En la revista colombiana de comunicación educativa “Interacción” –que edita CEDAL – el profesor Manuel de Jesús Corral Corral de la Universidad Nacional Autónoma de México ha publicado en su última edición (Junio 2010) un estudio notable sobre la comunicación como objeto de mercado. Se ofrecen a continuación algunos fragmentos significantes.
El mercado ¿llegó para quedarse? Pero ¿cuál mercado? ¿El que siempre ha existido y en el que, sin ignorar abusos, los intercambios estaban sometidos a ciertas reglas que impedían, o al menos obstaculizaban, que el abuso fuera la norma general? ¿O el mercado de la mano invisible, regulado en la práctica por las grandes corporaciones, entre ellas las
corporaciones mediáticas, que reclaman sus derechos a ser reconocidas como personas? Este es el mercado que hoy domina el panorama mundial y que cuenta con la obsecuencia de la clase política que gobierna México. No en plan de denuncia, pero sí en plan de recuperación de la memoria, conviene decir algo acerca de las repercusiones de esa política mediática (…). Se entiende por comercio, en sentido general, una comunicación recíproca. Se aplica, más
concretamente a la comunicación que los hombres hacen entre sí de la producción de sus tierras y de su industria. La Providencia infinita, cuya obra es la naturaleza, ha querido, mediante la diversidad que en ella derrama,
poner a los hombres en dependencia unos de otros: el Ser supremo ha establecido sus vínculos, con el propósito de inducir a los pueblos a conservar la paz entre ellos y a amarse… Esta dependencia recíproca de los hombres, por la variedad de géneros que pueden proporcionase, se hace extensiva a las necesidades de opinión.
Esto explica cómo y por qué los medios y las tecnologías, están altamente concentrados hoy, vía privatización y megafusiones, en corporaciones mediáticas. En tanto, entidades globales, regionales o locales, los medios y las
tecnologías info-comunicativas. Han estado, desde su origen y por historia, íntimamente vinculados a la actividad comercial. No son sólo parte del sistema total, sino el sistema mismo al que le sirven de base económica. Le
insuflan vida al mercado al instalar la cultura del consumo compulsivo, como centro de la actividad humana, que alcanza hoy niveles de macrolocura. En la base de la lógica y del accionar de los medios y de las tecnologías infocomunicativas
se encuentra, en efecto, una programación conscientemente intencionada, o al menos permitida: rendir el cerebro y la
mollera de los recepto-perceptores. Y lo logran, al menos en buena medida, a pesar de las resistencias que se les ofrece desde abajo n ese ámbito. (…)
El marketing internético
En el mercado globalizado, en efecto, todo es vendible y comprable. Y no hay mejor escaparte para fortalecerlo que los medios mismos, embellecido ahora con el marketing internético. Como bien hace notar el director del mensual Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, los medios, y en particular la televisión, han cambiado sus anteriores
atributos de informar, educar y entretener por los de anunciar, vender y vigilar. Ellos venden consumidores a los anunciantes. Esa es su lógica y eso explica su accionar. Mucho se habla hoy, por ejemplo, de la telebasura.
y, como bien señala el sociólogo y filósofo francés Jean Baudrillard (1929-2007) “No hace falta conciencia política para saber que tras los famosos cubos de basura de la historia, ahora nos enfrentamos a los cubos de basura de la información”. (…)
Además de ágora mercantil, los medios y las tecnologías info-comunicativas se han convertido hoy en ágora de la totalidad de las actividades humanas. Les sirven de gozne. Economía, política, cultura y la comunicación misma les están sujetas. En cuanto a comunicación se refiere, los mensajes transmitidos superan con creces, al menos cuantitativamente, a aquéllos de índole propiamente comunicativa ¿cuántos? ¿cuáles? ¿dónde? ¿sobre qué? Acerca de esta última podría decirse, en síntesis, que la comunicación tecnológica o mediática, sea de índole económica, política, cultural, sea de carácter propiamente comunicativa, cuando la hay, es una comunicación domesticada y, por decir lo menos, deforme y empobrecida.
La comunicación se ha vuelto objeto de mercado, ¿Por qué obstinarse, entonces, en seguir llamando medios de comunicación a esos instrumentos de adoctrinamiento propagandístico-publicitario, siendo que desde sus orígenes, y más aún en esta etapa de alta concentración privada de los mismos, sólo han tenido en su agenda el alentar el consumo desaforado de baratijas materiales y simbólicas que convienen al mercado?
Freno para la democracia y freno par la comunicación en cuanto relación interhumana dialógica, simétrica y libre.
Significa que hoy en día cuando cede cada vez más facilidades a los grupos de poder empresariales, son pocas las esperanzas de que la agenda incluya unas políticas igualitarias sólidas que hagan posible tanto la redistribución del poder y la riqueza como la contención de los intereses de los poderosos. De parecida manera, la alta concentración
mediática ha acercado a las sociedades al extremo de la “poscomunicación” con el consiguiente desencanto y decepción provocados por la intención latente del cierre o clausura definitivos de participación en los espacios mediáticos. (….) Así los medios de comunicación niegan más y más la afirmación de que el sujeto, individual o social, pueda realizarse como tal en el espacio privado en el consumo de mercaderías o en el espacio público sin una real participación en él.
Una propuesta alternativa
Solo una sociedad organizada desde abajo (vida cotidiana) y desde adentro de cada sujeto individual y colectivo (convicciones y afectos), por la vía de una comunicación horizontal, es decir, de igual a igual, puede ser el contrapeso viable para sanear la relación medios-gobierno-sociedad. Ese sería el inicio para ir ensanchando los espacios
que permitan el ejercicio de la libertad de expresión como expresión de la libertad de quien tenga una idea que manifestar, escribir o publicar. Ir haciendo democracia, a partir de ir aprendiendo a comunicarse dialógica, simétrica y libremente resulta hoy un camino tortuoso, lento, pero también profundo y consistente en la medida en que confluyenen él la realidad objetiva y la realidad subjetiva.
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