Monday, April 22, 2013

Las dimensiones del sacerdocio

La consagración sacerdotal supone una nueva configuración con Cristo, Cabeza y Pastor. Dice Pastores dabo vobis: “Es esencial (...) que el sacerdote renueve continuamente y profundice cada vez más la conciencia de ser ministro de Jesucristo, en virtud de la consagración sacramental y de la configuración con Él, Cabeza y Pastor de la Iglesia” (PDB 25). Esta nueva identidad añade dimensiones propias, exigencias propias y medios propios a la común espiritualidad cristiana, pero no la sustituye. Por eso, vamos a recorrer los cuatro puntos que hemos visto, añadiendo lo específico de la vocación sacerdotal.
1.1. La caridad sacerdotal (la generosidad y el don de sí)
El sacerdote tiene exigencias y modos propios de vivir la caridad con Dios y con el prójimo. Con Dios, puede sentir más intensamente la filiación divina. Como Cristo está llamado a cumplir con más amor y abnegación la voluntad del Padre: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34).
En cuanto a la caridad con los demás, el sacerdote está constituido ministro de la caridad. Como parte del munus regendi, le toca, primero, fomentar la caridad y la comunión dentro de la Iglesia. En primer lugar, la comunión radical en el Espíritu Santo; la comunión en la fe, en los sacramentos, y en el régimen. El sacerdote debe vivir la comunión con su obispo y sus hermanos en el presbiterio, con los fieles que tiene encomendados; y ser un apóstol de la comunión, constructor de unidad, según una verdadera “eclesiología de comunión”. No se trata de una cuestión teórica, sino de difundir el amor y la acción del Espíritu Santo.
Con el corazón de Cristo preocupado por las muchedumbres y las personas (Mc 6,34), el sacerdote debe cuidar a quienes tiene encomendados; abierto a todos los hombres; y de manera particular, a los más necesitados.
Esto, ciertamente, es mucho más de lo que se puede pedir a una persona. Hay que tenerlo presente en la formación. No es cuestión de esfuerzo, aunque hace falta esfuerzo para secundar los impulsos del Espíritu. Es cuestión de amor. De un amor que se recibe y que se acepta y al que se sirve. No basta el sentido de responsabilidad. Hace falta realmente ser movido por el Espíritu Santo. Y esto pertenece a lo más íntimo de la persona, a su trato con Dios. Desde fuera, sólo se puede proponer esa entrega, facilitar el ejemplo de los santos (y el propio testimonio) y también señalar lo que estorba. Esta donación de sí cuesta, pero, al mismo tiempo, llena de gozo y ayuda mucho a la perseverancia, porque permite gustar en esta tierra los dones del cielo.
Entre las muchas riquezas espirituales del celibato sacerdotal, está el que es una entrega “propter regnum caelorum”, para una mayor dedicación a las tareas de la Iglesia. Las energías y el cariño santo que un padre de familia pone en sacar adelante a los suyos, el sacerdote lo pone en la vida de la Iglesia y en la atención de los que tiene encomendados. A pesar de la fragilidad humana, es evidente el fruto que esta entrega de millones de personas, desde hace dos mil años, ha tenido en la vida de la Iglesia y en la historia de la humanidad. Hay que dar muchas gracias a Dios y velar por este don.
1.2. La conversión sacerdotal
El sacerdote debe convertirse moralmente en Cristo, como ha sido convertido sacramentalmente. Por una parte, es un hombre como los demás, con las mismas tentaciones de la concupiscencia de la carne, de la concupiscencia de los ojos y de la soberbia de la vida (cfr. 1 Jn 2,16). Por otra parte, tiene más motivos y más ayuda de la gracia para configurarse con Cristo.
Sus respuestas a la triple concupiscencia deben tener la radicalidad de las respuestas del Señor cuando fue tentado. Esa radicalidad es testimonio del Reino de Dios, que no es de este mundo. Así en la sobriedad, y en la pobreza, y también en la castidad vivida con el don del celibato, que ya hemos mencionado y que tiene exigencias propias, para cuidarlo como un don.
¿Y cómo se puede dar formación espiritual en este aspecto? Enseñando la teoría, proponiendo el ejemplo de los santos. También concretando, porque cada uno tiene que concretar su lucha, lo que tiene que adquirir y lo que tiene que dejar. Esto se puede y se debe enseñar en una dirección espiritual confiada; con una atención personal y continuada, especialmente en el periodo de formación. Pero es tarea de toda la vida.
Para su lucha espiritual y conversión en Cristo, el sacerdote tiene los mismos medios que los demás y algunos propios: confiar en la gracia de Dios, acudir a los sacramentos, examinar la conciencia para conocerse bien, huir de las tentaciones, practicar la sobriedad y dominio de sí; y, además, ser hombre de oración y de trabajo, como vamos a ver a continuación.
1.3. La oración sacerdotal
El sacerdote, como ministro de Cristo, y como intermediario entre Dios y su pueblo, está constituido, tiene que ser un hombre de oración. Preside la oración del pueblo cristiano a Dios; y reza en nombre de todos. Y se hace hombre de oración si vive auténticamente la Plegaria Eucarística y la Liturgia de las Horas.
Esto no sustituye sino que reclama la oración mental, como no dejan de recordar todos los textos citados, inspirándose en el ejemplo de Jesucristo sacerdote. Sin oración personal, la vida sacerdotal no madura: la caridad con Dios y con el prójimo se debilita, falta profundidad y exigencia para la propia conversión, y faltan luces para alimentar la catequesis y la predicación; para aconsejar y alentar a los demás cristianos; y para responder adecuadamente a los acontecimientos.
En particular, necesita meditar en la presencia de Dios la Palabra de Dios, de la que ha sido constituido heraldo y mensajero. Necesita hablar con Dios para poder hablar de Dios (PDB 26). Lo que predica y enseña debe venir del Señor. No debe predicarse a sí mismo sino al Señor. Por eso, todo lo que enseña y predica a otros, se lo enseña y predica también a sí mismo.
La vida de oración tiene otros medios. “Es necesario —dice el Directorio— que el sacerdote organice su vida de oración de modo que incluya: la celebración diaria de la eucaristía, con una adecuada preparación y acción de gracias; la confesión frecuente, y la dirección espiritual ya practicada en el Seminario; la celebración íntegra y fervorosa de la liturgia de las horas, obligación cotidiana; el examen de conciencia; la oración mental propiamente dicha; la lectio divina; los ratos prolongados de silencio y de diálogo, sobre todo, en ejercicios y retiros espirituales periódicos; las preciosas expresiones de devoción mariana como el Rosario; el Vía Crucis y otros ejercicios piadosos; la provechosa lectura hagiográfica”.
Dicho así, rápidamente, pueden parecer demasiadas cosas. Pero la formación espiritual consiste en integrar, poco a poco, estos medios, con su lógica propia, sobre todo en los candidatos al sacerdocio. Alentando la piedad, que es el amor de Dios que lo alimenta todo. Cuando se experimenta de qué manera ayudan y encienden, se usan con más facilidad y gusto.
1.4. El trabajo sacerdotal
Este aspecto puede parecer más propio de los laicos, pero no es así. El ministerio sacerdotal es más que un simple trabajo, pero también, en muchos aspectos, es un trabajo y hay que hacerlo al menos con el mismo sentido de responsabilidad, la misma dedicación, la misma competencia profesional, y la misma disciplina, con que los cristianos laicos sacan adelante sus responsabilidades familiares y sociales. Y también con el espíritu cristiano y el deseo de servir a Dios que mueve a los buenos cristianos.
El activismo es un frecuente defecto en la vida sacerdotal y es un peligro porque vacía, agota y mundaniza a los sacerdotes. Pero también puede ser un defecto la pereza y el desorden. Generalmente, el sacerdote depende sólo de sí mismo para la organización de su vida diaria. Esto es muy bueno, porque así tiene la elasticidad que necesita su ministerio. Pero también necesita una ascética y una entrega.
El sacerdote, como toda persona madura, necesita hábitos de disciplina y orden, para realizar una tarea eficaz. Según el servicio pastoral que se le haya encomendado, tendrá que repartir su tiempo y regular su actividad para poder atender las distintas tareas. Tendrá que acomodarse a un horario y poner orden en el régimen de su vida y de su actividad. Actividades como la predicación o la catequesis deben hacerse con el espíritu de Cristo, pero también con la preparación y la competencia necesarias; dedicando tiempo a aprender y mejorar, y aprovechando la experiencia de otros.
Todo este trabajo tiene una evidente dimensión ascética y también de caridad, porque se hace por amor de Dios y para servir a los demás y a toda la Iglesia. Por eso, es preciso realizarlo con la mayor perfección posible, pidiendo ayuda a Dios al comenzar y ofreciendo el esfuerzo y el fruto al terminar. Así el sacerdote santifica y se santifica en estas actividades, aunque no tengan relación directa con el culto; como puede ser la atención que hay que prestar a los edificios; o la organización de actividades lúdicas para jóvenes. Son cosas del Señor cuando se hacen “Por Cristo, con Él y en Él”.

