Friday, December 26, 2014

los 13 vicios de la curia segun el Papa Francisco

El Papa Francisco tuvo este lunes su encuentro anual con la Curia Vaticana para intercambiar las felicitaciones de Navidad y en su discurso advirtió que si bien “es hermoso pensar en la Curia Romana como en un pequeño modelo de la Iglesia”, esta también está expuesta a enfermedades que debilitan el servicio a Cristo.

En la Sala Clementina, Francisco dijo a los miembros de los dicasterios, tribunales, consejos, oficinas y comisiones, que es hermoso pensar en la Curia Romana como en un pequeño modelo de la Iglesia, “es decir como un cuerpo que intenta día tras día ser más vivo, más sano y armonioso y más unido entre sí y con Cristo”.

“La Curia está siempre llamada a mejorar y crecer en comunión, santidad y sabiduría para realizar plenamente su misión. Y sin embargo, como cada cuerpo, también está expuesta a las enfermedades... Me gustaría mencionar algunas de las más frecuentes en nuestras vidas de curia. Son enfermedades y tentaciones que debilitan nuestro servicio al Señor”, dijo el Papa, que invitó al examen de conciencia para prepararse a la Navidad y luego enumeró las quince enfermedades:

1 – ''La enfermedad de sentirse ‘inmortal’, ‘inmune’ o incluso ‘indispensable’, dejando de lado los controles necesarios y normales. Una Curia que no es autocrítica, que no se actualiza, que no intenta mejorarse es un cuerpo enfermo... Es la enfermedad del rico insensato que pensaba vivir eternamente y también de aquellos que se convierten en amos y se sienten superiores a todos y no al servicio de todos''.

2 – “La enfermedad de ‘martalismo’ (en referencia a Marta), de la excesiva operosidad: es decir, de aquellos que están inmersos en el trabajo, dejando de lado, inevitablemente, ‘la mejor parte’: Sentarse a los pies de Jesús. Por eso, Jesús invitó a sus discípulos a ‘descansar’ porque descuidar el necesario reposo conduce al estrés y la agitación. El tiempo del reposo para aquellos que han completado su misión, es necesario, es debido y debe tomarse en serio: pasar un ‘tiempo de calidad’ con la familia y respetar las vacaciones como un tiempo para recargarse espiritual y físicamente; hay que aprender lo que enseña el Eclesiastés que ‘hay un tiempo para todo’”.

3 –  ''La enfermedad del endurecimiento mental y espiritual:.. Es la de los que, a lo largo del camino, pierden la serenidad interior, la vivacidad y la audacia y se esconden bajo los papeles convirtiéndose en ‘máquinas de trabajo’ y no en ‘hombres de Dios’... Es peligroso perder la sensibilidad humana necesaria para hacernos llorar con los que lloran y se regocijan con los que gozan. Es la enfermedad de los que pierden ‘los sentimientos de Jesús’”.

4 – ''La enfermedad de la planificación excesiva y el funcionalismo: Es cuando el apóstol planifica todo minuciosamente y cree que haciendo así, las cosas efectivamente progresan, convirtiéndose en un contador o contable...Se cae en esta enfermedad porque siempre es más fácil y cómodo quedarse en la propia posición estática e inmutable. De hecho, la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo en la medida en que no pretende regularlo ni domesticarlo... Él es la frescura, la fantasía, la innovación".

5 – ''La enfermedad de la mala coordinación: Sucede cuando los miembros pierden la comunión entre sí y el cuerpo pierde la funcionalidad armoniosa y la templanza convirtiéndose en una orquesta que hace ruido porque sus miembros no cooperan y no viven el espíritu de comunión y equipo''.

6 – ''La enfermedad de Alzheimer espiritual: Es decir, la de olvidar la ‘historia de la salvación’ la historia personal con el Señor, el ‘primer amor’. Es una disminución progresiva de las facultades espirituales... Lo vemos en los que han perdido el recuerdo de su encuentro con el Señor...en los que construyen muros alrededor de sí mismos y se convierten, cada vez más, en esclavos de las costumbres y de los ídolos que han esculpido con sus propias manos''.

7 – ''La enfermedad de la rivalidad y la vanagloria: Pasa cuando la apariencia, los colores de las ropas y las insignias de honor se convierten en el principal objetivo de la vida... Es la enfermedad que nos lleva a ser hombres y mujeres falsos y a vivir una ‘mística’ falsa y un falso ‘quietismo’”.

8 – ''La enfermedad de la esquizofrenia existencial: Es la enfermedad de los que viven una doble vida, fruto de la hipocresía típica de los mediocres y del progresivo vacío espiritual que ni grados ni títulos académicos pueden llenar. Se crean así su propio mundo paralelo, donde dejan a un lado todo lo que enseñan con severidad a los demás y empiezan a vivir una vida oculta y, a menudo, disoluta''.

9 – ''La enfermedad de las habladurías, de la murmuración, del cotilleo: Es una enfermedad grave que comienza con facilidad, tal vez sólo para charlar, pero que se apodera de la persona convirtiéndola en ‘sembradora de cizaña’ (como Satanás), y en muchos casos en ‘asesino a sangre fría’ de la fama de sus colegas y hermanos. Es la enfermedad de las personas cobardes que por no tener valor de hablar a la cara, hablan a las espaldas''.

10 – ''La enfermedad de divinizar a los jefes: Es la enfermedad de los que cortejan a los superiores, con la esperanza de conseguir su benevolencia. Son víctimas del arribismo y del oportunismo, honran a las personas y no a Dios. Son personas que viven el servicio pensando sólo en lo que tienen que conseguir y no en lo que tienen que dar. Personas mezquinas, infelices e inspiradas sólo por su egoísmo fatal''.

11 – ''La enfermedad de la indiferencia hacia los demás: Es cuando todo el mundo piensa sólo en sí mismo y pierde la sinceridad y la calidez de las relaciones humanas. Cuando los más expertos no ponen sus conocimientos al servicio de los colegas con menos experiencia. Cuando, por celos se siente alegría al ver que otros caen en lugar de levantarlos y animarlos”.

12 – ''La enfermedad de la cara de funeral: Es decir, la de las personas rudas y sombrías, que consideren que para ser serios hace falta pintarse la cara de melancolía, de severidad y tratar a los demás - especialmente a aquellos considerados inferiores - con rigidez, dureza y arrogancia. En realidad, la severidad teatral y el pesimismo estéril son a menudo los síntomas del miedo y la inseguridad en sí mismo”.

13 – ''La enfermedad de la acumulación: Cuando el apóstol busca llenar un vacío existencial en su corazón acumulando bienes materiales, no por necesidad, sino simplemente para sentirse seguro... La acumulación solamente pesa y ralentiza el camino inexorablemente”.

14 – ''La enfermedad de los círculos cerrados: Donde la pertenencia al grupo se vuelve más fuerte que la del Cuerpo y, en algunas situaciones que la de a Cristo mismo. También esta enfermedad comienza siempre con buenas intenciones, pero con el paso del tiempo esclaviza a los miembros convirtiéndose en ‘un cáncer’ que amenaza la armonía del cuerpo y puede causar tanto daño - escándalos - especialmente a nuestros hermanos más pequeños”.

