Wednesday, January 31, 2007

Significado de la fiesta


de P. Roberto Mena, ST


La fiesta de la Presentación celebra una llegada y un encuentro; la llegada del anhelado Salvador, núcleo de la vida religiosa del pueblo, y la bienvenida concedida a él por dos representantes dignos de la raza elegida, Simeón y Ana. Por su provecta edad, estos dos personajes simbolizan los siglos de espera y de anhelo ferviente de los hombres y mujeres devotos de la antigua alianza.


En realidad, ellos representan la esperanza y el anhelo de la raza humana.


Al revivir este misterio en la fe, la Iglesia da de nuevo la bienvenida a Cristo. Ese es el verdadero sentido de la fiesta. Es la "Fiesta del Encuentro", el encuentro de Cristo y su Iglesia. Esto vale para cualquier celebración litúrgica, pero especialmente para esta fiesta. La liturgia nos invita a dar la bienvenida a Cristo y a su madre, como lo hizo su propio pueblo de antaño: "Oh Sión, adorna tu cámara nupcial y da la bienvenida a Cristo el Rey; abraza a María, porque ella es la verdadera puerta del cielo y te trae al glorioso Rey de la luz nueva"2.


Al dramatizar de esta manera el recuerdo de este encuentro de Cristo con Simeón, la Iglesia nos pide que profesemos públicamente nuestra fe en la Luz del mundo, luz de revelación para todo pueblo y persona.


En la bellísima introducción a la bendición de las candelas y a la procesión, el celebrante recuerda cómo Simeón y Ana, guiados por el Espíritu, vinieron al templo y reconocieron a Cristo como su Señor. Y concluye con la siguiente invitación: "Unidos por el Espíritu, vayamos ahora a la casa de Dios a dar la bienvenida a Cristo, el Señor. Le reconoceremos allí en la fracción del pan hasta que venga de nuevo en gloria".


Se alude claramente al encuentro sacramental, al que la procesión sirve de preludio.


Respondemos a la invitación: "Vayamos en paz al encuentro del Señor"; y sabemos que este encuentro tendrá lugar en la eucaristía, en la palabra y en el sacramentóo Entramos en contacto con Cristo a través de la liturgia; por ella tenemos también acceso a su gracia. San Ambrosio escribe de este encuentro sacramental en una página insuperable: "Te me has revelado cara a cara, oh Cristo. Te encuentro en tus sacramentos".


Función de María. La fiesta de la presentación es, como hemos dicho, una fiesta de Cristo antes que cualquier otra cosa. Es un misterio de salvación. El nombre "presentación" tiene un contenido muy rico. Habla de ofrecimiento, sacrificio. Recuerda la autooblación inicial de Cristo, palabra encarnada, cuando entró en el mundo: "Heme aquí que vengo a hacer tu voluntad". Apunta a la vida de sacrificio y a la perfección final de esa autooblación en la colina del Calvario.

Dicho esto; tenemos que pasar a considerar el papel de María en estos acontecimientos salvificos. Después de todo, ella es la que presenta a Jesús en el templo; o, más correctamente, ella y su esposo José, pues se menciona a ambos padres. Y preguntamos: ¿Se trataba exclusivamente de cumplir el ritual prescrito, una formalidad practicada por muchos otros matrimonios? ¿O encerraba una significación mucho más profunda que todo esto? Los padres de la Iglesia y la tradición cristiana responden en sentido afirmativo.


Para María, la presentación y ofrenda de su hijo en el templo no era un simple gesto ritual. Indudablemente, ella no era consciente de todas las implicaciones ni de la significación profética de este acto. Ella no alcanza a ver todas las consecuencias de su fiat en la anunciación. Pero fue un acto de ofrecimiento verdadero y consciente. Significaba que ella ofrecía a su hijo para la obra de la redención con la que él estaba comprometido desde un principio. Ella renunciaba a sus derechos maternales y a toda pretensión sobre él; y lo ofrecía a la voluntad del Padre. San Bernardo ha expresado muy bien esto: "Ofrece a tu hijo, santa Virgen, y presenta al Señor el fruto bendito de tu vientre. Ofrece, para reconciliación de todos nosotros, la santa Víctima que es agradable a Dios'3.


Hay un nuevo simbolismo en el hecho de que María pone a su hijo en los brazos de Simeón. Al actuar de esa manera, ella no lo ofrece exclusivamente al Padre, sino también al mundo, representado por aquel anciano. De esa manera, ella representa su papel de madre de la humanidad, y se nos recuerda que el don de la vida viene a través de María.


Existe una conexión entre este ofrecimiento y lo que sucederá en el Gólgota cuando se ejecuten todas las implicaciones del acto inicial de obediencia de María: "Hágase en mi según tu palabra". Por esa razón, el evangelio de esta fiesta cargada de alegría no nos ahorra la nota profética punzante: "He aquí que este niño está destinado para ser caída y resurgimiento de muchos en Israel; será signo de contradicción, y una espada atravesará tu alma, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2,34-35).


El encuentro futuro. La fiesta de hoy no se limita a permitirnos revivir un acontecimiento pasado, sino que nos proyecta hacia el futuro. Prefigura nuestro encuentro final con Cristo en su segunda venida. San Sofronio, patriarca de Jerusalén desde el año 634 hasta su muerte, acaecida en el año 638, expresó esto con elocuencia: "Por eso vamos en procesión con velas en nuestras manos y nos apresuramos llevando luces; queremos demostrar que la luz ha brillado sobre nosotros y significar la gloria que debe venirnos a través de él. Por eso corramos juntos al encuentro con Dios".


La procesión representa la peregrinación de la vida misma. El pueblo peregrino de Dios camina penosamente a través de este mundo del tiempo, guiado por la luz de Cristo y sostenido por la esperanza de encontrar finalmente al Señor de la gloria en su reino eterno. El sacerdote dice en la bendición de las candelas: "Que quienes las llevamos para ensalzar tu gloria caminemos en la senda de bondad y vengamos a la luz que brilla por siempre".


La candela que sostenemos en nuestras manos recuerda la vela de nuestro bautismo. Y la admonición del sacerdote dice: "Ojalá guarden la llama de la fe viva en sus corazones. Que cuando el Señor venga salgan a su encuentro con todos los santos en el reino celestial".


Este será el encuentro final, la presentación postrera, cuando la luz de la fe se convierta en la luz de la gloria. Entonces será la consumación de nuestro más profundo deseo, la gracia que pedimos en la poscomunión de la misa:


Por estos sacramentos que hemos recibido, llénanos de tu gracia, Señor, tú que has colmado plenamente la esperanza de Simeón; y así como a él no le dejaste morir sin haber tenido en sus brazos a Cristo, concédenos a nosotros, que caminamos al encuentro del Señor, merecer el premio de la vida eterna.


En la Santísima Trinidad:

Padre Roberto Mena, S.T.

El Papa condena juegos de video violentos y sensuales


(tomado de Associated Press)



CIUDAD DEL VATICANO -- El papa Benedicto XVI criticó el miércoles los videojuegos y las películas de dibujos animados para niños cuyo contenido es violento o de índole explícitamente sexual, considerándolos una "perversión".


En un mensaje para celebrar el Día de las Comunicaciones Mundiales de la Iglesia, el pontífice mencionó la "omnipresente influencia" de los medios de comunicación de masas. Señaló que eso los convierte en una poderosa fuerza en la educación de niños, posiblemente rivalizando con los papeles de la escuela, la Iglesia y el hogar.


"Cualquier corriente que produzca programas y productos, incluidos filmes de dibujos animados y videojuegos, que, en el nombre de la diversión exalten la violencia ... o la trivialización de la sexualidad humana es una perversión", dijo Benedicto XVI. Y dicha perversión es "aún más repulsiva cuando los programas se dirigen a los niños y a los adolescentes", añadió el Papa.
"¿Cómo explicar este 'entretenimiento' a incontables niños inocentes que sufren violencia, explotación y abuso?" preguntó el pontífice.


