Thursday, February 21, 2008

Correccion Fraterna

El ideal del hombre que quiere ser apóstol eficaz es cultivar con la gracia las cualidades humanas: Corazón noble, ser humano, compasivo y generoso. Tener una conciencia recta, una actitud social impecable y una voluntad inflexible, decidida, firme y perseverante.
La verdad es la verdad y hemos de profesar un culto ferventísimo a la verdad, salvada siempre la prudencia y la caridad. Lo que no está bien hecho no está bien hecho aunque lo haga el más amigo que yo tenga, pero manteniendo la cordialidad y dulzura.
“Que predomine siempre la razón sobre el corazón. Así diremos las palabras convenientes y no las que halaguen o para que nos halaguen. Hay personas tan deseosas de causar buena impresión, de que se los tenga en mayor estima que aun sin darse cuenta, callan lo que deben decir o no hablan lo que deberían. Importa mucho que por nuestra acción todos sean más santos, todos vivan más plenamente la fe y practiquen más las virtudes. Que por nosotros nadie descienda en la humildad. Que ayudemos con nuestros consejos y con nuestra entereza a que los nuestros vivan mejor la caridad, la mortificación, la vocación, la obediencia, la vida cristiana. Obrar guiándose por la razón, no por el corazón; por la fe, no por el amor de la carne y de la sangre. Aunque quien pague las consecuencias sea tu padre o tu madre, tus propios familiares... o tú mismo.
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 18, 15-17
--Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. (Mateo (SBJ) 18, 15-17)
UN ACTO DE CARIDAD
Este “repréndele” es acto de caridad, por amor a un hermano, y aplicamos la corrección fraterna, porque estamos buscando su bien y lo hacemos como nos lo pide Jesus, en primera instancia, en privado y no divulgamos lo conversado. Ahora bien, si a quien queremos corregir no nos oye, nos pide Jesus aplicar la corrección con dos testigo y en último caso junto a la comunidad.
No debemos olvidar, que esta corrección fraterna, esta contenida en el mandato del servicio a los más pequeños y del perdón sin límites. También se enmarca en la condena del escándalo, como de la falta de misericordia.
Muchas veces oímos y expresamos la palabra caridad, esto nos invita a reflexionar en profundidad el significado de esta a fin de no olvidar su sentido, es una palabra muy bella, con mucho sentimiento, caridad es la actitud solidaria con el sufrimiento ajeno, es así como damos una limosna por caridad, porque queremos ir en auxilio de quien lo necesita y lo hacemos por amor a Dios. Caridad es la virtud sobrenatural infusa (gracias y dones que Dios infunde en el alma) por la que la persona ama a Dios sobre todas las cosas por si mismo (no por interés) y ama al prójimo por Dios.
La caridad no es indecorosa, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal. (Cor.1- 13,5)
UN ACTO DE AMOR FRATERNO
Toda nuestra vida, como hijos de Dios, tenemos que hacerla de la mejor forma, con y por la caridad, en ella se expresa fielmente el amor fraterno, es así como Jesús siempre nos enseña que hemos de dar y buscar el amor al prójimo.
Ciertamente, la corrección fraterna, debe efectuarse con la amabilidad con la cual la haría Cristo, no exentos de franqueza y sinceridad, pero fundamentalmente con sentimientos profundos de amor al hermano que ha caído en falta, y su fin no es otro que desear su bien, sobre todo su bien eterno.
El amor fraterno, nos debe impedir el permanecer indiferentes, es decir no nos encojamos de hombros si sabemos que alguien está en peligro porque no va por el camino justo o camina por sendas del error. No tengamos temor, es precisamente la palabra de Cristo la que nos exige a no dejar caer en falta a un hermano.
CRISTO CORRIGE A SUS APOSTOLES
Los Apóstoles convivían a diario con Cristo, eran hombres sencillos, por tantos se manifestaban tal como eran a un Jesucristo que los amaba como ama Dios, pero que vive como hombre y con un corazón humano que no pierde ocasión para corregirle y enseñarles el buen camino. Como sabemos, el Señor los quiere santos.
Cristo los corrige ante el celo y la envidia.
Juan le dijo: -- Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros. Pero Jesús dijo: -- No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. (Marcos (SBJ) 9)
Jesús no autoriza esa prohibición. Si hay una delegación suya para ello en los apóstoles, también otros pueden invocar su nombre, con reverencia, apelando a su poder, lo que no es estar lejos de su discipulado, pues, al menos, está con él. Que no se lo prohíban. Quien así obró, no sólo no hablará mal de El, sino que se aproximará cada vez más a su reino, al ver el gran signo del mesianismo y del Mesías: la expulsión y triunfo sobre Satán.
