra cosa bella; nos recuerdan que somos siempre hijos. Incluso si uno se convierte en adulto o anciano, aún si se convierte en padre, si se ocupa un lugar de responsabilidad, por debajo de todo esto permanece la identidad de hijo. Todos somos hijos. Y eso nos vuelve a llevar siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado nosotros, sino que la hemos recibido. El gran don de la vida es el primer regalo que hemos recibido: la vida. A veces corremos el riesgo de vivir olvidándonos de esto, como si fuéramos nosotros los dueños de nuestra existencia, y en cambio somos radicalmente dependientes. En realidad, es motivo de gran alegría sentir que en cada edad de la vida, en cada situación, en cada condición social, somos y permanecemos hijos. Este es el mensaje principal que los niños nos dan, con su sola presencia. Solamente con la presencia nos recuerdan que todos nosotros y cada uno de nosotros somos hijos.
Pero hay tantos dones, tantas riquezas que los niños traen a la humanidad. Recordaré sólo algunos.
Traen su modo de ver la realidad, con una mirada confiada y pura. El niño tiene una confianza espontánea en el papá y la mamá; y tiene una confianza espontánea en Dios, en Jesús, en la Virgen. Al mismo tiempo, su mirada interior es pura, todavía no está contaminada por la malicia, por los dobleces, por las “costras” de la vida que endurecen el corazón. Sabemos que también los niños tienen el pecado original, que tienen sus egoísmos, pero conservan una pureza y una simplicidad interior.
Pero, los niños no son diplomáticos: dicen lo que sienten, dicen lo que ven, directamente. Y muchas veces, ponen en dificultad a los padres... Dicen: “esto no me gusta porque es feo” delante de otras personas… Pero, los niños dicen lo que piensan, no son personas dobles. Todavía no han aprendido aquella ciencia del “doblez” que nosotros, los adultos, hemos aprendido.
Los niños además, en su simplicidad interior, traen consigo la capacidad de dar y recibir ternura. Ternura es tener un corazón “de carne” y no “de piedra”, como dice la Biblia (cf. Ez 36, 26). La ternura también es poesía; es “sentir” las cosas y los acontecimientos, no tratarlos como meros objetos, sólo para usarlos porque sirven...
Los niños tienen la capacidad de sonreír y de llorar. Algunos cuando los tomo para besarlos, sonríen. Otros, me ven de blanco, creen que soy el médico y que vengo a hacerles la inyección, ¡y lloran! ¡Espontáneamente! ¡Los niños son así!
Sonreír y llorar, dos cosas que en nosotros los grandes, a menudo se “bloquean”, ya no somos capaces… Y muchas veces nuestra sonrisa se convierte en una sonrisa de cartón, una cosa sin vida, una sonrisa que no es vivaz, incluso una sonrisa artificial, de payaso. Los niños sonríen espontáneamente y lloran espontáneamente.
Siempre depende del corazón. Y nuestro corazón se bloquea y pierde a menudo esta capacidad de sonreír y de llorar.  Y entonces los niños pueden enseñarnos de nuevo a sonreír y llorar. Tenemos que preguntarnos nosotros mismos: ¿yo sonrío espontáneamente, con frescura, con amor? ¿O nuestra sonrisa es artificial? ¿Yo todavía lloro? ¿O he perdido la capacidad de llorar? Dos preguntas muy humanas que nos enseñan los niños.
Por todas estas razones, Jesús invita a sus discípulos a “ser como los niños”,  porque «el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos» (cf. Mt 18, 3; Mc 10, 14).
Queridos hermanos y hermanas, los niños traen vida, alegría, esperanza. Por cierto también traen preocupaciones y a veces muchos problemas; pero es mejor una sociedad con éstas preocupaciones y estos problemas, que una sociedad triste y gris, porque se ha quedado sin niños. Y cuando vemos que el nivel de nacimiento de una sociedad apenas llega al uno por ciento podemos decir: “esta sociedad es triste, es gris, porque se ha quedado sin niños”.

Tuesday, March 17, 2015

La Iglesia es la Casa de la Misericordia con las puertas siempre abiertas dijo el Papa Francisco

“¿Quién eres tú para cerrar la puerta de tu corazón a un hombre, a una mujer que quiere mejorar, volver al pueblo de Dios, porque el Espíritu Santo tocó su corazón?”, cuestionó el Papa Francisco en su homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta al recordar que “la Iglesia es la casa de Jesús, una casa de misericordia que acoge a todos, y por tanto no un lugar del cual los cristianos puedan cerrar las puertas”.
Reflexionando sobre el pasaje del Evangelio en que los doctores de la ley critican a Jesús porque curó en sábado al paralítico de la piscina de Betsata, el Santo Padre se refirió al agua, protagonista de las lecturas litúrgicas del día.
“El agua que sana”, dijo Francisco, que comenta la descripción que el profeta Ezequiel hace del goteo que surge en el umbral del templo, que se convierte en el exterior en un torrente impetuoso y en cuyas aguas ricas de peces cualquiera podrá ser sanado.
El agua también de la piscina de Betsata, descrita en el Evangelio, cerca de la cual hay un paralítico desde hace 38 años entristecido -y según Francisco también un poco perezoso- que no encontró nunca la forma de hacerse sumergir cuando las aguas se mueven y por tanto buscar la sanación.
Así, el Papa explicó que Jesús sin embargo lo sana, y lo anima a “ir adelante”, pero esto desencadena la crítica de los doctores de la ley porque la sanación tuvo lugar un sábado. Una historia que sucede muchas veces también hoy.
De este modo, el Pontífice indicó que “un hombre, una mujer, que se siente enfermo en el alma, triste, que cometió muchos errores en su vida, y en un cierto momento siente que las aguas no se mueven, está el Espíritu Santo que mueve algo, o escucha una palabra y… ‘Ah, ¡yo quisiera ir!’... Y tiene coraje y va”.
Cuántas veces hoy, alertó Francisco, “en las comunidades cristianas se encuentran las puertas cerradas. ‘Pero tú no puedes, no, tú no puedes. Te equivocaste aquí y no puedes. Si quieres venir, ven a Misa el domingo, pero quédate ahí, no hagas más’”. Por eso, el Santo Padre observó que lo que hace el Espíritu Santo en el corazón de las personas, lo destruyen los cristianos con psicología de doctores de la ley.
Nuevamente, recordó que la Iglesia tiene siempre las puertas abiertas. “Es la casa de Jesús y Jesús acoge. Pero no solo acoge, va a encontrar a la gente como fue a buscar a este. Y si la gente está herida, ¿qué hace Jesús? ¿Le regaña por estar herida? No, va y lo carga sobre los hombros. Y esto se llama misericordia. Y cuando Dios regaña a su pueblo –‘Misericordia quiero, no sacrificios’- habla de esto”, explicó el Papa.
A continuación, preguntó: “¿quién eres tú para cerrar la puerta de tu corazón a un hombre, a una mujer que quiere mejorar, volver al pueblo de Dios, porque el Espíritu Santo tocó su corazón?”.
Francisco pidió luego que la Cuaresma ayude a no cometer el error de quien desafió el amor de Jesús hacia el paralítico solo porque era contrario a la ley.
Al concluir la homilía, el Papa invitó a pedir al Señor en la Misa “por nosotros y por toda la Iglesia”, o sea “una conversión hacia Jesús, una conversión a Jesús, una conversión a la misericordia de Jesús. Y así la ley será plenamente cumplida, porque la ley es amar a Dios y al prójimo, como a nosotros mismos”.

Monday, March 16, 2015

Papa Francisco: Dios está enamorado de nosotros y nosotros somos su sueño de amor

NINGÚN TEÓLOGO PUEDE EXPLICAR EL INMENSO AMOR QUE DIOS NOS TIENE

Dios está enamorado de nosotros y nosotros somos su sueño de amor. Ningún teólogo puede explicar esto, mientras nosotros sólo podemos llorar de alegría. De este modo podemos sintetizar cuanto afirmó el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

En la primer...a lectura, tomada de Isaías (65, 17-21), «el Señor nos dice que crea cielos nuevos y tierra nueva, es decir, “re-crea” las cosas», destacó el Papa Francisco, al recordar también que «muchas veces hemos hablado de estas “dos creaciones” de Dios: la primera, la que se hizo en seis días, y la segunda, cuando el Señor “rehace” el mundo, arruinado por el pecado, en Jesucristo».

Y, destacó, «hemos dicho muchas veces que esta segunda es más maravillosa que la primera». En efecto, explicó el Papa, «la primera ya es una creación maravillosa; pero la segunda, en Cristo, es aún más maravillosa».

«El Señor habla de lo que hará: un cielo nuevo, una tierra nueva. Encontramos que el Señor tiene mucho entusiasmo: habla de alegría y dice una palabra: “Me regocijaré con mi pueblo”». En esencia, «el Señor piensa en lo que hará, piensa que Él, Él mismo gozará de la alegría con su pueblo».

Así, «es como si fuera un sueño del Señor: el Señor sueña. Tiene sus sueños. Sus sueños sobre nosotros. ‘Ah, qué bello será cuando nos encontraremos todos juntos, cuando nos reencontraremos allá o cuando aquella persona, aquella otra… aquella otra caminará conmigo… ¡Y yo gozaré en aquel momento!’».

El Papa Francisco recurrió a «una metáfora que nos pueda hacer comprender: es como si una joven con su novio o el joven con su novia pensase: cuando estaremos juntos, cuando nos casemos...».