15 – ''La enfermedad de la ganancia mundana, del lucimiento: Cuando el apóstol transforma su servicio en poder, y su poder en mercancía para conseguir beneficios mundanos o más poderes. Es la enfermedad de la gente que busca insaciablemente multiplicar su poder y para ello son capaces de calumniar, difamar y desacreditar a los demás, incluso en periódicos y revistas. Naturalmente para lucirse y demostrarse más capaces que los otros”.

“Hermanos – señaló Francisco -, tales enfermedades y tentaciones son naturalmente un peligro para cada cristiano y cada curia, comunidad, congregación, parroquia, movimiento eclesial y pueden golpear a nivel individual y comunitario”.

Ante ello, aseguró que “solo el Espíritu Santo – el ánima del Cuerpo Místico de Cristo, como lo afirma el Credo Niceno Constantinopolitano: ‘Creo…en el Espíritu Santo, Señor y vivificador-, sana toda enfermedad. Es el Espíritu Santo que sostiene cada sincero esfuerzo de purificación y toda buena voluntad de conversión. Él nos hace entender que cada miembro participa en la santificación del cuerpo y a su debilitamiento”.

“La curación – indicó Francisco- es también fruto de la conciencia de la enfermedad y de la decisión personal y comunitaria de curarse soportando pacientemente y con perseverancia la cura”.

“Por lo tanto, en este tiempo de Navidad y todo el tiempo de nuestro servicio y de nuestra existencia - a vivir ‘según la verdad en el amor, intentando crecer en todo hacia aquel que es la cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado, mediante la colaboración de todas las coyunturas, según la energía propia de cada miembro, recibe fuerza para crecer de manera de edificarse a sí mismo en la caridad’''.

''Una vez leí que los sacerdotes son como los aviones, son noticia sólo cuando se caen, pero hay tantos que vuelan. Muchos los critican y pocos rezan por ellos. Es una frase muy simpática, pero también muy cierta, ya que describe la importancia y la delicadeza de nuestro servicio sacerdotal y cuánto daño puede causar un sacerdote que ‘cae’ a todo el cuerpo de la Iglesia''.

“Por lo tanto, para no caer en estos días que nos preparamos a la Confesión, pidamos a la Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, que sane las heridas del pecado que cada uno de nosotros lleva en su corazón y sostenga a la Iglesia y a la Curia a fin de que seamos sanos y resanados, santos y santificados, para la gloria de su Hijo y la salvación nuestra y del mundo entero. Pidámosle que nos haga amar a la Iglesia como la ama Cristo, su Hijo y Señor nuestro, y de tener el coraje de reconocernos pecadores y necesitados de su Misericordia y de no tener temor de nuestra mano entre sus manos maternas”, concluyó

Wednesday, December 17, 2014

Papa Francisco habla sobre la importancia de la familia

Texto de la Audiencia General del 17 de Diciembre de 2014



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Sínodo de los Obispos sobre la Familia, apenas celebrado, ha sido la primera etapa de un camino, que se concluirá el próximo octubre con la celebración de otra Asamblea sobre el tema “Vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo”. La oración y la reflexión que deben acompañar este camino involucran a todo el Pueblo de Dios. Quisiera que también las meditaciones habituales de las audiencias del miércoles se inserten en este camino común.

Por esto, he decidido reflexionar con ustedes, en este año, precisamente sobre la familia, sobre este gran don que el Señor hizo al mundo desde el principio, cuando confirió a Adán y Eva la misión de multiplicarse y de llenar la tierra (cfr Gen 1,28). Aquel don que Jesús ha confirmado y sellado en su Evangelio.
Y la cercanía de la Navidad enciendo sobre este misterio una gran luz. La encarnación de Hijode Dios abre un nuevo inicio en la historia universal del hombre y de la mujer. Y este nuevo inicio acaece en el seno de una familia, en Nazaret. Jesús nació en una familia. Él podía venir especularmente, o como un guerrero, un emperador…No, no. Viene como un hijo de familia, en una familia. Esto es importante: mirar en el pesebre esta escena tan bella.
Dios ha elegido nacer en una familia humana, que ha formado Él mismo. La ha formado en un apartado pueblo de la periferia del Imperio Romano. No en Roma, que esta la ciudad capital del Imperio, no en una gran ciudad, sino en una periferia casi invisible, o mejor dicho, más bien de mala fama. Lo recuerdan también los Evangelios, casi como un modo de decir: “De Nazaret, ¿puede salir alguna vez algo bueno?” (Jn, 1,46). Quizás, en muchas partes del mundo, nosotros mismos hablamos todavía así, cuando escuchamos el nombre de algún lugar periférico de una grande ciudad. Pues bien, precisamente de allí, de aquella periferia del gran Imperio, ¡inició la historia más santa y más buena, aquella de Jesús entre los hombres! Y allí estaba esta familia.
Jesús permaneció en esa periferia por más de treinta años. El evangelista Lucas resume este periodo así: “…vivía sujeto a ellos", es decir a María y José. Pero uno dice: ¿pero este Dios que viene a salvarnos ha perdido treinta años allí, en aquella periferia de mala fama? ¡Ha perdido treinta años! Y Él ha querido esto. El camino de Jesús estaba en esa familia. "La madre conservaba todas estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres”. (2, 51-52). No se habla de milagros o curaciones, de predicaciones – no hizo ninguna en aquel tiempo – no se habla de predicaciones, de muchedumbres que se aglomeran; en Nazaret todo parece suceder “normalmente”, según las costumbres de una pía y trabajadora familia israelí: se trabajaba, la mamá cocinaba, hacía todas las cosas de la casa, planchaba las camisas…todas cosas de mamá. El papá, carpintero, trabajaba, enseñaba al hijo a trabajar. Treinta años: “¡pero que desperdicio padre! Pero, nunca se sabe. Los caminos de Dios son misteriosos. ¡Pero aquello era importante, allí estaba la familia! ¡Y eso no era un desperdicio, eh! Eran grandes santos: María, la mujer más santa, inmaculada, y José, el hombre más justo. La familia.
Ciertamente estaríamos enternecidos por el relato de cómo Jesús adolescente afrontaba los encuentros de la comunidad religiosa y los deberes de la vida social; en el conocer cómo, cuando era un joven obrero, trabajaba con José; y luego su modo de participar en la escucha de las Escrituras, en la oración de los salmos y en tantas otras costumbres de la vida cotidiana. Los Evangelios, en su sobriedad, no refieren nada acerca de la adolescencia de Jesús y dejan esta tarea a nuestra afectuosa meditación. El arte, la literatura, la música han recorrida esta vía de la imaginación. Ciertamente, ¡no es difícil imaginar cuánto las mamás podrías aprender de los cuidados de María por el hijo! ¡Y cuánto los papás podrían ganar del ejemplo de José, hombre justo, que dedicó su vida a sostener y a defender el niño y la esposa – su familia – en los momentos difíciles! ¡Y no digamos cuánto los jóvenes podrían ser alentados por Jesús adolescente a comprender la necesidad y la belleza de cultivar su vocación más profunda y desoñar a la grande! Y Jesús ha cultivado en aquellos treinta años su vocación por la cual el Padre lo ha enviado, ¿no? El Padre Dios. Jesús jamás en aquel tiempo se desalentó, sino que creció en coraje para seguir adelante con su misión.
Cada familia cristiana – como hicieron María y José -  puede en primer lugar acoger a Jesús, escucharlo, hablar con Él, custodiarlo, protegerlo, crecer con Él;  y así mejorar el mundo. Hagamos espacio en nuestro corazón y en nuestras jornadas al Señor. Así hicieron también María y José, y no fue fácil: ¡cuántas dificultades tuvieron que superar! No era una familia fingida, no era una familia irreal. La familia de Nazaret nos compromete a redescubrir la vocación y la misión de la familia, da toda familia. Y como sucede en aquellos treinta años en Nazaret, así puede suceder también para nosotros: hacer que se transforme en normal el amor y no el odio, hacer que se transforme común la mutua ayuda, no la indiferencia o la enemistad. Entonces, no es casualidad, que Nazaret signifique “Aquella que custodia”, como María, que – dice el Evangelio “… conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.” (cfr Lc 2, 19-51)). Desde entonces, cada vez que hay una familia que custodia este misterio, aunque esté en la periferia del mundo, el misterio del Hijo de Dios, el misterio de Jesús que viene a salvarnos, está obrando. Y viene para salvar al mundo. Y ésta es la grande misión de la familia: hacer lugar a Jesús que viene, recibir a Jesús en la familia, en la persona de los hijos, del marido, de la esposa, de los abuelos, porque Jesús está allí. Recibirlo allí, para que crezca espiritualmente en esa familia. Que el Señor nos de esta gracia en estos últimos días antes de Navidad. Gracias.