Lo que ha hecho Jesús, es hacerle ver a sus discípulos que es no partidario de los celos que ellos tienen, hoy a nosotros nos dice que no debemos confundir los intereses de El Hijo de Dios, con los nuestros. Lo que nos debe interesar es la Gloria del Señor, no la nuestra.
En efecto, en algunas ocasiones nos confundimos, estamos celosos y la verdad es que estamos envidiosos, porque nos sentimos postergados, como si estuviéramos en segundo lugar, como si otros nos opacaran y nos hacen sombra y nos duele esta situación.
Apoyar al que hace el bien.
Es importante saber ver que lo que importa en la lucha contra el mal y la maldad, sin importar quien la realiza, ni donde ni como se hace. Debemos sentirnos gozosos cuando otros están trabajando por el bien de los demás. Debemos apoyar a los que hace el bien, no envidiarlos. No debemos confundirnos, y oremos por los que en nombre del Señor trabajan por su gloria, sin preocuparnos si ellos brillan más que nosotros.
Jesucristo nos sorprende.
En otra ocasión, el Señor nos sorprende, porque reprende con dureza a Pedro. Entonces Pedro se lo llevó aparte (a Jesus) y trató de disuadirlo, (a que suba a Jerusalén) diciéndole: No lo permita Dios, Señor; eso no te puede suceder a ti. Pero Jesús se volvió y le dijo a Pedro: -- ¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!--
La respuesta de Jesús a Pedro es que no sea para El un Satanás, el gran enemigo del reino. Por eso, la proposición de Pedro, nacida de ignorancia y de afecto, era para el Señor un obstáculo de seguirla, para no cumplir el mesianismo de dolor, que era el plan del Padre. No es de extrañar en Pedro una dificultad para aceptar aquellas profecías de Jesús. Pedro conocía y confesaba la mesianidad de Jesús, pero algo deformada por los prejuicios rabínicos que el antes había oído sobre un Mesías triunfador y nacionalista, entonces no le era fácil aceptar la imagen de un Mesías doliente, humillado y crucificado por los jefes de la nación. Así es como Jesús le hace ver que habla al modo humano y, que elude el dolor.
Jesús debía padecer y morir, ese era el Plan de Dios, pero ese sufrimiento había de ser la causa de nuestra salvación. Como a Pedro, nos sucede lo mismo, el no entendía las cosas de Dios, del mismo modo, por no situarnos en el Plan del Padre, se nos hace difícil entender sus obras. Tenemos necesidad de despojarnos de los criterios del hombre y adoptar solo y únicamente el de Jesucristo.
¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?
En otra ocasión, se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. El le dijo: -- ¿Qué quieres? -- Dícele ella: -- Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino. -- Replicó Jesús: -- No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? -- Dícenle: -- Sí, podemos. -- Díceles: -- Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre. Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. (Mateo (SBJ) 20)
La ambición que reflejan aquí los dos apóstoles está en la misma línea de incomprensión de un Mesías doliente y de su reino espiritual. En este fragmento de san Mateo, la petición la hace Salome, la madre de Santiago y Juan. Para ellos se pide los dos primeros puestos en su reino. Se lo concibe como terreno. La petición no miraba sólo a los puestos de honor, sino también a los de ejercicio y poder. Estos dos puestos correlativos de su derecha e izquierda eran los dos primeros puestos de una serie. Santiago y Juan, son primo de Jesús y quieren hacer prevalecer este parentesco.
En la respuesta de Cristo les corrige el enfoque de su concepción terrena del reino. Este es de dolor. ¿Podrán ellos “beber el cáliz” que a El le aguarda de su pasión?, la pregunta es un contexto lógico, para precisarles bien la naturaleza del reino. El martirio — testimonio — estaba bien experimentado en la Iglesia a esta hora.
A la pregunta que les hace Jesucristo si estarían dispuestos a beber este “cáliz” y a sumergirse, como El en este dolor, le respondieron que sí. No era una respuesta de fácil inconsciencia. Y Cristo les confirma, con vaticinio, este martirio de dolor. De hecho, Santiago el Mayor sufrió el martirio sobre el año 44, por orden de Agripa I (Act 12:2), siendo decapitado. Juan murió en edad muy avanzada (Jn 21:23), de muerte natural. Pero, antes de ser desterrado a la isla de Patmos, sufrió el martirio, pues fue sumergido en una caldera de aceite hirviendo, de la que Dios le libró milagrosamente.