Saturday, April 20, 2013

El poder y las periferias


El poder, en cuanto capacidad de someter la voluntad ajena, genera periferias


El poder humano genera periferias; el servicio, las redime. No se trata de una regla ni pretende ser un principio universal. Se trata simplemente de una reflexión en voz alta.

El poder humano genera periferias: el servicio, las redime. Una frase que merece una explicación o mejor que pretende ser una explicación de esa idea que está en la mente y en la predicación del Papa Francisco. Porque basta que nos pongamos a pensar en el concepto de "periferias existenciales" y surge una conexión con las nociones de poder y de servicio.

Si entendemos el poder como la capacidad de vincular la voluntad de los demás, ya sea por la fuerza o por otros medios efectivos, es comprensible que los círculos o ámbitos en donde se ejercita sean limitados, también en el espacio. Allí donde no llega el látigo, allí se sienten expulsados a morar los que no reconocen la legitimidad del poder. No es casualidad que sean las periferias de las grandes ciudades lugares en los que abunda la delincuencia. Tampoco lo es que los Estados se configuren con criterios de territorialidad, que establezcan sus fronteras y determinen las leyes que deben ser cumplidos en su circunscripción jurisdiccional. La jurisdicción es precisamente eso: la posibilidad de hacer justicia en un determinado territorio, es decir, de hacer cumplir la ley, de hacer efectivo el poder.

La jurisdicción no es universal. Tiene unos límites. Sólo algunos locos han pretendido levantar imperios universales y tener el mundo bajo su bota. Quien osara establecer una jurisdicción mundial o universal sería tildado de loco o de tirano. Y con razón. El poder de los hombres no es universal, por definición. De hecho, ejerce tal fascinación en quienes gozan de él que la filosofía política debe buscar los medios de limitar su ejercicio. Sólo habría una manera de conseguirlo de manera radical. Consistiría en convertir el poder en servicio. Puede parecer una auténtica utopía y probablemente lo sea. No me imagino un poder humano vivido en clave de servicio. En el estado de naturaleza caída, no es posible.

Sin embargo, es precisamente eso lo que ha planteado el Papa Francisco desde el principio de su pontificado: el poder es servicio. Esa es la vocación de todo poder humano, el sentido de la autoridad conferida por Dios a todos cuantos gozan de algún poder en la Tierra. Y su consecuencia correlativa: el deber de las personas de obedecer a los legítimos gobernantes. Esta obediencia encuentra su fundamento en el hecho de que el poder es por naturaleza un servicio a las personas.

En el ámbito de la sociedad y de su actual configuración política -el Estado- esta afirmación del Papa es realmente utópica, pero debería reconocerse como un principio hermenéutico del poder. Ahora bien, de lo que habla realmente el Papa Francisco es del poder en la Iglesia: en la medida que ésta es el Reino de Dios en la tierra, su ejercicio debe brillar por su naturaleza ministerial, es decir, de servicio.

Lo maravilloso es que los últimos Papas han dado un magnífico ejemplo. Han gobernado la Iglesia con un poder que ha brillado como un servicio efectiva a la Iglesia y al mundo. La diferencia está en que el Papa Francisco ha tomado este aspecto como principal objetivo de su pontificado. Todo poder eclesial debe ser comprendido desde su naturaleza más íntima -el servicio- y así debe de ser ejercido. Es una tarea que nos compete a todos: descubrir aquellos ámbitos en los que el poder es ejercido como dominio y control; advertir cuáles son las periferias existenciales en las que este ejercicio ha recluido a muchos fieles. Yo me siento comprometido en esta tarea.

Wednesday, April 17, 2013

En Dios solo la Esperanza

Una palabra me ha llevado a otra. El cardenal Bergoglio estuvo predicando unos ejercicios espirituales a los Obispos de la Conferencia Episcopal Española en enero de 2006. Ese texto, que él había entregado a los participantes, se ha publicado ahora en España bajo el título: "En Él solo la esperanza" (1). Ahí es donde he leído esa palabra que es poco usual en España, pero resulta muy elocuente: "expulsivos". El cardenal les pedía a los Obispos españoles que no fueran expulsivos. Y explicaba que los Apóstoles lo fueron con mucha frecuencia mientras acompañaban al Señor por los caminos:




En la multiplicación de los panes, los discípulos le van con un planteo al Señor: 'Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de arededor y se compren de comer' (Mc 6, 35-36). Es un planteo razonable, pero el Señor responde de manera inesperada: 'Dadles vosotros de comer'. Esta actitud 'expulsiva' es característica de los discípulos y será corregida una y otra vez por el Señor. También querrán que 'despida' rápido a la sirofenicia (Mt 15, 23) y 'regañaban' a las mujeres que le acercaban a los niños para que los bendijera (Mc 10, 13). Por otro lado, vemos también por dónde iban los intereses de los discípulos al ver que muchas de sus discusiones giraban en torno a quién era el mayor. Con firmeza y paciencia el Señor los va corrigiendo" (2).

Está el Papa hablando de las periferias existenciales de la Iglesia. Si las hay es porque los discípulos de Cristo seguimos siendo "expulsivos" con el prójimo. Se suele hablar en estos días de la reforma que el Papa Francisco llevará a cabo en la Iglesia. Pero se olvida muy rápidamente que antes que de las estructuras, el Papa está continuamente aludiendo a un cambio mucho más fundamental: el de los corazones de los fieles y de los pastores. Deben cambiar las personas. El día que la vida de los todos fieles -y los pastores lo son también - sea reflejo de la Fe que profesan, entonces quizá no sería necesario reformar ninguna estructura eclesial.



Me parece que la manera más radical de ser expulsivos es la repulsividad: actuar de tal modo que las personas no tengan siquiera el deseo de acercarse a nosotros. La repulsividad sería algo así como la expulsividad encarnada. El repulsivo llega a tal perfección en sus hábitos, que logra que los demás se aparten de él y ni se le acerquen. Recuerdo algo que me ocurrió una vez en un autobús de Roma. Estaba yo sentado en uno de los asientos laterales y me extrañó ver cómo los ocupantes de los asientos anteriores al mío se iban levantando uno tras otro y moviéndose a posiciones más alejadas. No lo comprendía hasta que al final también a mí me tocó el turno. Un hedor nauseabundo se desprendía de un mendigo y se extendía lentamente por todo el vehículo.



Los fieles no podemos ser así. Nuestra vida no debería ser nunca repulsiva, porque si lo fuera eso significaría que la Fe no ha llegado a transformarla. San Pablo habló del buen olor de Cristo: "Porque nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo, tanto entre los que se salvan, como entre los que se pierden: para éstos, olor de muerte que lleva a la muerte, para aquellos, olor de vida que lleva a la vida" (2ª Corintios 2,15-16).



El buen olor de Cristo es atractivo. Las muchedumbres seguían a Jesús y se le acercaban. Sentían la atracción poderosa de su persona y les encendían la esperanza los signos y milagros de que eran testigos. En esos momentos precisamente hay que evitar la "expulsividad". Cuando una persona se acerca a nosotros con una inquietud espiritual o con una necesidad, y lo hace porque intuye que somos discípulos de Cristo o porque somos sus ministros, hay una oportunidad de Evangelización que no puede echarse a perder.