He aquí, precisamente, «el “sueño” de Dios: Dios piensa en cada uno de nosotros, nos quiere mucho, sueña con nosotros, sueña con la alegría de la que gozará con nosotros». Y es precisamente «por esto que el Señor quiere “re-crearnos”, hacer de nuevo nuestro corazón, “re-crear” nuestro corazón para hacer triunfar la alegría».

«¿Han pensado alguna vez: ‘¡El Señor sueña conmigo! ¡Piensa en mí! ¡Yo estoy en la mente, en el corazón del Señor! ¡El Señor es capaz de cambiarme la vida!’?». Isaías nos dice que el Señor «hace muchos proyectos: construiremos casas, plantaremos viñas, comeremos juntos: todas estas ilusiones de un enamorado».

Y aquí el Señor se deja ver enamorado de su pueblo, llegando incluso a decir: «Pero yo no te elegí porque tú eres el más fuerte, el más grande, el más poderoso; sino que te elegí porque tú eres el más pequeño de todos». Es más, «se podría decir: el más miserable de todos. Pero te elegí así. Y esto es el amor».

«De allí —afirmó el Papa— este continuo querer del Señor, este deseo suyo de cambiar nuestra vida. Y nosotros podemos decir, si escuchamos esta invitación del Señor: “Cambiaste mi luto en danzas”», o sea las palabras «que rezamos» en el Salmo 29. «Te ensalzaré, Señor, porque me has librado» dice también el Salmo, reconociendo de este modo que el Señor «es capaz de cambiarnos, por amor: está enamorado de nosotros».

«Creo que no existe un teólogo que pueda explicar esto: no se puede explicar. Porque sobre esto sólo se puede reflexionar, sentir y llorar de alegría. El Señor nos puede cambiar. ¿Qué debo hacer? Creer. Creer que el Señor puede cambiarme, que Él puede».

Exactamente lo que hizo hombre que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún, como relata san Juan en su Evangelio (4, 43-54). Ese hombre pedía a Jesús que bajase a curar a su hijo, porque estaba a punto de morir». Y Jesús le respondió: «Anda, tu hijo vive».

Ese padre «creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino: creyó, creyó que Jesús tenía el poder de curar a su niño. Y tuvo razón».

«La fe es dejar espacio a este amor de Dios; es dejar espacio al poder, al poder de Dios, al poder de alguien que me ama, que está enamorado de mí y desea la alegría conmigo. Esto es la fe. Esto es creer: es dejar espacio al Señor para que venga y me cambie».

«El Señor puede cambiarnos, quiere cambiarnos, ama cambiarnos. Y esto, por amor». A nosotros, concluyó, «sólo nos pide nuestra fe: es decir, dejar espacio a su amor para que pueda obrar y realizar un cambio de vida en nosotros».

Thursday, March 12, 2015

Papa Francisco : ¿ESCUCHO LA VOZ DEL SEÑOR, O HAGO LO QUE YO QUIERO?

¿ESCUCHO LA VOZ DEL SEÑOR, O HAGO LO QUE YO QUIERO?
Ninguna componenda: o nos dejamos amar «por la misericordia de Dios» o elegimos el camino «de la hipocresía» y hacemos lo que queremos dejando que nuestro corazón «se endurezca» cada vez más. Es la historia de la relación entre Dios y el hombre, desde los tiempos de Abel hasta nuestros días, en el centro de la reflexión propuesta hoy por el Papa Francisco durante la misa en Santa Marta.
El Pontífice partió de la oración del salmo responsorial —«No endurezcáis vuestro corazón»— y se preguntó: «¿Por qué sucede esto?». Para comprenderlo hizo referencia ante todo a la primera lectura tomada del libro del profeta Jeremías (7, 23-28) donde está, por decirlo así, sintetizada la «historia de Dios».
Y nos podríamos preguntar: ¿Cómo, «Dios tiene una historia?». ¿Cómo es posible visto que «Dios es eterno»? Es verdad, explicó el Papa Francisco, «pero desde el momento en que Dios entró en diálogo con su pueblo, entró en la historia».
Y la historia de Dios con su pueblo «es una historia triste» porque «Dios lo dio todo» y a cambio «sólo recibió cosas malas». El Señor había dicho: «Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien».
Ese era el «camino» hacia la felicidad. «Pero ellos no escucharon ni hicieron caso» y, es más, «caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón»: es decir, no querían «escuchar la Palabra de Dios».
Esta opción, explicó el Papa, caracterizó toda la historia del pueblo de Dios: «pensemos en el asesinato, en la muerte de Abel, asesinado por su hermano, corazón malvado de envidia». Sin embargo, a pesar de que el pueblo haya continuamente «dado la espalda» al Señor, Él afirma: «Yo no me he cansado». Y envía «con asidua atención» a los profetas.
Aun así, sin embargo, los hombres no lo escucharon. Es más, se lee en la Escritura, «endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres». Y «la situación del pueblo de Dios empeoró, a través de las generaciones».
El Señor dijo a Jeremías: «Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aún así les dirás: “Esta es la gente que no escucha la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar». Y luego, destacó el Papa, añadió una palabra «terrible: “Ha desaparecido la fidelidad... Vosotros no sois un pueblo fiel”».
Aquí, comentó el Papa Francisco, parece que Dios llorase: «Te he amado tanto, te he dado tanto y tú... todo en contra de mí». Un llanto que recuerda el de Jesús «contemplando Jerusalén». Por lo demás, explicó el Pontífice, «en el corazón de Jesús estaba toda esta historia, donde la fidelidad había desaparecido».
Una historia de infidelidad que atañe «nuestra historia personal», porque «nosotros hacemos nuestra voluntad. Pero haciendo esto, en el camino de la vida seguimos una senda de endurecimiento: el corazón se endurece, se petrifica. La palabra del Señor no entra. El pueblo se aleja». Por ello, dijo el Papa, «hoy, en este día cuaresmal, podemos preguntarnos: ¿Escucho la voz del Señor, o hago lo que yo quiero, lo que me gusta?».
El consejo del salmo responsorial –«No endurezcáis vuestro corazón»– se vuelve a encontrar «muchas veces en la Biblia» donde, para explicar la «infidelidad del pueblo», se usa a menudo «la figura de la adúltera». El Papa Francisco recordó, por ejemplo, el pasaje famoso de Ezequiel 16: «Toda una historia de adulterio, es la tuya. Tú, pueblo, no fuiste fiel a mí, eres un pueblo adúltero». O también las muchas veces en que Jesús «reprochaba a los discípulos ese corazón endurecido», como hizo con los de Emaús: «¡Qué necios y torpes sois!».
El corazón malvado –explicó el Pontífice al recordar que «todos tenemos un pedacito»– «no nos deja entender el amor de Dios. Nosotros queremos ser libres», pero «con una libertad que al final nos hace esclavos, y no con la libertad del amor que nos ofrece el Señor».
Esto, subrayó el Papa, sucede también en las «instituciones»: por ejemplo, «Jesús cura a una persona, pero el corazón de estos doctores de la ley, de estos sacerdotes, de este sistema legal era muy duro, siempre buscaban excusas». Y, así, le dicen: «Pero, tú arrojas a los demonios en nombre del demonio». Tú eres un brujo demoníaco.
Son los legalistas «que creen que la vida de la fe se regula solamente por las leyes que hacen ellos». Para ellos «Jesús usa esa palabra: hipócritas, sepulcros blanqueados, muy hermosos por fuera pero por dentro llenos de podredumbre y de hipocresía».
Lamentablemente, dijo el Papa Francisco, lo mismo «ocurrió en la historia de la Iglesia». Pensemos «en la pobre Juana de Arco: hoy es santa. Pobrecita: estos doctores la quemaron viva, porque decían que era herética». O incluso más cercano en el tiempo, pensemos «en el beato Rosmini: todos sus libros al Índice. No se podían leer, era pecado leerlos. Hoy es beato».
Al respecto el Pontífice destacó que así como «en la historia de Dios con su pueblo, el Señor enviaba a los profetas para decir que amaba a su pueblo», así «en la Iglesia, el Señor envía a los santos». Son ellos «los que llevan adelante la vida de la Iglesia: son los santos. No son los poderosos, no son los hipócritas».
Son «el hombre santo, la mujer santa, el niño, el joven santo, el sacerdote santo, la religiosa santa, el obispo santo...»: es decir, los «que no tienen el corazón endurecido», sino «siempre abierto a la palabra de amor del Señor», los que «no tienen miedo de dejarse acariciar por la misericordia de Dios.
Por eso los santos son hombres y mujeres que comprenden tantas miserias, tantas miserias humanas, y acompañan al pueblo de cerca. No desprecian al pueblo».
Con este pueblo que «perdió la fidelidad» el Señor es claro: «El que no está conmigo, está contra mí». Alguien podría preguntar: «¿Pero no existirá otro camino de componenda, un poco de aquí y un poco de allá?». No, dijo el Pontífice, «o estás en la senda del amor, o estás en la senda de la hipocresía. O te dejas amar por la misericordia de Dios, o haces lo que quieres según tu corazón, que se endurece cada vez más por esta senda».
No existe, afirmó, «una tercera senda posible: o eres santo, o vas por el otro camino». Y quien «no recoge» con el Señor, no sólo «deja las cosas», sino «peor: desparrama, arruina. Es un corruptor. Es un corrupto, que corrompe».
Por esta infidelidad «Jesús llora por Jerusalén» y «por cada uno de nosotros». En el capítulo 23 de san Mateo, recordó el Papa concluyendo, se lee una maldición «terrible» contra los «dirigentes que tienen el corazón endurecido y quieren endurecer el corazón del pueblo».
Dice Jesús: «Así recaerá sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel. Serán culpables de tanta sangre inocente, derramada por su maldad, su hipocresía, su corazón corrupto, endurecido, petrificado».