Quedaba con ello corregido el erróneo enfoque sobre la naturaleza de su reino. Y les aprobaba su coraje cristiano, cuyo ímpetu se refleja en otras ocasiones. Pero había en esta petición un plan más profundo del Padre que no competía a Jesucristo el cambiarlo; había en todo ello una “predestinación”: Dios dispone libremente de sus dones: de la donación gratuita de su reino y de los puestos del mismo.
Observamos que los Apóstoles conocen, riguroso, el rostro amable de Jesus, cuando debe corregirles; lo bello es que además conocen el cariño que incluye a sus lecciones. En efecto, Jesucristo reprende movido por el amor.
Jesus, es el Buen Pastor, vigila los caminos de su rebaño para que estén pastos seguros, para que vayan por senderos peligrosos ni pasten en malos pastos, por tanto sus ovejas saben que están en manos confiables. Ese el ejemplo que debemos seguir para corregir fraternalmente a nuestros hermanos, atentos, pero con mucho cariño.
CUIDADO CON CONFUNDIRSE
Corregir por amor.
A menudo sucede que nos confundimos en el concepto de la corrección fraterna, y esta se extiende mas allá de lo que nos pide el Señor, y en vez de corregir, solo causamos heridas y dolor, por tanto debemos ser muy prudentes al hacerla, es decir esta debe hacerse siempre con caridad y como respuesta a cariño que tenemos a quien se la pedimos.
Nos enseña San Agustín: corregir por amor; no con deseos de hacer daño, sino con la cariñosa intención de lograr su enmienda Si así lo hacemos, cumpliremos muy bien el precepto: "si tu hermano pecare contra ti, repréndelo estando a solas con él" ¿Por qué lo corriges? ¿Porque te apena haber sido ofendido por él? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor propio, nada haces. Si es el amor lo que te mueve, obras excelentemente. Las mismas palabras enseñan el amor que debe moverte, si el tuyo o el suyo: "si te oyere -dice- habrás ganado a tu hermano" Luego has de obrar para ganarle a él. (Sermo 82, 4.)
La corrección fraterna no debe tener sentimientos de envidia.
A muchos les gusta ocupar los primeros puesto y sentirse más que los de atrás, pero mayor falta tiene aquel que se siente envidioso por no estar delante. La envidia produce un sentimiento de disgusto a quien la siente, le quita paz en el corazón y es atrapado por el rencor consigo mismo por no lograr lo que tiene otro.
Es así como la envidia es entristecerse por el bien ajeno. Es un mal desde todo punto de vista censurable. Es una costumbre difícil de comprender, y nos aterroriza que nos atribuyan ser poseedor de ese defecto. La envidia destruye el corazón de quien la padece y por tanto no puede gozar de la felicidad que debiera.
El envidioso, no disfruta de la vida, por estar pensando que su prójimo esta disfrutando algo más que él. Pero lo más triste, es el sufrimiento que siente por la felicidad ajena. El envidioso desprecia el éxito de los demás, y esta convencido que se las están quitando injustamente a él.
Por los labios del envidioso, siempre esta el desprestigio de los que se destacan, siempre están echando a tierra a todo el que sobresale. Pero además, invita a los otros a pensar mal del modo como ha tenido éxito cierta persona. Es así como el envidioso critica duro y sin fundamento al que es admirado por alguna cualidad.
La corrección fraterna, debe llevar implícita la generosidad.
Nuestra actitud cristiana, debe ser espejo del carácter de Nuestro Señor Jesús, debe tener incluida toda la generosidad que tiene el corazón de Cristo. Si le amamos, debemos dar testimonio con nuestra conducta, para que más hombres se entusiasmen seguir a Jesús. Si mostramos una actitud digna de ejemplo, si entre nosotros nos tratamos como si estuviéramos tratando con Cristo, no me cabe la menor duda que más hombres buscarían sentirse nuestro prójimo de la forma como nos enseña el Señor.
Si mostramos egoísmo, ¿Cómo podemos al mundo que queremos atraer convencer del gran amor de Dios? ¿Cómo podemos explicar la generosidad de Dios? “Porque de tal manera Amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3,16)
Estábamos en un mal camino, habíamos condenado nuestra existencia a unas tinieblas, sin embargo a través de Jesús, hoy recibimos la vida eterna y vida abundante. Por la generosidad de Dios, fuimos rescatados de una vida sin esperanza, por el sacrifico de Jesucristo nos fueron perdonados nuestros pecados, fuimos sanados de nuestras enfermedades y fuimos liberados del mal. Esa es la gran generosidad del corazón de Dios. A nosotros nos compete demostrar lo mismo.