El Papa recomendó que los niños sean iniciados en "la literatura clásica, en las bellas artes y en la música que levanta el espíritu".


El rol de padres, maestros y de la Iglesia en la educación de los niños puede ser respaldado por la industria de la comunicación de masas siempre que "promueva la dignidad humana, el valor real del matrimonio y de la vida familiar, y los logros y objetivos positivos de la humanidad", dijo Benedicto XVI.


En la Santísima Trinidad:

Padre Roberto Mena, S.T.

AQUI ESTOY SEñOR


de P. Roberto Mena, ST


Dios tiene un proyecto personal para cada hombre. Cuando pensó en ti te asignó una misión. Y tú serás feliz en esta vida solamente si cumples tu tarea. Cuando los hombres se preguntan: ¿Para qué vine a este mundo? ¿Qué estoy haciendo aquí?, descubren el sentido de su vida.


Eso le sucedió a Pedro como nos cuenta San Lucas en el Evangelio. Mientras estaban pescando en el lago, Jesús le dijo: "Simón, hijo de Juan, tú serás pescador de hombres". Pedro se lo tomó en serio y allí comenzó su vocación de apóstol.


¿Qué espera Dios de ti? Desde toda la eternidad Él te llama por tu nombre. El Señor te conoce y te ama personalmente. El Señor está tocando la puerta de tu corazón, déjale entrar y sé generoso para hacer lo que Él quiera.


El gran guitarrista español Narciso Yépez recuerda así la llamada de Dios: "De pronto le escuché dentro de mí. Quizás me había llamado ya en otras ocasiones, pero yo no le había oído. Aquel día yo tenía "la puerta abierta" y Dios pudo entrar. No sólo se hizo oír sino que entró de lleno y para siempre en mi vida".


Podemos descubrir en Pedro tres actitudes que debemos imitar:


La primera, Pedro era un hombre capaz de fiarse de Jesús, aún cuando le mandara cosas absurdas como echar las redes al mar, después de haber trabajado toda la noche. Su respuesta "en tu nombre lanzaré las redes", es el reflejo del alma que confía ciegamente en el Señor.
La segunda, Pedro se examinó y llegó rápidamente a una conclusión sencilla pero difícil de aceptar y de confesar: "Soy pecador"; por eso se salvó.


La tercera, Pedro comenzó a vivir en función de los demás. Recibió de Jesús en ese momento la orientación de su vida: serás para los otros, vivirás para los hombres, sufrirás por ellos y gozarás por ellos.


Cuando llegamos a tener la actitud humilde de Pedro somos capaces de comprender a los demás y de no juzgarlos nunca. Aprendemos a aceptarnos a nosotros mismos, a tener paciencia ante nuestras limitaciones, a soportarnos, a no escandalizarnos cuando nos vemos pequeños y mezquinos.


El milagro de la pesca milagrosa nos enseña también que cuando se hacen las cosas en nombre de Jesús siempre tienen éxito. El lago parecía vacío, pero resulta que estaba lleno. Cristo no se sirve sólo de ángeles o de santos para continuar su obra; busca a personas sencillas, débiles, pecadoras, dispuestas a seguirle con generosidad.


Pidamos a Jesús que disipe todas nuestras dudas y temores, que nos ayude a vencer todas las tentaciones. Jesús desde el sagrario es el amigo más comprensivo, el amante más entregado. Y no lo olvides, hoy Jesús te llama por tu nombre.


Dile siempre: ¡Aquí estoy, Señor!


En la Santísima Trinidad:

Padre Roberto Mena, S.T.

Medios de comunicación, padres y hijos


Entrevista con el profesor José Martínez de Toda

GUAYANA (VENEZUELA), martes, 30 enero 2007 (ZENIT.org).- «Los niños y los medios de comunicación social: un reto para la educación» es el tema del recién publicado mensaje de Benedicto XVI con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebrará el 20 de mayo.

Ante esta celebración, Zenit ha querido entrevistar al profesor Martínez de Toda, especialista en la llamada «educomunicación» o educación a partir de los medios de comunicación. El padre Martínez de Toda, S.J., doctorado en educación para los medios, es actualmente Coordinador de Comunicación en CPAL (Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina).

Comparte esta labor con clases en la UCAB-Guayana (Universidad Católica Andrés Bello, Núcleo Guayana), y con labor pastoral en un barrio de S. Félix (Venezuela). --La reflexión de este año para el día de las comunicaciones es los niños y los medios de comunicación. ¿Qué bien hacen, los medios, a los niños? --P. Martínez de Toda: En primer lugar, estamos ante un fenómeno de hoy, que jamás se dio antes en la historia humana.


Tradicionalmente el adulto, en concreto el padre o el abuelo, introducía a los niños en las diversas tecnologías (del campo, de la artesanía, manufactura, etc.) y a las niñas en las labores del hogar, o se las explicaban (la máquina a vapor, el tren, el agua corriente, etc.). El niño y la niña estaban siempre junto a sus padres. Después, los adultos construyeron escuelas primarias, creando para los niños un mundo separado de los adultos, pero donde éstos eran siempre presentados como buenos y ejemplares.


El niño también hoy aprende internet y multimedios al margen de sus padres. Más aún, muchas veces los niños saben más que sus padres sobre las tecnologías de la información y comunicaciones.


Por primera vez en la historia se da esto en el caso de las innovaciones mediáticas tan esenciales para la sociedad, y se sienten más a gusto con ellas que sus progenitores. Hoy día la televisión vuelve a reunir a los hijos y a los padres delante de la pantalla. Y la televisión hace que los niños vean los defectos de los adultos, que roban, matan, mienten... Los niños no se contentan con ver los programas infantiles.


Según estudios, los niños quieren que el 70% de los programas que ven en TV sean infantiles, pero prefieren que el resto (el 30%) sean programas de adultos. Los niños sienten curiosidad por conocer a los adultos, que es lo que ellos serán. Por eso el niño actual es más icónico que lógico, más sensitivo que racional, más intuitivo que discursivo, más instantáneo que procesual, más informatizado que comunicado. Todo esto indica que ya no se puede enseñar como antes.


El papel del maestro ha cambiado. --Los medios ayudan, pero también limitan el tiempo de juego creativo con otros niños, y a veces un exceso de medios dificulta la relación interpersonal. ¿Qué hacer? --P. Martínez de Toda: Éste es un tema delicado, pues a muchos educadores (del viejo cuño) les cuesta aceptar la realidad de la llamada «escuela paralela» de los medios de comunicación. De hecho los niños pasan más tiempo con los medios que en la escuela.


Ya el funcionalista Lasswell decía a mitad del siglo pasado que las funciones de los medios son: informar, educar y entretener, aunque muchas veces lo que hacen es desinformar, deseducar y hacer perder el tiempo a los niños que deberían dedicarlo al estudio y relacionarse con la naturaleza y los demás. El reto es cómo preparar a los niños/as a que no queden afectados por los elementos nocivos de los medios. Me gusta el título del mensaje papal: los medios son un reto para el educador, porque son buenos y malos. Por lo tanto, hay que saber usarlos, y no de una forma meramente espontánea e improvisada.


Hace falta estudiarlos disciplinarmente como «educación para los medios» o también «educomunicación». --¿Qué sería, la educomunicación? --P. Martínez de Toda: La educación para los medios, que consta de seis dimensiones: se trata de que el niño/a quede alfabetizado/a mediáticamente, que sea consciente del funcionamiento y técnicas de los medios, y que sea crítico; pero que además sea activo para con los medios contra la pasividad, que los use con metas y fines sociales y que sepa crear con ellos.