Papa Francisco: Vivir el Sacramento de reconciliación como medio para educar a la misericordia

El Sacramento de la Reconciliación “hace presente con especial eficacia el rostro misericordioso de Dios, lo hace concreto y lo manifiesta continuamente”: fueron las palabras del Papa al recibir en la mañana de este jueves a los participantes en el curso anual sobre el Foro Interno, organizado por la Penitenciaria Apostólica, que tiene como fin pastoral el de ayudar a los nuevos sacerdotes y candidatos al Orden Sagrado a administrar rectamente el Sacramento de la Reconciliación. El Pontífice recordó, entre los aplausos de los presentes, que hoy es el 57 aniversario de su ingreso a la vida religiosa.
“No olvidémoslo jamás - insistió el Pontífice - ya sea como penitentes que como confesores: ¡no existe algún pecado que Dios no pueda perdonar! ¡Ninguno! Sólo lo que es sustraído a la divina misericordia no puede ser perdonado, como quien se sustrae al sol no puede ser iluminado ni reconfortado”.
El Obispo de Roma subrayó, a la luz de este “maravilloso don de Dios”, tres necesidades: “vivir el Sacramento como medio para educar a la misericordia; dejarse educar por cuanto celebramos; custodiar la mirada sobrenatural”.
Vivir el Sacramento como medio para educar a la misericordia
El Papa explicó que vivir el Sacramento como medio para educar a la misericordia, “significa ayudar a nuestros hermanos a hacer experiencia de paz y de comprensión humana y cristiana”.
“La confesión no debe ser una 'tortura', sino que todos deberían salir del confesionario con la felicidad en el corazón, con el rostro radiante de esperanza, aunque a veces – lo sabemos – mojado por las lágrimas de la conversión y de la alegría que de ella deriva”.
Francisco precisó que el Sacramento y los actos del penitente no implica que este se transforme en un pesante interrogatorio, fastidioso e invasivo, sino que al contrario “debe ser un encuentro liberador y rico de humanidad, a través del cual poder educar a la misericordia, que no excluye, es más, incluye también el justo compromiso de reparar, en lo posible, el mal cometido”.
Dejarse educar por lo que celebramos
¡Déjense educar por el Sacramento de la Reconciliación! Dijo el Pontífice dirigiéndose a los confesores. “¡Cuántas veces nos sucede que escuchamos confesiones que nos edifican! Hermanos y hermanas que viven una auténtica comunión personal y eclesial con el Señor y un amor sincero por los hermanos”. Y destacó cuánto se puede aprender de la conversión y del arrepentimiento de nuestros hermanos.  “Ellos nos empujan – constató - a hacer también nosotros un examen de conciencia”:
“¿Yo sacerdote, amo así al Señor como esta viejita? ¿Yo sacerdote, que he sido hecho ministro de su misericordia, soy capaz de tener la misericordia que hay en el corazón de este penitente? ¿Yo confesor, estoy disponible al cambio, a la conversión como este penitente, del cual he sido puesto al servicio?”
Tener siempre la mirada interior dirigida al Cielo, a lo sobrenatural
Finalmente, la tercera necesidad: “tener siempre la mirada interior dirigida al Cielo, al sobrenatural”. Francisco destacó la necesidad de reavivar la conciencia de que nadie está puesto en este ministerio por el propio merito, competencias teológicas y jurídicas, trato humano y psicológico sino que “somos ministros de la reconciliación por pura gracia de Dios, gratuitamente y por amor, es más, precisamente por misericordia”.
“Somos ministros de la misericordia gracias a la misericordia de Dios, no debemos jamás perder esta mirada sobrenatural, que nos hace de verdad humildes, acogedores y misericordiosos hacia cada hermano y hermana que pide confesarse”. Y explicó que “por esto la Iglesia está llamada a iniciar a sus miembros – sacerdotes, religiosos y laicos – en el ‘arte del acompañamiento’, para que todos aprendan siempre a sacarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro”. Cada fiel penitente que se acerca al confesionario es ‘tierra sagrada’ para ‘cultivar’ con dedicación, cuidado y atención pastoral”.
Con el deseo de aprovechar este tiempo cuaresmal para la conversión personal y la escucha generosa de la confesión, para que el pueblo de Dios pueda llegar purificado a la fiesta de Pascua, el Papa los invitó a confiarse a la intercesión de María, Madre de la Misericordia y Refugio de los pecadores y les impartió su Bendición Apostólica.

Wednesday, March 11, 2015

PAPA FRANCISCO: TENEMOS NECESIDAD DE ANCIANOS QUE RECEN.

PAPA FRANCISCO: TENEMOS NECESIDAD DE ANCIANOS QUE RECEN. LA VEJEZ SE NOS DA PRECISAMENTE PARA ESO.
En su catequesis de la audiencia general, el Papa Francisco continuó sus reflexiones sobre la familia, refiriéndose en esta ocasión a la importancia que tienen los abuelos en la familia y en la sociedad.
Las personas mayores también tienen una misión que cumplir y una gracia especial para llevarla a cabo: la oración de los mayores representa un gran don para la Iglesia.
Les ofrecemos a continuación el texto completo de la catequesis del Papa:
La familia: los abuelos.
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la catequesis de hoy proseguimos la reflexión sobre los abuelos, considerando el valor y la importancia de su papel en la familia. Lo hago identificándome con estas personas, porque yo también pertenezco a este grupo de edad. Cuando estuve en Filipinas, el pueblo filipino me saludaba diciendo: “Lolo Kiko”, es decir, “abuelo Francisco”, “Lolo Kiko”, decían.
Es importante subrayar una primera cosa: es verdad que la sociedad tiende a descartarnos, pero ciertamente el Señor no, ¿eh? El Señor no nos descarta jamás. Él nos llama a seguirlo en cada edad de la vida y también la ancianidad contiene una gracia y una misión, una verdadera vocación del Señor.
La ancianidad es una vocación. No es el momento todavía de “tirar los remos en la barca”. Este periodo de la vida es diverso de los precedentes, no hay dudas: debemos también “inventárnoslo” un poco, porque nuestras sociedades no están listas, espiritualmente y moralmente, para darle su pleno valor.
Antes, en efecto, no era tan normal tener tiempo a disposición, hoy lo es mucho más. Y también la espiritualidad cristiana ha sido tomada un poco de sorpresa; se trata de delinear una espiritualidad de las personas ancianas. ¡Pero gracias a Dios, no faltan los testimonios de santos y santas!
Me impresionó mucho la “Jornada de los ancianos” que celebramos aquí, en la plaza de San Pedro, el año pasado. La plaza estaba llena: escuché historias de ancianos que se entregan por los otros. Y también historias de parejas, de matrimonios, que vienen y dicen: “Hoy cumplimos 50 años de matrimonio”, “hoy cumplimos 60 años de matrimonio”… Yo digo, ¡háganlo saber a los jóvenes que se cansan rápido!
El testimonio de los ancianos en la fidelidad. Y en esta plaza había tantos ese día. Es una reflexión para continuar, en ámbito ya sea eclesial que civil. El Evangelio nos ayuda con una imagen muy bella, conmovedora y alentadora. Es la imagen de Simeón y Ana, de los cuales nos habla el Evangelio de la infancia de Jesús, escrito por San Lucas.
Eran ciertamente ancianos, el “viejo” y la “profetisa” Ana, que tenía 84 años. No escondía la edad esta mujer. El Evangelio dice que esperaban la venida de Dios, cada día, con gran fidelidad, desde hacía muchos años. Querían precisamente verlo aquel día, captar los signos, intuir el comienzo.
Quizás estaban también ya un poco resignados a morir antes: pero aquella larga espera seguía ocupando toda su vida, no tenían compromisos más importantes que éste: esperar al Señor y rezar.
Y bien, cuando María y José llegaron al templo para cumplir las prescripciones de la Ley, Simeón y Ana dieron un salto, animados por el Espíritu Santo (cfr. Lc 2, 27). El peso de la edad y de la espera desapareció en un momento. Ellos reconocieron al Niño y descubrieron una nueva fuerza, para una nueva tarea: dar gracias y dar testimonio por este Signo de Dios.
Simeón improvisó un bellísimo himno de júbilo (cfr. Lc, 2, 29-32) – fue un poeta en aquel momento - y Ana se transformó en la primera predicadora de Jesús: “hablaba del Niño a cuantos esperaban la redención de Jerusalén” (Lc 2,38).
Queridos abuelos, queridos ancianos, ¡pongámonos en la estela de estos viejos extraordinarios! Volvámonos también nosotros un poco ‘poetas de la oración’: tomémosle el gusto a buscar palabras nuestras, recobremos las que nos enseña la Palabra de Dios. ¡Es un gran don para la Iglesia, la oración de los abuelos y de los ancianos!
La oración de los ancianos y abuelos es un don para la Iglesia, ¡es una riqueza! Una gran inyección de sabiduría también para la entera sociedad humana: sobre todo para aquella parte que está demasiado ocupada, demasiado absorbida, demasiado distraída. Alguien tiene que cantar, también para ellos; cantar los signos de Dios, proclamar los signos de Dios, ¡rezar por ellos!
Miremos a Benedicto XVI, quien ha elegido pasar en la oración y en la escucha de Dios la última parte de su vida. ¡Esto es bello! Un gran creyente del siglo pasado, de tradición ortodoxa, Olivier Clément, decía: “Una civilización en la que ya no se ora es una civilización en la que la vejez carece de sentido. Y esto es aterrador, tenemos necesidad de ancianos que oren porque la vejez se nos da para esto”.
Tenemos necesidad de ancianos que recen, porque la vejez se nos da precisamente para esto. Es una bella cosa la oración de los ancianos.
Nosotros podemos agradecer al Señor los beneficios recibidos, y llenar el vacío de ingratitud que lo rodea. Podemos rogar por las expectativas de las nuevas generaciones y dar dignidad a la memoria y los sacrificios de las pasadas.
Nosotros podemos recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es árida. Podemos decirles a los jóvenes temerosos que la angustia del futuro se puede vencer. Podemos enseñar a los jóvenes demasiado enamorados de sí mismos, que hay más alegría en dar que en recibir.
Los abuelos y abuelas forman el “coro” permanente de un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y el cántico de alabanza sostienen la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida.
La oración, finalmente, purifica incesantemente el corazón. La alabanza y la súplica a Dios previenen el endurecimiento del corazón en el resentimiento y el egoísmo. ¡Qué feo es el cinismo de un anciano que ha perdido el sentido de su testimonio, desprecia a los jóvenes y no comunica una sabiduría de vida!
¡En cambio qué bello es el aliento que el anciano logra transmitir al joven en busca del sentido de la fe y de la vida! Es verdaderamente la misión de los abuelos, la vocación de los
ancianos.
Las palabras de los abuelos tienen algo de especial para los jóvenes. Y ellos lo saben. Las palabras que mi abuela me dio por escrito el día de mi ordenación sacerdotal, las llevo todavía conmigo siempre en el breviario, y las leo a menudo, y me hacen bien.
¡Cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos! Y esto es lo que hoy le pido al Señor: ¡este abrazo!».

