Monday, January 30, 2012

el valor del silencio

El valor del silencio
Extracto del mensaje del Papa Benedicto XVI para la 46 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales a celebrar el 20 de mayo de 2012 bajo el lema “Silencio y Palabra: Camino de evangelización”
Autor: S.S. Benedicto XVI | Fuente: revistaecclesia.com


1.- El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido.

2.- En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos.

3.- Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación.

4.- Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena.

5.- En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona.

6.- En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particularmente intensa.

7.- Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones.

8.- Allí donde los mensajes y la información son abundante s, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial.

9.- Una profunda reflexión nos ayuda a descubrir la relación existente entre situaciones que a primera vista parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes; esto hace que se puedan compartir opiniones sopesadas y pertinentes, originando un auténtico conocimiento compartido.

10.- El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes.

11.- El silencio que, a veces, puede ser más elocuente que una respuesta apresurada y que permite a quien se interroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano.

12.- No sorprende que en las distintas tradiciones religiosas, la soledad y el silencio sean espacios privilegiados para ayudar a las personas a reencontrarse consigo mismas y con la Verdad que da sentido a todas las cosas.

13.- El Dios de la revelación bíblica habla también sin palabras: "Como pone de manifiesto la cruz de Cristo, Dios habla por medio de su silencio. El silencio de Dios, la experiencia de la lejanía del Omnipotente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de Dios, Palabra encarnada...

14.- El silencio de Dios prolonga sus palabras precedentes. En esos momentos de oscuridad, habla en el misterio de su silencio" (Exhort. ap. Verbum Domini, 21). En el silencio de la cruz habla la elocuencia del amor de Dios vivido hasta el don supremo. Después de la muerte de Cristo, la tierra permanece en silencio y en el Sábado Santo, cuando "el Rey está durmiendo y el Dios hecho hombre despierta a los que dormían desde hace siglos" (c f. Oficio de Lecturas del Sábado Santo), resuena la voz de Dios colmada de amor por la humanidad.

15.- Si Dios habla al hombre también en el silencio, el hombre igualmente descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios. "Necesitamos el silencio que se transforma en contemplación, que nos hace entrar en el silencio de Dios y así nos permite llegar al punto donde nace la Palabra, la Palabra redentora".

16.- La contemplación silenciosa nos sumerge en la fuente del Amor, que nos conduce hacia nuestro prójimo, para sentir su dolor y ofrecer la luz de Cristo, su Mensaje de vida, su don de amor total que salva.

17.- En la contemplación silenciosa emerge asimismo, todavía más fuerte, aquella Palabra eterna por medio de la cual se hizo el mundo, y se percibe aquel designio de salvación que Dios realiza a través de palabras y gestos en toda la historia de la humanidad.

18.- La pregunta fundamental sobre el sentido del hombre encuentra en el Misterio de Cristo la respuesta capaz de dar paz a la inquietud del corazón humano. Es de este Misterio de donde nace la misión de la Iglesia, y es este Misterio el que impulsa a los cristianos a ser mensajeros de esperanza y de salvación, testigos de aquel amor que promueve la dignidad del hombre y que construye la justicia y la paz.

19.- Palabra y silencio. Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización.

20.- Silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo.

Friday, January 27, 2012

existencia del mal

1. Existencia

He visto a Satanás caer del cielo a manera del relámpago. Lc 10, 18.

Vosotros sois hijos del diablo [...]. El fue homicida desde el principio, no permaneció en la verdad. Jn 8, 44.

Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, amarrados con cadenas infernales, los precipitó al abismo donde son atormentados. 2 Pdr 2, 4.

A los ángeles que no conservaron su dignidad, sino que abandonaron su morada, los echó (Dios) en el abismo tenebroso con cadenas eternas. Jud 6.

Apartáos de mí, malditos, al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles. Mt 25, 41.


2. Oposición entre Jesús y el diablo

Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo [...]. El diablo le dijo: Todas estas cosas te daré si postrándote ante mí me adorares. Respondióle Jesús: Apártate de mí, Satanás. Mt 4, 1-9; Mc 1, 12-13; Lc 4, 1-13.

El enemigo que sembró la cizaña es el diablo. Mt 13, 39.

Los escribas decían: Esta poseido de Belcebú, y así por arte del príncipe de los demonios es como lanza los demonios. Mas les contestaba con estos similes: ¿Cómo puede Satanás arrojar al mismo Satanás? Si un reino se divide no puede subsistir Mc 3, 22-24; Mt 12, 24-32, Lc 11, 15-20.

Curó (Jesús) a muchas personas, afligidas de varias dolencias, y lanzó a muchos demonios, sin permitirles decir que sabían quien era. Mc 1, 34.

Señor, ten compasión de mi hijo, porque es lunático [...] y lo he presentado a tus discípulos y no han podido curarle. Jesús dijo: Traédmelo acá. Y Jesús amenazó al demonio y salió del muchacho, que quedó curado. Mt 17, 14-17; Mc 9, 17-28; Lc 9, 38-44.

Los que creyeren lanzaran los demonios en mi nombre. Mc 16, 17.

Señor, hasta los demonios mismos se sujetan a nosotros por la virtud de tu nombre. Lc 10, 17.

Un hombre poseido del espíritu inmundo exclamó diciendo: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, oh Jesús Nazareno? ¿Has venido a perde rnos? Mt 8, 29; Mc 1, 24; 5, 7; Lc 8, 28.

Ahora "el príncipe de este mundo" va a ser lanzado fuera. Jn 12, 31.

¿Qué compañía puede haber entre la luz y las tinieblas? ¿qué concordia entre Cristo y Belial? 2 Cor 6, 14-15.


3. Su actuación sobre el hombre

Sed sobrios y vigilantes: porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de presa que devorar. I Pdr 5, 8.

Quisimos pasar a visitaros y en particular yo, Pablo, lo he resuelto varias veces; pero Satanás nos lo ha estropeado [...]. I Tes 2, 18.

Los que contradicen la verdad [...] están enredados en los lazos del diablo, que los tiene presos a su arbitrio. 2 Tim 2, 25-26.

Dijo también el Señor: Simón, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos como el trigo. Mas yo he rogado por ti. Lc 22, 31 -32.

El q ue oye la palabra del reino y no para en ella su atención, viene el mal espíritu y le arrebata aquello que se había sembrado en su corazón. Mt 13, 19.

Se me ha dado el estímulo de mi carne, un angel de Satanás para que me abofetee. 2 Cor 12, 7.

El mismo Satanás se transforma en angel de luz, así no es mucho que sus ministros se transfiguren en ministros de justicia. 2 Cor 11, 14-15.

Satanás se apodero de Judas, el cual fue a tratar con los príncipes de los sacerdotes Lc 22, 3-4; Jn 13, 17.

Temo que así como la serpiente engañó a Eva con su astucia, así sean manchados vuestros espíritus. 2 Cor 11, 3.

Revestíos de toda la armadura de Dios, para poder contrarrestar las asechanzas del diablo, pues [...] nuestra pelea es contra los espíritus malignos. Efes 6, 11 - 12.

Si os enojáis, no queráis pecar [...]. No déis lugar al diablo. Efes 4, 26-27.

Éstos son espíritus de demonios, que hacen prodigios y van a los reyes de la tierra para coaligarlos en batalla el gran día del Dios todopoderoso. Apoc 16, 14.

Satanás saldrá de su prisión y engañará a las naciones que hay sobre los cuatro ángulos del mundo. Apoc 20, 7.

Quien comete pecado, del diablo es; porque el diablo desde el momento de su caída continúa pecando. Por eso vino el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. I Jn 3, 8.

Estad, pues, sujetos a Dios y resistid al diablo y huirá de vosotros. Sant 4, 7.


Diversos Textos sobre el demonio

Escogió el mal

Si miras hacia el sol serás inmediatamente iluminado; si miras hacia la sombra, necesariamente quedarás rodeado de tinieblas. El diablo es malo por haber escogido la maldad libre y conscientemente, no porque su naturaleza esté de por si en oposicion con el bien (SAN BASILIO, Sermón 15).


Su actuación constante cerca del hombre

Siempre está ojo avizor contra nosotros el enemigo antiguo; no nos durmamos. Sugiere halagos, pone celadas, introduce malos pensamientos y, para llevarnos a dolorosa ruina, pone delante lucros y amenaza con perjuicios. Todos ahora y cada uno es probado, cada cual a su modo (SAN AGUSTÍN, Sermón 6).

Las cosas que proceden de la naturaleza y las que parten de nuestra voluntad, son de poca importancia, comparadas con la guerra implacable que nos tiene declarada el demonio. (SAN JUAN CRISÓSTOMO,en Catena Aurea,vol I, p.374).

Nos dice también San Pedro: Vigilad constantemente, pues el demonio esta rondando cerca de vosotros como león rugiente, que busca a quien devorar. Y el mismo Jesucristo nos dice: Orad sin cesar, para que no caigais en la tentaci&oa cute;n: es decir, que el demonio nos acecha en todas partes. De manera que es preciso contar con que, en cualquier parte o en cualquier estado que nos hallemos, nos acompañará la tentacion. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).

Nuestro enemigo el diablo nos rodea siempre, tratando de quitarnos la semilla de la palabra que ha sido puesta en nosotros. (SAN ATANASIO, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 396).


La tentación

Como general competente que asedia un fortín, estudia el demonio los puntos flacos del hombre a quien intenta derrotar, y lo tienta por su parte mas débil. (SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, 1. c., p. 162).

Sus armas son la astucia, el engaño y la torpeza espiritual y sus despojos los hombres engañados por él. (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 30).

Dos pasos del diablo: primero engaña, y después de engañar intenta re tener en el pecado cometido. (SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, 1. c. , p. 163).

Las tentaciones de Nuestro Señor son también las tentaciones de sus servidores de un modo individual. Pero su escala, naturalmente, es diferente: el demonio no va a ofreceros a vosotros ni a mi todos los reinos del mundo. Conoce el mercado y, como buen vendedor, ofrece exactamente lo que calcula que el comprador tomará. Supongo que pensará, con bastante razón, que la mayor parte de nosotros podemos ser comprados por cinco mil libras al año, y una gran parte de nosotros por mucho menos. Tampoco nos ofrece sus condiciones de modo tan abierto, sino que sus ofertas vienen envueltas en toda especie de formas plausibles. Pero si ve la oportunidad, no tarda mucho en señalarnos a vosotros y a mi como podemos conseguir aquello que queremos si aceptamos ser infieles a nosotros mismos y, en muchas ocasiones, si aceptamos ser infieles a nuestra lealtad católica. (R. A.KNOX, Sermones pastorales, P. 79).


Trata siempre de sembrar la confusión

El diablo no permite a aquellos que no velan, que vean el mal hasta que lo han consumado. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. III, p. 345).

Suponed, por ejemplo, que sobre las calles de una populosa ciudad cayera de repente la oscuridad; podeis imaginar, sin que yo os lo cuente, el ruido y el clamor que se produciría. Transeuntes, carruajes, coches, caballos, todos se hallarían mezclados. Así es el estado del mundo. El espíritu maligno que actúa sobre los hijos de la incredulidad, el dios de este mundo, como dice S. Pablo, ha cegado los ojos de los que no creen, y he aquí que se hallan forzados a reñir y discutir porque han perdido su camino; y disputan unos con otros, diciendo uno esto y otro aquello, porque no ven. (CARD.J. H. NEWMAN, Sermón para el Domingo 11 de Cuare sma. Mundo y pecado).

El lobo roba y dispersa las ovejas, porque a unos los arrastra a la impureza, a otros inflama con la avaricia, a otros los hincha con la soberbia, a otros los separa por medio de la ira, a este le estimula con la envidia, al otro le incita con el engaño. De la misma manera que el lobo dispersa las ovejas de un rebaño y las mata, así también hace el diablo con las almas de los fieles por medio de las tentaciones. (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 14 sobre los Evang.).

Siendo un angel apóstata, no alcanza su poder más que a seducir y apartar el espíritu humano para que viole los preceptos de Dios, oscureciendo poco a poco el corazon de aquellos que tratarían de servirle, con el propósito de que olviden al verdadero Dios, sirviéndole a él como si fuera Dios. Ésto es lo que descubre su obra desde el principio. (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 5).

Perv erso maestro es el diablo, que mezcla muchas veces lo falso con lo verdadero, para encubrir con apariencia de verdad el testimonio del engaño. (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. IV, p. 76).


En la hora de la muerte

Debemos procurar pensar con santo temor cuán furioso y terrible se presentará el demonio en el dia de nuestra muerte, buscando en nosotros sus obras; cuando vemos que se presentó a Dios al morir en su carne, y buscó alguna de sus obras en Aquel en quien nada pudo encontrar. (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 39 sobre los Evang.).

Trata de aprovechar cualquier circunstancia y estado de ánimo especialmente la tristeza

Alguien podría quiza preguntar: ¿cómo se explica que el diablo utilice las citas de la Sagrada Escritura?

No tiene mas que abrir el Evangelio y leer. Encontrará escrito: Entonces el diablo lo tomó -se trata del Señor, del Salvador- y lo puso sobre lo alto del templo y le dijo: si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo; pues está escrito: te he encomendado a los ángeles, los cuales te tomarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra (Mt 4, 5-6).

¿Qué no hará a los pobres mortales el que tuvo la osadía de asaltar, con testimonios de la Escritura, al mismo Señor de la majestad? (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 26).