"Queridos hermanos y hermanas: Con vistas al Sínodo sobre la familia, que tendrá lugar en el próximo mes de octubre, he decidido dedicar las catequesis de este año a reflexionar sobre la familia, este gran don que Dios dio al mundo desde el principio de la creación. La cercanía de la Navidad nos recuerda que Dios quiso nacer en una familia, en un pequeño y apartado pueblo del Imperio Romano. Jesús permaneció en Nazaret alrededor de 30 años, llevando una vida normal, en el seno de una familia israelita piadosa y trabajadora. Entre otras costumbres de la vida cotidiana, se dedicó al cumplimiento de los deberes sociales y religiosos, el trabajo con José, la escucha de la Escritura y el rezo de los salmos. María y José acogieron con amor a Jesús, teniendo que superar muchas dificultades por ello. La suya no era una familia irreal, de fábula. Cuánto podemos aprender de María y de José, y especialmente de su amor a Jesús. Ellos nos ayudan a redescubrir la vocación y la misión de la familia, de toda familia. Cada vez que una familia, en cualquier parte del mundo, acoge este misterio, en ella actúa el misterio del Hijo de Dios que viene a salvar el mundo.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, y otros países latinoamericanos. Que la proximidad del nacimiento de Jesús avive en todas nuestras familias el deseo de recibirlo con un corazón puro y agradecido. Muchas gracias y que Dios los bendiga" 



 Oración del Papa por  Víctimas de Actos Terroristas

«Quisiera rezar junto con ustedes por las víctimas de los inhumanos ataques terroristas perpetrados en los días pasados, en Australia, en Pakistán  y en Yemen. Que el Señor acoja en su paz a los difuntos, consuele a sus familiares y convierta el corazón de los violentos, que no se detienen ni siquiera ante los niños. Cantemos el Padrenuestro pidiendo esta gracia», expresó el Papa Francisco en la Audiencia Gernal del 17 de diciembre.

Thursday, November 27, 2014

Rezar no es perder el tiempo, dice Papa Francisco a los religiosos

Rezar no es perder el tiempo, dice Papa Francisco
En su discurso a los participantes de la asamblea plenaria de los religiosos y los consagrados esta mañana, el Papa Francisco aseguró que “rezar no es perder tiempo, que adorar a Dios y alabarlo no es perder tiempo”.
Así lo indicó el Santo Padre en sus palabras a los participantes de la plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, a quienes señaló: “díganles a los nuevos miembros, por favor, rezar no es perder tiempo, que adorar a Dios y alabarlo no es perder tiempo. Si nosotros, los consagrados, no nos detenemos cada día ante Dios en la gratuidad de la oración, el vino se volverá vinagre''.
El Papa hizo esta afirmación en relación al tema de la plenaria “Vino nuevo en odres nuevos''. A los casi 80 participante el Santo Padre dijo que “en la parcela de la viña del Señor representada por los que han elegido imitar a Cristo más de cerca mediante la profesión de los consejos evangélicos, ha madurado la uva nueva uva y se ha exprimido el vino nuevo”.
“En estos días se han propuesto discernir la calidad y el sabor del ‘vino nuevo’ cosechado en la larga temporada de la renovación, y al mismo tiempo evaluar si los odres que lo contienen, representados por las formas institucionales presentes hoy en día en la vida consagrada, son adecuados para contener este ‘vino nuevo’ y favorecer su plena madurez”.
“Como les he recordado otras veces no debemos tener miedo de dejar los ‘odres viejos’: es decir, de renovar los hábitos y las estructuras que, en la vida de la Iglesia y, por tanto, también en la vida consagrada ya no responden a lo que Dios nos pide hoy para que su Reino avance en el mundo: las estructuras que nos dan falsa protección y condicionan el dinamismo de la caridad y los hábitos que nos alejan del rebaño al que hemos sido enviados y nos impiden escuchar el grito de los que esperan la Buena Nueva de Jesucristo''.
El Santo Padre dijo luego que no escondan “los puntos débiles que puede tener la vida consagrada en nuestros días como la resistencia de algunos sectores al cambio, la menor fuerza de atracción, el importante número de abandonos, la fragilidad de algunas rutas de formación, el afán por las tareas institucionales y ministeriales a expensas de la vida espiritual, la difícil integración de la diversidad cultural y generacional, el problemático equilibrio en el ejercicio de la autoridad y en el uso de bienes”.
“Me preocupa también la pobreza... San Ignacio decía que la pobreza es la madre y también el muro de la vida consagrada. Y es madre también porque da vida y como muro protege de la mundanidad. Seguís queriendo escuchar las señales del Espíritu que abre nuevos horizontes y empuja a nuevos caminos, siempre partiendo de la regla suprema del Evangelio e inspirados por la audacia creativa de vuestros fundadores y fundadoras''.
El Papa enumeró después los criterios de orientación a seguir en la ''ardua tarea de evaluar el vino nuevo y comprobar la calidad de los odres'', citando entre ellos, la originalidad evangélica de las opciones, la fidelidad carismática, la primacía del servicio, la atención a los más pequeños y frágiles y el respeto por la dignidad de cada persona.
Antes de finalizar, animó a los presentes a seguir trabajando con generosidad e ingenio en la viña del Señor, ''para cosechar el vino bueno que revitaliza la vida de la Iglesia y alegra los corazones de tantos hermanos y hermanas necesitados de vuestra atención'.
Luego subrayó que ''tampoco la sustitución de los odres viejos por los nuevos no es automática sino que requiere el compromiso y la capacidad para proporcionar el espacio idóneo para acoger y hacer fructificar los dones con que el Espíritu sigue embelleciendo a la Iglesia su esposa''.
Para concluir el Papa dijo: “no se olviden de proseguir el camino de renovación iniciado y ,en gran medida, realizado en los últimos cincuenta años, examinado toda novedad a la luz de la Palabra de Dios y escuchando las necesidades de la Iglesia y del mundo contemporáneo y utilizando todos los medios que la Iglesia pone a vuestra disposición para avanzar en el camino de vuestra santidad personal y comunitaria. Y entre estos medios el más importante es la oración”.

