Thursday, November 27, 2014

Rezar no es perder el tiempo, dice Papa Francisco a los religiosos

Rezar no es perder el tiempo, dice Papa Francisco
En su discurso a los participantes de la asamblea plenaria de los religiosos y los consagrados esta mañana, el Papa Francisco aseguró que “rezar no es perder tiempo, que adorar a Dios y alabarlo no es perder tiempo”.
Así lo indicó el Santo Padre en sus palabras a los participantes de la plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, a quienes señaló: “díganles a los nuevos miembros, por favor, rezar no es perder tiempo, que adorar a Dios y alabarlo no es perder tiempo. Si nosotros, los consagrados, no nos detenemos cada día ante Dios en la gratuidad de la oración, el vino se volverá vinagre''.
El Papa hizo esta afirmación en relación al tema de la plenaria “Vino nuevo en odres nuevos''. A los casi 80 participante el Santo Padre dijo que “en la parcela de la viña del Señor representada por los que han elegido imitar a Cristo más de cerca mediante la profesión de los consejos evangélicos, ha madurado la uva nueva uva y se ha exprimido el vino nuevo”.
“En estos días se han propuesto discernir la calidad y el sabor del ‘vino nuevo’ cosechado en la larga temporada de la renovación, y al mismo tiempo evaluar si los odres que lo contienen, representados por las formas institucionales presentes hoy en día en la vida consagrada, son adecuados para contener este ‘vino nuevo’ y favorecer su plena madurez”.
“Como les he recordado otras veces no debemos tener miedo de dejar los ‘odres viejos’: es decir, de renovar los hábitos y las estructuras que, en la vida de la Iglesia y, por tanto, también en la vida consagrada ya no responden a lo que Dios nos pide hoy para que su Reino avance en el mundo: las estructuras que nos dan falsa protección y condicionan el dinamismo de la caridad y los hábitos que nos alejan del rebaño al que hemos sido enviados y nos impiden escuchar el grito de los que esperan la Buena Nueva de Jesucristo''.
El Santo Padre dijo luego que no escondan “los puntos débiles que puede tener la vida consagrada en nuestros días como la resistencia de algunos sectores al cambio, la menor fuerza de atracción, el importante número de abandonos, la fragilidad de algunas rutas de formación, el afán por las tareas institucionales y ministeriales a expensas de la vida espiritual, la difícil integración de la diversidad cultural y generacional, el problemático equilibrio en el ejercicio de la autoridad y en el uso de bienes”.
“Me preocupa también la pobreza... San Ignacio decía que la pobreza es la madre y también el muro de la vida consagrada. Y es madre también porque da vida y como muro protege de la mundanidad. Seguís queriendo escuchar las señales del Espíritu que abre nuevos horizontes y empuja a nuevos caminos, siempre partiendo de la regla suprema del Evangelio e inspirados por la audacia creativa de vuestros fundadores y fundadoras''.
El Papa enumeró después los criterios de orientación a seguir en la ''ardua tarea de evaluar el vino nuevo y comprobar la calidad de los odres'', citando entre ellos, la originalidad evangélica de las opciones, la fidelidad carismática, la primacía del servicio, la atención a los más pequeños y frágiles y el respeto por la dignidad de cada persona.
Antes de finalizar, animó a los presentes a seguir trabajando con generosidad e ingenio en la viña del Señor, ''para cosechar el vino bueno que revitaliza la vida de la Iglesia y alegra los corazones de tantos hermanos y hermanas necesitados de vuestra atención'.
Luego subrayó que ''tampoco la sustitución de los odres viejos por los nuevos no es automática sino que requiere el compromiso y la capacidad para proporcionar el espacio idóneo para acoger y hacer fructificar los dones con que el Espíritu sigue embelleciendo a la Iglesia su esposa''.
Para concluir el Papa dijo: “no se olviden de proseguir el camino de renovación iniciado y ,en gran medida, realizado en los últimos cincuenta años, examinado toda novedad a la luz de la Palabra de Dios y escuchando las necesidades de la Iglesia y del mundo contemporáneo y utilizando todos los medios que la Iglesia pone a vuestra disposición para avanzar en el camino de vuestra santidad personal y comunitaria. Y entre estos medios el más importante es la oración”.

Monday, November 24, 2014

Papa Francisco: “La Iglesia brille con la luz de Cristo y no con luz propia”

“La Iglesia brille con la luz de Cristo y no con luz propia”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía

(RV).- Cuando la Iglesia es humilde y pobre, entonces “es fiel” a Cristo, de lo contrario es tentada de brillar con “luz propia” en vez de donar al mundo aquella de Dios. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
Dar tanto y públicamente, porque hay una riqueza que se nutre de ostentación y goza de vanidad. Y dar lo poco que se tiene, sin atraer la atención sino sólo la de Dios, porque Él es el todo en quien confiamos. En el episodio evangélico de la viuda que ante los ojos de Jesús entrega sus dos únicas monedas en el tesoro del templo – mientras los ricos habían arrojado gruesas cifras haciendo ver que para ellos eran superfluas – el Papa Francisco señala dos tendencias siempre presentes en la historia de la Iglesia. La Iglesia tentada por la vanidad y la “Iglesia pobre”, que – afirma el Pontífice – “no debe tener otras riquezas que su Esposo”, como la humilde mujer del templo:
«Me gusta ver en esta figura a la Iglesia que es en cierto modo un poco viuda, porque espera a su Esposo que regresará… Pero tiene a su Esposo en la Eucaristía, en la Palabra de Dios, en los pobres, si: pero espera que regrese, ¿no? Esta actitud de la Iglesia… Esta viuda no era importante, el nombre de esta viuda no aparecía en los diarios.  Nadie la conocía. No tenía títulos… nada. Nada. No brillaba con luz propia. Es esto que me hace ver en esta mujer la figura de la Iglesia. La gran virtud de la Iglesia debe ser no brillar con luz propia, sino brillar de la luz que viene de su Esposo. Que viene propio de su Esposo. Y en los siglos, cuando la Iglesia ha querido tener luz propia, se ha equivocado».
“Es verdad – reconoce el Papa Francisco – que algunas veces el Señor puede pedir a su Iglesia tener, tomar un poco de luz propia”, pero eso se entiende, explicó el Papa, si la misión de la Iglesia es iluminar a la humanidad, la luz que viene donada debe ser únicamente aquella recibida de Cristo en actitud de humildad:
«Todos los servicios que nosotros hacemos en la Iglesia son para ayudarnos en esto, para recibir aquella luz. Y un servicio sin esta luz no está bien: hace que la Iglesia se vuelva o rica, o potente, o que busca el poder, o que se equivoque de camino, como ha sucedido tantas veces en la historia y como sucede en nuestras vidas, cuando nosotros queremos tener otra luz, que no es precisamente aquella del Señor: una luz propia».
Cuando la Iglesia “es fiel a la esperanza y a su esposo – repite el Santo Padre – es feliz de recibir la luz de Él, de ser en este sentido “viuda”, en espera, como la luna, del “sol que vendrá”:
«Cuando la Iglesia es humilde, cuando la Iglesia es pobre, también cuando la Iglesia confiesa sus miserias – pues todos las tenemos – la Iglesia es fiel. La Iglesia dice: ‘!Pero, yo soy oscura, pero la luz me viene de ahí!’ y esto nos hace tanto bien. Pero oremos a esta viuda que está en el Cielo, seguramente, oremos a esta viuda que nos enseñe a ser Iglesia así, dando de la vida todo lo que tenemos: nada para nosotros. Todo para el Señor y para el prójimo. Humildes. Sin vanagloriarnos de tener luz propia, buscando siempre la luz que viene del Señor. Así sea».

