Wednesday, June 27, 2007

La radicalidad del sacerdocio: la soledad

Fuente: Arquidiócesis de Puebla y Agencia Católica de Noticias de México
Autor: Koinonía - Editorial


Cuando un hombre decide seguir a Cristo a través de la consagración sacerdotal, abandona el privilegio de asignar los requisitos del camino.

Es Cristo quien previene las condiciones para seguirle: una entrega irrevocable, un sentirse desprendido de todo, dejarlo todo, para poseerle a Él solamente. El Divino Maestro pone en el centro de toda vida cristiana una exigencia de radicalidad, que sólo se puede cumplir en la sinceridad con Él. Una consecuencia, en la dimensión humana, de esta radicalidad es la soledad.

Hoy se habla mucho de autenticidad, pero se la pone en conceptos y actitudes sofisticadas; la verdadera autenticidad significa ser fiel a la propia misión. Es por eso que la soledad sacerdotal es uno de los aspectos de la vocación que puede tener dos polos de expresión, uno positivo y otro negativo. Este último se formula como hipótesis de la desintegración manifestada entre valores, ideales y estilo de vida.

Sin embargo, desde el punto de vista positivo, la soledad sacerdotal puede ser vivida por el sacerdote como reencuentro consigo mismo, como cultivo de la vida interior, apertura al mundo externo en la profundización y fundamentación de la misión encomendada. Esta soledad tiende a ser sana, gratificante, fecunda, pone al sacerdote de frente a sí mismo y lo abre a la vida como un momento necesario para la toma de conciencia de sí y del otro, como momento para el descubrimiento o profundización de la verdad.

Es una soledad que le permite al sacerdote apartarse para orar, para reflexionar, para estudiar, para contemplar, para descansar, para internalizar e integrar sus valores, ideales y estilo de vida. Puede ser una soledad constructiva en la que el sacerdote entra en contacto consigo mismo y esto lo impulsa y le da fuerza para entrar en contacto profundo y cualificado con los demás, como fruto de la integración de su “yo” consistente, de su identidad clara y definida que le permite entrar en contacto con su realidad personal más profunda y entrar en contacto maduro y constructivo con los demás.

El sentir la soledad como una carga insoportable puede llevar consigo la tendencia a distorsionarla en aislamiento, como expresión falseada de defensa ante un conflicto entre una imagen de sí devaluada y la imagen de un mundo demasiado exigente y amenazante.

El profundo y eclesial sentido del sacerdocio, no sólo no impide sino que facilita las responsabilidades personales de cada presbítero en el cumplimiento del ministerio particular, que le es confiado por el Obispo. La capacidad del sacerdote para cultivar y vivir maduras y profundas amistades se revela fuente de serenidad y de alegría en el ejercicio del ministerio; las amistades verdaderas son ayuda decisiva en las dificultades y, a la vez, ayuda preciosa para incrementar la caridad pastoral, que el presbítero debe ejercitar de modo particular con aquellos hermanos que se encuentren necesitados de comprensión, ayuda y apoyo. ¡Hagámonos amigos de los sacerdotes!

En la Santisima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

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