Benedicto XVI "en el ojo del huracán"... Resulta imposible para un Papa pronunciarse en materias de moral sin que sus palabras sean de inmediato aplaudidas o vituperadas, a menudo por las razones incorrectas.
Pero, detrás del tema específico, e incluso del pontífice en cuestión, hay algo más de fondo, algo que tiene que ver con el estatuto mismo de la teología moral. De ella se espera que sea, a la vez, plenamente razonable y enteramente cristiana. Por razonable, debería ser comprensible y aceptable para todo ser humano; en cuanto cristiana, se espera que conduzca hasta los ideales propios de una vida redimida.
Si bien en lo abstracto esa doble expectativa, humana y cristiana, es lo que cabe esperar del mensaje Evangelio, hay una presunción que luego no funciona: resulta que la razón, al contacto con la fe, cambia, se perfecciona, es ella misma redimida. Y eso quiere decir que tanto la palabra "razón" como el significado de lo razonable no son idénticos a lo largo del camino de la fe. Puede entonces suceder, y sucede, que cosas plenamente razonables, a la luz de una razón que ha crecido en la luz de la fe, parezcan inaceptable so contradictorias a quienes todavía se debaten con los rudimentos de lo que sería una vida "humana."
Para salir de la encrucijada es necesario utilizar otro tipo de lenguaje, uno que sea respetuoso del camino que hace la razón en el creyente. Jesús logró ello a través de sus parábolas. Tomás de Aquino a través del rigor de un pensamiento sólidamente metafísico. Quizás hay otras posibilidades, en la línea de lo narrativo, lo testimonial o lo estético.
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