Friday, November 21, 2014

Papa Francisco habla sobre la conversión

El Papa Francisco ha hablado en la misa matutina de hoy en la Residencia Santa Marta de las consecuencias que tiene cerrar el corazón a Jesús. Comentando el Evangelio del día, el Pontífice afirmó que el Señor llora por “la cerrazón del corazón” de la “ciudad elegida, del pueblo elegido. Porque ¡no tenía tiempo de abrirle la puerta! Estaba demasiado ocupada y muy satisfecha de sí misma”.
“Y Jesús sigue llamando a las puertas, como ha llamado a la puerta del corazón de Jerusalén: a las puertas de sus hermanos, de sus hermanas; a nuestras puertas, a las puertas de nuestro corazón, a las puertas de su Iglesia. Jerusalén se sentía contenta, tranquila con su vida y no tenía necesidad del Señor: no se había dado cuenta de la necesidad de salvación que tenía. Y por esta razón cerró su corazón ante el Señor”. “El llanto de Jesús” es “el llanto por su Iglesia, hoy, por nosotros”.
El Santo Padre cuestiona luego: “¿y por qué Jerusalén no había recibido al Señor? Porque estaba tranquila con lo que tenía, no quería problemas. Pero también -lo dice el Señor en el Evangelio- ‘si hubieras comprendido también tú, en este día, lo que te trae la paz. No has reconocido el tiempo en el que has sido visitada’. Tenía miedo de ser visitada por el Señor; tenía miedo de la gratuidad de la visita del Señor. Estaba segura en las cosas que ella podía administrar. Estamos seguros en las cosas que nosotros podemos administrar… Pero nosotros no podemos administrar la visita del Señor, sus sorpresas”.
El Papa aclaró que precisamente “de esto tenía miedo Jerusalén: de ser salvada por el camino de las sorpresas del Señor. Tenía miedo del Señor, de su Esposo, de su Amado. Y así Jesús llora. Cuando el Señor visita a su pueblo, nos trae la alegría, nos trae la conversión. Y todos nosotros tenemos miedo no de la alegría, ¡no! – pero sí de la alegría que trae el Señor, porque no podemos controlarla. Tenemos miedo de la conversión, porque convertirse significa dejar que el Señor nos conduzca”.
“Jerusalén estaba tranquila, contenta, el templo funcionaba. Los sacerdotes hacían sacrificios, la gente iba en peregrinación, los doctores de la ley habían organizado todo, ¡todo! ¡Todo claro! Todos los mandamientos claros… Y con todo esto Jerusalén tenía la puerta cerrada”. La cruz, “precio de aquel rechazo” -explicó el Papa-  nos muestra el amor de Jesús, lo que lo lleva “a llorar también hoy, tantas veces, por su Iglesia”.
“Me pregunto: hoy nosotros los cristianos, que conocemos la fe, el catecismo, que vamos a Misa todos los domingos, nosotros los cristianos, nosotros los pastores, ¿estamos contentos de nosotros? Porque tenemos todo ordenado y no tenemos necesidad de nuevas visitas del Señor… Y el Señor sigue llamando a la puerta, de cada uno de nosotros y de su Iglesia, de los pastores de la Iglesia. Eh sí, la puerta de nuestro corazón, de la Iglesia, de los pastores no se abre: el Señor llora, también hoy”.
Para concluir, el Papa invitó a preguntarse: ¿cómo estamos en este momento ante Dios?”.

