Saturday, December 29, 2012

Fiesta de la Sagrada Familia


Este fin de semana es la fiesta de la Sagrada Familia. Retorna cada año en Navidad. Los ojos se fijan en una familia peculiar a la que llamamos sagrada. Nos recuerda episodios de Belén y Nazaret, situaciones de asombro, incertidumbre y amenaza. Pero también de afecto y ternura ante el gran acontecimiento de la encarnación de Dios.
Al hilo de esa familia, podemos descubrir que toda familia tiene algo de sagrada. Forma parte de la historia sagrada, especialmente para los miembros de la misma. Es un lugar de gracia y de felicidad, tanto para los esposos y padres como para los hijos. Tener la dicha de nacer en una familia “sana” es una de las mayores bendiciones que se puede recibir en la vida. El ser “hijo” y, tal vez, hermano marca para toda la vida. Constituye una experiencia inicial y permanente de la propia humanidad.
En tiempos de crisis social y económica se  pone de relieve la función social de la familia. Se habla y escribe de la familia como colchón social. Se recuerda que junto con las pensiones, el seguro de desempleo y la economía sumergida, es uno de los pilares que sostienen y confieren estabilidad social y personal a un país. A diferencia del norte de Europa, la familia del sur atiende durante muchos años a los jóvenes cuyo tiempo de formación se prolonga y cuyas perspectivas laborales son escasas y se hace imposible la emancipación personal en un proyecto de vida independiente.
Tal vez estas luces tienen las sombras de favorecer familias demasiado protectoras, con el consiguiente perjuicio para la capacidad de iniciativa y de riesgo por parte de los  jóvenes. Y también favorecen una cierta comodidad y la consiguiente  dificultad para el esfuerzo personal de superación.
Cuando se trata de discernir los contextos más favorables para la transmisión de la fe, se recurre también a la familia. Es el santuario de la vida recibida, acogida y querida, cuidada y celebrada. Se recuerda su función específica como dadora de los sentidos básicos de la vida y como educadora de las actitudes fundamentales de la vida. En las actitudes y afectos de los primeros años de la infancia se juega la felicidad personal del individuo para toda su vida. Nos lo dicen los sicólogos. Por su parte, los educadores lo constatan uno y otro día. Y los catequistas perciben cómo la fe se trasmite verdaderamente cuando forma parte del paquete de aprendizajes que se recibe por contagio y ósmosis familiar.
Las familias son las primeras evangelizadoras. El testimonio de los padres pone los cimientos de una fe que configura toda la vida. Hay que reconocer a las familias cristianas en su transcendental tarea. Hay que darle la enhorabuena por su vocación y misión. Especialmente en Navidad. A su modo, ellas continúan hoy la historia sagrada. Son la buena noticia para la vida de todos.

Saturday, December 01, 2012

Como hablar de Dios? segun Benedicto XVI


No se puede hablar de Dios y de lo que ha hecho en mi vida, si primero no se habla con Él

Benedicto XVI - Viernes 30 de Noviembre del 2012
Semanalmente, Benedicto XVI está haciendo una catequesis con motivo del Año de la Fe que expone en la audiencia general que tiene los miércoles en el Aula Pablo VI. El tema de la última "¿Cómo hablar de Dios".
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Queridos hermanos y hermanas:
La pregunta central que nos hacemos hoy es la siguiente: ¿cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio para abrir caminos a su verdad salvífica, en aquellos corazones con frecuencia cerrados de nuestros contemporáneos, y a esas mentes a veces distraídas por los tantos fulgores de la sociedad? Jesús mismo, nos dicen los evangelistas, al anunciar el Reino de Dios se preguntó acerca de esto: "¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?" (Mc. 4,30).
¿Cómo hablar de Dios hoy? La primera respuesta es que podemos hablar de Dios, porque Él habló con nosotros. La primera condición para hablar de Dios es, por lo tanto, escuchar lo que dijo Dios mismo. ¡Dios nos ha hablado! Dios no es una hipótesis lejana sobre el origen del mundo; no es una inteligencia matemática lejos de nosotros. Dios se preocupa por nosotros, nos ama, ha entrado personalmente en la realidad de nuestra historia, se ha autocomunicado hasta encarnarse. Por lo tanto, Dios es una realidad de nuestras vidas, es tan grande que aún así tiene tiempo para nosotros, nos cuida. En Jesús de Nazaret encontramos el rostro de Dios, que ha bajado de su Cielo para sumergirse en el mundo de los hombres, en nuestro mundo, y enseñar el "arte de vivir", el camino a la felicidad; para liberarnos del pecado y hacernos hijos de Dios (cf. Ef. 1,5; Rom. 8,14). Jesús vino para salvarnos y enseñarnos la vida buena del Evangelio.
Hablar de Dios significa, ante todo, tener claro lo que debemos llevar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo: no un Dios abstracto, una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que existe, que ha entrado en la historia y que está presente en la historia; el Dios de Jesucristo como respuesta a la pregunta fundamental del por qué y del cómo vivir. Por lo tanto, hablar de Dios requiere una familiaridad con Jesús y con su Evangelio, supone nuestro conocimiento personal y real de Dios y una fuerte pasión por su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación del éxito, sino de acuerdo con el método de Dios mismo. El método de Dios es el de la humildad --Dios se ha hecho uno de nosotros--, es el método de la Encarnación en la simple casa de Nazaret y en la gruta de Belén, como aquello de la parábola del grano de mostaza. No debemos temer a la humildad de los pequeños pasos y confiar en la levadura que penetra en la masa y poco a poco la hace crecer (cf. Mt. 13,33). Al hablar de Dios, en la obra de la evangelización, bajo la guía del Espíritu Santo, necesitamos una recuperación de la simplicidad, un retorno a lo esencial del anuncio: la Buena Nueva de un Dios que es real y concreto, un Dios que se interesa por nosotros, un Dios-Amor que se acerca a nosotros en Jesucristo hasta la cruz, y que en la resurrección nos da la esperanza y nos abre a una vida que no tiene fin, la vida eterna, la vida verdadera.
Ese comunicador excepcional que fue el apóstol Pablo, nos da una lección que va directo al centro de la fe del problema "cómo hablar de Dios", con gran sencillez. En la primera carta a los Corintios escribe: "Cuando fui a ustedes, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciarles el misterio de Dios, pues no quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado" (2,1-2). Así, el primer hecho es que Pablo no está hablando de una filosofía que él ha desarrollado, no habla de ideas que ha encontrado en otro lugar o ha inventado, sino que habla de una realidad de su vida, habla de Dios, que entró en su vida; habla de un Dios real que vive, que ha hablado con él y hablará con nosotros, habla de Cristo crucificado y resucitado.
La segunda realidad es que Pablo no es egoísta, no quiere crear un equipo de aficionados, no quiere pasar a la historia como el director de una escuela de gran conocimiento, no es egoísta, sino que san Pablo anuncia a Cristo y quiere ganar a las personas para el Dios verdadero y real. Pablo habla solo con el deseo de predicar lo que hay en su vida y que es la verdadera vida, que lo conquistó para sí en el camino a Damasco. Por lo tanto, hablar de Dios quiere decir dar espacio a Aquél que nos lo hace conocer, que nos revela su rostro de amor; significa privarse del propio yo ofreciéndolo a Cristo, sabiendo que no somos capaces de ganar a otros para Dios, sino que debemos esperarlo del mismo Dios, pedírselo a Él. Hablar de Dios viene por lo tanto de la escucha, de nuestro conocimiento de Dios que se realiza en la familiaridad con él, en la vida de oración y de acuerdo con los mandamientos.
Comunicar la fe, para san Pablo, no quiere decir presentarse a sí mismo, sino decir abierta y públicamente lo que ha visto y oído en el encuentro con Cristo, lo que ha experimentado en su vida ya transformada por aquel encuentro: es llevar a aquel Jesús que siente dentro de sí y que se ha convertido en el verdadero sentido de su vida, para que quede claro a todos que Él es lo que se requiere para el mundo, y que es decisivo para la libertad de cada hombre. El apóstol no se contenta con proclamar unas palabras, sino que implica la totalidad de su vida en la gran obra de la fe. Para hablar de Dios, tenemos que hacerle espacio, en la esperanza de que es Él quien actúa en nuestra debilidad: dejarle espacio sin miedo, con sencillez y alegría, en la profunda convicción de que cuanto más lo pongamos al medio a Él, y no a nosotros, tanto más fructífera será nuestra comunicación. Esto también es válido para las comunidades cristianas: ellas están llamadas a mostrar la acción transformadora de la gracia de Dios, superando individualismos, cerrazón, egoísmos, indiferencia, sino viviendo en las relaciones cotidianas el amor de Dios. Preguntémonos si son realmente así nuestras comunidades. Tenemos que reorientarnos para así, convertirnos en anunciadores de Cristo y no de nosotros mismos.
A este punto debemos preguntarnos cómo comunicaba Jesús mismo. Jesús en su unicidad habla de su padre –Abbà--, y del Reino de Dios, con la mirada llena de compasión por los sufrimientos y las dificultades de la existencia humana. Habla con gran realismo y, diría yo, el anuncio más importante de Jesús es que deja claro que el mundo y nuestra vida valen ante Dios. Jesús muestra que en el mundo y en la creación aparece el rostro de Dios y nos muestra cómo en las historias cotidianas de nuestra vida, Dios está presente. Tanto en las parábolas de la naturaleza, del grano de mostaza, del campo con diferentes semillas, o en nuestra vida, pensamos en la parábola del hijo pródigo, de Lázaro y de otras parábolas de Jesús. En los evangelios vemos cómo Jesús se interesa de toda situación humana que encuentra, se sumerge en la realidad de los hombres y de las mujeres de su tiempo, con una confianza plena en la ayuda del Padre. Y que de verdad en esta historia, escondido, Dios está presente; y si estamos atentos podemos encontrarlo.
Y los discípulos, que viven con Jesús, las multitudes que lo encuentran, ven su reacción ante diferentes problemas, ven cómo habla, cómo se comporta; ven en Él la acción del Espíritu Santo, la acción de Dios. En Él, anuncio y vida están entrelazados: Jesús actúa y enseña, partiendo siempre de un relación íntima con Dios Padre. Este estilo se convierte en una indicación fundamental para nosotros los cristianos: nuestro modo en que vivimos la fe y la caridad, se convierten en un hablar de Dios en el presente, porque muestra con una vida vivida en Cristo, la credibilidad, el realismo de lo que decimos con las palabras, que no son solo palabras, sino que muestran la realidad, la verdadera realidad. Y en esto hay que tener cuidado al leer los signos de los tiempos en nuestra época, es decir, identificar el potencial, los deseos, los obstáculos que se encuentran en la cultura contemporánea, en particular el deseo de autenticidad, el anhelo de trascendencia, la sensibilidad por la integridad de la creación, y comunicar sin miedo las respuestas que ofrece la fe en Dios. El Año de la Fe es una oportunidad para descubrir, con la imaginación animada por el Espíritu Santo, nuevos caminos a nivel personal y comunitario, a fin de que en todas partes la fuerza el evangelio sea sabiduría de vida y orientación de la existencia.
También en nuestro tiempo, un lugar privilegiado para hablar de Dios es la familia, la primera escuela para comunicar la fe a las nuevas generaciones. El Concilio Vaticano II habla de los padres como los primeros mensajeros de Dios (cf. Const. Dogm. Lumen Gentium, 11; Decr.Apostolicam actuositatem, 11), llamados a redescubrir su misión, asumiendo la responsabilidad de educar, y en el abrir las conciencias de los pequeños al amor de Dios, como una tarea esencial para sus vidas, siendo los primeros catequistas y maestros de la fe para sus hijos. Y en esta tarea es importante ante todo ‘la supervisión’, que significa aprovechar las oportunidades favorables para introducir en familia el discurso de la fe y para hacer madurar una reflexión crítica respecto a las muchas influencias a las que están sometidos los niños. Esta atención de los padres es también una sensibilidad para acoger las posibles preguntas religiosas presentes en la mente de los niños, a veces obvias, a veces ocultas.
Luego está ‘la alegría’; la comunicación de la fe siempre debe tener un tono de alegría. Es la alegría pascual, que no calla u oculta la realidad del dolor, del sufrimiento, de la fatiga, de los problemas, de la incomprensión y de la muerte misma, pero puede ofrecer criterios para la interpretación de todo, desde la perspectiva de la esperanza cristiana. La vida buena del Evangelio es esta nueva mirada, esta capacidad de ver con los mismos ojos de Dios cada situación. Es importante ayudar a todos los miembros de la familia a comprender que la fe no es una carga, sino una fuente de alegría profunda, es percibir la acción de Dios, reconocer la presencia del bien, que no hace ruido; sino que proporciona una valiosa orientación para vivir bien la propia existencia. Por último, ‘la capacidad de escuchar y dialogar’: la familia debe ser un ámbito donde se aprende a estar juntos, para conciliar los conflictos en el diálogo mutuo, que está hecho de escuchar y hablar, entenderse y amarse, para ser un signo, el uno para el otro, de la misericordia de Dios.
Hablar de Dios, por lo tanto, significa entender con la palabra y con la vida que Dios no es un competidor de nuestra existencia, sino que es el verdadero garante, el garante de la grandeza de la persona humana. Así que volvemos al principio: hablar de Dios es comunicar, con fuerza y sencillez, con la palabra y con la vida, lo que es esencial: el Dios de Jesucristo, aquel Dios que nos ha mostrado un amor tan grande hasta encarnarse, morir y resucitar para nosotros; ese Dios que nos invita a seguirlo y dejarse transformar por su inmenso amor, para renovar nuestra vida y nuestras relaciones; aquel Dios que nos ha dado la Iglesia, para caminar juntos y, a través de la Palabra y de los sacramentos, renovar la entera Ciudad de los hombres, con el fin de que pueda convertirse en Ciudad de Dios.

