Saturday, June 27, 2009

Recomendaciones para el liderazgo.

RECOMENDACIONES PARA EL LIDERAZGO A LA LUZ DEL EVANGELIO
Por Domingo Rodríguez Zambrana, S.T.


1. Evite a toda costa abanderizarse con ningún grupo particular. El ambiente de la Iglesia hoy en día está repleto de grupos, movimientos, ideologías, tendencias y mentalidades que polarizan a la comunidad cristiana. Prevalece con mayor dramatismo, la tensión entre una postura conservadora (pre-Vaticano II) y una postura liberal (modernista). Y esto en todos los renglones, desde los Obispos, Párrocos, Religioso/as y Movimientos Apostólicos. No sea ni de la derecha ni de la izquierda. Deje que la dimensión evangélica, como la de Jesús, sea la que prevalezca. Esté pendiente de no ser manipulado por aquellos que tienen el poder.

2. Cuidado con la tentación a la fama. Como servidor en el ministerio y frente a la comunidad de los fieles, necesariamente la popularidad, aclamación pública, posición privilegiada, adulación, respeto humano y el qué dirán, afectarán el comportamiento humano. Mantenga muy presente el ejemplo de Cristo Jesús, quien “como Hijo de Dios no vino a ser servido, sino a servir…” (Mt. 20/28). Esté consciente de los posibles complejos de inferioridad que podrían afectar la motivación al ministerio. Eso sería “compensación” en términos sicológicos.

3. Esté pendiente al ambiente cultural, social, político, económico y religioso del momento. El ministerio de servicio, como la misma Palabra de Dios, no existe en un vacío. Obedece y responde a la realidad concreta que identifica el contexto. Las circunstancias cambiantes de la condición humana, necesariamente impactan como se predica, se vive, se traduce y se entiende el Evangelio de Jesucristo. La conciencia colectiva y el entendido común del grupo humano a quien se sirve, son factores determinantes que deben de regular cómo servir.

4. Sea líder sin instalarse. Aquí la advertencia es la cautela que se debe de observar en evitar lo que entendemos por “instalación”. Eso es la tendencia al acomodo, a la actitud y postura de que de alguna manera el líder es mejor que sus “seguidores”. Se tiende a pensar que fue escogido por alguna grandeza personal, algún atributo exclusivo, que lo coloca por encima de los demás. Vele ante la tentación de insensibilidad frente a los que le rodean. El llamado al servicio de liderazgo viene por voluntad de Dios que escoge a quien le place, no por ningún mérito personal.

5. Atrévase a ser profundamente espiritual. Deje que la fuente de su fuerza interna sea el Espíritu Santo y su intimidad con el Señor Jesús. Su vida espiritual es determinante del testimonio creíble y persuasivo que trae al ministerio. Nadie puede dar lo que no tiene. Advierta que el ser una persona de espiritualidad profunda no implica ser de carácter pasivo. No se deje tomar como persona ingenua o incapaz. Los seguidores de Cristo no son los incautos e ignorantes, como tristemente se interpreta tantas veces.

6. Que su ministerio se caracterice por la apertura y una puesta al día. No hay duda que son muchas y variadas las exigencias que siempre son parte de las responsabilidades del ministerio. Apertura al cambio, a lo nuevo, al estudio continuo de la pastoral, la teología y la Sagrada Escritura, a los adelantos en la ciencia y tecnología son indispensables para la efectividad ministerial. Un ministro del Señor que no se ha capacitado y renovado personalmente es tan dañino como un médico que sigue recetando aspirina para un cáncer letal.

7. Supérese constantemente la tendencia al dualismo. En una espiritualidad pre-conciliar, predomina la mentalidad dualista, o sea la insistencia de separar el alma del cuerpo, el mundo y el reino, la gracia y el pecado. En una teología fundamentada en la Encarnación, el alma es la que le da vida al cuerpo que siempre es el lugar del encuentro entre el espíritu y la materia. El reino ya esta germinando en el mundo y depende del mundo. La gracia se mezcla continuamente con el pecado y prevalece por encima del pecado, por lo menos en lo innegable de la condición humana actual que nos toca vivir. Es fácil pero poco aceptable, seguir con una espiritualidad de repudio y rechazo de la condición humana. No sin embargo, si creemos en el poder de la Encarnación y la Resurrección del Hijo de Dios.

8. Trate de ser “gente puente”. Una persona líder es llamada a ser la que reconcilia, la que busca alternativas ante situaciones de enojo, incomprensión, tensión, rechazo e incidentes ofensivos. Es la que, consciente de su propia fragilidad, evita hacer juicios de los demás. La que toma la iniciativa en la búsqueda de la paz y la armonía, sin menoscabar el valor de las personas envueltas en el conflicto. Evita los simplismos sabiendo que toda situación de apuro, requiere diálogo, apertura, madurez y buena voluntad.

9. Aprenda a pedir perdón. No existen garantías en el ministerio de liderazgo, excepto la garantía de que se cometerán errores. El errar fluye del atrevimiento del riesgo. Y solo se arriesgan corazones afincados en el amor de Dios. Es la confianza de actuar con creatividad, con visión, con firmeza y ternura, sabiendo bien que Dios no le pedirá nada adonde Su gracia no le acompañe. El perdón es una decisión racional. Superando el sentimiento herido, se valora y atesora las consecuencias de la reconciliación más que el dolor de la ofensa vivida.

10. Enamórese del Amor. El liderazgo de servicio puede tener muchas motivaciones. Se sirve: por la recompensa de un buen salario; o por la satisfacción que trae el servir; o por la necesidad de ser necesitado/a; o por la obligación de un compromiso libremente hecho; o como un favor, desde un corazón generoso. ¡Y así por el estilo! La mejor motivación es la de vivir enamorado/a de Dios, quien es origen y meta de toda acción de entrega personal. Cuando el Trovador perdió su ilusión por la canción que cantaba, perdió la razón de ser de su vida.

(Ideas inspiradas en un escrito del Padre Ron Rolheiser, OMI, actual Presidente de la Escuela de Teología de los Oblatos, en San Antonio, Texas).

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