Monday, October 03, 2011

la Iglesia y el facebook.

La pregunta que da nombre a este texto no es una formulación banal. En el contexto del curso para obispos de reciente nombramiento 2011, desarrollado del 8 al 16 de septiembre en Roma, uno de los participantes planteó esta interrogante después de escuchar la relación del presidente de la Comisión Episcopal para la Cultura y las Comunicaciones Sociales de la Conferencia Episcopal Italiana, mons. Claudio Giuliodori.



Mons. Giuliodori habló a los más de cien obispos presentes, entre los que se encontraban tres auxiliares de Río de Janeiro, el de Helsinki, el de Luxemburgo o el auxiliar del ordinariato militar de Estados Unidos, entre otras más procedentes de 33 diferentes países, sobre «El obispo y los medios de comunicación».



También se encontraba en el auditorio de conferencias el prelado más joven de España (al momento de escribir esta nota), mons. Xavier Novell Gomá, obispo de Solsona, quien precisamente cuenta con una página personal en Facebook y más de 8,00 seguidores.



Ciertamente mons. Xavier no es un caso excepcional. Hay incluso cardenales que tienen también páginas personales concretamente en Facebook. Es el caso del arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, con más de 6,000 seguidores; o el de mexicanos como el arzobispo de Ciudad de México, card. Norberto Rivera Carrera (http://es-es.facebook.com/primadodemexico); el arzobispo de Guadalajara, card. Juan Sandoval Íñiguez; o el arzobispo de Monterrey, card. José Francisco Robles Ortega (http://es-es.facebook.com/cardenalrobles), quien además supera los 2,500 seguidores públicos.



Argentina y México no son los únicos países donde los obispos extienden su misión pastoral a las redes sociales. En Italia destacan los cardenales Claudio Maria Martini, con más de 12 mil seguidores, y el cardenal Gianfranco Ravasi, con más de 2,000 «fans». En Austria el arzobispo de Viena, card. Christoph Schönborn, tiene más de 3,000 seguidores.



Pero son los cardenales estadounidenses los que tienen la mayor cantidad de «feligresía» on line. A la cabeza de todos está el arzobispo de Filadelfia, cardenal Charles J. Chaput (http://www.facebook.com/ArchbishopChaput), con más de 10 mil seguidores; el arzobispo de Nueva York, mons. Timothy Dolan (http://www.facebook.com/archny), le sigue de cerca con más de 9,400; el card. Raymond Burke, aunque sirve en Roma como Presidente del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, tiene más de 4,000 «fans». El arzobispo de Los Ángeles, mons. José Gómez (http://www.facebook.com/ArchbishopGomez), tiene poco más de 2,300 seguidores; mientras que el cardenal Francis George, de Chicago (http://www.facebook.com/FrancisCardinalGeorgeOMI), tiene más de 1,400. La lista, desde luego, es incompleta, y sólo quiere poner de manifiesto la presencia tan diversificada de obispos católicos.



La respuesta acerca de «si un obispo puede usar Facebook» fue encaminada a recordar que no hay una normativa que baje a detalles de este tipo –y seguramente no la habrá–, sino que más bien es el mismo obispo quien debe valorar la necesidad de uso o no de una red social, cualquiera que sea, sin nunca perder de vista cuál es su prioridad esencial en su misión específica como pastor.



Ciertamente, como mencionó al inicio de su conferencia mons. Claudio Giuliodori, el ámbito de las comunicaciones sociales no puede ser marginal. De hecho, el «Directorio para el ministerio pastoral de los obispos» afirma que «Los pastores de la Iglesia deben utilizar tales instrumentos en el desarrollo de su misión, conscientes de la notable eficacia que se deriva para la difusión del Evangelio» (cf. n. 138-142).



La consideración orientativa que se ofreció como respuesta tiene validez tanto para un obispo como para un sacerdote, religioso o religiosa: el medio está en función de una misión y no como instrumento de entretenimiento.



Por otra parte –aunque esto ya no lo dijo mons. Giuliodori, aunque sí el Papa en su mensaje para la XLIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2010–, no se trata sólo de ocupar sino de usar con el ingenio propio de quien quiere llevar a Cristo a las almas: «la creciente multimedialidad y la gran variedad de funciones que hay en la comunicación –escribió el Vicario de Cristo–, pueden comportar el riesgo de un uso dictado sobre todo por la mera exigencia de hacerse presentes, considerando internet solamente, y de manera errónea, como un espacio que debe ocuparse».



A renglón seguido subrayaba Benedicto XVI: «Por el contrario, se pide a […] la capacidad de participar en el mundo digital en constante fidelidad al mensaje del Evangelio, para ejercer su papel de animadores de comunidades que se expresan cada vez más a través de las muchas «voces» surgidas en el mundo digital».



Resulta iluminador cómo muchos obispos y sacerdotes (y desde la riqueza de su vocación específica también muchas religiosas y seglares consagrados), son auténticos «animadores» de comunidades que no han dejado las iglesias vacías para quedarse exclusivamente en la web, sino que trabajan pastoralmente on line teniendo como prioridad a la feligresía encomendada en el único mundo real: el de las relaciones interpersonales donde los sacramentos son po

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