Monday, November 24, 2014

Papa Francisco: “La Iglesia brille con la luz de Cristo y no con luz propia”

“La Iglesia brille con la luz de Cristo y no con luz propia”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía

(RV).- Cuando la Iglesia es humilde y pobre, entonces “es fiel” a Cristo, de lo contrario es tentada de brillar con “luz propia” en vez de donar al mundo aquella de Dios. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
Dar tanto y públicamente, porque hay una riqueza que se nutre de ostentación y goza de vanidad. Y dar lo poco que se tiene, sin atraer la atención sino sólo la de Dios, porque Él es el todo en quien confiamos. En el episodio evangélico de la viuda que ante los ojos de Jesús entrega sus dos únicas monedas en el tesoro del templo – mientras los ricos habían arrojado gruesas cifras haciendo ver que para ellos eran superfluas – el Papa Francisco señala dos tendencias siempre presentes en la historia de la Iglesia. La Iglesia tentada por la vanidad y la “Iglesia pobre”, que – afirma el Pontífice – “no debe tener otras riquezas que su Esposo”, como la humilde mujer del templo:
«Me gusta ver en esta figura a la Iglesia que es en cierto modo un poco viuda, porque espera a su Esposo que regresará… Pero tiene a su Esposo en la Eucaristía, en la Palabra de Dios, en los pobres, si: pero espera que regrese, ¿no? Esta actitud de la Iglesia… Esta viuda no era importante, el nombre de esta viuda no aparecía en los diarios.  Nadie la conocía. No tenía títulos… nada. Nada. No brillaba con luz propia. Es esto que me hace ver en esta mujer la figura de la Iglesia. La gran virtud de la Iglesia debe ser no brillar con luz propia, sino brillar de la luz que viene de su Esposo. Que viene propio de su Esposo. Y en los siglos, cuando la Iglesia ha querido tener luz propia, se ha equivocado».
“Es verdad – reconoce el Papa Francisco – que algunas veces el Señor puede pedir a su Iglesia tener, tomar un poco de luz propia”, pero eso se entiende, explicó el Papa, si la misión de la Iglesia es iluminar a la humanidad, la luz que viene donada debe ser únicamente aquella recibida de Cristo en actitud de humildad:
«Todos los servicios que nosotros hacemos en la Iglesia son para ayudarnos en esto, para recibir aquella luz. Y un servicio sin esta luz no está bien: hace que la Iglesia se vuelva o rica, o potente, o que busca el poder, o que se equivoque de camino, como ha sucedido tantas veces en la historia y como sucede en nuestras vidas, cuando nosotros queremos tener otra luz, que no es precisamente aquella del Señor: una luz propia».
Cuando la Iglesia “es fiel a la esperanza y a su esposo – repite el Santo Padre – es feliz de recibir la luz de Él, de ser en este sentido “viuda”, en espera, como la luna, del “sol que vendrá”:
«Cuando la Iglesia es humilde, cuando la Iglesia es pobre, también cuando la Iglesia confiesa sus miserias – pues todos las tenemos – la Iglesia es fiel. La Iglesia dice: ‘!Pero, yo soy oscura, pero la luz me viene de ahí!’ y esto nos hace tanto bien. Pero oremos a esta viuda que está en el Cielo, seguramente, oremos a esta viuda que nos enseñe a ser Iglesia así, dando de la vida todo lo que tenemos: nada para nosotros. Todo para el Señor y para el prójimo. Humildes. Sin vanagloriarnos de tener luz propia, buscando siempre la luz que viene del Señor. Así sea».

Friday, November 21, 2014

Papa Francisco habla sobre la conversión

El Papa Francisco ha hablado en la misa matutina de hoy en la Residencia Santa Marta de las consecuencias que tiene cerrar el corazón a Jesús. Comentando el Evangelio del día, el Pontífice afirmó que el Señor llora por “la cerrazón del corazón” de la “ciudad elegida, del pueblo elegido. Porque ¡no tenía tiempo de abrirle la puerta! Estaba demasiado ocupada y muy satisfecha de sí misma”.
“Y Jesús sigue llamando a las puertas, como ha llamado a la puerta del corazón de Jerusalén: a las puertas de sus hermanos, de sus hermanas; a nuestras puertas, a las puertas de nuestro corazón, a las puertas de su Iglesia. Jerusalén se sentía contenta, tranquila con su vida y no tenía necesidad del Señor: no se había dado cuenta de la necesidad de salvación que tenía. Y por esta razón cerró su corazón ante el Señor”. “El llanto de Jesús” es “el llanto por su Iglesia, hoy, por nosotros”.
El Santo Padre cuestiona luego: “¿y por qué Jerusalén no había recibido al Señor? Porque estaba tranquila con lo que tenía, no quería problemas. Pero también -lo dice el Señor en el Evangelio- ‘si hubieras comprendido también tú, en este día, lo que te trae la paz. No has reconocido el tiempo en el que has sido visitada’. Tenía miedo de ser visitada por el Señor; tenía miedo de la gratuidad de la visita del Señor. Estaba segura en las cosas que ella podía administrar. Estamos seguros en las cosas que nosotros podemos administrar… Pero nosotros no podemos administrar la visita del Señor, sus sorpresas”.
El Papa aclaró que precisamente “de esto tenía miedo Jerusalén: de ser salvada por el camino de las sorpresas del Señor. Tenía miedo del Señor, de su Esposo, de su Amado. Y así Jesús llora. Cuando el Señor visita a su pueblo, nos trae la alegría, nos trae la conversión. Y todos nosotros tenemos miedo no de la alegría, ¡no! – pero sí de la alegría que trae el Señor, porque no podemos controlarla. Tenemos miedo de la conversión, porque convertirse significa dejar que el Señor nos conduzca”.
“Jerusalén estaba tranquila, contenta, el templo funcionaba. Los sacerdotes hacían sacrificios, la gente iba en peregrinación, los doctores de la ley habían organizado todo, ¡todo! ¡Todo claro! Todos los mandamientos claros… Y con todo esto Jerusalén tenía la puerta cerrada”. La cruz, “precio de aquel rechazo” -explicó el Papa-  nos muestra el amor de Jesús, lo que lo lleva “a llorar también hoy, tantas veces, por su Iglesia”.
“Me pregunto: hoy nosotros los cristianos, que conocemos la fe, el catecismo, que vamos a Misa todos los domingos, nosotros los cristianos, nosotros los pastores, ¿estamos contentos de nosotros? Porque tenemos todo ordenado y no tenemos necesidad de nuevas visitas del Señor… Y el Señor sigue llamando a la puerta, de cada uno de nosotros y de su Iglesia, de los pastores de la Iglesia. Eh sí, la puerta de nuestro corazón, de la Iglesia, de los pastores no se abre: el Señor llora, también hoy”.
Para concluir, el Papa invitó a preguntarse: ¿cómo estamos en este momento ante Dios?”.

