Thursday, April 19, 2007

Domingo de la Divina Misericordia



En su 80º cumpleaños el Papa pide corresponder a la confianza de Dios con la propia fidelidad

VATICANO, 15 Abr. 07 / 06:00 am (ACI).- A las 10.00 (hora local) en la Basílica de San Pedro, el Papa Benedicto XVI presidió la Celebración Eucarística del II Domingo de Pascua en ocasión de sus 80 años, y en su homilía recordó que Dios siempre nos socorre y confía en nosotros, y que de ese modo infunde en nuestro interior el deber de corresponder con la fidelidad.

Recordando que “Juan Pablo II quiso que este domingo fuese celebrado como la Fiesta de la Divina Misericordia” dijo que “la misericordia es la que pone el límite al mal. En ella se expresa la naturaleza de Dios –su santidad, el poder de la verdad y del amor”.

“Nos hemos reunido para reflexionar sobre el cumplimiento de un no breve periodo de mi existencia –dijo el Papa-. Obviamente, la liturgia no debe servir para hablar de uno mismo, sin embargo, la propia vida puede servir para anunciar la misericordia de Dios”.

Agradezco a Dios, dijo, “porque he podido vivir la experiencia de lo que significa 'familia'; he podido experimentar lo que significa la paternidad, de modo que la palabra Dios como Padre se me hizo comprensible desde lo interior”.

“Frente a Él –continuó- tenemos una responsabilidad y al mismo tiempo Él nos dona la confianza, porque en su justicia aparece siempre la misericordia y la bondad con la que acepta también nuestra debilidad y nos sostiene, de modo que poco a poco comenzamos a caminar derecho”.

También agradeció a Dios por haber podido “experimentar profundamente lo que significa la bondad materna, siempre abierta a quien busca refugio” y a “mi hermana y hermano, que con su ayuda, siempre han estado fielmente cerca a lo largo de mi vida”.

“Agradezco particularmente porque, desde el primer día, pude entrar y crecer en la gran comunidad de los creyentes”, agregó.

Haciendo alusión a la primera lectura que narra el tiempo de la Iglesia naciente, el Papa afirmó que “la sombra de Pedro”, aquella a la que se atribuía una fuerza sanadora, “cubrió mi vida desde el inicio. Pedro era un hombre con todas las debilidades de un ser humano, pero era sobre todo un hombre lleno de fe apasionada en Cristo, lleno de amor por Él”.

El Pontífice continuó recordando la llamada a la vida sacerdotal. “En la fiesta de los santos Pedro y Pablo de 1951, cuando nosotros –éramos más de 40- nos encontrábamos en la Catedral de Frisinga postrados en el pavimento y sobre nosotros fueron invocados todos los santos, la conciencia de la pobreza de mi existencia frente a tal misión me pesaba”.

“Él, el Señor, no es solamente Señor, sino también amigo. Él ha puesto su mano sobre mí y no me dejará. La amistad de Jesucristo es amistad de Aquél que hace de nosotros personas que perdonan, de Aquel que también nos perdona, nos levanta continuamente de nuestra debilidad y así nos educa, infunde en nosotros la conciencia del deber interior del amor, del deber de corresponder a su confianza con nuestra fidelidad”.

El Santo Padre concluyó su homilía con la “oración del santo Papa León Magno, oración que, treinta años atrás, escribí en la estampita de mi consagración episcopal: ‘Rezad a nuestro buen Dios, para que quiera reforzar en nuestros días la fe, multiplicar el amor y aumentar la paz. Que me haga, su mísero siervo, a la altura de su misión y útil para vuestra edificación”.

Participaron de la Santa Misa varios cardenales, arzobispos y obispos, religiosos y religiosas así como miles de fieles. También estuvieron presentes personalidades políticas y los miembros del cuerpo diplomático. Participó asimismo el Metropolita de Pérgamo, Su Eminencia Ioannis, como enviado del Patriarca Ecuménico Bartolomeo I.

Benedicto XVI cumplirá mañana lunes 16 de abril 80 años de edad y el jueves 19 su segundo aniversario de pontificado.
En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

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