Thursday, October 31, 2013

En la multitudinaria audiencia, el Papa introduce a la fiesta de Todos los Santos

En la multitudinaria audiencia, el papa introduce a la fiesta de Todos los Santos
Existe un vínculo entre quienes estamos en la tierra, con quienes están en el purgatorio y en el cielo. Pidió también por la reconciliación en Irak

 Esta mañana la plaza de San Pedro volvía a ser un lugar de celebración y encuentro con el santo padre. Con las imágenes tan tiernas y familiares de este fin de semana aún recientes en la memoria, la plaza del Vaticano se viste nuevamente de fiesta.
También hoy cientos de globos de colores llenaban la plaza mientras el papa Francisco pasaba en el papamóvil, como de costumbre, para saludar a los fieles y a los niños para darles su bendición. Un buen rato se ha detenido a charlar con un grupo de adolescentes que se encontraban en las primeras filas, y entre risas y complicidad ha compartido con ellos unos minutos.
Un banda vestida de época, alzando unas banderas ha creado un pasillo en el camino del papa hacia Sagrado para dar comienzo a la audiencia.
A dos días de la celebración litúrgica en la que la Iglesia celebra a todos los Santos, el papa ha dedicado su catequesis de hoy precisamente a la comunión de los santos. El pontífice nos ha invitado a ser cristianos llenos de alegría y a vivir la alegría de tener tantos hermanos bautizados que caminan con nosotros y también con los que están en el cielo y rezan por nosotros.
Al finalizar los saludos en los diversos idiomas, ha hecho un llamamiento especial por Irak: "Al terminar la audiencia saludaré a una delegación de superintendentes iraquíes, con representantes de los diferentes grupos religiosos, que constituyen la riqueza del país, acompañados por el cardenal Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Os invito a rezar por la querida nación iraquí lamentablemente afectada cotidianamente por trágicos episodios de violencia, para que encuentre el camino de  la reconciliación, de la paz, de la unidad y de la estabilidad".
En el resumen  de la catequesis en lengua española, el santo padre ha explicado:
"Hoy quiero hablar sobre una realidad muy bella de nuestra fe: la comunión de los santos. Esta expresión tiene dos significados relacionados: comunión en las cosas santas y comunión entre las personas santas. El segundo significado recuerda que existe una comunión de vida entre los que creemos en Cristo y nos hemos incorporado a Él en la Iglesia por el Bautismo.
La relación entre Jesús y el Padre es la “matriz” del vínculo entre los cristianos: si estamos radicados en esta “matriz”, en este fuego ardiente de amor que es la Trinidad, podemos llegar a poseer un único corazón y una única alma, porque el amor de Dios abrasa nuestros egoísmos, juicios y divisiones. La “comunión de los santos” es una gran familia, donde todos los miembros se ayudan y se sostienen entre sí.
Preguntémonos: ¿Sabemos compartir las incertezas de nuestro itinerario de fe buscando la fraterna ayuda de la oración y del consuelo espiritual? ¿Estamos disponibles a escuchar y ayudar a cuantos nos lo piden? La “comunión de los santos”, gracias a la Resurrección de Cristo, establece un vínculo profundo e indisoluble entre los que peregrinan en la tierra, las ánimas del Purgatorio y los que gozan de la bienaventuranza celeste, en la que nos unimos como Iglesia, que encuentra en la oración de intercesión la más alta forma de solidaridad".
Al finalizar estas palabras ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, El Salvador, México y los demás países latinoamericanos y ha invitado "a todos a redescubrir la belleza de la fe en la comunión de los santos. Una realidad que nos concierne mientras somos peregrinos en el tiempo, y en la cual, con la gracia de Dios, viviremos para siempre".
Para concluir, el santo padre ha comenzado con los saludos personales; primero a algunos obispos y monseñores que se iban acercando en fila. Después el santo padre ha caminado hacia los fieles para saludar a algunas personalidades de las que ha recibido algunos presentes; a continuación ha llegado el turno de los enfermos y las parejas de recién casados. Con todos ellos, Francisco ha mostrado una gran ternura y delicadeza mientras les escuchaba, les hablaba y les bendecía.

Texto de la catequesis del papa Francisco sobre la comunión de los santos
En la audiencia Francisco recuerda que nuestra fe necesita el apoyo de los demás. Confía que también él fue tentado. La comunión de los santos va más allá de la vida terrena
En la mañana de este miércoles 30 de octubre, el papa Francisco dijo las siguientes palabras a los fieles presentes en la audiencia general.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me gustaría hablar de una realidad muy bella de nuestra fe, es decir, la comunión de los santos. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que este término hace referencia a dos realidades: la comunión en las cosas santas, y la comunión entre las personas santas (núm. 948). Me centro en el segundo significado: es una verdad entre las más reconfortantes de nuestra fe, porque nos recuerda que no estamos solos sino que hay una comunión de vida entre todos los que pertenecen a Cristo. Una comunión que nace de la fe; de hecho el término "santos" se refiere a aquellos que creen en el Señor Jesús, y se incorporan a Él en la Iglesia a través del bautismo. Por eso, los primeros cristianos fueron llamados también "los santos" (cf. Hch. 9,13.32.41; Rm. 8,27; 1 Cor. 6,1).
1 . El Evangelio de Juan dice que, antes de su pasión, Jesús oró al Padre por la comunión entre los discípulos con estas palabras: "Para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (17,21). La Iglesia, en su verdad más profunda, es comunión con Dios, familiaridad con Dios, una comunión de amor con Cristo y con el Padre en el Espíritu Santo, que se prolonga en una comunión fraterna. Esta relación entre Jesús y el Padre es la "matriz" de la unión entre nosotros los cristianos: si estamos íntimamente inseridos en esta "matriz", en este horno ardiente de amor, entonces podemos llegar a ser realmente un solo corazón y una sola alma entre nosotros, porque el amor de Dios incinera nuestro egoísmo, nuestros prejuicios, nuestras divisiones internas y externas. El amor de Dios también incinera nuestros pecados.
2. Si esto tiene su origen en la fuente del amor, que es Dios, entonces también se da el movimiento recíproco: de los hermanos a Dios; la experiencia de la comunión fraterna con Dios me lleva a la comunión con Dios. Estar unidos entre nosotros nos lleva a estar unidos a Dios, nos lleva a esta relación con Dios que es nuestro Padre. Este es el segundo aspecto de la comunión de los santos que me gustaría subrayar: nuestra fe necesita del apoyo de los demás, especialmente en tiempos difíciles. Si estamos unidos la fe se vuelve más fuerte. ¡Qué hermoso es apoyarse mutuamente en la aventura maravillosa de la fe! Digo esto porque la tendencia a refugiarse en lo privado también ha influido en la esfera religiosa, por lo que muchas veces es difícil buscar la ayuda espiritual de aquellos que comparten nuestra experiencia cristiana.
 Todos las hemos experimentado; yo también, forma parte del camino de la fe, del camino de nuestra vida. ¿Quién de nosotros no ha experimentado inseguridad, desconcierto e incluso dudas en el camino de la fe? Todos hemos experimentado esto, también yo: es parte del camino de la fe, es parte de nuestra vida. Todo esto no debe sorprendernos, porque somos seres humanos, marcados por la fragilidad y las limitaciones; todos somos frágiles, todos tenemos límites. Sin embargo, en estos tiempos difíciles hay que confiar en la ayuda de Dios, a través de la oración filial, y al mismo tiempo, es importante encontrar el coraje y la humildad para estar abierto a los demás, para pedir ayuda, para pedir que nos den una mano. ¡Cuántas veces hemos hecho esto, y después hemos sido capaces de salir del problema y encontrar a Dios otra vez! En esta comunión --comunión quiere decir común-unión--, somos una gran familia, donde todos los componentes se ayudan y se apoyan mutuamente.
3. Y ahora llegamos a otro aspecto: la comunión de los santos va más allá de la vida terrena, va más allá de la muerte y dura para siempre. Esta unión entre nosotros, va más allá y continúa en la otra vida; es una unión espiritual que nace del bautismo y no se rompe con la muerte, sino que, gracias a Cristo resucitado, está destinado a encontrar su plenitud en la vida eterna. Hay un vínculo profundo e indisoluble entre los que son todavía peregrinos en este mundo -- incluidos nosotros-- y los que han cruzado el umbral de la muerte para entrar a la eternidad. Todos los bautizados aquí en la tierra, las almas del Purgatorio, y todos los santos que ya están en el Paraíso forman una sola gran familia. Esta comunión entre el cielo y la tierra se realiza sobre todo en la oración de intercesión.
Queridos amigos, ¡tenemos esta belleza! Es nuestra realidad, la de todos, lo que nos hace hermanos, que nos acompaña en el camino de la vida y hace que nos encontremos de nuevo allá en el cielo. Vayamos por este camino con confianza, con alegría. Un cristiano debe ser alegre, con la alegría de tener a tantos hermanos y hermanas bautizados que caminan con él; sostenido por la ayuda de nuestros hermanos y hermanas que transitan este mismo camino para ir al cielo. Y también con la ayuda de nuestros hermanos y hermanas que están en el cielo y oran a Jesús por nosotros. ¡Adelante por este camino de felicidad!