Saturday, November 10, 2012

resumen sobre el sinodo de los obispos


Los obispos, reunidos en Sínodo con el Obispo de Roma, nos acaban de enviar un mensaje. Su objetivo es “animar y orientar el servicio al Evangelio en los diversos contextos en los que estamos llamados hoy a dar testimonio”.
Aunque el Mensaje está dividido en 14 números –todos ellos con su correspondiente título-, podría ser reducido a tres apartados, con una introducción (el icono de la Samaritana)  y una conclusión (María, estrella de la Evangelización):
  •  La nueva Evangelización como encuentro y obra del Espíritu (1)
  •  Los agentes (2)
  • Escenarios, oportunidad y contextos (3)

Introducción: el icono de la Samaritana (n.1)

Se inicia el Mensaje evocando el encuentro de la Samaritana con Jesús en el brocal del pozo de Jacob. De este icono se deduce que “no hay hombre o mujer que en su vida, como la mujer de Samaría no se encuentre junto a un pozo con una vasija vacía, con la esperanza de saciar el deseo más profundo de su corazón”.
Sin embargo, no es fácil acertar con el pozo del agua viva: “hay muchos pozos que se ofrecen a la sed del hombre”. Pero no sacian la sed. “La Iglesia siente el deber de sentarse junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vida, de modo que puedan encontrarlo”.
 

I. La nueva evangelización como “Encuentro” y obra del Espíritu

El mensaje no pretende ofrecer una definición de la “nueva Evangelización”. La describe a partir del momento que estamos viviendo en nuestra tierra e historia. La nueva Evangelización consiste en un encuentro con Jesucristo “hoy” y tiene en el Espíritu Santo –el Espíritu del Señor- su principal actor y protagonista. Y, al mismo tiempo, caracteriza la nueva Evangelización como la misión que brota de la contemplación y que asume el rostro del pobre.
 

1. Encuentro con Jesucristo (nn.2-4)

La evangelización tiene como objetivo “conducir a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo hacia Jesús, al encuentro con Él” (M,2). Es urgente evangelizar tanto en regiones evangelizadas desde antiguo, como en las recientemente evangelizadas. La fe se está apagando, ¡es necesario reavivarla! ¡Hay que favorecer un nuevo encuentro con el Señor por parte de quienes recibieron el bautismo y se alejaron de la Iglesia y viven ya sin referencia alguna a la vida cristiana! “Los cambios culturales nos llaman a algo nuevo” (M,2): a una experiencia comunitaria y nueva de la fe y a un anuncio del Evangelio “nuevo en su ardor, en sus métodos, en sus expresiones” (M,2).
En todo esto, se parte de la convicción profunda de que “la fe se decide, sobre todo, en la relación que establecemos con la persona de Jesús” (M,3). La nueva Evangelización intenta posibilitar el encuentro con Jesús, proponiendo al ser humano de hoy  la belleza y novedad del encuentro con Jesús. Este encuentro no es imposible, difícil ni incierto: Jesús mismo “sale al encuentro” (M,3): somos buscadores previamente buscados.
“La Iglesia es el espacio ofrecido por Cristo para este encuentro” (M,3); ella manifiesta –sobre todo en sus celebraciones litúrgicas- que es obra de Dios; ella “hace visible en sus palabras y gestos el Evangelio” (M,3). De aquí deriva la necesidad de que las comunidades eclesiales sean acogedoras, espacios en donde todos se encuentren “como en casa”.  Hay que multiplicar y hacer accesibles a los seres humanos de hoy los pozos en los cuales sean invitados a saciar su sed, a experimentar un oasis en los desiertos de la vida, a encontrarse con Jesús.
Los Evangelios nos narran cuáles fueron los puntos de encuentro con Jesús durante su vida pública: en el contexto del trabajo (Pedro, Andrés, Santiago y Juan), como respuesta a la curiosidad (Zaqueo) o a la intercesión por una persona querida (el centurión), o a la propia ceguera (el ciego de Jericó, el ciego de nacimiento), o a la hospitalidad ofrecida (María y Marta) (M,4). Hoy debemos facilitar también otros puntos de encuentro: “la lectura frecuente de la sagrada Escritura, iluminada por la Tradición de la Iglesia, nos ayuda a hallar espacios nuevos de encuentro con Jesús, nuevas formas de acción evangélica, enraizadas en las dimensiones fundamentales de la vida humana: familia, trabajo, amistad, pobreza, pruebas de la vida” (M,4).
 

