Como anunció la semana anterior el Papa Francisco, su catequesis de este miércoles en la Audiencia General trató de nuevo sobre el hombre y la mujer, pero desde una perspectiva distinta.
Quiso detenerse en el segundo capítulo del Génesis en el que se habla de cómo Dios “plasmó al hombre con polvo del suelo y le insufló un aliento de vida y el hombre se transformó en un ser viviente”.
Para el Papa, este es “el culmen de la creación, aunque falta algo. Después Dios pone al hombre en un precioso jardín para que lo cultive y lo cuide”.
El Santo Padre destacó que “la Biblia dice una cosa preciosa: el hombre encuentra a la mujer, se encuentran y el hombre tiene que dejar lo que sea para encontrarla plenamente. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre e irá donde ella. ¡Es bonito! Esto significa comenzar un nuevo camino. El hombre es todo para la mujer y la mujer es toda para el hombre”.
Francisco comentó cómo Dios vio que no era bueno que el hombre estuviera solo. “Era como una falta de comunión, falta 'una' comunión, una falta de plenitud”. Finalmente, Dios crea a la mujer y “el hombre reconoce exultante que esta criatura, y sólo esta, es parte de él”.
“Hay un reflejo, una reciprocidad”, observó el Papa. Pero “la mujer no es una 'réplica' del hombre; viene directamente del gesto creador de Dios. La imagen de la 'costilla' no expresa que fue hecho con inferioridad o subordinación, sino al contrario, que hombre y mujer son de la misma sustancia y son complementarios”.
Y, “el hecho de que –siempre en la Parábola– Dios plasme a la mujer mientras el hombre duerme, subraya que ella no es de ninguna manera una criatura del hombre, sino de Dios” y “para encontrar a la mujer el hombre primero debe soñar”.
El Pontífice señaló que “la fidelidad de Dios en el hombre y en la mujer, a quienes confía la tierra, es generosa, directa y llena”. Sin embargo, “el maligno introduce en sus mentes la sospecha, la incredulidad, la desconfianza” y al final “llega la desobediencia al mandamiento que les protegía. Caen en aquel delirio de omnipotencia que contamina todo y destruye la armonía”. “También es algo que nosotros sentimos dentro de nosotros muchas veces”, añadió Francisco.
Sobre el pecado, explicó que “genera indiferencia y división entre el hombre y la mujer. Su relación será socavada de miles de formas de abuso y de sometimiento, de seducción innegable y de prepotencia humillantes, hasta a veces dramáticas y violentas”.
En este sentido, “la historia nos lleva las huellas. Pensemos, por ejemplo, en los excesos negativos de las culturas patriarcales. Pensemos en múltiples formas de machismo donde la mujer está considerada de segunda clase”.
El Pontífice también pidió pensar en la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática. Pero pensemos también en la reciente epidemia de desconfianza, de escepticismo, incluso en la hostilidad que se propaga en nuestra cultura –en particular a partir de una comprensible desconfianza de las mujeres– respecto a una alianza entre el hombre y la mujer que sea capaz, al mismo tiempo, de unir la comunión y el cuidado de las diferencias”.
Como conclusión, el Papa Francisco indicó que “si no encontramos un comienzo de simpatía por esta alianza, capaz de poner a las nuevas generaciones al reparo de la desconfianza y de la indiferencia, los hijos vendrán al mundo todavía más desarraigados de ella desde el vientre materno”.
“La desvalorización social para la alianza estable y generadora del hombre y de la mujer es ciertamente una pérdida para todos” y por ello “¡qué importante es que se revalorice el matrimonio y la familia!”.
Por último, Francisco expresó que “el cuidado de esta alianza entre el hombre y la mujer, también si son pecadores y están heridos, confusos y humillados, desconfiados e inciertos, es para nosotros los creyentes una vocación comprometida y apasionante en la situación de hoy”.
Además, Dios “nos entrega una imagen preciosa” con la explicación de la creación y del pecado y de su final: “el Señor Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de piel y los vistió”.
“Es una imagen de ternura hacia esta pareja pecadora que nos deja con la boca abierta. Es una imagen de cuidado paterno de la pareja humana. Dios mismo cuida y protege a su obra maestra”.
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