En una ocasión, un sacerdote visitaba unas parroquias buscando monaguillos que pudiesen participar en un campamento de verano. En una de ellas, el párroco le respondió con toda seguridad: "Lo siento, pero aquí no hay monaguillos. Los acólitos son todos personas mayores". En ese preciso instante se acercó un muchacho de unos diez años y le intentó preguntar algo al señor párroco. Y éste le dijo: "Lárgate de aquí y no seas maleducado, no ves que estamos hablando. Ven más tarde". El otro sacerdote comprendió en ese momento por qué razón en aquella parroquia no había monaguillos.



Esta mañana, mientras maduraba estas ideas en mi cabeza, me ha llegado una de esas fotografías del Papa Francisco a las que les acompaña un texto. En este caso se trata de un email. Lo transcribo tal cual y siento realmente no poder aportar la fuente. Lo hago en la confianza de que no se trate de un bulo. No tendría mucho sentido. Esta historia explica perfectamente cuál debe de ser la actitud pastoral adecuada, en la reforma que nos propone el Papa Francisco:



Buenas tardes, el motivo de mi email es para contarte una historia maravillosa que nos tocó vivir con el -entonces- Cardenal Bergoglio, hoy el PAPA Francisco.

Mi esposa , mi hijo Eduardo, mi hija Emilie y yo vivimos hace 3 años en Canadá por temas laborales. Hace 6 meses decidimos bautizar a nuestra hija en Argentina y queríamos que el padrino sea mi cuñado Federico Abalsamo. Cuando le preguntamos a Federico, nos dijo que a él le encantaría pero que necesitaba bautizarse para ser padrino.

La familia de mi esposa es una familia mixta Judeo-Católica, ya que la madre de mi esposa es judía y el padre es católico… Los padres siempre le dieron a ellos la opción de elegir su religión…Mi esposa eligió la religión católica…la hermana, Carolina, la religión judía y el hermano, Federico, siempre estuvo mas cerca del catolicismo pero nunca se bautizó….Entonces -esa- era una Buena oportunidad para hacerlo.Empezó a averiguar para bautizarse en varia Iglesias y todas le ponían trabas de cursos o tramites burocráticos para hacerlo…Por ese motivo, Federico nos llamó y nos agradeció que lo hayamos elegido como padrino, pero que no se había podido bautizar por las trabas que había encontrado para hacerlo y que, dado el corto tiempo que faltaba para el bautismo, iba a ser imposible.MI esposa -no resignándose- decidió llamar a la Arquidiócecis de Buenos Aires para intentar hablar con Bergoglio, en aquel entonces Cardenal (eso fue aproximadamente el 15 de noviembre de 2012, 3 meses atrás) pudo hablar con la secretaria de Bergoglio quien escuchó atentamente toda la historia y le dijo que se lo iba a trasmitir al Cardenal. 15 minutos mas tarde sonó el teléfono nuestro….era el mismísimo Bergoglio llamando para preguntarnos en qué nos podía ayudar!!!!!!! No lo conocíamos….no nos conocía…y sin embargo nos llamó!!..Mi esposa le contó nuevamente lo que pasaba y la historia familiar…y Bergoglio le dijo que con mucho gusto iba a bautizar a Federico….que vaya ese mismo sabado a la Catedral que él mismo lo iba a bautizar!!! Cuando Bergoglio termino de bautizar a Federico le dijo que jamás se olvide de sus raíces judías!!!.. Increíble persona!! Y como si eso fuera poco Bergoglio se ofrecio a Bautizar a mi hija….nosotros no lo podíamos creer…que el mismísimo Cardenal Bergoglio bautice a nuestra hija!!!El Cardenal se tomo la molestia de venir desde su casa a la iglesia de San Martín de Tours, un sábado a la tarde a bautizar especialmente a nuestra hija sin conocernos y con la humildad de un grande! Tuve la alegría de conocerlo y de hablar con él y es una persona extraordinaria…me gustaría mucho que publiquen esta historia porque habla mucho de su humildad …y de cómo él piensa e interactúa con las religiones hermanas!!!

Realmente un ejemplo increible!!





Joan Carreras del Rincón

___________________



(1) Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco), En Él solo la esperanza, BAC, Madrid, 2013.

(2) Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco), En Él solo la esperanza, pp. 24-25.

el sacerdote es testigo de la resurrección de Cristo

El sacerdote:


testigo de la resurrección de Cristo



El Sacerdote que actúa in persona Christi, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino



en la Persona misma de Cristo resucitado, que se hace presente con su acción realmente



eficaz en las especies del pan y el vino. El Sacerdote vive para la Eucaristía y de la Eucaris-



tía, y, en ella, encuentra el camino de su resurrección. No hay nada más grande ni más



valioso que pueda ofrecer un Sacerdote a los hombres que el mismo cristo resucitado en las



especies eucarísticas. La salvación esperada por la humanidad se realiza únicamente en el



misterio de Cristo resucitado. Cada presbítero sabe bien que es instrumento necesario para



la acción salvífica de Dios, pero siempre instrumento. Y



al ser instrumento que posibilita la acción de la gracia



salvadora, se convierte en testigo fundamental de la



resurrección.



Cuando nos acercamos a celebrar la Eucaristía, esta-



mos celebrando el acontecimiento pascual que en la



persona del Sacerdote se testimonia para el mundo. Es por eso, que la alegría que produce



las apariciones del resucitado a sus discípulos según el testimonio de los evangelistas, debe



ser la alegría que produzca en nosotros la aparición de Cristo en la mesa del altar por manos



del Sacerdote. El acontecimiento pascual en la celebración de la misa, es el mismo de la



resurrección, el mismo de las apariciones que menciona el Nuevo Testamento. Los católi-



cos debemos descubrir con los ojos de la fe que Jesús vivo se hace presente no solo en la



mesa del altar, sino en el Sacerdote que consagra la víctima y la ofrece en nombre del



pueblo. Si los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor (Cf. Jn 20, 20) y el miedo y



la tristeza que se apoderaron de ellos por su muerte desaparecieron, así mismo estamos



llamados a descubrir con los ojos de la fe la alegría pascual de la resurrección de Cristo en



la sagrada Hostia y en el Sacerdote.



“He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de la

Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios,

dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme

también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia,

cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la

creación y hacer florecer la justicia y la paz.”



(Mensaje Urbi et Orbi del Santo Padre Francisco, Pascua 2013, Domingo 31 de Marzo )

Monday, April 15, 2013

el Papa Francisco y san Jose

Vi este día en tele COPE una entrevista a un sacerdote argentino, hijo de la Sagrada Familia que ha trabajado codo a codo con el entonces Cardenal de Buenos Aires durante siete años, y al salir en la marcha de la entrevista, la homilía del Papa Francisco en la misa del día de San José, éste dijo que el Papa era un gran devoto de San José.


Lo ha demostrado palpablemente precisamente con esa homilía. Escogió él ese día, solemnidad de San José, esposo de María y patrono de la Iglesia, para dar principio a su ministerio petrino. Para él es una coincidencia muy rica de significado el comenzar su pontificado en la solemnidad de San José. En la homilía San José lo llena todo, sólo haré unas indicaciones. Comienza por el texto de San Mateo: José, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a su esposa en su casa. En éstas palabras se encierra ya la misión que Dios confió a José de ser custodio de Jesús y María y José lo aceptó plenamente. José no habló, pero hizo, y con ésta aceptación de las palabras de Dios hizo posible la realización del ministerio de la redención y salvación, porque Jesús tenía que nacer de una virgen desposada con un hombre llamado José (Lc 127). Resalta el esmero y amor con que les acogió, acompañó y custodio y la bondad y ternura entrañables con que vivió esta custodia, que arrancan de su corazón y su pluma: no debemos tener miedo a la bondad y a la ternura.