Wednesday, November 19, 2014

Importancia de la conversón según Papa Francisco

La homilía del Papa Francisco esta mañana en la residencia Santa Marta ha tenido como tema general la conversión del cristiano y la necesidad de ser verdaderos seguidores de Cristo.
Para sus palabras, ha tomado como modelo el evangelio de la liturgia de hoy, como hace cada día. En este caso, se trata del Evangelio de San Lucas que narra el episodio en el Zaqueo se sube a un árbol para ver mejor a Jesús y se convierte cuando Cristo se dirige a él.
El Santo Padre recordó la historia de este hombre, que luego de encontrarse con el Señor promete cuatro veces más lo que ha robado: “cuando la conversión llega a los bolsillos, es segura. ¿Cristianos de corazón? Sí, todos. ¿Cristianos de alma? Todos. Pero, cristianos de bolsillos, ¡pocos, eh! Pocos. Pero, la conversión… y aquí llegó inmediatamente: la palabra auténtica. Se ha convertido. Pero ante esta palabra, la otra palabra, de aquellos que no querían la conversión, que no querían convertirse: ‘Viendo aquello, murmuraban: ‘¡Ha entrado en la casa de un pecador!’: se ha ensuciado, ha perdido la pureza. Debe purificarse porque ha entrado en casa de un pecador’”.
El Papa explicó que “convertirse es una visita de Dios” y el Señor se lo pide a los cristianos que viven en la “espiritualidad de la comodidad”. Francisco propuso por ello “tres llamadas a la conversión” que son las mismas que Jesús hace “a los tibios, a los cómodos, a los de la apariencia, a los que se creen ricos pero son pobres, no tienen nada, están muertos”. La Palabra de Dios “es capaz de cambiar todo”, pero “no siempre tenemos la valentía de creer en la Palabra de Dios, de recibir esta Palabra que nos cura por dentro”.
Éstas personas piensan: “hago las cosas como puedo, hago las cosas como puedo, pero tengo paz, que nadie venga a molestarme con cosas raras”. ”Va amisa los domingos, reza algunas veces, se siente bien, está en gracia de Dios, es rico” y “no necesita nada, está bien”, indicó el Papa refiriéndose a cómo piensan muchos fieles.
Esta forma de ser, según el Pontífice, es un estado de pecado. Con estas personas, “tibias”, dijo el Papa tomando las palabras del libro del Apocalipsis, el Señor “no se queda corto” y a ellos les dice: “Porque eres tibio te vomitaré de mi boca”. A estos, además, les aconseja “vestirse” porque “los cristianos cómodos están desnudos”.
La “segunda llamada” a la conversión es a “los que viven de las apariencias, los cristianos de las apariencias”. “Las apariencias son el sudario de estos cristianos: están muertos”. Y Dios les “llama a la conversión”. A continuación ha hecho la pregunta que en la Iglesia debería hacerse cada uno. “¿Soy un cristiano de apariencia? ¿Estoy vivo dentro, tengo una vida espiritual? ¿Escucho al Espíritu Santo, lo siento, voy hacia delante, o no…?”.
“Sin embargo, si todo parece estar bien, no tengo nada que reprenderme: tengo una buena familia, la gente no habla mal de mí, tengo todo lo necesario, estoy casado por la Iglesia… estoy en gracia de Dios, estoy tranquilo… ¡Las apariencias! Los cristianos de apariencias, ¡están muertos!”, dijo con rotundidad. Ante esta situación, “hay que buscar algo vivo en nuestro interior y con la memoria y la vigilancia, revivir para seguir adelante. Convertirse: de las apariencias a la realidad. De la tibieza al fervor”, explicó en la capilla de la residencia Santa Marta.
A Zaqueo, el evangelista califica de “jefe de publicanos y rico”. “Es un corrupto” porque “trabajaba para los extranjeros, para los romanos, traicionaba a su patria”. “Era como uno de los muchos dirigentes que conocemos: corruptos. Estos que, en vez der servir al pueblo, se aprovechaban de él para servirse a sí mismos. Algunos hay en el mundo”, aseguró Francisco.
“Y la gente no lo quería. Esto sí, no era tibio: no estaba muerto. Estaba en estado de putrefacción. Propiamente corrupto”. No obstante, “escuchó algo dentro: este que cura, este al que llaman profeta y que dicen que habla tan bien, quisiera verlo por curiosidad”. Para Francisco, esta llamada interior era “el Espíritu Santo”.
“Es listo, ¿eh? –añadió-. Sembró la semilla de la curiosidad, y este hombre por verle, hace un poco el ridículo. Piensa en un dirigente que sea importante, y corrupto, un jefe de dirigentes, este era jefe, subirse a un árbol para ver una procesión: ¡Qué ridículo!”. Según prosigue el relato evangélico, Zaqueo “no tuvo vergüenza”. Quería verlo y “dentro trabajaba el Espíritu Santo”. Y después, “la Palabra de Dios entró en ese corazón y, con la Palabra, la alegría”.
“Los de la comodidad y los de la apariencia, ha dicho el Pontífice, han olvidado lo que es la alegría, este corrupto la siente enseguida”. Por tanto, “el corazón cambia, se convierte”.
Por último, el Papa Francisco ha asegurado que la Iglesia quiere que “pensemos mucho, muy seriamente en nuestra conversión, para que podamos seguir adelante en el camino de nuestra vida cristiana”.
“Que recordemos la Palabra de Dios, que recordemos, que custodiemos esto, que vigilemos, y que obedezcamos la Palabra de Dios, para que podamos comenzar una vida nueva, convertida”, concluyó.

La leccion del Papa Francisco usando sandwich de jamón y queso

El  Papa Francisco arrancó risas a un grupo de jóvenes reunidos en el Vaticano al recurrir a una metáfora del humorista argentino Luis Landriscina sobre el “sándwich de jamón y queso” para animar a los jóvenes cristianos a comprometerse en recuperar la dignidad de las personas.
Hablando en español, el Papa Francisco se dirigió al simposio de jóvenes contra la prostitución y la trata de personas, celebrado en la Casia Pio IV del Vaticano del 15 y 16 de noviembre.
En su alocución que ha sido difundida en YouTube, el Papa Francisco recordó las palabras de Landriscina, “quien hacía ver la diferencia que hay entre colaborar y comprometerse. Todos tienen que colaborar, pero los cristianos tenemos que comprometernos. Landriscina decía: ‘La vaca cuando nos da la leche colabora para nuestra alimentación. Se da la leche y se hace el queso, y entonces hacemos un sándwich. Pero un sándwich de queso es un poco soso, entonces hay que ponerle jamón. Vamos a ver al chancho, y el chancho para hacer jamón no colabora, da la vida, se compromete’”.
El Papa explicó que “comprometerse es dar la vida, es jugarse la vida, y la vida tiene sentido solamente si uno está dispuesto a jugarla, a hacerla correr para el bien de los demás. A mí me gusta ver a tantos jóvenes que estén con esas ganas de comprometerse. ¡Acuérdense del sándwich de jamón y queso!”.
El simposio fue organizado por las Pontificias Academias de las Ciencias y las Ciencias Sociales, Global Freedom Network, y la ONG argentina Vínculos en Red, esta última dirigida por Alicia Peressutti.
En el evento participaron numerosos jóvenes de diferentes nacionalidades cercanos a esta realidad, con el objetivo de compartir su experiencia y aunar ideas contra el tráfico de personas.
“Agradecerles el trabajo que están haciendo –continuó el Santo Padre-. Es una lucha que todos estamos llamados a realizar, una lucha contra ese movimiento que lleva a la humanidad a que piense que una persona es un objeto que se usa y se tira. Un objeto de uso. Rescatar la dignidad de las personas. Estamos ciertamente en una época donde la persona humana es usada como objeto y termina siendo material de descarte. A los ojos de Dios no hay material de descarte, hay solo dignidad”.
“El trabajo que ustedes hacen, la inquietud que ustedes llevan es volver a rescatar lo que quiere ser descartado para volver a ungirlo con dignidad. Gracias por eso que hacen, por el trabajo, por comprometerse. Comprometerse es dar la vida, gastar la vida”, añadió.
Al concluir el Simposio, el canciller de la Academia para las Ciencias, Mons. Marcelo Sánchez Sorondo, extendió al Pontífice una declaración conjunta contra la trata de personas firmada por todos los participantes.