Después (de cometido el mal) el diablo exageró de tal manera su tristeza que llegó a perder al desgraciado. Algo semejante pasó en Judas, pues después que se arrepintió no supo contener su corazón, sino que se dejo llevar por la tristeza inspirada por el diablo, la cual le perdió. (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. III, p. 346).


El pecador queda, en cierto modo, bajo la potestad del demonio

De la misma manera q ue la nave (una vez roto el timón) es llevada a donde quiere la tempestad, así también el hombre, cuando pierde el auxilio de la gracia divina por su pecado, ya no hace lo que quiere, sino lo que quiere el demonio. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. III, p.

Cuando el demonio se aparta de alguno, acecha el instante oportuno, y cuando le ha inducido a un segundo pecado, acecha la ocasión para el tercero. (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. III, p. 346).


No tiene tanto poder para vencernos como para tentarnos. Incluso tiene limitado el poder de tentar

El afirmar que éstos enemigos se oponen a nuestro progreso, lo decimos solamente en cuanto nos mueven al mal, no que creamos que nos determinen efectivamente a él. Por lo demás, ningún hombre podría en absoluto evitar cualquier pecado, si tuvieran tanto poder para vencernos como lo tienen para tentarnos. Si por una parte es verd ad que tienen el poder de incitarnos al mal, por otra es tambien cierto que se nos ha dado a nosotros la fuerza de rechazar sus sugestiones y la libertad de consentir en ellas. Pero si su poder y sus ataques engendran en nosotros el temor, no perdamos de vista que contamos con la protección y la ayuda del Señor. Su gracia combate a nuestro favor con un poder incomparablemente superior al de toda esa multitud de adversarios que nos acosan. Dios no se limita únicamente a inspirarnos el bien. Nos secunda y nos empuja a cumplirlo. Y más de una vez, sin percatarnos de ello y a pesar nuestro, nos atrae a la salvación. Es, pues, un hecho cierto que el demonio no puede seducir a nadie, si no es a aquel que libremente le presta el consentimiento de su voluntad. (CASIANO, Colaciones, 7).

El diablo tiene un cierto poder; sin embargo, las más de las veces quiere hacer daño y no puede porque éste poder está bajo otro poder [. ..], ya que Quien da facultad al tentador, da tambien su misericordia al que es tentado. Ha limitado al diablo los permisos de tentar. (SAN AGUSTIN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2).

El diablo no puede dominar a los siervos de Dios que de todo corazón confían en Él. Puede, sí, combatirlos, pero no derrotarlos. (PASTOR DE HERMAS, Epílogo sobre los Mandamientos, 2).


No conoce directamente la naturaleza de nuestros pensamientos

Los espíritus inmundos no pueden conocer la naturaleza de nuestros pensamientos. Únicamente les es dado columbrarlos merced a indícios sensibles o bien examinando nuestras disposiciones, nuestras palabras o las cosas hacia las cuales advierten una propensión por nuestra parte. En cambio, lo que no hemos exteriorizado y permanece oculto en nuestras almas les es totalmente inaccesible.

Inclusive los mismos pensamientos que ellos nos sugieren, la acogida que les damos, la reacción que causan en nosotros, todo ésto no lo conocen por la misma esencia del alma, antes bien, por los movimientos y manifestaciones del hombre exterior. (CASIANO, Colaciones, 7).


Es como un gran perro encadenado, que solamente muerde a quienes se le acercan demasiado

Nos dice San Agustin, para consolarnos, que el demonio es un gran perro encadenado, que acosa, que mete mucho ruido, pero que solamente muerde a quienes se le acercan demasiado. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).


Ayuda de los Sacramentos, de la oración, de la limosna y de los sacramentales para vencer la tentación

Me dices que por qué te recomiendo siempre, con tanto empeño, el uso diario del agua bendita. Muchas razones te podría dar. Te bastará, de seguro, ésta de la Santa de Avila: "De ninguna cosa huyen más los demonios, para no tornar, que del agua bendita" (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 5t2).

Dios nos envía amigos, ora sea un santo, ora un angel, para consolarnos [...]; nos hace sentir con mayor fuerza la eficacia de sus gracias a fin de fortalecernos y armarnos de valor. Mas, al recibir los sacramentos, no es un santo o un angel, es Él mismo quien viene revestido de todo su poder para aniquilar a nuestro enemigo. El demonio, al verle dentro de nuestro corazón, se precipita a los abismos; aquí tenéis, pues, la razón o motivo por el cual el demonio pone tanto empeño en apartarnos de ellos, o en procurar que los profanemos. En cuanto una persona frecuenta los sacramentos, el demonio pierde todo su poder sobre ella. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la perseverancia)

(Mas líbranos del mal). Nada queda ya que deba pedirse al Señor cuando hemos pedido su protección contra todo lo malo; la cual, una vez obtenida, ya podemos consi derarnos seguros contra todas las cosas que el demonio y el mundo pueden hacer. ¿Qué miedo puede darnos el siglo, si en el tenemos a Dios por defensor? (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol. II, pp. 371-372).

Ningún poder humano puede ser comparado con el suyo y sólo el poder divino lo puede vencer y tan sólo la luz divina puede desenmascarar sus artimañas. El alma que hubiera de vencer la fuerza del demonio no lo podrá conseguir sin oración ni podrá entender sus engaños sin mortificación y sin humildad (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 3, 9).

Donde se da limosna no se atreve a penetrar el diablo. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre la l.a Epístola a los Colosenses, 35).


La ayuda del Ángel Custodio

Acude a tu Custodio, a la hora de la prueba, y te amparará contra el demonio y te traerá santas inspiraciones. (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 567).


El humilde vence al demonio

Refiérese en la vida de San Antonio que Dios le hizo ver el mundo sembrado de lazos que el demonio tenía preparados para hacer caer a los hombres en pecado. Quedó de ello tan sorprendido que su cuerpo temblaba como la hoja de un árbol, y dirigiéndose a Dios le dijo: "Señor, ¿quién podre escapar de tantos lazos?" Y oyó una voz que le dijo: "Antonio, el que sea humilde; pues Dios da a los humildes la gracia necesaria para que puedan resistir a las tentaciones; mientras permite que el demonio se divierta con los orgullosos, los cuales caerán en pecado en cuanto sobrevenga la ocasión. Mas a las personas humildes el demonio no se atreve a atacarlas" (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la humildad).


La ayuda de la Virgen

El príncipe de este mundo ignora la virginidad de Maria y su parto y la muerte del Señor: tres misterios resonantes cumplidos en el silencio de Dios. (SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Tralianos, 9, 1).

¿Que por momentos te faltan las fuerzas?-¿,Por que no se lo dices a tu Madre: consolatrix afflictorum, auxilium christianorum... spes postra, regina apostolorum? (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 515).

¡Que cosas nos dicen los santos de Maria! ¡Quien volvio a su casa sin alegria ni gozo, despues de haber pedido a Maria, la Madre del Señor, lo que deseaba? (SAN AMADEO, Homilias).

Asi como Eva fue seducida por un angel para que se alejara de Dios, desobedeciendo su palabra, asi Maria fue notificada por otro angel de que llevaría a Dios en su seno, si obedecia su palabra. Y como aquella fue inducida a no obedecer a Dios, asi esta fue persuadida a obedecerlo, y de esta manera la Virgen Maria se convirtio en abogada de la virgen Eva. (SAN IRENEO, Trat. contra las herejias, 5).

En todo peligro puedes alcanzar la salvacion de esta Virgen gloriosa; por eso se dice: Mil escudos-mil remedios contra los peligros-cuelgan de ella (Cant 4, 4). Igualmente, para cualquier obra virtuosa puedes invocarla en tu ayuda; por eso dice Ella misma: En mi esta toda esperanza de vida y de virtud. (Eclo 24, 25) (SANTO TOMAS, Sobre el Avemaria, 1. c., p. 182).


Demonio

"Nadie conoce los lazos en que está preso, ni los que el demonio le prepara: nosotros somos semejantes a las gentes entregadas al vino, que no perciben los cordeles con que los van a atar, ni sienten cuando los atan. (s. Efren., -de morb.ing.- sent. 9, Tric. T. 3, p.78.)"

"Dios clama por sus Profetas, por sus Apóstoles y Evangelistas, y pocos oyen su voz; el diablo llama a los hombres por medio de los bailes, canciones y músicas, y junta una infinidad de gentes. (S. Efren., -Cont. neg. resurrec.- sent. 16, Tric. T. 3, p. 80.)"

"Cuando los dem onios se esfuerzan en abatir al alma con el temor y desesperación, otro tanto la levanta la memoria de la misericordia divina con la esperanza de los bienes eternos. Porque Aquel que nos dijo, que era necesario perdonar, no sólo siete veces, sino setenta veces siete, perdonará con más bondad a los que esperan de El su salud. (S. Efren., -de Humilit. compar.- sent. 22, Tric. T. 3, p. 80.)"

"El demonio no se introduce tan fácilmente con la tentación de la gloria humana en los espíritus perezosos y tibios, o en los rudos y pesados, como en los que son más fervorosos y más ricos de méritos y buenas obras: muchas veces derriba con la elevación del orgullo a los que no ha podido mover en otros puntos con los esfuerzos más violentos; pues juzga que cuanto más se han elevado en santidad, más proporcionados los tendrá para caer en sus emboscadas. (S. Ambrosio, -Epist. 84,- sent. 168 , Tric. T. 4, p. 348.)"

"Veía yo a Satanás que caía del cielo como un rayo: no temamos, pues, a un enemigo tan débil que tiene que caer. Le dio el Señor libertad para tentar; pero no le concedió facultad para derribar, si el afecto, por no invocar el auxilio, no se resbala con facilidad. (S. Ambrosio, lib. de Parad., c. 2, sent. 2, adic. Tric. T. 4, p. 393.)"

"Todo nuestro trabajo y toda la perfección de nuestra vida, consiste en la vigilancia de nuestro corazón y en el desasimiento de nuestra propia voluntad, por ser incapaces de ver sus tinieblas y de descubrir las emboscadas que nuestro enemigo tiene ocultas, si nuestro espíritu no se desprende de] cuidado de las cosas exteriores, y no entra con aplicación con el examen de sí mismo. (S. Paulino, Ep. 24, ad Sever., sent. 3, Tric. T. 5, p. 330.)"

"En toda la figura de este mundo que pasa, y por medio de los ojos, da deleite al corazón, tiene el demonio tendidas las redes; en su hermosura está el lazo y la espada de la muerte. (S. Paulino, Ep. 2, ad Sever., sent. 3, adic. Tric. T. 5, p. 360.)"

"El demonio se esfuerza contra vosotros con mayor rabia cuando ve que procuramos arreglar nuestra vida; y cuando advierte que hemos trabajado en llenar el navío de nuestro corazón con más preciosos tesoros de gracias, hace todo cuanto puede para causarnos un naufragio mortal. (S. Juan Crisóst., sent. 1, Homil. 1, ad popul. Antioch., Tric. T. 6, p. 300.)"

"Si el demonio no se atreve a entrar en ninguna casa en donde está el Evangelio, mucho menos se atreverá a entrar o introducir el pecado en un alma que continuamente se emplea en leerle. Santificad, pues, vuestra alma y vuestro cuerpo teniendo siempre en vuestro cuerpo y en vuestra alma el Santo Evangelio. (S. Juan Crisóst., Horni. 32, in c. 3, S. Joann., sent. 79, Tric. T. 6, p. 31 3.)"

"Entre tanto que el demonio nos combatiere sólo por fuera, seremos bastante fuertes para resistirle; pero si le abrimos una vez la puerta de nuestra alma y dejamos entrar este peligroso enemigo, sabed que ya no tendremos fuerzas para defendernos. (S. Juan Crisóst., Sern. de pec. non evulg., n. 4, sent. 224, Trie. T. 6, p. 345.)"

" ¡Qué astuto es el diablo! Como sabe que en la oración alcanzamos de Dios grandes gracias, se esfuerza cuanto puede para apartar las almas imprudentes de un ejercicio tan útil. (San Juan Crisóstomo, Sen-n. de Canan., n. 10, sent. 247, Tric. T. 6, p. 350.)"

"Dios prometió un Reino y los hombres le desprecian. El diablo les prepara un infierno, y le honran y obedecen, siendo así, que el uno es Dios, y el otro no es más que un demonio y la más vil de todas las criaturas. (S. Juan Crisóst., Homi. 6, c. 2, sent. 263, Tric. T. 6, p. 354.)"

"Aunque el demonio es el que nos inspira el amor carnal, con todo eso, de nosotros mismos viene; porque proviene de las compañías, de las lisonjas y de la ociosidad. A la verdad, que tiene tanta fuerza la costumbre, que impone como una necesidad a la naturaleza.

Si la costumbre tiene eficacia para producir el amor malo, no tiene menos para extinguirlo, y así hemos visto que muchos han dejado de amar, porque han cesado de ver. (S. Juan Crisóst., Homi. 5, c. 5, ad Corinth., sent. 335, Tric. T. 6, p. 373.)"

"Así como los que cantan los Salmos están llenos del Espíritu Santo, así los que cantan canciones disolutas y diabólicas están llenos del espíritu inmundo. (S. Juan Crisóst., Hom]. 19, sent. 346, Tric. T. 6, p. 376.)"

"El que siempre tiene el infierno delante, no caerá en él: como al contrario, no le evitará el que le desprecia. (S. Juan Crisóst., Homl. 2, in e. 1, ad Tesal., sent. 365, Tric. T. 6, p. 379.)"

"Dios no permite que el demonio tiente a los fieles, sino en lo preciso para su adelantamiento espiritual. (S. Agust., Saim. 63, sent. 98, Tric. T. 7, p. 4o3.)"