Y esta custodia es un acto continuado de servicio que es el verdadero poder. El poder es servicio. San José sirviendo a María y a Jesús se convierte en el más poderoso, porque no hay mayor ni mejor servicio que el que se da a Jesús y a María.

Y propone a José como ideal y modelo de la custodia que todos tenemos que tener de los bienes que Dios nos da, de la creación, del medio ambiente, de los demás, especialmente de los más pobres y débiles.

Quiero añadir, como expresión de su devoción a San José, el escudo que el tuvo como cardenal y que es el mismo que ha adoptado como Papa, con algunas modificaciones, y en el escudo está presente San José junto con la Virgen María. En la parte baja del mismo una estrella y la flor de nardo, la estrella simboliza a María, mira a la estrella mira a María, y la flor de nardo simboliza a San José, Patrono de la Iglesia universal.

El hecho de compararle con el bueno del B. Juan XXIII me hace concebir la esperanza de que este Papa va a hacer algo especial por San José, como lo hizo Juan XXIII, introduciendo su nombre inmediatamente después de la Virgen María en el canon de la Misa.





Las fronteras

Las fronteras son una realidad ambigua desde el punto de vista antropológico. En cierto sentido, del mismo modo que nuestro cuerpo tiene un límite, que es como una frontera en la que se distingue de los demás y al mismo tiempo les une a ellos, así también las comunidades humanas asentadas en el territorio marcan sus límites y se distinguen de las demás.




Podemos emplear el símil de una casa. Los miembros de la familia necesitan espacios de intimidad personal, ámbitos bien delimitados que protegen la identidad y permiten que la comunión enriquezca a todos y preserve lo propio y característico de cada uno. En una casa deben existir muros exteriores que configuran la unidad y también paredes que delimitan el espacio personal de cada uno de los miembros de la familia.



¿Pero qué pasaría si las paredes se convirtiesen en muros? ¿Y qué pasa si los espacios interiores entre los muros son sólo periferia de los ámbitos personales de cada uno de los habitantes? Viviendo en sus castillos interiores, los miembros de la familia sólo compartirían lo estrictamente necesario, lo justo para servirse de lo que necesitan de los demás. Cada uno estaría preocupado de lo propio, permaneciendo insensible a las necesidades de los demás. Lo que sucede en las ciudades, que tienen sus periferias, puede suceder también en los hogares.







El cardenal Bergoglio pronunció un discurso que conmovió a los Cardenales durante el Cónclave. En él se incluían estas palabras:

"Evangelizar supone en la Iglesia la parresía de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria (.../...) Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo y desde la adoración a Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive de “la dulce y confortadora alegría de la evangelizar”.

En la Iglesia no tendrían que existir las periferias ni las fronteras. Es el Sacramento universal de la comunión. Haremos bien en meditar y reflexionar sobre estas realidades, con las que convivimos todos los días. El corazón se nos endurece y permitimos que quede insensible. La Humanidad es una familia mal avenida. En muchas ocasiones, las naciones convierten las fronteras en muros de separación y de exclusión, que con frecuencia relegan a muchedumbres a la condición de presidiarios. Esos muros son reales en muchos ocasiones, es decir, murallas de piedra o de cemento armado. En otras, las fronteras se constituyen sobre los accidentes geográficos. En todo caso, son muchas las veces que se convierten en símbolos de la división y del pecado de la Humanidad. Os propongo tres películas que tienen que ver con las fronteras.



1. Welcome



Desde muy antiguo el mar es símbolo de la muerte y frontera natural de muchos países. El título de esta magnífica película de Philippe Lioret encierra una irónica paradoja. En los felpudos de las casas se suele escribir esa expresión de gozosa acogida o recibimiento: welcome, bienvenidos. Occidente ha difundido por el mundo ese mensaje al mundo entero, una invitación a vivir en este tierra de promisión. El protagonista es un adolescente kurdo que atraviesa a pie todo el continente europeo hasta llegar al Canal que separa Francia de Inglaterra. Al otro lado del mar se encuentra su novia, con la que quiere encontrarse de nuevo, y también la realización de su sueño: ser jugador del Manchester united.



Sin embargo, las dificultades que experimenta el pobre Bilal son insuperables. Alrededor de la gesta de este adolescente se desvelan las existencias de muchas personas. Los egoísmos y los heroísmos conviven, a veces en los mismos individuos. En definitiva, esta película no puede dejar a nadie indiferente. En nuestra vida podemos caer en la hipocresía. Aparentemente, nos mostramos abiertos y acogedores con nuestros gestos -como el felpudo de la puerta de casa- pero luego no estamos dispuestos a abrir la puerta de nuestra casa a nadie. Cuando no se trata de la puerta de un domicilio sino de la frontera de un país, las situaciones dramáticas y angustiosas pueden afectar a miles de personas.



2. Frozen river (Río helado)



También los ríos, más que ningún otro accidente geográfico, son las fronteras por excelencia. En Frozen riverse se trata de un río que separa Estados Unidos de Canadá, en una zona que constituye reserva jurisdiccional de los mohawk. En la época invernal el río está helado y constituye un medio fácil para hacer ganancias mediante el contrabando. Los protagonistas de esta historia son dos mujeres, una mohawk y otra estadounidense, que intentan sacar adelante a sus familias desestructuradas.





También en esta ocasión, los dramas humanos son conmovedores. En las mismas personas cohabitan la grandeza del amor y la mezquindad del egoísmo. La miseria empuja a veces a hacer cosas que no son lícitas, sin embargo también puede provocar reacciones positivas y solidarias.



3. Trade. El precio de la inocencia.

Aunque de calidad inferior a las otras dos, Trade también cuenta las vidas de mujeres y niños que son víctimas de la opulenta sociedad occidental en la que el comercio sexual no sólo mueve mucho dinero sino también propicia la creación de mafias que secuestran a esas víctimas para introducirlas ilegalmente en Estados Unidos por la frontera mexicana y luego subastarlas mediante internet a pervertidos que están dispuestos a pagar ingentes sumas de dinero por ellas.



Se trata de una película conmovedora. En este caso, las fronteras tendrían que servir para evitar esta salvaje explotación humana, pero en muchas ocasiones lo impiden la connivencia o la pasividad de las fuerzas del orden.



En todo caso, el problema de las fronteras comienza en tu propia casa, en esas paredes que delimitan tu espacio personal pero que se pueden convertir en un muro de segregación en el que o bien nos encerramos, ajenos a los problemas de los demás, o bien impedimos que nadie pueda entrar en ellos.

Sunday, April 14, 2013

correccion fraterna

Dos obras de misericordia espirituales que debe hacer todo cristiano  son: la de corregir al que erra y  enseñar, aconsejar a quien lo necesite. Existe entonces el deber de caridad de hablar para edificar y ayudar al prójimo.
Jesucristo nos repite muchas veces en el Evangelio: no temáis, no tengáis miedo (cf. Mt 14,27). El motivo que nos da es que “Él está con nosotros”. Aunque camine por oscuras cañadas, nada temo, porque Tú estás conmigo (Sal 22).
Pero lo que debemos cuidar para que realmente sea fructífer nuestra palabra ha de ser el modo de decirla. Jesús nos explica como debe hacerse lo que se llama corrección fraterna: Si tu hermano peca, vé y corrigelo en privado; si te escuchase habrás ganado a tu hermano. Si no te escuchase toma contigo dos o tres personas para que la cosa se resuelva entre la palabra de dos o tres testigos. Si después no escuchare nisiquiera a éstos, dilo a la asamblea; y si tampoco escuchase a la asamblea, sea para tí como un pagano o un publicano. (Mt 18, 15,17) Cada corrección debe ser hecha por caridad, con buena intención; no por desahogo ni de modo apasionado. Sobretodo en privado y rezando antes para ver que se va a tener éxito. También hay que ser pasiente y dar tiempo a las personas para que entiendan y se corrijan. Cuando hay que corregir un defecto primero uno debe examinarse así mismo para ver si se tiene el mismo defecto, y ,entonces, nos corregimos nosotros y somos más humildes para corregir en el mejor modo.
Pero eso no quiere decir que yo deba pasarme el día corrigiendo los defectos de los demás, sino me haría insoportable y perdería eficacia la corrección cuando es verdaderamente necesaria, hay que pesar la magnitud del mal que se ha hecho, sobretodo si se trata de un pecado grave y que puede hacer un mal a otro o así mismo, o si es algo que ha cometido repetidamente y que puede llevarlo a un mal mas grande o un vicio.
Si no se da esto, lo mejor es callar por que se puede hacer un mal mayor, que se empecine en el mal o se falte a la caridad.