No se trata de nuevas materias o disciplinas en el currículum. Es saber integrar la educación para los medios al enseñar lenguaje, historia, religión, etc. Se trata de algo transversal. Además junto al libro de texto debe estar el DVD y otros multimedios analizados y criticados también desde una perspectiva comunicacional. --Desde Venezuela, ¿qué propone la Iglesia para concienciar de la importancia en el uso de los medios de comunicación ya desde la infancia? --P. Martínez de Toda: El Concilio Plenario de Venezuela, que concluyó hace dos meses, se muestra absolutamente consciente de cómo debe ser hoy día la educación desde sus primeras etapas. Pero también se muestra absolutamente pesimista sobre los cambios que debería haber en el sistema educativo. «La escuela, en general, aún toma poco en cuenta... los cambios de la cultura emergente, lo que se evidencia en el diseño de los programas» (p. 370).


Inclusive, según estudios realizados por el mismo gobierno, se constata que, aunque la cantidad de educación escolar ha aumentado, su calidad en general ha descendido en estos últimos años. En este sentido, el Mensaje del Papa es muy útil, pues plantea algo que se necesita reforzar. --¿Qué recomendaría a padres, madres y educadores, ante la omnipresencia comunicativa? --P. Martínez de Toda: Al niño en el hogar no conviene dejarlo sólo delante de la televisión. Conviene que esté acompañado, preferentemente de sus padres, el mayor tiempo posible, respondiendo a sus preguntas, orientándolo, explicando lo que ve. Los medios son una gran oportunidad para que ayuden a los padres a relacionarse mejor con los hijos.


Debemos darles lo que más nos cuesta, pero que es lo que más aprecian: nuestro tiempo. Pero en las comidas no es aconsejable poner la televisión. Es mejor aprovechar ese momento para que los hijos cuenten lo que hacen, lo que estudian, se comuniquen entre sí y con los padres.


El intercambio dialógico y participativo se hace esencial hoy día. Así el conocimiento es construido en colaboración entre varios, y ellos mismos dan sentido a lo que aprenden. ZS07013008


En la Santísima Trinidad:Padre Roberto Mena, S.T.

Friday, January 26, 2007

DIOS ES SIMPLE


de P. Roberto Mena, ST


Si, Dios es simple. Sus Palabras y Sus mensajes también lo son. Simplicidad y sabiduría hacen de Sus cosas algo redondo, llano, perfecto. Es que al comprender la forma en que El se comunica con nosotros, el alma grita ¡como no me di cuenta antes! Así, a Dios se lo encuentra en las cosas simples de la vida, en aquello que es tan obvio que difícilmente le prestemos atención.


Una sonrisa de alguien que no nos conoce, una preocupación que de repente se resuelve del modo más inesperado, un hijo que viene al mundo producto del amor de dos simples personas.Sin embargo, es detrás de esa simplicidad que se descubre toda la Omnipotencia, toda la Infinita Sabiduría del Señor. Es como abrir una puerta, una simple puerta, y del otro lado encontrar todas las respuestas que nuestra alma pueda necesitar. A veces siento que contemplar y comprender a Dios es como estar suspendido en el espacio, sin traje de astronauta ni nada que se le parezca, y tener frente nuestro a todas las galaxias y constelaciones, todas las maravillas del universo desplegadas frente a nuestra vista. ¡Ese es Dios!


¿Cómo podemos pretender comprender Su Potencia Creadora, Su Divina Inteligencia?


El universo fue creado desde Su Pensamiento, y sin embargo, para El, vale más esta pequeña alma que está aquí indefensa, que toda esa compleja sinfonía de planetas, estrellas, cometas y polvo estelar que danzan silenciosos a nuestro alrededor. Este es el secreto de Su Simplicidad: El resume todo en el amor que tiene por nosotros.Por eso es que la simplicidad de Dios hace que no se requieran palabras difíciles para comprenderlo, y amarlo. Las almas más elevadas, nuestros queridos santos, llegaron a comprender la simplicidad de Su mensaje en ayuno y oración intensa, más que leyendo libros y tratados sobre teología. Es que en esas cuevas o ermitas donde solían retirarse a meditar y orar, doblegaban la resistencia de la carne y llegaban a abrirse al amor de Jesús, a pleno.


En esos momentos, el Espíritu Santo entraba en sus almas dejando una huella imborrable de sabiduría y fortaleza espiritual. Cuando escuchamos a alguien cuyas palabras realmente nos llegan al corazón, advertimos que más que la complejidad del discurso, lo que nos llega es la pasión y el sentimiento puesto en escena. Un buen predicador sabe que la gente ve mucho más allá de las palabras, por eso las escoge muy simples y directas, y pone toda su energía en transmitir que realmente habla desde el corazón, desde la convicción más profunda. Un corazón simple se expresa en forma directa, humilde, limpia, poniendo los acentos y las pausas donde se requieran. De la misma forma nos habla Dios.


El a veces se introduce en nuestra vida de modo sorpresivo, mientras en otras oportunidades prefiere sutiles mensajes, aquí y allá. Nosotros solemos esperar el gran milagro, a Dios bajando del Cielo y hablándonos en forma directa, o venciendo las leyes naturales para que quede clara Su Divinidad. No, el Señor no nos quiere hacer las cosas tan fáciles, porque en ese caso poco mérito quedaría de nuestra parte. Para que nuestra fe se construya sobre bases firmes y resistentes, Jesús nos habla con el milagro de miles de cosas cotidianas que debemos advertir y valorar, y agradecer.


Dios está en lo simple, en lo humilde, en lo pequeño. Vivamos en la pequeñez a la que El nos invita, nos llama. Como pequeños niños debemos aceptar Su Voluntad, y con amor y docilidad meditaremos Sus Palabras y sus Deseos. Y así, con la alegría sencilla y cristalina de los hijos de Dios, gritaremos con el pecho inflamado:¡Gloria al Señor, que nos da el sustento y el aire que respiramos!¡Gloria al Cristo Resucitado que eligió la simpleza de Dos Maderos para darnos la Salvación! ¡Gloria al Padre que nos dio a María, Reina de la sencillez y la simplicidad!¡Gloria al Espíritu Santo que no habla a través de poderosos sino de sencillas almas que lo acogen sin preguntar! ¡Gloria al Cielo todo, que fue hecho para albergarnos por los siglos de los siglos!


En la Santísima Trinidad:

Padre Roberto Mena, S.T.

Thursday, January 25, 2007

El Papa nos invita a rezar por la Unidad de los Cristianos


de P. Roberto Mena, ST

"Os exhorto a pasar estos días en un clima de orante escucha del Espíritu de Dios, para que se den pasos significativos en el camino de la comunión plena y perfecta entre todos los discípulos de Cristo": invitación del Papa al inicio de la Semana de Oración por la unidad de los CristianosCiudad del Vaticano (Agencia Fides) - "Ciertamente el camino de la unidad sigue siendo largo y difícil; sin embargo, es necesario no desalentarse y seguir recorriéndolo, contando en primer lugar con el seguro apoyo de Aquél que, antes de subir al cielo, prometió a los suyos: «he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mateo 28, 20). La unidad es don de Dios y fruto de la acción del Espíritu. Por este motivo es importante rezar. Cuanto más nos acercamos a Cristo convirtiéndonos a su amor, más nos acercamos también los unos a los otros". Durante la audiencia general del miércoles 17 de enero, en vísperas de la Semana de Oración por la unidad de los Cristianos, que se celebra del 18 al 25 de enero en Roma y en otras naciones, el Santo Padre Benedicto XVI ha exhortado "a pasar estos días en un clima de orante escucha del Espíritu de Dios, para que se den pasos significativos en el camino de la comunión plena y perfecta entre todos los discípulos de Cristo".

Durante la catequesis, el Santo Padre ha recordado que el 25 de enero presidirá la celebración de las Vísperas en la Basílica de San Pablo Extramuros, al final de la Semana de Oración, a las que también están invitados representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales de Roma. Estos días "son un tiempo fuerte de compromiso y de oración por parte de todos los cristianos" ha dicho el Papa, recordando su reciente viaje: “He podido experimentar qué profundo es el deseo de la unidad en los encuentros que he mantenido con varios representantes de las iglesias y comunidades eclesiales a lo largo de estos años, y de manera conmovedora en la reciente visita al patriarca ecuménico Bartolomé I, en Estambul, Turquía".

