No es el calor del verano. No es lo empinado del camino tras cumplir los cuarenta. No son las canas que ya ornan mi cabeza. Cada vez veo más claro que nuestra civilización da muestras de cansancio.
Cada vez se me hace más evidente que hay signos de grietas aquí y allí, de tensiones que se acrecientan sin resolverse. Estamos hacia el final de una época, y eso será más claro de día en día.
Las grandes desigualdades sociales que no van camino de corregirse, sino de acrecentarse, de cronificarse de una manera más radical. Esas desigualdades no importarían si todos viéramos que se van aminorando, que vamos por el camino correcto. Pero no es así.
El auge de un cierto anarquismo de nuevo cuño es otro elemento indudable que va sumando triunfos entre los jóvenes más desfavorecidos.
La no existencia de barreras morales en cada vez más individuos de la sociedad. Aumenta el porcentaje de ciudadanos carentes de forma absoluta de un código moral de cualquier tipo. Las aberraciones se hacen más frecuentes, más profundas.
Las relaciones entre moral y economía son indudables. Y lamentablemente los que están al mando del dinero carecen de escrúpulos. También está el problema de la degradación de la democracia que todos los países están viviendo desde hace muchos decenios.
Desde hace algún tiempo, me siento como si andara en una sociedad que puede estallar. No mañana, pero sí en un plazo de años no muy largo. Que Dios nos asista. Pero me veo como testigo en el futuro de los mismos errores de tiempos pretéritos. Si alguien considera que este post es un poco pesimista, le doy toda la razón. Pero las cosas no van ciertamente a mejor.
La Ciencia avanza, pero los individuos están retrocediendo.
Padre Roberto Mena ST
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