Thursday, November 09, 2006

el perdón: las grandes ligas.

El Perdón: Las Grandes Ligas


La elevada naturaleza del perdón radica en el hecho de que incluye, en sí mismo, varias otras virtudes. Consideremos estas tres en particular: justicia, clemencia y misericordia.

La justicia se basa en una fórmula de equidad: Si pido prestados $10 debo devolver $10. Cuando se viola la justicia, se requiere de un castigo para que haya cierto tipo de restitución. De acá la importancia de reajustar la balanza de la justicia. Toda injusticia requiere de una paga que ponga peso en el lado contrario de la balanza, para que ésta vuelva a estar en equilibrio. La clemencia va más allá de la justicia, hasta llegar, de cierta manera, a obviar la necesidad del balance justo y exacto, y permite una reducción en el pago requerido. Por ejemplo, puede apelarse a la clemencia para reducir una sentencia de 60 días a 15 días. La misericordia va más allá tanto de la justicia como de la clemencia para limpiar la necesidad de castigo. No cierra los ojos ante la ofensa cometida, pero sí perdona a quien la cometió. El perdón sobrepasa esas tres virtudes, aunque sin desvalidarlas. La justicia, clemencia y misericordia componen la base que permiten que el perdón sea posible. El perdón va más allá de la misericordia y trata la ofensa como si ésta nunca hubiera sucedido. En otras palabras, da borrón y cuenta nueva, brindando a la persona una nueva oportunidad para comenzar de cero. Por parte de quien es perdonado, las virtudes de humildad, sinceridad y esperanza se dan por sentadas. De esta manera, el perdón representa una virtud de alto nivel por las virtudes base de que se requiere, tanto por parte de quien perdona como de quien es perdonado. El perdón está en un nivel tan alto que, desde la antigüedad, se le ha descrito como algo sobrenatural. "Errar es humano, pero perdonar es divino". O, para modificar un poco esta máxima, "Errar es humano, pero perdonar es sobrehumano". Por el contrario, los sistemas de justicia son incapaces de perdonar. Un letrero expuesto en una estación de policía de Los Angeles hace notar esto de forma acertada y humorística: "Errar es humanos, pero perdonar va en contra de las políticas policíacas". Los sistemas no solamente son incapaces de otorgar perdón, sino que con frecuencia se oponen vehementemente a practicarlo. Hace algunos años un empresario exitoso – cuyo nombre es bien conocido para los amantes del baseball – murió. Los periódicos que publicaron la noticia no comenzaron de la manera tradicional, haciendo mención de sus logros o listando los nombres de sus parientes cercanos, sino de la siguiente manera: "Fred Snodgrass, cuyo error al bate costó a los New York Giants la Serie Mundial de 1912..." La sociedad recuerda a Fred Snodgrass, así como a otro sinnúmero de personas en situaciones similares, solamente en base a un infortunio aislado e imperdonable, aún a pesar de que muchas veces el mismo fue realmente intrascendente. Para estar en posición de apreciar la racionalidad del perdón – y el consecuente horror de la condenación – uno debe estar parado en una plataforma construida sobre sus virtudes fundamentales. Esto es comparable con un padre que levanta a su hijo para que pueda ver por encima de las personas enfrente suyo y así disfrutar del desfile. El mundo secular tiene sus penitenciarías, así como el football tiene sus áreas de penal y los marcadores de baseball sus columnas de error. La clase de perdón que el mundo ofrece se basa en varias formas de falsedad – como la de perdonarse a sí mismo. Este concepto de autoperdón es, en parte, consecuencia de la psicología secular moderna, que ha llegado a exagerar enormemente la importancia del individuo como individuo. Los libros de autoayuda populares, con títulos como Cómo ser tu Mejor Amigo, Gana Intimidando, Cómo Divorciarse de Mamá y Papá, y otros, dan la impresión de que el individuo es una isla para sí mismo. Pero el perdonarse a uno mismo implica un modo radical de desunión personal. Puede uno dividirse en dos partes: la parte que otorga el perdón y la parte que recibe perdón? Y cómo puede la última recibir el perdón o elevarse por sobre la primera para suponer que le perdonará? Y sobre qué lineamientos (falsos lineamientos) de la personalidad puede ocurrir tal división? La esencia del perdón no concierne a los individuos como tales, sino a las relaciones. El perdón restaura una relación dañada entre el hombre y Dios, así como entre el hombre y su prójimo. Los dos grandes mandamientos – amar a Dios y amar al prójimo – reiterados en el Padre Nuestro, subrayan este significado del perdón. He aquí la paradoja fundamental del perdón: es sobrenatural y presupone muchas virtudes que le sirven como base, a la vez que es elemental y necesario para que las personas puedan vivir en armonía unas con otras. El perdón es a la vez mundano y sobrehumano. Quizá esta paradoja sea más fácil de comprender cuando nos damos cuenta de que Dios, tan divino como es, permanece con nosotros para guiarnos en nuestra relación con El y con nuestro prójimo, a cada paso del camino.


En la Trinidad: Padre Roberto Mena, S.T.

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