En su Audiencia General del 17 de agosto, en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Papa Francisco exhortó a los fieles a ser “signo visible de la misericordia de Dios”, para que descienda “la comunión y la paz entre los hombres y la comunión de los hombres con Dios”.
El Santo Padre dedicó su catequesis a “la misericordia como instrumento de comunión”, tomando como base el milagro de la multiplicación de los panes y peces relatado en el Evangelio de San Mateo, y dijo que el “camino a seguir” señalado por Jesús a sus discípulos, es “saciar al pueblo y tenerlo unido; es decir, estar al servicio de la vida y de la comunión”.
“Pues invoquemos al Señor, para que haga siempre a su Iglesia capaz de este santo servicio, y para que cada uno de nosotros pueda ser instrumento de comunión en su propia familia, en el trabajo, en la parroquia y en los grupos de pertenencia”.
El Papa indicó que “el inicio de la narración que hace Mateo” presenta a Jesús que “apenas recibido la noticia de la muerte de Juan Bautista, y con una barca atraviesa el lago en búsqueda de ‘un lugar desierto para esta a solas’”.
“La gente lo intuye y lo precede a pie – Él va por el lago, y la gente a pie – así que ‘cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos’”.
“Así era Jesús: siempre con la compasión, siempre pensando en los demás”, indicó el Papa.
“Impresiona la determinación de la gente, que teme ser dejada sola, como abandonada”, destacó el Santo Padre, y señaló que “viendo esto Jesús se conmueve. Jesús no es frío, no tiene un corazón frío. Jesús es capaz de conmoverse”.
“Su compasión no es un vago sentimiento; en cambio muestra toda la fuerza de su voluntad por estar cerca de nosotros y salvarnos. Nos ama tanto. Tanto nos ama, Jesús. Y quiere estar cerca de nosotros”.
Al acercarse la tarde, recordó el Papa, “Jesús se preocupa por dar de comer a todas aquellas personas, cansadas y hambrientas” y “quiere involucrar en esto a sus discípulos”. “De hecho, les dice a ellos: ‘denles de comer ustedes mismos’. Y demostró a ellos que los pocos panes y peces que tenían, con la fuerza de la fe y de la oración, podían ser compartidos por toda aquella gente. Es un milagro que hace Él, pero es el milagro de la fe, de la oración con la compasión y el amor”.
El Santo Padre destacó que “el Señor va al encuentro de las necesidades de los hombres, pero quiere hacer de cada uno de nosotros concretamente participes de su compasión”. Francisco también hizo hincapié en que los signos de Jesús en el milagro de la multiplicación de los panes y los peces son los mismos que “ha realizado en la Última Cena: el mismo; y son también los mismos que todo sacerdote realiza cuando celebra la Santa Eucaristía. La comunidad cristiana nace y renace continuamente de esta comunión eucarística”.
“Vivir la comunión con Cristo es por lo tanto otra cosa que permanecer pasivos y ajenos a la vida cotidiana, al contrario, siempre nos introduce más en la relación con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, para ofrecerles un signo concreto de la misericordia y de la atención de Cristo”, dijo. El Santo Padre subrayó que “así Jesús ve a la gente, siente compasión, multiplica los panes y lo mismo hace con la Eucaristía”.
“Y nosotros creyentes que recibimos este pan somos impulsados por Jesús a llevar este servicio a los demás, con la misma compasión de Jesús. Este es el camino”, indicó.
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