Tal vez tú conoces a alguien que piensa que si una persona está yendo en dirección correcta en la vida, eso es lo que realmente le importa a Dios. Son muchas las personas que creen estar demostrando obediencia a Dios ayudando a los demás de vez en cuando, evitando las tentaciones, y asistiendo a la iglesia. Pero la obediencia es mucho más que eso. La verdadera obediencia a Dios implica hacer lo que Dios dice, cuando lo dice, como lo dice, por cuanto tiempo lo diga y hasta que lo que Él dice se ha logrado.
Lamentablemente, este concepto es a menudo rechazado por la cultura de hoy. Nuestra sociedad es corrupta, y como resultado hemos racionalizado la obediencia al punto de perder las mejores bendiciones de Dios.
Cuando leemos acerca de la vida de Noé en Génesis, capítulos 6 al 9, vemos una clara descripción de obediencia completa. Dios llamó a este hombre para que hiciera algo extraordinario, algo que parecía imposible e ilógico, pero Noé obedeció sin hacer preguntas. Noé obedeció a Dios, aun a pesar de lo que los demás pensaban de él.
Cuando escogemos la senda de la obediencia, también tenemos que estar preparados para la respuesta negativa que sin duda alguna recibiremos de los demás.
¿Te traerá popularidad el obedecer a Dios? No. ¿La gente te criticará? Sí, probablemente. ¿Pensarán que son ridículas algunas cosas que haces? Sí. ¿Se reirán de ti alguna vez? Sí. Pero quiero que tengas presente algo: Noé fue un hombre que eligió caminar con Dios en medio de una sociedad depravada. De hecho, era tan perversa que Dios decidió exterminar a todos los seres humanos de la tierra, a excepción de una familia. Imagina lo que estas personas le decían a Noé, día tras día, al observarlo.
De la vida de Noé podemos deducir una clave importante en cuanto a la obediencia: Si
Dios nos dice que hagamos algo, no debemos concentramos en las cosas o en las personas que tratan de evitar que lo hagamos. Esas personas quieren apartarnos de lo que Dios nos ha llamado a hacer. Si Noé hubiera comenzado a escuchar a sus críticos, no habría construido el arca, y habría sido perecido con el resto de la tierra. Antes bien, eligió ser absolutamente obediente a Dios.
Consideremos la vida de Jesús. Por supuesto, Jesús era perfecto: Dios en forma humana. Pero hay algo muy importante que podemos aprender de su vida. Aunque no podemos ser perfectos e intachables como Jesús, el Espíritu Santo puede facultarnos para que obedezcamos a Dios todas las veces que Él nos ordene hacer algo. Si esto no fuera posible, Dios no sería un Dios justo. Por tanto, cualquier cosa que Él requiera de nosotros, ya sea doloroso o placentero, beneficioso o costoso, nuestro Padre celestial nos ayudará a ser obedientes a Él.
En Hebreos 5:8-9 se nos da a entender que la obediencia a Dios es algo que desarrollamos a través de la práctica y que dicha práctica nos da el éxito y aunque Jesús no necesitaba aprender estas cosas aun así las hizo para darnos un ejemplo perfecto que podamos seguir cuando el dijo “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42) Entonces vemos su ejemplo cuando el someterse al Padre le dio a Jesús el éxito más grande en la historia del universo, victoria sobre Satanás, el pecado, la muerte y salvación para la humanidad.
¿Te has preguntado por qué, muchas veces, Dios no responde tus oraciones, o por qué es que a pesar de que intentas hacer las cosas una y otra vez, esas situaciones caóticas de tu vida siguen sin resolverse ? La respuesta puede estar en tu medida de obediencia a Dios. Si ya has recibido a Cristo, pero todavía sigues experimentando una gran frustración espiritual, puede haber un área de desobediencia en tu vida que no has enfrentado con sinceridad. Posiblemente, Dios te ha pedido algo, y como respuesta has ignorado Sus palabras o has hecho sólo parte de lo que Él te ha pedido.
Antes de que trates de hacer una lista de todo lo que Dios te ha pedido que hagas o que no hagas, piensa en lo siguiente:
¿ Hay una área particular de tu vida en la que tienes una lucha para poder ser obediente a la Palabra de Dios? Cuando lees la Biblia, ¿te recuerda Dios constantemente algún pecado específico? Cuando oras, ¿te viene a la mente una y otra vez el mismo asunto?
Si el Señor te está recordando algo en este mismo momento, piensa en esto: Pudiera ser que hayas estado viviendo en la misma situación durante años porque, en algún momento, decidiste hacer las cosas a tu manera en vez de hacerlas a la manera de Dios.
