El día de los Difuntos es un día especial que la Iglesia nos ha dado para recordarnos acerca de cuán importante es ofrecer oraciones por los que han muerto en los brazos de Jesús pero que todavía no han alcanzado la gloria total del cielo. La transición de la vida terrenal a la unión completa con Dios en el cielo generalmente no es instantánea.
Llamamos a esta transición el "purgatorio".
Ya que existe mucha confusión y malos entendidos acerca de la Doctrina del Purgatorio, aquí proporcionamos una explicación breve.
¿Qué enseña la Iglesia acerca de la vida después de la muerte?
Todos somos pecadores. Aún después de que hayamos sido liberados del Pecado Original por medio del bautismo, nosotros no podemos llegar a ser perfectamente santos por nuestros propios esfuerzos.
Porque somos pecadores, nosotros nos moriremos separados de Dios Santo, excepto:
Jesús murió en nuestro lugar, tomando nuestros pecados a la cruz. Después resucito de entre los muertos y desea que nos unamos a él en la vida resucitada por toda la eternidad.
Los que aceptan esto y buscan el perdón de sus pecados vivirán eternamente unidos a Jesús en el cielo.
Los que comprenden esto y sin embargo lo rechazan morirán enteramente con pecado, incapaces de entrar al cielo, escogiendo el infierno para evitar pasar la eternidad con Dios.
Los que siguen a Cristo pero fallan en buscar el perdón para TODOS sus pecados todavía irán al cielo, pero para entrar en la plenitud de unidad con Dios deben ser purificados - purgados (así el nombre "Purgatorio") - de todo lo que es impío.
Jesús habló del Purgatorio cada vez que pensó que los pecadores que pertenecían al reino de Dios tendrían que "ser puestos en prisión" hasta que ellos "pagaran hasta el último centavo" de su deuda.Desde los primeros años de la cristiandad, ha sido conocido que nosotros no podemos llevar nuestros pecados al cielo. Los pecados de los que no nos hemos arrepentido deben ser purgados de nosotros.
El "purgatorio" viene del latín, que significa "fuego que limpia". Algunas personas confunden esto con los fuegos del infierno. Piensa mejor en "el fuego del Espíritu Santo".
Cuando nos morimos, entramos en completo contacto con el Espíritu Santo (la "Visión Beatífica"), y de repente nos damos cuenta de que somos realmente tan diferentes a Dios por las secuelas del pecado arrepentido. En ese momento, completamente conscientes de lo que fue impío, pagano, o pecaminoso en nosotros, profundamente nos aflige ver el daño causado por nuestros pecados. Este dolor duraría para siempre si Dios no proporcionaría, en su gran misericordia, una curación.
El purgatorio es un regalo de la misericordia de Dios, no un castigo.Nos lo da a nosotros porque lo deseamos. El llameante, dolor purificante del purgatorio es nuestro profundo arrepentimiento de cuán imperfectamente hemos amado, abastecido por nuestro anhelo de vivir eternamente en total amor sagrado.
Al Papa Juan Pablo II le gustaba señalar que el purgatorio es un lugar de alegría. ¡No nos olvidemos eso! Tus seres queridos que han muerto, y que creyeron en Jesús, se alegran de la Visión Beatífica hasta el punto que están listos para ser unidos a ella. Se alegran porque están libres del mal y están totalmente con Dios, incluso si ellos también todavía sufren por la angustia de saber cuánto daño han hecho contra Dios por sus pecados terrenales.
Como dice en la primera lectura de hoy (Sabiduría 3,1-9), "Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento". Es decir, por contraste a los tormentos del infierno, el dolor del purgatorio es realmente una bendición, no un tormento.
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