sobre la juventud

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días penosos y vengan los años en los que dirás: “No encuentro en ellos ningún placer” (Eclesiastés 12,1)

No dejes que te critiquen por ser joven. Trata de ser el modelo de los creyentes por tu manera de hablar, tu conducta, tu caridad, tu fe y tu vida irreprochable. (1 Tim 4,12)

La Juventud: El período llamado de “juventud” no queda muy definido, y muchos autores divergen en el rango de edad por el cual está comprendido, aunque ordinariamente se coloca entre la adolescencia y la adultez, con manifestaciones de fuerza física, claridad mental y capacidad de acción social. Algunos colocan su inicio hacia los dieciocho años y la estudian separadamente de la adolescencia, mientras otros prefieren estudiarla conjuntamente con la adolescencia (a partir de los doce o trece años).

Para nuestro objetivo, es el período de la vida que antecede a la época en que se asumen las responsabilidades de los adultos. Ordinariamente es período de formación o del inicio de los primeros trabajos en la sociedad.

La Juventud:

A veces se toma la juventud con ligereza. Se toma como una etapa provisional, sin importancia. En la que hay que divertirse y gozar de la vida, es necesario que desaparezca esa manera de entender la juventud, ya que ésta es una etapa importante en la vida del hombre.

La juventud, edad de la maduración (edad de ¨avivarse¨)

La juventud es la edad del hombre en crecimiento que busca construir su personalidad. Es la época de la maduración…

Maduración biológica: el joven en si ya es, biológicamente hablando, un hombre perfecto y completo, en el caso del adolescente aun está en la etapa central de desarrollo pero ha dejado ya atrás el cuerpo de niño.

Maduración humana: la juventud es la etapa en que se integran todos los valores humanos; es la edad de la formación de la personalidad:

Formación de un carácter estable y equilibrado donde no hay sitio para los caprichos infantiles (digo, por lo menos no debiese haber pero muchas veces la inmadurez nos mata y parecemos niñitos)
Formación de una voluntad fuerte ante las dificultades y que toma decisiones por sí misma.

Maduración cristiana. La juventud es también la etapa de la maduración religiosa en que se busca:
Una fe personal y crítica.
Unos criterios morales propios y una conciencia cristiana bien formada.
Una práctica religiosa consciente, sincera y comprometida.

La juventud, edad de las decisiones importantes

-   Tal vez lo que más define a la juventud es ser una época de la vida en la que el hombre se siente en la necesidad y la urgencia de optar para definirse.

-   La juventud es la edad de las elecciones. Se eligen los amigos, la (el) novia(o), el trabajo, la profesión, etc.

-   La juventud es el momento en que se toma la decisión fundamental de la vida, como respuesta consciente y libre a una llamada concreta: la vocación (matrimonio, sacerdocio, vida religiosa).

Como podemos ver, la Juventud es más importante de lo que pareciere ser o de la importancia que muchos le damos, es la etapa de la vida donde las decisiones se vuelven claves y tendrá repercusiones a lo largo de nuestra vida, es allí la importancia de el discernimiento que debemos tener para realizar cada acto pues como nos dice el adagio ¨Lo que siembres Hoy, cosecharas Mañana¨

La juventud, una actitud ante la vida

- La juventud, más que una edad cronológica es una actitud psicológica: es amar la vida, ser alegre, ser dinámico, ser generoso, tener esperanza, etc.

Es en este sentido pueden existir jóvenes “viejos” y viejos “jóvenes” pues muchas veces, vemos jóvenes con una cara, y una actitud que tú no sabes si es joven o viejito, y de remate se queja de todo y por el contrario tú ves muchos ancianitos con un espíritu juvenil que de verdad es un impulso para ti, o sea más que cuestión de edad es una actitud frente a la vida.

Algo importante creo, es utilizar cada etapa de nuestra vida para lo que de verdad le corresponde, pues no se trata de quemar etapas y madurar muy pronto o a la rápida, pues no intentaré ser Ingeniero después del 7° grado, cada etapa de la vida es importante y debe de ser aprovechada al máximo, hablando de esto me viene a la mente el pasaje de Eclesiastés 3,1 ¨Hay bajo el sol un momento para todo, y un tiempo para hacer cada cosa¨

Cuestiones Importantes: “educar al tiempo libre”

El tiempo libre no es el tiempo en que no hacemos nada, en que “pasamos el rato” o nos aburrimos. El tiempo libre es el tiempo en que las personas se ven libres del trabajo ordinario, y una de las formas más comunes en que llenamos el tiempo libre es por medio de las diversiones (y para nada es que piense que esto sea malo, pero debemos de evaluar y equilibrar esta situación).

Partimos de dos hechos: al joven le gusta divertirse y la sociedad consumista en que vivimos presenta las diversiones como un artículo de primera necesidad.

Aspectos negativos de las diversiones

Aunque las diversiones son necesarias e imprescindibles para los jóvenes, no cabe duda que tienen sus riesgos y aspectos negativos, veamos:

Abuso de las diversiones:

Las diversiones son negativas cuando se abusa de ellas, ya sea porque se les considera como un fin, como lo más importante en la vida, o porque se les dedica un tiempo desmedido o porque se descuidan los deberes del trabajo o del estudio (en lo personal recuerdo que a mis 15 años mi principal preocupación era pasar el nivel 5 de Medal Of Honor en el PlayStation o dar tope al Thurok en el N-64, y a pesar de haber tenido una buena formación religiosa desde niño, a esta edad no iba ni a Misa Dominical, aunque en la adolescencia suele ser bastante común y hasta normal, si esto sigue en la juventud puede ser muy perjudicial) mas existen bastantes tipos de diversiones que nos pueden ser perjudiciales y en muchos casos nos pueden llevar a :

* Ocasiones de inmoralidad

Algunas diversiones corrompen la moralidad de los jóvenes: night club, juntas con grupos de jóvenes viciosos, pornografía, discotecas donde se vende droga y demás lugares donde se aprecia en forma desmedida la concupiscencia de la carne.

* Ocasión de alienación

Las diversiones son, en nuestros días, como una droga. En ellas el joven se “aliena” de sí mismo, pierde su personalidad y huye de la realidad, a lo mejor sus intenciones al principio según el son buenas pero poco a poco se ve adentro de un laberinto del cual no puede salir o lo peor del caso -no quiere salir- pues ya le gusto permanecer ahí.

Manifestaciones de esta alienación: la creación de “ídolos de la música”, el deporte excesivo, la esclavitud de las telenovelas, drogas, las bebidas alcohólicas, etc.

* Mercantilización de las diversiones

La diversión, en nuestra sociedad, se ha convertido en un valor de consumo, en un “negocio”. En nuestra cultura consumista en la cual los jóvenes caemos sin darnos cuenta, pues para personas que nos consideramos disque independientes y que muchas veces nos disgusta que se nos diga que hacer, es triste que infantilmente caigamos en el juego del marketing de los centros comerciales que con astucia terminan apoderándose de nuestra voluntad y quitándonos la potestad de nosotros mismos.

Nos podemos preguntar: ¿cuánto ganan los dueños de las discotecas, los que dirigen a los cantantes, los que lanzan las modas, etc.? ¿Con qué finalidad hacen todo esto?…

Te lo dejo de tarea… si no encuentras la respuesta pregúntale a tus Papás, jajaja…

Bueno, el problema aquí no se les debe achacar a ellos como empresas que venden su producto ya que al fin y al cabo la última decisión la tenemos cada uno de nosotros, y aquí no se trata de decir no, no y no. Más bien se trata de pensar en que a mí, me conviene ya nos decía san Pablo en 1Co 6,12 «Todo me es lícito»; más no todo me conviene. «Todo me es lícito»; mas ¡no me dejaré dominar por nada! Tremendo consejo que como jóvenes deberíamos de tomar.