2. El Espíritu del Señor, primer actor de la nueva Evangelización 

Pero no podremos realizar la nueva Evangelización si no nos dejamos evangelizar de nuevo y si no acogemos el don de la conversión hoy necesaria: “la debilidad de los discípulos de Jesús hace mella en la credibilidad de la misión” (M,5). De todos modos, “si esta nueva evangelización fuese confiada a nuestras fuerzas, habría serios motivos de duda” (M,6). El mensaje del Sínodo reafirma algo sumamente importante:
“en la Iglesia la conversión y la evangelización no tienen como primeros actores a nosotros, pobres hombres, sino al mismo Espíritu del Señor” (M,6).
“No somos nosotros quiénes para conducir la obra de la evangelización, sino Dios: la actividad verdadera viene de Dios y solo introduciéndonos en esta iniciativa divina, solo implorando esta iniciativa divina, podemos nosotros también llegar a ser –con él y en él- evangelizadores” (M,6)
“Estamos convencidos, además, que la fuerza del Espíritu del Señor puede renovar su Iglesia y hacerla de nuevo esplendorosa” (M,6).
“Aquí está nuestra fuerza y nuestra certeza, que el mal no tendrá jamás la última palabra, ni en la Iglesia, ni en la historia… Nosotros confiamos en la inspiración y en la fuerza del Espíritu, que nos enseñará lo que debemos decir y lo que debemos hacer, aún en las circunstancias más difíciles” (M,6)
Desde esta convicción, del primado del Espíritu Santo en la nueva Evangelización, se deriva una nueva forma de parresía y audacia evangelizadora:
 “No nos sentimos atemorizados por las condiciones del tiempo en que vivimos. Muestro mundo está lleno de contradicciones y de desafíos, pero sigue siendo creación de Dios y, aunque herido por el mal, siempre es objeto de su amor y terreno suyo, en el que puede ser resembrada la semilla de la Palabra para que vuelva a dar fruto” (M,6)
“No hay lugar para el pesimismo en las mentes y en los corazones de aquellos que saben que su Señor ha vencido a la muerte y que su Espíritu actúa con fuerza en la historia… ¡Nuestra Iglesia está viva” (M,6).
De todas formas, es muy necesario hoy el discernimiento de espíritus para no confundir el Espíritu Santo con otros malos espíritus que –sin percibirlo- se pueden apoderar de nosotros. El mensaje del Sínodo lo recuerda más tarde, pero es oportuno expresarlo aquí mismo: “Sabemos que en el mundo debemos afrontar una dura lucha contra los principados y las potestades y los espíritus del mal (Ef 6,12)… (M, 10). Por eso, el Espíritu Santo lleva adelante la misión en un contexto de auténtica lucha apocalíptica.
 

3. La espiritualidad de la nueva evangelización: contemplación y cercanía a los pobres (n.12)

Hay dos expresiones de la vida de fe que son especialmente relevantes  en la nueva evangelización: la contemplación y la cercanía a los pobres (n.12)
“Solo desde la contemplación puede desarrollarse un testimonio creíble para el mundo, solo este silencio orante puede impedir que la palabra de la salvación se confunda en el mundo con los ruidos que lo invaden” (M, 12). Hay que favorecer “los lugares del espíritu y del territorio que son una llamada hacia Dios, santuarios interiores y templos de piedra” (M,12).
Es auténtica la nueva Evangelización cuando “tiene el rostro del pobre” (M,12). La cercanía al pobre no es solo cuestión de solidaridad, es –ante todo- “un hecho espiritual” (M,12). Por eso, la nueva Evangelización requiere que “a los pobres se les reconozca un lugar privilegiado en las comunidades cristianas, un puesto que no excluya a nadie” (M,12). Su presencia tiene la capacidad de “cambiar a las personas más que un discurso, enseñar fidelidad, hacer entender la fragilidad de la vida, exige oración, conduce a Cristo” (M,12). El gesto de caridad hacia los pobres ha de estar acompañado por el compromiso por la justicia, tal como postula la doctrina social de la Iglesia –horizonte necesario en  la nueva Evangelización- (M,12).
 

II. Los agentes


Los obispos son los primeros que refieren a sí mismos la urgencia de una nueva Evangelización hacia ellos mismos –pues se confiesan humildemente pecadores- y hacia los demás. Entre los agentes de la nueva Evangelización mencionan a la familia, a la vida consagrada, a la parroquia y a los jóvenes.
 

1. La familia y la vida consagrada  (n. 7)

En la comunicación  de la fe de generación en generación le corresponde a la familia –especialmente a las madres- un lugar muy importante: “la transmisión de la fe ha encontrado un lugar natural en la familia… No se puede pensar en una nueva evangelización sin sentirnos responsables del anuncio del Evangelio a las familias y sin ayudarles en la tarea educativa” (M, 7). Pero hoy la familia esta sufriendo una tremenda crisis: “está atravesada por todas partes por factores de crisis” (M, 7), que se verifica en situaciones familiares de separación y divorcio o en las convivencias irregulares. En el Mensaje no se ofrecen soluciones concretas a esta crisis: simplemente se reafirma que es necesario “crear itinerarios específicos de acompañamiento antes y después del matrimonio” (M,7) y que “el amor de Dos no abandona a nadie” (M,7) y que “la Iglesia los ama y es una casa acogedora con todos, que siguen siendo miembros de la Iglesia, aunque no pueden recibir la absolución sacramental ni la Eucaristía” (M, 7).
También se hace referencia a la vida consagrada como agente de la nueva Evangelización. Quizá para correlacionarla con la familia y el matrimonio que están al servicio de la vida humana, la vida consagrada es presentada como aquella cuya principal orientación y cuidado es la “vida eterna”, “más allá de lo terrenal”,  siendo de ello “testigos en la Iglesia y en el mundo”: “una vida totalmente dedicada al Señor, en el ejercicio de la pobreza, la castidad y la obediencia, es el signo de un mundo futuro que relativiza cualquier bien de este mundo” (M,7). Se relata aquí la vida consagrada como auténtica “fuga mundi”, aunque posteriormente se pone de relieve su función de testigos y promotores en la nueva evangelización “en los varios ámbitos de la vida en que los carismas de cada instituto los sitúa” (M,7).
 

2. La parroquia y sus agentes de evangelización (n.8)

Dentro del contexto de una obra de evangelización que corresponde “al conjunto de las comunidades eclesiales” emerge la función imprescindible de la parroquia, fuente en la que todos pueden beber y encontrar la frescura del Evangelio (M, 8).  Le corresponde a la parroquia “unir a la tradicional cura pastoral del Pueblo de Dios y a las variadas formas de piedad popular, las nuevas formas de misión que requiere la nueva evangelización”. Agentes de evangelización en la parroquia son todos: el presbítero (ministerio de sacerdote, padre y pastor), los diáconos, los catequistas y otras figuras ministeriales y de animación (M, 8). Todos ellos han de orientar su presencia y servicio desde “la óptica de la nueva Evangelización cuidando su propia formación humana y cristiana, el conocimiento de la fe y la sensibilidad a los fenómenos culturales actuales” (M, 8). Dentro de la parroquia –en cuanto Iglesia particular- han de integrarse, en comunión y en fidelidad al propio carisma, tanto los movimientos antiguos como los nuevos (M, 8).
Tampoco olvida el mensaje del Sínodo que hay hermanos de Iglesias y comunidades eclesiales con los cuales se comparte la misión evangelizadora, “aunque la unidad no es todavía perfecta, pero han sido marcados con el bautismo del Señor y son sus anunciadores”. La unidad ecuménica es una exigencia de la misión.
 

3. Para que los jóvenes puedan encontrarse con Cristo (n. 9)

El mensaje del Sínodo les reconoce a los jóvenes “un rol activo en la obra de la evangelización, sobre todo en su ambiente”. Muestra un talante optimista ante los jóvenes, porque “descubren en los jóvenes aspiraciones profundas de autenticidad, de verdad, de libertad, de generosidad”. El mensaje también se muestra preocupado por los influjos que sufren las nuevas generaciones. De todas formas, se vierte sobre ellos una mirada mucho más comprensiva que aquella que se proyecta sobre el matrimonio y la familia. El mensaje cree firmemente que “el amor de Cristo es quien mueve lo profundo de la historia y que sólo Cristo puede ser respuesta capaz de saciarlos” (M, 9).
Por otra parte, el mensaje reconoce que la nueva evangelización tiene un campo particularmente arduo y apasionante en el mundo de los jóvenes, con realizaciones tan satisfactorias como las Jornadas Mundiales de la Juventud (M, 9).
 

III. Escenarios, Oportunidad y Contextos
 

El mensaje del Sínodo no utiliza el término “escenarios” o “lugares” de nueva Evangelización. Prefiere referirse directamente a los nuevos fenómenos que están diseñando el presente y el inmediato futuro de la humanidad y hablar posteriormente del diálogo con la cultura, la razón, la utilización de los medios y redes de comunicación social, la “vía de la belleza” en el arte, el mundo del trabajo y del sufrimiento y la enfermedad.
 

1. Los nuevos fenómenos (M, 10)

El Mensaje de los obispos reconoce que hay fenómenos actuales, contemporáneos que se deben convertir para la Iglesia en “oportunidad para extender la presencia del Evangelio, para difundir la fe y la comunión”: tal es el caso de la globalización, de las migraciones. Otros fenómenos como la secularización, las formas más ásperas de ateísmo y agnosticismo pueden ser interpretados más que como vacío, como nostalgia y expectativa. Fenómenos como la crisis del primado de la política y del Estado, hacen que nos preguntemos: ¿cómo hacernos presentes en esta sociedad? También las muchas y nuevas pobrezas nos abren espacios inéditos al servicio de la caridad (M, 10).
 