Wednesday, November 19, 2014

Importancia de la conversón según Papa Francisco

La homilía del Papa Francisco esta mañana en la residencia Santa Marta ha tenido como tema general la conversión del cristiano y la necesidad de ser verdaderos seguidores de Cristo.
Para sus palabras, ha tomado como modelo el evangelio de la liturgia de hoy, como hace cada día. En este caso, se trata del Evangelio de San Lucas que narra el episodio en el Zaqueo se sube a un árbol para ver mejor a Jesús y se convierte cuando Cristo se dirige a él.
El Santo Padre recordó la historia de este hombre, que luego de encontrarse con el Señor promete cuatro veces más lo que ha robado: “cuando la conversión llega a los bolsillos, es segura. ¿Cristianos de corazón? Sí, todos. ¿Cristianos de alma? Todos. Pero, cristianos de bolsillos, ¡pocos, eh! Pocos. Pero, la conversión… y aquí llegó inmediatamente: la palabra auténtica. Se ha convertido. Pero ante esta palabra, la otra palabra, de aquellos que no querían la conversión, que no querían convertirse: ‘Viendo aquello, murmuraban: ‘¡Ha entrado en la casa de un pecador!’: se ha ensuciado, ha perdido la pureza. Debe purificarse porque ha entrado en casa de un pecador’”.
El Papa explicó que “convertirse es una visita de Dios” y el Señor se lo pide a los cristianos que viven en la “espiritualidad de la comodidad”. Francisco propuso por ello “tres llamadas a la conversión” que son las mismas que Jesús hace “a los tibios, a los cómodos, a los de la apariencia, a los que se creen ricos pero son pobres, no tienen nada, están muertos”. La Palabra de Dios “es capaz de cambiar todo”, pero “no siempre tenemos la valentía de creer en la Palabra de Dios, de recibir esta Palabra que nos cura por dentro”.
Éstas personas piensan: “hago las cosas como puedo, hago las cosas como puedo, pero tengo paz, que nadie venga a molestarme con cosas raras”. ”Va amisa los domingos, reza algunas veces, se siente bien, está en gracia de Dios, es rico” y “no necesita nada, está bien”, indicó el Papa refiriéndose a cómo piensan muchos fieles.
Esta forma de ser, según el Pontífice, es un estado de pecado. Con estas personas, “tibias”, dijo el Papa tomando las palabras del libro del Apocalipsis, el Señor “no se queda corto” y a ellos les dice: “Porque eres tibio te vomitaré de mi boca”. A estos, además, les aconseja “vestirse” porque “los cristianos cómodos están desnudos”.
La “segunda llamada” a la conversión es a “los que viven de las apariencias, los cristianos de las apariencias”. “Las apariencias son el sudario de estos cristianos: están muertos”. Y Dios les “llama a la conversión”. A continuación ha hecho la pregunta que en la Iglesia debería hacerse cada uno. “¿Soy un cristiano de apariencia? ¿Estoy vivo dentro, tengo una vida espiritual? ¿Escucho al Espíritu Santo, lo siento, voy hacia delante, o no…?”.
“Sin embargo, si todo parece estar bien, no tengo nada que reprenderme: tengo una buena familia, la gente no habla mal de mí, tengo todo lo necesario, estoy casado por la Iglesia… estoy en gracia de Dios, estoy tranquilo… ¡Las apariencias! Los cristianos de apariencias, ¡están muertos!”, dijo con rotundidad. Ante esta situación, “hay que buscar algo vivo en nuestro interior y con la memoria y la vigilancia, revivir para seguir adelante. Convertirse: de las apariencias a la realidad. De la tibieza al fervor”, explicó en la capilla de la residencia Santa Marta.
A Zaqueo, el evangelista califica de “jefe de publicanos y rico”. “Es un corrupto” porque “trabajaba para los extranjeros, para los romanos, traicionaba a su patria”. “Era como uno de los muchos dirigentes que conocemos: corruptos. Estos que, en vez der servir al pueblo, se aprovechaban de él para servirse a sí mismos. Algunos hay en el mundo”, aseguró Francisco.
“Y la gente no lo quería. Esto sí, no era tibio: no estaba muerto. Estaba en estado de putrefacción. Propiamente corrupto”. No obstante, “escuchó algo dentro: este que cura, este al que llaman profeta y que dicen que habla tan bien, quisiera verlo por curiosidad”. Para Francisco, esta llamada interior era “el Espíritu Santo”.
“Es listo, ¿eh? –añadió-. Sembró la semilla de la curiosidad, y este hombre por verle, hace un poco el ridículo. Piensa en un dirigente que sea importante, y corrupto, un jefe de dirigentes, este era jefe, subirse a un árbol para ver una procesión: ¡Qué ridículo!”. Según prosigue el relato evangélico, Zaqueo “no tuvo vergüenza”. Quería verlo y “dentro trabajaba el Espíritu Santo”. Y después, “la Palabra de Dios entró en ese corazón y, con la Palabra, la alegría”.
“Los de la comodidad y los de la apariencia, ha dicho el Pontífice, han olvidado lo que es la alegría, este corrupto la siente enseguida”. Por tanto, “el corazón cambia, se convierte”.
Por último, el Papa Francisco ha asegurado que la Iglesia quiere que “pensemos mucho, muy seriamente en nuestra conversión, para que podamos seguir adelante en el camino de nuestra vida cristiana”.
“Que recordemos la Palabra de Dios, que recordemos, que custodiemos esto, que vigilemos, y que obedezcamos la Palabra de Dios, para que podamos comenzar una vida nueva, convertida”, concluyó.