Sentido cristiano del tiempo libre y las diversiones

Pensemos un poco ¿qué sentido tiene el tiempo libre y las diversiones?

Sentido de reparación de energías

Las diversiones, en primer lugar, reparan las fuerzas físicas (cansancio) y psicológicas (fatiga mental, stress, nerviosismo) de la persona.

Sentido de perfeccionamiento de la persona

El tiempo libre y las diversiones son una ocasión ideal para dedicares a otros campos y aspectos que ayudan al desarrollo integral de la persona:
*  Cultivo de las cualidades estéticas: pintura, música, teatro…
 
*  Cultivo intelectual: ampliación de estudios, idiomas…
 
*  Cultivo de habilidades y aficiones: artesanía, fotografía…
*  Cultivo de cualidades corporales: deportes, caminatas, gimnasia, danza…

Sentido de formación de la personalidad

Las diversiones pueden contribuir a la maduración de la personalidad. El deporte, por ejemplo, es una escuela de virtudes humanas: saber ganar con sencillez y saber perder con serenidad, sentido de trabajo en equipo, generosidad, cortesía con nuestro adversario etc.

Sentido de encuentro con los demás

El tiempo libre y las diversiones refuerzan los lazos de unión y amistad con la familia, con los amigos, con el novio(a), con los demás.
Descubrir las diversiones como espacio y tiempo positivo de convivencia y amistad.

Sentido de encuentro con Dios

El tiempo libre nos da ocasión para asistir a un retiro espiritual, para una lectura reposada de la palabra de Dios, para una oración personal e íntima, para realizar un apostolado, etc.

“Las características de la juventud moderna”

  • es una juventud crítica, que tiende a pensar más, a reflexionar, a juzgar.

  • es una juventud exigente, que también quizás exagerando y cediendo al egoísmo personal, quiere y pretende honestidad, veracidad, justicia, coherencia, aunque muchas veces hace muy poco por estos ideales.

  • es una juventud interrogante, que quiere darse cuenta de los acontecimientos, que busca el sentido de la propia vida y el significado de la historia humana y del entero universo, que invoca certeza y claridad sobre el propio destino y busca la propia conducta;

  • es una juventud ansiosa de verdad, de ideales por los cuales vivir, de responsabilidad, de belleza moral, de inocencia, de alegría”(Juan pablo 11, 7.3.1981 )

¿Te sientes joven?

No son los pocos años cumplidos los que determinan la juventud en la persona; hay jóvenes prematuramente viejos.

En cambio existen personas ya de edad, llenos de entusiasmo y de alegría, todo les llama la atención, siempre se sienten dispuestos a emprender nuevas actividades, les interesan las novedades, los cambios, su personalidad inspira atracción y simpatía, porque siempre están de buen humor.

  • Sentirse joven consiste en ver la vida con optimismo real, saber amar a la gente, descubrir bellezas que hay en la naturaleza, gozar de la inocencia y risas de los niños.

  • Sentirse joven significa soñar con un porvenir, tener ideales, pero trabajar en el presente; tener siempre algo quehacer, algo que crear, algo que dar de sí mismo.

  • Sentirse joven implica también saber sufrir, pero nunca sentirse derrotado, saber levantarse cuantas veces se fracasa y confiar en la divina providencia.

  • Sentirse joven es desconocer la ociosidad, forjarse un ideal sublime, nuevo, por el cual valga la pena de seguir luchando, hasta alcanzar la meta deseada.

  • Sentirse joven es saber enfrentarse con los problemas de la vida y resolverlos satisfactoriamente, superar las decepciones, hasta lograr la victoria.

  • Sentirse joven es reconocer los equívocos, no desanimarse nunca a pesar de una derrota dura, levantarse nuevamente para no volver a caer.

  • Sentirse joven es ser prudente, tomando como experiencia las vicisitudes ajenas y encontrar un camino distinto hacia la propia felicidad.

  • Sentirse joven es tener la satisfacción de lograr un ideal por sí mismo y sin perjudicar a los demás, lidiar para conseguir sus más caros anhelos. .

  • Sentirse joven es tener la cabeza llena de ideas nuevas que expresar; el corazón lleno de amor y felicidad, el espíritu de entusiasmo.

Para una evaluación personal ¿a qué dedicas tu tiempo libre?


Actividades                                                                                      Horas
—  dormir
—  practicar el deporte
—  ver deporte, salir con amigos(as)
—  ver cine o televisión
—  rezar. Participar en la misa. Leer la biblia trabajar apostólicamente.
—  leer temas culturales. Visitar museos, exposiciones.
—  comer
—  convivir con los padres y familiares
—  visitar enfermos y ancianos.
—  ayudar a otros
—  ir a discotecas, fiestas, restaurantes…
—  estudiar
— trabajar                   .
— salir de paseo o de excursión.
VIVE AL MÁXIMO

Al levantarme hoy, quise hacer una oración, pero no tuve tiempo se me hacia tarde para el trabajo.

Cuando llegué a mi trabajo, quise hablarles a mis amigos de ti, Señor, pero no tuve tiempo y además me daba pena. A la hora de almorzar quise hacer una oración de gracias, Señor, pero no tuve tiempo.

Durante el día no tuve tiempo de escuchar a los demás, no tuve tiempo de detenerme con quien me necesitaba…
Demasiadas cosas que hacer, esta era mi queja constante.

Al llegar a la casa, quise compartir con mi familia de ti, pero no tuve tiempo Señor, estaba cansado pues trabaje tiempo extra para mantener los hijos que me has dado, y mejor me fui a la cama.

Pero hoy ha llegado la muerte para llevarme, pero yo no tengo tiempo, pero ella sí, y me ha llevado y ahora me encuentro ante ti Señor.
Estoy en tu presencia y me dices: Hijo, ¿cómo te llamas?…
Después El busca en el gran libro de la vida que tiene entre sus manos y me dice:

Tu nombre me es conocido y tu cara también, Sigue buscando en el libro de la vida y me dice:
Mira hijo mío, ya sé quién eres; un día pensé escribir tu nombre en el libro de la vida, pero no tuve tiempo…

Esta historia no la invente yo, es una reflexión de alguien más y ¿sabes? Desde que la leí en un libro la tengo muy en mente. Como que a todos nos pasa. Vivimos acelerados, agobiados por mil cosas y no nos percatamos de tantas necesidades que hay a nuestro alrededor e incluso en nuestro interior. En nuestra casa, con nuestros amigos, en las clases, cuántas veces preferimos nuestra comodidad, ¿y los demás?… que se las arreglen. Cuando un amigo me pide un favor “Aguántame, ahorita no puedo”… Paciencia con mi hermano “ni pensarlo es muy necio”… ir a misa, “¿A qué hora? ¡No tengo tiempo!…y demás

Y es que se nos olvida que no existe un día que se llama mañana. Se nos olvida que el amor es algo tan valioso que tenemos que dar para poder poseer y sobretodo, se nos olvida que la única certeza que tenemos en esta vida es que estamos de paso y el tiempo que Dios nos regale lo debemos aprovechar para ganarnos la eternidad.

El desperdicio de nuestra vida estará en el amor que no hayamos dado. Por eso, cada día aunque estamos cansados, ¡Hay que vivirlo al máximo! Cada problema o decepción que nos haga ver todo fatal, hay que ponerlo en manos de Aquel que más nos ama y darle para adelante. Y que cada persona con la que nos llevemos, hay que aprender algo y regalarle lo mejor de nosotros mismos.

El tiempo no regresa, solo avanza. Por eso vive tu vida con decisión y valor… sostente de tus principios. No de la moda, porque la verdad y los valores raramente se ponen de moda.

Y si caes, no importa. Cada tropiezo te hará madurar para levantarte más alto, de esta forma enseñaras a los demás lo importante que es vivir.