Papa Francisco: Que los ancianos sean venerados.

«Cómo quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con un nuevo abrazo desbordante de alegría entre jóvenes y ancianos ¡Es lo que pido hoy al Señor: este abrazo!», dijo el Papa Francisco renovando su exhortación y anhelo - en particular en el camino cuaresmal -  a los peregrinos de varias lenguas en la Plaza de San Pedro:
«Deseo que las comunidades cristianas brinden al mundo un testimonio de respeto y veneración hacia los ancianos, conscientes de que ellos pueden transmitir de forma privilegiada el sentido de la fe y de la vida.
Invito a todos sobre todo, en este tiempo favorable de la Cuaresma, a empeñarse en la construcción de una sociedad a medida del hombre, en la que haya espacio para la acogida de cada uno, sobre todo cuando es anciano, enfermo, pobre y frágil».
El recuerdo entrañable de su amado Predecesor,  San Juan Pablo II, en el saludo del Papa Bergoglio a los peregrinos polacos:
«Han venido a rezar ante la tumba de San Juan Pablo II, en el décimo aniversario de su muerte. Guarden siempre la memoria de su enseñanza y sean fieles a Dios y a la patria. En el contexto de la catequesis de hoy deseo a todos los presentes que sean fieles a la tradición de los Padres, encontrando  así la alegría en la cordial relación entre los jóvenes y los ancianos».
El Papa Francisco bendijo Camino de Luz y el bastón de Santa Teresa, recordándola en el V centenario de su nacimiento y presentándola como modelo para los jóvenes,  los enfermos y  los recién casados:
«En este mes recordamos el quinto centenario del nacimiento en Ávila de Santa Teresa de Jesús. Que su vigor espiritual los estimule a ustedes, queridos jóvenes, a testimoniar con alegría la fe en sus vidas. Que su confianza en Cristo Salvador  los sostenga a ustedes, queridos enfermos, en los momentos de mayor desaliento. Y que su infatigable apostolado los invite a ustedes, recién casados, a poner en el centro a Cristo en sus hogares conyugales»
Cuatro peregrinos especiales - los de Camino de Luz - se sumaron a los miles, provenientes de todo el mundo,  en la audiencia general de este miércoles. Se trata de la peregrinación  carmelita, que ha llevado el bastón original de Santa Teresa de Jesús  a 30  países,  en los 5 continentes, con motivo del V Centenario del Nacimiento de la Santa de Ávila, Doctora de la Iglesia.
La etapa ante el Obispo de Roma ha querido ser el broche de oro, la última antes de volver a España, para celebrar el 28 de marzo – día en que se cumplen 500 años del nacimiento de Santa Teresa. Esta peregrinación mundial, empezó el 15 de octubre, en la memoria litúrgica de la ‘santa andariega’.

Monday, March 09, 2015

Papa Francisco: los buenos teólogos, como los buenos pastores, huelen a pueblo y a calle

Con ocasión de los cien años de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina (U.C.A), el Papa Francisco envió una carta al cardenal Mario Aurelio Poli, Gran Canciller de dicho Ateneo. “Enseñar y estudiar teología significa vivir en una frontera -escribe el Pontífice-. Debemos guardarnos de una teología que se agota en la disputa académica o que contempla la humanidad desde un castillo de cristal. Se aprende para vivir: teología y santidad son un binomio inseparable”. Francisco añade que la teología que desarrollan debe basarse en la Revelación, en la Tradición, debe acompañar los procesos culturales y sociales, y también hacerse cargo de los conflictos, “no sólo de los que experimentamos dentro de la Iglesia, sino también de los que afectan a todo el mundo”.
El Obispo de Roma continúa su carta animando a todos los componentes de la Facultad a no conformarse con una teología “de despacho” y a no caer en la tentación de acomodarla un poco ya que “también los buenos teólogos, como los buenos pastores, huelen a pueblo y a calle”. Asimismo los alienta a que estudien cómo reflejar en la teología la centralidad de la misericordia, porque “sin misericordia, -enfatiza- se corre el riesgo de caer en la mezquindad burocrática o en la ideología. Comprender la teología es comprender a Dios, que es Amor”. El Santo Padre finaliza recordando que la U.C.A no forma teólogos de museo que acumulan datos, ni “balconeros” de la historia, sino personas capaces de construir en torno a ellos la humanidad y de “transmitir la divina verdad cristiana en una dimensión verdaderamente humana”.

Papa Francisco: Dios actúa en la humildad y el silencio

Dios actúa en la humildad y en el silencio, su estilo no es el espectáculo, reiteró el Papa Francisco en la Misa matutina en la Casa de Santa Marta. En el Evangelio del día, Jesús reprocha a los habitantes de Nazaret por su falta de fe. Al comienzo, lo escuchan con admiración, pero luego estalla ‘la ira, la indignación’:
«En aquel momento, a esta gente, que escuchaba con gusto lo que decía Jesús, no le gustó lo que decía a uno, dos o tres, y quizá algún chismoso se levantó y dijo: ‘¿Pero de qué viene a hablarnos éste? ¿Dónde estudió para decirnos estas cosas? ¡Que nos muestre su doctorado! ¿En qué Universidad estudió? Éste es el hijo del carpintero y lo conocemos bien’. Estalló la furia, también la violencia. Lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina, para despeñarlo».
Es un estilo que atraviesa ‘toda la historia de la salvación’
La primera lectura habla de Naamán, comandante del ejército sirio, leproso. El profeta Elíseo le dice que se bañe siete veces en el Jordán para sanarse y también él se indigna, porque pensaba en un gesto más grande. Luego escucha el consejo de los siervos, hace lo que el profeta le dice y la lepra desaparece. Tanto los habitantes de Nazaret como Naamán – señaló el Papa – ‘querían espectáculo’, pero ‘el estilo del buen Dios no es el de dar espectáculo: Dios actúa en la humildad, en el silencio, en las cosas pequeñas’. Ello a partir de la Creación, donde el Seño no agarra una ‘varilla mágica’, sino que crea al hombre ‘con el fango’. Es un estilo que atraviesa ‘toda la historia de la salvación’:
«Cuando quiso liberar a su pueblo, lo liberó por la fe y la confianza de un hombre, Moisés. Cuando quiso hacer caer la poderosa ciudad de Jericó, lo hizo a través de una prostituta. También para la conversión de los samaritanos pidió el trabajo de otra pecadora. Cuando él envió a David a luchar contra Goliat, parecía una locura: el pequeño David ante ese gigante, que tenía una espada, tenía tantas cosas. Y David sólo una honda y piedras. Cuando le dijo a los Magos que había nacido el Rey, el Gran Rey ¿qué encontraron ellos? A un niño, en un pesebre. Las cosas simples, la humildad de Dios, éste es el estilo divino, nunca el espectáculo».
Así actúa el Señor, en la humildad y lo mismo nos pide a nosotros
El Papa recordó que ‘también una de las tres tentaciones de Jesús en el desierto: el espectáculo’. Satanás lo invita a tirarse desde el pináculo del Templo para que, viendo el milagro, la gente pueda creer en Él. Pero ‘el Señor se revela en la sencillez y en la humildad’. ‘Nos hará bien en esta Cuaresma – concluyó el Papa Francisco – pensar en nuestra vida, sobre cómo el Señor nos ha ayudado,, cómo el Señor nos hecho ir adelante, y encontraremos que siempre lo ha hecho con cosas simples’:
«Así actúa el Señor: hace las cosas simplemente. Te habla silenciosamente al corazón. Recordemos en nuestra vida las tantas veces que hemos oído estas cosas: la humildad de Dios es su estilo.  Y también en la celebración litúrgica, en los sacramentos ¡qué lindo que es que se manifieste la humildad de Dios y no en el espectáculo mundano. Nos hará bien recorrer nuestra vida y pensar en las tantas veces que el Señor nos ha visitado con su gracia. Y siempre con este estilo humilde, el estilo que también Él nos pide a nosotros: la humildad».

