Wednesday, September 17, 2014

La Iglesia es Católica y Apostólica dijo hoy en su catequesis el Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!


Continuamos hoy hablando de la Iglesia. Cuando profesamos nuestra fe, nosotros afirmamos que la Iglesia es “católica” y “apostólica”. Pero ¿cuál es, efectivamente, el significado de estas dos características de la Iglesia? ¿Y qué valores tienen para la comunidad cristiana y para cada uno de nosotros?


1. Católica significa universal. Una definición completa y clara nos la ofrece uno de los Padres de la Iglesia, en los primeros siglos, San Cirilo de Jerusalén, cuando afirma: “La Iglesia, sin duda, se llama católica, es decir universal, por el hecho de que está en todas partes, del uno al otro confín de la tierra; y porque abarca universalmente y sin defección todas las verdades que tienen que llegar al conocimiento de los hombres, ya sea de las cosas celestes, que las terrestres” (Catequesis XVIII, 23).


Signo evidente de la catolicidad de la Iglesia es que esta habla todas las lenguas. Y esto no es otra cosa que el efecto de Pentecostés (cfr. Hch 2, 1-13): es el Espíritu Santo, de hecho, el que hace que los Apóstoles y toda la Iglesia sean capaces de hacer llegar a todos, a los confines de la Tierra, la Bella Noticia de la Salvación y del amor de Dios.


La Iglesia nació católica, “sinfónica”, desde los orígenes y no puede dejar de ser católica, proyectada a la evangelización y al encuentro con todos.


La Palabra de Dios hoy se lee en todas las lenguas; todos tienen el Evangelio en su propia lengua, para leerlo. Vuelvo a decir lo mismoes bueno que todos tengamos un evangelio pequeño, de bolsillo, al trabajo y durante la jornada poder leer una cita. ¡Esto nos hará bien!


El Evangelio está traducido a todas las lenguas para que la Iglesia anuncie a Jesucristo, Redentor a todo el mundo. Por eso se dice que la Iglesia es católica, es decir universal.


2. Si la Iglesia nació católica, quiere decir que nació “en salida”, que nació misionera. Si los Apóstoles se hubiesen quedado en el Cenáculo, sin salir a predicar el Evangelio, la Iglesia sería sólo la Iglesia de ese pueblo, de esa ciudad, de ese Cenáculo.


Pero todos salieron por el mundo. Desde el momento del nacimiento de la Iglesia,desde el momento de la venida del Espíritu Santo, por eso la Iglesia nació “en salida”, es decir misionera.

Es lo que expresamos cuando la calificamos de apostólica. Porque el apóstol es el que trae la Buena Noticia de la Resurrección de Jesús.

Este término nos recuerda que la Iglesia se basa en los Apóstoles y está en continuidad con ellos, son los Apóstoles los que van y fundan nuevas Iglesias, nombran obispos y por eso en todo el mundo está en continuidad.


Todos nosotros estamos en continuidad con ese grupo de Apóstoles que recibió el Espíritu Santo y después ha ido “en salida” a predicar.


La Iglesia es enviada a llevar a todos los hombres el anuncio del Evangelio, acompañándolo con los signos de la ternura y de la potencia de Dios. También esto deriva del evento de Pentecostés: es el Espíritu Santo, de hecho, el que supera toda resistencia, vence la tentación de encerrarnos en sí mismos, entre los pocos elegidos, y de considerarse los únicos destinatarios de la bendición de Dios.


Cuando, imaginemos que un grupo de cristianos hace esto: “nosotros somos los elegidos…”, al final mueren, primero en el alma y después en el cuerpo porque no tienen vida, no son capaces de generar vida, a otra gente, a otros pueblos, no son apostólicos.


Y es también el Espíritu Santo el que nos conduce al encuentro con los hermanos, también con los más distantes, en todos los sentidos, para que puedan compartir con nosotros el amor, la paz, la alegría que el Señor Resucitado nos ha dejado como regalo.


3. ¿Qué implica, para nuestras comunidades y para cada uno de nosotros, formar parte de una Iglesia que es católica y apostólica? Antes que nada significa tomarse en serio la salvación de toda la humanidad, no sentirse indiferentes o extraños a la suerte de nuestros muchos hermanos, sino abiertos y solidarios hacia ellos.


Significa, además, tener el sentido de la plenitud, de la integridad, de la armonía de la vida cristiana, rechazando siempre las posturas parciales, unilaterales, que nos encierran en nosotros mismos.


Formar parte de la Iglesia apostólica quiere decir ser conscientes de que nuestra fe está anclada al anuncio y al testimonio de los mismos Apóstoles de Jesús. Esta anclada ahí, a una larga cadena que viene de allí, y por esto sintámonos siempre enviados: sentirse mandados, en comunión con los sucesores de los Apóstoles, a anunciar, con el corazón lleno de alegría, Cristo y su amor a toda la humanidad.


Aquí quisiera recordar la vida heroica de tantos, tantos misioneros que han dejado su patria para ir a anunciar el Evangelio a otros países, continentes.


Me decía un cardenal brasileño que trabaja bastante en el Amazonas que cuando él va a un lugar, pueblo, del Amazonas, a una ciudad, va siempre al cementerio. Allí ve las tumbas de los misioneros: sacerdotes, religiosos, religiosas que han ido a predicar el Evangelio, apóstoles. Y él piensa: “todos estos pueden ser canonizados ahora, han dejado todo para anunciar a Jesucristo”.


Demos gracias al Señor porque nuestra Iglesia ha tenido muchos misioneros, tiene muchos misioneros y necesita a muchos más todavía ¡Demos gracias al Señor por esto!


Quizás entre todos los jóvenes, chicos y chicas, que están aquí algunos sienten el deseo de convertirse en misioneros. ¡Adelante! ¡Es bello llevar el Evangelio de Jesús! ¡Que sea valiente!


Pidamos entonces al Señor que renueve en nosotros el don de Su Espíritu, para que toda comunidad cristiana y todos los bautizados sean expresión de la Santa Madre Iglesia católica y apostólica. ¡Gracias!

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