La leccion del Papa Francisco usando sandwich de jamón y queso

El  Papa Francisco arrancó risas a un grupo de jóvenes reunidos en el Vaticano al recurrir a una metáfora del humorista argentino Luis Landriscina sobre el “sándwich de jamón y queso” para animar a los jóvenes cristianos a comprometerse en recuperar la dignidad de las personas.
Hablando en español, el Papa Francisco se dirigió al simposio de jóvenes contra la prostitución y la trata de personas, celebrado en la Casia Pio IV del Vaticano del 15 y 16 de noviembre.
En su alocución que ha sido difundida en YouTube, el Papa Francisco recordó las palabras de Landriscina, “quien hacía ver la diferencia que hay entre colaborar y comprometerse. Todos tienen que colaborar, pero los cristianos tenemos que comprometernos. Landriscina decía: ‘La vaca cuando nos da la leche colabora para nuestra alimentación. Se da la leche y se hace el queso, y entonces hacemos un sándwich. Pero un sándwich de queso es un poco soso, entonces hay que ponerle jamón. Vamos a ver al chancho, y el chancho para hacer jamón no colabora, da la vida, se compromete’”.
El Papa explicó que “comprometerse es dar la vida, es jugarse la vida, y la vida tiene sentido solamente si uno está dispuesto a jugarla, a hacerla correr para el bien de los demás. A mí me gusta ver a tantos jóvenes que estén con esas ganas de comprometerse. ¡Acuérdense del sándwich de jamón y queso!”.
El simposio fue organizado por las Pontificias Academias de las Ciencias y las Ciencias Sociales, Global Freedom Network, y la ONG argentina Vínculos en Red, esta última dirigida por Alicia Peressutti.
En el evento participaron numerosos jóvenes de diferentes nacionalidades cercanos a esta realidad, con el objetivo de compartir su experiencia y aunar ideas contra el tráfico de personas.
“Agradecerles el trabajo que están haciendo –continuó el Santo Padre-. Es una lucha que todos estamos llamados a realizar, una lucha contra ese movimiento que lleva a la humanidad a que piense que una persona es un objeto que se usa y se tira. Un objeto de uso. Rescatar la dignidad de las personas. Estamos ciertamente en una época donde la persona humana es usada como objeto y termina siendo material de descarte. A los ojos de Dios no hay material de descarte, hay solo dignidad”.
“El trabajo que ustedes hacen, la inquietud que ustedes llevan es volver a rescatar lo que quiere ser descartado para volver a ungirlo con dignidad. Gracias por eso que hacen, por el trabajo, por comprometerse. Comprometerse es dar la vida, gastar la vida”, añadió.
Al concluir el Simposio, el canciller de la Academia para las Ciencias, Mons. Marcelo Sánchez Sorondo, extendió al Pontífice una declaración conjunta contra la trata de personas firmada por todos los participantes.

el Papa Francisco nos habla sobre claves de santidad

 Papa Francisco dedicó se catequesis de la audiencia general de este miércoles a reflexionar sobre el llamado universal a la santidad, recordó que “¡todos podemos ser santos!” y explicó las claves para vivir esto en la vida cotidiana.
En una mañana soleada en Roma, el Santo Padre recordó que “un gran don delConcilio Vaticano II es el de haber recuperado una visión decisión de la Iglesiafundada en la comunión, y haber entendido de nuevo el principio de la autoridad y de la jerarquía en esa perspectiva”. Gracias a este hecho, se entiende mejor “que todos los cristianos, como bautizados, tienen una igual dignidad ante el Señor y los une la misma vocación, que es la de la santidad”.
El Papa explicó luego las líneas generales de lo que significa el don de la santidad para cada persona: “antes que nada debemos tener muy presente que la santidad no es algo que nos procuramos nosotros, que obtenemos nosotros con nuestras cualidades y nuestras capacidades”.
“La santidad es un don, es el don que nos hace el Señor Jesús, cuando nos toma consigo y nos reviste de sí mismo, nos hace como Él. En la Carta a los Efesios, el apóstol Pablo afirma que “Cristo ha amado a la Iglesia y se ha dado a sí mismo por ella, para hacerla santa”, explicó el Santo Padre a los miles de congregados en la Plaza de San Pedro.
La santidad, prosiguió el Pontífice, “es el rostro más bello de la Iglesia: es redescubrirse en comunión con Dios, en la plenitud de su vida y de su amor. Se entiende, entonces, que la santidad no es una prerrogativa solo de algunos: la santidad es un don que se ofrece a todos, nadie está excluido, por eso constituye el carácter distintivo de todo cristiano”.
A su parecer, “para ser santos, no es necesario por fuerza ser obispos, sacerdotes o religiosos. ¡Todos estamos llamados a ser santos!” y precisamente “muchas veces, tenemos la tentación de pensar que la santidad se reserva solo a los que tienen la posibilidad de separarse de los asuntos cotidianos, para dedicarse exclusivamente a la oración. ¡Pero no es así!”, dijo enérgico el Papa.
Pero, ¿qué es la santidad? No es “cerrar los ojos y poner caras” sino vivir “con amor” y ofrecer “el testimonio cristiano en las ocupaciones de todos los días donde estamos llamados a convertirnos en santos. Y cada uno en las condiciones y en el estado de vida en el que se encuentra”.
En este sentido, el Papa enumeró una serie de “estados de vida” y la manera correcta de llevar a la santidad a ellos: “¿Eres consagrado o consagrada? Sé santo viviendo con alegría tu donación y tu ministerio. ¿Estás casado? Sé santo amando y cuidando a tu marido o a tu mujer, como Cristo hizo con la Iglesia. ¿Eres un bautizado no casado? Sé santo cumpliendo con honestidad y eficiencia tu trabajo y ofreciendo tu tiempo al servicio de los hermanos”.
 “Allí donde trabajas puedes ser santo. Dios te da la gracia de ser santo. Dios se comunica contigo. Allí donde trabajas. En cualquier lugar se puede ser santo si nos abrimos a esa gracia que trabaja en nosotros y nos lleva a la santidad”.
“¿Eres padre o abuelo? Sé santo enseñando con pasión a los hijos y nietos a conocer y seguir a Jesús. Se necesita mucha paciencia para esto, para ser buenos padres, buenos abuelos es necesaria la paciencia, ahí viene la santidad: ejercitando la paciencia ¿Eres catequista, educador o voluntario? Sé santo convirtiéndote en signo visible del amor de Dios y de su presencia al lado de las personas”.
Es decir, prosiguió el Santo Padre, “cada estado de vida lleva a la santidad, ¡siempre! En tu casa, en la calle, en el trabajo, en la Iglesia. En cualquier momento y estado de vida que tengas está abierto el camino a la santidad. No se cansen de seguir este camino” porque “es Dios quien te da la gracia. Lo único que te pide el Señor es que estemos en comunión con el Señor y al servicio de los hermanos”
Además, el Santo Padre pidió a todos hacer “examen de conciencia” y responder en silencio cómo se ha respondido a la llamada del Señor a la santidad.
Una invitación a la alegría
“Cuando el Señor nos invita a convertirnos en santos, no nos llama a cualquier cosa pesada, triste… ¡Todo lo contrario! Es la invitación a compartir su alegría, a vivir y a ofrecer con alegría todos los momentos de nuestra vida, haciéndola, al mismo tiempo, un don de amor por las personas que tenemos al lado”.
Para Francisco, “si comprendemos esto, todo cambia adquiere un significado nuevo, bello, comenzando por las pequeñas cosas de todos los días”, dijo para continuar con varios ejemplos que hicieran sus palabras más comprensibles a la gente: “Una señora va al mercado a comprar, encuentra a una vecina empiezan a hablar y comienza la charla, pero si ella dice no quiero hablar mal de nadie, allí empieza el camino de la santidad”.
“O si tu hijo quiere hablar contigo de sus historias, o de que está cansado de trabajar, ponte cómodo y escucha a tu hijo que te necesita: ese es otro paso a la santidad. Termina la jornada, estamos cansados todos, llega la hora de la oración: ese es otro paso hacia la santidad. Llega el domingo: vamos a Misa a comulgar, a veces una buena confesión que nos limpie un poco, otro paso a la santidad”.
“Rezar a la Virgen que es tan buena, tan bella, rezo un Rosario: otro paso a la santidad. Tantos pasos pequeños hacia la santidad. O voy por la calle, veo a un pobre, me detengo, le pregunto, le doy algo, es otro paso hacia la santidad. Pequeñas cosas que son pequeños pasos hacia la santidad”, explicó.
Estos “pequeños pasos” nos convertirán “en personas mejores, libres del egoísmo y de la clausura en nosotros mismos, abiertos a los hermanos y a sus necesidades”.
Para concluir, el Papa Francisco volvió a exhortar a todos para acoger el don de la santidad “con alegría” y a sostenerse “los unos a los otros, para que el camino hacia la santidad no se recorra solo”, sino que “juntos en ese único cuerpo que es la Iglesia, amada y hecha santa por el Señor Jesucristo. Vayamos adelante, con valentía, en este camino hacia la santidad”, terminó.
Entre los asistentes a la audiencia general de hoy estuvieron los participantes en el Congreso Internacional Humanum que comenzó el pasado lunes y fue inaugurado por el mismo Pontífice en el nuevo Aula del Sínodo. Una semana más, acudieron también peregrinos de España, Argentina y otros países de Latinoamérica.

