Friday, December 06, 2013

Quiero vivir la esperanza con paciencia en este adviento

Quiero vivir la esperanza con paciencia

Hoy amanecí (como decimos nosotros)....... arriba del palo, filosofando y dándole vuelta al mundo... cuesta esperar, vivir la fe y tener paciencia, en la vida personal, familiar, social y eclesial.

La esperanza es la capacidad de confiar en que se hará realidad algo que aún no vemos y es por eso que, para nosotros los cristianos, ella está tan unida a su hermana la fe, que es la capacidad de caminar creyendo aunque no lo veamos. Pero la esperanza no solo es la capacidad de confiar en que se hará realidad algo que aún no se ve, sino que además es algo que no depende para nada de nuestras propias fuerzas, ni de nuestro propio empeño. Es algo que “se nos da”, “que llega”, no lo “hago venir” yo.

Y es por esa razón que la esperanza cristiana está tan unida también al “aguardar”, al “acoger”, al “recibir”, unida, por tanto, al “contemplar”, que es aguardar, acoger a Dios en la realidad. Y no es de una forma meramente pasiva, no espera de brazos cruzados, sino que ese compromiso transformador de la realidad, es la dimensión fundamental de la esperanza cristiana: la capacidad de comprometerse por hacer realidad aquello que se espera.

Es una esperanza que cree en la utopía, en que si se puede construir un mundo mejor y en trabajar por eso, deseando unos cielos y una tierra nueva. Es una vida que cree y trabaja la fraternidad, la paz y el compartir. Es algo que está encerrado en el corazón de cada persona, de mi realidad cotidiana, de mí mismo

Pero debemos tener cuidado ya que todo compromiso con cualquier realidad, para sostenerse, para durar, para ser un auténtico compromiso, ha de contar no sólo con mucha capacidad de perseverancia y de empeño sino que principalmente ha de contar con "la paciencia". Porque una vida sin paciencia, hace muchas veces fracasos de nuestras expectativas por la frustración de nuestros mejores deseos, por la resistencia de la realidad a pesar de los empeños y también por nuestra propia fragilidad y la fragilidad de los que nos rodean.

En este tiempo de Adviento soy invitado a renovar mi esperanza creyente. Una esperanza que por ser humana, por encarnarse en lo humano, como Dios mismo, ha de contar con la fragilidad y la pequeñez, con la pobreza nuestra, la de los demás, de la realidad. Ha de ser una esperanza que cultive una paciencia que debe de ser entendida, no como resignación, sino como una empecinada y diaria constancia, con la voluntad de permanecer con coraje y con ternura a pesar del fracaso.

Paciencia, también es saber dar su tiempo a las cosas. Saber que las cosas buenas necesitan tiempo y empeño, que nada crece sin tiempo y sin dedicación. Paciencia, también con ternura, cuidado, mimo y esmero. Poner amor en las cosas, poner amor a todo lo que he proyectado, deseado y querido en estos días con los niños, los jóvenes y los viejitos. ¡Pidamos al Señor por la bendita paciencia! 

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