Wednesday, October 30, 2013

La más alta forma de solidaridad es la oración de intercesión dijo el Papa Francisco

La más alta forma de solidaridad es la oración de intercesión: lo recuerda Francisco en la audiencia general, invitándonos a “redescubrir su belleza”



 El encuentro semanal del Papa con los miles de fieles y peregrinos en la Plaza de San Pedro, estuvo marcado por la catequesis de Francisco dedicada a la “comunión de los santos”: una gran familia, nos recordó el Pontífice, donde todos los miembros se ayudan y se sostienen entre sí. El Obispo de Roma insistió asimismo en que la “comunión de los santos”, gracias a la Resurrección de Cristo, establece un vínculo profundo e indisoluble entre los que peregrinan en la tierra, las almas del Purgatorio y los que gozan de la bienaventuranza celeste, en la que “nos unimos como Iglesia, que encuentra en la oración de intercesión la forma más alta de solidaridad”.




Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero hablar sobre una realidad muy bella de nuestra fe: “la comunión de los santos”. Esto significa comunión entre las personas santas. Existe una comunión de vida entre nosotros los que creemos en Cristo y nos hemos incorporado a Él por el Bautismo. La relación entre Jesús y el Padre es el modelo de este fuego de amor. Y la “comunión de los santos” es una gran familia. Todos nosotros somos familia, una familia donde todos procuramos ayudarnos y sostenernos entre nosotros. Podemos hacernos esta pregunta: ¿Sabemos compartir las incertezas de nuestro camino de fe buscando la ayuda de la oración y del consuelo espiritual? ¿Escuchamos y ayudamos a los que los nos piden está ayuda? Esta unión, comunión -“comunión” significa “unión común”, todos en familia unidos-, gracias a la Resurrección de Cristo, establece un vínculo indisoluble entre los que peregrinan en la tierra, las almas del Purgatorio y los que ya están en el cielo, y nos unimos ayudándonos unos a otros. Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, El Salvador, México y los demás países latinoamericanos. Invito a todos a redescubrir la belleza de la fe en esta unión común de todos los santos. Una realidad que nos concierne mientras somos peregrinos en el tiempo, y en la cual, con la gracia de Dios, vamos a vivir para siempre en el cielo. Muchas gracias.



Traducción del texto completo de la catequesis del Papa en italiano


Creo en la Comunión de los Santos



¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Hoy, me gustaría hablar de una realidad muy bonita de nuestra fe, es decir, la "comunión de los santos". El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que este término hace referencia a dos realidades: la comunión en las cosas santas, y la comunión entre las personas santas (núm. 948). Me centro en el segundo significado: se trata de una verdad de las más consoladoras de nuestra fe, porque nos recuerda que no estamos solos, sino que existe una comunión de vida entre todos los que pertenecen a Cristo. Una comunión que nace de la fe; de hecho, el término "santos" se refiere a aquellos que creen en el Señor Jesús, y son incorporados a Él en la Iglesia a través del Bautismo. Por eso los primeros cristianos también fueron llamados "santos" (cf. Hch 9,13.32.41, Romanos 8:27, 1 Corintios 6:01).

1. El Evangelio de Juan dice que, antes de su Pasión, Jesús oró al Padre por la comunión entre los discípulos, con estas palabras: "Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste".(17:21) La Iglesia, en su verdad más profunda, es comunión con Dios, familiaridad con Dios, comunión de amor con Cristo y con el Padre en el Espíritu Santo, que se prolonga en una comunión fraterna. Esta relación entre Jesús y el Padre es la "matriz" de la unión entre nosotros cristianos: si estamos íntimamente incluidos en esta "matriz", en este horno ardiente de amor que es la Trinidad, entonces podemos verdaderamente convertirnos en un único corazón y en una sola alma entre nosotros, porque el amor de Dios quema nuestros egoísmos, nuestros prejuicios, nuestras divisiones internas y externas. El amor de Dios quema también nuestros pecados.

2. Si existe este enraizamiento en la fuente del Amor, que es Dios, entonces también existe el movimiento recíproco: de los hermanos a Dios; la experiencia de la comunión fraterna que me lleva a la comunión con Dios. Estar unidos entre nosotros nos lleva a estar unidos con Dios, a esta unión con Dios que es nuestro Padre. Nuestra fe necesita el apoyo de los demás, ¡especialmente en los momentos difíciles! Y si estamos unidos, la fe se hace fuerte ¡Qué hermoso es apoyarse mutuamente en la aventura maravillosa de la fe! Digo esto porque la tendencia a cerrarse en lo privado también ha influido en la esfera religiosa, tanto es así que muchas veces es difícil buscar ayuda espiritual en aquellos que comparten nuestra experiencia cristiana.

¿Quién de nosotros -¡todos, todos!- quién de nosotros no ha experimentado inseguridades, desorientaciones e incluso dudas en el camino de la fe? Todos, todos hemos experimentado esto: yo también. Todos. Es parte del camino de la fe, es parte de nuestra vida. Todo esto no debe sorprendernos, porque somos seres humanos, marcados por la fragilidad y las limitaciones. Todos somos frágiles, todos tenemos limitaciones: no se asusten. ¡Todos las tenemos! Sin embargo, en estos momentos difíciles hay que confiar en la ayuda de Dios, a través de la oración filial, y al mismo tiempo, es importante encontrar el coraje y la humildad para estar abiertos a los demás, para pedir ayuda, para que nos den una mano: “dame una mano, tengo este problema”. ¡Cuántas veces lo hemos hecho! Y luego, hemos conseguido superar el problema y encontrar a Dios, otra vez. En esta comunión -comunión quiere decir ‘común unión’, todos unidos, unión común- en esta comunión somos una gran familia, todos nosotros, donde todos los miembros se ayudan y se apoyan mutuamente.

3. Y ahora vengamos a otro aspecto: la comunión de los santos va más allá de la vida terrena, va más allá de la muerte y dura para siempre. Esta unión entre nosotros va más allá y continua en la otra vida. Es una unión espiritual que nace del Bautismo, no se trunca con la muerte, sino que, gracias a que Cristo ha resucitado, está destinada a encontrar su plenitud en la vida eterna. Hay un vínculo profundo e indisoluble entre los que todavía son peregrinos en este mundo, entre nosotros, y los que han cruzado el umbral de la muerte a la eternidad. Todos los bautizados en la tierra, las almas del Purgatorio y todos los beatos que están ya en el Paraíso forman una única gran Familia. Esta comunión entre tierra y cielo se realiza sobre todo en la oración de intercesión.

Queridos amigos, tenemos esta belleza, la memoria de la fe: es una realidad nuestra, de todos, que nos hace hermanos, que nos acompañamos en el camino de la vida, y nos vamos a encontrar de nuevo, allí arriba, en el Cielo. Vayamos por este camino con confianza, con alegría. Un cristiano debe ser alegre, con la alegría de tener a tantos hermanos bautizados que caminan con nosotros, y también con la ayuda de nuestros hermanos y hermanas que hacen este viaje para ir al Cielo, y también con la ayuda de nuestros hermanos y hermanas que están en el Cielo y rezan a Jesús por nosotros. ¡Adelante por este camino, y con alegría!

Tuesday, October 29, 2013

Para ti ¿qué cosa es la esperanza? El Papa hoy

Para ti ¿qué cosa es la esperanza? El Papa el martes



 La esperanza no es optimismo, sino “una ardiente expectativa” hacia la revelación del Hijo de Dios. Lo dijo el Papa Francisco en la Misa del martes en la Casa de Santa Marta. El Santo Padre recalcó que los cristianos deben cuidarse de clericalismos y de actitudes cómodas, ya que la esperanza cristiana es dinámica y da la vida.