"En algunos Países, entre ellos Italia - ha continuado el Papa -, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos es precedida por la Jornada de Reflexión Judeocristiana, que se celebra hoy precisamente, 17 de enero… con el objetivo de promover el conocimiento y la estima y para incrementar la relación de amistad recíproca entre la comunidad cristiana y la judía, relación que se ha desarrollado positivamente tras el Concilio Vaticano II y tras la histórica visita del siervo de Dios Juan Pablo II a la Sinagoga Mayor de Roma… Invito por tanto a todos a dirigir hoy una invocación insistente al Señor para que judíos y cristianos se respeten, se estimen y colaboren juntos por la justicia y la paz en el mundo”.

Recordando el tema bíblico de la Semana de oración de este año - "Hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (Mc 7, 31-37) - el Papa Benedicto XVI ha explicado: "Todo cristiano, espiritualmente sordo y mudo a causa del pecado original, con el Bautismo recibe el don del Señor que pone sus dedos en la cara y, de este modo, a través de la gracia del Bautismo, es capaz de escuchar la palabra de Dios y de proclamarla a los hermanos. Es más, a partir de ese momento tiene la tarea de madurar en el conocimiento y en el amor de Cristo para poder anunciar y testimoniar con eficacia el Evangelio.. Este tema, al ilustrar dos aspectos de la misión de toda comunidad cristiana - el anuncio del Evangelio y el testimonio de la caridad - subraya también la importancia de traducir el mensaje de Cristo en iniciativas concretas de solidaridad. Esto favorece el camino de la unidad, pues se puede decir que todo alivio, aunque sea pequeño, que los cristianos ofrecen juntos al sufrimiento del prójimo, contribuye a hacer más visible también su comunión y su fidelidad al mandamiento del Señor”.

El Santo Padre ha invitado a rezar por la unidad de los cristianos no sólo "una semana al año" sino que invocación coral al Señor "debe extenderse todos los días del año".

"Además, la armonía de objetivos en la diaconía para aliviar los sufrimientos del hombre, la búsqueda de la verdad del mensaje de Cristo, la conversión y la penitencia, son etapas obligadas a través de las cuales cada cristiano digno de este nombre debe unirse al hermano para implorar el don de la unidad y de la comunión".

(S.L) ( tomado de : Agencia Fides 18/1/2006
En la Santísima Trinidad,Padre Roberto Mena, S.T.

Benedicto XVI nos ofrece una razón de amor


de P. Roberto Mena, ST

Cuando en gran parte del mundo se extiende la llama del odio o la indiferencia ante "el otro", Benedicto XVI nos ofrece una razón de amor remontándose al Eros griego y clarificando con sabiduría docente todas las acepciones del término amor tiene hasta unificarlas a partir de la afirmación del apóstol Juan: "Dios es amor."

Dos son, a mi entender, las enseñanzas básicas de ese texto hermoso y transparente: la referida a la dignidad del amor entre hombre y mujer y el compromiso de vivir el amor que obliga desde dentro a los cristianos.

Me centraré en la primera. ¿Cómo puede un hombre célibe saber tanto del Eros transformado en Agapé? ¿Lo aprendió en los libros, en su acción pastoral... ? Sí, seguro que su sabiduría proviene de sus muchas lecturas y la cercanía al corazón humano propia de un pastor... Incluso de los reproches de la modernidad a la Iglesia que le han llevado a explorar la historia y confrontarla con la propia mirada, palabras y acciones de Cristo.

Y sin embargo, pienso, lo más esencial de su planteamiento del amor humano lo bebió en su infancia. En su autobiografía titulada Mi vida. Recuerdos (1927-1977), cuenta que en aquellos años difíciles bajo la sombra de Hitler, el pequeño Joseph se abría a toda belleza perceptible al oído, la vista y la imaginación, sin dejar de advertir la desazón y renuncias de su padre para alejarse del nazismo y los sacrificios de su madre al atender con esmero a los suyos en edificios nobles pero inhóspitos.

Esa infancia feliz que ha dado a su existencia una impronta de bondad, provenía del Eros transformado en Agapé que, sin discursos, iluminaba la vida piadosa de la familia Ratzinger y la envolvía en un clima de apacible serenidad.

Luego llegó el estudio y las decisiones. Con gran sencillez nos introduce en el clima de controversia teológica de sus profesores y en la lucidez con la que repensaba las cuestiones y tomaba sus propias decisiones; entre ellas la de renunciar al Eros para elegir el Amor con mayúscula.

Nunca el Eros había sido tan bellamente valorado y afirmado como enclave.

En la Santísima Trinidad,
Padre Roberto Mena, S.T.

Monday, January 22, 2007

Una moral a mi medida


de Padre Roberto Mena, ST

Hoy en día, las personas que son firmes y creen que existen los valores universales, normalmente son atacadas y confundidas, a tal grado, que a veces les lleva a sentirse incómodas o hasta intransigentes con las opiniones de los demás….

“Al mismo tiempo, la conciencia de cada cual en su juicio moral sobre sus actos personales, debe evitar encerrarse en una consideración individual. Con mayor empeño, debe abrirse a la consideración del bien de todos según se expresa en la ley moral, natural y revelada y consiguientemente en la ley de la Iglesia y en la enseñanza autorizada del Magisterio sobre las cuestiones morales.” [1]

Creo firmemente que uno de los graves problemas que enfrentan nuestra sociedad contemporánea es justamente el relativismo moral. Vemos cada vez con más frecuencia que el mundo se va dividiendo rápidamente en dos bandos: los que creen que todo es relativo y los que creen que no todo es relativo, sino que existen principios morales objetivos, universales y absolutos, principios que gozan de existencia propia y que son aplicables a todos los seres humanos, bajo cualquier circunstancia o en cualquier lugar.

Pero, a fin de cuentas, ¿qué es esto del relativismo?. El relativismo, consiste en una postura que dice que la verdad de todo conocimiento o principio moral depende de las opiniones o circunstancias de las personas. Como estas son cambiantes, ningún conocimiento o principio moral es verdadero.

El relativismo en cuanto al conocimiento de la realidad, se traduce en un agnosticismo (que es la negación o la puesta en duda de la capacidad del ser humano de conocer la verdad objetiva); y en cuanto al conocimiento de la moral, se convierte justamente en un individualismo o subjetivismo.
“Pero hay muchas cosas en esta vida, que no son relativas, valores fundamentales innegables: como la vida humana, la fe, el derecho a libertad, la búsqueda de la paz y de la verdad……” [2]

Para un relativista, todas las opiniones emitidas por las personas, tienen el mismo grado de validez, sean verdaderas o falsas. Apelando a la “tolerancia”, creen que pueden aceptar como viable y respetar toda opinión emitida. Es como la religión del olvido de la verdad. Es ir por la vida sin tener certezas sólidas sobre todo lo que nos acontece en nuestro diario actuar.

Si analizamos un poco esta postura, vemos la falta de congruencia total que existe, ya que no se parte de un hecho objetivo, sino de la percepción (subjetiva) de las personas. Hay un dicho que me parece muy cierto: “todo depende del cristal con que se miren las cosas”.

Cada persona puede dar una interpretación muy distinta de una misma realidad de acuerdo a su entorno, a sus características y vivencias personales. Independiente a esa interpretación, existe una realidad objetiva y universal sobre cada cosa, que permanece y que proviene de la misma naturaleza del ser humano. Protágoras sostiene la tésis de que “El hombre es la medida de todas las cosas…”

Con ello dio inicio al relativismo intelectual, en donde no son las cosas-la realidad, las que posee su propia medida, su propio ser, sino que es el hombre quien determina dicha medida y verdad. Lo grave de esta postura es justamente que se pierde entonces la dimensión objetiva, trascendente y universal de la verdad. Cada uno de nosotros podemos tener entonces nuestra propia verdad?.