el Papa Francisco nos habla sobre claves de santidad

 Papa Francisco dedicó se catequesis de la audiencia general de este miércoles a reflexionar sobre el llamado universal a la santidad, recordó que “¡todos podemos ser santos!” y explicó las claves para vivir esto en la vida cotidiana.
En una mañana soleada en Roma, el Santo Padre recordó que “un gran don delConcilio Vaticano II es el de haber recuperado una visión decisión de la Iglesiafundada en la comunión, y haber entendido de nuevo el principio de la autoridad y de la jerarquía en esa perspectiva”. Gracias a este hecho, se entiende mejor “que todos los cristianos, como bautizados, tienen una igual dignidad ante el Señor y los une la misma vocación, que es la de la santidad”.
El Papa explicó luego las líneas generales de lo que significa el don de la santidad para cada persona: “antes que nada debemos tener muy presente que la santidad no es algo que nos procuramos nosotros, que obtenemos nosotros con nuestras cualidades y nuestras capacidades”.
“La santidad es un don, es el don que nos hace el Señor Jesús, cuando nos toma consigo y nos reviste de sí mismo, nos hace como Él. En la Carta a los Efesios, el apóstol Pablo afirma que “Cristo ha amado a la Iglesia y se ha dado a sí mismo por ella, para hacerla santa”, explicó el Santo Padre a los miles de congregados en la Plaza de San Pedro.
La santidad, prosiguió el Pontífice, “es el rostro más bello de la Iglesia: es redescubrirse en comunión con Dios, en la plenitud de su vida y de su amor. Se entiende, entonces, que la santidad no es una prerrogativa solo de algunos: la santidad es un don que se ofrece a todos, nadie está excluido, por eso constituye el carácter distintivo de todo cristiano”.
A su parecer, “para ser santos, no es necesario por fuerza ser obispos, sacerdotes o religiosos. ¡Todos estamos llamados a ser santos!” y precisamente “muchas veces, tenemos la tentación de pensar que la santidad se reserva solo a los que tienen la posibilidad de separarse de los asuntos cotidianos, para dedicarse exclusivamente a la oración. ¡Pero no es así!”, dijo enérgico el Papa.
Pero, ¿qué es la santidad? No es “cerrar los ojos y poner caras” sino vivir “con amor” y ofrecer “el testimonio cristiano en las ocupaciones de todos los días donde estamos llamados a convertirnos en santos. Y cada uno en las condiciones y en el estado de vida en el que se encuentra”.
En este sentido, el Papa enumeró una serie de “estados de vida” y la manera correcta de llevar a la santidad a ellos: “¿Eres consagrado o consagrada? Sé santo viviendo con alegría tu donación y tu ministerio. ¿Estás casado? Sé santo amando y cuidando a tu marido o a tu mujer, como Cristo hizo con la Iglesia. ¿Eres un bautizado no casado? Sé santo cumpliendo con honestidad y eficiencia tu trabajo y ofreciendo tu tiempo al servicio de los hermanos”.
 “Allí donde trabajas puedes ser santo. Dios te da la gracia de ser santo. Dios se comunica contigo. Allí donde trabajas. En cualquier lugar se puede ser santo si nos abrimos a esa gracia que trabaja en nosotros y nos lleva a la santidad”.
“¿Eres padre o abuelo? Sé santo enseñando con pasión a los hijos y nietos a conocer y seguir a Jesús. Se necesita mucha paciencia para esto, para ser buenos padres, buenos abuelos es necesaria la paciencia, ahí viene la santidad: ejercitando la paciencia ¿Eres catequista, educador o voluntario? Sé santo convirtiéndote en signo visible del amor de Dios y de su presencia al lado de las personas”.
Es decir, prosiguió el Santo Padre, “cada estado de vida lleva a la santidad, ¡siempre! En tu casa, en la calle, en el trabajo, en la Iglesia. En cualquier momento y estado de vida que tengas está abierto el camino a la santidad. No se cansen de seguir este camino” porque “es Dios quien te da la gracia. Lo único que te pide el Señor es que estemos en comunión con el Señor y al servicio de los hermanos”
Además, el Santo Padre pidió a todos hacer “examen de conciencia” y responder en silencio cómo se ha respondido a la llamada del Señor a la santidad.
Una invitación a la alegría
“Cuando el Señor nos invita a convertirnos en santos, no nos llama a cualquier cosa pesada, triste… ¡Todo lo contrario! Es la invitación a compartir su alegría, a vivir y a ofrecer con alegría todos los momentos de nuestra vida, haciéndola, al mismo tiempo, un don de amor por las personas que tenemos al lado”.
Para Francisco, “si comprendemos esto, todo cambia adquiere un significado nuevo, bello, comenzando por las pequeñas cosas de todos los días”, dijo para continuar con varios ejemplos que hicieran sus palabras más comprensibles a la gente: “Una señora va al mercado a comprar, encuentra a una vecina empiezan a hablar y comienza la charla, pero si ella dice no quiero hablar mal de nadie, allí empieza el camino de la santidad”.
“O si tu hijo quiere hablar contigo de sus historias, o de que está cansado de trabajar, ponte cómodo y escucha a tu hijo que te necesita: ese es otro paso a la santidad. Termina la jornada, estamos cansados todos, llega la hora de la oración: ese es otro paso hacia la santidad. Llega el domingo: vamos a Misa a comulgar, a veces una buena confesión que nos limpie un poco, otro paso a la santidad”.
“Rezar a la Virgen que es tan buena, tan bella, rezo un Rosario: otro paso a la santidad. Tantos pasos pequeños hacia la santidad. O voy por la calle, veo a un pobre, me detengo, le pregunto, le doy algo, es otro paso hacia la santidad. Pequeñas cosas que son pequeños pasos hacia la santidad”, explicó.
Estos “pequeños pasos” nos convertirán “en personas mejores, libres del egoísmo y de la clausura en nosotros mismos, abiertos a los hermanos y a sus necesidades”.
Para concluir, el Papa Francisco volvió a exhortar a todos para acoger el don de la santidad “con alegría” y a sostenerse “los unos a los otros, para que el camino hacia la santidad no se recorra solo”, sino que “juntos en ese único cuerpo que es la Iglesia, amada y hecha santa por el Señor Jesucristo. Vayamos adelante, con valentía, en este camino hacia la santidad”, terminó.
Entre los asistentes a la audiencia general de hoy estuvieron los participantes en el Congreso Internacional Humanum que comenzó el pasado lunes y fue inaugurado por el mismo Pontífice en el nuevo Aula del Sínodo. Una semana más, acudieron también peregrinos de España, Argentina y otros países de Latinoamérica.

Thursday, November 06, 2014

El verdadero cristiano no tiene miedo de ensuciarse las manos con los pecadores, dijo Papa Francisco