¿Qué cosa es la esperanza para un cristiano? El Obispo de Roma se inspiró en las palabras de San Pablo, en la Primera Lectura, para resaltar la dimensión única de la esperanza cristiana. No se trata de optimismo, advirtió el Pontífice, sino de “una ardiente expectativa” dirigida hacia la revelación del Hijo de Dios. La creación continuó diciendo el Papa, fue “sujetada a la caducidad” y el cristiano vive la tensión entre la esperanza y la esclavitud. “La esperanza -agregó Francisco haciéndose eco de las palabras de San Pablo- no decepciona, es segura”. Sin embargo, reconoció “no es fácil entender la esperanza”. A veces, puntualizó el Santo Padre, “pensamos que ser personas de esperanza signifique ser personas optimistas”. Pero no es así :

“La esperanza no es el optimismo, no es aquella capacidad de ver las cosas con buen ánimo y seguir adelante. No, eso es optimismo, no es esperanza. Ni la esperanza es una actitud positiva frente a las cosas. Esa gente brillante, positiva... Esto es bueno, ¡eh! pero hay esperanza. No es fácil entender bien lo que es la esperanza. Se dice que es la más humilde de las tres virtudes, porque está oculta en la vida. La fe se ve, se siente, se sabe lo que es. La caridad se hace, se sabe lo que es. Pero, ¿qué es la esperanza? ¿Qué es esa actitud de la esperanza? Para acercarnos un poco, podemos decir primero que la esperanza es un riesgo, es una virtud arriesgada, es una virtud, como dice San Pablo ‘de una ardiente expectativa hacia la revelación del Hijo de Dios’. No es una ilusión”.

Tener esperanza, añadió el Pontífice, es justamente esto: “Estar en tensión hacia esta revelación, hacia esta alegría que llenará nuestra boca de sonrisas”. San Pablo, anotó luego el Papa- hace hincapié en que la esperanza no es el optimismo, “es mucho más”. Es “otra cosa diferente”. Y los primeros cristianos, recordó, “la representaban como un ancla: la esperanza era un ancla, anclada en la orilla” del más allá. Y nuestra vida es justamente caminar hacia esa ancla:

“Se me ocurre la pregunta, ¿dónde estamos anclamos nosotros, cada uno de nosotros? Estamos anclados allá en la orilla de aquel océano tan alejado o estamos anclados en una laguna artificial que hemos hecho nosotros, con nuestras normas, nuestros comportamientos, nuestros horarios, nuestros clericalismos, nuestras actitudes eclesiásticas… no eclesiales, ¿eh? ¿Estamos anclamos allí? Todos confortables y seguros, ¿eh? Aquella no es esperanza ¿Dónde está anclado mi corazón, allí en esta laguna artificial, con un comportamiento impecable de verdad ...”

San Pablo, agregó el Papa, indica otro ícono de la esperanza, aquel del parto. “Estamos a la espera - observó - esto es un parto. Y la esperanza se encuentra en esta dinámica”, de “dar vida”. Sin embargo, precisó Francisco, “la primicia del Espíritu no se puede ver”. No obstante sé que “el Espíritu obra”. Obra en nosotros “como si fuese un pequeño grano de mostaza, pero lleno de vida dentro, de fuerza, que va adelante” hasta convertirse en árbol. El Espíritu obra como la levadura. Así, resaltó el Santo Padre, “el espíritu trabaja: no se ve, pero existe. Es una gracia que hay que pedir”:

“Una cosa es vivir en la esperanza, porque en la esperanza estamos salvados y otra cosa es vivir como buenos cristianos, nada más. Vivir a la espera de la revelación, o vivir bien con los mandamientos; estar anclados en la orilla del más allá, o aparcados en la laguna artificial. Pienso en María, una muchacha joven, cuando, después de haber oído que era mamá ha cambiado su actitud y va, ayuda y canta ese cántico de alabanza. Cuando una mujer se queda embarazada es mujer, pero no es solo mujer: es madre. Y la esperanza tiene algo de esto. Nos cambia la actitud: somos nosotros, pero no somos nosotros; somos nosotros, buscando allí, anclados allí.”

El Papa Francisco concluyó su homilía del martes, dirigiéndose a un grupo de sacerdotes mexicanos presentes en la misa con motivo del vigésimo quinto aniversario de su ordenación. Pidan a la Virgen, Madre de la esperanza, les dijo, que sus años “sean años de esperanza, para vivir como sacerdotes de esperanza”, “dando esperanza”. 

Monday, October 28, 2013

Vivir siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret", invitación del Papa Francisco

Vivir siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret", invitación del Papa



(RV).- (Con audio) La mañana del domingo en la esperada Jornada de la Familia, el Papa Francisco presidió la Santa Misa ante miles de fieles y peregrinos de todo el mundo llegados a Roma en el marco de la Peregrinación de las Familias a la tumba de San Pedro, con el lema de “¡Familia, vive la alegría de la fe!” La oración, la fe y la alegría en familia fueron los tres peldaños de la homilía del Pontífice. Tomando el texto del Evangelio, Francisco puso en evidencia dos modos de orar: uno falso –el del fariseo– y el otro auténtico –el del publicano. "El fariseo encarna la actitud del que no manifiesta la acción de gracias a Dios: se siente justo, se siente en orden, y juzga a los demás desde lo alto de su pedestal", meditó el Papa, recordándonos que la familia que ora, la familia que conserva la fe, es una familia que vive la alegría. Por esto el Obispo de Roma invitó a las familias del mundo a vivir siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret. (RC-RV)Homilía del Papa ( audio de la crónica radial):

Texto completo de la Homilía del Papa durante la Santa Misa con ocasión de la Jornada de la Familia

Las lecturas de este domingo nos invitan a meditar sobre algunas características fundamentales de la familia cristiana.

1. La primera: La familia que ora. El texto del Evangelio pone en evidencia dos modos de orar, uno falso – el del fariseo – y el otro auténtico – el del publicano. El fariseo encarna una actitud que no manifiesta la acción de gracias a Dios por sus beneficios y su misericordia, sino más bien la satisfacción de sí. El fariseo se siente justo, se siente en orden, se pavonea de esto y juzga a los demás desde lo alto de su pedestal. El publicano, por el contrario, no utiliza muchas palabras. Su oración es humilde, sobria, imbuida por la conciencia de su propia indignidad, de su propia miseria: este hombre verdaderamente se reconoce necesitado del perdón de Dios, de la misericordia de Dios.
La del publicano es la oración del pobre, es la oración que agrada a Dios que, como dice la primera Lectura, «sube hasta las nubes» (Si 35,16), mientras que la del fariseo está marcada por el peso de la vanidad.
A la luz de esta Palabra, quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: ¿Cómo se hace? Pero si se hace como el publicano, es claro: humildemente, delante de Dios. Cada uno con humildad se deja mirar por el Señor y pide su bondad, que venga a nosotros. Pero, en familia, ¿cómo se hace? Porque parece que la oración sea algo personal, y además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo, en familia… Sí, es verdad, pero es también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios, ¡como el publicano! Y todas las familias, tienen necesidad de Dios: todas, ¡todas! Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. ¡Para rezar en familia se requiere sencillez! Rezar juntos el “Padre nuestro”, alrededor de la mesa, no es una cosa extraordinaria: es fácil. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y también rezar el uno por el otro: el marido por la mujer, la mujer por el marido, ambos por los hijos, los hijos por los padres, por los abuelos… Rezar el uno por el otro. Esto es orar en familia, y esto hace fuerte a la familia: la oración.

2. La segunda Lectura nos sugiere otro aspecto: la familia conserva la fe. El apóstol Pablo, al final de su vida, hace un balance fundamental, y dice «He conservado la fe» (2 Tm 4,7) ¿Cómo la conservó? No en una caja fuerte. No la escondió bajo tierra, como aquel siervo un poco perezoso. San Pablo compara su vida con una batalla y con una carrera. Ha conservado la fe porque no se ha limitado a defenderla, sino que la ha anunciado, irradiado, la ha llevado lejos. Se ha opuesto decididamente a quienes querían conservar, «embalsamar» el mensaje de Cristo dentro de los confines de Palestina. Por esto ha hecho opciones valientes, ha ido a territorios hostiles, he aceptado el reto de los alejados, de culturas diversas, ha hablado francamente, sin miedo. San Pablo ha conservado la fe porque, así como la había recibido, la ha dado, yendo a las periferias, sin atrincherarse en actitudes defensivas.
También aquí, podemos preguntar: ¿De qué manera, en familia, conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, como una cuenta bancaria, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás? Todos sabemos que las familias, especialmente las más jóvenes, van con frecuencia «a la carrera», muy ocupadas; pero ¿han pensado alguna vez que esta «carrera» puede ser también la carrera de la fe? Las familias cristianas son familias misioneras. Ayer hemos escuchado, aquí en la Plaza, el testimonio de familias misioneras. Son misioneras también en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, ¡poniendo en todo la sal y la levadura de la fe! Conservar la fe en familia y poner la sal y la levadura de la fe en las cosas de todos los días.