"El diablo sólo persigue a los buenos y no a los malos, porque estos son sus amigos y hacen siempre su voluntad. (S. Cesáreo de Arnés, Serm. 10, sent. 2, Tric. T. 9, p. 44.)"

"Acuérdate, infeliz, que vas caminando entre los lazos del demonio; los cuales, pro todas partes nacen debajo de tus pies: despierta temiendo que tu sueño te precipite en la sombra de una funesta muerte. Desengáñate de la ilusión de una vida larga sobre la tierra, no sea que este error te mantenga en el estado de la culpa y te tenga por más tiempo encerrado en los hábitos perniciosos. Ruega sin cesar a Jesucristo, tu Salvador, que haga que todas las aficiones de tu corazón lleven los frutos de una tierra excelente, y que toda tu vida sea como una fecunda vid, cuyo fruto merezca ser ofrecido a Dios, y que la reciba su Divina Majestad con complacencia. (S. Anselmo, Exhort., ad Contempt. temporal., sent. 2, Tric. T. 9, p. 338.)"

"Más atrevido es el enemigo para envestir por la espalda, que para resistir cara a cara. (S. Bern., Ep. 11, n. 12, sent. 36, Tric. T. 10, p. 324.)"

"No hay seguridad para el que duerme cerca de una serpiente. (S. Berna., Ep. 241, sent. 60, Trie. T. 10, p. 325.)"

"El que rehusa seguir los preceptos, favorece al tentador. (S. Bern., Serm. 77, in Cant., sent. 133, Tric. T. 10, p. 330.)"

"Lo que principalmente persigue el demonio es la perseverancia, porque sabe que a sólo ella se corona. (S. Bem., Ep. 24, sent. 147. Tric. T. 10, p. 330.)"

"Es cambio infeliz y de la mayor locura, por huir del trabajo humano, escoger con el demonio los ardores eternos. (S. Bern., Tract.de Cont. mund., ad Cler., n. 27,ent. 167, tric. T. 10, p. 332.)".

Tuesday, January 24, 2012

mensaje del Papa Benedicto a los comunicadores

Silencio y Palabra: camino de evangelización"


Silencio y Palabra:
camino de evangelización
Queridos Hermanos y Hermanas,

Al acercarse la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales de 2012, deseo compartir con vosotros algunas reflexiones sobre un aspecto del proceso humano de la comunicación que, siendo muy importante, a veces se olvida y hoy es particularmente necesario recordar. Se trata de la relación entre el silencio y la palabra: dos momentos de la comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas. Cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación se deteriora, ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o porque, por el contrario, crea un clima de frialdad; sin embargo, cuando se integran recíprocamente, la comunicación adquiere valor y significado.

El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena. En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona. En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particularmente intensa. Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones. Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial. Una profunda reflexión nos ayuda a descubrir la relación existente entre situaciones que a primera vista parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes; esto hace que se puedan compartir opiniones sopesadas y pertinentes, originando un auténtico conocimiento compartido. Por esto, es necesario crear un ambiente propicio, casi una especie de "ecosistema" que sepa equilibrar silencio, palabra, imágenes y sonidos.

Gran parte de la dinámica actual de la comunicación está orientada por preguntas en busca de respuestas. Los motores de búsqueda y las redes sociales son el punto de partida en la comunicación para muchas personas que buscan consejos, sugerencias, informaciones y respuestas. En nuestros días, la Red se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y de las respuestas; más aún, a menudo el hombre contemporáneo es bombardeado por respuestas a interrogantes que nunca se ha planteado, y a necesidades que no siente. El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes. Sin embargo, en el complejo y variado mundo de la comunicación emerge la preocupación de muchos hacia las preguntas últimas de la existencia humana: ¿quién soy yo?, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar? Es importante acoger a las personas que se formulan estas preguntas, abriendo la posibilidad de un diálogo profundo, hecho de palabras, de intercambio, pero también de una invitación a la reflexión y al silencio que, a veces, puede ser más elocuente que una respuesta apresurada y que permite a quien se interroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano.

En realidad, este incesante flujo de preguntas manifiesta la inquietud del ser humano siempre en búsqueda de verdades, pequeñas o grandes, que den sentido y esperanza a la existencia. El hombre no puede quedar satisfecho con un sencillo y tolerante intercambio de opiniones escépticas y de experiencias de vida: todos buscamos la verdad y compartimos este profundo anhelo, sobre todo en nuestro tiempo en el que "cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales" (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2011)

Hay que considerar con interés los diversos sitios, aplicaciones y redes sociales que pueden ayudar al hombre de hoy a vivir momentos de reflexión y de auténtica interrogación, pero también a encontrar espacios de silencio, ocasiones de oración, meditación y de compartir la Palabra de Dios. En la esencialidad de breves mensajes, a menudo no más extensos que un versículo bíblico, se pueden formular pensamientos profundos, si cada uno no descuida el cultivo de su propia interioridad. No sorprende que en las distintas tradiciones religiosas, la soledad y el silencio sean espacios privilegiados para ayudar a las personas a reencontrarse consigo mismas y con la Verdad que da sentido a todas las cosas. El Dios de la revelación bíblica habla también sin palabras: "Como pone de manifiesto la cruz de Cristo, Dios habla por medio de su silencio. El silencio de Dios, la experiencia de la lejanía del Omnipotente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de Dios, Palabra encarnada... El silencio de Dios prolonga sus palabras precedentes. En esos momentos de oscuridad, habla en el misterio de su silencio" (Exhort. ap. Verbum Domini, 21). En el silencio de la cruz habla la elocuencia del amor de Dios vivido hasta el don supremo. Después de la muerte de Cristo, la tierra permanece en silencio y en el Sábado Santo, cuando "el Rey está durmiendo y el Dios hecho hombre despierta a los que dormían desde hace siglos" (cf. Oficio de Lecturas del Sábado Santo), resuena la voz de Dios colmada de amor por la humanidad.

Si Dios habla al hombre también en el silencio, el hombre igualmente descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios. "Necesitamos el silencio que se transforma en contemplación, que nos hace entrar en el silencio de Dios y así nos permite llegar al punto donde nace la Palabra, la Palabra redentora" (Homilía durante la misa con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, 6 de octubre 2006). Al hablar de la grandeza de Dios, nuestro lenguaje resulta siempre inadecuado y así se abre el espacio para la contemplación silenciosa. De esta contemplación nace con toda su fuerza interior la urgencia de la misión, la necesidad imperiosa de "comunicar aquello que hemos visto y oído", para que todos estemos en comunión con Dios (cf. 1 Jn 1,3). La contemplación silenciosa nos sumerge en la fuente del Amor, que nos conduce hacia nuestro prójimo, para sentir su dolor y ofrecer la luz de Cristo, su Mensaje de vida, su don de amor total que salva.

En la contemplación silenciosa emerge asimismo, todavía más fuerte, aquella Palabra eterna por medio de la cual se hizo el mundo, y se percibe aquel designio de salvación que Dios realiza a través de palabras y gestos en toda la historia de la humanidad. Como recuerda el Concilio Vaticano II, la Revelación divina se lleva a cabo con " hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas" (Dei Verbum, 2). Y este plan de salvación culmina en la persona de Jesús de Nazaret, mediador y plenitud de toda la Revelación. Él nos hizo conocer el verdadero Rostro de Dios Padre y con su Cruz y Resurrección nos hizo pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la libertad de los hijos de Dios. La pregunta fundamental sobre el sentido del hombre encuentra en el Misterio de Cristo la respuesta capaz de dar paz a la inquietud del corazón humano. Es de este Misterio de donde nace la misión de la Iglesia, y es este Misterio el que impulsa a los cristianos a ser mensajeros de esperanza y de salvación, testigos de aquel amor que promueve la dignidad del hombre y que construye la justicia y la paz.

Palabra y silencio. Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización: silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo. A María, cuyo silencio "escucha y hace florecer la Palabra" (Oración para el ágora de los jóvenes italianos en Loreto, 1-2 de septiembre 2007), confío toda la obra de evangelización que la Iglesia realiza a través de los medios de comunicación social.

Vaticano, 24 de enero de 2012, fiesta de San Francisco de Sales.

S.S. Benedicto XVI

El documento ha sido tomado de la web del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales:
Silencio y Palabra: camino de evangelización

Friday, January 20, 2012

sobre la conversion de san Pablo

PERSEGUIDOR A APÓSTOL DE LAS GENTES
La Iglesia Católica, celebra todos los años un octavario por la unidad de los cristianos. Esos ocho días concluyen el 25 de enero, festividad de la Conversión de San Pablo. San Pablo fue un judío célebre por ser perseguidor de los discípulos de Cristo. A Pablo, se le aparece directamente Jesús y, queda convertido en apóstol, de la misma categoría que quienes habían visto y seguido al Señor, durante su vida pública.

Hasta aquel momento el celoso fariseo Saulo estaba convencido de que el plan de la salvación se refería sólo a un único pueblo: Israel. Por eso combatía con todos los medios posibles a los discípulos de Jesús de Nazaret, a los cristianos. Desde Jerusalén se dirigía hacia Damasco precisamente porque allí, donde el cristianismo se estaba difundiendo rápidamente, quería encarcelar y castigar a todos los que, abandonando las antiguas tradiciones de los padres, abrazaban la fe cristiana. En Damasco recibe la iluminación de lo alto. Cae a tierra y en ese momento dramático Cristo le hace ver su error.

En esta circunstancia Jesús se revela plenamente a Pablo como el que ha resucitado de entre los muertos. Desde aquel momento, Pablo es constituido «apóstol» como los Doce. Su llamada es, quizá, la más singular de un Apóstol: Cristo mismo derrota en él al fariseo y lo transforma en un ardiente mensajero del Evangelio. La misión que Pablo recibe de Cristo está en armonía con la que confió a los Doce, pero con un matiz y un itinerario particular: él será el Apóstol de los gentiles.

“Pero acaeció –cuenta el propio San Pablo- que, yendo mi camino, cerca ya de Damasco, hacia el mediodía, de repente me envolvió una gran luz del cielo. Caí al suelo y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Yo respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues.

Este fragmento es parte del discurso de Pablo al pueblo de Jerusalén, y que viene a ser una autobiografía apologética. Pero además es una obra maestra de sutileza apostólica, Pablo intenta demostrar a los judíos que él no es un enemigo de la Ley, como se le había ya acusado, al contrario, el quiere hacer ver que siempre fue celoso observador de la Legislación. Pablo busca destacar que ahora se ha hecho cristiano y ha abierto su campo de acción a los gentiles y, que esto es así por expreso mandato del Cielo.

El hecho tuvo lugar probablemente en el año 36; Saulo y sus acompañantes estaban ya cerca de Damasco. Era hacia el mediodía. De repente una luz resplandeciente los envuelve y caen a tierra. Es de creer, aunque el texto bíblico explícitamente no lo dice, que el viaje lo hacían a caballo, no a pie, y, por tanto, la caída hubo de ser más violenta y aparatosa. Surge entonces el impresionante diálogo entre Jesús y Saulo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?... ¿Quién eres, Señor?”. Parece, a juzgar por la frase de Jesús “duro es para ti pelear contra el aguijón” (cf. 26:14), que, en un primer momento, Pablo trató de resistir a la gracia, como caballo que se encabrita ante el pinchazo, pero pronto fue vencido y hubo de exclamar: “¿Qué he de hacer, Señor?”. Sin duda, este modo de proceder del Señor en su conversión influyó enormemente en él, para que luego en sus cartas insistiera tanto en que la justificación no es efecto de nuestro esfuerzo o de las obras de la Ley, sino puro beneficio de Dios. También la pregunta “¿Por qué me persigues?” debió de hacerle pensar en alguna misteriosa compenetración entre Cristo y sus fieles, que le impulsará a formular la maravillosa concepción del Cuerpo místico (la Iglesia), otro de los rasgos salientes de su teología.

No parece caber duda que San Pablo en esta ocasión vio realmente a Jesucristo en su humanidad gloriosa. Aunque el texto bíblico no lo dice nunca de modo explícito, claramente lo deja entender, cuando contrapone a Saulo y a sus acompañantes, diciendo que éstos “oyeron la voz, pero no vieron a nadie”, y se dice expresamente: “para esto me he aparecido a ti.” Por lo demás, el mismo Pablo, aludiendo sin duda a esta visión, dirá más tarde a los Corintios: “¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús, Señor nuestro?” (1 Cor 9:1); y algo más adelante: “Apareció a Cefas, luego a los Doce, últimamente, como a un aborto, se me apareció también a mí” (1 Cor 15,5-9). Y nótese que esas apariciones a los apóstoles eran reales y objetivas (cf. 1,3; 10.41), luego también la de Pablo, cosa, además, que exige el contexto, pues si es que algo valían esas apariciones para probar la resurrección de Cristo, es únicamente en la hipótesis de que éste se apareciera con su cuerpo real y verdadero.

Nada tiene, pues, de extraño que, terminada la visión, Pablo quedara como anonadado, sin ganas ni para comer, atento sólo a pensar y rumiar sobre lo acaecido, que trastornaba totalmente el rumbo de su vida. El estado de ceguera contribuía a aumentar más todavía esta su tensión de espíritu. Sólo después del encuentro con Ananías, pasados tres días, habiendo vuelto a tomar alimento, de nuevo, Pablo cobra fuerzas.

En todo caso, lo que deseo resaltar es que la conversión de San Pablo es uno de los mayores acontecimientos en la historia del cristianismo. Como se ha escrito, “es la muerte repentina, trágica, del judío, y el nacimiento esplendoroso, resplandeciente, del cristiano y del apóstol". San Jerónimo lo comentaba así: "El mundo no verá jamás otro hombre de la talla de San Pablo".