El verdadero cristiano no tiene miedo de ensuciarse las manos con los pecadores

El Papa en la misa matutina en la casa de Santa Marta - OSS_ROM

El Papa en la misa matutina en la casa de Santa Marta
El verdadero cristiano no tiene miedo de ensuciarse las manos con los pecadores, de arriesgar también su fama, porque tiene el corazón de Dios que quiere que nadie se pierda: lo dijo el Papa Francisco en la misa matutina en la casa de Santa Marta.
Al centro de la homilía del Papa Francisco las dos parábolas de la oveja perdida y de la moneda perdida. Los fariseos y los escribas se escandalizaron porque Jesús “acoge a los pecadores y come con ellos”. “Era un verdadero escándalo en aquel tiempo, para esta gente”, observa Francisco, que exclama: “imaginemos si en aquel tiempo hubieran existido los periódicos”. “Pero Jesús ha venido para esto: para ir a buscar a aquellos que se habían alejado del Señor”. Estas dos parábolas - explica - “nos hacen ver cómo es el corazón del Señor”. Dios no se detiene, Dios no va hasta un cierto punto, Dios va hasta el final, al límite, siempre va al límite; no se detiene a mitad del camino de la salvación, como si dijera: “he hecho todo, el problema es de ellos”. Él va siempre, sale, sale al campo”.
Los fariseos y los escribas en cambio, se detienen a mitad del camino. A ellos les importaba que el balance de las ganancias y de las perdidas fuera más o menos favorable y con esto, estaban tranquilos. “Sí, es verdad, he perdido tres monedas, he perdido diez ovejas, pero he ganado tanto. Esto no entra en la mente de Dios, Dios no es un negociante, Dios es Padre y va a salvar hasta el final, hasta el límite”. Y “el amor de Dios es esto”. Pero “es triste el pastor a mitad de camino”, afirma el Papa.
“Es triste el pastor que abre la puerta de la Iglesia y se queda allí a esperar. Es triste el cristiano que no siente dentro, en su corazón, la necesidad de ir a contar a los demás que el Señor es bueno. ¡Pero cuánta perversión hay en el corazón de aquellos que se creen justos, como estos escribas, estos fariseos! Ellos no quieren ensuciarse las manos con los pecadores. Recordemos aquello, lo que pensaban: ‘si éste fuera profeta, sabría que ésta es una pecadora’. El desprecio. Usaban a la gente y luego la despreciaban”.
“Ser un pastor a mitad de camino - afirma el Papa Francisco - es una derrota. Un pastor debe tener el corazón de Dios, ir hasta el límite” porque no quiere que nadie se pierda:
“El verdadero pastor, el verdadero cristiano tiene este celo dentro: que nadie se pierda. Y por esto no tienen miedo de ensuciarse las manos. No tienen miedo. Va a donde debe ir. Arriesga su vida, arriesga su fama, se arriesga a perder su comodidad, su estatus, también a perder en la carrera eclesiástica, pero es buen pastor. También los cristianos deben ser así. Es tan fácil condenar a los otros, como hacían estos - los publicanos, los pecadores - es tan fácil, pero no es cristiano, no es de hijos de Dios. El Hijo de Dios va al límite, da la vida, como la dio Jesús por los otros. No puede estar tranquilo, cuidando de sí mismo: su comodidad, su fama, su tranquilidad. Recuerden esto: ¡pastores a mitad de camino no, jamás! ¡Cristianos a mitad de camino, jamás! Es lo que ha hecho Jesús".
“El buen pastor, el buen cristiano – concluye el Papa – sale, está siempre en salida: está en salida de sí mismo, está en salida hacia Dios, en la oración, en la adoración; está en salida hacia los otros para llevar el mensaje de salvación.”
“Estos escribas, fariseos, no lo sabían, no sabían qué era cargar sobre las espaldas la oveja, con aquella ternura, y llevarla de nuevo con las otras a su lugar. Esta gente no sabe qué es la alegría. El cristiano y el pastor a mitad de camino quizás conoce la diversión, la tranquilidad, una cierta paz, ¿pero la alegría? ¿Aquella alegría que hay en el Paraíso, aquella alegría que viene de Dios, aquella alegría que viene precisamente del corazón de padre que va a salvar? ‘He escuchado el lamento de los israelitas y salgo al campo’ ¡Esto es tan bello! No tener miedo de que se hable mal de nosotros por ir a encontrarnos con hermanos y hermanas que están alejados del Señor. Pidamos esta gracia para cada uno de nosotros y por nuestra Madre, la Santa Iglesia”.

Wednesday, November 05, 2014

Papa Francisco: Dios cuida y guía a su Iglesia con el servicio del Obispo

Dios cuida y guía a su Iglesia con el servicio del Obispo

El Papa Francisco saluda a los peregrinos en la Plaza de San Pedro - ANSA


 Papa Francisco, en su catequesis sobre la dimensión jerárquica de la Iglesia afirmó que, por el servicio del ministerio episcopal el Señor se hace presente en la Iglesia, la guía y la cuida.
En la plaza del santuario de San Pedro, en Roma, ante miles de fieles y peregrinos de Italia y del mundo, el obispo de Roma explicó que Cristo edifica la Iglesia como su cuerpo, mediante los ministerios, entre los cuales se destaca el ministerio episcopal. “En la persona y el ministerio del Obispo se expresa la maternidad de la Iglesia, que nos engendra, alimenta y conforta con los sacramentos”.
El Sucesor en la Cátedra de Pedro dijo que “como sucesores de los Apóstoles, también los obispos son enviados a anunciar el Evangelio y apacentar el rebaño de Cristo. No se trata, por tanto, de un cargo honorífico, sino de un servicio que se ha de realizar siguiendo el ejemplo de Jesús, el Buen Pastor.” Y expresó que, así como Jesús llamó a los Apóstoles unidos como una familia, “también los obispos constituyen un solo colegio reunidos en torno al Papa, que es el custodio y garante de la comunión entre ellos”.
El Vicario de Cristo concluyó invitando a agradecer al Señor el servicio de los obispos en la Iglesia, acompañándolos con el afecto y la oración. jesuita Guillermo Ortiz – RADIO VATICANA
Texto y Audio completo de la síntesis de la catequesis pronunciada en español: 

Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy nos detenemos a considerar la dimensión jerárquica de la Iglesia. Mediante los ministerios, Cristo edifica la Iglesia como su cuerpo. De entre ellos destaca el ministerio episcopal, a través del cual el Señor se hace presente en su Iglesia, la guía y la cuida. En la persona y el ministerio del Obispo se expresa la maternidad de la Iglesia, que nos engendra, alimenta y conforta con los sacramentos. Como sucesores de los Apóstoles, también los obispos son enviados a anunciar el Evangelio y apacentar el rebaño de Cristo. No se trata, por tanto, de un cargo honorífico, sino de un servicio que se ha de realizar siguiendo el ejemplo de Jesús, el Buen Pastor. Por otra parte, al igual que Jesús llamó y pensó en los Apóstoles no por separado sino unidos en torno a él, como una familia, también los obispos constituyen un único colegio, reunido en torno al Papa, que es el custodio y garante de la comunión entre ellos. Así, todos los obispos repartidos por el mundo se sienten unidos a los demás, y son expresión visible del vínculo íntimo que une sus respectivas comunidades en la única Iglesia de Cristo.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Panamá, Puerto Rico, Venezuela, Chile y otros países latinoamericanos. Invito a todos a agradecer al Señor el servicio de los obispos en la Iglesia, acompañándolos con el afecto y la oración. Muchas gracias y que Dios los bendiga.
Texto y audio completo de la catequesis del Santo Padre
La Iglesia, Santa Madre Iglesia Jerárquica
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hemos escuchado las cosas que el Apóstol Pablo dice al Obispo Tito: “¿Pero cuántas virtudes debemos tener los obispos?” ¿Hemos oído todos, no? No es fácil. No es fácil porque nosotros somos pecadores. Pero nos confiamos a sus oraciones  para que al menos nos acerquemos a esas cosas que el apóstol Pablo aconseja a todos los obispos. ¿De acuerdo? ¿Rezarán por nosotros?
Ya hemos tenido ocasión de señalar, en las catequesis precedentes, cómo el Espíritu Santo colma siempre la Iglesia de sus dones, con abundancia. Ahora, en el poder y en la gracia de su Espíritu, Cristo no deja de suscitar ministerios, con el fin de construir las comunidades cristianas como su cuerpo. Entre estos ministerios, se distingue aquel episcopal. En el Obispo,  coadyuvado por los presbíteros y diáconos, es Cristo mismo quien se hace presente y que continúa cuidando a su Iglesia, asegurando su protección y guía.
En la presencia y en el ministerio de los Obispos, Sacerdotes y Diáconos, podemos reconocer el verdadero rostro de la Iglesia: es la Santa Madre Iglesia Jerárquica. Y realmente a través de estos hermanos elegidos por el Señor y consagrados con el sacramento del Orden, la Iglesia ejerce su maternidad: nos engendra en el Bautismo como cristianos, haciéndonos nacer de nuevo en Cristo; vigila nuestro crecimiento en la fe; nos acompaña entre los brazos del Padre para recibir su perdón; prepara para nosotros la mesa eucarística, donde nos alimenta con la palabra de Dios y el Cuerpo y la Sangre de Jesús; invoca sobre nosotros la bendición de Dios y la fuerza de su Espíritu, sosteniéndonos en todo el transcurso de nuestra vida y envolviéndonos con su ternura y su calor, sobre todo en los momentos más delicados de prueba, de sufrimiento y de muerte.
Esta maternidad de la Iglesia se expresa en particular en la persona del Obispo y en su ministerio. De hecho, como Jesús eligió a los apóstoles y los envió a predicar el Evangelio y apacentar su rebaño, así los obispos, sus sucesores, son colocados a la cabeza de las comunidades cristianas, como garantes de su fe y como un signo vivo de la presencia del Señor en medio de ellos. Comprendemos, por lo tanto, que no se trata de una posición de prestigio, de un cargo honorífico.  El episcopado no es una condecoración, es un servicio.  Jesús lo ha querido así. No debe haber lugar en la Iglesia para la mentalidad mundana.  La mentalidad mundana, dice: “este hombre ha hecho la carrera eclesiástica, se ha convertido en Obispo…”No. En la Iglesia no debe haber lugar para esta mentalidad. El episcopado es un servicio, no es una condecoración con la que jactarse. Ser Obispos quiere decir tener siempre ante los ojos el ejemplo de Jesús, que como Buen Pastor, no vino a ser servido, sino a servir (cf. Mt 20, 28; Mc 10,45), y para dar su vida por las ovejas (cf. Jn 10,11). Los santos Obispos - y hay muchos en la historia de la Iglesia, muchos obispos santos - nos muestran que este ministerio no se busca, no se pide, no se compra, sino que se recibe en obediencia, no para elevarse, sino para abajarse, al igual que Jesús que “se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz “ (Flp 2,8). Es triste cuando se ve un hombre que busca este oficio y que hace tantas cosas para llegar hasta allí, y cuando llega allí, no sirve, se pavonea, vive solamente para su vanidad.
Hay otro elemento precioso que merece ser resaltado. Cuando Jesús escogió y llamó a los apóstoles, los pensó no separados el uno del otro, cada uno por su cuenta, sino juntos, para que estuvieran con Él, unidos como una sola familia. También los Obispos constituyen un único colegio, reunidos en torno al Papa, que es el custodio y garante de esta profunda comunión,  tan querida por Jesús y por sus mismos apóstoles. ¡Qué bello es, entonces, cuando los obispos junto con el Papa expresan esta colegialidad y buscan ser más y más, más, más servidores de los fieles, más servidores en la Iglesia! Lo hemos experimentado recientemente en la Asamblea del Sínodo sobre la familia. Pero pensemos en todos los Obispos desparramados en el mundo que, aun viviendo en localidades, culturas, sensibilidades y tradiciones diferentes y distantes entre sí, de una parte a la otra, - los otros días un obispo me decía que para llegar a Roma se necesitaban, desde donde él está, más de 30 horas de avión…- tan lejos unos de otros y se convierten en expresión de la unión íntima, en Cristo, y entre sus comunidades . Y en la oración común eclesial, todos los Obispos se colocan juntos en escucha del Señor y del Espíritu, pudiendo de este modo poner atención en profundidad al hombre y a los signos de los tiempos (cf. Conc. Concilio Ecuménico. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 4 ).
Queridos amigos, todo esto nos hace comprender por qué las comunidades cristianas reconocen en el Obispo un gran don, y están llamadas a alimentar una comunión sincera y profunda con él, empezando por los presbíteros y diáconos.  No es una Iglesia sana si los fieles, los diáconos y los presbíteros no están unidos al obispo. Esta Iglesia no unida al obispo es una Iglesia enferma. Jesús ha querido esta unión de todos los fieles con el obispo, también de los diáconos y de los presbíteros. Y esto lo hacen en la conciencia de que es justamente en el Obispo que se hace visible la relación de cada Iglesia con los Apóstoles y con todas las otras comunidades, unidas con sus Obispos y con el Papa en la única Iglesia del Señor Jesús, que es nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica. Gracias.

Monday, November 03, 2014

La rivalidad y la vanagloria destruyen a la Iglesia dijo el Papa Francisco

Francisco en Santa Marta: Hacer el bien sin buscar recompensas

El Santo Padre en la homilía de este lunes, recordó que la rivalidad y la vanagloria destruyen a la Iglesia


 