3. Y un último aspecto encontramos de la Palabra de Dios: la familia que vive la alegría. En el Salmo responsorial se encuentra esta expresión: «Los humildes lo escuchen y se alegren» (33,3). Todo este Salmo es un himno al Señor, fuente de alegría y de paz. Y ¿cuál es el motivo de esta alegría? Es éste: El Señor está cerca, escucha el grito de los humildes y los libra del mal. Lo escribía también San Pablo: «Alegraos siempre… El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). Eh … Me gustaría hacer una pregunta, hoy. Alguno lleva la alegría en su corazón a casa, ¿eh? Como una tarea que resolver. Y se responde a sí mismo. ¿Cómo es la alegría en tu casa? ¿Cómo es la alegría en tu familia? Eh, den ustedes la respuesta.
Queridas familias, ustedes lo saben bien: la verdadera alegría que se disfruta en familia no es algo superficial, no viene de las cosas, de las circunstancias favorables… la verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente el camino de la vida. A la base de este sentimiento de alegría profunda está la presencia de Dios, la presencia de Dios en la familia, está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Y sobre todo, un amor paciente: la paciencia es una virtud de Dios y nos ensena, en familia, a tener este amor paciente, el uno con el otro. Tener paciencia entre nosotros. Amor paciente. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias. Si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.
Queridas familias, vivan siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret. ¡La alegría y la paz del Señor esté siempre con ustedes!

Friday, October 25, 2013

Papa Francisco: Propongamos a todos la belleza del matrimonio y la familia

Francisco: Propongamos a todos la belleza del matrimonio y la familia

 “La ´buena nueva´ de la familia es una parte muy importante de la evangelización, que los cristianos pueden comunicar a todos con el testimonio de sus vidas: ya lo hacen, es evidente en las sociedades secularizadas. Propongamos por tanto a todos, con respeto y valentía, la belleza del matrimonio y de la familia iluminados por el Evangelio. Y por eso nos acercamos con atención y afecto a las familias que atraviesan por dificultades, a las que se ven obligadas a dejar su tierra, que están divididas, que no tienen casa ni trabajo, o que sufren por tantos motivos; a los cónyuges en crisis y a los que están separados. Queremos estar cerca de todos”, aseguró el papa Francisco al recibir esta mañana a los participantes en la XXI asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, que se realiza por estos días en Roma.

“La familia es una comunidad de vida que tiene una consistencia autónoma...No es la suma de las personas que la constituyen, sino una comunidad de personas”, dijo el papa Francisco citando palabras del beato Juan Pablo II en la encíclica “Familiaris consortio”, al recibir esta mañana a los participantes en la XXI asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, que se realiza por estos días en Roma.

“La familia es el lugar donde se aprende a amar; el centro natural de la vida humana. Cada uno de nosotros construye su personalidad en la familia. Allí se aprende el arte del diálogo y de la comunicación interpersonal”. Por eso “la comunidad-familia debe reconocerse como tal, todavía más en el día de hoy, cuando predomina la tutela de los derechos individuales”, subrayó.

“La familia se funda en el matrimonio. A través de un acto de amor libre y fiel, los esposos cristianos atestiguan que el matrimonio, en cuanto sacramento, es la base en la que se funda la familia y hace más sólida la unión de los cónyuges y su entrega recíproca. El amor conyugal y familiar también revela claramente la vocación de la persona de amar de forma única y para siempre y de que las pruebas, los sacrificios y las crisis de la pareja, como de la misma familia, representan pasajes para crecer en el bien en la verdad y la belleza. Es una experiencia de fe en Dios y de confianza recíproca, de libertad profunda, de santidad, porque la santidad presupone entregarse con fidelidad y sacrificio todos los días de la vida”, agregó.

El Santo Padre se refirió luego a las dos fases de la vida familiar: la infancia y la vejez, al recordar que “los niños y los ancianos son los dos polos de la vida y también los más vulnerables y, a menudo, los más olvidados”.

“Una sociedad que abandona a los niños y margina a los ancianos arranca sus raíces y ensombrece su futuro. Cada vez que se abandona a un niño y se deja de lado a un anciano, no sólo se comete una injusticia, sino que se sanciona el fracaso de esa sociedad. Prestar atención a los pequeños y a los ancianos denota civilización”, advirtió.

En ese sentido, el Papa reconoció que se alegra de que el Consejo Pontificio haya acuñado una imagen nueva de la familia que representa la escena de la Presentación de Jesús en el templo, con María y José que llevan al Niño, para cumplir la Ley, y los dos ancianos, Simeón y Ana que, movidos por el Espíritu Santo, lo reciben como el Salvador y cuyo lema es: “De generación en generación se extiende su misericordia”.

“La 'buena nueva' de la familia es una parte muy importante de la evangelización, que los cristianos pueden comunicar a todos con el testimonio de sus vidas: ya lo hacen, es evidente en las sociedades secularizadas. Propongamos por tanto a todos, con respeto y valentía, la belleza del matrimonio y de la familia iluminados por el Evangelio. Y por eso nos acercamos con atención y afecto a las familias que atraviesan por dificultades, a las que se ven obligadas a dejar su tierra, que están divididas, que no tienen casa ni trabajo, o que sufren por tantos motivos; a los cónyuges en crisis y a los que están separados. Queremos estar cerca de todos”, concluyó

El Papa Francisco afirma con ejemplos que Dios nunca nos abandona

El ocaso del apóstol, el Papa el viernes



 Moisés, Juan el Bautista, San Pablo. El Papa Francisco centró su homilía de la misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta, en estos tres personajes, destacando que ninguno de ellos se salvó de la angustia, pero el Señor no los abandonó. Pensando en los muchos sacerdotes y monjas que viven en hogares de ancianos, el Papa ha invitado a los fieles a visitarlos porque, aseguró, son verdaderos “santuarios de santidad y de apostolicidad”.

El comienzo de la vida apostólica y el ocaso del apóstol Pablo. Francisco se inspiró en las lecturas del día para detenerse en estos dos extremos de la existencia del cristiano. Al inicio de la vida apostólica, observó, comentando el Evangelio de hoy, los discípulos eran “jóvenes” y “fuertes” y también los “demonios iban por delante” para “la predicación”. La primera lectura, agregó, nos muestra a San Pablo al final de su vida. “Es el ocaso del Apóstol”:

“El apóstol tiene un comienzo alegre, entusiasta, entusiasta con Dios dentro, ¿no? Pero tampoco le fue ahorrado el ocaso. Y me hace bien pensar en el ocaso del Apóstol... Se me ocurren tres iconos: Moisés, Juan el Bautista y Pablo. Moisés es aquel que es el jefe del pueblo de Dios, valiente, luchando contra los enemigos y también luchando con Dios para salvar al pueblo: ¡fuerte! Y al final está sólo sobre el Monte Nebo, mirando a la tierra prometida, pero sin poder entrar allí. No podía entrar en la promesa. Juan el Bautista: en los últimos tiempos no le fueron ahorradas angustias”.

Juan el Bautista, continuó el Pontífice, debe enfrentar también una “angustia dudosa que lo atormentaba” y “terminó bajo el poder de un gobernante débil, borracho y corrupto, bajo el poder de la envidia de la adúltera y del capricho de una bailarina”. Y también el apóstol Pablo, en la primera lectura, habla de aquellos que lo han abandonado, de quienes le han causado daño ensañándose contra su predicación. Cuenta que nadie le ayudó en el tribunal. Todos lo han abandonado. Pero, dice San Pablo, “El Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado”:

“Esto es lo grande del Apóstol, quien, con su vida hace lo que dijo Juan el Bautista: ‘Es necesario que él crezca, y yo disminuya’. El apóstol es el que da la vida para que el Señor crezca. Y al final este se apaga así... También Pedro con la promesa: ‘Cuando serás viejo te llevarán a donde tú no querrás ir’. Y cuando pienso al ocaso del Apóstol, me viene al corazón el recuerdo de esos santuarios de la apostolicidad y santidad que son las casas de reposo de los sacerdotes y monjas: buenos sacerdotes, buenas monjas, envejecidos, con el peso de la soledad, esperando que venga el Señor a llamar a la puerta de su corazón. Estos son verdaderos santuarios de la apostolicidad y santidad que tenemos en la Iglesia. No los olvidemos, ¡eh!”