“Santo Tomás Moro, supo testimoniar hasta el martirio la inalienable dignidad de la conciencia”. [3] El relativismo busca, en palabras sencillas, hacer del hombre el centro del universo y pretende adaptar la verdad a la conveniencia del momento.

Vivimos desafortunadamente inmersos en un mundo tan superficial, dónde los valores fundamentales son el materialismo, el hedonismo, el placer y hay que evitar a toda costa todo aquello que nos cueste trabajo, que implique sacrificios, que nos mueva la conciencia, que nos duela internamente.

Queremos vivir en una sociedad que se acomode a nuestras propias necesidades y lo grave de todo esto, es que vivimos un individualismo y subjetivismo total. Queremos alejar en lo posible el sufrimiento de nuestras vidas y no caemos en la cuenta de que el sufrimiento mismo es parte esencial del hombre. Cuantas personas conocemos que viven al margen de Dios, como si Él no existiera.

“En lo más profundo de su conciencia, el hombre descubre la existencia de una ley que él no se dicta, a la cual debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y evitar el mal”. [4]

Recordemos que la verdad es objetiva y universal y es justamente por esto mismo que muchas veces es incómoda para personas que pretenden subsistir sin una moral. Lo más preocupante de todo esto es que actualmente hay miles de seres humanos que se dicen conservadoras, pero que comienzan a aceptar principios éticos relativistas.

Vamos permitiendo sin querer que nuestra conciencia se deforme o, lo que es peor, que se vuelva totalmente laxa, a tal punto que ya no nos percatamos en muchas ocasiones que un acto está mal en verdad porque tratamos de justificar todas nuestras acciones. Es más fácil hacer esto que reconocer nuestros propios errores.

La ley moral natural es una gracia de Dios que le da al hombre desde que nace y que va descubriendo poco a poco; la lleva en su corazón. Tiene las mismas características de la ley eterna: universalidad, inmutabilidad: abarcan a todos los hombres por el hecho de ser hombres y no cambian con el paso del tiempo. Esto es tan evidente que me parece asombroso que hoy en día exista tanta duda al respecto. No podemos olvidar que el ser humano es un ser tanto material como espiritual, tiene inteligencia, voluntad y libertad, por lo que necesita para su pleno desarrollo bienes tanto materiales como espirituales.

Los grandes adelantos en la medicina y de la ciencia actualmente han permitido alcanzar objetivos que sacuden en muchas ocasiones la conciencia de las personas e imponen la necesidad de buscar soluciones capaces de respetar, de manera coherente y sólida, los principios éticos que son inmutables y que permanecen siempre.

Recordemos que no todo lo médicamente viable es éticamente posible. Nuestro punto de partida debe ser siempre la persona humana, en su esencia de ser, es ahí dónde radica su dignidad de persona. La Iglesia nos enseña, que la auténtica libertad, no existe al margen de la verdad. Una va de la mano de la otra siempre. “Verdad o Libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente”, como decía Juan Pablo II.

En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

[1] Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica. Juan Pablo II No. 2039. Pág. 564. 3ª. Parte. I La vida moral y el Magisterio de la Iglesia.
[2] Miguel Carmena Laredo. El amor es más Fuerte, pág. 5 Editorial Diana
[3] Juan Pablo II, Carta Encíclica Motu Propio. N. 1, AAS 93 (2001) 76-80
[4]Concilio Vaticano II. IV Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual. 1ª. Parte La dignidad de la persona humana. Pág. 146

Wednesday, January 17, 2007

El Perdón


de P. Roberto Mena, ST

Dentro de los sentimientos y las emociones, el perdón es una de las facetas más difíciles de superar. Casi todos tenemos una cierta resistencia para liberarnos de esa carga, aunque nos sea insostenible e imposible de seguir llevando.

Resulta que el perdón es nuestra única puerta para entrar a la vida plena.

No hay felicidad, alegría, paz, amor, bienestar, salud... sin perdón. Es nuestra prueba más grande, es la apertura al amor, a la comprensión, a la compasión.

El perdón es un método poderoso para abrir el corazón cuando está cerrado a otros, a nosotros mismos o a la vida. El enojo, la culpa, el miedo, la desconfianza. .. son algunas de las trabas que bloquean el corazón y su natural capacidad de perdonar.

Muchas veces no perdonamos por miedo, miedo a ser lastimados nuevamente, a que la gente no aprecie nuestra buena disposición, por orgullo, por no aceptar que hay otros caminos menos tortuosos para vivir, por prejuicio o por falta de amor.

Cuando perdonamos no se trata de ser "santos" y permitir un nuevo daño, es más, la persona a la que perdonamos no tiene que enterarse siquiera que lo hemos hecho. El perdón solamente ayuda a la persona que perdona, al final tú decides si continúas con esa relación o te olvidas de cualquier acercamiento.

Perdonar no es solo hacerlo con los seres que de alguna u otra manera nos han dañado, es también hacerlo con nosotros mismos.

Aceptar que somos humanos, darnos el derecho de cometer errores y darnos la libertad de rectificar y abrir nuestro corazón para perdonarnos, aceptarnos y amarnos. Cuándo somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos, seremos capaces de perdonar ¡hasta a nuestro peor enemigo!.

Meditación

Trata de ver a la persona que te es difícil perdonar con ojos de compasión, y comprensión. Comprende que cada persona hace lo mejor que puede en su momento y que solo cuenta con las armas que haya obtenido de sus vivencias. ¿qué tipo de vivencias tiene esa persona? ¿cómo fue su infancia? ¿esa persona esta rodeada de amor, o se siente rechazado?

El comprender las circunstancias que llevan a una persona a actuar haciendo daño nos ayuda a liberarnos del rencor.

En la Santísima Trinidad:Padre Roberto Mena, S.T.

Tuesday, January 16, 2007

La Realidad de las Migraciones


"La realidad de las migraciones nunca debe ser vista sólo como un problema, sino también y sobre todo como un gran recurso para el camino de la humanidad "

“Podemos contemplar a la sagrada Familia de Nazaret, imagen de todas las familias, pues refleja la imagen de Dios, custodiada en el corazón de cada familia humana, incluso cuando está debilitada y en ocasiones desfigurada por las pruebas de la vida" ha dicho el Papa Benedicto XVI antes del ángelus del domingo 14 de enero, Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado.

Recordando la narración del evangelista Mateo, según la cual poco tiempo después del nacimiento de Jesús, san José se vio obligado a huir a Egipto con el Niño y su Madre, para huir de la persecución del rey Herodes, el Santo Padre ha subrayado: "En el drama de la Familia de Nazaret podemos entrever la dolorosa condición de tantos emigrantes, especialmente de los refugiados, de los exiliados, de los desplazados, de los perseguidos. Reconocemos, en particular, las dificultades de la familia emigrante como tal: las difíciles condiciones de vida, las humillaciones, las incomodidades, la fragilidad".

El Papa ha recordado su Mensaje para esta Jornada, dedicada a la familia emigrante, y ha reafirmado la importancia de "tutelar a los emigrantes y a sus familias a través del auxilio de protecciones legislativas, jurídicas y administrativas específicas, así como a través de una red de servicios, centros de escucha y de estructuras de asistencia social y pastoral".

También ha deseado que “se llegue pronto una gestión balanceada de los flujos migratorios y de la movilidad humana en general, de manera que aporte beneficios a toda la familia humana, comenzando con medidas concretas que favorezcan a la emigración regular y la reagrupación familiar, prestando particular atención a las mujeres y a los menores de edad".

El Santo Padre ha recordado además que "solamente en el respeto de la dignidad humana de todo emigrante, por un lado y en el reconocimiento de parte de los mismos emigrantes de los valores de la sociedad que los acoge, será posible la justa integración de las familias en los sistemas sociales, económicos y políticos de los Países de acogida."

