Thursday, August 09, 2007

"No temas, pequeño rebaño," Homilia para 12 de Agosto, 2007

"No temas, pequeño rebaño," Homilia para 12 de Agosto, 2007

«No temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino.» "

El evangelio de hoy, comienza por una de las mas lindas palabras de Jesus: "No temas, pequeño rebaño..." ¡Que amor, que ternura en esas pocas palabras! "No temas..." Jesus sabe cuán herido está el espíritu del hombre a partir del pecado original: el miedo, el temor desmesurado de Dios ha invadido el alma humana a partir de ese instante funesto del primer pecado de los hombres... Porque ese primer pecado ha hecho conocer al hombre el temor de Dios, un miedo justificado por la culpabilidad del hombre, pero un miedo sin medida, un miedo atizado por el demonio: "Yavé Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?» Este contestó: «He oído tu voz en el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo; por eso me escondí.»" (Gn. 3:9-10)

Para que el hombre no tuviera mas un miedo desmedido a Dios, sino tan solo un temor respetuoso y filial, Dios se rebajó hasta el hombre enviándole su propio Hijo: "El, siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con Dios, sino que se redujo a nada, tomando la condición de servidor, y se hizo semejante a los hombres." (Phil. 2:6-7)

En Jesús, Dios se hace nuestro servidor: vela sobre nosotros por su Divina Providencia, nos muestra el camino del cielo, ¡nos anticipa el gusto de su reino por adelantado! "...porque le agradó al Padre de ustedes darles el Reino."

" «Vendan lo que tienen y repártanlo en limosnas. Háganse junto a Dios bolsas que no se rompen de viejas y reservas que no se acaban; allí no llega el ladrón, y no hay polilla que destroce. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.» "

Si Dios esta a nuestro servicio, ¿que podemos hacer nosotros mejor que ponernos nosotros también a su servicio? Si no lo hacemos, ¿no podría Dios mismo acusarnos de ingratitud hacia el? Sin duda, dirán algunos; ¿pero qué viene a hacer Dios en nuestra vida? ¿no podría dejarnos tranquilos? En efecto, mucha gente vive hoy dejando de lado a Dios.

¿Dios, para hacer qué? El mundo y sus riquezas parecen alcanzarles para hacerlos felices, por lo menos en apariencia... De hecho, es una felicidad ilusoria, un engaño, como una droga... ¡El dinero, los bienes materiales, el placer de los sentidos, la lujuria, todo eso conduce a los hombres de nuestro tiempo a la peor locura: la de la glorificadción del 'yo'!

¡Para poder salir de allí, no hay sino una solución: la vida del evangelio, la vida del servicio a los demás, la vida al servicio de Dios para la salvación del mundo! ¿Que habremos hecho de nuestra vida si no la habremos de emplear para servir a Dios? ¿Cual habra sido nuestro tesoro? ¿Los billetes de banco que estan en nuestra caja fuerte, los ladrillos que forman parte de nuestra casa, nuestro automovil que brilla como nuevo? ¡Reflexionemos! ¿Nos hemos decidido realmente a ponernos al servicio de Dios? Miremos nuestro crucifijo, y oigamos a San Pablo: "... tomando la condición de servidor, se hizo semejante a los hombres. Y encontrándose en la condición humana, se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte en una cruz." (Phil. 2:7-8)

Sigamos el consejo del Señor: "Vendan lo que tienen y epártanlo en limosnas. Háganse junto a Dios bolsas que no se rompen de viejas y reservas que no se acaban; allí no llega el ladrón, y no hay polilla que destroce. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón." ¡Lo que nos impide servir a Dios, es nuestro apego a las criaturas, y sobre todo, a nosotros mismos!
" «Tengan puesta la ropa de trabajo y sus lámparas encendidas. Sean como personas que esperan que su patrón regrese de la boda para abrirle apenas llegue y golpee a la puerta. Felices los sirvientes a los que el patrón encuentre velando a su llegada. Yo les aseguro que él mismo se pondrá el delantal, los hará sentar a la mesa y los servirá uno por uno. Y si es la medianoche, o la madrugada cuando llega y los encuentra así, ¡felices esos sirvientes! Si el dueño de casa supiera a qué hora vendrá el ladrón, ustedes entienden que se mantendría despierto y no le dejaría romper el muro. Estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre llegará a la hora que menos esperan.» "