2. Diálogo con la cultura, alianza entre fe y razón, la vía de la belleza (n. 10)

La nueva Evangelización no solo pretende hacer posible el encuentro de la persona con Jesucristo, sino también encontrar  “las semillas del Verbo”, presentes en las culturas y las experiencias humanas. La Iglesia tiene la convicción de dialogando con las culturas “el Evangelio es portador de luz y es capaz de sanar la debilidad del hombre” (M, 10).
Desde otra dimensión, “la nueva evangelización tiene necesidad de una renovada alianza entre fe y razón”. Se parte de la convicción de que “la fe tiene recursos suficientes para acoger los frutos de una sana razón abierta a la trascendencia y tiene, al mismo tiempo, la fuerza de sanar los límites  las contradicciones en las que la razón puede tropezar” (M, 10). Cuando, por otra parte, “la ciencia y la técnica no presumen de encerrar la concepción del hombre y del mundo en un árido materialismo, se convierten en un precioso aliado para el desarrollo de la humanización de la vida” (M, 10). Estos planteamientos tienen especial incidencia en “el mundo de la educación y la cultura (escuelas, universidades)” (M, 10).
El mundo de las comunicaciones y redes sociales ofrece a la nueva Evangelización “una oportunidad nueva para llegar al corazón de los hombres” (M, 10).
No olvida el mensaje del Sínodo a quienes  se dedican al arte en sus varias formas. Las personas artistas “dan forma a la tensión del hombre hacia la belleza… expresión de la espiritualidad… bellas creaciones que nos ayudan a hacer evidente la belleza del rostro de Dios y de sus criaturas” (M, 10): “la via de la belleza es un camino particularmente eficaz de nueva evangelización”. Ni tampoco olvida a los trabajadores: “toda obra del obra es un espacio en el que, mediante el trabajo, él se hace cooperador de la creación divina” (M, 10).
 

3. El escenario del sufrimiento, de la política y de las religiones

En el mundo del dolor y la enfermedad, “el evangelio ilumina esas situaciones”, a las cuales la Iglesia siempre quiere estar cercana.
Mientras que el Mensaje del Sínodo se muestra agradecido a quienes participan en los fenómenos hasta ahora descritos, sin embargo, mantiene una cierta reserva respecto a los políticos. Ahí su lenguaje es más severo: “Un ámbito en el que la luz del Evangelio puede y debe iluminar los pasos de la humanidad es el de la vida política”. El mensaje hace referencia al papel político de la Iglesia evangelizadora respecto a temas como aborto, matrimonio, libertad de educación, libertad religiosa, lucha por la justicia, oposición a la violencia, al racismo, al hambre, a la guerra. Y añade: “a los políticos cristianos que viven el precepto de la caridad se les pide un testimonio claro y transparente en el ejercicio de sus responsabilidades” (M, 10).
Respecto al diálogo inter-religioso, el Mensaje advierte que “si evangelizamos es porque estamos convencidos de la verdad de Cristo y no porque estemos contra nadie. Los discípulos de Jesús “se alegran de reconocer cuanto de bueno y verdadero el espíritu religioso humano ha sabido descubrir en el mundo creado por Dios y ha expresado en las diferentes religiones”. El diálogo interreligioso tiene repercusiones muy positivas en la humanidad, también en el ámbito político. Contribuye a superar los fundamentalismos y a la paz.
 

4. En el año de la fe, la memoria del Concilio Vaticano II y la referencia al Catecismo de la Iglesia Católica (n. 11)

El Mensaje del Sínodo se hace eco del diagnóstico del Papa Benedicto XVI sobre la situación de “desertificación espiritual” que ha ido avanzado en estos últimos decenios. “En el desierto –dice el Mensaje- se descubre aquello que es esencial para vivir” (M, 11), se busca el pozo, el oasis. Misión de la Iglesia es conducir a la humanidad hacia el “oasis”, “la fuente de la vida”, que es el encuentro con Cristo. Se agradece el “Año de la fe, preciosa entrada en el itinerario de la nueva evangelización”. Por otra parte, la celebración del cincuentenario del Concilio Vaticano II invita a una revitalización de la fe; su magisterio fundamental para nuestro tiempo –sigue diciendo el Mensaje- se refleja en el Catecismo de la Iglesia Católica, repropuesto a los veinte años de su publicación, como referencia  segura de la fe.
 

5. Contextos:  a las Iglesias de las diversas regiones del mundo (n.13)

Es muy acertado –a mi modo de ver- concluir el Mensaje con una referencia a las Iglesias particulares por Continentes, siguiendo la línea de los Sínodos continentales. Se ofrece así una interesantísima y particular visión de la “catolicidad” de la Iglesia (M, 13).
  • Los cristianos de las Iglesias Orientales católicas, herederos de la primera difusión del Evangelio, y los cristianos presentes en el Este de Europa. Sus caminos de nueva Evangelización están centrados en la vida sacramental y mistérica de la Iglesia: es misión de irradiación. Y quienes han de emigrar, llevan ese mismo espíritu a otros lugares, enriqueciendo el misterio de la Iglesia.
  • Hombres y mujeres que viven en los países de África: se les pide relanzar la evangelización recibida en tiempos aún recientes, dedicarse como Iglesia “familia de Dios”, reforzar la identidad de la familia, desarrollar el encuentro del Evangelio con las antiguas y nuevas culturas. Hace también una “llamada de atención al mundo de la política y a los gobiernos de diversos países africanos para que promuevan los derechos humanos fundamentales” (M, 13).
  • Los cristianos de Norteamérica: “son muchas las expresiones de la cultura de vuestra sociedad que están lejos del Evangelio”. Los obispos les invitan a la conversión: “estad dispuestos a abrir las puertas de vuestras casas a la fe”.
  • Iglesias de América Latina y el Caribe: el mensaje asume un tono muy positivo: “admirable desarrollo de formas de piedad popular fuertemente enraizadas en los corazones de tantos, formas de servicio en la caridad y de diálogo con las culturas. Os exhortamos a vivir en estado permanente de misión, anunciando el Evangelio con esperanza y alegría, formando comunidades de verdaderos discípulos misioneros (M, 13).
  • Cristianos de Asia: minoría como semilla profunda confiada a la fuerza del Espíritu, que crece en el diálogo con las diversas culturas, con las antiguas religiones y con tantos pobres. Presencia preciosa del Evangelio de Cristo que anuncia justicia, vida y armonía.
  • Las Iglesias del continente europeo, marcado por una fuerte secularización, a veces agresiva, y todavía hoy herido por largos decenios de gobiernos marcados por ideologías enemigas de Dios y del hombre. Reconocimiento (misioneros, universitarios, teólogos, carismas religiosos, servicios de caridad, experiencias contemplativas): “las dificultades del presente no os pueden dejar abatidos, os deben desafiar a un anuncio más gozoso y vivo de Cristo y de su Evangelio de vida” (M,13).
  • Los pueblos de Oceanía que viven bajo la protección de la Cruz del Sur. Comprometeos a predicar el Evangelio y a dar a conocer a Jesús.
     

Conclusión: María, estrella de la Evangelización ilumina el desierto (n.14)

Concluye el mensaje del Sínodo diciendo cómo todo el mundo, todo corazón humano, es hoy el campo de misión: “La misión esta vez no se dirige a un territorio en concreto, sino que sale al encuentro de las llagas más oscuras del corazón de nuestros contemporáneos, para llevarlos al encuentro con Jesús el Viviente que se hace presente en nuestras comunidades” (M,14). La misión consiste por lo tanto en llevar al ser humano desde el desierto hasta la fuente de la Vida.
La figura de María nos orienta en el camino. Es el agua del pozo la que hace florecer el desierto y como en la noche en el desierto las estrellas se hacen más brillantes. María estrella de la nueva evangelización a quien, confiados, nos encomendamos (14).