TU y yo, cada quien sabemos donde tenemos que echarle ganas para hacer de nuestra vida la mejor de las inversiones. Y así, el día que tengamos ganas para hacer de nuestras vidas la mejor de nuestras inversiones, el día que tengamos tiempo de morir porque así Dios lo quiera, podamos llegar con Él con las manos vacías…vacías por haber entregado todo el amor que había en nuestras manos.

Y, Amigo joven Recuerda:

Vigila tus pensamientos, porque se vuelven palabras.

Vigila tus palabras, porque se vuelven acciones.
Vigila tus acciones, porque se vuelven hábitos.
Vigila tus hábitos, porque se vuelven carácter.

Vigila tu carácter, porque se vuelve tu destino…

Wednesday, April 03, 2013

Pretextos para no confesarse y mis respuestas

Cuando se trata de acercarse al sacramento de la confesión es muy común escuchar algunos de los siguientes «motivos» para justificar su inutilidad o su inconveniencia. Estos son los 14 más habituales:














¿Quién es el señor cura para perdonar los pecados?



Sólo Dios puede perdonarlos Sabemos que el Señor les dio ese poder a los Apóstoles; además, ese argumento lo he leído antes... precisamente en el Evangelio: lo decían los fariseos, indignados, cuando Jesús perdonaba los pecados... (consúltese Mt 9, 1-8)



Yo me confieso directamente con Dios, sin intermediarios



Genial ... pero hay algunos «peros» que se tienen que considerar... ¿Cómo sabes que Dios acepta tu arrepentimiento y te perdona? ¿Escuchas alguna voz celestial que te lo confirma?





¿Cómo sabes que estás en condiciones de ser perdonado? Te darás cuenta de que la cosa no es tan sencilla... Una persona que roba un banco y se niega a devolver el dinero, por más que se confiese directamente con Dios o con un sacerdote, si no tiene intención de reparar el daño hecho -en este caso, devolver el dinero-, no puede ser perdonada... porque ella misma no quiere «deshacerse» del pecado.



¿Por qué le voy a decir mis pecados a un hombre como yo?



Porque ese hombre no es un hombre cualquiera: tiene el poder especial para perdonar los pecados (el Sacramento del Orden). Esa es la razón por la que tienes que acudir a él.









¿Por qué le voy a decir mis pecados a un hombre que es tan pecador como yo?



El problema no radica en la «cantidad» de pecados: si es menos, igual o más pecador que tú.... No vas a confesarte porque sea santo e inmaculado, sino porque te puede dar la absolución, un poder que tiene por el Sacramento del Orden, y no por su bondad. Es una suerte -en realidad, una disposición de la sabiduría divina- que el poder de perdonar los pecados no dependa de la calidad personal del sacerdote, cosa que sería terrible, ya que uno nunca sabría quién sería suficientemente santo como para perdonar. Además, el hecho de que sea un hombre y que como tal tenga pecados, facilita la confesión: precisamente porque sabe en carne propia lo que es ser débil, te puede entender mejor.



Me da vergüenza



Es lógico, pero hay que superarla. Hay un hecho comprobado universalmente: cuanto más te cueste decir algo, tanto mayor será la paz interior que consigas después de decirlo. Y cuesta, precisamente, porque te confiesas poco; en cuanto lo hagas con frecuencia, verás como superarás esa vergüenza.



Asímismo, no creas que eres tan original.... Lo que vas a decir, el sacerdote ya lo ha escuchado miles de veces. A estas alturas de la historia, es difícil creer que puedas inventar pecados nuevos.



Por último, no te olvides de lo que nos enseñó un gran santo: el Diablo quita la vergüenza para pecar, y la devuelve aumentada para pedir perdón. No caigas en su trampa.

Siempre me confieso de lo mismo



Eso no es problema. Hay que confesar los pecados que uno ha cometido, y es bastante lógico que nuestros defectos sean siempre más o menos los mismos. Sería terrible ir cambiando constantemente de defectos; además, cuando te bañas o lavas la ropa, no esperas que aparezcan manchas nuevas, que nunca antes habías tenido; la suciedad es más o menos siempre del mismo tipo. Para desear estar limpio basta con querer remover la mugre... independientemente de cuán original u ordinaria sea.









Siempre confieso los mismos pecados



No es verdad que sean siempre los mismos pecados: son diferentes, aunque sean de la misma especie. Si yo insulto a mi madre diez veces, no se trata del mismo insulto, cada vez es uno distinto; así como no es lo mismo matar a una persona que a diez: si asesiné a diez no es el mismo pecado, sino diez asesinatos distintos. Los pecados anteriores ya me han sido perdonados, ahora necesito el perdón de los «nuevos», es decir, de los cometidos desde la última confesión.



Confesarme no sirve de nada, sigo cometiendo los pecados que confieso



El desánimo puede hacer que pienses: «es lo mismo si me confieso o no, total, nada cambia, todo sigue igual». No es verdad. El hecho de que uno se ensucie, no hace concluir que es inútil bañarse. Alguien que se baña todos los días, se ensucia igual todos los días. Pero gracias a que se baña, no va acumulando mugre, y puede lucir limpio. Lo mismo pasa con la confesión. Si hay lucha, aunque uno caiga, el hecho de ir sacándose de encima los pecados hace que sea mejor. Es mejor pedir perdón, que no pedirlo. Pedirlo nos hace mejores



Sé que voy a volver a pecar, lo que muestra que no estoy arrepentido



Depende... Lo único que Dios me pide es que esté arrepentido del pecado cometido y que ahora, en este momento, esté dispuesto a luchar por no volver a cometerlo. Nadie pide que empeñemos el futuro que ignoramos. ¿Qué va a pasar en quince días? No lo sé. Se me pide que tenga la decisión sincera, de verdad, ahora, de rechazar el pecado. El futuro hay que dejarlo en las manos de Dios.









¿Y si el confesor piensa mal de mí?



El sacerdote está para perdonar. Si pensara mal, sería un problema suyo del que tendría que confesarse. De hecho, siempre tiende a pensar bien: valora tu fe (sabe que si estás ahí contando tus pecados, no es por él, sino porque crees que él representa a Dios), tu sinceridad, tus ganas de mejorar, etcétera.



Supongo que te darás cuenta de que sentarse a escuchar pecados, gratuitamente -sin ganar un peso-, durante horas, si no se hace por amor a las almas, no se hace. De ahí que, si te dedica tiempo, te escucha con atención, es porque quiere ayudarte y le importas. Aunque no te conozca te valora lo suficiente como para querer ayudarte a ir al Cielo.



¿Y si el sacerdote después le cuenta a alguien mis pecados?





No te preocupes por eso. La Iglesia cuida tanto este asunto que aplica la pena más grande que existe en el Derecho Canónico -la excomunión- al sacerdote que se atreviera a decir algo que conoce por la confesión. De hecho hay mártires por el sigilo sacramental: sacerdotes que han muerto por no revelar el contenido de la confesión.



Me da pereza



Puede ser toda la verdad que quieras, pero no creo que sea un obstáculo verdadero, puesto que es bastante fácil de superar. Es como si uno dijese que hace un año que no se baña porque le da pereza...











No tengo tiempo



No creo que te creas que en los últimos meses no hayas tenido disponibles diez minutos para confesarte. ¿Te animarías a comparar cuántas horas de televisión has visto en ese tiempo? Multiplica el número de horas diarias que ves por el número de días.



No encuentro un padre



Los sacerdotes no son una raza en extinción, hay miles de ellos. En el último de los casos, en las páginas amarillas, busca el teléfono de tu parroquia; si ignoras el nombre, busca por la diócesis, así será más sencillo. De este modo podrás saber, en tres minutos como máximo, el nombre de un padre con el que te puedes confesar, e incluso concertar una cita para que no tengas que esperar.



