Thursday, January 12, 2012

fe y conversion

FE Y CONVERSIÓN
1. FE. a) En el lenguaje del Antiguo Testamento, no encontramos propiamente una definición de la fe. Los términos griegos pistis y pisteuin, que traducimos por fe, corresponden a una gran variedad de conceptos hebraicos. En el Antiguo Testamento descubrimos los contenidos que pretenden reflejar dichos conceptos y que, más tarde, en la traducción griega de los LXX, fueron denominados con el término fe.

Estos contenidos de las expresiones hebraicas nos permiten descubrir que la fe comporta: 1) asentar la vida sobre algo firme, seguro, cierto; 2) estar seguro de que no hay otra realidad que ofrezca estas características más que Dios; 3) decir AMEN (traducción del aman hebreo) a Dios, es decir creer en Dios, fundar la existencia en Dios: «Si no os afirmáis en mí, no podréis subsistir» (Is 7,9), y 4) realizar una entrega confiada al Dios siempre fiel, que reclama al hombre entero. En Génesis 15,6 se nos ofrece el ejemplo prototípico de la fe de Abrahán.

b) Los evangelios ponen de manifiesto que la respuesta de fe del hombre a Dios es fruto de la acción de Dios (cf Jn 6,44-45), es gracia o don de Dios. Los evangelios reclaman esta fe en Dios y en su enviado Jesucristo: «Creed en Dios y creed también en mí» (Jn 14,1). En ellos se subraya: 1) que la fe es la actitud de acogida que los pobres ofrecen al anuncio de la salvación —así lo reconoce María en el Magníficat (Lc 1,46-55)—; 2) que la fe es la condición para que Jesús realice su acción salvadora: «tu fe te ha curado» (Lc 8,48), y 3) que la fe es la acogida de Jesús como Mesías, enviado por el Padre (Jn 20,31).

c) San Pablo, profundizando en su experiencia religiosa, nos describe la fe como: 1) un volverse al Dios vivo y verdadero (1Tes 1,8ss); 2) la actitud que hace posible recibir la salvación de Dios —Dios no salva por las obras de la ley sino por la fe (Rom 3,28)—, y 3) una nueva disposición interior, que se traduce en un estilo de vida regida por la ley del Espíritu, que nos hace hijos de Dios (Gál 4,6-7).

El Nuevo Testamento, pues, recogiendo el contenido del Antiguo, concreta esta actitud de fe en una afirmación de Jesucristo: creer en Jesucristo y en el Dios de Jesucristo. El es el testigo fiel (Ap 3,14), que ha dicho siempre Amén a Dios. Creer en Dios y creer en su enviado Jesucristo es el objeto fundamental de la fe. Para el cristiano, la verdad y las palabras de Jesús son la verdad y las palabras de Dios mismo (cf DV 4).

Vista como actitud, desde el ser humano, la fe es una opción fundamental y un proyecto total del hombre que, al asentar su vida en el Dios revelado en Jesucristo, se descubre a sí mismo, a los otros y al mundo como realidades que tienen, desde ese momento, un sentido más pleno.

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