Monday, January 22, 2007

Una moral a mi medida


de Padre Roberto Mena, ST

Hoy en día, las personas que son firmes y creen que existen los valores universales, normalmente son atacadas y confundidas, a tal grado, que a veces les lleva a sentirse incómodas o hasta intransigentes con las opiniones de los demás….

“Al mismo tiempo, la conciencia de cada cual en su juicio moral sobre sus actos personales, debe evitar encerrarse en una consideración individual. Con mayor empeño, debe abrirse a la consideración del bien de todos según se expresa en la ley moral, natural y revelada y consiguientemente en la ley de la Iglesia y en la enseñanza autorizada del Magisterio sobre las cuestiones morales.” [1]

Creo firmemente que uno de los graves problemas que enfrentan nuestra sociedad contemporánea es justamente el relativismo moral. Vemos cada vez con más frecuencia que el mundo se va dividiendo rápidamente en dos bandos: los que creen que todo es relativo y los que creen que no todo es relativo, sino que existen principios morales objetivos, universales y absolutos, principios que gozan de existencia propia y que son aplicables a todos los seres humanos, bajo cualquier circunstancia o en cualquier lugar.

Pero, a fin de cuentas, ¿qué es esto del relativismo?. El relativismo, consiste en una postura que dice que la verdad de todo conocimiento o principio moral depende de las opiniones o circunstancias de las personas. Como estas son cambiantes, ningún conocimiento o principio moral es verdadero.

El relativismo en cuanto al conocimiento de la realidad, se traduce en un agnosticismo (que es la negación o la puesta en duda de la capacidad del ser humano de conocer la verdad objetiva); y en cuanto al conocimiento de la moral, se convierte justamente en un individualismo o subjetivismo.
“Pero hay muchas cosas en esta vida, que no son relativas, valores fundamentales innegables: como la vida humana, la fe, el derecho a libertad, la búsqueda de la paz y de la verdad……” [2]

Para un relativista, todas las opiniones emitidas por las personas, tienen el mismo grado de validez, sean verdaderas o falsas. Apelando a la “tolerancia”, creen que pueden aceptar como viable y respetar toda opinión emitida. Es como la religión del olvido de la verdad. Es ir por la vida sin tener certezas sólidas sobre todo lo que nos acontece en nuestro diario actuar.

Si analizamos un poco esta postura, vemos la falta de congruencia total que existe, ya que no se parte de un hecho objetivo, sino de la percepción (subjetiva) de las personas. Hay un dicho que me parece muy cierto: “todo depende del cristal con que se miren las cosas”.

Cada persona puede dar una interpretación muy distinta de una misma realidad de acuerdo a su entorno, a sus características y vivencias personales. Independiente a esa interpretación, existe una realidad objetiva y universal sobre cada cosa, que permanece y que proviene de la misma naturaleza del ser humano. Protágoras sostiene la tésis de que “El hombre es la medida de todas las cosas…”

Con ello dio inicio al relativismo intelectual, en donde no son las cosas-la realidad, las que posee su propia medida, su propio ser, sino que es el hombre quien determina dicha medida y verdad. Lo grave de esta postura es justamente que se pierde entonces la dimensión objetiva, trascendente y universal de la verdad. Cada uno de nosotros podemos tener entonces nuestra propia verdad?.

“Santo Tomás Moro, supo testimoniar hasta el martirio la inalienable dignidad de la conciencia”. [3] El relativismo busca, en palabras sencillas, hacer del hombre el centro del universo y pretende adaptar la verdad a la conveniencia del momento.

Vivimos desafortunadamente inmersos en un mundo tan superficial, dónde los valores fundamentales son el materialismo, el hedonismo, el placer y hay que evitar a toda costa todo aquello que nos cueste trabajo, que implique sacrificios, que nos mueva la conciencia, que nos duela internamente.

Queremos vivir en una sociedad que se acomode a nuestras propias necesidades y lo grave de todo esto, es que vivimos un individualismo y subjetivismo total. Queremos alejar en lo posible el sufrimiento de nuestras vidas y no caemos en la cuenta de que el sufrimiento mismo es parte esencial del hombre. Cuantas personas conocemos que viven al margen de Dios, como si Él no existiera.

“En lo más profundo de su conciencia, el hombre descubre la existencia de una ley que él no se dicta, a la cual debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y evitar el mal”. [4]

Recordemos que la verdad es objetiva y universal y es justamente por esto mismo que muchas veces es incómoda para personas que pretenden subsistir sin una moral. Lo más preocupante de todo esto es que actualmente hay miles de seres humanos que se dicen conservadoras, pero que comienzan a aceptar principios éticos relativistas.

Vamos permitiendo sin querer que nuestra conciencia se deforme o, lo que es peor, que se vuelva totalmente laxa, a tal punto que ya no nos percatamos en muchas ocasiones que un acto está mal en verdad porque tratamos de justificar todas nuestras acciones. Es más fácil hacer esto que reconocer nuestros propios errores.

La ley moral natural es una gracia de Dios que le da al hombre desde que nace y que va descubriendo poco a poco; la lleva en su corazón. Tiene las mismas características de la ley eterna: universalidad, inmutabilidad: abarcan a todos los hombres por el hecho de ser hombres y no cambian con el paso del tiempo. Esto es tan evidente que me parece asombroso que hoy en día exista tanta duda al respecto. No podemos olvidar que el ser humano es un ser tanto material como espiritual, tiene inteligencia, voluntad y libertad, por lo que necesita para su pleno desarrollo bienes tanto materiales como espirituales.

Los grandes adelantos en la medicina y de la ciencia actualmente han permitido alcanzar objetivos que sacuden en muchas ocasiones la conciencia de las personas e imponen la necesidad de buscar soluciones capaces de respetar, de manera coherente y sólida, los principios éticos que son inmutables y que permanecen siempre.

Recordemos que no todo lo médicamente viable es éticamente posible. Nuestro punto de partida debe ser siempre la persona humana, en su esencia de ser, es ahí dónde radica su dignidad de persona. La Iglesia nos enseña, que la auténtica libertad, no existe al margen de la verdad. Una va de la mano de la otra siempre. “Verdad o Libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente”, como decía Juan Pablo II.

En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

[1] Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica. Juan Pablo II No. 2039. Pág. 564. 3ª. Parte. I La vida moral y el Magisterio de la Iglesia.
[2] Miguel Carmena Laredo. El amor es más Fuerte, pág. 5 Editorial Diana
[3] Juan Pablo II, Carta Encíclica Motu Propio. N. 1, AAS 93 (2001) 76-80
[4]Concilio Vaticano II. IV Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual. 1ª. Parte La dignidad de la persona humana. Pág. 146

1 comment:

Anonymous said...

Coincido... en estos tiempos hay gran confusión debido a que no hay una base de verdad. Cualquiera que afirme tener la razón es tachado de fundamentalista, autoritario y represor.

Pareciera que tener principios, es decir, creencias básicas de religion es hoy en dia un pecado.

Y como dices en parte del artículo. Es triste que hasta nosotros mismos, los conservadores católicos caemos en algunas ocaciones en el mismo relativismo.

Saludos.