“Por tanto, sed imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5,1),
Dios es generosidad, es el corazón de Dios. A Dios, se le habita en el corazón, ese es su lugar preferido, por lo tanto la generosidad debe comenzar en nuestros corazones.
Al corregir, cuidémonos de no juzgar.
El pecado más grande que cometemos, es juzgar al prójimo, ¿existirá algo peor?.. Si tenemos la convicción de que Dios habita en el corazón de los hombres, ¿Quién es el más próximo a nosotros? Para algunos el pecado es la infracción a la Ley, pero no es solo eso, sino el rechazo de la voluntad de Dios, el vivir a espaldas de Dios, la disposición mental que lleva al pecador a hacer la propia voluntad en oposición a la de Dios. ¿Hay algo que moleste más a Dios que oponerse a su voluntad? ¿Tiene derecho el hombre asumir la responsabilidad de Juzgar a su prójimo?
Que fácil es criticar, juzgar y de esta forma llegar a despreciar a los demás. Se critica censurando negativamente a las personas y sus actos, se juzga a las personas valorando sus acciones o sus condiciones y se emite un dictamen o sentencia sobre ellas pensando que se tiene autoridad para ello, desde allí, el desprecio al criticado y juzgado es el paso siguiente. Sin embargo juzgar es un pecado grave. Jesucristo mismo ha dicho: Hipócrita, sácate primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver claro para sacar la paja del ojo de tu hermano (Lc 6, 42). Las faltas y los pecados que más conocemos íntimamente, son los nuestros, y nosotros sabemos mejor que nadie lo soberbios que somos. También sabemos cuales son las cosas buenas que hacemos. Así mismo, conocemos el fariseo que llevamos dentro.
El fariseo que oraba y agradecía a Dios por sus buenas acciones; (Lc 18-11): --OH Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano---. El no mentía, decía la verdad; pero no es por eso por lo que fue condenado. En efecto, debemos agradecer a Dios por cualquier bien que podamos realizar, puesto que lo hacemos con su asistencia y su ayuda. Luego, no fue condenado por haber dicho: no soy como demás hombres ni fue condenado cuando, vuelto hacia el publicano, agregó: ni como ese publicano. Sin embargo el fue culpable, porque juzgaba a la persona misma de ese publicano, la disposición misma de su alma, en una palabra su vida entera. Y así Jesús nos dice; “Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no”
Entonces no existe nada más grave, que juzgar o despreciar al prójimo. ¿Por qué mejor no nos juzgamos a nosotros mismos, ya que conocemos íntimamente nuestras faltas, pecados y defectos, de los cuales sabemos que deberemos rendir cuenta a Dios? ¿Para que pretender hacer lo que le corresponde a Dios al juzgar a los hombres? ¿A caso, a nosotros nos corresponde autorizar o cerrar las puertas del cielo a los hombres?
Si bien es cierto nosotros hacemos bien en llevar el mensaje de salvación a nuestro prójimo, es una preocupación muy agradecida, tenemos que preocuparnos por nosotros mismos, por nuestras faltas, nuestras propias miserias. Sólo a Dios le corresponde el juzgar, hacer justicia y condenar. El conoce el estado del alma de cada uno, El sabe de nuestras fuerzas, a El le consta nuestro comportamiento, El sabe cuales son nuestros dones, y nos va a juzgar a cada uno de forma diferente.
LA CORRECCIÓN FRATERNA, NO ES UN JUICIO
La corrección fraterna, no es un juicio, es una observación, un consejo de profundo amor y delicadeza, un deseo verdadero de salvar al hermano, buscando que esta se transforme en delicada fraternidad, donde este presente el amor para oír y comprender.
No debemos ser autoritarios para corregir, tampoco debemos hacerla con hipocresía ni escudándonos en frases de buena crianza, algo que es habitual, comenzamos disculpándonos por hacerla, algo que no hace falta.
No debemos tratar de deshogarnos, solo buscar el bien del hermano. Tampoco es buena la actitud paternalista ni menos la que se hace por sentirse con el derecho o el poder de corregir, sino que por amor.