Padre Roberto Mena ST







Tuesday, April 02, 2013

La alegria de la Pascua

Nuestra sociedad actual está repleta de deleites que dejan insatisfecho el corazón de la persona. Todo es tan artificial, que la vida se nos escapa y no descubrimos la felicidad que encierra el existir humano, a pesar de que caminemos por “cañadas oscuras” en estos tiempos de crisis. La gran pregunta del domingo de Pascua es: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” (Lc 24,5). A esto respondía el Papa Francisco, cuando era Cardenal de Buenos Aires (Argentina): “¡Cuántas veces necesitamos que esta frase nos rescate del ámbito de la desesperanza y de la muerte! Necesitamos que se nos grite esto cada vez que, recluidos en cualquier forma de egoísmos pretendemos saciarnos con el agua estancada de la autosuficiencia. Necesitamos que se nos grite esto cuando, seducidos por el poder terrenal que se nos ofrece, claudicamos de los valores humanos y cristianos y nos embriagamos con el vino de la idolatría de nosotros mismos que solo puede prometernos un futuro sepulcral” (2007).




Ante una cultura depresiva y descreída, es urgente que los cristianos de hoy recuperemos la frescura de los primeros discípulos que surgió porque no creían en un Dios de muertos, sino en un Dios de vivos, que había resucitado a su Hijo Jesucristo de “entre los muertos”, y ellos eran sus testigos. (cf. Hech 3,15).



La resurrección produjo en el corazón de la comunidad primitiva una explosión de indescriptible alegría: Dios ha cumplido su palabra, la muerte ha sido vencida y nuestro final no es la nada sino la plenitud del amor en el gran Viviente. ¿A qué es debido esto? Porque Dios no se ha desentendido de las criaturas, sino que se hizo hombre por nosotros, cargando con las miserias de la débil naturaleza humana, la cual se ha visto trasformada por la muerte y resurrección del Señor Jesús. Con ello ha abierto caminos de esperanza de que también tú y yo participaremos un día de su gloria divina. “Si nuestra esperanza en Cristo no va más allá de esta vida, somos los más miserables de todos los hombres. Pero no, Cristo ha resucitado de entre los muertos, como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte”. (1Cor 15,19).



La alegría cristiana está basada en la llamada a la vida eterna que significa la fe en la Resurrección. Todo aquel que la posee no tiene temor, ni angustia, ni ansiedad, sino que experimenta, ya aquí, los gozos que da la confianza en Dios. Con la mirada puesta en la eternidad vemos cómo las cosas de este mundo pasan y terminan, sin embargo Dios permanece. Así, viviendo en el mundo, nos alegramos ya en el Señor que ha vencido la muerte. Por eso mismo, cada Pascua en la Iglesia es un momento de gracia para renovarnos en la alegría permanente, pues como dice San Agustín: no es poca la alegría de la esperanza, que ha de convertirse luego en posesión (Sermón 21).



La alegría pascual marca el estado del alma del cristiano. Por muchas que sean las pruebas de la vida cotidiana, la fuerza de la fe supera las dificultades. Incluso en los momentos más oscuros contamos con la luz resplandeciente que dimana del Misterio Pascual. Esa alegría lleva a Dios y crea fraternidad entre los hermanos. Porque sembrar alegría es la mejor forma de hacer caridad y, a la vez, de anunciar la Buena Noticia del Evangelio.



¡Animo, pues! Con la alegría de tu corazón puedes hacer mucho bien a tu alrededor, en medio de una sociedad que vive de alegrías efímeras y que desconoce, o no quiere reconocer, que la alegría que nunca se acaba es la que nace en Dios y en Él tiene su fin. Por eso, viene bien repetir con la Iglesia este himno pascual: ¡Alegría!, ¡alegría, ¡alegría!/ La muerte, en huida/ ya va malherida./ Los sepulcros se quedan desiertos./ Decid a los muertos:/ ¡Renace la Vida,/ y la muerte ya va de vencida!



¡Feliz Pascua a todos!



Gestos misericordiosos y nunca escandolosos del Papa Francisco

"Os he dado ejemplo para que como yo hecho con vosotros, así lo hagáis vosotros" (Jn 13, 15).




El gesto que realizó durante la Eucaristía del Jueves Santo celebrada en un reformatorio de menores, consistió en lavar los pies a un grupo de jóvenes, entre los que se contaban dos mujeres y dos personas no cristianas.



Teniendo en cuenta que se trata de un acto litúrgico que tradicionalmente se practica con varones, es lógico que surja esa pregunta. Si además se considera que el número de doce está relacionado con el Colegio Apostólico, entonces parece evidente que en el gesto litúrgico en que se rememora el lavatorio de los pies de los Apóstoles deberían conservarse siempre ese aspecto simbólico: doce hombres católicos.



No cabe duda de que si los doce fieles que en en las celebraciones de la Misa in coena Domini son objeto de "esa caricia de Jesús" -así la denominó el Papa Francisco ese día- representaran a los doce Apóstoles, entonces cabría esperar que se reprodujera también esa simetría: doce varones católicos. Pero lo que está por demostrar es que esos fieles representen al Colegio Apostólico. Porque si la simetría celebrativa tuviera que mantenerse, entonces cabría esperar que los que recibieran el lavatorio de los pies fueran también Obispos o, por lo menos, sacerdotes.



La verdad es que el gesto mismo de Jesús fue escandaloso. Recordemos la sorpresa y perplejidad de san Pedro, quien de ninguna manera quiso ser objeto de este gesto de servicio: le parecía un acto impropio de un maestro, un signo de esclavitud. Jesús se salió totalmente del protocolo celebrativo. Porque es evidente que no hay ninguna costumbre ni remotamente parecida en la cultura judía ni probablemente en alguna otra. Quizá se comprendería algún tipo de ablución previa a la cena, como la costumbre tan extendida de lavarse las manos antes de comer. Pero el lavatorio de los pies se realizó durante la cena. No se trataba únicamente de un gesto inusual. Era algo escandaloso: Jesús se excedía, iba mucho más allá de lo socialmente admitido. Se rebajaba al nivel de los esclavos.



Y, sin embargo, en ese gesto Jesús expresaba el mandamiento nuevo -que os améis los unos a los otros como yo os he amado- y dotaba de pleno sentido su entrega en la Cruz. Por lo tanto, es lógico entender que en el lavatorio de los pies lo importante no es "quiénes" son lavados, sino más bien quién es el que lava: "Os he dado ejemplo para que como yo hecho con vosotros, así lo hagáis vosotros" (Jn 13, 15).



En una ocasión, Jesús enseñaba a unos fariseos que se le acercaron escandalizados porque sus discípulos no se lavaban las manos cuando comían: "Dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres (...) De este modo anuláis la palabra de Dios a causa de una tradición que vosotros mismos habéis establecido. Y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas" (Mc 7, 8.13).



Una de las constantes religiosas es precisamente ésta, la tendencia a apropiarse de los medios de salvación, convirtiéndolos en exclusivos de un grupo. La tentación, de todos modos, es comprensible en un pueblo -como el judío- que efectivamente había sido elegido por Dios y que había recibido la Ley, la Alianza y la Circuncisión. Pero el exclusivismo de los medios de salvación en la Iglesia es algo llamativo.



El lógico que los gestos realizados por el Papa Francisco sorprendan e incluso produzcan perplejidad. Es evidente que el romano Pontífice sabe lo que hace y quiere subrayar la dimensión de apertura y de misión universal de la Iglesia y de sus pastores. Cristo dio su vida para el perdón de los pecados. No vino a juzgar al mundo, sino a salvarlo. No ha sido enviado a los justos, sino a los pecadores. No le importaba que sus contemporáneos se escandalizasen porque comía con ellos.



Quizá debemos de aprender todos un poco del Papa. Ojalá sea tal nuestra compostura que produzcamos un poco de "escándalo" (2) o desconcierto: que superemos las rutinas, las tradiciones humanas que esconden o anulan los preceptos divinos, que renovemos nuestra conducta huyendo de todo lo que resulte falso, hipócrita. El Papa nos invita a todos a salir de nosotros mismos y a acercarnos a todos cuantos sufren, llegando a las "periferias" no sólo geográficas sino también existenciales.



Si por hacer eso causamos "perplejidad", no hay duda de que es una perplejidad sana que nos sacude a todos por dentro y nos predispone a una nueva conversión.