Monday, March 03, 2014

Miercoles de ceniza... origen y sentido

 Ponerse Ceniza, no borra tus pecados... El Miércoles de Ceniza suele ocurrir algo curiosísimo: gente que no suele asistir a Misa sino sólo «cuando le nace» o si acaso si la invitan a una boda, quince años o bautizo —es decir, si hay un fiestón de por medio—, atiborra los templos católicos a niveles nunca vistos en el resto del año.
Por El Observador de la Actualidad

En esa fecha parece que no importa tener que hacer grandes filas con tal de recibir la ceniza bendita. ¿Por qué?

Por desgracia, los cristianos alejados de la vida de la Iglesia (normalmente llegan a ello porque nadie —ni sus papás ni los sacerdotes— los catequizó convenientemente, y tampoco ellos hicieron lo suficiente por su lado para instruirse) suelen creer que cometen el más terrible pecado si no «toman» ceniza el primer día de la Cuaresma. Puede que vivan en amasiato o en adulterio, pueden ser alcohólicos consuetudinarios, mentirosos frecuentes o hasta ladrones profesionales; la mayoría de ellos ni siquiera ayunó ese día (lo que es una verdadera obligación para el verdadero cristiano); pero eso no les preocupa: lo catastrófico para ellos, lo pecaminoso, es no recibir la ceniza bendita.

Supersticiosos

Han llegado a un punto alarmante en el que han hecho de este rito cuaresmal una cuestión de superstición pura.

La superstición es una creencia contraria a la razón. El Catecismo de la Iglesia Católica la describe como «la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia de algún modo mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición» (n. 2111).Y eso es exactamente lo que suele ocurrir con las grandes multitudes «católicas» el Miércoles de Ceniza.

Esto constituye un pecado contra el primer Mandamiento de la ley de Dios porque atribuye «poderes» a las cosas, siendo que el verdadero poder sólo le pertenece a Dios.

Las actitudes erróneas más comunes que suelen rondar a la ceniza bendita son las siguientes:

+ Pensar que, si no se la ponen, alguna cosa mala les sucederá. Convierten así la ceniza en un rito de magia.

+ Usarla «para atraer el bien». Por eso muchos insisten en que se la pongan hasta a los niños pequeños.

+ Convertirla en motivo de presunción. Hay quienes prefieren ir a tal o cual templo porque ahí imponen la ceniza en la frente con un lindo sello en forma de cruz, y así todo el mundo puede ver que ellos «sí cumplieron». No se han fijado que Benedicto XVI se la pone en la coronilla porque no debe ser causa de alarde.

+ Creer que es un rito de precepto y, por tanto, que si no acuden cometen pecado mortal.

+ Pensar que la ceniza destruye los errores del año anterior. Esto lo suponen porque, al prepararse las cenizas quemando palmas benditas y objetos religiosos en desuso, deducen que quien se la pone «quema» así sus pecados sin necesidad de la Confesión.

Lluvia de bendiciones

También los demás sacramentales se pueden volver objeto de creencias desviadas. Un ejemplo de ello es cuando el que lleva un escapulario cree que sólo por eso se salvará, olvidando que debe guardar fidelidad a Dios y su doctrina.

La ceniza bendita y los demás sacramentales no confieren por sí solos la gracia divina, es decir, la participación en la vida de Dios; pero como sí predisponen a que el cristiano la pueda recibir, son entonces verdaderos instrumentos de santificación. Sin embargo, hace falta, pues, la cooperación humana para que resulten efectivos; de otra manera no constituyen sino una abundante lluvia de ayudas, de bendiciones emanadas de la Iglesia, que no alcanzan a mojar y, por tanto, que se desperdician, que no sirven absolutamente para nada.
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Miércoles de Ceniza, origen y sentido

Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un «hábito penitencial». Esto representaba su voluntad de convertirse.

En el año 384 d.C. la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Recuerdan que lo que fue signo de gloria se reduce a nada.

La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba.
En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Cuando el sacerdote nos pone la ceniza debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.

El simbolismo de la ceniza es el siguiente:

a) condición débil y caduca del hombre, que camina hacia la muerte;

b) situación pecadora del hombre;

c) oración y súplica ardiente para que el Señor acuda en su ayuda;

d) resurrección, ya que el hombre está destinado a participar en el triunfo de Cristo, y

e) Pascual, al complementarse con el agua purificadora de la vigilia de Resurrección. En suma: es un día penitencial obligatorio para toda la Iglesia y está marcado por el ayuno y la abstinencia de carne.

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