Tuesday, October 17, 2006

LOS DISCURSOS DE BENEDICTO XVI EN BAVIERA


Por P. Roberto Mena, S.T.

Muchas de las intervenciones del Santo Padre Benedicto XVI durante su viaje a Baviera del pasado 9 al 14 de septiembre han estado dedicadas a la verdad, a partir de una pregunta varias veces presente en los discursos y en las homilías del Pontífice: ¿el cristianismo puede resultar todavía razonable a los ojos del hombre de hoy? ¿La fe «es algo razonable»?, se preguntó en la homilía en el Islinger Feld la mañana del 12 de septiembre [publicada íntegramente en Zenit.org el 13 de septiembre. Ndt.]. De hecho Occidente parece tener un «defecto de oído» y lo que se dice de Dios «parece pre-científico, ya no parece adecuado a nuestro tiempo», dijo en la explanada de la Neue Messe en Munich [Nueva Feria de Munich] durante la misa del domingo 10 de septiembre [publicada íntegramente en Zenit.org el 15 de septiembre. Ndt.].

Según Benedicto XVI, aclarar la relación del cristianismo con la verdad, y por lo tanto con la razón, es importante ante todo para poder evangelizar de nuevo Occidente –Europa sobre todo-, pero es igualmente importante para una relación con todas las religiones en una relación de diálogo, de recíproco respeto y de tolerancia. Los dos aspectos hay que afrontarlos separadamente, si bien están unidos entre sí.

El Cristianismo comporta la fe en la Razón Creadora y no en la Irracionalidad. En el Islinger Feld el Santo Padre se hizo una pregunta -«¿Qué existió primero?»- e indicó las dos posibles repuestas: «La Razón creadora, el Espíritu que obra todo y suscita el desarrollo, o la Irracionalidad que, carente de toda razón, produce extrañamente un cosmos ordenado matemáticamente, al igual que el hombre y su razón». Esta segunda respuesta es, sin embargo, ilógica, en cuanto que nuestra razón sería sólo el fruto casual de la evolución y, por lo tanto, fruto de un proceso irracional.

La fe cristiana, concluye Benedicto XVI, cree «que en el origen está el Verbo eterno, la Razón y no la Irracionalidad». El mismo concepto es subrayado en la Lectio magistralis en la Universidad de Ratisbona [publicada íntegramente en Zenit.org el 13 de septiembre. Ndt.], una lección universitaria rica, compleja y dirigida a personas cultas, de la cual no se deben extrapolar ni descontextualizar frases, so pena de incomprensibilidad de todo el discurso. «No actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios»: esta afirmación del Santo Padre tiene como polo polémico la auto-reducción de la razón occidental.

El cristianismo ya no es racional a los ojos del hombre occidental porque éste ha elaborado una razón reductiva, positivista, que considera verdadero sólo lo que es matemático y experimental. En el Discurso a los hombres de ciencia en la Universidad de Ratisbona, el Papa describió este tipo de racionalidad y denunció sus límites. Si actualmente en Occidente «sólo la certeza que resulta de la sinergia entre matemática y empirismo puede ser considerada como científica», entonces se comprende dónde nace el «defecto de oído» respecto a la llamada de Dios.

La razón positivista occidental circunscribe de manera drástica nuestra relación con la realidad y es incapaz de abrirse a la racionalidad de la fe, que implica un impulso metafísico. En el Aula Magna de la Universidad de Ratisbona, de hecho, el Papa dijo que hay necesidad de «ampliar nuestro concepto de razón». Esto es de crucial importancia también para el diálogo con las religiones, porque la razón positivista y las formas de filosofía de ella derivadas presumen de ser universales y, por lo tanto, de imponerse, mediante el desarrollo técnico, a toda la tierra.

Actuando así, sin embargo, impiden el verdadero diálogo entre las culturas y entre las religiones. Nace de ahí «un cinismo que considera la mofa de lo sagrado un derecho de la libertad y eleva la utilidad a criterio supremo para los futuros éxitos de la investigación»; así se expresó el Papa en la Neue Messe de Munich el 10 de septiembre. Criticando la «mofa de lo sagrado» el Santo Padre no se refiere sólo al escarnio del cristianismo, sino de toda religión. «La tolerancia que necesitamos con urgencia –continuó Benedicto XVI en aquella ocasión- incluye el temor de Dios, el respeto de lo que es sagrado para el otro».