Tampoco debemos caer en el hecho de que nos sentimos mejor que el hermano que estamos corrigiendo, es decir es bueno tener siempre presente que yo tampoco puedo tirar la primera piedra; y que si corrijo al hermano es por hacerle el regalo de un sentimiento mío negativo que me cuesta expresar (me resultaría más cómodo y fácil callar), pero que, al compartirlo aclarará nuestra relación y estrechará, a la larga, lazos más fuertes.
Debemos cuidarnos de no decir tu siempre haces esto, tu tiene que hacer esto otro, o tu tienes que actuar de esta manera, es mejor, siempre que sea así de sincero, “me causa dolor cuando te veo en esta actitud o sufro porque te veo caer en tal cosa, a fin de mostrar verdadera inquietud por el hermanos que deseamos ayudar a corregir.
CUALIDADES HUMANAS
Nos aconseja el Padre Jesus Marti Ballester sobre las cualidades humanas que debemos tener-
Actuar siempre con prudencia
La virtud de la prudencia que es un arma de combate indispensable. Prudencia en las obras. Prudencia en las palabras. Éstas salen sin darse cuenta. Cuando te has descuidado, ya te has comprometido. Y después será difícil reparar los daños.
Saber dialogar con sensatez.
Aunque el diálogo noble siempre enriquece, las discusiones siempre son peligrosas, por eso no las aceptes en ningún terreno: ni moral, ni dogmático, ni de crítica. No los has de convencer y perderás el tiempo y la paz. Y, a lo mejor, dices cosas que no debes.
Cuidado con los líos: que éste me dijo, que el otro le contó, que dijeron ayer... Hay que huir de eso, como de la culebra. Hay que huir del enredo, del chisme, de la soplonería; ¡cuántos malos ratos se pasan en el mundo por esta causa!
Cuando sea necesario advertir algo, hay que encomendarlo a Dios y buscar el momento oportuno.
Actuar con sensibilidad.
Pero no sólo hay que cultivar la voluntad y la inteligencia. También hay que mimar la sensibilidad de la cual nace la elegancia. Hay una elegancia física y hay una elegancia espiritual, moral.
La elegancia espiritual, delicadeza de alma, es enemiga de lo grosero y bajo, de lo que degrada el pensamiento, la imaginación, la memoria, los sentidos, el corazón.
La elegancia espiritual nada huye tanto como lo vulgar; en el lenguaje, en las maneras, en las acciones.
Esta elegancia espiritual se confunde con el señorío moral, la aristocracia interior y la delicadeza de alma. Puede hallarse entre los pobres y entre los ricos. Como también entre unos y otros puede ser cultivada su contraria.
La manifestación del alma en su faceta más sonriente tanto tiene lugar en privado como en público. San Francisco de Sales, el dulce Obispo de Ginebra, en la soledad de su aposento edificaba por la realeza de su porte, ¡Y estaba solo! Lo dice quien lo espió.
¿No será un bello sueño ser un alma delicada? ¿De las que aman apasionadamente todo lo que es bello Y noble Y grande Y generoso?
Esa alma distinguida sabe adivinar las llagas más secretas, los secretos más amargos. Pero les lleva consuelo; sobre esos corazones en otoño, o en crudo invierno, destila bálsamo reconfortante.
¿Quién, si no el alma aristócrata, sabe intuir que tal palabra producirá pena y la callará Y que esa frase dará consuelo y la dirá?
Almas delicadas, creced Y multiplicaos, llenad la tierra, para que cese la noche de la vulgaridad y amanezca la primavera de la bondad.
CAMINOS DE LUZ
Pero Dios quiere salvarnos, y para ese fin esta vida es la prueba que hay que superar. Perseverancia en acoger la semilla para que rinda fruto de buenas obras.
La vida cristiana se reduce a dejarse trabajar el corazón por Dios, para que, convertido en tierra buena, sea capaz de recibir la semilla de su Palabra, semilla viva y poderosa; para que una vez la semilla en el surco vaya transformando la vida antigua hasta que llegue la sementera de frutos espléndidos de una sobre-naturaleza no viciada ni bastardeada. ¡Pero cuánto esfuerzo es preciso para soportar los aguaceros, y las escarchas, el calcinador sol de fuego y la humillación suprema del grano que se pudre sin quejas! Es más fácil chillar, pero es más eficaz perseverar. Es más cómodo tirarse en el surco que enterrarse en él. Pero sólo dan fruto los que perseveran en medio de las tormentas, en el fragor de las persecuciones.

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