Si observamos “más profundamente”, dijo el Papa, estos lugares “son bellísimos”. A menudo escucho decir que “se peregrina al Santuario de Nuestra Señora”, “de San Francisco”, “de San Benito”, “tantas peregrinaciones”:

“Me pregunto si nosotros cristianos tenemos el deseo de hacer una visita - ¡que será una verdadera peregrinación! - ¿a estos santuarios de santidad y de apostolicidad, que son las casas de reposo de los sacerdotes y monjas? Uno de ustedes me dijo hace unos días, que cuando iba a un país de misión, iba al cementerio y veía todas las tumbas de los antiguos misioneros, sacerdotes y monjas, sepultados allí desde hace 50, 100, 200 años, desconocidos. Y me decía, ' pero, todo estos puede ser canonizados, porque al final cuenta sólo la santidad cotidiana, esta santidad de todos los días’. En los hogares de ancianos, estas hermanas y estos sacerdotes esperan al Señor un poco como Pablo: un poco tristes, de verdad, pero también con una cierta paz, con el rostro alegre”. 

“Hará bien a todos nosotros - concluyó el Obispo de Roma - pensar en esta etapa de la vida que es el ocaso del apóstol y orar al Señor: 'Cuida a los que están en el momento del despojo final, sólo para decir una vez más ‘Sí, Señor, quiero seguirte’”

El Papa Francisco nos pide que tomemos a Cristo en serio .

Tomemos a Cristo en serio, pidió Francisco



 Todos los bautizados están llamados a caminar por el camino de la santificación, y no se puede ser “cristianos a mitad del camino”. Es cuanto afirmó el Papa en la homilía de la Misa de esta mañana celebrada, como es costumbre, en la capilla de la Casa de Santa Marta.

El Pontífice dijo que siempre en nuestra vida hay un antes y un después de Jesús, subrayando que Cristo ha obrado en nosotros “una segunda creación” y que nosotros debemos llevar adelante con nuestro modo de vivir.

Antes y después de Jesús. Francisco desarrolló su homilía inspirándose en el pasaje de la Carta a los Romanos, centrado en el misterio de nuestra redención. El Apóstol Pablo, dijo, “trata de explicarnos esto con la lógica del antes y el después: antes de Jesús y después de Jesús”. San Pablo considera el antes “basura”, mientras el después es como una nueva creación. Y nos indica “un camino para vivir según esta lógica del antes y el después”:

“¡Hemos sido re-hechos en Cristo! Lo que ha hecho Cristo en nosotros es una re-creación: la sangre de Cristo nos ha re-creado. ¡Es una segunda creación! Si antes toda nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestras costumbres estaban en el camino del pecado, de la iniquidad, después de esta re-creación debemos hacer el esfuerzo de caminar por el camino de la justicia, de la santificación. Utilicen esta palabra: la santidad. Todos nosotros hemos sido bautizados: en aquel momento, nuestros padres – nosotros éramos niños – en nuestro nombre, hicieron el Acto de fe: ‘Creo en Jesucristo”, que nos ha perdonado los pecados. ¡Credo en Jesucristo!”.

Esta fe en Jesucristo, prosiguió el Papa, “debemos volver a asumirla” y “llevarla adelante con nuestro modo de vivir”. Y añadió: “vivir como cristiano es llevar adelante esta fe en Cristo, esta re-creación”. Y con la fe, dijo Francisco, llevar adelante las obras que nacen de esta fe, “obras para la santificación”. Debemos llevar adelante, reafirmó, “la primera santificación que todos nosotros hemos recibido en el Bautismo”:

“En verdad nosotros somos débiles y tantas veces, tantas veces, comentemos pecados, imperfecciones… Y esto está en el camino de la santificación. ¿Sí o no? Si tú te acostumbras: ‘Tengo una vida un poco así, pero creo en Jesucristo, pero vivo como quiero… ¡Y, no, eso no te santifica; eso no va! ¡Es un contrasentido! Pero si tú dices: ‘Yo, sí, soy pecador; yo soy débil’ y vas siempre al Señor y le dices: ‘Pero, Señor, tú tienes la fuerza, ¡dame la fe! ¡Tú puedes curarme!’. Y en el Sacramento de la reconciliación te haces curar..., sí también nuestras imperfecciones sirven para este camino de santificación. Pero siempre es: antes y después”.

“Antes del Acto de fe, antes de la aceptación de Jesucristo que nos ha re-creado con su sangre – reafirmó el Papa – estábamos en el camino de la injusticia”. Después, en cambio, “estamos en el camino de la santificación, ¡pero debemos tomarla en serio!” Y añadió que para tomarla en serio, es necesario hacer obras de justicia, obras “sencillas”: “adorar a Dios: ¡Dios es El primero siempre! Y puedes hacer lo que Jesús aconseja: “ayudar a los demás”. Estas obras, recordó Francisco, “son las obras que Jesús ha fecho en su vida: obras de justicia, obras de re-creación”. “Cuando nosotros damos de comer a un hambriento”, dijo, “re-creamos en él la esperanza. Y así con los demás”. Su en cambio “aceptamos la fe y después no la vivimos – advirtió – somos cristianos sólo de memoria”:

“Sin esta conciencia del antes y del después de la que nos habla Pablo, nuestro cristianismo ¡no sirve a nadie! Es más: va por el camino de la hipocresía. “Me digo cristiano, ¡pero vivo como pagano!”. Algunas veces decimos “cristianos a mitad de camino”, que no toman en serio esto. Somos santos, justificados, santificados por la sangre de Cristo: ¡tomar esta santificación y llevarla adelante! ¡Y no se la toma en serio! Cristianos tibios: “Pero, sí, sí; pero, no, no”. Un poco como decían nuestras mamás: “¡cristiano al agua de rosa, no!”. Un poco así… Un poco de barniz de cristiano, un poco de barniz de catequesis… Pero dentro no hay una verdadera conversión, no existe esta convicción de Pablo: “He dejado pasar todo lo que considero basura, para ganar a Cristo y ser encontrado en Él”.

Ésta, recordó el Papa, “era la pasión de Pablo, y ¡ésta es la pasión de un cristiano!” Es necesario, añadió, “dejar todo lo que nos aleja de Jesucristo” y “hacer todo nuevo: ¡todo es novedad en Cristo!”. Animando a los fieles presentes el Papa dijo que esto “se puede hacer”. Lo hizo San Pablo, pero también tantos otros cristianos: “no sólo los santos, los que conocemos; también los santos anónimos, aquellos que viven el cristianismo en serio”. La pregunta que, por tanto, hoy podemos hacernos, dijo Francisco, es precisamente si queremos vivir el cristianismo en serio, si queremos llevar adelante esta re-creación. “Pidamos a San Pablo – concluyó – que nos de la gracia de vivir como cristianos en serio, y creer verdaderamente que hemos sido santificados por la sangre de Jesucristo”.

Como superamos nuestra miseria?

La superación de   nuestra miseria

  



Al comienzo de su carta a los Romanos, San Pablo dijo que el pecado ya no tiene poder sobre nosotros por la gracia de Dios.En la primera lectura de romanos, vemos la lucha interna que él tuvo -y la cual todos tenemos -para permanecer en esa gracia.