Saulo, nacido en Tarso, hebreo, fariseo rigorista, bien formado a los pies de Gamaliel, muy apasionado, ya había tomado parte en la lapidación del diácono Esteban, guardando los vestidos de los verdugos "para tirar piedras con las manos de todos", como interpreta agudamente San Agustín.

De espíritu violento, se adiestraba como buen cazador para alcanzar su presa. Con ardor indomable perseguía a los discípulos de Jesús. Pero Saulo cree perseguir, y es él el perseguido. Dios es infatigable cazador de almas y alcanzará a Saulo, que se ha emboscado en el recodo del camino que va de Jerusalén a Damasco. El Señor acecha a Saulo, su perseguidor bienamado. A partir de entonces, en el destino de todo hombre existirá ese mismo Dios al acecho, a la espera.

Desde ahora este camino de Damasco y esta caída del caballo, quedarán como símbolo de toda conversión. Quizá nunca un suceso humano tuvo resultados tan luminosos. Quedaba el hombre con sus arrebatos, impetuoso y rápido, pero sus ideales estaban en el polo opuesto al de antes de su conversión. Para San Pablo, en adelante, únicamente Cristo será el centro de su vida. "Todo lo que para mí era ganancia, lo tengo por pérdida comparado con Cristo. Todo lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo. Sólo una cosa me interesa: olvidando lo que queda atrás y lanzándome a lo que está delante, corro hacia la meta, hacia el galardón de Dios, en Cristo Jesús".

La vocación de Pablo es un caso único. Es un llamamiento personal de Cristo. Pero no quita valor al seguimiento de Pablo. En el Evangelio hay otros llamamientos personales del Señor, como el del joven rico que no le siguieron o no perseveraron. "Dios es un gran cazador y quiere tener por presa a los más fuertes" (Holzner “San Pablo Heraldo de Cristo”). Pablo se rindió: "He sido alcanzado por Cristo Jesús". Pero pudo haberse rebelado.

Sin embargo casi todas las llamadas del Señor son mucho más sencillas y por cierto mucho menos espectaculares; éstas ocurren a veces en los acontecimientos comunes de la vida. De algún modo todos tenemos nuestro camino de Damasco. A cada uno nos aguarda el Señor en el recodo más inesperado del camino.
Dice Benedicto XVI (A.G. 10.IX.2008) que “Somos conscientes de nuestra debilidad, y también de que nuestra fuerza proviene de Cristo. Humildemente acudimos a su misericordia y al perdón generoso que nos otorga mediante el sacramento de la Penitencia. Por la intercesión de San Pablo pedimos a Dios que Cristo sea nuestra vida y que nada ni nadie nos aparte de su amor”.

mensaje provida del arzobispo de Los Angeles, CA

El Arzobispo de Los Ángeles (Estados Unidos), Mons. José H. Gómez, señaló que ante la amenaza del aborto, los católicos deben ser voz de los que no tienen voz: los no nacidos.

En su artículo titulado "Defendiendo la Verdad sobre la Vida" y publicado hoy en el periódico arquidiocesano de los Ángeles Vida Nueva, el Prelado de origen mexicano señaló que "estamos llamados a ser una voz por aquellos que no tienen voz. Estamos llamados a ayudar a nuestra sociedad a ver que cada vida humana –desde la concepción hasta la muerte natural– es sagrada y preciosa para Dios".

En el artículo en el que analiza las consecuencias del fallo de Roe vs. Wade de la Corte Suprema de Estados Unidos en 1973 que legalizó el aborto en esa nación, el Arzobispo recuerda que "como católicos, nosotros celebramos al Dios de la vida. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Jesús ha dado a su Iglesia una misión y a cada uno de nosotros, un derecho a proclamar su Evangelio de vida".

Ante los cuestionamientos de algunos sobre el papel de la Iglesia que "fastidia" ante el aborto, Mons. Gómez recuerda que este tema "es un asunto de verdad y principios básicos. La verdad es la verdad, ya sea que nuestra sociedad la reconozca o no".

Para ilustrar un caso similar, el Prelado recuerda la lucha para derrotar la esclavitud en Estados Unidos: "hubo que ir muy lejos, y permitir que demasiadas generaciones y vidas inocentes se perdieran antes de que esta nación finalmente viera la verdad sobre la humanidad y la dignidad plenas de los afro-americanos".

Ante esa realidad el Arzobispo expresó su esperanza de que un día los estadounidenses "también comenzarán a ver la verdad sobre la humanidad de los niños no nacidos y el embrión humano. Es solo cuestión de tiempo. Tal vez de años y no de décadas. Pero el tiempo llegará. Porque esta es la verdad".

"Y no es una verdad ‘religiosa’ y el aborto no es solamente una cuestión ‘católica’", precisó.

El Arzobispo de Los Ángeles describió luego que "nuestro país fue fundado sobre una gran verdad moral: que todos los hombres y las mujeres son creados iguales y nacen con los derechos dados por Dios a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad".

"Roe vs. Wade puso al revés esta hermosa verdad. La Suprema Corte, en efecto, dijo que nuestros derechos no vienen de Dios sino que son concedidos por el gobierno, por las cortes y las legislaturas".

Mons. Gómez resaltó que "el derecho a la vida es el fundamento de todos los derechos y libertades en nuestra sociedad", tras lo cual anunció finalmente que el sábado 21 de enero celebrará una Misa de réquiem en la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles por todos los niños abortados, a la que invita a todos los fieles.

el Papa pide santidad a los sacerdotes

Al recibir esta mañana a un grupo de seminaristas del Almo Collegio Capranica de Roma, el Papa Benedicto XVI resaltó que los sacerdotes deben tener un profundo anhelo de santidad y que además de la ascesis, deben vivir la fidelidad de manera heroica.

En su discurso a los miembros de la citada institución, que el 21 de enero celebra la fiesta de Santa Inés, virgen y mártir, el Papa hizo algunas reflexiones a partir la vida de esta testigo de la fe.

"El martirio, para Santa Inés, significó la generosa y libre aceptación de donar su joven vida, en su totalidad y sin reservas, para que el Evangelio fuese anunciado como verdad y belleza que iluminan la existencia", indicó el Santo Padre.

El Santo Padre resaltó luego que "en el martirio, Inés sella también otro elemento decisivo de su vida, la virginidad por Cristo y por su Iglesia. La entrega total en el martirio fue precedida por la elección consciente, libre y madura, de la virginidad, como testimonio de la voluntad de ser totalmente de Cristo (…). Inés, todavía joven, había aprendido que ser discípulos del Señor quiere decir amarlo poniendo en juego toda la existencia".

"También la formación del presbítero debe ser integral, completa; exige ejercicio ascético, constancia y fidelidad heroica, en todos los aspectos que la constituyen. En la base debe haber una sólida vida espiritual, animada por una relación intensa con Dios a nivel personal y comunitario, con especial cuidado en las celebraciones litúrgicas y en la frecuencia de los sacramentos".

El Papa Benedicto XVI subrayó además que "la vida sacerdotal requiere un anhelo creciente de santidad, un claro ‘sensus Ecclesiae’ y una apertura a la fraternidad sin exclusiones ni parcialidades".

"Del camino de santidad del presbítero también forma parte su decisión de labrarse, con la ayuda de Dios, con su propia inteligencia y esfuerzo, una verdadera y sólida cultura personal, fruto de un estudio apasionado y constante. La fe tiene una dimensión racional e intelectual que le es esencial", añadió.

"Quien alcanza la madurez –prosiguió el Pontífice– en esta formación cultural global puede ser más eficazmente educador y animador de esa adoración ‘en Espíritu y verdad’ de la que Jesús habla a la samaritana. Tal adoración está llamada a ser un culto en el que el hombre mismo, en su totalidad de ser dotado de razón, se hace adoración, glorificación del Dios viviente".

Por ello alentó a tener siempre "un profundo sentido de la historia y de la tradición de la Iglesia. (…) Tenéis la posibilidad de ampliar vuestro horizonte con experiencias de internacionalidad".

"Aprended a conocer las diversas situaciones de las naciones y de las Iglesias en el mundo, y a formaros en una dimensión católica. Preparaos a estar cerca de todas las personas que encontréis, sin permitir que ninguna cultura pueda constituir una barrera a la Palabra de vida de la que sois anunciadores, también con vuestra vida", exhortó.

Finalmente el Papa afirmó que "la Iglesia espera mucho de los jóvenes sacerdotes en la obra de evangelización y de nueva evangelización. Os animo para que con el esfuerzo cotidiano, enraizados en la belleza de la tradición auténtica, unidos profundamente a Cristo, seáis capaces de llevarlo a vuestras comunidades con verdad y alegría".

Wednesday, January 18, 2012

Se ha perdido el sentido del pecado

Si no fuera pecado, ¿lo haría?
Vale la pena quitarse de la cabeza esa insinuación que no viene de Dios, sino del propio egoísmo



Una “buena tentación” es aquella que repite una y otra vez: “si me sigues, si cedes sólo por esta vez, si dejas el rigorismo, si te permites este pecadillo, ganarás mucho y perderás muy poco”. Ganar mucho dinero con una trampilla, o lograr un rato de diversión pecaminosa después de una semana de tensiones en el trabajo o en la familia, o conseguir un buen contrato a base de calumniar a un amigo, o...

A veces evitamos ese pecad o sólo porque la conciencia nos pone ante nuestros ojos esa frase decisiva: “No lo hagas, es pecado”.

Sí, ya sé que es pecado, respondemos. Pero, si no fuera pecado, ¿lo haría?

Formular esta pregunta es señal, seguramente, de que no comprendemos la maldad que hay detrás de esa tentación. La vemos tan apetecible, tan fácil, tan a la mano, tan “buena”, que... Pero es pecado, nos dijeron en la catequesis, leímos en un libro, nos recordó un amigo sacerdote...

Hemos de comprender que algo es pecado no sólo porque un día Dios dijo: “Esto está mal: no lo hagas”. En realidad, si algo está mal (y Dios, porque nos ama, nos lo recuerda) es porque con esa acción ofendemos a Dios, dañamos al prójimo y nos degradamos a nosotros mismos. O, como decía santo Tomás de Aquino (siglo XIII), “ofende mos a Dios sólo cuando actuamos contra nuestro propio bien” (“Summa Contra Gentiles”, III, cap. 122).

El pecado no es, por lo tanto, como algunas normas de tráfico. Cuando busco un lugar para dejar el coche y veo la señal “prohibido aparcar”, es posible que me enfade, que no esté de acuerdo con el alcalde o con la policía. Dejar el coche ahí, en ese lugar concreto, quizá no molesta a nadie. Sé que está prohibido, pero si no estuviese prohibido, allí aparcaría... Incluso con la total certeza de que no causaría daño a nadie.

En otras ocasiones, en cambio, la misma señal de tráfico vale no sólo porque la pusieron allí, sino porque descubro que es justo, es bueno, no aparcar en ese lugar. Incluso habrá momentos en los que llegaré a una calle donde me gustaría aparcar, donde no hay señal alguna (¡está permitido aparcar allí!), pero no aparcaría porque me doy cuenta de lo mucho que perjudicaría a otras personas si lo hiciera.

El pecado es parecido al segundo ejemplo. No depende de la imaginación de Dios o de algún capricho del catequista o del sacerdote. Si la Iglesia nos enseña que el robo es pecado, o el adulterio, o la calumnia, o el masturbarse, o el aborto, es porque en cada uno de esos actos perdemos algo de nuestra vocación al bien, al amor, a la justicia.

No es correcto, por lo tanto, pensar: “si esto no fuera pecado, lo haría”. Porque si algo es malo, lo es siempre. Porque, además, mi condición de hombre y de cristiano me recuerdan que no vivo para seguir mis caprichos y buscar maneras para que las normas no me impidan realizar lo que me gustaría hacer ahora, sino que vivo para amar y hacer el bien, a todos y en todo. Por eso no quiero saltarme aquellos mandamientos que me apartan del mal para invitarme a hacer el bien.

Nos será más fácil superar la tentación del “si esto no fuera pecado...” cuando profundicemos y conozcamos mejor el porqué de los mandamientos, el sentido de cada norma ética, el bien que ganamos cuando queremos ser honestos. Los mandamientos no son imposiciones arbitrarias, sino señales que nos indican dónde está el bien y el mal, qué nos ayuda a vivir en amistad con Dios y con nuestros hermanos, y qué actos hieren esa amistad.

Por ejemplo, si no robo, aunque tenga que esperar más años para comprarme un coche nuevo, viviré con la conciencia más tranquila y en mayor paz con quienes viven a mi lado. Porque habré respetado el derecho de otro a un dinero que es suyo, que merece tener, que no puedo apropiarme sin dañarle y sin herir mi conciencia.

Lo mism o vale para los demás casos: el mal de cada acto pecaminoso es tan grave que destruye riquezas de la propia vida y de la vida de los demás, y por lo mismo es muy bueno no ceder nunca a la voz insidiosa de una tentación que me presenta como fácil y posible algo malo.

Pensemos, además, en positivo: cuando digo no a un pecado, entonces mi corazón está (al menos, debería estar) más dispuesto a hacer más cosas buenas, a vivir más a fondo mi condición de soltero o de casado, de padre o de hijo, de estudiante o de trabajador, de amigo o de ciudadano honrado.