Papa Francisco: El látigo de Dios es su misericordia

Como cada domingo, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.


Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice argentino les dijo:
"Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos presenta el episodio de la expulsión de los vendedores del templo. Jesús "hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, con sus ovejas y sus bueyes", el dinero, todo. Este gesto suscitó una fuerte impresión, en la gente y los discípulos. Apareció claramente como un gesto profético, tan es así que algunos de los presentes preguntaron a Jesús, pero dinos: '¿Qué gesto nos muestras para hacer estas cosas? ¿Quién eres tú para hacer estas cosas? Muéstranos un signo de que tienes autoridad para hacerlas'. Buscaban una señal divina, prodigiosa que acreditase a Jesús como enviado de Dios. Y Él respondió: 'Destruid este templo y en tres días lo volveré a levantar'. Le replicaron: 'Este templo ha sido construido en cuarenta y seis años, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?'. No habían entendido que el Señor se refería al templo vivo de su cuerpo, que habría sido destruido con la muerte en la cruz, pero que habría resucitado al tercer día. Por eso, en tres días. "Cuando resucitó de entre los muertos --escribe el Evangelista-- sus discípulos recordaron que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado Jesus".
En efecto, este gesto de Jesús y su mensaje profético se entienden plenamente a la luz de su Pascua. Aquí tenemos, según el Evangelista Juan, el primer anuncio de la muerte y resurrección de Cristo: su cuerpo, destruido en la cruz por la violencia del pecado, se convertirá en la Resurrección en el lugar de la cita universal entre Dios y los hombres. Y Cristo Resucitado es precisamente el lugar de la cita universal de todos, entre Dios y los hombres. Por eso su humanidad es el verdadero templo, donde Dios se revela, habla, se deja encontrar; y los verdaderos adoradores, los verdaderos adoradores de Dios, no son los custodios del templo material, los poseedores del poder o del saber religioso, son aquellos que adoran a Dios "en espíritu y verdad".
En este tiempo de Cuaresma nos estamos preparando para la celebración de la Pascua, cuando renovaremos las promesas de nuestro Bautismo. Caminemos por el mundo como Jesús y hagamos de toda nuestra existencia un signo de su amor por nuestros hermanos, especialmente los más débiles y los más pobres, nosotros construimos a Dios un templo en nuestra vida. Y de así lo hacemos 'encontrable' para tantas personas que encontramos en nuestro camino. Si somos testigos de este Cristo vivo, mucha gente encontrará a Jesús en nosotros, en nuestro testimonio. Pero, nos preguntamos, y cada uno de nosotros se puede preguntar, ¿el Señor se siente verdaderamente como en casa en mi vida? ¿Le permito que haga 'limpieza' en mi corazón y eche a los ídolos, o sea aquellas actitudes de codicia, celos, mundanidad, envidia, odio, aquella costumbre de hablar mal y 'despellejar' a los otros? ¿Le dejo hacer limpieza de todos los comportamientos contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos, como hoy hemos escuchado en la primera lectura? Cada uno se puede responder a sí mismo, en silencio en su corazón. ¿Permito que Jesús haga un poco de limpieza en mi corazón? 'Padre, tengo miedo de que me apalee'. Pero Jesús jamás apalea. Jesús hará limpieza con ternura, con misericordia, con amor. La misericordia es su manera de hacer limpieza. Dejemos, cada uno de nosotros, dejemos que el Señor entre con su misericordia --no con el látigo, no, con su misericordia-- a hacer limpieza en nuestros corazones. El látigo de Jesús con nosotros es su misericordia. Abrámosle la puerta para que haga un poco de limpieza.
Cada Eucaristía que celebramos con fe nos hace crecer como templo vivo del Señor, gracias a la comunión con su cuerpo crucificado y resucitado. Jesús conoce aquello que hay en cada uno de nosotros, y conoce también nuestro más ardiente deseo: el de ser habitados por Él, sólo por Él. Dejémoslo entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestros corazones. Que María Santísima, que es la morada privilegiada del Hijo de Dios, nos acompañe y nos sostenga en el itinerario cuaresmal, para que podamos redescubrir la belleza del encuentro con Cristo, que es el único que nos libera y nos salva".
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del ángelus:
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Pontífice:
"Queridos hermanos y hermanas,
Doy una cordial bienvenida a los fieles de Roma y a todos los peregrinos procedentes de varias partes del mundo. Saludo a los fieles de Curitiba, Brasil; a los grupos parroquiales de Treviso, Génova, Crotone y L’Aquila, y a los de la zona de Domodossola; dirijo un pensamiento especial a los chicos de Garda que han recibido la Confirmación.
Durante esta Cuaresma, tratemos de estar más cerca de las personas que están viviendo momentos de dificultad: cercanos con el afecto, con la oración y con la solidaridad".
El Obispo de Roma dedicó también unas palabras a las mujeres:
"Y hoy, 8 de marzo, ¡un saludo a todas las mujeres! A todas las mujeres que cada día tratan de construir una sociedad más humana y acogedora. Y un gracias fraterno también a las que de mil maneras testimonian el Evangelio y trabajan en la Iglesia. Y ésta es para nosotros una ocasión para reafirmar la importancia de las mujeres y la necesidad de su presencia en la vida. Un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo estéril, porque las mujeres no sólo traen la vida sino que nos transmiten la capacidad de ver más allá --ven más allá de ellas--, nos transmiten la capacidad de entender el mundo con ojos distintos, de sentir las cosas con corazón más creativo, más paciente, más tierno. ¡Una oración y una bendición particular para todas las mujeres aquí presentes en la Plaza y para todas las mujeres! ¡Un saludo!"
Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:
"Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!"