Aunque fuimos creados buenos, a imagen de Dios, el pecado original de ignorar las leyes de Dios ha afectado nuestra naturaleza. Vivimos por la Ley de Entropía. En ciencia, "entropía" es la degradación natural de todo. En el mundo espiritual, es nuestra santidad que naturalmente decae.
Como cristianos bautizados, nosotros tenemos el Espíritu Santo. Nosotros somos santos, pero requiere esfuerzo llegar a ser quienes realmente somos, viviendo y creciendo en santidad. Si no hacemos ese esfuerzo, caemos de nuevo en el pecado. Hacemos lo que no queremos hacer. ¡Y lo seguimos haciendo una y otra vez! Además no hacemos las cosas buenas que nuestra conciencia nos recomienda. Como Pablo y muchos otros santos tenemos que decir, "¡Que miserable soy!"
Al haber sido creados a imagen de Dios, experimentamos la satisfacción más grande, el gozo más grande, una paz completa cuando manejamos las situaciones diarias de la manera que Jesús lo haría, es decir, cuando somos pacientes, amables, misericordiosos, etc. Para prueba de esto, piensa cómo te sientes cuando eres impaciente, grosero o con rabia lleno de rencor, en otras palabras, cuando la naturaleza de tu carne controla a tu estado de ánimo. Ese no es un sentimiento placentero ¿eh?  Follow us on Twitter
Seguro que sí hay un buen sentimiento detrás de cada acción pecaminosa que realizamos, si no fuera así no lo haríamos. Pero el "buen" sentimiento es como tomar agua que está llena de desperdicio tóxico. Sentir el mal olor y probar el mal sabor no nos detiene cuando nuestra carne dice, "¡Estoy sediento! ¡Debo beber! Nos lo tragamos para una breve satisfacción.
Y luego nos enfermamos.
Utilizar el Sacramento de la Reconciliación y las oraciones penitenciales de la reconciliación durante la Misa es como ir al doctor. Le decimos: "cuando tomo ese agua, no me siento muy bien." Su prescripción es: "pare de tomar ese agua. Hay otra agua que está disponible. ¡Claro! Sabíamos eso, pero el agua mala era más fácil de obtener.
¡Qué miserables somos!
¿Quién nos puede liberar de esto? ¡Todas las alabanzas para Dios, a través de Jesucristo nuestro Señor! Ya que somos muy fácilmente gobernados por nuestra naturaleza carnal y la Ley de Entropía, necesitamos la ayuda de alguien que exitosamente haya superado el problema. La prescripción del doctor para disfrutar quienes somos como criaturas hechas a Imagen de Dios es la oración: "Señor Jesús, se mi paciencia" o "se mi amabilidad hacia esa persona que me está enloqueciendo" o se mi habilidad de perdonar cuando me siento enojado."
Luego, Jesús se substituye Él mismo por nosotros, en nosotros, hasta que nuestra santidad se convierte en nuestra segunda naturaleza

Wednesday, October 23, 2013

¿Nos dejamos iluminar por la fe de María nuestra Madre?, pregunta el Papa

¿Nos dejamos iluminar por la fe de María nuestra Madre?, pregunta el Papa



 El Obispo de Roma centró su reflexión en María, prosiguiendo sus catequesis sobre la Iglesia, en una Plaza de San Pedro repleta, una semana más, de miles de fieles romanos y peregrinos - más de cien mil - de tantas partes del mundo. Con la Constitución Dogmática sobre la Iglesia Luz de los Pueblos, del Concilio Vaticano II, el Papa Francisco destacó tres aspectos de la Madre de Dios y mamá nuestra: María como modelo de fe, María modelo de Caridad y María modelo de unión con Cristo.
En su audiencia general de este miércoles, el Santo Padre puso de relieve que la Madre del Redentor vivió en la sencillez y humildad cotidiana y como mamá nos quiere brindar también a nosotros el gran don que es Jesús, su amor, su paz, su alegría. Siguiendo a María, la Iglesia no es una agencia humanitaria, sino que está enviada a llevar a todos a Cristo, su Evangelio, su caridad, el amor de Dios.

Reiterando que María «es modelo de fe, no sólo porque como hebrea esperaba al redentor, y con su sí se adhiere al proyecto de Dios, sino porque desde ese momento su vida se centra en Jesús», el Santo Padre recordó que «además lo hace desde la cotidianeidad de una mujer humilde que, sin embargo, vive inmersa en el misterio, y su sí, ya perfecto desde el inicio, crece hasta la cruz, en la que su maternidad abraza a todos».


María «es modelo de caridad, como vemos en la Visitación, pues ella no sólo ayuda a su prima, sino que le lleva a Cristo, la perfecta alegría que viene del Espíritu y se manifiesta en un amor oblativo. Es modelo también de unión con Cristo, sea en su tarea cotidiana, sea en el camino de la cruz, hasta unirse a Él en el martirio del corazón», subrayó el Papa Francisco alentando a dejarnos interpelar por la figura de María. A preguntarnos si la vemos lejana; si acudimos a ella en la prueba; si somos capaces, como ella, de amar dándonos totalmente. Y si nos sentimos unidos a Jesús, según su ejemplo, en una relación constante o sólo nos acordamos de Él en la necesidad. Invito a todos – exhortó el Obispo de Roma - a pedir al Señor su gracia, de modo que amemos cada vez más a María, Madre de la Iglesia.




Texto completo de las palabras del Papa, resumiendo su catequesis en español:

Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy, y siguiendo el Concilio Vaticano II, quiero reflexionar sobre María como modelo «de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo». Ella es modelo de fe, no sólo porque como hebrea esperaba al redentor, y con su sí se adhiere al proyecto de Dios, sino porque desde ese momento su vida se centra en Jesús. Además lo hace desde la cotidianeidad de una mujer humilde que, sin embargo, vive inmersa en el misterio, y su sí, ya perfecto desde el inicio, crece hasta la cruz, en la que su maternidad abraza a todos. Y es modelo de caridad, como vemos en la Visitación, pues ella no sólo ayuda a su prima, sino que le lleva a Cristo, la perfecta alegría que viene del Espíritu y se manifiesta en un amor oblativo. Es modelo también de unión con Cristo, sea en su tarea cotidiana, sea en el camino de la cruz, hasta unirse a Él en el martirio del corazón. Ahora nos preguntamos: ¿cómo nos interpela la figura de María? ¿la vemos lejana? ¿acudimos a ella en la prueba? ¿somos capaces, como ella, de amar dándonos totalmente? ¿nos sentimos unidos a Jesús, según su ejemplo, en una relación constante o sólo nos acordamos de Él en la necesidad?
********************
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, Costa Rica, México, Panamá, Venezuela, Paraguay, Chile y los demás países latinoamericanos. Invito a todos a pedir al Señor su gracia, de modo que amemos cada vez más a María, Madre de la Iglesia. Gracias.



Traducción del texto completo de la catequesis del Papa en italiano



¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Continuando con las catequesis sobre la Iglesia, hoy me gustaría mirar a María como imagen y modelo de la Iglesia. Lo hago recuperando una expresión del Concilio Vaticano II. Dice la Constitución Lumen gentium: "Como ya enseñaba San Ambrosio, la Madre de Dios es una figura de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y la perfecta unión con Cristo”
(n. 63).

1. Partamos del primer aspecto, María como modelo de fe ¿En qué sentido, María es un modelo para la fe de la Iglesia? Pensemos quién fue la Virgen María: una muchacha judía, que esperaba con todo su corazón la redención de su pueblo. Pero en aquel corazón de joven hija de Israel, había un secreto que ella misma aún no conocía: en el designio de amor de Dios estaba destinada a convertirse en la Madre del Redentor. En la Anunciación, el Mensajero de Dios la llama "llena de gracia" y le revela este proyecto. María responde "sí ", y desde ese momento la fe de María recibe una nueva luz: se concentra en Jesús, el Hijo de Dios que se hizo carne en ella y en él que se cumplen las promesas de toda la historia de la salvación. La fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel, en ella realmente se centró todo el camino de aquel pueblo que esperaba la redención, y en este sentido es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene como centro Cristo, la encarnación del amor infinito de Dios.

¿Cómo vivió María la fe? La vivió en la sencillez de las mil ocupaciones y preocupaciones cotidianas de cada madre, en la forma de proveer a la comida, la ropa, la atención en el hogar... Precisamente en esta existencia normal de la Virgen, en este terreno, se desarrolló la relación única y el diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su Hijo. El "sí" de María, ya perfecto al principio, creció hasta la hora de la Cruz. Allí, su maternidad se dilató abrazando a cada uno de nosotros, nuestra vida, para guiarnos hacia su Hijo. María siempre ha vivido inmersa en el misterio de Dios hecho hombre, como su primera y perfecta discípula, meditando todo en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para entender y poner en práctica toda la voluntad de Dios.
Nos podemos preguntar: ¿nos dejamos iluminar por la fe de María, que es Madre nuestra? ¿O pensamos que está alejada, porque es demasiado diferente a nosotros? ¿En los momentos de dificultad, de prueba, de oscuridad, la miramos a ella como modelo de confianza en Dios, que quiere siempre y solamente nuestro bien? ¡Pensemos en esto, quizá nos hará bien reencontrar a María como modelo y figura de la Iglesia en esta fe que ella tenía!

2. Lleguemos al segundo aspecto: María, modelo de caridad ¿Cómo María es ejemplo viviente de amor para la Iglesia? Pensemos en su disposición hacia su prima Isabel. Visitándola, la Virgen María no sólo trajo ayuda material, también esto, pero llevó a Jesús, quien ya vivía en su vientre. Llevar a Jesús en aquella casa significaba llevar alegría, la alegría completa. Isabel y Zacarías estaban contentos por el embarazo que parecía imposible a su edad, pero es la joven María la que les trae el gozo pleno, el que viene de Jesús y del Espíritu Santo, y se expresa en la caridad de forma gratuita, en el compartir, en ayudarse, en la comprensión.
La Virgen nos quiere traer también a nosotros, a todos nosotros, el gran don que es Jesús; y con Él nos trae su amor, su paz, su alegría. Así, la Iglesia es como María. La Iglesia no es una tienda, la Iglesia no es una organización humanitaria, la Iglesia no es una ONG, la Iglesia es enviada para llevar a todos a Cristo y su Evangelio. Ésta es la Iglesia: no se lleva a sí misma, si es pequeña, si es grande, si es fuerte, si es débil, sino que la Iglesia lleva a Jesús. Y la Iglesia debe ser como María, cuando fue - como hemos escuchado en el Evangelio - cuando fue a hacer una visita a Isabel. ¿Qué lleva María? ¡Jesús! Y la Iglesia lleva a Jesús Y este es el corazón de la Iglesia, ¿eh? Si sucediera -es una hipótesis- que la Iglesia no llevara a Jesús, aquella sería una iglesia muerta. ¿Lo entienden? Debe llevar a Jesús y debe llevar la caridad de Jesús, el amor de Jesús, la fuerza de Jesús.

¿Y nosotros -que hemos hablado de María, de la Iglesia- y nosotros que somos la Iglesia, cada uno de nosotros, ¿qué amor llevamos a los demás? ¿Es el amor de Jesús, que comparte, que perdona, que acompaña…o es un amor demasiado, demasiado aguado, ¿no? como cuando el vino se diluye tanto que parece agua, nuestro amor? ¿O es un amor que es fuerte, o tan débil que sigue las simpatías, que busca las recompensas? Un amor interesado. Pero, una pregunta: ¿a Jesús le gusta el amor interesado, o no le gusta? ¿Le gusta? Ah, no parecen estar muy convencidos, ¿eh? ¿Le gusta o no? ¡No le gusta! El amor debe ser gratuito, como era el amor de Él. ¿Cómo son las relaciones en nuestras parroquias, en nuestras comunidades? ¿Nos tratamos unos a otros como hermanos y hermanas? ¿O juzgamos y hablamos mal de los demás? Sin embargo, he oído decir que aquí, en Roma, nadie habla mal de los demás, ¿eso es cierto? No sé. Yo lo digo ¿Nos cuidamos cada uno del propio "huertecillo", o nos cuidamos unos a otros? Son preguntas de caridad.

3. Y brevemente, un último aspecto: “María, modelo de la unión con Cristo”. La vida de la Virgen Santa, ha sido la vida de una mujer de su pueblo: María rezaba, trabajaba, iba a la sinagoga... Pero cada acción la realizaba siempre en perfecta unión con Jesús. Esta unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une al Hijo en el martirio del corazón y en la ofrenda de la vida al Padre para la salvación de la humanidad. La Virgen abraza y hace suyo el dolor del Hijo y acepta con Él la voluntad del Padre, en aquella obediencia que produce fruto, que da la verdadera victoria sobre el mal y la muerte.
Es muy hermosa esta realidad que María nos enseña: estar siempre unidos a Jesús. Podemos preguntarnos: ¿nos acordamos de Jesús sólo cuando algo va mal y tenemos necesidad? ¿O tenemos una relación constante, una profunda amistad, incluso cuando se trata de seguirlo en el camino de la cruz?
Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que en nuestra vida y en la vida de cada comunidad eclesial se refleje el modelo de María, Madre de la Iglesia. Así sea.

Tuesday, October 22, 2013

Fallece a los 86 años religiosa llamada el “ángel de la prisión”

Fallece a los 86 años religiosa llamada el “ángel de la prisión” 

Madre Antonia Brenner. Foto: Sitio web de las Siervas eudistas de la Undécima Hora
Madre Antonia Brenner. Foto: Sitio web de las Siervas eudistas de la Undécima Hora
La Madre Antonia Brenner, una mujer que vivió en la acomodada zona de Beverly Hills en Los Ángeles (Estados Unidos), se casó y divorció dos veces y tuvo siete hijos antes de convertirse en religiosa católica, para luego realizar una intensa pastoral en una peligrosa cárcel de Tijuana (México) durante treinta años, falleció el 17 de octubre a los 86 años.

La conversión de esta mujer se produjo luego de que en 1969 tuviera un sueño, en el que se encontraba en prisionera en el Calvario, pronta a ser ejecutada. Entonces, Jesús se le apareció, ofreciéndole morir en su lugar, a lo que ella se negó, asegurándole que nunca lo dejaría sin importar lo que le sucediera.

Tras este sueño, la Madre Antonia decidió dedicar su vida a la Iglesia. A pesar de dificultades iniciales, por su condición de divorciada, creó la orden de las Siervas eudistas de la Undécima Hora, “una congregación católica para mujeres maduras”.

En una explicación dada por la religiosa sobre su dedicación a la pastoral carcelaria al diario estadounidense Los Angeles Times en 1982, la Madre Angélica dijo que “algo me sucedió cuando vi a los hombres tras las rejas… cuando me fui, pensé mucho en ellos”.

“Cuando hacía frío, me preguntaba si estaban abrigados; cuando estaba lloviendo, si tenían cobijo”, dijo.

La religiosa se preguntaba además si los reclusos “tenían medicina y cómo estaba sus familias. Usted sabe, cuando volví a vivir en la prisión, sentí como si hubiera vuelto a casa”.

Tanto para los guardias como para los presos de la penitenciaría mexicana de La Mesa, la Madre Antonia ha sido el ángel de la prisión. Pero al interior de los barrotes, la han conocido como “Mama”.

La religiosa dijo en una antigua entrevista a Los Angeles Times que los presos “tiene que aceptar que están equivocados. Tienen que ver las consecuencias. Tienen que sentir la agonía… pero yo los amo profundamente”.

La Madre Antonia y sus Siervas eudistas de la Undécima Hora han realizado su trabajo pastoral desde la Casa Corazón de María, que tienen en Tijuana, y donde las candidatas a la congregación pasan por un periodo de discernimiento y formación, antes de su ingreso pleno.

Tras la noticia del fallecimiento de la Madre Antonia, el Arzobispo de Tijuana, Mons. Rafael Romo Muñoz, aseguró que “humanamente hablando, se trata de una pérdida irreparable, pero desde el punto de vista de la misión que tenia, creo que tenemos una ganancia”.

“Es una mujer con características de santa. Yo lo digo porque la conocí y la quise mucho, también sentí mucho el cariño de ella. Tiene rasgos de santa, por lo que la Iglesia en realidad sale ganando”, dijo.

El santo padre: 'El apego al dinero destruye personas, familias y relaciones'

El santo padre: 'El apego al dinero destruye personas, familias y relaciones'
En la homilí­a de este lunes advierte sobre el mal uso de la riqueza. La avaricia es una herramienta de la idolatría
  La codicia, el apego al dinero, destruye a las personas, destruye las familias y las relaciones con los demás. Esto es lo que ha dicho el papa la mañana del lunes durante la misa en Santa Marta. La invitación no ha sido para elegir la pobreza en sí misma, sino a utilizar la riqueza que Dios nos da para ayudar a los más necesitados.
Comentando el evangelio del día, en el cual un hombre le pide a Jesús que intervenga para resolver un asunto de herencia con su hermano, el papa desarrolla el tema de nuestra relación con el dinero: “Este es un problema de cada día. ¿Cuántas familias rotas hemos visto por el problema del dinero: hermano contra hermano; padre contra hijo... Y esto es el primer resultado que trae esta actitud de estar apegado al dinero, ¡destruye! Cuando una persona se apega al dinero, ¡se destruye a sí misma, destruye la familia! ¡El dinero destruye! Hace esto, ¿verdad? Te apega.
El dinero se utiliza para llevar adelante muchas cosas buenas, muchas cosas para el desarrollo de la humanidad, pero cuando tu corazón está tan apegado, te destruye". Jesús narra la parábola del hombre rico, que vive para acumular "riquezas para sí" y "no se enriquece ante Dios". La advertencia de Jesús es de mantenerse alejado de toda avaricia: "Eso es lo que duele: la avaricia en mi relación con el dinero. Tener de más, obtener más, tener más... Te lleva a la idolatría, ¡te destruye la relación con los demás! No es el dinero, sino la actitud, que se llama avaricia.
Luego también la avaricia te enferma, porque te hace pensar todo en términos del dinero. Te destruye, te enferma... Y al final, esto es lo más importante, la avaricia es una herramienta de la idolatría, porque va por la vía contraria a la que Dios ha hecho con nosotros. San Pablo nos dice que Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos. Ese es el camino de Dios: la humildad, el abajarse para servir. En cambio la avaricia te lleva en sentido contrario: tú, siendo un pobre hombre, te haces Dios por vanidad. ¡Es la idolatría!". Por esta razón, continuó el papa, Jesús dice cosas "tan duras, tan fuertes en contra de este apego al dinero.
Nos dice que no se puede servir a dos señores: o a Dios o al dinero. Nos dice que no nos preocupemos, que el Señor sabe lo que necesitamos", y nos invita "al abandono confiado al Padre, que hace florecer los lirios del campo y alimenta a los pájaros”. El hombre rico de la parábola sigue pensando solo en las riquezas, pero Dios le dice: "Necio, ¡esta noche se te va a reclamar la vida! "Este camino es contrario al camino de Dios --concluye el papa--, es una tontería, te aleja de la vida, destruye cada fraternidad humana".
"El Señor nos enseña cuál es el camino: no es el camino de la pobreza por la pobreza. ¡No! Es el camino de la pobreza como una herramienta, para que Dios sea Dios, ¡para que Él sea el único Señor! ¡No el ídolo de oro! Y todos los bienes que tenemos, el Señor nos lo da para echar a andar el mundo, para llevar adelante a la humanidad, para ayudar, para ayudar a los demás. Que se mantenga hoy en nuestro corazón la palabra del Señor: 'Estén atentos y manténganse alejados de toda avaricia, porque aunque uno viva en la abundancia, su vida no depende de lo que tiene".

Monday, October 21, 2013

Por que el Papa Francisco tiene autoridad?

La autoridad del Papa es máxima: es el Vicario de Cristo, predica el Evangelio en su integridad y lo hace con una conducta y un testimonio intachables


¿En dónde reside la autoridad del Papa Francisco?

El Evangelio nos da la respuesta. Ante la pregunta de Jesús "¿quién decís vosotros que soy yo?", Simón no dudó en afirmar: "Tú eres el Cristo de Dios" (Lc 9, 20). Sabemos por san Mateo, que su contestación le valió su ascenso en el colegio apostólico: "Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 17-19).

Esta autoridad la niegan principalmente los que nos son católicos. El Concilio Vaticano II ha afirmado que el Papa es "principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad tanto de los Obispos como de la muchedumbre de los fieles"(Lumen Gentium, 23). La autoridad de Francisco es la misma que la de Pedro. Es la nota más característica de la catolicidad.

En estos días, el Papa Francisco ha puesto a prueba su autoridad. Con la libertad que ha caracterizado todo su pontificado, ha concedido sendas entrevistas al director de la Civiltà Cattolica y al de la Repubblica y en ellas ha respondido sinceramente a las cuestiones que le han sido planteadas. Mientras hablaba de un cambio de actitudes de manera genérica o referida principalmente a los pastores de la Iglesia, sus palabras causaban sorpresa y quizá admiración; pero en el momento en que ha concretado un aspecto de la pastoral: la caridad hacia las personas que están heridas, que han cometido delitos como el aborto o viven una sexualidad desordenada o se encuentran en situaciones matrimoniales irregulares, muchos se han sentido desconcertados. Así les ha ocurrido especialmente a aquellos fieles católicos que durante decenios han tenido la valentía de defender la doctrina católica precisamente sobre esos puntos en los que el Magisterio de la Iglesia se ha mantenido firme siempre ante los embates de la secularización tanto externa como interna de la Iglesia. Un conocido articulista español escribió hace unos días: "he estado haciendo el canelo". Lo decía con amargura y se refería al tiempo dedicado a defender las verdades relativas a la vida de los inocentes.

La autoridad del Papa Francisco se apoya en Cristo, es decir, en la confesión de Pedro -Tú eres el Cristo de Dios- y en la confesión de Jesús -Tú eres Pedro. Muchos han sufrido un duro golpe, pero se mantienen en pie gracias a la la fe católica que profesan. Obedecerán precisamente porque son católicos, pero quizá en su fuero interno seguirán pensando que el Papa se equivoca.

Hoy me gustaría invitar a cuantos se sientan en esta situación o en otra parecida a que consideren otro aspecto de la autoridad del Papa Francisco.

La autoridad del discípulo de Cristo -en esto diría yo que no hay especial diferencia entre el Papa y cualquier otro fiel cristiano- se apoya necesariamente en la ley y en el Evangelio. Si el Papa se equivocara y se atreviese a reformar los dogmas de la Iglesia, tanto en los que se refieren a la fe como a la moral católica, en ese momento su autoridad quedaría menoscabada. Eso les ocurre a todos cuantos gritan reforma y aluden a un cambio en las cuestiones relativas a la moral sexual, el sacerdocio femenino o el aborto. El Papa ha señalado en repetidas ocasiones que no quiere reformar nada que no pueda ser reformado. Ha invocado el Catecismo de la Iglesia, por ejemplo, cuando declaraba cuál debe de ser la actitud del católico ante las personas homosexuales. No podía ser de otro modo. Cualquiera que enseñe cosas contrarias a la verdad revelada y custodiada en el depósito de la fe pierde en ese mismo momento su autoridad. El Papa no es una excepción, salvo que precisamente en este punto él cuenta con el don de la infalibilidad.

Pero no es éste el aspecto más interesante de la autoridad del Papa Francisco y que le hace asemejarse mucho a su maestro Jesucristo. La autoridad está fundamentada antes en el Evangelio que en la Ley de Dios. La Ley no salva al hombre. En cambio, el Evangelio es causa de la salvación para el creyente. Como las verdades de la Fe son sobrenaturales y la razón no puede acceder a ellas por sus propias luces, la adhesión sólo puede proceder o bien de la gracia divina que mueve el corazón de los fieles o también de la coacción externa. Este último supuesto queda excluido, porque es contrario al principio áureo de la evangelización, del que hemos hablado en otra ocasión:
« La verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas » (DH, 1).
La imagen clave utilizada por el Papa Francisco en la mencionada entrevista ha sido la de un hospital de campaña. El personal sanitario no puede esperar a que vengan los enfermos, sino que debe de irlos a buscar al campo de batalla. Están heridos. La medicina no viene de la ley sino del Evangelio de salvación. La credibilidad constituye un punto fundamental de la autoridad evangélica. El primer mensaje no debe de ser necesariamente de orden moral, sino espiritual: al herido no se le puede preguntar qué niveles de colesterol tiene o cómo anda de azúcar en la sangre, puso como ejemplos el Papa.

A muchos les puede parecer que la misericordia es algo así como un suplemento del Evangelio, cuando en realidad se identifica con él. La misericordia alcanza su culmen cuando el herido abraza la verdad salvadora, que es Cristo. El mandato misionero de Cristo cuenta con la misericordia de los evangelizadores, porque sin ella es difícil que el Evangelio llegue al corazón de las personas. La autoridad del que anuncia la Verdad y la emplea para vencer al enemigo se presenta tarde o temprano débil y quebradiza. Aunque se apoye en la Ley de Dios, el que la anuncia carece de la autoridad propia del cristiano. Eso es lo que les sucedía a los fariseos. Las palabras de Jesús son emblemáticas:
"En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas" (Mt 23, 2-4). 
Si hablamos de una nueva Evangelización, ¿no será por qué quizá debamos aplicarnos todos estas palabras de Jesús? ¿No deberíamos examinar nuestra conducta para advertir que perdemos credibilidad -y autoridad- cuando señalamos la ley divina que debe ser respetada por todos pero quizá no le damos importancia al mensaje evangélico mismo? 

El Papa Francisco se hacía esta pregunta:  “¿Cómo estamos tratando al pueblo de Dios?" Y respondía a continuación:
 " Yo sueño con una Iglesia Madre y Pastora. Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado. Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes" (Entrevista al Papa Francisco, p. 13).
La autoridad del testigo no se encuentra en la Ley que proclama sin en su credibilidad que permite que el Evangelio llegue al corazón de las personas. ¿Cómo podemos criticar al Papa por advertirnos que la reforma primera debe ser la de las actitudes? 

La autoridad del Papa Francisco es máxima: es el Vicario de Cristo en la Tierra, predica el Evangelio con toda su integridad y lo hace no sólo de palabra sino también con una conducta intachable.