Por eso, vale la pena quitarse de la cabeza esa insinuación que no viene de Dios, sino del propio egoísmo: “Si no fuera pecado...” Habría que sustituirla por esta otra: “Porque sé que es pecado, centraré mi mirada en el mucho bien que puedo llevar a cabo por otros caminos santos y buenos”.

De este modo, creceremos cada día en nuestra condición cristiana, viviremos como hijos que están a gusto en casa, con su Padre de los cielos, con tantos hermanos que también quieren ser justos y difundir amor para con todos. Aunque ahora tengamos que luchar enérgicamente contra una tentación fácil, aunque tal vez pensemos que estamos “perdiendo” una ocasión única.

Es muchísimo lo que gano si conservo mi espíritu abierto para amar, para estar muy cerca de ese Dios que tanto ha sufrido por hacer más bueno mi corazón cristiano...

Postscriptum: Me llegó una nota-comentario que pensé podía ser buena para complementar las ideas anteriores. Aquí la transcribo con pequeños retoques, y doy las gracias a la persona que me la envió.

“No es que las cosas son malas porque están prohibidas, s ino que están prohibidas, porque son malas.

En los hospitales hay letreros que dicen: prohibido el paso, zona radiactiva... ¿es malo porque está prohibido, o está prohibido porque es malo, porque es nociva la radiación para nuestro organismo?

Dios nos ama, Él sabe lo que nos hace bien, según nuestra naturaleza, y lo que nos hace daño. El mal, nos hace mal; el bien, nos hace bien. La templanza es buena porque nos hace bien; la intemperancia es mala, porque nos hace mal.

Es verdad que el pecado es, ante todo y sobre todo una ofensa a Dios; pero el pecado le ofende a Dios, no porque le haga mella, porque suponga menoscabo, deterioro, pérdida, merma o perjuicio a Dios, sino porque Él nos ama y le entristece el mal que nos hacemos cuando somos malos; y esto hasta tal punto, que si el mal no nos haría mal, Dios no nos lo prohibiría, como no nos prohíbe la contemplación de un bello amanecer, o la audición de una hermosa música (claro, en su momento; porque si me pongo a contemplar un amanecer cuando debo tomar el avión para ir a concluir un negocio estupendo para mi economía familiar, o me pongo a oír una bella melodía cuando mi mujer duerme...).

Esto es aplicable a la drogadicción, el alcoholismo, la infidelidad conyugal, la lujuria, la falta de honradez, la falta de veracidad (el mentiroso, en el fondo, es un malabarista al que el espectáculo le va bien hasta que se le caen todas las pelotas en la cabeza... hace el ridículo, se degrada a sí mismo...)”.

Padre Roberto Mena ST

CRISIS DE SANTIDAD

Dice el Diccionario de la Real Academia Española que el honor es la “Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo”; y en su segunda acepción, sería la “buena reputación que sigue a la virtud o al mérito”.

En los últimos años, la palabra “valores” se ha puesto de moda y se ha repetido hasta la náusea. Hay términos como “solidaridad” o “tolerancia” ; que una y otra vez se leen y se escuchan vengan o no a cuento. Parece que la “tolerancia” o el “ser tolerante” supone un “valor” incuestionable. Pero pocos se atreven a decir hoy en día que algo es “intolerable”. Por ejemplo, que en España tengamos más de cinco millones de parados resulta intolerable. Que la mentira se haya convertido en algo socialmente aceptado, resulta intolerable. Que el aborto sea una realidad socialmente consentida y aceptada, resulta intolerable. Que la infidelidad conyugal se vea como algo normal, resulta intolerable. Que la corrupción campe a sus anchas y sea una práctica extendida entre políticos, empresarios y trabajadores, resulta intolerable. Que el matrimonio se haya convertido en un cajón de sastre donde cabe cualquier tipo de relación, me parece intolerable. Que el Estado se haya arrogado el derecho a educar moralmente a nuestros hijos, usurpand o el derecho que únicamente nos corresponde a los padres, resulta intolerable.

Sinceramente: estoy harto de los “valores”, de la “tolerancia” y del “talante”. Lo decente es luchar por el bien y la justicia; y combatir el mal, la corrupción, la mentira y la opresión, venga esta de donde venga. Por eso reivindico la recuperación del concepto del honor y la necesidad urgente de cultivar las virtudes. Toda persona tiene la obligación de comportarse de acuerdo con unos principios. Tenemos la obligación de comportarnos de manera ejemplar y de combatir a aquellas personas cuyo comportamiento no esté a la altura de esa ejemplaridad.

Una persona con honor - honorable - no miente ni engaña ni roba. Una persona con honor cumple la palabra dada en su vida social y personal. Un hombre o una mujer no pueden prometerse amor y fidelidad y luego engañar a su cónyuge: ¿es q ue la palabra dada no sirve para nada? Y no vale apelar a la debilidad del ser humano ni pamplinas por el estilo. Cuando uno se compromete a algo o con alguien, tiene la obligación de cumplir con su deber. Y resulta intolerable la facilidad con la que se tolera lo intolerable.

Y otro tanto habría que decir de la obligación de los padres de educar a sus hijos, que para eso los han traído al mundo. O la obligación de tratar con justicia a los trabajadores; o la de los trabajadores de realizar el trabajo que cada uno tenga que desempeñar con el mayor esfuerzo y dedicación y de la mejor manera posible. Las personas no están al servicio de la economía, sino que la economía debe estar al servicio de las personas para que todos puedan vivir con dignidad.

Todos tenemos el deber de tratar a los demás con respeto. Las personas no son objetos de usar y tirar: ni en las relaciones laborales ni en las personales. Las relaciones sexuales no son un juego de niños. El otro, el prójimo, no es algo que esté ahí para que yo lo use y me lo pase bien. Debemos recuperar urgentemente la responsabilidad en las relaciones sexuales y combatir la banalización de la sexualidad y la promiscuidad rampante. No puede ser que en España se lleven a cabo más de cien mil abortos ni que la píldora postcoital se consuma como si fueran caramelos.

¡Cuántas veces se hace una separación drástica entre “vida pública” y “vida privada”! ¡Cuántas veces se escucha esa falacia de que “cada uno en su vida privada puede hacer lo que le dé la gana”! Pues no. La conducta personal debe ser ejemplar en la vida pública y en la privada. Si alguien maltrata o engaña a su mujer, ¿puede ser de fiar en cualquier otro ámbito? Si uno es un sinvergüenza en su vida privada, no puede pretender que nadie se fíe de él en la vida pública. Todos tenemos la obligación, al menos, de intentar ser ejemplares en nuestra vida: la íntima y la pública.

La crisis que sufrimos hoy en día es una crisis que hunde sus raíces en una profunda quiebra moral: vale todo y el “honor” se considera un concepto anticuado y sin vigencia alguna. Y así nos va. Cuando se fomentan los vicios y se desprecian los méritos; cuando la virtud es objeto de burla y desprecio; cuando el fin justifica los medios, el resultado que obtenemos es una sociedad enferma y decadente como la de hoy en día. Sin honor, sin virtudes, sin ejemplaridad y sin esfuerzo ni mérito, no iremos a otro sitio que no sea la ruina. Por eso, hoy más que nunca, hacen falta personas ejemplares y honorables. Para un católico como yo, la crisis más importa nte que padecemos, en el fondo, es una crisis de santidad.



PADRE rOBERTO mENa st

Thursday, January 12, 2012

Primera Literatura Cristiana en la Iglesia

El Nuevo Testamento


Símbolos de los cuatro Evangelistas




El Nuevo Testamento está compuesto de veintisiete libros, todos ellos escritos en la segunda mitad del siglo I. Cuatro Evangelios contienen la historia y las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo; los Hechos de los Apóstoles —obra de San Lucas— es también un libro histórico que da a conocer la vida de la primitiva Iglesia de Jerusalén y sigue luego los avatares del Apóstol San Pablo, hasta su llegada a Roma para comparecer ante el tribunal del César.

Un segundo grupo de libros —los didácticos— está formado por las catorce cartas de San Pablo y las siete epístolas «católicas» —dos de San Pedro, tres de San Juan, una de Santiago y otra de San Judas—. Un libro profético —el Apocalipsis de San Juan— viene a cerrar la serie de los libros inspirados que contienen la Revelación divina neotestamentaria. A la Escritura revelada le sigue la primitiva literatura cristiana.


2. El nacimiento de la literatura cristiana

La literatura de la Antigüedad cristiana surgió al hilo de la vida y refleja la existencia de la primera Iglesia. Ésta, con el paso del tiempo, creció internamente, hubo de afrontar peligros de dentro y persecuciones de fuera; y, llegada a un determinado grado de madurez, sintió la necesidad de proceder a una elaboración sistemática de la doctrina de la fe. Todo este desarrollo tuvo cabida dentro de los tres primeros siglos de nuestra Era, anteriores a la concesión de la libertad religiosa por el emperador Constantino. Los textos literarios que se conservan permiten conocer puntualmente este itinerario histórico.


3. Los Padres Apostólicos


San Policarpo




La más venerable literatura cristiana está integrada por un grupo de escritores en lengua griega, de los siglos I y II, a los que se conoce con el nombre de «Padres Apostólicos». Este título expresa sus características peculiares: la antigüedad —algunas obras son, probablemente, anteriores al Evangelio de San Juan— y la estrecha vinculación de estos escritores a los Apóstoles, de los cuales pueden considerarse discípulos. Los escritos de los «Padres Apostólicos» son de índole pastoral y están dirigidos a un público cristiano.

Los textos más notables de este primer núcleo de la literatura cristiana fueron la Didaché —el más viejo tratado de disciplina eclesiástica—, la carta ya mencionada de San Clemente a los Corintios, las siete escritas por San Ignacio de Antioquía a otras tantas iglesias, durante su viaje hacia Roma, donde había de sufrir martirio, y otra epístola, todavía, de San Policarpo de Esmirna. El «Pastor» de Hermas, importante para la historia de la penitencia, pertenece también a este grupo de obras.



4. Las Actas de los mártires

La Iglesia primitiva fue la Iglesia de los mártires. Los fieles deseaban conocer con detalle la gesta heroica de los cristianos que daban su vida por la fe de Jesucristo. Es cierto que esta curiosidad dio lugar a la aparición de relatos legendarios, de escaso valor histórico. Pero la literatura martirial cuenta con no pocos documentos con todas las garantías de la más estricta veracidad.

Muchos martirios fueron precedidos por un proceso judicial, en el cual los notarios levantaban acta de los interrogatorios de los magistrados, las respuestas de los mártires y la sentencia que les condenaba a morir. Los cristianos conseguían a veces copias literales de estas actas, como ocurrió con el proceso de San Justino, celebrado en Roma (c. a. 165), o el de San Cipriano en Cartago (a. 258). Un valor documental semejante a las «actas» tienen las «pasiones», relatos escritos por cristianos contemporáneos testigos de los hechos: unas páginas conmovedoras, que acostumbraban leerse en las iglesias en el día aniversario del martirio.



5. Literatura Apologética

En el siglo II apareció un nuevo género literario, exponente de las luchas que hubieron de sostener los cristianos con enemigos de dentro y de fuera. La defensa de la fe contra la herejía dio lugar a la composición de buen número de escritos antiheréricos, entre los cuales destaca el tratado «Contra las herejías», de San Ireneo de Lyon, al que ya se hizo referencia, y que es una refutación de las doctrinas gnósticas. San Ireneo atribuye decisiva importancia a la tradición conservada por los obispos, sucesores de los Apóstoles, y en especial por la Iglesia romana, maestra de la fe, adornada por una nota de singular primacía sobre todas las demás iglesias.


San Ireneo de Lyón




La literatura apologética tenía como objetivo primordial la vindicación de la verdad cristiana y estaba dirigida a lectores ajenos a la Iglesia. Hubo obras de apologética antijudía, y en ellas la argumentación se fundaba sobre todo en el Antiguo Testamento, para demostrar, partiendo de él, que Jesús era el Mesías anunciado por los Profetas, que la Iglesia es el nuevo Israel y que el Cristianismo realiza la plenitud de la Ley. Un ejemplo notable de la apologética antijudía es el «Diálogo con Trifón», escrito por el mártir San Justino hacia el año 150. Pero los destinatarios de la literatura apologética fueron sobre todo los paganos, que constituían el entorno social hostil al Cristianismo.

La Apologética cristiana fue obra de los «Apologistas», grupo de escritores que asumieron la defensa del Cristianismo frente al mundo gentil. De acuerdo con este propósito, sus escritos se dirigían a los representantes de la autoridad pública —emperadores, magistrados— o al pueblo romano en general. El contenido de esos escritos venía determinado por la naturaleza misma de las acusaciones contra los cristianos que estaban más en boga entre sus contemporáneos.

Frente a las calumniosas especies que circulaban entre el vulgo atribuyéndoles toda suerte de crímenes, los Apologistas respondieron con el testimonio de la existencia real de los discípulos de Cristo. La «Epístola a Diogneto» —que quizá sea la apología presentada por Cuadrato al emperador Adriano— aduce aquel testimonio como la prueba más patente de la falsedad de tales calumnias. Más aún —agrega el autor—, la conducta de los cristianos era tan admirable, que sólo podía explicarse por la grandeza de sus ideales: «obedecen a las leyes establecidas, pero con su vida sobrepasan las leyes; aman a todos, y por todos son perseguidos; se les desconoce y se les condena; se les mata, y con ello se les da vida; son pobres y enriquecen a muchos; carecen de todo y abundan en todo; son deshonrados y en las mismas deshonras son glorificados».