Thursday, November 06, 2014

El verdadero cristiano no tiene miedo de ensuciarse las manos con los pecadores, dijo Papa Francisco

El verdadero cristiano no tiene miedo de ensuciarse las manos con los pecadores

El Papa en la misa matutina en la casa de Santa Marta - OSS_ROM

El Papa en la misa matutina en la casa de Santa Marta
El verdadero cristiano no tiene miedo de ensuciarse las manos con los pecadores, de arriesgar también su fama, porque tiene el corazón de Dios que quiere que nadie se pierda: lo dijo el Papa Francisco en la misa matutina en la casa de Santa Marta.
Al centro de la homilía del Papa Francisco las dos parábolas de la oveja perdida y de la moneda perdida. Los fariseos y los escribas se escandalizaron porque Jesús “acoge a los pecadores y come con ellos”. “Era un verdadero escándalo en aquel tiempo, para esta gente”, observa Francisco, que exclama: “imaginemos si en aquel tiempo hubieran existido los periódicos”. “Pero Jesús ha venido para esto: para ir a buscar a aquellos que se habían alejado del Señor”. Estas dos parábolas - explica - “nos hacen ver cómo es el corazón del Señor”. Dios no se detiene, Dios no va hasta un cierto punto, Dios va hasta el final, al límite, siempre va al límite; no se detiene a mitad del camino de la salvación, como si dijera: “he hecho todo, el problema es de ellos”. Él va siempre, sale, sale al campo”.
Los fariseos y los escribas en cambio, se detienen a mitad del camino. A ellos les importaba que el balance de las ganancias y de las perdidas fuera más o menos favorable y con esto, estaban tranquilos. “Sí, es verdad, he perdido tres monedas, he perdido diez ovejas, pero he ganado tanto. Esto no entra en la mente de Dios, Dios no es un negociante, Dios es Padre y va a salvar hasta el final, hasta el límite”. Y “el amor de Dios es esto”. Pero “es triste el pastor a mitad de camino”, afirma el Papa.
“Es triste el pastor que abre la puerta de la Iglesia y se queda allí a esperar. Es triste el cristiano que no siente dentro, en su corazón, la necesidad de ir a contar a los demás que el Señor es bueno. ¡Pero cuánta perversión hay en el corazón de aquellos que se creen justos, como estos escribas, estos fariseos! Ellos no quieren ensuciarse las manos con los pecadores. Recordemos aquello, lo que pensaban: ‘si éste fuera profeta, sabría que ésta es una pecadora’. El desprecio. Usaban a la gente y luego la despreciaban”.
“Ser un pastor a mitad de camino - afirma el Papa Francisco - es una derrota. Un pastor debe tener el corazón de Dios, ir hasta el límite” porque no quiere que nadie se pierda:
“El verdadero pastor, el verdadero cristiano tiene este celo dentro: que nadie se pierda. Y por esto no tienen miedo de ensuciarse las manos. No tienen miedo. Va a donde debe ir. Arriesga su vida, arriesga su fama, se arriesga a perder su comodidad, su estatus, también a perder en la carrera eclesiástica, pero es buen pastor. También los cristianos deben ser así. Es tan fácil condenar a los otros, como hacían estos - los publicanos, los pecadores - es tan fácil, pero no es cristiano, no es de hijos de Dios. El Hijo de Dios va al límite, da la vida, como la dio Jesús por los otros. No puede estar tranquilo, cuidando de sí mismo: su comodidad, su fama, su tranquilidad. Recuerden esto: ¡pastores a mitad de camino no, jamás! ¡Cristianos a mitad de camino, jamás! Es lo que ha hecho Jesús".
“El buen pastor, el buen cristiano – concluye el Papa – sale, está siempre en salida: está en salida de sí mismo, está en salida hacia Dios, en la oración, en la adoración; está en salida hacia los otros para llevar el mensaje de salvación.”
“Estos escribas, fariseos, no lo sabían, no sabían qué era cargar sobre las espaldas la oveja, con aquella ternura, y llevarla de nuevo con las otras a su lugar. Esta gente no sabe qué es la alegría. El cristiano y el pastor a mitad de camino quizás conoce la diversión, la tranquilidad, una cierta paz, ¿pero la alegría? ¿Aquella alegría que hay en el Paraíso, aquella alegría que viene de Dios, aquella alegría que viene precisamente del corazón de padre que va a salvar? ‘He escuchado el lamento de los israelitas y salgo al campo’ ¡Esto es tan bello! No tener miedo de que se hable mal de nosotros por ir a encontrarnos con hermanos y hermanas que están alejados del Señor. Pidamos esta gracia para cada uno de nosotros y por nuestra Madre, la Santa Iglesia”.

Wednesday, November 05, 2014

Papa Francisco: Dios cuida y guía a su Iglesia con el servicio del Obispo

Dios cuida y guía a su Iglesia con el servicio del Obispo

El Papa Francisco saluda a los peregrinos en la Plaza de San Pedro - ANSA


 Papa Francisco, en su catequesis sobre la dimensión jerárquica de la Iglesia afirmó que, por el servicio del ministerio episcopal el Señor se hace presente en la Iglesia, la guía y la cuida.
En la plaza del santuario de San Pedro, en Roma, ante miles de fieles y peregrinos de Italia y del mundo, el obispo de Roma explicó que Cristo edifica la Iglesia como su cuerpo, mediante los ministerios, entre los cuales se destaca el ministerio episcopal. “En la persona y el ministerio del Obispo se expresa la maternidad de la Iglesia, que nos engendra, alimenta y conforta con los sacramentos”.
El Sucesor en la Cátedra de Pedro dijo que “como sucesores de los Apóstoles, también los obispos son enviados a anunciar el Evangelio y apacentar el rebaño de Cristo. No se trata, por tanto, de un cargo honorífico, sino de un servicio que se ha de realizar siguiendo el ejemplo de Jesús, el Buen Pastor.” Y expresó que, así como Jesús llamó a los Apóstoles unidos como una familia, “también los obispos constituyen un solo colegio reunidos en torno al Papa, que es el custodio y garante de la comunión entre ellos”.
El Vicario de Cristo concluyó invitando a agradecer al Señor el servicio de los obispos en la Iglesia, acompañándolos con el afecto y la oración. jesuita Guillermo Ortiz – RADIO VATICANA
Texto y Audio completo de la síntesis de la catequesis pronunciada en español: 

Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy nos detenemos a considerar la dimensión jerárquica de la Iglesia. Mediante los ministerios, Cristo edifica la Iglesia como su cuerpo. De entre ellos destaca el ministerio episcopal, a través del cual el Señor se hace presente en su Iglesia, la guía y la cuida. En la persona y el ministerio del Obispo se expresa la maternidad de la Iglesia, que nos engendra, alimenta y conforta con los sacramentos. Como sucesores de los Apóstoles, también los obispos son enviados a anunciar el Evangelio y apacentar el rebaño de Cristo. No se trata, por tanto, de un cargo honorífico, sino de un servicio que se ha de realizar siguiendo el ejemplo de Jesús, el Buen Pastor. Por otra parte, al igual que Jesús llamó y pensó en los Apóstoles no por separado sino unidos en torno a él, como una familia, también los obispos constituyen un único colegio, reunido en torno al Papa, que es el custodio y garante de la comunión entre ellos. Así, todos los obispos repartidos por el mundo se sienten unidos a los demás, y son expresión visible del vínculo íntimo que une sus respectivas comunidades en la única Iglesia de Cristo.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Panamá, Puerto Rico, Venezuela, Chile y otros países latinoamericanos. Invito a todos a agradecer al Señor el servicio de los obispos en la Iglesia, acompañándolos con el afecto y la oración. Muchas gracias y que Dios los bendiga.
Texto y audio completo de la catequesis del Santo Padre
La Iglesia, Santa Madre Iglesia Jerárquica
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hemos escuchado las cosas que el Apóstol Pablo dice al Obispo Tito: “¿Pero cuántas virtudes debemos tener los obispos?” ¿Hemos oído todos, no? No es fácil. No es fácil porque nosotros somos pecadores. Pero nos confiamos a sus oraciones  para que al menos nos acerquemos a esas cosas que el apóstol Pablo aconseja a todos los obispos. ¿De acuerdo? ¿Rezarán por nosotros?
Ya hemos tenido ocasión de señalar, en las catequesis precedentes, cómo el Espíritu Santo colma siempre la Iglesia de sus dones, con abundancia. Ahora, en el poder y en la gracia de su Espíritu, Cristo no deja de suscitar ministerios, con el fin de construir las comunidades cristianas como su cuerpo. Entre estos ministerios, se distingue aquel episcopal. En el Obispo,  coadyuvado por los presbíteros y diáconos, es Cristo mismo quien se hace presente y que continúa cuidando a su Iglesia, asegurando su protección y guía.
En la presencia y en el ministerio de los Obispos, Sacerdotes y Diáconos, podemos reconocer el verdadero rostro de la Iglesia: es la Santa Madre Iglesia Jerárquica. Y realmente a través de estos hermanos elegidos por el Señor y consagrados con el sacramento del Orden, la Iglesia ejerce su maternidad: nos engendra en el Bautismo como cristianos, haciéndonos nacer de nuevo en Cristo; vigila nuestro crecimiento en la fe; nos acompaña entre los brazos del Padre para recibir su perdón; prepara para nosotros la mesa eucarística, donde nos alimenta con la palabra de Dios y el Cuerpo y la Sangre de Jesús; invoca sobre nosotros la bendición de Dios y la fuerza de su Espíritu, sosteniéndonos en todo el transcurso de nuestra vida y envolviéndonos con su ternura y su calor, sobre todo en los momentos más delicados de prueba, de sufrimiento y de muerte.
Esta maternidad de la Iglesia se expresa en particular en la persona del Obispo y en su ministerio. De hecho, como Jesús eligió a los apóstoles y los envió a predicar el Evangelio y apacentar su rebaño, así los obispos, sus sucesores, son colocados a la cabeza de las comunidades cristianas, como garantes de su fe y como un signo vivo de la presencia del Señor en medio de ellos. Comprendemos, por lo tanto, que no se trata de una posición de prestigio, de un cargo honorífico.  El episcopado no es una condecoración, es un servicio.  Jesús lo ha querido así. No debe haber lugar en la Iglesia para la mentalidad mundana.  La mentalidad mundana, dice: “este hombre ha hecho la carrera eclesiástica, se ha convertido en Obispo…”No. En la Iglesia no debe haber lugar para esta mentalidad. El episcopado es un servicio, no es una condecoración con la que jactarse. Ser Obispos quiere decir tener siempre ante los ojos el ejemplo de Jesús, que como Buen Pastor, no vino a ser servido, sino a servir (cf. Mt 20, 28; Mc 10,45), y para dar su vida por las ovejas (cf. Jn 10,11). Los santos Obispos - y hay muchos en la historia de la Iglesia, muchos obispos santos - nos muestran que este ministerio no se busca, no se pide, no se compra, sino que se recibe en obediencia, no para elevarse, sino para abajarse, al igual que Jesús que “se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz “ (Flp 2,8). Es triste cuando se ve un hombre que busca este oficio y que hace tantas cosas para llegar hasta allí, y cuando llega allí, no sirve, se pavonea, vive solamente para su vanidad.
Hay otro elemento precioso que merece ser resaltado. Cuando Jesús escogió y llamó a los apóstoles, los pensó no separados el uno del otro, cada uno por su cuenta, sino juntos, para que estuvieran con Él, unidos como una sola familia. También los Obispos constituyen un único colegio, reunidos en torno al Papa, que es el custodio y garante de esta profunda comunión,  tan querida por Jesús y por sus mismos apóstoles. ¡Qué bello es, entonces, cuando los obispos junto con el Papa expresan esta colegialidad y buscan ser más y más, más, más servidores de los fieles, más servidores en la Iglesia! Lo hemos experimentado recientemente en la Asamblea del Sínodo sobre la familia. Pero pensemos en todos los Obispos desparramados en el mundo que, aun viviendo en localidades, culturas, sensibilidades y tradiciones diferentes y distantes entre sí, de una parte a la otra, - los otros días un obispo me decía que para llegar a Roma se necesitaban, desde donde él está, más de 30 horas de avión…- tan lejos unos de otros y se convierten en expresión de la unión íntima, en Cristo, y entre sus comunidades . Y en la oración común eclesial, todos los Obispos se colocan juntos en escucha del Señor y del Espíritu, pudiendo de este modo poner atención en profundidad al hombre y a los signos de los tiempos (cf. Conc. Concilio Ecuménico. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 4 ).
Queridos amigos, todo esto nos hace comprender por qué las comunidades cristianas reconocen en el Obispo un gran don, y están llamadas a alimentar una comunión sincera y profunda con él, empezando por los presbíteros y diáconos.  No es una Iglesia sana si los fieles, los diáconos y los presbíteros no están unidos al obispo. Esta Iglesia no unida al obispo es una Iglesia enferma. Jesús ha querido esta unión de todos los fieles con el obispo, también de los diáconos y de los presbíteros. Y esto lo hacen en la conciencia de que es justamente en el Obispo que se hace visible la relación de cada Iglesia con los Apóstoles y con todas las otras comunidades, unidas con sus Obispos y con el Papa en la única Iglesia del Señor Jesús, que es nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica. Gracias.