El comprender esta diferencia clave entre tu manera de actuar y la manera como Dios quiere que hagas las cosas, puede hacer una diferencia tremenda en tu vida. Esto es lo hoy quiero compartir contigo. Tenemos que poner a la obediencia en el primer lugar de nuestra lista de prioridades. Pero, para hacer esto, necesitamos comprender completamente el porqué la obediencia juega un papel tan importante.
La obediencia a Dios es algo que a El le agrada cuando la ejercemos voluntariamente. Y es por esto mismo que El no nos va a obligar a obedecerlo y nos ha dado libre albedrío.
El es soberano y le agrada que hagamos las cosas a su manera. El sabe todas las cosas y siempre quiere lo mejor para nosotros. Porque si El Padre Celestial entregó a su hijo único por nosotros (Romanos 8,32) sabemos que de verdad quiere lo mejor para nosotros y por lo tanto nos conviene ser obedientes a El para que nosotros mismos no pongamos estorbo a sus bendiciones. El Señor promete grandes bendiciones al que le obedece (Génesis 22,18 y Deuteronomio 28,13)
La obediencia a Dios es producto de la fe y la confianza a El. En muchas ocasiones no nos sometemos a El completamente o no tenemos una entrega total a Dios lo que indica que tenemos una confianza debilitada por la falta de fe. Si existe algo donde prefieres hacer tu voluntad por encima de la de Dios o has notado que para algunas cosas tienes fe y para otras no, necesitas aprender a confiar más en El. Abandonarte en los amorosos brazos de Jesús.
Algo que debes tener muy claro, en todos los ámbitos de tu vida es que cuando hay desobediencia, hay siempre consecuencias dolorosas. Algunas veces, esas consecuencias afectan sólo a la persona, y a veces también, por desgracia, arrastran a otras. Quizás la ilustración más clara de esta verdad la vemos en Adán y Eva. Dios creó un ambiente perfecto para esta joven pareja, y les dio sólo dos mandamientos: “Fructificad y multiplicaos” (Génesis 1,28) y “Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás” (Génesis 2,17). Sabemos que Adán y su mujer entendieron bien estas sencillas instrucciones, porque Eva fue capaz de repetirlas al tentador antes de sucumbir a su perverso plan (Génesis 3,3).
Ahora bien, tú me podrías decir que hoy las cosas son diferentes. No hay serpientes que hablen, y tenemos muchas instrucciones sobre cómo conducirnos en la vida. Es cierto, pero una cosa no ha cambiado: Dios nos ha propuesto una senda de obediencia a cada uno de nosotros, y tenemos la alternativa de seguirla o de escoger nuestro propio camino. Por tanto, si tú quieres desobedecer a Dios, simplemente aléjate de Su senda. Has las cosas a tu manera.
La desobediencia es rebelión contra Dios, una ofensa hacia Él. Es el testimonio de tu corazón que dice que has elegido tu propio camino por encima del de Dios. Cuando desobedeces, estás esencialmente rechazando reconocer la autoridad, el derecho y el poder de Dios sobre tu vida.
La obediencia depende en gran parte de la paciencia (1 Pedro 3,20). Muchas veces mientras esperamos que el Señor traiga las respuestas a nuestras peticiones perdemos la paciencia y decidimos salirnos de la voluntad de Dios. Caer fuera de la voluntad de Dios es una de las metas que el diablo tiene para nosotros y es por eso que debemos ser pacientes y perseverantes, porque a través de estas situaciones difíciles que se presentan en nuestras vidas el Señor nos va perfeccionando (Romanos 8,25).
Se fuerte y pronto te darás cuenta de que la paciencia te dará la habilidad, junto al genuino deseo de servir y confiar en Dios, por tu propio bien de poder someterte al Señor y serle obediente en todas las cosas. Sabemos que ninguna prueba es fácil pero esperamos con ella obtener el anhelado fruto de la paciencia (Romanos 5,3). También sabemos que a su tiempo recibiremos recompensa por esto si perseveramos (Galatas 6:9) y el Señor nos renueva día a día (2 Corintios 4,16).
Si Jesús mismo siendo Dios se sometió al Padre hasta la muerte, cuanto más nosotros debemos hacer lo mismo que sólo somos hombres y mujeres. Debemos aprender a conocer su voluntad y a escuchar su voz, pues si de algo debemos estar ciertos es que no hay victoria, ni éxito, ni salvación sin obediencia a Dios.
Mi oración por ti es que logres ser obediente a Dios. Que llegues a ser la persona que Él quiere que seas; para que hagas la obra que Él quiere que hagas; para que obtengas el fruto que Él te permitirá dar, a fin de que puedas recibir las bendiciones que Dios ha preparado para ti.
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