Se acusaba a los cristianos de enemigos de la humanidad y malos ciudadanos del Imperio. Los Apologistas reaccionaron también vivamente frente a estas insidias: Los cristianos —escribían— ejercen un influjo benéfico en la sociedad: «lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo», decía todavía la carta a Diogneto; y Orígenes, en respuesta a Celso, reafirmaba que «los hombres de Dios —los cristianos— son la sal que mantiene unidas las sociedades de la tierra». Por lo que hacía al Imperio, los Apologistas del siglo II afirmaban la plena; lealtad de los cristianos, que cumplían puntualmente sus deberes ciudadanos y ofrecían por los emperadores el mejor de sus bienes, la oración: «Oramos en todo momento por los emperadores —escribía Tertuliano en su Apologeticum— para que vivan largos años, y pedimos un gobierno pacífico, la seguridad de su casa, un ejército valeroso, un Senado fiel, un pueblo honrado, la paz del mundo y cuanto emperadores y subditos puedan desear».

Los cristianos hubieron de afrontar todavía la oposición de los círculos ilustrados, que menospreciaban el valor intelectual del Cristianismo. La réplica de los Apologistas fue que la doctrina cristiana constituía una sabiduría infinitamente superior a la Filosofía griega, porque encerraba la plenitud de la verdad. En torno al año 200, algunos escritores que habían defendido el Cristianismo en el terreno intelectual comenzaron a producir una literatura no polémica, de un nuevo género demandado ya por el grado de madurez alcanzado por la Iglesia: exposiciones de conjunto de la doctrina de la fe, que sirvieran para la formación de los numerosos conversos que llegaban ahora procedentes de las clases más cultas de la sociedad. Tal fue el comienzo de la ciencia teológica.


Emperador Alejandro Severo




Si hubiera que asignar una patria de origen a esa ciencia, habría que decidirse sin vacilar por Alejandría. En esta ciudad cosmopolita, foco de la cultura helenística, surgió la célebre escuela teológica que, a principios del siglo III, consiguió un extraordinario auge bajo la dirección de Clemente, un converso cuya amplísima cultura le permitió dar una sólida contextura científica a la exposición de la doctrina de la fe. El ambiente intelectual de la metrópoli egipcia imprimió sus rasgos a esta escuela cristiana: preferencia por la Filosofía platónica y empleo del método alegórico en la exégesis bíblica, en busca del sentido espiritual más profundo de la Sagrada Escritura. Estas notas distinguieron en todo momento a los teólogos alejandrinos.

Orígenes, sucesor de Clemente de Alejandría en la dirección de la escuela, la elevó a un altísimo grado de esplendor. Orígenes fue una personalidad extraordinaria: confesor de la fe, escritor fecundísimo, la fama de su sabiduría se extendió por todo el Imperio, y la propia madre del emperador Alejandro Severo quiso conocerle. En Alejandría y después en Cesarea de Palestina desarrolló una actividad asombrosa y fue autor de dos mil obras. Su empresa más ambiciosa fueron las «Hexaplas», versión séxtuple de la Escritura destinada a obtener un texto crítico del Antiguo Testamento. En la ciudad de Antioquía surgió en el siglo IV otra escuela que rechazaba el método alegórico, propio de los alejandrinos, en la interpretación de la Biblia, y cultivaba la exégesis literal de la Sagrada Escritura, inspirada en la filosofía aristotélica.

conversion

CONVERSIÓN. a) Convertirse significa volverse. Conversión, en sentido religioso, es sinónimo de vuelta a Dios. En la forma de comprensión más habitual, se suele entender la conversión como conversión moral. Se trataría, en ese caso, de una actitud de arrepentimiento por los pecados cometidos, que han alejado de Dios al hombre o la mujer.

Jesús envía a sus discípulos a predicar la conversión (...Mc 6,12). Incluso después de la resurrección, el Resucitado renueva este envío (Le 24,47). A quien se arrepiente y pone su vida en camino de vuelta hacia Dios, le ofrece su perdón (He 2,38; 3,19; 5,31). El signo que celebra este encuentro salvador es, en unos casos, el bautismo, con el don del Espíritu (He 2,38); en otros casos, es el signo de la reconciliación: «A quienes perdonéis los pecados...» (Jn 20,23). Esta es la conversión moral.

b) Pero hay otro modo de comprender el significado de la conversión, que hace referencia principalmente al caso de los paganos y, por extensión, al caso de aquellos bautizados que nunca han vivido una relación personal con Dios y que incluso desconocen prácticamente la dimensión teológica del pecado. Se trata de personas que fueron bautizadas de niños, que han vivido un largo trecho de su vida sin ninguna referencia a Dios y que, por consiguiente, no son capaces de comprender que sus comportamientos éticamente incorrectos tienen una repercusión en Dios; desconocen, por tanto, el sentido teológico del pecado.

Estas personas pueden experimentar en un momento dado, o al final de un proceso de búsqueda, una especial iluminación de Dios, que les llama ala conversión. En este supuesto hablaríamos, sí, de una conversión total, pero más propiamente entenderíamos esta conversión como una adhesión a Jesucristo y al Dios de Jesucristo (DGC 56b). Es la conversión de carácter religioso.

Esta es la conversión que va incluida en el acto de fe y a la cual nos referimos explícitamente en este artículo. No es un volverse a Dios de quien se alejó por el pecado, sino una respuesta a la llamada de Dios que el no creyente –o el creyente débil– expresa en un acto de fe que pone a la persona frente al Dios vivo (He 14,15) y que propicia un cambio de mentalidad, un nuevo estilo de vida ante Dios y ante los hombres.

fe y conversion

FE Y CONVERSIÓN
1. FE. a) En el lenguaje del Antiguo Testamento, no encontramos propiamente una definición de la fe. Los términos griegos pistis y pisteuin, que traducimos por fe, corresponden a una gran variedad de conceptos hebraicos. En el Antiguo Testamento descubrimos los contenidos que pretenden reflejar dichos conceptos y que, más tarde, en la traducción griega de los LXX, fueron denominados con el término fe.

Estos contenidos de las expresiones hebraicas nos permiten descubrir que la fe comporta: 1) asentar la vida sobre algo firme, seguro, cierto; 2) estar seguro de que no hay otra realidad que ofrezca estas características más que Dios; 3) decir AMEN (traducción del aman hebreo) a Dios, es decir creer en Dios, fundar la existencia en Dios: «Si no os afirmáis en mí, no podréis subsistir» (Is 7,9), y 4) realizar una entrega confiada al Dios siempre fiel, que reclama al hombre entero. En Génesis 15,6 se nos ofrece el ejemplo prototípico de la fe de Abrahán.

b) Los evangelios ponen de manifiesto que la respuesta de fe del hombre a Dios es fruto de la acción de Dios (cf Jn 6,44-45), es gracia o don de Dios. Los evangelios reclaman esta fe en Dios y en su enviado Jesucristo: «Creed en Dios y creed también en mí» (Jn 14,1). En ellos se subraya: 1) que la fe es la actitud de acogida que los pobres ofrecen al anuncio de la salvación —así lo reconoce María en el Magníficat (Lc 1,46-55)—; 2) que la fe es la condición para que Jesús realice su acción salvadora: «tu fe te ha curado» (Lc 8,48), y 3) que la fe es la acogida de Jesús como Mesías, enviado por el Padre (Jn 20,31).

c) San Pablo, profundizando en su experiencia religiosa, nos describe la fe como: 1) un volverse al Dios vivo y verdadero (1Tes 1,8ss); 2) la actitud que hace posible recibir la salvación de Dios —Dios no salva por las obras de la ley sino por la fe (Rom 3,28)—, y 3) una nueva disposición interior, que se traduce en un estilo de vida regida por la ley del Espíritu, que nos hace hijos de Dios (Gál 4,6-7).

El Nuevo Testamento, pues, recogiendo el contenido del Antiguo, concreta esta actitud de fe en una afirmación de Jesucristo: creer en Jesucristo y en el Dios de Jesucristo. El es el testigo fiel (Ap 3,14), que ha dicho siempre Amén a Dios. Creer en Dios y creer en su enviado Jesucristo es el objeto fundamental de la fe. Para el cristiano, la verdad y las palabras de Jesús son la verdad y las palabras de Dios mismo (cf DV 4).

Vista como actitud, desde el ser humano, la fe es una opción fundamental y un proyecto total del hombre que, al asentar su vida en el Dios revelado en Jesucristo, se descubre a sí mismo, a los otros y al mundo como realidades que tienen, desde ese momento, un sentido más pleno.

que es la catequesis?

LA CATEQUESIS, MINISTERIO DE LA PALABRA. La catequesis es esa forma peculiar del ministerio de la Palabra que hace madurar la conversión inicial del cristiano hasta hacer de ella una viva, explícita y operante confesión de fe (CC 96).

a) La confesión de fe requiere un conocimiento del Dios de Jesucristo. Sin ese conocimiento no podríamos hablar de una fe adulta. Dicho conocimiento tiene por objet...o las verdades contenidas en los símbolos de la fe, el credo (cf DGC 54). Pero no conviene olvidar que un auténtico conocimiento conlleva una entrega plena e incondicional al único Dios. Reconocer a Dios como Padre y a Jesucristo como el Señor, es obra del Espíritu que actúa en nosotros.

b) Implica necesariamente también el desenmascaramiento de los ídolos que quieren ocupar en nuestra vida el lugar de Dios, la renuncia a cuanto nos esclaviza e impide vivir la libertad auténtica de los hijos de Dios (cf Gál 5,1). El único camino que lleva al conocimiento de Dios y a su entrega a él es Jesús, el Cristo. Por ello, una fe adulta tiene como centro a Jesucristo: él es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). «Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Lc 10,22). Jesucristo es la plenitud de la Revelación (DV 4); es el centro de la historia de la salvación; con él ha llegado la plenitud de los tiempos; él es el único salvador (He 4,12) (cf DGC 53).

c) Al confesar la fe, nos sentimos miembros del pueblo de Dios como tal, que es la Iglesia. Pablo VI llamó al símbolo de la fe «el Credo del pueblo de Dios». Vinculado a la fe de la Iglesia, el creyente confiesa su fe. Esta vinculación a la Iglesia es mucho más que una mera adscripción jurídica. En la Iglesia, el creyente descubre la comunidad de los hijos de Dios, dispersos por el pecado, congregados por Jesús, el salvador, y enviados al mundo a anunciar el evangelio (LG 4). «Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo» (Plegaria eucarística III).

Descubrir, por tanto, el misterio de la Iglesia, misterio de comunión con Dios por medio de Jesucristo y en el Espíritu (sínodo 1985, relación final II, C 1) es elemento imprescindible de una fe adulta. Como lo es, asimismo, llegar a la convicción de que la Iglesia existe para anunciar el evangelio (EN 14) y construir el reino de Dios. Esta realidad de la Iglesia como comunión, es fundamental en los documentos del Vaticano II, como lo subraya el sínodo de 1985 (II, C 1).

que es magia y maleficio? como afecta?

MAGIA Y MALEFICIO -

En muchas sectas y nuevos movimientos religiosos, como así también en varias de las disciplinas promovidas por la New Age o Nueva Era, puede observarse que subyace en mayor o menor medida, una concepción mágica.

Definición

La palabra magia, deriva del vocablo persa mag, cuya una de sus acepciones es el de sabiduría. La magia consiste en una concepción mecanicista basada en el convencimiento de que existiría una fuerza en la naturaleza, susceptible de ser captada merced a diversos rituales, y utilizada en beneficio o detrimento de los hombres.
En base a lo expuesto podemos sostener, de manera sencilla, que el concepto de la magia se asienta en la creencia paralela y recíproca de dos mundos (visible e invisible), con sus respectivas fuerzas y correspondencias. De tal manera que lo actuado en uno de estos mundos (visible), tendrá una correspondencia determinada en el otro (invisible), y viceversa.

Tipos de Magia

Si bien son muchas las posibles clasificaciones de la magia, popularmente se conocen dos variantes, especialmente en lo que hace a su metodología o formas de operación y sus fines.
En lo que respecta a la metodología se destacan las de carácter homeopático o analógico, y las de carácter transitivo o de contigüidad.
La primera se basa en el principio de similitud o concepción de que lo semejante actúa sobre lo semejante. Un ejemplo de ella sería aquel ritual en el que para curar una afección cardiaca, se realiza un emplasto con una planta cuyas hojas tienen forma similar al corazón. Es importante destacar que el ejemplo dado en la magia homeopática o analógica, no debe ser confundido con aquellos tratamientos que, basados en una vieja sabiduría popular, reconoce el efecto terapéutico de los componentes de ciertos vegetales y que es conocido como fitoterapia.
Por su parte la segunda, se basa en el principio que sostiene que los elementos una vez en contacto, continúan operando uno sobre otro. Este es el tipo quizás, más popularmente conocido y un ejemplo sería cuando se confecciona una figura de arcilla a la que se anexa algún elemento u objeto de la persona sobre la que se quiere actuar (v.gr.: un cabello, una uña, una foto o un pañuelo). Estos elementos u objetos de la persona, por pertenecer a ella, la implicarían en su totalidad. De esta manera las acciones realizadas sobre la figura de arcilla (presionarla, clavarle alfileres, quemarla con fuego), producirían efectos similares sobre la persona de la que se ha tomado el elemento u objeto y puesto en contacto con la figura.
Finalmente y en lo que respecta a su fines, habría básicamente dos tipologías, conocidas como magia blanca y negra. Y aunque algunos autores sostienen que esta definición es artificiosa, la primera de ellas tendría fines positivos, mientras que la restante, sólo fines negativos y es la asociada a la brujería y los maleficios.