Antes de rezar la oración del ángelus, pidiendo la intercesión de la Virgen Maria y de Santa Francesca Saverio Cabrini, patrona de los emigrantes, el Papa Benedicto XVI ha recordado por fin que "la realidad de las migraciones nunca debe ser vista sólo como un problema, sino también y sobre todo como un gran recurso para el camino de la humanidad. Y la familia emigrante es especialmente un recurso, a condición de que sea respetada como tal, de que no tenga que sufrir laceraciones irreparables, sino que pueda permanecer unida o reagruparse, y cumplir su misión de cuna de la vida y de primer ámbito de acogida y de educación de la persona”.

(S.L) ( tomado de Agencia Fides 15/1/2007)

En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

Friday, January 12, 2007

LA PARTICIPACION DE SACERDOTES Y LAICOS DENTRO DE LA LITURGIA

de P. Roberto Mena, ST

Entre clérigos y "laicos comprometidos" se ha difundido la idea de que la participación activa en la liturgia consiste en implicar en la acción el mayor número de personas posibles, lo más a menudo posible, llevándolas a cantar todo y a responder en voz alta, a moverse del puesto en diversos momentos, a comulgar todos, pues de otro modo la Misa no sería valida, y más cosas por el estilo. Existe el presupuesto irreal de que todos los participantes sean "fieles doc" y no, mezclados entre ellos, catecúmenos, penitentes y buscadores de Dios o de la verdad, como siempre ha ocurrido en la historia de la Iglesia y de sus ritos.

Pero el término "acción", del que se deduce "particip-acción", se refiere según las fuentes litúrgicas, a la gran oración, la oratio o canon eucarístico: en síntesis, participar quiere decir rezar. Parece una cosa obvia: si la liturgia no fuera oración ¿qué sería? ¿Una recitación, una ficción de actores y espectadores? Sucede con frecuencia que tanto el sacerdote como los fieles cuando rezan y actúan, están físicamente con la mirada que gira en torno a la asamblea, por tanto distraída y no dirigida a Dios. Resuena las palabras del profeta: "solamente me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí" (Is 29,13).

Pero de la orientación de la oración trataremos más tarde. Aquí apuntamos que "la definición de la Eucaristía como oratio fue luego una respuesta fundamental tanto para los paganos como para los intelectuales que buscaban. Con esta expresión se decía en efecto a los que estaban buscando: los sacrificios de animales, y todo lo que había y hay en torno a vosotros y que no puede satisfacer a nadie, ahora son liquidados. En su lugar entra el sacrificio-palabra. Nosotros somos la religión espiritual, en la que tiene lugar el culto divino dirigido a través de la palabra; ya no son sacrificados machos cabríos y becerros, sino que se dirige la palabra a Dios, a Aquel que mantiene nuestra existencia y esta palabra se une a la Palabra por excelencia, al Logos de Dios que nos levanta a la verdadera adoración" (J.Ratzinger, Introducción al espíritu de la liturgia, San Pablo 2001, p. 168).

Por tanto, la forma de la liturgia, esto es la Misa y los sacramentos, es la oración: esta debe ser también restaurada en relación al contexto actual de confrontación con los hombres no creyentes o atraídos por otras religiones. La liturgia es la obra de la oración, el opus Dei, en una palabra: el culto de adoración publico e integral, que nace de la certeza de la presencia de Dios que nosotros queremos conocer, entender e intentar alcanzar. La liturgia es el acto más manifiesto del sentido religioso: el culto, un acto que "cultiva" (de colere) lo que es importante, análogo a todo lo que lleva a hacer cultura, palabra que tiene la misma raíz.

Vemos a Dios, que es invisible, en los signos visibles que obra; Él habla, tenemos experiencias de ello. La liturgia es la experiencia de Dios: lo descubrimos, lo amamos sin verlo, nos consideramos su obra "hemos sido hechos por Él”, Él está en nosotros y nosotros estamos en Él. Él es fuerte y nosotros somos débiles. Él es potente y nosotros impotentes. Él es espíritu y nosotros somos cuerpo. La liturgia sirve para llevarnos de nuevo a Dios después del pecado, para convertirnos a Él, dirigirle a El nuestro corazón, sintiendo la necesidad de rezar, de entrar en contacto con su santidad, a Él que es el tres veces Santo, hablamos como un hijo al Padre. Pero estas palabras son las mismas que Él nos ha dirigido antes, en la "liturgia de la Palabra”, llenas de amor, misericordia y paz. Nosotros le respondemos ofreciendo el sacrificio de nuestra palabra, de nuestra razón. Sacrificio que es uno con el de Jesucristo, la "liturgia Eucarística".

Un diálogo de fe y amor que exige contemplación y silencio, para que se pueda escuchar lo que Dios discretamente quiere decir al corazón. Todo esto es la oración sin la cual no existe la liturgia: más bien la liturgia conduce a esta oración. Al sacrificio a Él agradable, para buscar en cada cosa lo que a Él gusta y a Él no hay nada que le guste más que escuchar a Su Hijo y la oferta del Hijo. La oración se hace da palabras, pero las palabras no hacen la oración.

La oración la hace la verdadera religión, la devoción, la piedad que advierte su Presencia. Así la oración se convierte en relación de amor con Dios desde la profundidad del corazón, de la conciencia. No hay necesidad de muchas palabras entre los que se aman ni de muchos gestos. Basta con la mirada contemplativa: saber que Él está a la puerta del corazón, llama y espera que la libertad abra para entrar y cenar con nosotros: Él se ha dado a sí mismo a cada uno de nosotros. Para acoger toda esto, la liturgia debe estar entretejida de silencio; para escuchar a Dios que llama debe cesar el ruido de las pasiones.

De este modo, la liturgia expresa la verdadera religión porque "lleva" a Dios, "une" totalmente en Dios, esconde, como dice san Pablo, mi vida en Él: "No soy yo quien vive, es cristo que vive en mí" (Gal 2,20). Por tanto, la participación en la liturgia nace de la conciencia de sólo basta su Gracia (2Cor 12,9).

(Extraido de Salvatore Vitiello Elementos fundamentales de la Liturgia Romana, Editrice Vaticana, 2006).


En la Santísima Trinidad:Padre Roberto Mena, S.T.

Tuesday, January 09, 2007

La libertad, un Valor Imprescindible

de P. Roberto Mena, ST

Pocos valores tienen un atractivo tan universal como la libertad. Esta palabra ha sido tan traída y llevada como el birdie en un juego de bádminton. Organizaciones de muy diversa índole -partidos políticos, frentes revolucionarios, movimientos juveniles, etc.-se sirven de ella para enarbolarla en sus estatutos y presentaciones públicas. Los protagonistas de la revolución francesa la adoptaron como una de las piedras fundamentales de su credo: Liberté! Egalité! Fraternité! Algunos años antes, los colonos americanos revolucionarios tomaron las armas contra Gran Bretaña bajo la misma bandera, asumida en la famosa frase de Patrick Henry: «Dame la libertad o dame la muerte».

El ideal de la libertad parece que jamás estará fuera de moda. Es difícil encontrar una campaña revolucionaria o una constitución nacional que no proponga la libertad como uno de sus máximos logros.

Hoy día, con la caída del comunismo, la expansión de la democracia, el fácil acceso a la información y el progreso tecnológico el género humano está desarrollando un agudo sentido de la libertad. La cultura occidental rinde homenaje a la libertad en todos los sectores de la civilización. Existen estatuas y naves espaciales que llevan su nombre, monedas acuñadas en su honor, champús y dentífricos que prometen más libertad a quien los compra.

La palabra libertad casi tiene un talismán adherido. Hay ciertas palabras que poseen una especie de carga positiva o negativa, como los iones. Términos como «opción», «creatividad», «nuevo», «original» y «libertad» llevan una carga positiva: de antemano estamos predispuestos favorablemente a ellos, aunque no sepamos a qué se refieren. Otras palabras nos provocan aversión, y desde fuera tiñen negativamente nuestra actitud ante alguna frase. Si hemos de ser objetivos, debemos superar el impacto emocional para considerar el verdadero valor que puede haber detrás de una expresión.