La rivalidad y la vanagloria son dos carcomas que debilitan a la Iglesia; por ello es necesario actuar con espíritu de humildad y concordia, sin buscar el propio interés. Es lo que ha afirmado el papa Francisco en la misa de esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta.
Comentando la carta de san Pablo a los Filipenses, el Santo Padre ha observado que la alegría de un obispo es ver en su Iglesia el amor, la unidad y la concordia. "Esta armonía --ha subrayado-- es una gracia, la da el Espíritu Santo, pero nosotros debemos hacer por nuestra parte, todo lo posible para ayudar el Espíritu Santo a hacer esta armonía en la Iglesia". Por eso, san Pablo invita a los Filipenses a no hacer nada "por rivalidad o vanagloria", ni a "luchar el uno contra el otro, ni siquiera para mostrarse, para presumir de ser mejor que los demás". Y añadió: "Se nota que esto no es sólo algo de nuestro tiempo", sino "que viene de lejos".
"Y cuantas veces en nuestras instituciones en la Iglesia, en las parroquias, por ejemplo, entre los colegas encontramos esto, ¿no?, la rivalidad; hacerse ver; la vanagrloria. Se ve que son polillas que comen la consistencia de la Iglesia. La rivalidad y la vanagloria vana contra esta armonía, esta concordia. En cambio la rivalidad y la vanagloria, ¿qué aconseja Pablo? ¿Qué debe hacer cada uno de nosotros con toda humildad?: considerar a los otros superiores a sí mismo. Él sentía esto. ¿Eh? Él se califica 'indigno de ser llamado apóstol', el último. También se humilla fuertemente. Este era un sentimiento suyo: pensar que los otros eran superior a Él. 
Así, el Papa ha citado a san Martín de Porres, "humilde fraile dominico," que la Iglesia recuerda hoy: "Su espiritualidad estaba en el servicio, porque sentía que todos los demás, incluso los más grandes pecadores estaban por encima de él. Realmente lo sentía". A continuación, el Pontífice ha reiterado que san Pablo nos exhorta a no buscar el propio interés:
"Buscar el bien de los demás. Servir a los demás. Pero esta es la alegría de un obispo, cuando ve a su Iglesia así: un mismo sentir, la misma caridad, permaneciendo unánimes y estando de acuerdo. Este es el aire que Jesús quiere en la Iglesia. Se pueden tener diferentes opiniones, eso está bien, pero siempre dentro de este aire, esta atmósfera: de humildad, caridad, sin despreciar a nadie".
Refiriéndose también al Evangelio del día, Francisco ha añadido: "Es feo, cuando en las instituciones de la Iglesia, de una diócesis, en las parroquias, encontramos gente que busca su interés, no el servicio, no el amor. Y esto es lo que Jesús nos dice en el Evangelio: no buscar el propio interés, no ir por el camino del contracambiar". 
O sea "si yo te he hecho este favor, tu me haces esto". Y la parábola de invitar a cena a aquellos que no pueden contracambiar nada. Es la gratuidad. Cuando en la Iglesia hay armonía, hay unidad, no se busca el propio interés".
El Papa ha invitado, finalmente, a hacer un examen de conciencia: "¿cómo es mi parroquia... cómo es mi comunidad? ¿Tiene este espíritu? ¿Cómo es mi institución? Este espíritu con sentimientos de amor, de unanimidad, de concordia, sin rivalidad o vanagloria, con humildad y pensando que los demás son superiores a nosotros, en nuestra parroquia, en nuestra comunidad ... y tal vez nos encontraremos con que hay algo para mejorar. Hoy, ¿cómo puedo mejorar esto?".