Oriente y occidente frente al Misterio de la Santisima Trinidad

El santo padre Francisco ha participado hoy en la segunda prédicación con motivo de la cuaresma en la Capilla Redemptor Mater, en el Palacio Apostólico, realizada por el sacerdote capuchino Raniero Cantalamessa.  A continuación el texto completo.
Oriente y occidente frente al misterio de la Trinidad
1. Poner en común lo que nos une
La reciente visita del papa Francisco en Turquía, que terminó con un encuentro con el patriarca ortodoxo Bartolomé, y sobre todo su exhortación a compartir plenamente la fe común del Oriente cristiano y el Occidente latino, me han convencido de la utilidad de usar las meditaciones cuaresmales de este año para satisfacer este deseo del Papa, que es también el de toda la cristiandad.
Este deseo de compartir no es nuevo. El Concilio Vaticano II, en la Unitatis redintegratio, instó a una consideración especial de las Iglesias orientales y sus riquezas (UR, 14). San Juan Pablo II, en su carta apostólica Orientale lumen de 1995, escribió:
“Dado que creemos que la venerable y antigua tradición de las Iglesias Orientales forma parte integrante del patrimonio de la Iglesia de Cristo, la primera necesidad que tienen los católicos consiste en conocerla para poderse alimentar de ella y favorecer, cada uno en la medida de sus posibilidades, el proceso de la unidad”1.
El mismo santo Pontífice ha formulado un principio que creo que es fundamental para el camino de la unidad: “la puesta en común de tantas cosas que nos unen y que son ciertamente más que las que nos separan”2. La Ortodoxia y la Iglesia católica comparten la misma fe en la Trinidad; en la Encarnación del Verbo; en Jesucristo, que es verdadero Dios y verdadero hombre en una persona, que murió y resucitó por nuestra salvación, que nos ha dado el Espíritu Santo; creemos que la Iglesia es su cuerpo animado por el Espíritu Santo; que la Eucaristía es “fuente y culmen de la vida cristiana”; que María es la Theotokos, la Madre de Dios; que tenemos como destino la vida eterna. ¿Qué puede ser más importante que esto? Las diferencias intervienen en la manera de entender y explicar algunos de estos misterios, así que son secundarias, no primarias.
En el pasado, las relaciones entre la teología oriental y la teología latina estuvieron marcadas por un notable tinte apologético y polémico. Se insistía sobre todo (en los últimos tiempos, tal vez con un tono más irenista) en lo que distingue y que cada uno creía tener diferente y más correcto que el otro. Es hora de invertir esta tendencia y dejar de insistir obsesivamente en las diferencias (a menudo basadas en una forzadura, si no en una deformación, del pensamiento del otro) y en su lugar juntar lo que tenemos en común y nos une en una única fe. Lo exige perentoriamente el deber común de proclamar la fe en un mundo profundamente cambiado, con preguntas e intereses distintos de los de la época en la que nacieron las diferencias, y que, en su gran mayoría, ya no entiende el sentido de muchas de nuestras finas distinciones y está a años luz de distancia de ellas.
Hasta el momento, en un esfuerzo por promover la unidad entre los cristianos, se impuso una línea que puede formularse como: “resolver primero las diferencias, y luego compartir lo que tenemos en común”; la línea que prevalece cada vez más en los ambientes ecuménicos es: “compartir lo que tenemos en común y luego resolver, con paciencia y respeto mutuo, las diferencias”.
El resultado más sorprendente de este cambio de perspectiva es que las mismas diferencias doctrinales reales, en lugar de parecernos un “error”, o una “herejía” del otro, comienzan a parecernos cada vez más a menudo como compatibles con nuestra propia posición y, a menudo, incluso como un necesario correctivo y enriquecimiento de la misma. Se ha tenido un ejemplo concreto, en otro frente, con el acuerdo de 1999 entre la Iglesia católica y la Federación Mundial de las Iglesias luteranas, respecto a la justificación por la fe.
Un sabio pensador pagano del siglo IV, Quinto Aurelio Símaco, recordaba una verdad que adquiere todo su valor cuando se aplica a las relaciones entre las diferentes teologías de Oriente y Occidente: “Uno itinere non potest perveniri ad tam grande secretum”3: “no se puede llegar a un misterio tan grande por uno solo camino”. En estas meditaciones trataremos de mostrar no sólo la necesidad, sino también la belleza y la alegría de encontrarnos en la cumbre para contemplar la misma maravillosa vista de la fe cristiana, aunque se haya alcanzado por vertientes diferentes.
Los grandes misterios de la fe, en los que vamos a tratar de verificar el acuerdo de fondo, a pesar de la diversidad de las dos tradiciones, son el misterio de la Trinidad, la persona de Cristo, el Espíritu Santo, la doctrina de la salvación. Dos pulmones, una única respiración: esta será la convicción que nos guiará en nuestro viaje de reconocimiento. El papa Francisco habla en este sentido de “diferencias reconciliadas”: no silenciadas o banalizadas, sino reconciliadas. Tratándose de simples predicaciones cuaresmales, es evidente que tocaré estos problemas complejos sin ninguna pretensión de exhaustividad, con una intención y una orientación práctica, más que especulativa.
Me dispongo a esta empresa con mucha humildad y casi de puntillas, sabiendo lo difícil que es despojarse de su propias categorías, para asumir las de los demás. Me consuela el hecho de que los Padres griegos, junto con los latinos, han sido durante años mi pan de cada día de estudio y muchos autores ortodoxos posteriores (Simeón el Nuevo Teólogo, Cabasilas, la Philokalia, Serafín de Sarov) han sido mi constante fuente de inspiración en el ministerio de la predicación, por no hablar de los iconos que son las únicas imágenes ante las cuales puedo rezar.
2. Unidad y trinidad de Dios
Comenzamos nuestro ascenso afrontando el misterio de la Trinidad, es decir a partir de la montaña más alta, el Everest de la fe4. En los primeros tres siglos de vida de la Iglesia, a medida que se iba explicitando la doctrina de la Trinidad, los cristianos se vieron expuestos a la misma acusación que ellos habían dirigido a los paganos: la de creer en más de una divinidad, de ser también ellos politeístas. Por eso el credo de los cristianos que, en todas sus distintas redacciones, durante tres siglos comenzaba con las palabras “Creo en Dios” (Credo in Deum), a partir del siglo IV, registra un pequeño, pero significativo añadido que ya no será omitido después: “Creo en un solo Dios” (Credo in unum Deum).
No es necesario rehacer aquí el camino que llevó a este resultado, podemos sin duda iniciar por la conclusión. Hacia el final del IV siglo se concluye la transformación del monoteísmo del Antiguo Testamento en el monoteísmo trinitario de los cristianos. Los latinos expresaban los dos aspectos del misterio con la fórmula “una sustancia y tres personas”, los griegos con la fórmula “tres hipostásis, una sola sustancia”. Después de un acalorado debate, el proceso se concluyó aparentemente con un acuerdo total entre las dos teologías: “¿Se puede concebir - exclamaba san Gregorio Nazianzeno - un acuerdo más pleno y decir más absolutamente que así la misma cosa, aún si con palabras distintas?”5.
Una diferencia, en realidad, permanecía entre las dos formas de expresar el misterio. Hoy en día es habitual expresarla así: los griegos y los latinos, en la consideración de la Trinidad, se mueven por lados opuestos; los griegos parten de las personas divinas, es decir, de la pluralidad, para alcanzar la unidad de naturaleza; los latinos, viceversa; parten de la unidad de la naturaleza divina, para alcanzar las tres personas. “El latino, ha escrito un historiador francés del dogma, considera la personalidad como una forma de la naturaleza; el griego considera la naturaleza como el contenido de la persona”6.
Yo creo que la diferencia se puede expresar también de otra forma. Ambos, latinos y griegos, parten de la unidad de Dios; sea el símbolo griego que el latino comienzan diciendo: “Creo en un solo Dios”. Solamente que esta unidad para los latinos es concebida aún como impersonal o pre-personal; es la esencia de Dios que se especifica después en Padre, Hijo y Espíritu santo, sin, naturalmente, ser pensada como preexistente a las personas. En la teología latina, el tratado “De Deo uno”, sobre Dios uno, siempre ha precedido el tratado “De Deo trino”, es decir sobre la Trinidad.
Para los griegos, sin embargo, se trata de una unidad ya personalizada, porque para ellos “la unidad es el Padre, del cual y hacia el cual se cuentan las otras personas”7. El primer artículo del credo de los griegos dice también “Creo en un solo Dios Padre omnipotente”, pero “Padre omnipotente” aquí no está separado de “un solo Dios”, como en el credo latino, sino que hace un todo uno con ello. La coma no está después de la palabra “Dios”, sino después de la palabra “omnipotente”. El sentido es: “Creo en un solo Dios que es el Padre omnipotente”. La unidad de las tres personas divinas es dada por ellos, del hecho de que el Hijo está perfectamente (sustancialmente) “unido” al Padre, como lo está también el Espíritu Santo al Hijo” 8.
Uno y otro modo de acercarse al misterio es legítimo, pero hoy se tiende cada vez más a preferir el modelo griego, en el que la unidad en Dios no es separable de la trinidad, sino que forma un único misterio y proviene de un único acto. En pobres palabras humanas, podemos decir lo que sigue. El Padre es la fuente, el origen absoluto del movimiento del amor. El Hijo no puede existir como Hijo si no recibe del Padre todo lo que es. “Es por causa del Padre - por el hecho de que el Padre existe - que existen también el Hijo y el Espíritu”, escribe Damasceno9.
El Padre es el único, también en el ámbito de la Trinidad, absolutamente el único, que no necesita ser amado para poder amar. Solo en el Padre se realiza la perfecta ecuación: ser es amar; para las otras personas divinas, ser es ser amado.
El Padre es relación eterna de amor y no existe fuera de esta relación. No se puede, por tanto, concebir al Padre en primer lugar como el ser supremo y sucesivamente reconocer en él una eterna relación de amor. Se debe hablar del Padre, como eterno acto de amor. El Dios único de los cristianos es por tanto el Padre; pero no concebido separadamente (¿cómo puede llamarse “padre”, si no porque tiene un hijo?), sino como el Padre siempre en acto de generar al Hijo y donarse a él con un amor infinito que les une a ambos y que es el Espíritu Santo. Unidad y trinidad de Dios surgen eternamente de un único acto y son un único misterio.
He dicho que hoy muchos, también en occidente, tienden a preferir el modelo griego (y yo mismo estoy entre estos); sin embargo debemos enseguida añadir que esto no significa renegar la aportación de la teología latina. Si, de hecho, la teología griega ha dado, por así decir, el esquema y la actitud justa para hablar de la Trinidad, el pensamiento latino le ha asegurado, con Agustín, el contenido de fondo y el alma, que es el amor.
Él funda su discurso de la Trinidad sobre la definición “Dios es amor” (1 Jn 4, 16), y ve en el Espíritu Santo el amor mutuo entre el Padre y el Hijo, según la tríada amante, amado, amor, que sus seguidores medievales explicitaron e hicieron casi canónica10. Sobre ella el teólogo Heribert Mühlen ha fundado recientemente su concepción del Espíritu Santo como el “Nosotros” divino, la koinonia personificada entre el Padre y el Hijo en la Trinidad, y, de forma distintas, entre todos los bautizados en la Iglesia11.
El primero de los orientales en valorar esta contribución de la teología latina fue san Gregorio Palamas que, en el siglo XIV, conoció finalmente en persona el tratado sobre la Trinidad de san Agustín. Escribió:
“El Espíritu del altísimo Verbo es como el amor inefable del Padre por su Verbo, generado de forma inefable; amor que este mismo Verbo e Hijo predilecto del Padre tiene, a su vez, por el Padre, en cuanto que posee al Espíritu que junto a él proviene del Padre y que descansa en él, en cuanto a él connatural”12.
La apertura de Palamas es retomada hoy, en otro contexto, por un conocido teólogo ortodoxo actual, cuando escribe: “La Expresión ‘Dios es amor’ significa que Dios ‘existe’ en cuanto Trinidad, como ‘persona’ y no como sustancia. El amor no es una consecuencia o una ‘propiedad’ de la sustancia divina… sino lo que constituye su sustancia”13. Me parece una explicación compatible con la definición que santo Tomás de Aquino, sobre la estela de Agustín, da de las personas divinas como “relaciones subsistentes”14.
