Tuesday, March 24, 2009

sobre Obama y un premio controversial.

Obama, el jorobado de Notre Dame
Juanjo Romero
DeLapsis@gmail.com


Iba a chotearme de la metedura de pata del necio Obama, que el pasado 19 de marzo envió una carta a Chirac en la que le animaba a «trabajar juntos los próximos cuatro años». ¿Olvidó que el presi francés es Sarkozy? Cuando creíamos que Zapatero era la quintaesencia del progresismo paleto parece que no da ni para eso. ¿Se imaginan que lo hace Bush o Aznar?

Pero traigo a Obama por otro motivo. Ayer cantaba las excelencias de la actuación del obispo Joseph Martino, que exigía que la Misericordia University, bajo su jurisdicción, actuase como Universidad Católica si quería seguir siendo considerada como tal. Un amable lector, Dorian, me afeó la redacción porque se podía interpretar el post como si todos los obispos norteamericanos fuesen tan buenos. No son todos tan raudos, y desgraciadamente aquí tenemos un ejemplo.

El 17 de mayo, Obama recibirá el «doctor honoris» en leyes por la Universidad de Notre Dame y pronunciará el discurso de graduación de la 164ª promoción, que ya son promociones.

Nada más conocerse la nota de prensa de la universidad: «será el noveno presidente de EE.UU. al que se otorgará un doctorado honoris causa por la Universidad y el sexto que hablará en la ceremonia de graduación», la Cardinal Newman Society lanzó una iniciativa ciudadana para pedir la retirada del acto: www.NotreDameScandal.com:

Es un ultraje y un escándalo que la «Universidad de Nuestra Señora» una de las más importantes universidades católicas de Estados Unidos, otorgue tal honor al Presidente Obama que ha dado su claro apoyo a políticas y leyes que contradicen las enseñanzas católicas fundamentales sobre la vida y el matrimonio.

El éxito está siendo arrollador. Mientras esperan que se pronuncie el obispo, John D'Arcy —qué contraste con Martino—, alumnos e intelectuales se movilizan exigiendo coherencia. El domingo hablábamos de un obispo que lidera, hoy es un grupo de laicos el que exige que las recomendaciones de la USCCB (Conferencia Episcopal Estadounidense) de 2004 se cumplan. En el documento 'Católicos en la Vida Pública', refiriéndose expresamente a los políticos abortistas dice:

La comunidad católica y las instituciones católicas no deben honrar a aquellos que toman acciones que desafían nuestros principios morales básicos. No debería dárseles premios, honores o plataforma alguna que pudiese sugerir un apoyo a sus acciones.

Los 'ciudadanos fieles' demandan también 'pastores fieles'. Dios quiera que no defrauden, la autoridad moral es fácil de perder.

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¿Discutir sobre el aborto?
Max Silva Abott
msilva@ucsc.cl
Doctor en Derecho y Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Católica de la Santísima Concepción, Chile


El tema del aborto, terapéutico o no, va mucho más allá de las solas creencias religiosas, como usualmente señalan sus partidarios. En realidad, es un viejo truco para desautorizar a quienes nos oponemos al mismo. De hecho, existen poderosos argumentos no religiosos contra el aborto.

Creo que la clave de toda esta cuestión es si somos o no coherentes con el valor de la vida inocente y su consideración como el principal derecho humano del cual dependen todos los demás. Porque en el fondo, el aborto conlleva desconocerle este derecho al no nacido, en pos de otros intereses, sin importar cuáles sean.

En efecto, si somos honestos con los genuinos derechos humanos, el respeto de la vida inocente no puede sufrir nunca excepción. Es por ello que se trata de un tema “no negociable”, porque jamás y bajo ninguna circunstancia es lícito matar a un inocente, cualquiera sea el estado en que se encuentre.

De ahí que resulte contradictorio sostener, como en este caso, que se es defensor de la vida y al mismo tiempo, estar abierto a debatir sobre la posibilidad de atentar contra ella. En efecto, si realmente es un asunto “innegociable”, el hecho de ponerlo en el tapete para su eventual revisión ya implica quitarle dicho carácter: si se dice defender la vida a brazo partido, ¿no es ya traicionarla siquiera plantear la posibilidad de acabar con ella?

Además, daría la impresión que el consenso tuviera la facultad para alterar o incluso crear la realidad a nuestro antojo, como en este caso, en que por esta vía, se quita la personalidad al no nacido, por mucho adorno que se le ponga a la cuestión.

Sin embargo, cualquiera entiende que existen muchas materias que nadie en su sano juicio admitiría debatir, precisamente por ser “innegociables” –al margen de la religión que se tenga–, y que sería absurdo calificar esto de “retrógrado”, “oscurantista” o lo que sea.

En efecto, ¿aceptaría alguien legitimar por consenso la pedofilia, volver a la esclavitud, extinguir deliberadamente a los elefantes o envenenar las aguas de los océanos, por ejemplo? Por mucha “apertura”, “progresismo” o “tolerancia” que se diga defender, nadie cuerdo pensaría siquiera abrir el debate sobre estos y otros muchísimos temas.

No existen, por tanto, verdaderas razones (entiéndase: razones lógicas, no intereses o conveniencias) para siquiera discutir el tema del aborto, terapéutico o no.
Además, ya la historia de multitud de países ha demostrado que el llamado aborto “terapéutico” es sólo el primer paso para su total liberalización. No seamos tan ingenuos

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