De esta manera, Benedicto XVI critica la arrogancia de una razón occidental reducida a técnica y subraya la tolerancia y el diálogo fundados en el respeto recíproco entre las religiones. De hecho, también en la Universidad de Ratisbona, el Santo Padre dijo que «las culturas profundamente religiosas del mundo ven esta exclusión de lo divino [exclusión provocada por la razón positivista] de la universalidad de la razón como un ataque a sus más profundas convicciones. Una razón que es sorda a lo divino y que relega la religión al ámbito de las subculturas es incapaz de entrar en el diálogo de las culturas».

En Munich, el 10 de septiembre, el Papa había expresado el mismo concepto: «Las poblaciones de África y de Asia ciertamente admiran las realizaciones técnicas de Occidente y nuestra ciencia, pero se asustan ante un tipo de razón que excluye totalmente a Dios de la visión del hombre». Y concluía: «La verdadera amenaza para su identidad no la ven en la fe cristiana, sino en el desprecio de Dios». Ninguna religión tiene nada que temer de la Religión católica y de su Papa, porque el verdadero enemigo de todas, el más insidioso y solapado, es el paradigma ético-cultural de una razón sin Dios que, aún fascinando por sus éxitos científicos y técnicos, amenaza –favorecido en esto por los actuales procesos de globalización–, con su forma de proponerse a partir del etsi Deus non daretur [«como si Dios no existiera». Ndt.], el patrimonio religioso de toda la humanidad.

Este paradigma hay que afrontarlo sin cultivar pensamientos o proyectos de enemistad ni violencia, con serena y consciente calma y con argumentos persuasivos de una razón que encuentra la verdad de su expresión en la relación con la fe en Dios. Ninguna religión tiene, por lo tanto, nada que temer de la Religión católica ni de sus miembros, que, fieles al Amor Trinitario, diariamente se dedican a la oración, a cultivar la esperanza para sí y para los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que viven un amor incondicional con innumerables obras de caridad a favor de la inmensa humanidad marcada por la injusticia social, por la pobreza y por la falta de dignidad, que aman y cultivan el encuentro, el diálogo y la amistad con los creyentes de las otras religiones y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

No siempre este testimonio suyo de amor a Dios y al prójimo es aceptado y acogido: todos pueden constatar fácilmente que muchos cristianos, de manera creciente y en distintas partes del mundo, son, al día de hoy, obstaculizados y perseguidos hasta el martirio, pero felices de dejarse matar antes que renunciar a Dios y a Su amor. Con el discurso en la Universidad de Ratisbona, del todo centrado en la relación entre la fe y la razón por cómo se ha desarrollado en el contexto histórico de la cultura moderna de Occidente, el Santo Padre no sólo se ha hecho defensor de las buenas razones del cristianismo, sino, de hecho, también de las de todas las religiones y del patrimonio religioso más auténtico de la humanidad.

Si, bajo la presión mediática e instrumentalizaciones políticas e ideológicas orquestadas que han proporcionado interpretaciones desviadas del discurso de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, algún creyente de otra religión se ha sentido ofendido, a estos se les ofrece la plena seguridad de que las intenciones y la voluntad del Papa estaban y siguen estando inspiradas por los sentimientos del respeto y de la amistad cristianos para todos los fieles sinceros de las otras religiones.

Haber recalcado, por parte del Santo Padre, la relación entre el cristianismo y la verdad, por lo tanto, no cierra, sino que abre un diálogo más profundo con las demás religiones porque –retomando aquí un pasaje de un libro escrito por el actual pontífice cuando era cardenal- «cuando la verdad se hace don, todos quedamos fuera de las alineaciones, de aquello que separa: se presenta entonces un criterio común que no violenta ninguna cultura, sino que lleva a cada una a su propio corazón, porque cada una, en última instancia, es expectativa de la verdad» (J. Ratzinger, Fede Verità Tolleranza. Il cristianesimo e le altre religioni, Cantagalli, Siena 2003, p. 69).


En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

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