SANTO DE HOY: SAN MARTÍN DE PORRES

SANTO DE HOY: SAN MARTÍN DE PORRES
Leyendo diversas hagiografías sobre San Martín de Porres, no dejo de preguntarme porque motivo se le otorga tanta importancia destacar que él es hijo de un noble caballero y de una mujer negra, ¿por qué partir de esta situación?, ¿qué méritos le agrega a su santidad esta condición? Me da tristeza leer u oír del santo negro o el santo mulato, no se oye lo mismo al expresarse de otro santo del santo rubio o le santo blanco o del santo o santa de ojos azules.
¿Alguno de nosotros ha visto a Cristo Jesús?, ¿tendría alguna diferencia para nosotros que él tuviera otro aspecto del que nos han hecho imaginar los pintores y dibujantes?, ¿y si fuera de características físicas tipo oriental chino o japonés, maorí, o zulú, inca o apache, o nórdico o caucásico, qué más da?. Si vemos los dibujos de los niños de diversos lugares del mundo, cada uno se lo imagina parecido a su raza y es una gracia que así sea.
Pero volviendo a san Martín de Porres, comienzo diciendo, que es un santo muy querido en su tierra natal y en el mundo, que su actitud de vida es la que debemos imitar, que nació en 1579 en Lima, capital del Perú, fundada originalmente con el nombre de Ciudad de los Reyes, cuando este País era el Virreinato del Perú, que fue una división administrativa de la Corona de España en América, y al momento de su mayor extensión abarcó casi toda Sudamérica y parte de Centroamérica. (1542-1821). Cuando nació Martín, se hablaba Español, Quechua, Aymará y otras lenguas nativas, era Rey de España Felipe II y Virrey en Perú, Francisco de Toledo.
El Perú como muchos otros países de Ibero-América, sabe lo común que es el hecho de tener grandes hijos que nacieron de uniones de miembros de persona que llegaron del viejo mundo en busca de la opulencia y sufridos nativos de estas tierras. Es así como se dio las circunstancias que Martín nació de la unión de súbdito de origen español, Juan de Porres y una mujer de natural de Panamá, Ana Velásquez, hija de Dios con la piel más morena. Así es como el santo fue socialmente un mulato, término utilizado para designar al individuo nacido de la unión interracial entre una persona blanca y una persona negra. Se relaciona con la palabra mula, que es el producto del cruce entre un caballo/yegua y un burro/a. Este término a su vez tiene su origen en el árabe, en el que se usaba la palabra muwallad para designar personas nacidas de un progenitor árabe y uno no-árabe. La raíz es la palabra wallad, que significa parir o engendrar.
Esta forma de llegar a ser parte de la vida limeña de la época, debe haber sido importante para la educación y vida en general de Martín, él no vivió en un ambiente familiar, se dice que su padre le reconoció, pero que tardó en hacerlo, pero que le dejo siendo niño y viviendo con su madre. Dura debe haber sido su vida, hijo clasificado como ilegitimo, por no ser de nacido dentro de un matrimonio tradicional. Esto nos enseña algo muy importante, Dios no discrimina entre hijos legítimos e ilegítimos y la santidad de un hombre no depende de eso.
Martín fue bautizado en la Iglesia de San Sebastián, en la misma pila bautismal en que siete años más tarde lo sería Santa Rosa de Lima. Lo curioso de su bautismo, es que fue también el mismo Párroco quien lo introdujo en la Iglesia Católica y mayor coincidencia ocurre con la Confirmación de Martín, ya que, al igual que Rosa de Santa María, un santo le imprimió los dones del Espíritu Santo: el Arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, actual patrono del Episcopado Latinoamericano. Un hombre santo, tiene esa cualidad de fijarse en otros proyectos de santo y le contagia de su santidad.
Martín, desde niño debe haber conocido lo que es la generosidad, el pobre sabe de necesidades y es más sensible a compartir, es así como dentro de sus actitudes de vida como hijo de Dios, se le conoció como muy generoso con los pobres, a los que daba parte del dinero cuando iba de compras o lo que ahorraba para ayudarles a mitigar su hambre. Martin compartía lo poco que tenía entre los no tenían nada.
Del evangelio de Lucas, 6; 20: “Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: ¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! Jesús al proclamar esta bienaventuranza, nos está proponiendo una forma de vida distinta como condición para salvarnos, nos invita a un camino solidario con los pobres, nos estimula a una vida más austera, nos anima a no vivir atados a los bienes materiales, de esta forma nos podemos dedicar más a Dios.
Se sabe ciertamente que Martín visitaba muy frecuentemente el templo con su madre, pero en aquel tiempo ir al templo era muy distinto a hoy que entendemos con claridad todo los ritos de la Liturgia porque son en nuestra lengua materna, entonces decidir vivir de acuerdo a las enseñanzas de Cristo no era fácil. En efecto, en el templo no había ni por lo menos posibilidad de sentarse en cualquier banca, los fieles eran según su calidad social segregados y los sermones eran reprimendas. Pero Martín se las arreglo bien para acercarse a Cristo Jesus.
Martín, no fue a estudiar teología ni la a estudiar un profesión como es la aspiración de muchos, él a la edad de 12 años aprendió el oficio de barbero, el de cirujano y medicina general. Su ocupación en la barbería era la de extraer dientes y muelas, recetar hierbas, aliviar dolores, rasgar con el bisturí los tumores bucales, era una especie de "médico", ya que sabía de ungüentos y de los bálsamos, cómo se alivia el escozor de un dolor, cómo se aplacan las calenturas, cómo se combaten los delirios, cómo se detiene un flujo de sangre, como también afeitar o cortar el cabello en algunas ocasiones y cuando sentía que le sobraba tiempo, se ofrecía también como voluntario en los hospitales.
Martín por el día, trabajaba y por la noche, se dedicaba a la oración, casi al igual que Santa Rosa de Lima. La oración hizo descender el Espíritu sobre su corazón. “El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón” (Lc 6, 43-49). Para ser buenos cristianos, lo más importante es acercarse a Jesús, relacionarse muy bien con El, oír con atención sus palabras, y hacer de ella nuestra vida, y así luego comportarnos como Cristo Jesús con todos nuestros semejantes.
Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las ha dado a conocer a los sencillos” Lc 10, 21-24 Cristo Jesus, nos pide sencillez, humildad en el corazón, estar vacíos y despojados de nosotros mismos. Él ha querido abrir este secreto a los humildes, a los sencillos, no a los hombres instruidos, que en muchas ocasiones se creen capaces de llegar a conocer las cosas de Dios por sus propios medios y esfuerzos, estos son los soberbios, estos son los que se cierran al Evangelio, por eso el Señor se goza de que los pequeños y sencillos se abran a la verdad de Dios.
Se dice que Martín era inteligente, y fue tal su amor por los hermanos que no tardó en aprender para poderlos servir mejor. Desde niño sentía predilección por los enfermos y los pobres en quienes reconocía sin duda el rostro sufriente de su Señor. “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11:25-30)
Pronto la virtud de Martín dejó de ser un secreto. Su servicio como enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más abandonadas que podía encontrar en la calle. A los quince años la gracia recibida y el ardor por vivir más cerca de Dios en servicio completo a sus hermanos humanos lo impulsó a pedir ser admitido en el convento de los dominicos que había en Lima.
Su humildad fue probada en el dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos. Incomprensión y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando a Martín a su Reconciliador. En 1594, entró en la Orden de Santo Domingo de Guzmán bajo la categoría de "donado" al ser hijo ilegítimo, en el convento de Nuestra Señora del Rosario de Lima. En 1603 le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad. Hombre de gran caridad, unía a su incesante oración las penitencias más duras. Era mucho el amor, eran poco el sueño y la comida, lo sostenía la oración, la infinita misericordia de Dios. Es muy probable que haya conocido a Santa Rosa de Lima. El Señor tiene sus caminos, y los tuvo de dolor y alegría para nuestro santo conocedor de la humildad.
Convirtió el convento en un hospital. Recogía enfermos y heridos por las calles y los llevaba al convento. Algunos religiosos protestaron, pues infringía la clausura y la paz.
"La caridad está por encima de la clausura", contestaba Martín siempre que sus colegas le requintaban. También fundó el Asilo de Santa Cruz para cuidar ahí de niñas y niños.
La virtud del santo, su intensa vida espiritual, sostenían su entrega, pero sin duda alguna, aquello que más recuerda el pueblo de Lima son sus numerosos milagros. A veces se trataba de curaciones instantáneas, en otras bastaba tan sólo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara un sorprendente y firme proceso de recuperación. Muchos lo vieron entrar y salir de recintos estando las puertas cerradas. Otros lo vieron en dos lugares distintos a un mismo tiempo. Todos, grandes señores y hombres sencillos, no tardaban en recurrir al socorro del santo mulato: "yo te curo, Dios te sana" decía Martín con grande conciencia del inmenso amor del Señor que ha gustado siempre de tocar el corazón de los hombres con manos humanas.
Enfermero y hortelano herbolario, Fray Martín cultivaba las plantas medicinales que aliviaban a sus enfermos. Su amor humilde y generoso lo abarcaba todo: su amabilidad con los animales era fruto de su inmenso amor por el Creador de todas las cosas. El pueblo de Lima venera hoy su dulce y sencilla imagen, con su escoba en la mano dando de comer, de un mismo plato, a perro, ratón y gato.
Sin moverse de Lima, fue visto sin embargo en China y en Japón animando a los misioneros que estaban desanimados. Conociéndose tal fenómeno milagroso como bilocación
Para algunos católicos, San Martín de Porres es el santo predilecto para combatir y lograr la remoción de ratones cuando se presentan como un problema en las viviendas (plaga). La ayuda pedida a San Martín es debida a que en numerosas ocasiones lograba dar de comer en el mismo plato a ratones, gatos y perros, quienes en armonía se alimentaban, causando la sorpresa de los demás frailes.
A la edad de sesenta años, Fray Martín de Porres, cae enfermo sabiendo que ya era hora de encontrarse con el Señor. La noticia se expandió rápido por toda la Ciudad de los Reyes con lo que todo el pueblo estuvo conmovido y todos en la calle lloraban. Tal era la veneración hacia este buen hijo de Dios, conocido como el mulato, que el mismísimo Virrey Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, Conde de Chinchón, fue a besarle la mano cuando se encontraba en su lecho de muerte. Sufrió ataques del demonio, pero sintió el consuelo y compañía de la Virgen quien según él, estaba a su lado mientras agonizaba.
El 3 de noviembre de 1639 fallece en la Ciudad de los Reyes, capital del Virreinato del Perú. Su muerte causó aún más conmoción en la ciudad. Gregorio XVI lo declaró Beato el 1837.
El santo de la escoba fue canonizado por el Papa Juan XXIII el 6 de Mayo de 1962 con las siguientes palabras del Santo Padre:
"Martín excusaba las faltas de otro. Perdonó las más amargas injurias, convencido de que el merecía mayores castigos por sus pecados. Procuró de todo corazón animar a los acomplejados por las propias culpas, confortó a los enfermos, proveía de ropas, alimentos y medicinas a los pobres, ayudo a campesinos, a negros y mulatos tenidos entonces como esclavos. La gente le llama ‘Martín, el bueno’."
Sus restos descansan en la Capilla de Santa Rosa de Lima, en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima.