Thursday, August 28, 2014

La Cruz condicion del seguimiento de Cristo.



Homilia Escrita del 31 de Agosto de 2014 (22A)
De P. Roberto Mena, ST
Cargar con la propia cruz es condición para seguir a Cristo y para alcanzar la salvación. Es el tema que Jesús les comenta hoy a sus discípulos. ¿Cuál es nuestra experiencia del dolor? ¿Qué pensamientos nos vienen a la mente cuando decimos"cruz"?
Hermanas y hermanos:
1. El cristianismo es amor, pero la caridad y la cruz son inseparables. El lenguaje del amor es la cruz, es siempre una bendición. La cruz transforma, enriquece, hace más humana y profunda nuestra vida porque nos hace amar y entender a los demás. Si no hemos sufrido, no podemos comprender a los demás. La cruz duele, humilla, siempre parece injusta. La cruz de otro parece más llevadera. Pero la mía parece imposible de llevar.
2. Podemos pensar que se puede vivir sin cruz y entonces nos insensibilizamos, y nos entregamos a las delicias de este mundo. Podemos también aceptarla como un mal menor que no se puede evitar y entonces adoptamos una actitud pesimista, monótona, sin color; y este estado de ánimo nos consume. Pero también podemos acoger con amor la invitación de Cristo a tomar su cruz y seguirlo diariamente. Es síntoma de autenticidad cristiana.
3. A Pedro le escandaliza el hecho de que el Mesías pueda sufrir injusticias e intenta impedirlo. La respuesta de Cristo es muy dura: "aléjate de mí, Satanás porque eres para mí ocasión de escándalo". ¡Son las mismas palabras que dirigió Jesús al tentador en el desierto! Y añade: "Porque no piensas según Dios sino según los hombres". Esta es la tentación de todos los tiempos.
La cruz, el sufrimiento, parecen ideas de tiempos oscuros del pasado; sin embargo Cristo nos las presenta como la condición indispensable para ser su discípulo. El verdadero seguidor de Cristo asume estas actitudes: negarse a sí mismo, cargar con su cruz y seguir a Jesús. Esto significa soportar dificultades, enfrentarse a las situaciones de infamia, de prueba o de dolor que se encuentran en la vida cotidiana, estar dispuestos a dar la vida por Cristo, si fuera necesario.
Cuando Jesús sentencia: "¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma", está invitando, no a despreciar los bienes de este mundo, sino a administrarlos responsablemente siguiendo el ejemplo de Cristo.
Dialoga con Cristo: "Señor, no puedo huir de la cruz, la encuentro a lo largo de mi vida: en el dolor del cuerpo, en el dolor del alma, en la tribulación, en el fracaso, en el miedo, en la angustia, en la desesperanza, en la duda, en las contrariedades, en las dificultades, en el trabajo. La vida no es siempre un camino de rosas. Tú me has dado ejemplo de cargar primero con la cruz. Dame la gracia y la fuerza para seguirte no sólo hasta el Tabor, sino también hasta el Calvario".



Wednesday, August 27, 2014

Papa Francisco: Envidia y habladurías no son cristianas y atentan contra la unidad de la Iglesia

Envidia y habladurías no son cristianas y atentan contra la unidad de la Iglesia: Papa Francisco

Papa Francisco. Foto: Republic of Korea (CC BY-SA 2.0)
Papa Francisco. Foto: Republic of Korea (CC BY-SA 2.0)
VATICANO, 27 Ago. 14 /  En su catequesis de hoy, el Papa Francisco alentó a los cristianos a no caer en la envidia y la habladurías dentro de la Iglesia, pues esto atenta contra la unidad por la que ha rezado Cristo y es “obra del diablo”.
El Santo Padre recordó que al hacer “nuestra profesión de fe recitando el ‘Credo’, afirmamos que la Iglesia es ‘una’ y ‘santa’. Es una, porque tiene su origen en Dios Trinidad, misterio de unidad y de comunión plena. Y la Iglesia es santa, porque está fundada en Jesucristo, animada por su Santo Espíritu, colmada por su amor y por su salvación”.
“Al mismo tiempo, sin embargo, es santa pero compuesta por pecadores, todos nosotros. Pecadores que experimentamos cada día las propias fragilidades y las propias miserias. Así, esta fe que profesamos nos mueve a la conversión, a tener el valor de vivir cotidianamente la unidad y santidad; y si nosotros no estamos unidos, si no somos santos, es porque no somos fieles a Jesús”.
El Santo Padre aseguró que “Él, Jesús, no nos deja solos, no abandona a su Iglesia. Él camina con nosotros, Él nos comprende. Comprende nuestras debilidades, nuestros pecados, ¡nos perdona! Siempre que nosotros nos dejemos perdonar, ¿no? Pero Él está siempre con nosotros ayudándonos a ser menos pecadores, más santos, más unidos”.
“El primer consuelo nos llega del hecho que Jesús rezó tanto por la unidad de sus discípulos. Es la oración de la última cena, Jesús pidió tanto: ‘Padre que sean uno’. Rezó por la unidad. Y justo en la inminencia de la Pasión, cuando estaba a punto de ofrecer toda su vida por nosotros. Es aquello que estamos invitados a leer y meditar continuamente, en una las páginas más intensas y conmovedoras del Evangelio de Juan, el capítulo diecisiete”.
“¡Qué bello es saber que el Señor, apenas antes de morir, no se preocupó por sí mismo, sino que pensó en nosotros! Y en su diálogo intenso con el Padre, oró justamente para que podamos ser una cosa sola con Él y entre nosotros”.
Francisco señaló que “la Iglesia ha buscado desde el principio realizar este propósito, que es tan querido por Jesús”.
“La experiencia, sin embargo, nos dice que son tantos los pecados contra la unidad. Y no pensamos solamente en los cismas, pensamos en faltas muy comunes en nuestras comunidades, en pecados ‘parroquiales’, en los pecados en las parroquias”.
“A veces, de hecho, nuestras parroquias, llamadas a ser lugares de comunión y donde compartir, son tristemente marcadas por la envidia, los celos, las antipatías”.
“Y las habladurías están a la mano de todos ¿eh?”, continuó el Papa. “¡Cuánto se habla en las parroquias! ¿Es bueno esto o no es bueno? ¿Es bueno?…Y si, uno es elegido ‘presidente’ de tal asociación: se habla contra de él… Y si tal otra es elegida ‘presidenta’ de la catequesis: las demás hablan contra de ella…Pero esto, ¡no es la Iglesia! Esto no se debe hacer, ¡no debemos hacerlo! No les digo que se corten la lengua, no, no, no, tanto no, pero pedir al Señor la gracia de no hacerlo”.
Francisco indicó que “esto es humano, ¡pero no es cristiano! Esto sucede cuando apuntamos a los primeros puestos; cuando nos ponemos en el centro, con nuestras ambiciones personales y nuestras formas de ver las cosas, y juzgamos a los demás; cuando nos fijamos en los defectos de los hermanos, en lugar de ver sus cualidades; cuando damos más importancia a lo que nos divide en lugar de aquello que nos une”.
El Papa recordó que “una vez, en la diócesis que tenía antes, oí un comentario interesante y bello: se hablaba de una anciana que había trabajado toda su vida en la parroquia. Y una persona que la conocía bien dijo: ‘esta mujer jamás ha hablado mal, nunca participó de habladurías, siempre tenía una sonrisa’. ¡Una persona así podría ser canonizada mañana!”.
“En vista de todo esto, tenemos que hacer seriamente un examen de conciencia. En una comunidad cristiana, la división es uno de los pecados más graves, porque la hace signo no de la obra de Dios, sino de la obra del diablo, el cual es, por definición, aquel que separa, que arruina las relaciones, que insinúa prejuicios”.
El Santo Padre señaló que “Dios, en cambio, quiere que crezcamos en la capacidad de acogernos, de perdonarnos y de bien querernos, para parecernos cada vez más a Él, que es comunión y amor. En esto está la santidad de la Iglesia: en el reconocerse imagen de Dios, colmada de Su misericordia y de Su gracia”.
“Queridos amigos, hagamos resonar en nuestro corazón estas palabras de Jesús: ‘Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios’. Pedimos sinceramente perdón por todas las veces que hemos sido motivo de división o de incomprensión al interno de nuestras comunidades, sabiendo bien que no se llega a la comunión, sino es a través de la continua conversión. ¿Y qué es la conversión?: ‘Señor, dame la gracia de no hablar mal, de no criticar, de no chismorrear, de querer bien a todos’. ¡Es una gracia que el Señor nos da! Esto es convertir el corazón, ¿no? “.
“Y pedimos que el tejido cotidiano de nuestras relaciones pueda convertirse en un reflejo siempre más bello y gozoso de la relación entre Jesús y el Padre. Gracias”, concluyó.

Monday, August 25, 2014

sobre la homilia

Con mucha frecuencia oímos decir que el cura, durante la homilía dominical,
“habló muy bonito, pero no se le entendió nada”. Si bien es cierto que uno de los
grandes retos que tiene el sacerdote en su predicación es acercarse de manera sencilla
y eficaz a sus fieles, y más aún, hacerle cercano a Dios en sus vidas; esta gran tarea
queda corta cuando no se pone en diálogo la palabra de Dios con la vida de los fieles.
Llevar a cabo esta misión es posible solo en el contacto frecuente que el sacerdote
tenga con Dios a través de la oración y la meditación de su
palabra, así como en la proximidad
que tenga con las personas a las que
se dirige. La oración consecratoria de
los sacerdotes, que citábamos en el
boletín anterior, insiste en que, por
su predicación, los presbíteros deben
hacer que “la palabra del Evangelio
dé fruto en el corazón de los
hombres”. En efecto, esta tarea
depende sobre todo de la fuerza
de la misma Palabra, pero es al
sacerdote a quien compete
acercarla a la vida de las personas,
teniendo presente que “el Señor se
complace de verdad en dialogar con
su pueblo y al predicador le toca
hacerle sentir este gusto del
Señor a su gente.” (EG, 141)
 Poner a Dios, que se ha hecho palabra, en contacto con su pueblo es la
misión principal del sacerdote en la homilía. Es justo pues que él mismo se convenza
de ello y para que pueda hablar desde el corazón con palabras sencillas, calurosas y
afectuosas; palabras que entran en sintonía con la sencilla y transparente
personalidad de los feligreses, palabras que, por la fuerza del Espíritu Santo, salen del
corazón de Dios y llegan como un dardo encendido (Cf. Lc 12,49) al corazón de los
hombres y mujeres que celebran su fe en la Misa dominical. “Durante el tiempo que
dura la homilía, los corazones de los creyentes hacen silencio y lo dejan hablar a Él. El
Señor y su pueblo se hablan de mil maneras directamente, sin intermediarios. Pero en
la homilía quieren que alguien haga de instrumento y exprese los sentimientos,
de manera tal que después cada uno elija por dónde sigue su conversación”. (EG,
143)

Friday, August 15, 2014

La Iglesia En Salida Llamada A Tener Un Corazon MIsionero





FR. Roberto Mena ST - Homilia Oral y Escrita Del 17 de Agosto de 2014
 
La liturgia de hoy cuestiona las posiciones cómodas de los cristianos a los que les basta ser buenos pero que no se esfuerzan por ser mejores, ni mueven un dedo para mejorar el mundo.
En la esencia de nuestra vocación está el ser misioneros, como los primeros frailes que evangelizaron el nuevo mundo hace cinco siglos, o como los jóvenes y las familias misioneras de hoy que van de puerta en puerta acercándose a los que tienen su fe empolvada. Cristo murió para rescatarlos a todos. Al final de la parábola de la oveja perdida Jesús nos recuerda que la salvación es para todos: “Es voluntad del Padre que no se pierda ni uno sólo de estos pequeños”.
Hermanas y hermanos:
1.  ¿A quienes hay que misionar? A los más lejanos. Los lejanos” son los no creyentes, los cristianos inconstantes, los indiferentes. Todos ellos viven en una condición de disgusto existencial y, en el fondo, están esperando que alguien les hable del Señor y los acerque a Él. Los hombres, consciente o inconscientemente buscan a Dios y a tropezones intentan encontrarlo.
La actitud del cristiano tiene que ser abiertamente la de buscar a Dios en estos hermanos alejados y acompañarlos en el camino de la salvación. Descubrir el rostro de Cristo en todo ser humano, sea cual sea su situación, su pasado, su estado de vida.
2.  Nuestro acercamiento misionero a los hermanos lejanos, debe estar marcado por el diálogo abierto y respetuoso, llevado con inteligencia, paciencia y gradualidad, nunca con rigorismo. La fe se propone, no se impone. Apertura a todos los hombres, sin ninguna discriminación racial, cultural o religiosa. Sin embargo, esto no significa convertir el celo misionero en un “sincretismo indiferenciado” que nos llevaría a aceptar cualquier cosa ajena a la fe y a renegar o a disminuir los valores de la salvación que nos trajo Jesucristo.
3.  No todos tenemos la oportunidad de acceder a otras culturas o países o religiones lejos de nuestro ámbito cultural, pero sí podemos hacer realidad nuestra vocación misionera en los ambientes más cercanos como la familia, el trabajo, las relaciones sociales, donde debemos promover lo que une y luchar contra las divisiones y alejamientos.
Esta actitud de comunión se hace visible cuando somos capaces de ver lo positivo que hay en el otro, para acogerlo y valorarlo como un regalo de Dios: un don para mí. Es saber dar espacio al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias.
Hermanas y hermanos: Que la Palabra de Dios nos comprometa a ser mejores cristianos en la vida diaria estando abiertos con simpatía y confianza a todos nuestros hermanos, creyentes y no creyentes, dejando de lado cualquier actitud agresiva. El mundo necesita testimonios de vida cristiana coherente y atractiva. “Haz esto y vivirás” nos dice el Señor.
Padre Roberto Mena ST