Dios se rebajo el primero, porque El, primero, nos amó. "Amemos, pues, ya que él nos amó primero." (1 Jn. 4:19) ¡Si, a continuación nos rebajamos delante de Dios sirviendolo con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro amor, entonces, al final, nuestra recompensa será la Mesa con Dios, personal, cara a cara eternamente con Dios, que nos habrá elevado hasta el en una gloria sin fin! "Yo les aseguro que él mismo se pondrá el delantal, los hará sentar a la mesa y los servirá uno por uno." ¡Ya, hoy, eso puede convertirse en realidad! ¡Puesto que nosotros, en unos momentos, estaremos invitados a la Mesa eucarística donde el mismo Señor se hace nuestro servidor: el hecho que el Señor mismo se haga presente bajo las apariencias de comida y de bebida es un signo de servicio hacia nosotros; y nuestra fe en Aquel que no vemos es, por nuestra parte, el signo de nuestro servicio hacia el Dios del Cielo y el Señor de los Señores!

" Pedro preguntó: «Señor, esta parábola que has contado, ¿es sólo para nosotros o es para todos?» El Señor contestó: «Imagínense a un administrador digno de confianza y capaz. Su señor lo ha puesto al frente de sus sirvientes y es él quien les repartirá a su debido tiempo la ración de trigo.

Afortunado ese servidor si al llegar su señor lo encuentra cumpliendo su deber. En verdad les digo que le encomendará el cuidado de todo lo que tiene. Pero puede ser que el administrador piense: «Mi patrón llegará tarde». Si entonces empieza a maltratar a los sirvientes y sirvientas, a comer, a beber y a emborracharse, llegará su patrón el día en que menos lo espera y a la hora menos pensada, le quitará su cargo y lo mandará donde aquellos de los que no se puede fiar.» "
Pedro pregunta entonces a Jesús: «Señor, esta parábola que has contado, ¿es sólo para nosotros o es para todos?» El Señor contesta con otra parábola... De hecho, ¿quién es el más 'servidor' entre los discípulos de Cristo sino el mismo Pedro? El Papa, Sucesor de Pedro, ¿no se proclama a si mismo el 'Servidor de los Servidores de Dios'? Un orden y una jerarquía, son necesarios en la Iglesia.

Todos los Cristianos, servidores de Dios y a su vez servidores los unos de los otros, deben vivir en cierta armonía, la más perfecta que se pueda. Esto supone que algunos 'servidores' sean superiores de otros 'servidores', lo que no deja de ser peligroso... Estos superiores deben entonces velar para cumplir su misión con sabiduría y mesura, evitando que su misión de superiores no prevalezca por encima de la de servidores. ¡De esta forma, el superior de más alto rango, el Papa, quiere proclamarse el 'Servidor de los Servidores de Dios', y serlo realmente!
" «Este servidor conocía la voluntad de su patrón; si no ha cumplido las órdenes de su patrón y no ha preparado nada, recibirá un severo castigo. En cambio, si es otro que hizo sin saber algo que merece azotes, recibirá menos golpes. Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas.» "

Aunque esta última sentencia del Señor se aplica a todos los que han recibido una carga en la Iglesia, se la puede aplicar también a todos aquellos y aquellas que han recibido gracias especiales y favores particulares para el abien de toda la Iglesia. Principalmente, la Muy Santa Virgen María. La que se convirtió en la Madre de Dios recibió una gracia incomparable, pero una gracia que la impulsó a llamarse a sí misma con toda humildad: "la servidora del Señor" (Lc. 1:38). De esta gracia, María testimonió fielmente duramente toda su vida sobre la tierra, pero sobre todo a los piés de la Cruz, donde, verdaderamente, el Señor exigió 'demasiado' de ella... "Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho..."

¡Roguemos a la Muy Santa Virgen María, afín que ella haga de nosotros verdaderos servidores de Dios! ¡Amen!

En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

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