Desafios despues del Sinodo de los Obispos


Después de varias semanas de dedicación plena a la reflexión conjunta sobre la nueva Evangelización, de celebraciones litúrgicas y de oración y discernimiento, los participantes en el Sínodo habrán quedado hondamente afectados por esta gran preocupación: ¿cómo relanzar la misión evangelizadora en este momento de la historia de la humanidad? Cada uno ha ofrecido su peculiar aportación. En esta página web he ido publicando algunas de ellas, que me han parecido especialmente significativas. El Mensaje nace de ese clima. No pretende decirlo todo. Simplemente comunicar el sentimiento común, la preocupación, los sueños. Es la última oportunidad que se les ofrece a los miembros del Sínodo para expresarse conjuntamente y enviar un mensaje a la Iglesia y a la Sociedad. Dejarán después al Papa el medio centenar de Proposiciones. Será Benedicto XVI quien proponga después el tema sinodal en una Exhortación Apostólica.
Partiendo de esta reflexión inicial, ofrezco seguidamente algunos puntos para nuestra reflexión.
  • La nueva Evangelización tiene su principal protagonista y actor en el Espíritu Santo. El n. 6 del Mensaje es –a mi modo de ver- la clave para entender adecuadamente qué es la Nueva Evangelización. En su intervención en el aula sinodal había advertido Mons. Bruno Forte sobre la necesidad de una visión más “pneumatológica” de la nueva Evangelización. No se puede decir que el Mensaje en cuanto tal asuma esta perspectiva. En no pocas de las intervenciones en el Aula sinodal las referencias al Espíritu Santo o no existían o parecían notas al pie de página.  El mensaje sigue esa línea, pero exceptuando un magnífico número: el n. 6, que en mi síntesis he titulado “El Espíritu del Señor, primer actor de la nueva Evangelización”. La misión evangelizadora en nuestro tiempo es, ante todo, la Misión del Espíritu pues el Espíritu ha sido enviado por el Abbá y por Jesús, el Señor Resucitado a la Iglesia y a toda la humanidad. Es el Espíritu quien hace memoria de Jesús, quien nos lleva a la verdad completa, quien suscita en nosotros –como un gran don- la fe, es el Espíritu quien convierte, quien ora, quien crea comunión, quien lucha victoriosamente contra todos los malos espíritus. “Allí donde está el Espíritu está la libertad”. El Espíritu no suprime nuestra colaboración: la suscita. La misión evangelizadora es para nosotros colaboración humilde y generosa con el Espíritu Santo. Y se traduce en nuestra vida como “espiritualidad” o conexión permanente con el Espíritu del Abbá y de Jesús. Lo expresó muy bien el Concilio Vaticano II en la Constitución “Dei Verbum”:
“El Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16)” (Dei Verbu, n. 8).?”.
  • La nueva Evangelización es también presentada por el Mensaje como “encuentro con Jesucristo”. La mediación para todo encuentro con el Señor Resucitado es siempre el Espíritu Santo. Gracias a la invocación del Espíritu acontece el misterio de la Consagración de los dones en el cuerpo y en la sangre de Jesús Gracias a la invocación del Espíritu la comunidad eucarística se convierte en un solo Cuerpo y un solo Espíritu. Gracias al Espíritu somos llevados a la Presencia de Jesús y gracias al Espíritu Jesús viene a nosotros y se hace el encontradizo. En el Espíritu nos encontramos con el verdadero Jesús, Evangelio de Dios. El Espíritu –decía Kathryn Tanner- “irradia la humanidad de Jesús”.
  • Es paradójico que la Iglesia sea “koinonía del Espíritu Santo”, pero esta es la condición de su misión. Hay aquí una paradoja: porque “koinos” (de donde viene koinonía) significa “impuro” y “hagios” (santo) todo lo contrario. Con ello se indica que la santidad del Espíritu no lo “separa” de la Iglesia que es también pecadora, impura, ni tampoco del mundo: el Espíritu ha sido derramado sobre toda carne. Decía Paul Evdokimov que “sabemos dónde está la Iglesia; pero no nos compete a nosotros juzgar dónde no está la Iglesia”. Sólo el Espíritu lo sabe. La Iglesia es invitada por el Espíritu a colaborar en su misión sin cerrarse, dispuesta escuchar y también a hablar y dar testimonio. La misión de la Iglesia no predetermina la misión del Espíritu. Es al contrario: la misión del Espíritu ha de predeterminar la misión de la Iglesia en todo momento. La Iglesia ha de estar dispuesta a “des-poseerse”, ha de renunciar al pensamiento totalitario. La causa de Jesús -en cuanto que Él es la revelación de Dios, el Hijo de Dios- es -¡ni más ni menos! “la cuestión de Dios”. Hablar de Dios es hablar de Jesús. Ésta es la gran cuestión que nosotros –los seguidores de Jesús- llevamos al diálogo interreligioso (Rowan Williams, The finality of Christ), llevamos a la sociedad influenciada por el secularismo, el ateísmo, el agnosticismo, el olvido de Dios.
  • La nueva Evangelización es también “glorificación”, doxología. El Espíritu Santo no solamente nos lleva a la verdad completa. Él es el glorificador de Dios Padre  del Hijo. El Espíritu lleva la obra de Dios -la creación y la redención- a su apoteosis. De ahí la importancia que tiene en la nueva Evangelización la glorificación de Dios a través, sobre todo, de la Liturgia sacramental y mistérica, pero también a través de la piedad popular. Ahí está el Espíritu Santo “glorificando”, mostrándose en el rostro de todos los redimidos en su infinita diversidad (Vladimir Lossky). La nueva Evangelización puede ser comprendida como la gran iniciativa del Espíritu Santo en nuestro tiempo para “dar gloria a Dios”, al Abbá y al Hijo Jesús, para descubrirle a la humanidad actual sus valores, sus virtudes, sus logros, su humanismo, su belleza y, al mismo tiempo, para sanarla de sus males y errores y expulsar de ella los malos espíritus que intentan dominarla. Y también es una gran iniciativa del Espíritu Santo para descubrirle a la Iglesia cuánto es amada por Jesús, cuántos valores y virtudes la adornan, cuánta belleza irradia con su liturgia, su caridad, su doctrina, su testimonio y para sanarla también de sus impurezas, sus males, sus pecados, su parálisis misionera.
  • ¿Y qué novedad? La novedad que la nueva Evangelización, así entendida, aporta no excluye obviamente nuevas estrategias misioneras, ni nuevos lenguajes o formas de comunicación, ni tampoco la creatividad artística o la agudeza intelectual para hacer más bello el mensaje y la presencia. “Lo nuevo” acaece, sobre todo, en un nivel más profundo: en el descubrimiento de la Presencia en todos nosotros –en la Iglesia y fuera de la Iglesia, en la humanidad y en el planeta, en el planeta y en el cosmos- de un “principio divino” que crea armonía, comunión: que “en Él vivimos, somos y existimos”, que “está con nosotros hasta el fin de los tiempos”, que es “el Reino de Dios” ya inaugurado. Se trata del “invento de todos los inventos”. Descubrir esta Presencia es reconocer que “tanto amó Dios al mundo…”, que todo está regido por el principio “Misericordia”. Que este mundo, tal como es, no está dejado de las manos de Dios: está llamado a vivirse en Alianza indisoluble con Dios. Que es un mundo llamado a ser “casa de todos”, donde todos tengan un solo corazón y una sola alma y todo en común.
La nueva Evangelización consiste en anunciar con una convicción cierta que el mal no tiene futuro; que el olvido y desprecio de Dios no trae ni tiene futuro. Que nadie puede frenar la bajada de la Nueva Jerusalén y la celebración de las bodas del Cordero con toda la humanidad. ¡Esta es la novedad que iluminará a nuestra generación, y cegará a quienes no se dejen cautivar por ella!
  • ¿Y qué mensaje? Si Dios nos ha hablado y nos ha enviado a su Hijo-Palabra, si el Espíritu habla por medio de los Profetas, ¿porqué dudarlo? El mensaje es “la Palabra de Dios” transmitida de mil modos, comunicada convincentemente, creíblemente, apasionadamente. Se trata de dejar a Dios que hable “al corazón”, que su Palabra sea “la espada de doble filo”,  que llegue su mensaje hasta los confines del orbe. Y hacerlo con el estilo de Jesús: no como quien va por todas partes riñiendo, espantando, como un profeta de desgracias y denuncias, como un crítico que todo lo ve mal, como un personaje anticuado, de museo, maloliente, des-ubicado. Más bien, como mensajeros de la Alegría, de la buena noticia, como gente capaz de entusiasmar, como personas movidas por el Espíritu Santo que esparcen por doquier el buen aroma de Cristo Jesús. Nosotros no comunicamos el Mensaje de la Palabra como “solistas”, sino como “coro sinfónico”. El anuncio del Evangelio del Reino de Dios llega al corazón y transforma cuando se hace de forma coral sinfónica (¡que sean uno para que el mundo crea!, oraba Jesús). Hemos de ensayar mucho para que la Palabra llegue así a nuestros contemporáneos. El ensayo nos armoniza con la gran y bella tradición eclesial de 21 siglos, es decir, con la fe de nuestros padres y madres; nos armoniza con la fe profesada hoy en todos los continentes, en tantas y tantas iglesias particulares y comunidades de creyentes. Ser portadores y portadoras de la Palabra evangelizadora es ofrecer en nosotros todo este maravilloso conjunto sinfónico de tantos testigos en comunión. Para ello, ¡qué importante es ser discípulos en la escuela de la Palabra y de la Tradición! No se malgasta el tiempo asistiendo a lo largo de la vida a esa escuela. Siempre se aprende algo nuevo, siempre se descubren nuevas perspectivas y horizontes.
El Papa es el gran director de orquesta -¡no el solista intérprete!- que nos invita a todos a integrarnos en el único coro mundial y a acompasarnos y a interpretar nuestra propia partitura en beneficio del conjunto bello y armonioso. También nuestros obispos tienen esa misma función en el coro de cada iglesia particular. Saben muy bien que la Iglesia funciona polifónicamente y no en “unísonos” o en “solos”. Por eso, se hacen responsables si acallan voces que están en la partitura del Espíritu de Dios; pero ¡qué fantástica es su función, cuando son capaces de integrar la diversidad en una bella interpretación!
  • ¿Y a dónde llevar la nueva Evangelización? Los lugares a los cuales el Espíritu de Jesús nos envía no son –como en otros tiempos- “las misiones”. Somos enviados a todo el mundo, a este mundo en todo su entramado maravilloso y también perverso: al mundo de los pobres y marginados, de la economía mundial y local, de la política, de la ciencia, de la educación, de las comunicaciones y redes sociales, a la sociedad del conocimiento y la información. Somos enviados para disfrutar del diálogo con tantas personas inteligentes de buena y bella voluntad y también para el difícil diálogo con el mundo del fundamentalismo religioso o secularista, de la perversidad y los bajos fondos, con el mundo de las redes del mal; y, como es obvio, ¡para sufrir sus consecuencias! Es preciso estar muy atentos a las “mociones del Espíritu”. Él provee en cada momento lo que se debe realizar. Y sus misioneros y misioneras –y claro está también y especialmente nuestras Instituciones y Comunidades- debemos estar en todo momento disponibles para “una nueva misión”. Por ello, debemos de renunciar a la institucionalización de la misión sin fecha de término. Es propio de cada misión recibida, el que tenga su inicio y su conclusión. Y esto vale también para nuestras instituciones.  La movilidad que requiere la misión acabará con muchos inmovilismos, con las llamadas “vacas sagradas” a las que no se les puede tocar y que perpetúan instituciones incapaces de renovarse. Por eso, la nueva Evangelización requiere re-estructuraciones, re-organizaciones: la Iglesia y sus comunidades deben re-organizarse para la nueva Evangelización. La misión debe dar su configuración a la Iglesia, y no la Iglesia dar su configuración a la misión. Aquí está –a mi modo de ver- el “quid” de la cuestión: en el cambio de paradigma. Será la nueva Evangelización –protagonizada por el Espíritu- la que nos re-organice, la que nos transforme, nos vuelva “nuevos” o nos haga “nacer de nuevo”. Sí, la nueva Evangelización está requiriendo un “nacer de nuevo” del Matrimonio y la Familia en una nueva época, un “nacer de nuevo” del ministerio Ordenado en un nuevo contexto, un “nacer de nuevo” de la Vida Consagrada –porque si no puede entrar en procesos de muerte y extinción-, un “nacer de nuevo” del laicado con todas sus formas, movimientos y asociaciones. La Iglesia reconoce que la nueva Evangelización le está exigiendo un nuevo paradigma de diferenciación y comunión eclesial. ¿Estaremos ahora en disposición de hacer posible el gran sueño del Concilio Vaticano II? Quizá esa sea la gracia del Espíritu Santo para nuestro tiempo. Él ya nos envía señales.