La diferencia y la complementariedad de las dos teologías no se limita sin embargo solo a la forma de concebir el ser y las relaciones internas a la Trinidad. Aún con alguna excepción (entre los latinos, la de Agustín), es evidente que los griegos están más interesados a la Trinidad inmanente, fuera del tiempo, mientras los latinos están más interesados en la Trinidad económica, es decir como ésta se ha revelado en la historia de la salvación. Los unos según el genio propio, están más interesados en el ser y en la ontología, y los otros al manifestarse, es decir, a la historia. En esta luz, se comprende la costumbre de los latinos de iniciar el discurso sobre Dios con el tratado “Sobre Dios uno”, en vez de “Sobre Dios trino” y se entienden también los motivos que hay de mantener esta tradición, como riqueza para todos. En la historia de la salvación de hecho - lo veremos enseguida - la revelación del Dios uno ha precedido la del Dios trino.
El signo más evidente de esta diferencia de actitud son las dos formas distintas de representar la Trinidad en la iconología griega y en el arte occidental. El icono canónico de la ortodoxia, que tiene como su cumbre en Rublev, representa la Trinidad con las figuras de tres ángeles iguales y distintos, ubicados en torno a una mesa. Todo emana una paz y unidad sobrehumana. La historia de la salvación no es ignorada, como demuestra la referencia al episodio de Abrahán que acoge a los tres huéspedes, y la mesa eucarística entorno a la cual los tres están sentados, pero ésta permanece en el fondo.
En el arte occidental, desde la Edad Media en adelante, la Trinidad es representada de otra forma. Se ve al Padre que con los brazos extendidos toma los dos extremos de la cruz y, entre el rostro del Padre y el de Crucificado, asoma una paloma que representa el Espíritu Santo. Los ejemplos más conocidos son la Trinidad de Masaccio en Santa María Novella en Florencia y la de Dürer en el museo de Viena, pero se encuentran otros innumerables ejemplos, a nivel tanto popular como artístico. El Greco representa el Padre que rige en su seno el Hijo Jesús depuesto de la cruz bajo la paloma del Espíritu. Es la Trinidad como se ha revelado a nosotros en la historia de la salvación que tiene su vértice en la cruz de Cristo.
3. Dos caminos para mantener abiertos
Hagamos ahora un paso hacia adelante y busquemos la manera de ver cómo la fe cristiana tiene necesidad de tener abiertos y recorribles ambos caminos al misterio trinitario hasta aquí delineado. Dicho de manera esquemática. La Iglesia necesita acoger en plenitud el enfoque de la Ortodoxia a la Trinidad en su vida interior, o sea en la oración, en la contemplación, en la liturgia, en la mística: tiene necesidad de tener presente el enfoque latino en su misión evangelizadora ad extra.
No hay necesidad de demostrar el primer punto. A propósito, basta acoger con alegría y reconocimiento el riquísimo patrimonio de espiritualidad que viene de la tradición griega y bizantina y que varios teólogos ortodoxos, en tiempos recientes, han defendido y hecho accesible al público occidental15. Un texto de san Basilio expresa bien la orientación de fondo de la visión ortodoxa:
“El camino del conocimiento de Dios procede del único Espíritu, a través del único Hijo hasta el único Padre; inversamente, la bondad natural, la santificación según la propia naturaleza, la dignidad real se difunden del Padre, por medio del Unigénito, hasta el Espíritu”16.
En otras palabras, en el plano del ser o de la salida de las criaturas de Dios, todo parte del Padre, pasa por el Hijo y llega a nosotros en el Espíritu; en el orden del conocimiento o del regreso de las criaturas a Dios, todo comienza con el Espíritu Santo, pasa por el Hijo Jesucristo y vuelve al Padre. La perspectiva es siempre la trinitaria.
Explico en cambio por qué es necesario, hoy más que nunca, sea en Oriente que en Occidente, conocer y practicar también el enfoque latino del misterio de Dios uno y trino. San Gregorio Nazianzeno, en un texto famoso sintetiza así el proceso que ha llevado a la fe en la trinidad:
“El Antiguo Testamento anunció de manera explícita del Padre, mientras la existencia del Hijo fue anunciada de una manera más obscura. El Nuevo Testamento manifestó la existencia del Hijo, mientras hizo entrever la naturaleza divina del Espíritu Santo. Ahora el Espíritu está presente en medio de nosotros y nos concede de manera más indistinta la propia manifestación. No hubiera sido conveniente, cuando aún no era confesada la divinidad del Padre, proclamar abiertamente la del Hijo, ni habría sido seguro ponerse encima el peso de la divinidad del Espíritu Santo cuando no había sido aceptada la del hijo”17.
La misma pedagogía divina la vemos actuada por Jesús. Él dice a los apóstoles que no les puede revelar todo lo que sabe de sí mismo y del Padre suyo, porque ellos no habrían sido “capaces de cargar el peso” (Jn 16, 12).
Ahora, es verdad que nosotros vivimos en el tiempo en el cual la Trinidad se ha plenamente revelado y que por lo tanto tenemos que vivir constantemente bajo esta “luz trisolar”, como la llaman algunos Padres antiguos, sin perdernos en la contemplación de un Dios “ser supremo”, más cerca al Dios de los filósofos que a aquel revelado por Jesús. Pero ¿qué decir del mundo no creyente, secularizado que nos circunda y que de todos modos tienen que ser nuevamente evangelizado? ¿No está éste en las mismas condiciones del mundo antes de la venida de Cristo? ¿No tenemos que usar hacia él la misma pedagogía que Dios ha usado con la humanidad entera al revelarse?
Por lo tanto también nosotros tenemos que ayudar a nuestros contemporáneos a descubrir, antes de todo que Dios existe, que nos ha creado por amor, que es un padre bueno y se ha revelado a nosotros en la persona de Jesús. ¿Podemos honestamente comenzar nuestra evangelización hablando de las tres personas divinas? ¿No sería también esto, para usar la imagen de san Gregorio, poner en las espaldas de la gente un peso que no es capaz de soportar?
Hay que notar una cosa importante: El Padre que, según Gregorio Nazianzeno, se ha revelado primero en el Antiguo Testamento, no es aún “el Padre nuestro del Señor Jesucristo”, o sea un padre verdadero de un hijo verdadero; no es el Dios Padre de la Trinidad; esta revelación se realiza solamente con Jesús. Es aún el padre en sentido metafórico, en el sentido de “padre de su pueblo Israel” y, para los paganos, “padre del cosmos”, “padre celeste”. También para san Gregorio por lo tanto, la revelación sobre Dios ha comenzado con el “Dios uno”.
Hay un sentido por el cual la palabra “Dios” puede y tiene que ser usada para designar lo que las tres personas divinas tienen en común, o sea toda la Trinidad 18, sea con la Escritura que con los Padres antiguos, entendemos este elemento común como “naturaleza”, sustancia, o esencia (2 Pe 1, 4: “participantes de la divina naturaleza”, theia physis); sea como lo propone Johannes Zizioulas, lo entendemos como “ser en comunión”19.
La Iglesia tiene que encontrar el modo de anunciar el misterio de Dios uno y trino con categorías apropiadas y comprensibles a los hombres del propio tiempo. Así lo hicieron los padres de la Iglesia y los concilios antiguos, y es en esto, sobre todo, que consiste la fidelidad a ellos. Es difícil pensar que se pueda presentar a los hombres de hoy el misterio trinitario en los mismos términos de sustancia, hipóstasis, propiedad y relación subsistente, aunque la Iglesia no podrá nunca renunciar a usarlos en el ámbito de su teología y en los ámbitos de profundización de la fe.
Si hay algo en el lenguaje antiguo de los Padres, que la experiencia del anuncio demuestra que aún es capaz de ayudar a los hombres de hoy, si no a explicar al menos para que se hagan una idea de la Trinidad, esto es justamente el de Agustín que hace perno sobre el amor. El amor es por si mismo, comunión y relación; no existe amor excepto que entre dos o más personas. Cada amor es el movimiento de un ser hacia otro ser, acompañado por el deseo de unión. Entre las criaturas humanas esta unión es siempre incompleta y transitoria, aun en los amores más ardientes: solamente entre las personas divinas la unión se realiza en un modo de tal manera total que de los Tres, hace eternamente un solo Dios. Este es un lenguaje que también el hombre de hoy está en condiciones de entender.
4.Unidos en la adoración de la Trinidad
San Agustín nos sugiere la mejor manera para concluir esta reconstrucción de las dos vías de enfoque hacia el misterio de la Santísima Trinidad. Cuando se quiere cruzar un brazo de mar, dice, la cosa más importante no es quedarse en la costa y agudizar la vista para ver lo que hay en la orilla opuesta, sino subir a la barca que los lleva a aquella orilla. Así para nosotros la cosa más importante no es especular sobre la Trinidad, sino quedarnos en la fe de la Iglesia que es la barca que lleva a ella20.Nosotros no podemos abrazar el océano, pero sí podemos entrar en él; por más esfuerzos que hagamos no podemos abrazar con nuestra mente el misterio de la Trinidad, aunque podemos hacer algo más bello aún: ¡entrar en él!
Hay un punto en el que nos encontramos unidos y concordes, sin ninguna diferenciación entre Oriente y Occidente, y es el deber y la alegría de adorar a la Trinidad. Solamente en la adoración practicamos realmente, no solamente con palabras pero también en los hechos, el apofatismo, o sea aquella regla de humilde restricción al hablar de Dios, de decir no diciendo. Adorar a la Trinidad, según un espléndido oxímoron de san Gregorio Nazianzeno, es elevar a ella un “himno de silencio”21. Adorar es reconocer a Dios como Dios, y a nosotros mismos como criaturas de Dios. Es “reconocer la infinita diferencia cualitativa entre el Creador y la criatura”22;reconocerla sin embargo libremente, con alegría, como hijos y no como esclavos. Adorar dice el apóstol, es “liberar la verdad prisionera de la injusticia del mundo”(cfr. Rm 1, 18).
Concluyamos recitando juntos la doxología, que desde la más remota antigüedad, se eleva idéntica a la Trinidad, desde Oriente y desde Occidente: “Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén”.
1Orientale lumen, n. 1
2Tertio millennio adveniente, n. 16.
3 Q. A. Symmacus, Relatio de arae Victoriae, III,10, en Monumenta Germaniae Historica”, Auctores antiquissimi Bd.6/1, rist. 1984.
4 Para una revisión crítica de las diferentes teologías de la Trinidad existentes hoy en las diversas Iglesias cristianas, cfr. Veli-Matti Kärkkäinen, The Trinity: Global Perspectives, Louisville, Kentucky, 2007.
5 Gregorio Nazianzeno, Oratio 42, 15 (PG 36, 476).
6 Th. De Régnon, Études de théologie positive sur la Sainte Trinité, I, París 1892, 433.
7 Gregorio Naz., Oratio. 42, 16 (PG 36, 4776).
8 Cfr. Gregorio de Nisa, Contra Eunomium 1,42 (PG 45, 464)
9 Juan Damasceno, De fide orthodoxa, I, 8 (PG 94, 824)
10 Agustín, De Trinitate,VIII, 9,14; IX, 2,2; XV,17,31; cfr. Ricardo de San Víctor, De Trin. III,2.18; S: Bonaventura, I Sent. d. 13, q.1.
11 Cf. H. Mühlen , Der Heilige Geist als Person. Ich - Du - Wir, Münster in W., 1963.
12 Gregorio Palamas, Capita physica, 36 (PG 150, 1145).
13 J. D. Zizioulas, Du personnage à la personne, in L’être ecclésial, Genève 1981, p. 38.
14 Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q.29, a. 4.
15 Cfr. V Lossky, La teología mística de la Iglesia de Oriente, Bolonia 1967 (ed. original Théologie mystique de l’Eglise d’Orient, París 1944; P. Evdokimov, La Ortodoxia, Bolonia 1965 (ed. original L’Orthodoxie, París 1959); J. Meyendorff, La teología Bizantina, Marietti 1984 (ed. original Byzantine Theology, Nueva York 1974).
16 Basilio de Cesarea, De Spiritu Sancto XVIII, 47 (PG 32 , 153).
17 Cfr. Gregorio Nazianzeno, Oratio 31 (Teologica II), 26; cfr. también Oratio 32 (Teologica III).
18 Agustín, La Trinidad, I,6,10: “El nombre 'Dios' indica toda la Trinidad, no sólo el Padre”.
19 J. Zizioulas, Being as Communion. Studies in Personhood and the Church, London, 1985.
20 Agustín, La Trinidad IV,15, 20; Confesiones, VII, 21.
21 Gregorio Nazianzeno, Carmi, 29 (PG 37, 507) (sigomenon hymnon).
22 Søren Kierkegaard, La enfermedad mortal.