El maleficio

Comúnmente se entiende por maleficio, la capacidad de una persona de realizar un mal sobre otra, en base a metodologías mágicas.
En nuestra sociedad y no distinguiendo clases o niveles intelectivos, la pregunta de si existe la posibilidad del maleficio, surge de tanto en tanto. Esta pregunta suele venir convenientemente respaldada, de un folklore que hunde sus raíces en creencias populares, cuentos, películas, libros e historias, que han creado un campo fértil a la fantasía o la exageración y, siempre, a un sordo temor que se manifiesta en el dicho popular: "¡Las brujas no existen, pero que las hay, las hay!"
A esta pregunta debemos responder que, sin descartar la posibilidad de una intervención preternatural, sólo que esta ocurre en rarísimas ocasiones, cuando es permitido por Dios y nunca con la asiduidad con que se cree, la concreción del maleficio debe ser generalmente descartada.
No obstante ello ciertas prácticas tienden a confundir a muchos, por los efectos que parecen derivar de ellas y que, ante el desconocimiento, fácilmente son atribuidas a consecuencias de un maleficios.
Tanto la Iglesia como la ciencia, sostienen un principio de economía, que al mismo tiempo es de prudencia y objetividad, y que estipula que "frente a un hecho extraordinario, nunca debe darse una respuesta de orden preternatural, si puede ser explicado naturalmente". Sólo cuando se acaban las posibilidades de una explicación natural, se puede empezar a pensar en la posibilidad, y no certeza, de una de orden no natural.
De esta manera podemos decir que el maleficio surte un efecto, entre otras razones, por autosugestión. Si uno cree en la posibilidad de un maleficio, es muy posible que le termine ocurriendo algo. O para decirlo de otra manera: todo lo malo que nos pasa a todos, todos los días, si creemos en el maleficio, se lo adjudicaremos a él.
Si una persona cree que han ejercido sobre ella un maleficio, aumentará su tensión nerviosa, manteniendo una situación de alerta constante, lo que repercutirá en una secreción mayor de lo habitual de adrenalina y un aceleración del ritmo cardiorrespiratorio, contracciones musculares, gastritis, insomnio, angustia, ansiedad y demás disfunciones, que pueden llegar a provocar cuadros clínicos serios.
Otra de las formas por las que el maleficio suele surtir un efecto, es a raíz de algún engaño encubierto. En ocasiones los objetos que se utilizan, cuentan con sustancias tóxicas que al tomar contacto con la persona, producen una serie de efectos que fácilmente pueden ser adjudicados a lo preternatural, cuando las causas son perfectamente naturales.
Al respecto se suele mencionar como ejemplo cuando se colocan cánulas de bambú embadurnadas en curare, entre las plumas de algún gallo muerto. La persona a la que está destinada el maleficio, al tomar el gallo con sus manos, se pincha con las cánulas de bambú, ingresando el curare a su organismo. El curare es un veneno que actúa sobre el sistema nervioso y puede producir la muerte por paro cardiorrespiratorio. En otras ocasiones, las sustancias tóxicas son preparadas en pócimas o infusiones que, sin conocimiento del afectado, se dan a beber produciendo diversos efectos.

Algunas consideraciones

La creencia popular en la magia y el temor atávico frente a la posibilidad de un maleficio, es explotado por numerosos nuevos movimientos religiosos de características sectarias y los clasificados de los periódicos dan sobrada prueba de ello.
Movimientos relacionados con la New Age o Nueva Era y, especialmente, cultos afroamericanos de lo más diversos que prometen solución a todos los problemas, laborales, familiares y sentimentales, recurren a la concepción mágica en su proselitismo. ¿Cuántas veces escuchamos a diario a personas que desesperadas por dificultades económicas y laborales, acuden a estos movimientos y por respuesta no reciben explicaciones relacionadas con la actual situación socioeconómica, sino que les han hecho un maleficio y que, para deshacerlo, deben doblar sumas que van desde los doscientos a los cinco mil dólares o más? O, preocupados por la enfermedad propia o de algún familiar cercano, reciben igual respuesta, abandonando tratamientos médicos con graves consecuencias.
En el mejor de los casos sólo pierden tiempo y dinero, en otros, se puede perder también la vida del alma y del cuerpo.

Algunas referencias bíblicas: Dt. 18,10; Jr. 27,9 y 29,8; Sab. 13,1-9; Is. 2,6 y 57,3; Os. 4,2; Mi. 5,11; Ml. 3,5; Hch. 8,9-25; 13,8-12 y 19,19.

Algunas referencias del Catecismo: Adivinación y Magia: 2115, 2116 y 2117.
Roberto Mena ST

Sunday, January 08, 2012

Gran iniciativa de Benedicto XVI: “Año de la fe "

“La finalidad del “Año de la fe es contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, para que todos los miembros de la Iglesia sean testigos creíbles y gozosos del Señor resucitado, capaces de indicar la puerta de la fe a tantas personas que buscan la verdad”. Estas palabras introducen la Nota con las indica ciones pastorales para el Año de la fe, fechada el 6 de enero 2012, Solemnidad de la Epifanía, y qué fué publicada el 7 de enero, por la Congregación para la Doctrina de la fe.

Se recuerda que con la Carta apostólica Porta fidei del 11 de octubre 2011, Benedicto XVI ha proclamado un Año de la fe que comenzará el 11 de octubre 2012, fecha del 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará el 24 de noviembre 2013, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

La nota de la Congregación para la doctrina de la fe recuerda que con la promulgación de dicho Año, el Santo Padre desea colocar en el centro de la atención eclesial aquello a lo que, desde el inicio de su pontificado, concede mayor importancia, es decir, el encuentro con Jesucristo y la belleza de la fe en Él. Igualmente, el comunicado pone de relieve que los aniversarios que se celebrarán durante el Año de la Fe asumen una mayor relevancia, pues serán una ocasión privilegiada para promover el conocimiento y la difusión de los contenidos del Concilio Vaticano II y también del Catecismo de la Iglesia Católica que cumplirá, el 11 de octubre de este año, el 20º aniversario de su promulgación por el beato Juan Pablo II.

Las propuestas de la Nota de la Congregación para la Doctrina de la fe se articulan en cuatro niveles: Iglesia universal; Conferencias Episcopales; Diócesis; y las Parroquias, Comunidades, Asociaciones y Movimientos. Y entre las sugerencias particulares de la nota, recomienda iniciativas ecuménicas; mejorar la calidad de la formación catequística; utilizar ampliamente los nuevos lenguajes de la comunicación y del arte, en “transmisiones televisivas o radiofónicas, pelíc ulas y publicaciones; promover un “diálogo renovado y creativo entre fe y razón mediante simposios, congresos y jornadas de estudio, especialmente en las Universidades católicas”; sin olvidar que la propuesta central sigue siendo la celebración de la fe en la liturgia, concretamente en la Eucaristía, porque “en la Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización.

Por último se informa que en el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización se instituirá una Secretaría para el Año de la fe, con el fin de coordinar las diversas iniciativas promovidas por los Dicasterios de la Santa Sede y aquéllas que sean relevantes para la Iglesia universal”. Las indicaciones ofrecidas en la Nota-concluye el comunicado- tienen la finalidad de invitar a todos los miembros de la Iglesia a comprometerse en el Año de la fe para redesc ubrir y “compartir lo más valioso que tiene el cristiano: Jesucristo, redentor del hombre, Rey del Universo, ´iniciador y consumador de la fe´.

Indicaciones pastorales para el Año de la Fe.


Introducción

Con la Carta apostólica Porta fidei , del 11 de octubre de 2011, el Santo Padre Benedicto XVI ha proclamado un Año de la fe, que comenzará el 11 de octubre de 2012, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, y concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

Ese año será una ocasión propicia para que todos los fieles comprendan con mayor profundidad que el fundamento de la fe cristiana es «el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»1. Fundada en el encuentro con Jesucristo resucitado, la fe podrá ser redescubierta integralmente y en todo su esplendor. «También en nuestros días la fe es un don que hay que volver a descubrir, cultivar y testimoniar. Que en esta celebración del Bautismo el Señor nos conceda a todos la gracia de vivir la belleza y la alegría de ser cristianos»2.

El comienzo del Año de la fe coincide con el recuerdo agradecido de dos grandes eventos que han marcado el rostro de la Iglesia de nuestros días: los cincuenta años pasados desde la apertura del Concilio Vaticano II por voluntad del Beato Juan XXIII (1 de octub re de 1962) y los veinte años desde la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, legado a la Iglesia por el Beato Juan Pablo II (11 de octubre de 1992).

Según las palabas del Papa Juan XXIII, el Concilio ha querido «transmitir pura e íntegra, la doctrina, sin atenuaciones ni deformaciones» comprometiéndose a que «esta doctrina, cierta e inmutable, que debe ser fielmente respetada, sea profundizada y presentada de manera que corresponda a las exigencias de nuestro tiempo»3. En este sentido, continúa siendo de crucial importancia la afirmación inicial de la Constitución dogmática Lumen gentium: «Cristo es la luz de los pueblos. Por ello este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia»4. Desde la luz de Cristo que purifica, ilumina y santifica en la celebración de la sagrada liturgia (cf. Constitución Sacrosanctum Concilium), y con su palabra divina (cf. Constitución dogmática Dei Verbum) el Concilio ha querido ahondar en la naturaleza íntima de la Iglesia (cf. Constitución dogmática Lumen gentium) y su relación con el mundo contemporáneo (cf. Constitución pastoral Gaudium et spes). Alrededor de sus cuatro Constituciones, verdaderos pilares del Concilio, se agrupan las Declaraciones y Decretos, que abordan algunos de los principales desafíos de nuestro tiempo.

Después del Concilio, la Iglesia ha trabajado para que sus ricas enseñanzas sean recibidas y aplicadas en continuidad con toda la Tradición y bajo la guía segura del Magisterio. Para facilitar la correcta recepción del Concilio, los Sumos Pontífices han convocado reiteradamente el Sínodo de los Obispos5, instituido por el Siervo de Dios Pablo VI en 1965, proponiendo a la Iglesia directrices claras a través de las diversas Exhortaciones apostólicas post-sinodales. La próxima Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en octubre de 2012, tendrá como tema: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.

Desde el comienzo de su pontificado, el Papa Benedicto XVI se ha comprometido firmemente en procurar una correcta comprensión del Concilio, rechazando como errónea la llamada «hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura», y promoviendo la que él mismo ha llamado «´hermenéutica de la reforma´, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mis mo, único sujeto del pueblo de Dios en camino»6.

El Catecismo de la Iglesia Católica, colocándose en esta línea, por un lado se presenta como un «auténtico fruto del Concilio Vaticano II»7, y por otro intenta favorecer su acogida. El Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985, convocado con ocasión del vigésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II y para hacer un balance de su recepción, sugirió la preparación de este Catecismo para ofrecer al pueblo de Dios un compendio de toda la doctrina católica y un texto de referencia segura para los catecismos locales. El Papa Juan Pablo II aceptó esta propuesta como un deseo de «responder plenamente a una necesidad real de la Iglesia universal y las Iglesias particulares»8. Redactado en colaboración con todo el episcopado de la Iglesia Católica, este Catecismo «manifiesta de v erdad una cierta ´sinfonía´ de la fe».9

El Catecismo presenta «lo nuevo y lo viejo (cf. Mt 13, 52), dado que la fe es siempre la misma y, a la vez, es fuente de luces siempre nuevas. Para responder a esa doble exigencia, el Catecismo de la Iglesia Católica, por una parte, toma la estructura "antigua", tradicional, ya utilizada por el catecismo de san Pío V, articulando el contenido en cuatro partes: Credo; Sagrada Liturgia, con los sacramentos en primer lugar; el obrar cristiano, expuesto a partir del Decálogo; y, por último, la oración cristiana. Con todo, al mismo tiempo, el contenido se expresa a menudo de un modo "nuevo", para responder a los interrogantes de nuestra época»10. Este Catecismo es «un instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial, y una regla segura para la enseñanza de la fe»11. Allí se hallan «los contenid os fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe»12.

El Año de la fe desea contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado, capaces de señalar la "puerta de la fe"a tantos que están en búsqueda de la verdad. Esta "puerta" abre los ojos del hombr e para ver a Jesucristo presente entre nosotros «todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Él nos enseña cómo «el arte del vivir» se aprende «en una relación intensa con él»13. «Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe».14
Por encargo del Papa Benedicto XVI15, la Congregación para la Doctrina de la Fe, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede y con la contribución de la Comisión para la preparación del Año de la fe16, ha escrito esta Nota con indicaciones para vivir este tiempo de gracia, las cuales no excluyen otras propuestas que el Espíritu Santo quiera suscitar entre los pastores y fieles de distintas partes del mundo.

Indicaciones

«Sé en quien he puesto mi confianza» (2 Tm 1, 12): estas palabras de San Pablo nos ayudan a comprender que la fe «es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado»17. La fe como confianza personal en el Señor y la fe que profesamos en el Credo son inseparables, se evocan y exigen mutuamente. Hay un fuerte vínculo entre la fe vivida y sus contenidos: la fe de los testigos y confesores es también la fe de los apóstoles y doctores de la Iglesia.

En este sentido, las siguientes indicaciones para el Año de la fe tienen el objetivo de favorecer el encuentro con Cristo a travé ;s de testigos auténticos de la fe y aumentar el conocimiento de sus contenidos. Se trata de propuestas que tienen la intención de solicitar una respuesta eclesial ante la invitación del Santo Padre, para vivir en plenitud este año como un especial «tiempo de gracia»18. El redescubrimiento gozoso de la fe también ayudará a consolidar la unidad y la comunión entre las distintas realidades que conforman la gran familia de la Iglesia.

