Wednesday, September 21, 2016

Papa Francisco interpreta en su audiencia el lema "Misericordiosos como el Padre "

«¿Las palabras de Jesús son reales? ¿Es de verdad posible amar como ama Dios y ser misericordiosos como Él?». El Papa explicó que «misericordiosos como el Padre», lema del Jubileo de la Misericordia sacado del Evangelio de Lucas («Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso»), no es un «eslogan». Durante la Audiencia general en la Plaza San Pedro, explicó: « Si Dios me ha perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Soy más grande de Dios?». Francisco también pidió no olvidar a los enfermos de Alzheimer ni a sus familiares en la Jornada mundial para sensibilizar a a opinión pública sobre esta enfermedad.
Misericordiosos como el padre: «No se trata de un “eslogan”, sino de un compromiso de vida», dijo el Pontífice argentino, quien citó después el pasaje del Evangelio de Mateo correspondiente: «Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo». «En esta misma perspectiva —continuó—, San Lucas precisa que la perfección es el amor misericordioso: ser perfectos significa ser misericordiosos. ¿Una persona que no es misericordiosa es perfecta? ¡No! ¿Una persona que no es misericordiosa es buena? ¡No!».
 
Claro, prosiguió Papa Bergoglio, « Dios es perfecto. Todavía, si lo consideramos así, se hace imposible para los hombres alcanzar esta absoluta perfección. En cambio, tenerlo ante los ojos como misericordioso, nos permite comprender mejor en que consiste su perfección y nos impulsa a ser como Él llenos de amor, de compasión y misericordia. Pero me pregunto: ¿Las palabras de Jesús son reales? ¿Es de verdad posible amar como ama Dios y ser misericordiosos como Él?Si miramos la historia de la salvación, vemos que toda la revelación de Dios es un incesante e inagotable amor por los hombres», y la muerte de Jesús en la Cruz « es el culmen de la historia de amor de Dios con el hombre. Un amor talmente grande que solo Dios lo puede realizar. Es evidente que, relacionado con este amor que no tiene medidas, nuestro amor siempre será en defecto. Pero, ¡cuando Jesús nos pide ser misericordiosos como el Padre, no piensa en la cantidad! Él pide a sus discípulos convertirse en signo, canales, testigos de su misericordia».
En este sentido, «la Iglesia no puede dejar de ser sacramento de la misericordia de Dios en el mundo, en todo tiempo y hacia toda la humanidad. Todo cristiano, por lo tanto, es llamado a ser testigo de la misericordia, y esto sucede en el camino a la santidad».
Jesús explica cómo ser misericordiosos, continuó el Papa, con dos verbos: perdonar y donar. La misericordia se expresa antes que nada con el perdón: « Jesús no pretende alterar el curso de la justicia humana, todavía recuerda a los discípulos que pera tener relaciones fraternas se necesita suspender los juicios y las condenas». «¡El cristiano —exclamó Francisco— debe perdonar! Pero ¿Por qué? Porque ha sido perdonado. Todos nosotros que estamos aquí, hoy, en la Plaza, todos nosotros, hemos sido perdonados. Ninguno de nosotros, en su vida, no ha tenido necesidad del perdón de Dios. Y porque nosotros hemos sido perdonados, debemos perdonar. Y lo recitamos todos los días en el Padre Nuestro: “Perdona nuestros pecados; perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Es decir, perdonar las ofensas, perdonar tantas cosas, porque nosotros hemos sido perdonados de tantas ofensas, de tantos pecados. Y así es fácil perdonar. Si Dios me ha perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Soy más grande de Dios? ¿Entienden esto? Este pilar del perdón nos muestra la gratuidad del amor de Dios, que nos ha amado primero. Juzgar y condenar al hermano que peca es equivocado. No porque no se quiera reconocer el pecado, sino porque condenar al pecador rompe la relación de fraternidad con él y desprecia la misericordia de Dios, que en cambio no quiere renunciar a ninguno de sus hijos. No tenemos el poder de condenar a nuestro hermano que se equivoca, no estamos por encima él: al contrario tenemos el deber de rescatarlo a la dignidad de hijo del Padre y de acompañarlo en su camino de conversión».
Y Jesús también enseña a donar: «Jesús no dice que cosa sucederá a quienes no donan, pero la imagen de la “medida” constituye una exhortación: con la medida  del amor que damos, seremos nosotros mismos a decidir cómo seremos juzgados, cómo seremos amados. Si observamos bien, existe una lógica coherente: ¡en la medida con la cual se recibe de Dios, se dona al hermano, y en la medida con la cual se dona al hermano, se recibe de Dios!».
 
«Cuánta necesidad tenemos todos de ser un poco misericordiosos», concluyó Francisco. « no hablar mal de los demás, de no juzgar, de no “desplumar” a los demás con las críticas, con las envidias, con los celos. ¡No! Perdonar, ser misericordiosos, vivir nuestra vida en el amor y donar»; de esta manera «el corazón crece, crece en el amor. En cambio, el egoísmo, la rabia, hace el corazón pequeño, pequeño, pequeño, pequeño y se endurece como una piedra. ¿Qué cosa prefieren ustedes? ¿Un corazón de piedra? Les pregunto, respondan: “No”. No escucho bien… “No”. ¿Un corazón lleno de amor? “Si”. ¡Si prefieren un corazón lleno de amor, sean misericordiosos!».


Con «particular alegría», el Papa saludó al final de la audiencia a los peregrinos turcos de la diócesis de Esmirna. En ocasión de la XXIII Jornada mundial del Alzheimer, que cae hoy y tiene como tema «Acuérdate de mí», el Papa invitó a todos los presentes en la plaza San Pedro a «acordarse, con la solicitud de María y con la ternura de Jesús misericordioso, de cuantos sufren este morbo y de sus familiares, para hacerles sentir nuestra cercanía. Recemos también por las personas que se encuentran al lado de los enfermos, sabiendo acoger sus necesidades, incluso las más imperceptibles, para que sean vistos con ojos llenos de amor». 

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