Cuando algo nuevo está naciendo, aparece el Dragón apocalíptico para devorar a la criatura apenas nazca. Que se lo piensen muy bien, quienes desde su escepticismo o incluso cinismo, o desde su pereza, se opongan y menosprecien esta gracia que nos es concedida: pueden convertirse en cómplices del Dragón. Sin embargo, todo se concitará para que el proyecto del Espíritu siga adelante.

Tuesday, October 09, 2012

grandeza del concilio vaticano segundo

El Concilio, éxito y grandeza
De camino al cincuenta aniversario del Concilio Vaticano II recordamos que Juan XXIII pidió oraciones a los niños para el éxito del Concilio, es el poético mar de belleza de la pequeñez grande.


En estos días apasionantes encontramos situada sobre el tapete la magna celebración del cincuenta aniversario del inicio del sagrado Concilio Vaticano II. ¡Uno de los hechos más importantes de la historia de la Iglesia! En el Concilio toda la Iglesia aparece reunida junto al Romano Pontífice, implorando el Espíritu Santo. Ya en 1961, el Santo Pa dre Juan XXIII en relación a lo que sería el Concilio Vaticano II, proclamaba: “Repítase así ahora en la familia cristiana el espectáculo de los Apóstoles reunidos en Jerusalén después de la ascensión de Jesús al cielo, cuando la Iglesia naciente se encontró unida toda en comunión de pensamiento y oración con Pedro y en derredor de Pedro, Pastor de los corderos y de las ovejas. Y dígnese el Espíritu divino escuchar de la manera más consoladora la oración que todos los días sube a Él desde todos los rincones de la tierra: ´Renueva en nuestro tiempo los prodigios como de un nuevo Pentecostés, y concede que la Iglesia santa, reunida en unánime y más intensa oración en torno a María, Madre de Jesús, y guiada por Pedro, propague el reino del Salvador divino, que es reino de verdad, de justicia, de amor y d e paz. Así sea´.”.


El Santo Padre Juan XXIII convocando el Concilio Vaticano II plantó una menuda semilla. Pero ésta se desarrolló hasta formar un magnífico árbol. Grandeza del Concilio que tanta relación dice a la verdadera grandeza, a la grandeza infinita del Espíritu. Espíritu Santo que tanto ayudó e iluminó a los Padres conciliares.

El Concilio respondía al aquí y ahora. Respondía a las necesidades, inquietudes, angustias e ilusiones del hombre moderno. Iluminaba a un mundo nuevo que traía a sus espaldas luces y sombras: grandes desarrollos científicos y tecnológicos, guerras mundiales, deseo de justicia, etc. En particular, no estaba ausente de algunos contemporáneos el creer que el hombre se encontraba dotado de grandeza tan extraordinaria y fantástica que no necesitaba de Dios para organizar el mundo. Para ese er rado hombre, orgulloso e hinchado, la sociedad no necesitaba de Dios. El Santo Padre Juan XXIII decía: “La Iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones. (...). La humanidad alardea de sus recientes conquistas en el campo científico y técnico, pero sufre también las consecuencias de un orden temporal que algunos han querido organizar prescindiendo de Dios.”. En efecto, la grandeza de la autosuficiencia, la del hombre que no cuenta con Dios para organizar la sociedad, no es sino una falsa grandeza. Así, la grandeza del soberbio no es sino una pequeñez. Aquí el gigante se convierte en enano. Y el brioso y raudo corcel se desboca.

El éxito del Concilio es una grandeza, pero una grandeza sobrenatural. Del mismo modo que hay grandeza en el Cristo amado que siendo Dios se hace hombre, siendo infinito se hace pequeño, y se esconde en las purísimas entrañas de la Santísima Virgen María. Aquí lo pequeño es grande. El infinitamente majestuoso se convierte en un bebé.

¿A quién pues confiará el Santo Padre Juan XXIII el éxito del Concilio? ¿Será acaso a los gigantes, a los genios, a los sabios, a los estadistas, a los poseedores de las riquezas, a los que pintan mucho en el mundo? ¿No será a los pequeños, a los machacados, a aquellos cuya fortaleza física ha sido doblada o rota? ¿No será a la tortuga coja a quién lo confiará? ¿No lo confiará a los que llevan la cabeza vendada y van en muletas? La respuesta no puede ser más desconcertante para el hombre autosuficiente. Hela aquí: “(...) pero encomendamos el éxito del Concilio, de modo especial, a las oraciones de los niños, pues sabemos bien cuán poderosa es delante de Dios la voz de la inocencia, y a los enfermos y dolientes, para que sus dolores y su vida de inmolación en virtud de la cruz de Cristo, se transformen en oración, en redención y en manantial de vida para la Iglesia.”.

Al leer estas afirmaciones del buen Juan XXIII se renueva fácilmente en el espíritu el recuerdo de la hermosura de la religión verdadera, católica. Belleza de la religión del Dios que se hace bebé, del Dios que es Amor y que dulcemente sonríe con ternura, del Dios que espera nuestra adoración escondido en la Sagrada Eucaristía, del Dios que desciende a vendar heridas de los enfermos, del Dios que se abaja a besar las llagas de los leprosos, del Dios que se inclina sobre los pequeños y se hace pan tierno para ellos, del Dios que como pelicano piadoso les da a comer verdaderamente su carne y les da a beber su verdadera y adorable sangre, del Dios que genero samente y cariñosamente les muestra su corazón desde la hendidura de la lanza en su costado. Con Cristo, doctor de caridad, se entiende que cada niño es un poema de Dios, y que los niños pueden ser instrumentos del Espíritu Santo para una obra maravillosa, magnífica, verdaderamente grande, también para el triunfo de la conmemoración del cincuenta aniversario del sagrado Concilio Vaticano II. ¡Qué por los niños y sus santos ángeles custodios sea grandemente alabada la Santísima Trinidad! ¡Magnífico concierto de inocencia, sencillez, humildad, belleza y cariño! ¡Que los niños contribuyen grandemente a inflamar los corazones con el fuego del Espíritu Santo! ¡Y enciéndanse los corazones en ardiente amor a Dios!

Tuesday, September 18, 2012

Que significa El Año de la Fe?

El  próximo 11 de octubre iniciará el Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI. Pero, ¿de qué se trata? ¿qué desea el Santo Padre? ¿qué se puede hacer? Respuestas a las preguntas que surgen a menos de un mes del inicio.


1. ¿Qué es el Año de la Fe?

El Año de la Fe "es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo" (Porta Fidei, 6).


2. ¿Cuando in icia y termina?

Inicia el 11 de octubre de 2012 y terminará el 24 de noviembre de 2013.


3. ¿Por qué esas fechas?

El 11 de octubre coinciden dos aniversarios: el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el 20 aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. La clausura, el 24 de noviembre, será la solemnidad de Cristo Rey


4. ¿Por qué el Papa ha convocado este año?

"Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas". Por eso, el Papa invita a una "auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo". El objetivo principal de este año es que cada cristiano "pueda redescubrir el camino de la fe para poner a la luz siempre con mayor claridad la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro con Cristo".


5. ¿Qué medios ha señalado el Santo Padre?

Como expuso en el Motu Proprio "Porta Fidei": Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía; dar testimonio de la propia fe; y redescubrir los contenidos de la propia fe, expuestos principalmente en el Catecismo.


6. ¿Dónde tendrá lugar?

Como dijo Benedicto XVI, el alcance será universal. "Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo".


7. ¿Dónde encontrar indicaciones más precisas?

En una nota publicada por la Congregación para la doctrina de la fe. Ahí se propone, por ejemplo:

  • Alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de Pedro;
  • Organizar peregrinaciones, celebraciones y reuniones en los principales Santuarios.
  • Realizar simposios, congresos y reuniones que favorezcan el conocimiento de los contenidos de la doctrina de la Iglesia Católica, y mantengan abierto el diálogo entre fe y razón.
  • Leer o releer los principales documentos del Concilio Vaticano II.
  • Acoger con mayor atención las homilías, catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre.
  • Promove r trasmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre el tema de la fe.
  • Dar a conocer los santos de cada territorio, auténticos testigos de fe.
  • Fomentar el aprecio por el patrimonio artístico religioso.
  • Preparar y divulgar material de carácter apologético para ayudar a los fieles a resolver sus dudas.
  • Eventos catequéticos para jóvenes que transmitan la belleza de la fe.
  • Acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.
  • Usar en los colegios el compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
  • Organizar grupos de lectura del Catecismo y promover su difusión y venta.


    8. ¿Qué documentos puedo leer por ahora?
  • El motu proprio de Benedicto XVI "Porta Fidei"
  • La nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe
  • El Catecismo de la Iglesia Católica
  • 40 resúmenes sobre la fe cristiana


    9. ¿Donde puedo obtener más información?

    Visite el sitio oficial del Año de la Fe www.annusfidei.va
  • Tuesday, September 04, 2012

    homilia descanse en paz cardenal Martini

    Iglesia de Milán despidió al cardenal Martini
    Homilía íntegra del cardenal Scola


    ROMA, martes 4 setiembre 2012 (ZENIT.org).- Tal como pudo constatarse ayer lunes durante la exequias y sepultura del cardenal Carlo Maria Martini, arzobispo emérito de Milán, autoridades, fieles --y también voces críticas--, manifestaron sus sentimientos ante la partida del "pastor que amó a su pueblo hasta el final", en palabras del cardenal Angelo Scola, su sucesor en la cátedra de san Ambrosio.
    Reproducimos para nuestros lectores la homilía íntegra pronunciada por el actual arzobispo de Milán, durante la ceremonia realizada en la catedral.
    *****
    1. “Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas; y yo dispongo para ustedes un Reino, como mi Padre lo dispuso para mí” (Lc. 22, 28-29). La larga vida del cardenal Martini es un espejo transparente de esta perseverancia, también en la prueba de su enfermedad y de la muerte. Y ahora Jesús le asegura y a nosotros con él: “Yo he hecho contigo como el Padre ha hecho conmigo”. Para él está preparado un reino como el que el Padre ha dispuesto para Su Hijo, el Amado. El hecho de que no sea un lugar físico, a nuestra medida, no nos autoriza a deducir que el paraíso es una fábula. El cardenal Martini que anunció y estudió la Resurrección, lo subrayó diversas veces. Con palabras tan simples como potentes, san Pablo toca la naturaleza cuando escribe: “Por siempre estaremos con el Señor” (1Ts. 4, 17). Nuestro cardenal Carlo Maria, tan amado, no se ha ausentado en un cielo remoto o inaccesible.
    Él, entrando en el Reino, participa del poder de Cristo sobre la muerte y entra en la comunión con el Dios viviente. Por ello en un cierto sentido se puede decir de él lo que Benedicto XVI escribió de Jesús cuando ascendió al Padre: “Su irse es al mismo tiempo un venir, un nuevo modo de acercarse a todos nosotros” (cfr. J. Ratzinger, Gesù di Nazaret 2, 315).
    Estimados amigos, estamos aquí convocados por la figura imponente de este hombre de Iglesia, para expresarle nuestra gran gratitud. En estos días una larga fila de creyentes y no creyentes se presentó ante él.
    Querido Padre, nosotros ahora con todos aquellos que nos siguen a través de los medios de comunicación te alabamos. Y lo hacemos porque en la luz del Resucitado, garantía de tu destino completado, sabemos dónde estás. Estás en la vida plena, estás con nosotros. Esta es nuestra esperanza segura. No estamos aquí por tu pasado, sino por tu presente y tu futuro.
    2. “Dios mio, Dios mio ¿por qué me has abandonado?” (Mt. 27,46). El terrible interrogativo de Jesús en la cruz en realidad es una oración que implora. Extremo abandono al designio del Padre. ¿Y cuál es ese designio? Que el crucifijo incorpore en sí todo el dolor de los hombres. El Hijo de Dios ha asumido todo del hombre, excepto el pecado, a tal punto que su dramática vocación final abraza el grito humano de horror delante de la muerte para aplacarlo.
    A la muerte de Jesús bien se aplica la oración del poeta Rilke: “Da, oh Señor, a cada uno su muerte. La muerte que floreció de aquella vida en la que cada uno amó, pensó, sufrió” (R. M. Rilke, Das Buch von der Armut und vom Tode, Das Stundenbuch, 1903). Quien muere en el Señor, con el Señor está destinado a resurgir. Por esto su muerte es un florecer. La muerte del cardenal fue realmente personal porque está destinada a lo personal, inconfundible resurrección, a su personal modo de estar por siempre con el Señor y en Él con todos nosotros.
    Nada ni nadie nos puede quitar esta consoladora verdad. Ni siquiera la dura, sarcástica objeción realizada por Adorno, que liquida la oración de Rike como “un miserable engaño con el cual se intenta esconder el hecho de que los hombres al final mueren y basta” (T. W Adorno, Minima moralia, Einaudi, Torino 1988, 284). A desmentirla es la imponente manifestación de afecto y de fe registrada estos días hacia el arzobispo.
    3. El cardenal Martini no ha dejado un testamento espiritual en el sentido explícito de la palabra. Su herencia está toda en su vida y en su magisterio, y nosotros debemos continuar para alcanzarla durante mucho tiempo. Entretanto, eligió una frase para poner en su tumba, tomada del salmo 119 [118]: “Lámpara para mis pasos es tu palabra, luz en mi camino”. De tal modo que él mismo nos ha dado la llave para interpretar su existencia y su ministerio.
    “Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera” (Jn. 6, 37). La luz de la palabra de Dios, en la estela del Concilio Vaticano II, abundantemente profusa del cardenal y de todos los hombres y mujeres, no solamente de la tierra ambrosiana, es el don a través del cual Jesús acoge a todos los que deciden seguirlo. Porque --agrega el evangelio de Juan--, la voluntad del Padre es que Él no pierda ninguno, sino que lo resucite en el último día (cfr. Jn. 6, 39). Dios está realmente cerca de cada hombre, cualquiera sea la situación en la que se encuentra, la posición de su corazón, la orientación de su razón, la energía de su acción.
    Debemos entretanto, definitivamente, superar una actitud muy difundida sobre el don de la fe. Nuestro padre Ambrosio, a propósito del salmo elegido por el cardenal afirma: “Esta luz verdadera brilla para todos, pero el que cierra sus ventanas se priva a sí mismo de la luz eterna. También tú, si cierras la puerta de tu alma, dejas afuera a Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere sin embargo ser inoportuno, no quiere obligar a la fuerza… Reciben esta luz los que desean la claridad del resplandor sin fin, aquella claridad que no interrumpe noche alguna.” (San Ambrosio, Commento al Salmo 118, n. 12. 13-14; CSEL 62, 258-259).
    Confiar al Padre este amado pastor significa asumir hasta el fondo la responsabilidad de creer y testimoniar a todos el bien de la fe. Nos pide volvernos con él mendicante de Cristo. Dolorosamente conscientes de llevar el tesoro de nuestra fe en vasos de arcilla, gritamos al Señor: “Creo, ayuda a mi poca fe” (Mc. 9,24).
    Esto es la gran herencia del cardenal: realmente él se consumía para no perder a nadie ni nada (cfr. Jn. 6,39). Él, que vivía eucarísticamente en la fe de la resurrección siempre buscó abrazar a todo el hombre y a todos los hombres. Lo pudo hacer porque estaba bien radicado en la certeza indestructible de que Jesucristo, con su muerte y resurrección, está perennemente ofrecido a la libertad de cada uno.
    4. Hoy la Iglesia celebra la memoria del papa san Gregorio Magno. De su célebre obra 'La regla pastoral', el cardenal Martini tomó su frase episcopal: “Pro veritate advesa diligere”, por amor de la verdad, abrazar la adversidad (II, 3,3). En la frase que eligió brilla el espíritu ignaciano del cardenal Martini: la tensión al discernimiento y a la purificación como condición ascética para hacerle espacio a Dios y para aprender aquella separación que solamente garantiza el auténtico poseer, o sea el verdadero bien de las personas y de las cosas.
    Así el pastor que ahora confiamos al Padre ha amado a su pueblo, consumándose hasta el final. También yo he podido atesorar de su ayuda hasta el último afectuoso coloquio, una semana antes de su muerte. En actitud salvífica, plenamente pastoral, de su ministerio él ha colmado su competencia en las Escrituras, su atención a la realidad contemporánea, la disponibilidad a acoger a todos, la sensibilidad ecuménica y al diálogo interreligioso, la atención por los pobres y los más necesitados, la búsqueda de vías de reconciliación para el bien de la Iglesia y de la sociedad civil.
    En la Iglesia, la diversidad de temperamento y de sensibilidad, así como las diversas lecturas de las urgencias del tiempo, expresan la ley de la comunión pluriforme en la unidad. Esta ley parte de una actitud agustiniana muy querida por el cardenal: quien ha encontrado a Cristo, justamente porque está seguro de Su presencia, sigue, indómito, buscando.
    5. Hacemos ahora nuestra, de todo corazón, la oración del prefacio de esta solemne liturgia de sufragio: “Es nuestro deseo que tu siervo Carlo Maria sea incluido en tu reino celeste entre los santos pastores de tu grey y pueda alcanzar la recompensa de aquellos con los cuales ha compartido fielmente los esfuerzos de la misma misión”. Pensamos a la larga cadena de nuestros arzobispos, especialmente san Ambrosio y san Carlos (Borromeo).
    Querido arzobispo Carlo Maria, la Virgen, la Asunta, con los ángeles y los santos que llenan nuestro templo, te acompañen a la meta que tanto has deseado: ver a Dios cara a cara. Amén.
    Traducción de Sergio H. Mora