Wednesday, March 04, 2015

oracion inspirada en Mt.20,17-28

Podrán beber el cáliz que yo he de beber?"
¿PODREMOS SEÑOR?
CUANTO NOS FALTA POR APRENDER.
CUANTO NOS FALTA POR ENTENDERTE.
QUE AUSENCIA TENEMOS DE TI, DE TU SANTO ESPIRITU;
COMO NOS HACE FALTA QUE ACTUES EN NOSOTROS.
BUSCANDOTE ESTOY DIA Y NOCHE Y SOLO ENCUENTRO MI VOZ Y MIS DESEOS,
ALEJANDO DE MI, ''TUS VOZ Y LO QUE TU DESEAS''
EL EGOISMO, SE APODERA UNA VEZ MAS DE MI, DEJANDOTE DE LADO;
'COMO NOS HACE TODAVIA, QUE TU ESPIRITU SANTO, TRABAJE DENTRO DE MI'
SOMOS COMO 'VASOS EN MANOS DEL ALFARERO'
PERO, 'NO, NOS DEJAMOS MOLDEAR POR TI'
SOMOS 'COMODOS' Y NOS GUSTA HACER LO QUE NOS GUSTA, 'IGNORANDOTE SIEMPRE'
¿HASTA CUANDO SEÑOR, VIVIRAS Y ACTUARAS EN MI?
¿HASTA CUANDO DEJARE MI AMOR PROPIO, PARA DAR PASO A 'TU AMOR?
¿QUIEN PODRA BEBER TU CALIZ Y SENTIR ALEGRIA Y GOZO, SABIENDO QUE CON ELLO SE
GANA LA GLORIA?
¿QUIEN PODRA ALEGRARSE EN LA PERSECUCION, EN LA TRIBULACION, EN EL SUFRIMIENTO Y EN EL DOLOR?
¿QUIEN PODRA MIRAR TU ROSTRO EN LOS MOMENTOS DE ANGUSTIA;
EN LOS MOMENTOS DE 'PERDIDA';
EN LOS MOMENTOS EN QUE SE HA TOCADO FONDO?
¿QUIEN SERA GRATO Y DIGNO A LOS OJOS DE TU PADRE Y PODER SENTARSE A TU IZQUIERDA Y TU DERECHA?
COMO QUISIERA SEÑOR,
QUE DESDE ESTE DIA, ESTE YO, 'A TU IZQUIERDA O A TU DERECHA'
COMO QUISIERA SEÑOR,
JAMAS ALEJARME DE TI, PERO EL PECADO ES MAS FUERTE QUE YO Y CADA DIA, SE ME HACE MAS DIFICIL VENCERLO.
COMO QUISIERA SEÑOR,
SER JUST@ Y GRAT@ A LOS OJOS DE TU PADRE Y VIVIR SIEMPRE UNID@ A TI.
MIRA MI DOLOR, SEÑOR.
MIRA MI ANGUSTIA;
YO SUFRO PORQUE CAIGO Y YA NO QUIERO SEGUIR OFENDIENDOTE CON EL PECADO.
ENVIAME CON FUERZA TU SANTO ESPIRITU PARA NO 'ALEJARME DE TU CAMINO'
SI SEÑOR,
NO SE LO QUE PIDO,
PERO SE QUE TE AMO Y QUE CONTIGO QUIERO ESTAR 'ETERNAMENTE'
NO SE LO QUE TE PIDO SEÑOR,
PERO QUIERO QUE LOS MIOS, ESTEN DIA A DIA, Y POR TODA LA ETERNIDAD, A TU IZQUIERDA Y A TU DERECHA.
NO SE LO QUE TE PIDO SEÑOR,
PERO LLENA A LOS MIOS DE ESA FUERZA DE TU ESPIRITU, PARA QUE SIGAN SIEMPRE POR TU CAMINO,
ILUMINADOS CON TU LUZ,
POSADOS SOBRE TUS SANTAS ALAS,
CAMINO HACIA LA SANTIDAD.
NO SE LO QUE TE PIDO, SEÑOR
PERO SOLO SE ''QUE TE QUIERO MUCHO Y QUE ERES MI VIDA ENTERA''
Y QUE QUIERO QUE LOS MIOS TE AMEN IGUAL Y QUE SEAS EL CENTRO DE SUS VIDAS.
AYUDANOS SEÑOR, A IMITARTE.
AYUDANOS SEÑOR, A SER SERVIDORES PARA ASEMEJARNOS A TI
Y QUE NUESTRO PROJIMO MIRE EN NUESTRO ROSTRO ''EL ROSTRO DEL AMOR'' -TU ROSTRO''
BEBERE TU CALIZ,
SUFRIRE CONTIGO,
LLORARE CONTIGO,
AMARE CONTIGO,
PORQUE SIN TI, SEÑOR, NADA SOY.

BENDITO Y ALABADO SEAS,
GLORIFICADO SEAS;
A TI SEA TODO EL PODER,
LA SABIDURIA,
LA ACCION DE GRACIAS,
POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS
AMEN
AMEN
AMEN
VEN CONMIGO SANTA MARIA,
MI CAMINO SE HACE MUY LARGO Y PESADO
Y LAS TINIEBLAS AMANEZAN CON RODEARME:
ORA POR MI,
POR ESTE HIJ@ TUYO,
QUE SEDIENT@ ESTA DE EL MANATIAL DE AGUA VIVA DE TU HIJO.
ORA POR MI Y LOS MIOS, SANTISIMA MADRE MARIA,
QUE EN USTEDES ESTA FUNDAMENTADA MI ESPERANZA Y MI VIDA ENTERA.
GRACIAS MADRE SANTA, POR ESTAR SIEMPRE EN MI DIALOGO DE AMOR
CON EL ''FRUTO DE TU VIENTRE''
GRACIAS MADRE SANTA POR VENIR A MI CASA Y QUEDARTE EN ELLA.
BENDITA SEAS,
REINA MIA
¡SALVE, MARIA!!