I. En el ámbito de Iglesia universal

1. El principal evento al comienzo del Año de la fe será la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada por el Papa Benedicto XVI para el mes de octubre de 2012 y dedicada Al tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Durante el Sínodo, el 11 de octubre de 2012 tendrá lugar una solemne celebración para dar inicio al A&ntil de;o de la fe, en recuerdo del quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.

2. En el Año de la fe hay que alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de Pedro, para profesar la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, uniéndose a aquél que hoy está llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 32). Será importante también fomentar las peregrinaciones a Tierra Santa, el lugar que tuvo la primicia de conocer a Jesús, el Salvador, y a María, su madre.

3. Durante este año será útil invitar a los fieles a dirigirse, con particular devoción a María, imagen de la Iglesia, que «reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe»19. Por lo tanto, se debería alentar toda iniciativa que ayude a los fieles a reconocer el papel especial de María en el misterio de la salvación, a amarla filialmente y a imitar su fe y virtud. Para ello será muy conveniente organizar peregrinaciones, celebraciones y reuniones en los principales Santuarios.

4. La próxima Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, en julio de 2013, ofrecerá a los jóvenes una ocasión privilegiada para experimentar el gozo que proviene de la fe en el Señor Jesús y de la comunión con el Santo Padre, en la gran familia de la Iglesia.
5. Al respecto, sería conveniente la realización de simposios, congresos y reuniones de gran escala, incluso a nivel internacional, que favorezcan la comunicación de auténticos testimonios de la fe y el conocimiento de los contenidos de la doctrina de la Iglesia Católica. Demostrando que también hoy la Palabra de Dios sigue creciendo y diseminándose, es importante que se dé testimonio de que en Jesucristo «encuentra su cumplimient o todo afán y todo anhelo del corazón humano»20 y que la fe «se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre»21. Algunos congresos serán especialmente dedicados al redescubrimiento de las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

6. El Año de la fe ofrecerá a todos los creyentes una buena oportunidad para profundizar en el conocimiento de los principales documentos del Concilio Vaticano II y el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica. Esto vale particularmente para los candidatos al sacerdocio, en especial durante el año propedéutico o los primeros años de estudios teológicos, para los novicios y novicias de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, así como para aquellos que se preparan a entrar en una Asociación o Movimiento eclesial.

7. Este año será una ocasión propicia para acoger con mayor atención las homilías, catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre. Los pastores, personas consagradas y fieles laicos serán invitados a un renovado compromiso de adhesión eficaz y cordial a la enseñanza del Sucesor de Pedro.

8. Durante el Año de la fe, en colaboración con el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, se esperan iniciativas ecuménicas dirigidas a invocar de Dios y favorecer «la restauración de la unidad entre todos los cristianos», que «es uno de los fines principales que se ha propuesto el Sacrosanto Concilio Vaticano II»22. En particular, tendrá lugar una solemne celebración ecuménica para reafirmar la fe en Cristo de todos los bautizados.

9. En el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización será establecida una secretar&iacu te;a especial para coordinar las diversas iniciativas sobre el Año de la fe promovidas por los distintos Dicasterios de la Santa Sede o que de todos modos sean relevantes para la Iglesia universal. Será conveniente que con tiempo se informe a esta secretaría sobre los principales eventos que se organicen y también podrá sugerir iniciativas apropiadas. La secretaríaabrirá un sitio especial en Internet, para proporcionar información útil para vivir de manera efectiva el Año de la fe.

10. Al final de este año, en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, tendrá lugar una Eucaristía celebrada por el Santo Padre, en el que se renovará solemnemente la profesión de fe.

II. En el ámbito de las Conferencias Episcopales (23)

1. Las Conferencias Episcopales podrán dedicar una jornada de estudio al tema de la fe, de su tes timonio personal y de su transmisión a las nuevas generaciones, de acuerdo con la misión específica de los Obispos como maestros y «pregoneros de la fe»24.

2. Será útil favorecer la reedición de los Documentos del Concilio Vaticano II, del Catecismo de la Iglesia Católica y de su Compendio, en ediciones económicas y de bolsillo, y su más amplia difusión con el uso de medios electrónicos y modernas tecnologías.

3. Se espera que se renueve el esfuerzo para traducir los documentos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica a los idiomas que aún no cuentan con traducción propia. Hay que alentar iniciativas de apoyo caritativo a las traducciones a las lenguas locales de los territorios de misión cuyas Iglesias particulares no puede sostener tales gastos. Esto podrá llevar a cabo bajo la dirección de la Congregaci&oacut e;n para la Evangelización de los Pueblos.

4. Los pastores, aprovechando los nuevos lenguajes de la comunicación, se esfuercen por promover trasmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre el tema de la fe, sus principios y contenidos, así como la importancia eclesial del Concilio Vaticano II.

5. Los santos y beatos son los auténticos testigos de la fe25. Por lo tanto, será conveniente que las Conferencias Episcopales se esfuercen por dar a conocer los santos de su territorio, usando incluso los medios modernos de comunicación social.

6. El mundo contemporáneo es sensible a la relación entre fe y arte. En este sentido, se recomienda a las Conferencias Episcopales que, para enriquecimiento de la catequesis y una eventual colaboración ecuménica, se fomente el aprecio por el patrimonio artí stico que se encuentra en lugares confiados a su cuidado pastoral.

7. Se invita a los docentes de los Centros de estudios teológicos, Seminarios y Universidades católicas a verificar la relevancia que, en su enseñanza, tienen los contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica y las implicaciones que se derivan para sus respectivas disciplinas.

8. Será útil preparar con la ayuda de teólogos y escritores de renombre, subsidios divulgativos de carácter apologético (cf. 1 Pe 3, 15), para que los fieles puedan responder mejor a las preguntas que surgen en los distintos contextos culturales. Se trata de los desafíos de las sectas, los problemas asociados con el secularismo y el relativismo, y de los «interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos»26, as&iac ute; como de otras dificultades específicas.

9. Sería deseable revisar los catecismos locales y los subsidios catequísticos en uso en las Iglesias particulares, para asegurar su plena conformidad con el Catecismo de la Iglesia Católica27. En el caso de que algunos catecismos o subsidios para la catequesis no estén en completa sintonía con el Catecismo o que padezcan lagunas, será oportuno comenzar la elaboración de nuevos catecismos, sirviéndose del ejemplo y la ayuda de otras Conferencias Episcopales que ya lo hayan hecho.

10. En colaboración con la Congregación para la Educación Católica, competente en materia, será oportuno verificar que los contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica estén presentes en la Ratio de la formación de los futuros sacerdotes y en el currículo de sus estudios teológicos.

III. En el ámb ito diocesano

1. Se auspicia una celebración de apertura del Año de la fe y de su solemne conclusión en el ámbito de cada Iglesia particular, para «confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo»28.
2. Será oportuno organizar en cada diócesis una jornada sobre el Catecismo de la Iglesia Católica, invitando a tomar parte en ella sobre todo a sacerdotes, personas consagradas y catequistas. En esta ocasión, por ejemplo, las eparquías católicas orientales podrán tener un encuentro con los sacerdotes para dar testimonio de su específica sensibilidad y tradición litúrgicas en la única fe en Cristo; así, las Iglesias particulares jóvenes de las tierras de misión podrán ser invitadas a ofrecer un testimonio renovado de la alegría de la fe que las distingue.

3. Cada obis po podrá dedicar una Carta pastoral al tema de la fe, recordando la importancia del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, teniendo en cuenta las circunstancias específicas de la porción de fieles a él confiada.
4. Se espera que en cada Diócesis, bajo la responsabilidad del obispo, se organicen eventos catequísticos para jóvenes y para quienes buscan encontrar el sentido de la vida, con el fin de descubrir la belleza de la fe de la Iglesia, aprovechando la oportunidad de reunirse con sus testigos más reconocidos.

5. Será oportuno verificar la recepción del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica en la vida y misión de cada Iglesia particular, especialmente en el ámbito catequístico. En tal sentido, se espera un renovado compromiso de parte de los departamentos de catequesis de las diócesis, que sostenidos por las comis iones para la catequesis de las Conferencias Episcopales, tienen en deber de ocuparse de la formación de los catequistas en lo relativo a los contenidos de la fe.

6. La formación permanente del clero podrá concentrarse, particularmente en este Año de la fe, en los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, tratando, por ejemplo, temas como "el anuncio de Cristo resucitado", "la Iglesia sacramento de salvación", "la misión evangelizadora en el mundo de hoy", "fe e incredulidad", "fe, ecumenismo y diálogo interreligioso", "fe y vida eterna", "hermenéutica de la reforma en la continuidad" y "elCatecismo en la atención pastoral ordinaria".

7. Se invita a los Obispos a organizar celebraciones penitenciales, particularmente durante la cuaresma, en las cuales se ponga un énfasis especial en pedir perdón a Dios por los pecados contra la fe. Este año ser&a acute; también un tiempo favorable para acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.

8. Se espera la participación del mundo académico y de la cultura en un diálogo renovado y creativo entre fe y razón, a través de simposios, congresos y jornadas de estudio, especialmente en las universidades católicas, que muestren «cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad»29.

9. Será importante promover encuentros con personas que «aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo»30, inspirándose también en los diálogos del Patio de los Gentiles, iniciados bajo la guía del Consejo Pontificio de la Cultura.
10. El Año de la fe será una ocasi&oa cute;n para dar mayor atención a las escuelas católicas, lugares privilegiados para ofrecer a los alumnos un testimonio vivo del Señor, y cultivar la fe con una oportuna referencia al uso de buenos instrumentos catequísticos, como por ejemplo el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica o el Youcat.

IV. En el ámbito de las parroquias / comunidades / asociaciones / movimientos

1. En preparación al Año de la fe, todos los fieles están invitados a leer y meditar la Carta apostólica Porta fidei del Santo Padre Benedicto XVI.

2. El Año de la fe «será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía»31. En la Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización, la fe de la Iglesia es proclamada, celebrada y fortalecida. Todos los fi eles están invitados a participar de ella en forma consciente, activa y fructuosa, para ser auténticos testigos del Señor.

3. Los sacerdotes podrán dedicar mayor atención al estudio de los documentos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica, recogiendo sus frutos para la pastoral parroquial -catequesis, predicación, preparación a los sacramentos, etc.- y proponiendo ciclos de homilías sobre la fe o algunos de sus aspectos específicos, como por ejemplo, "el encuentro con Cristo", "los contenidos fundamentales del Credo" y "la fe y la Iglesia"32.

4. Los catequistas podrán apelar aún más a la riqueza doctrinal del Catecismo de la Iglesia Católica y, bajo la responsabilidad de los respectivos párrocos, guiar grupos de fieles en la lectura y la profundización común de este valioso instrumento, con la finalidad de crear pequeñ as comunidades de fe y testimonio del Señor Jesús.

5. Se espera por parte de las parroquias un renovado compromiso en la difusión y distribución del Catecismo de la Iglesia Católica y de otros subsidios aptos para las familias, auténticas iglesias domésticas y lugares primarios de la transmisión de la fe. El contexto de tal difusión podría ser, por ejemplo, las bendiciones de las casas, el bautismo de adultos, las confirmaciones y los matrimonios. Esto contribuirá a confesar y profundizar la doctrina católica «en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre»33.

6. Será conveniente promover misiones populares y otras iniciativas en las parroquias y en los lugares de trabajo, para ayudar a los fieles a redescubrir el don de la fe bautismal y la responsabilidad de su testimonio, conscientes de que la vocación cristiana «por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado»34.

7. En este tiempo, los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica son llamados a comprometerse en la nueva evangelización mediante el aporte de sus propios carismas, con una renovada adhesión al Señor Jesús, fieles al Santo Padre y a la sana doctrina.

8. Las comunidades contemplativas durante el Año de la fe dedicarán una particular atención a la oración por la renovación de la fe en el Pueblo de Dios y por un nuevo impulso en su transmisión a las jóvenes generaciones.

9. Las Asociaciones y los Movimientos eclesiales están invitados a hacerse promotores de iniciativas específicas que, mediante la contribución del propio carisma y en colaboración con los pastores locales, se incorporen al gran evento del Año de la fe. Las nuevas Comunidades y Movimientos eclesiales, en modo creativo y generoso, encontrarán los medios más eficaces para ofrecer su testimonio de fe al servicio de la Iglesia.

10. Todos los fieles, llamados a reavivar el don de la fe, tratarán de comunicar su propia experiencia de fe y caridad35, dialogando con sus hermanos y hermanas, incluso de otras confesiones cristianas, sin dejar de lado a los creyentes de otras religiones y a los que no creen o son indiferentes. Así se espera que todo el pueblo cristiano comience una especie de misión entre las personas con quienes viven y trabajan, conscientes de haber «recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos»36

Conclusión

La fe «es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravilla s que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo»37. La fe es un acto personal y comunitario: es un don de Dios, para vivirlo en la gran comunión de la Iglesia y comunicarlo al mundo. Cada iniciativa delAño de la fe busca favorecer el gozoso redescubrimiento y el renovado testimonio de la fe. La indicaciones aquí ofrecidas tienen el objetivo de invitar a todos los miembros de la Iglesia a comprometerse para que este año sea una ocasión privilegiada para compartir lo más valioso que tiene el cristiano: Jesucristo, Redentor del hombre, Rey del Universo, «iniciador y consumador de nuestra fe» (Heb 12, 2).