"Es necesario que el hijo del hombre sea levantado para que todo el que crea en él tenga la vida eterna" nos dice San Juan en el Evangelio de
hoy. La exaltación de la cruz, fiesta que estamos celebrando, ha de ser
para nosotros ocasión para recordar y proclamar muy alto que Cristo ha
muerto en la cruz para redimirnos, y que todos los que son de Cristo no
pueden pretender otra gloria que ésta. Tengamos, pues, los mismos sentimientos que tuvo Cristo y no queramos conformarnos a este mundo.
Hermanas y hermanos:
1. Jesús nos invita a seguirlo, abrazando la cruz de cada día. "El
que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su
cruz y me siga". En la Cruz de Jesucristo Dios nos manifiesta su amor.
Saber sufrir con amor es la sabiduría de Dios. La exaltación de la santa
Cruz nos permite conocer un aspecto de su corazón, que sólo Dios podía
revelarnos: La herida provocada por el pecado y por la ingratitud del
hombre se convierte en fuente, no solo de una sobreabundancia de amor,
sino también de una nueva fuerza de vida.
2. Pero no existe solamente la cruz de Cristo, existe también nuestra cruz. ¿Cuál
es esta cruz? La muerte, la enfermedad, las numerosas heridas que el
hombre recibe en la carne y en el corazón, se convierten para las
criaturas en una ocasión para dejarse invadir más intensamente por la
vida misma de Dios. La pasión de Cristo está todo el año y todos los
días en nuestras calles, en cada hombre o mujer que sufre. En cada uno
de estos hermanos nuestros, Cristo "sufre y muere", pues se identifica
con ellos. Toda deformación y cicatriz en el rostro del hombre es
bofetada en el de Cristo. "Jesús estará en agonía hasta el fin del
mundo", decía Pascal.
3. La cruz marca surcos profundos en las espaldas y en el corazón. Lo
que cuenta no es que la cruz esté hecha a tu medida. Lo esencial es que
tú seas a la medida de Cristo. La cruz desgarra, arranca la piel,
aplasta, doblega. Esa cruz que te cae encima en el momento menos
oportuno: una enfermedad, aquel golpe cobarde que te ha venido de un
amigo, aquella frase que tenía el chasquido de un latigazo, aquella
calumnia que te ha dejado sin respiración, es "tu" cruz. Esa cruz que te
parece excesiva, y desproporcionada a tus débiles fuerzas es la "tuya".
Lo importante de la cruz es lo que señala y significa, lo que nos dice y nos recuerda; porque la cruz es una señal, la señal de los cristianos. Necesitamos recuperar el valor de la cruz. El cristiano hoy padece innumerables cruces que lo agobian y ponen en el límite su fe y esperanza.
Tengamos
siempre en nuestras casas la Santa Cruz. Un crucifijo que nos recuerde
lo mucho que Jesús sufrió por salvarnos. Y ojalá besemos de vez en
cuando sus manos y sus pies. Así lo hacían siempre los santos. Si somos
discípulos de Cristo estaremos siempre con él en la cruz.
Padre Roberto MenaST
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