Tomemos, por ejemplo, la palabra «nuevo». El hecho de que una idea sea nueva no nos dice prácticamente nada acerca de ella, y no podemos discernir si se trata de una idea valiosa o ridícula. A veces ocurre que lo nuevo es inferior a lo antiguo. ¿Recuerdas lo que pasó cuando salió la «nueva Coca-Cola»? Su éxito se extendió con más rapidez que un incendio forestal, hasta que la gente se dio cuenta de que en realidad la «vieja Coca-Cola» era mejor. O fijémonos ahora en la palabra «opción», que es muy atractiva, pero que en realidad tiene una valencia ambigua. Lo que importa no es la «opción» en abstracto, sino las «opciones» concretas que hacemos.

A menudo se entiende hoy la libertad en términos de total autonomía. Se la ve como la base única e indiscutible de nuestras opciones personales y como autoafirmación a cualquier precio. Algunos, como Jean Paul Sartre, creen que nuestra libertad crea los valores, y que la libertad misma es el valor supremo. Esta teoría tiene dos contradicciones implícitas. En primer lugar, Sartre dice que la libertad en un valor absoluto, mientras sostiene que todos los valores son relativos. En segundo lugar, considera que el individuo es el creador de todos los valores y, al mismo tiempo, que la libertad debe ser el valor más alto para todos. Si alguno no está de acuerdo con esto, obviamente está equivocado. Como siempre, el relativismo degenera infaliblemente y se convierte en dogmatismo.

Cabe una distinción más. No es lo mismo ser libre que usar correctamente la libertad. Apreciamos, con razón, la libertad en sí misma y reconocemos que es bueno ser libres. La libertad nos ennoblece como seres humanos y nos permite participar en cierto modo de la libertad de Dios. Sin embargo, podemos también abusar de la libertad. Si existen leyes, policías y prisiones es porque existe la posibilidad real de que usemos mal nuestra libertad. En cierto momento, estas instituciones se colocan delante de uno y le dicen: «Lo siento, amigo, has ido demasiado lejos. Te has pasado de los límites».

Resulta extraño ver cómo muchos traen a cuento el mismo concepto como fuente e inspiración de actividades muy dispares. Los pecadores pecan en nombre de la libertad, mientras que los santos ejercitan su santidad precisamente bajo esta misma bandera. Charles Manson fue capaz de asesinar un buen número de personas inocentes porque era libre. Y por esta misma razón, Juana de Arco dio su vida en lugar de renunciar a la misión que Dios le había encomendado. De hecho, no puede haber pecado, ni crimen, ni violencia si no hay libertad, como tampoco puede haber santidad, ni virtud, ni bondad, ni amor.

Sin embargo, la libertad no es, en realidad, la inspiración de horribles crímenes, ni tampoco de heroicos gestos de virtud. Sólo es la condición necesaria que permite que estos actos se realicen. Cuando se ve la libertad como un absoluto, desligada de todo principio, puede llevar a los más graves abusos. Como dijo Juan Pablo II en un discurso en Polonia en enero de 1993: «La libertad entendida como algo arbitrario, separada de la verdad y de la bondad, la libertad separada de los mandamientos de Dios, se vuelve una amenaza para el hombre, y conduce a la esclavitud; se vuelve contra el individuo y contra la sociedad».

La libertad necesita de los valores. Ella sola me ofrece únicamente la posibilidad de actuar, mientras que los valores me dan la razón o el motivo para actuar. Si soy totalmente libre, pero carezco de valores, ¿qué haré? Mi libertad no me lo dirá. Simplemente me responderá: «Puedes hacer cualquier cosa». Mis valores son los que me moverán, los que me dirán: «Haz esto. Esto es bueno; es correcto; es importante». Los valores son los que atraen mi voluntad; la libertad permite que mi voluntad se mueva hacia esos valores. Mi voluntad desea y, porque es libre, es capaz de ir en busca de sus deseos.

También es útil distinguir entre libertad y derechos. La libertad no es una especie de calcomanía cósmica que certifica que todas mis acciones son buenas y lícitas en la medida en que son libres. La libertad no es lo mismo que el derecho de hacer algo, aunque los dos se confunden con frecuencia. «¡Puedo hacer lo que me plazca! ¡Este es un país libre y soberano!». El hecho de que sea libre para hacer algo (sin constricción) no me da derecho para hacerlo. Soy libre para matar a una persona -tal vez nadie me lo podrá impedir físicamente-, pero no tengo derecho de matar.

La libertad, en sí misma no justifica nada. Si Antonio dice a su hermano: «Francisco, no debes cometer adulterio. Debes ser fiel a tu esposa»; y Francisco le contesta: «¡Puedo hacer lo que yo quiera! ¡Para eso soy libre!», esta respuesta está fuera de lugar, y tiene muy poco que ver con el consejo de su hermano. Nadie está poniendo en duda la capacidad de Francisco para hacer esto o aquello. Todos somos capaces de obrar como bestias, pero no debemos actuar como bestias, ni tenemos derecho de hacerlo.

Libertad y límite

A pesar de nuestra grandeza por llevar el sello de la imagen y semejanza de Dios, somos limitados. Desentrañamos progresivamente los secretos de la naturaleza y aprendemos cómo sacar provecho de las fuerzas del cosmos, y, sin embargo, ¡cuánto queda aún fuera de nuestro control! La libertad humana no es infinita o absoluta. Tenemos que trabajar juntamente con nuestra naturaleza. Esta limitación fundamental de la existencia humana se manifiesta en cuatro dimensiones:

-Limitaciones lógicas: Hay ciertas cosas que no podemos hacer simplemente porque no se pueden hacer. Esto no se debe a la flaqueza del hombre, sino a la realidad misma de las cosas. No puedes construir, diseñar, ni siquiera concebir, un círculo cuadrado; es una imposibilidad lógica. Tampoco puedes componer un soneto clásico en cinco líneas. Estas limitaciones se dan, pues, en toda situación que es intrínsecamente contradictoria.

-Limitaciones físicas: Podemos hacer muchas cosas, pero siempre dentro de las posibilidades de nuestra naturaleza. Ella no consiente que tú y yo salgamos volando por la ventana sin necesidad de instrumento alguno, ni tampoco que alcancemos una edad de 529 años, o que aumentemos nuestra estatura unos 10 centímetros después de los 20 años. Las leyes físicas y biológicas no dependen de nuestra voluntad, y nos señalan con claridad un límite real.

-Limitaciones intelectuales: Ninguna persona humana es omnisciente. Por cada segmento de información que logramos asimilar, hay una cantidad infinita de datos que se nos escapan. Como dijo un filósofo: «Cuanto más sé, más me doy cuenta de lo poco que sé». Nuestro conocimiento de las cosas jamás es completo.

-Limitaciones morales: En sentido propio, esta limitación se refiere a nuestra incapacidad para escoger siempre el bien, si no es con la ayuda de una gracia sobrenatural. En un sentido secundario, quiere decir que estamos sujetos a la ley moral, y no por encima de ella. Somos libres para optar por el bien o por el mal, pero no podemos dictaminar según nuestro capricho que algo sea bueno o malo. Somos libres para robar, pero no podemos convertir el robo en un acto de virtud por pura fuerza de voluntad. Seguirá siendo un acto malo, sea que lo reconozcamos o no. El bien y el mal no son invención del hombre. La moralidad corresponde al bien y al mal objetivos. De nosotros depende solamente el adherirnos a uno o a otro.

La presencia de restricciones es una condición indispensable para el ejercicio de la libertad. Soy libre para jugar béisbol en la medida en que existen unos límites que constriñen mi libertad, es decir, unas reglas que debo seguir. Si pudiera poner un número variable de jugadores en el campo, por ejemplo, 34, en lugar de nueve, se arruinaría el juego; ya no sería libre para jugar béisbol. Sería, además, ridículo ir cambiando las reglas a lo largo del partido.

La libertad sin restricciones es como un cuerpo sin esqueleto o como una compañía que no acaba de decidir si su objetivo es hacer dinero o perderlo. Todo carece de sentido cuando no hay una estructura, unos objetivos claros o una dirección. La libertad necesita unos límites, como todo río necesita sus riberas, o todo rifle su cañón.