    Aplicando el gerundio

    Aplicando el gerundio
    El gerundio es difícil de explicar, a palo seco, cuando no hay vitalidad, ingenio, transformación, crecimiento     

    De pequeño aprendí a obedecer dócilmente a la voz “Caminando, ¡qué es gerundio!” Cuando digo pequeño, es que era pequeño. No pasaba de los seis años probablemente, y ya sabía que aquello significaba movimiento y acción, manos a la obra, sin demorar. Como si una fuerza arrolladora se hubiera puesto en marcha. Por lo que quedarse parado y estancado suponía un peligro. Sólo años después supe qué sign ificaba realmente aquella expresión. Y perdió gracia. ¡Claro que es gerundio! Pero gerundio no me decía nada. Estaba junto al infinitivo y al participio, y se distinguen en su forma estupendamente bien. Nunca tuve problemas, ni los confundí. Ni siquiera cuando se les llamaba perfectos. Aquel juego en clase de lengua, que parecía entretener a la profesora, no tenía ningún misterio. Al menos entonces.

    A día de hoy prefiero, con conocimiento ya, el gerundio para muchas más cosas. Ahora comprendo que se puede generalizar, y se debe generalizar, en diversas ocasiones. ¿Cómo se sale de la crisis? Saliendo. ¿Cómo se juega al fútbol? Jugando. ¿Cómo se aprueban los exámenes? Estudiando. ¿Cómo se crea un blog? Escribiendo. ¿Cómo conoceré el amor? Amando. Y así sucesivamente. Tantas veces como quieras, y para todas las pre guntas parece existir una respuesta en gerundio. El infinitivo es demasiado arisco y contundente, incapaz de dialogar. Se esconde incluso en las perífrasis obligando y mandando. El participio adjetiva, da por hechas (para muestra un botón) las cosas antes de haber terminado, y tiene algo de olgazán porque nunca lleva la batuta. Sin embargo el gerundio imprime carácter, moldea situaciones, es aventurero. Tiene un punto importante de servicio, capaz de invertir las situaciones. Me gustan los gerundios. Los presentes se quedan sosos, aunque sean primos hermanos. El caso es que con gerundio se construyen además frases de perogrullo que portan grandes verdades. No se pueden decir de mejor modo, así que se repiten. Vienen a confirmar dónde está la clave, pero llaman a la acción y les dan vida. Por otro lado, para explicar un buen gerundio reclamas la atención de otras muchas palabras grandes. No puede ser de otra manera . El gerundio es difícil de explicar, a palo seco, cuando no hay vitalidad, ingenio, transformación, crecimiento. Y no se puede confundir con la pasividad, la mera recepción, la buena disposición a acoger y soportar; implica al sujeto. No hay acción fuera del sujeto cuando utilizamos un buen gerundio contundente.

    Hoy he encontrado este solemne párrafo, que comparto con ustedes, para que comprueben con un ejemplo que no se pueden decir de mejor modo las cosas que a través de los gerundios:

    "La fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios." (Porta Fidei, 7)

    Friday, August 24, 2012

    relacion entre religiosidad e hipertension

    Religiosidad e hipertensión
    Existe una relación positiva entre el tiempo que se pasa en la iglesia y una presión sanguínea baja
    Autor: Forum Libertas | Fuente: ForumLibertas.com

    La salud es uno de los campos en los que la ciencia trabaja para descifrar el efecto de las creencias y de las actitudes religiosas en el ser humano. En los últimos años, los resultados de diversas investigaciones han sugerido que, en este terreno, la religiosidad podría jugar un papel.

    Uno de los estudios más recientes a este respecto ha sido el realizado por científicos de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU). A partir de un extenso análisis longitudinal sobre la salud noruega denominado HUNT, los investigadores descubrieron que existía, concretamente, una relación positiva entre el tiempo que se pasa en la iglesia y una presión sanguínea baja, tanto en hombres como en mujeres.

    Según declaraciones de Torgeir Sørensen, coautor del estudio e investigador del Centro de Psicología Religiosa del Hospital Inland, aparecidas en un comunicado de la NTNU, lo que se constató fue que cuanto más a menudo iban las personas participantes en el HUNT a la iglesia, más baja era su presión sanguínea.


    Características de la muestra analizada

    Sørensen añade que este es el primer estudio de este tipo realizado en Escandinavia. Investigaciones previas, llevadas a cabo en Estados Unidos, habían sugerido una relación similar entre la asistencia a servicios religiosos y la presió ;n sanguínea. Sin embargo, las grandes diferencias culturales y religiosas entre Estados Unidos y Noruega habían impedido transferir estos hallazgos al contexto noruego.

    Alrededor de un 90% de la población del condado de Nord-Trøndelag, en el que se realizó el análisis HUNT, es miembro de la Iglesia Estatal de Noruega, cuyos fundamentos son la Biblia cristiana y el Pequeño Catecismo de Lutero, entre otros.

    Desde 1984, los residentes del condado Nord-Trøndelag participaron en tres encuestas HUNT. En estos análisis no sólo se examinaron los factores de riesgo de enfermedad y muerte de la población, sino que también se evaluaron aquellos factores que podían contribuir a tener una buena salud.

    La fase tercera de HUNT se desarrolló entre los años 2006 y 2008, e incluyó preguntas sobre la participación de los participantes en actividades cultur ales y religiosas.

    En total, la base de datos recopilada en este proyecto contiene información de alrededor de 120.000 personas, lo que ha permitido integrar datos familiares e individuales, así como relacionar estas informaciones con los registros sanitarios nacionales.


    Hallazgo de la relación, pero no de la causa

    Los científicos de la NTNU escogieron la asistencia a la iglesia como variable representativa de la actividad religiosa de los ciudadanos, y la presión sanguínea como indicador de la salud general de éstos.

    El análisis de estos datos reveló que la variable usada para medir las actividades religiosas (asistencia a la iglesia) tenía una relación significativa con la variable empleada para medir la salud (presión sanguínea).

    En otras palabras, aquellas personas que eran religiosamente más activas estaban más sanas que la s que no eran religiosamente activas, afirman los científicos.

    Estos reconocen, sin embargo, que los resultados obtenidos pueden ser sesgados. Por una parte, no aclaran si la salud de los participantes es la que condicionó su actividad religiosa o viceversa. Es decir, muestran la relación entre la religiosidad y la presión sanguínea, pero no pueden explicitar la causa de esta relación.

    Por otra parte, los científicos desconocen también si estos mismos resultados podrían ser aplicados a grupos de población de otras religiones, como el judaísmo o el Islam. Según los investigadores, no se ha podido saber si la misma asociación existe en estas otras comunidades.

    Por último, parece que la influencia positiva sobre la salud no es exclusiva de las actividades religiosas. Estudios previos basados en el HUNT han demostrado que también existe una relación posit iva entre el humor y la salud, así como entre la participación en diversas actividades culturales y una buena salud.

    De cualquier forma, los científicos afirman que los resultados obtenidos en este terreno, que han aparecido detallados en The International Journal of Psychiatry in Medicine les animarán a seguir investigando en esta dirección.

    Como hemos dicho, en los últimos años diversas investigaciones han analizado el efecto de la religiosidad sobre la salud humana. Es el caso, por ejemplo, de dos estudios realizados en 2006 sobre la oración y la salud. El primero de ellos constató que el aumento de la esperanza de vida que se deriva de una actividad religiosa semanal es comparable a los beneficios que genera para la salud el ejercicio físico regular o el consumo de medicamentos para reducir el colesterol. El segundo, en cambio, acusó un empeoramiento en la salud en un grupo de pers onas que estaban recibiendo asistencia religiosa.