En la Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

Algunos de estos extractos fueron tomados de : "La libertad y los valores y el valor de la libertad"Thomas Williams

Thursday, January 04, 2007

Recuperar el Tiempo Perdido


de P. Roberto Mena, ST

I. Hoy, es un buen momento para hacer balance del año que ha pasado y propósitos para el que comienza. Buena oportunidad para pedir perdón por lo que no hicimos, por el amor que faltó; buena ocasión para dar gracias por todos los beneficios del Señor. La Iglesia nos recuerda que somos peregrinos y que durante esta vida nos dirigimos hacia la eternidad.

El tiempo es una parte importante de la herencia recibida de Dios; es la distancia que nos separa de ese momento en el que nos presentaremos ante nuestro Señor con las manos llenas o vacías. Sólo ahora podemos merecer para la eternidad. Pasado este tiempo, ya no habrá otro. Esta vida, en comparación con la que nos espera, es como una sombra, nos dice San Pablo (1 Corintios 7, 31).

Hoy podemos preguntarnos si nuestro tiempo ha sido aprovechado o, por el contrario, ha sido un año de ocasiones perdidas en el trabajo, en el apostolado, en la vida de familia; si hemos abandonado con frecuencia la Cruz, porque nos hemos quejado ante la contradicción o lo inesperado.


II. Al hacer examen es fácil que encontremos, en este año terminado, omisiones en la caridad, escasa laboriosidad en el trabajo profesional, mediocridad espiritual aceptada, poca limosna, egoísmo, vanidad, faltas de mortificación en las comidas, gracias del Espíritu Santo no correspondidas, intemperancias, malhumor, mal carácter, distracciones voluntarias en nuestras prácticas de piedad... Son innumerables los motivos para empezar el año pidiendo perdón al Señor, haciendo actos de contrición y desagravio.

Y también empezar el año agradeciendo al Señor la gran misericordia que ha tenido con nosotros y los innumerables beneficios que nos ha dado, muchos de ellos desconocidos por nosotros mismos. Y junto a la contrición y el agradecimiento, el propósito de amar más a Dios, y de luchar más por adquirir las virtudes y desarraigar nuestros defectos, como si fuera el último año que el Señor nos concede.


III. El año que comienza nos traerá, en proporciones desconocidas, alegrías y contrariedades. Un año bueno, para un cristiano, es aquel en que unas y otras nos han servido para amar un poco más a Dios. Un año bueno es aquel en el que hemos servido mejor a Dios y a los demás, aunque en el plano humano haya sido un desastre.

Pidamos a la Virgen la gracia de vivir este año que comienza luchando como si fuera el último que el Señor nos concede.

Padre Roberto Mena, S.T.

Carta a propósito de la Jornada Mundial de la Paz


Eso de las postales de Navidad, se ha convertido en un espejo de las tendencias culturales e ideológicas de nuestra sociedad, más aún, una especie de autorretrato de nuestra interioridad.

Si alguno se animase a ello, tendría materia suficiente para hacer una tesis doctoral, versando sobre los valores que se asoman -y esconden, al mismo tiempo- en esa diversidad tan amplia de “postales navideñas”: desde las imágenes del misterio religioso del nacimiento de Jesús, pasando por unos renos tirando de un trineo, hasta llegar a un dolmen nevado o a unos trazos surrealistas… Por lo menos, hay que reconocer que los textos que acompañan a unas imágenes tan diversas y dispares, suelen tener algo en común: me refiero a la expresión del deseo de paz. Otra cosa distinta es qué entendemos por paz y en qué la fundamentamos.

Tradicionalmente, el primer día del año, el Papa dirige un mensaje, con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Paz. El de este año tiene como título “La persona humana, corazón de la paz.”

No pude por menos de dar gracias a Dios, porque nos haya dado un Pastor en la Iglesia Universal, con esa capacidad tan lúcida de hacer un diagnóstico de las luces y sombras del pensamiento actual, en que se señalan certeramente los males morales que dificultan la paz. Lo que lamento, desde luego, es que ese mensaje del Papa no sea amplificado y difundido, tal y como lo merece. No obstante lo cual, vamos a aportar nuestro pequeño granito de arena con la presente carta, con el deseo de dar a conocer el contenido de este mensaje del Papa, además de animar a su lectura directa.

El Papa habla de la existencia de una “gramática común para todos los hombres”. Se refiere a la Ley Natural, que es el conjunto de las normas morales inscritas en nuestra naturaleza. Nada, o muy poco, podremos hacer en favor de la paz, si no partimos del reconocimiento de una norma moral común, a la que tenemos que adecuarnos todos. El Papa lo expresa con estas palabras: “Esa “gramática” trascendente, es decir, el conjunto de reglas de actuación individual y de relación entre las personas en justicia y solidaridad, está inscrita en las conciencias, en las que se refleja –esto lo sabemos los creyentes por la fe- el sabio proyecto de Dios.”
Benedicto XVI recuerda que “el reconocimiento y el respeto de la ley natural son también hoy la gran base para el diálogo entre los creyentes de las diversas religiones, así como entre los creyentes e incluso los no creyentes. Éste es un gran punto de encuentro y, por tanto, un presupuesto fundamental para una paz auténtica.” El problema entre nosotros está en que -vamos a ser claros- padecemos unas ideologías soberbias, que no quieren partir del reconocimiento de unas verdades morales previas, a las que tengan que someterse. Rechazada la ley natural, la ética de la paz es inventada desde la propia ideología, de forma que lo que se entiende por “paz” o por “violencia”, se hace depender de la conveniencia del momento o de lo que circunstancialmente es considerado como “políticamente correcto.”

Hoy en día, la paz peligra por las concepciones relativistas, ante lo que constituye la verdadera naturaleza humana. Es totalmente contradictorio que se nos llene la boca hablando de los “derechos inalienables” del hombre, al mismo tiempo que rechazamos cualquier base moral sólida. No es de extrañar que luego caigamos en paradojas, como el hecho hiriente de que el huevo de muchas especies animales tenga en España una protección muy superior a la del embrión de la especie humana. La cosa está bastante clara: si la ética no tiene bases objetivas en la naturaleza humana, entonces, ante la primera exigencia que nos resulte incómoda, acabaremos agarrándonos a la ideología de turno, para saltar a la torera esos derechos humanos que decíamos defender de forma incuestionable.

El Papa concreta en su carta, sin quedarse en formulaciones teóricas y, de hecho, habla de dos derechos concretos que están siendo violados continuamente, incluso por políticos que se dicen “defensores de la paz”: el derecho a la vida, y el derecho de libertad religiosa. Lo expresa así de claro en su mensaje: “El derecho a la vida y a la libre expresión de la propia fe en Dios no están sometidos al poder del hombre. La paz necesita que se establezca un límite claro entre lo que es y no es disponible: así se evitarán intromisiones inaceptables en ese patrimonio de valores que es propio del hombre como tal. El aborto y la experimentación sobre los embriones son una negación directa de la actitud de acogida del otro, indispensable para establecer relaciones de paz duraderas. Respecto a la libre expresión de la propia fe, hay un síntoma preocupante de falta de paz en el mundo, que se manifiesta en las dificultades que tanto los cristianos como los seguidores de otras religiones encuentran a menudo para profesar pública y libremente sus propias convicciones religiosas.”

Con todo el cariño del mundo, les felicité las Navidades, y les envio una postal en la que copio la siguiente cita de Benedicto XVI, tomada del discurso que dirigió el 9 de noviembre pasado a los obispos suizos en visita ad limina:

«“Solo si se respeta la vida humana desde la concepción hasta la muerte, es posible y creíble la ética de la paz; sólo entonces la no violencia puede expresarse en todas las direcciones; sólo entonces respetamos verdaderamente la creación; y sólo entonces se puede llegar a la verdadera justicia”.


En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.