Thursday, July 30, 2015

opiniones del Cardenal de Washington Dc sobre la futura visita del Papa a EEUU

Hay cada vez más jóvenes activamente comprometidos con la Iglesia. Va a encontrar una Iglesia multicultural. Va a ver el rostro de la Iglesia en todo el mundo”
  La popularidad del Papa Francisco no deja de crecer entre los católicos estadounidenses. Una reciente encuesta del Pew Research Center mostró que nueve de cada diez católicos tienen una impresión favorable. Una puntuación que seguramente se disparará tras su visita a Estados Unidos en septiembre.
"Creo que están respondiendo a la invitación del Papa Francisco. El "efecto Francisco” es real”, explica el cardenal Donald Wuerl,  arzobispo de Washington. Aunque no hay duda de la popularidad del Papa en el país, encontrará todavía algunos asuntos espinosos. Desde diversidad de opiniones sobre el matrimonio homosexual a la encíclica sobre el cambio climático. También hay tensiones entre el Congreso y los obispos estadounidenses por el derecho a la libertad religiosa.
Otra cuestión que el Papa tendrá que tener en cuenta es el descenso del número de cristianos en Estados Unidos. Un reciente estudio muestra que el perfil religioso de los estadounidenses ha cambiado. El porcentaje de adultos que se declaran cristianos ha descendido en 8 puntos en los últimos 7 años. Sin embargo, el número de estadounidenses que se describen como ateos, agnósticos o como "nada en especial” ha pasado del 16 al 22 por ciento.
"Soy testigo de todo esto pero no lo veo entre las personas jóvenes de hoy. Veo que hay cada vez más jóvenes activamente comprometidos con la Iglesia”, dice el cardenal Donald Wuerl.
La visita del Papa tendrá una dimensión pastoral y también política. Participará en el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia para promover la importancia de la familia. También se reunirá con el presidente Barack Obama, hablará en el Congreso de Estados Unidos y en la ONU en Nueva York. Antes además habrá visitado Cuba.
"Va a encontrar una Iglesia multicultural. Va a ver el rostro de la Iglesia en todo el mundo”, afirma  Donald Wuerl.
Pese a las cifras, Estados Unidos es el país con más cristianos. Los católicos son el 24 por ciento de la población, es decir, 78 millones de personas en un país de casi 319 millones de habitantes.
Aunque disminuya el número de cristianos, los seminarios están creciendo mucho, nada menos que un 25 por ciento con respecto al año anterior. En 2015, habrá 595 nuevos sacerdotes estadounidenses frente a los 477 que se ordenaron en 2014.

Monday, July 27, 2015

el Papa Francisco habla en el Angelus sobre el hambre material y espiritual

«Dentro de algunos días se celebra el segundo aniversario desde cuando, en Siria, fue secuestrado el padre Paolo Dall’Oglio. Dirijo un sentido y apremiante llamado por la liberación de este estimado religioso. No puedo olvidar también a los Obispos Ortodoxos secuestrados en Siria y a todas las otras personas que, en las zonas de conflicto, han sido secuestradas. Espero en el renovado empeño de las competentes Autoridades locales e internacionales, para que a estos hermanos nuestros les sea restituida la libertad» En el ardiente verano romano, a las 12 del mediodía del 26 de julio de 2015, el Obispo de Roma reflexionó sobre el Evangelio de la multiplicación de los panes, ante miles de peregrinos que, a pesar del calor intenso, acudieron a la plaza del santuario de San Pedro, para escucharlo y recibir su bendición.
En Jesús actúa el poder misericordioso de Dios, que cura todo mal del cuerpo y del espíritu. Pero Jesús no es sólo sanador, es también maestro… Jesús, que sabe bien lo que está por hacer, pone a la prueba a sus discípulos. ¿Qué hacer para dar de comer a toda aquella gente? Felipe, uno de los Doce, hace un rápido cálculo: organizando una colecta, se podrán recoger, al máximo, doscientos denarios para comprar el pan que, sin embargo, no alcanzaría para dar de comer a cinco mil personas”.
El Papa explicó que “los discípulos razonan en términos de “mercado”, pero Jesús, a la lógica del comprar, sustituye la del dar. Y he aquí que Andrés, otro de los Apóstoles, hermano de Simón Pedro, presenta a un niño que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos pescados; pero ciertamente – dice Andrés – no son nada para aquella gente”.
El Vicario de Cristo afirmó que “el pan de Dios es Jesús mismo. Tomando la Comunión con Él, recibimos  su vida en nosotros y llegamos a ser hijos del Padre celestial y hermanos entre nosotros.
Al finalizar la oración mariana, el Santo Padre con un gesto simbólico, clicando sobre un dispositivo electrónico, se inscribió en primer lugar a la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia, dando así apertura a las inscripciones de los jóvenes.
El Pontífice dirigió luego un apremiante llamamiento por la liberación del padre Dall’Oglio, recordando que en algunos días se celebra el segundo año de su secuestro, sin olvidar a los Obispos Ortodoxos secuestrados en Siria y a todas las personas secuestradas en zonas de conflicto.En el vídeo se escucha y visualiza la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de este domingo (Jn 6, 1-15) presenta el gran signo de la multiplicación de los panes, en la narración del evangelista Juan. Jesús se encuentra en la orilla del lago de Galilea, y está rodeado por “una gran multitud”, atraída por los “signos que hacía curando a los enfermos” (v. 2).
En Él actúa el poder misericordioso de Dios, que cura todo mal del cuerpo y del espíritu. Pero Jesús no es un sanador, es también maestro: en efecto sube al monte y se si sienta, en la típica actitud del maestro cuando enseña: sube sobre aquella “cátedra” natural creada por su Padre celestial. Llegado a este punto Jesús, que sabe bien lo que está por hacer, pone a la prueba a sus discípulos.
¿Qué hacer para dar de comer a toda aquella gente? Felipe, uno de los Doce, hace un rápido cálculo: organizando una colecta, se podrán recoger, al máximo, doscientos denarios para comprar el pan que, sin embargo, no alcanzaría para dar de comer a cinco mil personas.
Los discípulos razonan en términos de “mercado”, pero Jesús, a la lógica del comprar, sustituye aquella otra lógica, la lógica del dar. Las dos lógicas, ¿no? La del comprar y la del dar. Y he aquí que Andrés, otro de los Apóstoles, hermano de Simón Pedro, presenta a un muchacho que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos pescados; pero ciertamente – dice Andrés – son nada para aquella gente (Cfr. v. 9).
Pero Jesús esperaba precisamente esto. Ordena a los discípulos que hagan sentar a la gente, después tomó aquellos panes y aquellos pescados, dio gracias al Padre y los distribuyó (Cfr. v. 11). Estos gestos anticipan aquellos de la Última Cena, que dan al pan de Jesús su significado más verdadero.
El pan de Dios es Jesús mismo. Tomando la Comunión con Él, recibimos su vida en nosotros y llegamos a ser hijos del Padre celestial y hermanos entre nosotros. Tomando la Comunión nos encontramos con Jesús, realmente vivo y resucitado. Participar en la Eucaristía significa entrar en la lógica de Jesús, la lógica de la gratuidad, de la participación. Y por más pobres que seamos, todos podemos dar algo. “Tomar la Comunión” también significa tomar de Cristo la gracia que nos hace capaces de compartir con los demás lo que somos y lo que tenemos.
La multitud está sorprendida por el prodigio de la multiplicación de los panes; pero el don que Jesús ofrece es plenitud de vita para el hombre hambriento. Jesús sacia no sólo el hambre material, sino aquella más profunda, el hambre de sentido de la vida, el hambre de Dios.
Frente al sufrimiento, a la soledad, a la pobreza y a las dificultades de tanta gente, ¿qué podemos hacer nosotros? Lamentarse no resuelve nada, pero podemos ofrecer lo poco que tenemos. Como aquel muchacho. Ciertamente tenemos alguna hora de tiempo, algún talento, alguna competencia... ¿Quién de nosotros no tiene sus “cinco panes y dos pescados”? Todos tenemos.
Si estamos dispuestos a ponerlos en las manos del Señor, bastarán para que en el mundo haya un poco más de amor, de paz, de justicia y, sobre todo, de alegría. ¡Cuán necesaria es la alegría en el mundo! Dios es capaz de multiplicar nuestros pequeños gestos. Gestos de solidaridad y hacernos partícipes de su don.
Que nuestra oración sostenga el empeño común para que jamás falte a nadie el Pan del cielo que da la vida eterna y lo necesario para una vida diga, y para que se afirme la lógica del compartir y del amor. Que la Virgen María nos acompañe con su intercesión maternal.
(Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:)
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy se abren las inscripciones para la trigésimo primera Jornada Mundial de la Juventud, que se desarrollará el próximo año en Polonia. Quise abrir yo mismo las inscripciones y me acabo de inscribir como peregrino mediante el dispositivo electrónico. Celebrada durante el Año de la Misericordia, esta Jornada será, en cierto sentido, un jubileo de la juventud, llamada a reflexionar sobre el tema: “Beatos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia” (Mt 5,7). Invito a los jóvenes de todo el mundo a vivir esta peregrinación ya sea dirigiéndose a Cracovia que participando en este momento de gracia en las propias comunidades.
Dentro de algunos días se celebra el segundo aniversario desde cuando, en Siria, fue secuestrado el padre Paolo Dall’Oglio. Dirijo un sentido y apremiante llamado por la liberación de este estimado religioso. No puedo olvidar también a los Obispos Ortodoxos secuestrados en Siria y a todas las otras personas que, en las zonas de conflicto, han sido secuestradas. Espero en el renovado empeño de las competentes Autoridades locales e internacionales, para que a estos hermanos nuestros les sea restituida la libertad. Con afecto y participación a sus sufrimientos, queremos recordarlos en la oración.
Los saludo a todos ustedes, peregrinos provenientes de Italia y de otros países, saludo a la peregrinación internacional de las Hermanas de San Félix, a los fieles de Salamanca, a los jóvenes de Brescia que están desarrollando un servicio en el comedor de los pobres de la Caritas de Roma, y a los jóvenes de Ponte San Giovanni (Perugia).
Hoy 26 de julio, la Iglesia recuerda a los santos Joaquín y Ana, padres de la Beata Virgen María, y por tanto, los abuelos de Jesús. En esta ocasión quisiera saludar a todos los abuelos y todas las abuelas, dándoles las gracias por su preciosa presencia en las familias y para las nuevas generaciones. Por todos los abuelos vivos y también por los que nos miran desde el Cielo, les saludamos y aplaudimos.
¡A todos les deseo un feliz domingo! Y no se olviden de rezar por mí. ¡Feliz almuerzo! ¡Hasta pronto!

Friday, July 24, 2015

El Papa Francisco pide consenso acerca del cambio climático

* «Nos comprometemos a terminar con el abuso, la explotación, la trata de personas y todas las formas de esclavitud moderna, que son crímenes de lesa humanidad, incluido el trabajo forzado y la prostitución, el tráfico de órganos, y la esclavitud doméstica. Nos comprometemos también a desarrollar programas nacionales de reasentamiento y reintegración que eviten la repatriación involuntaria de las personas víctimas de trata»
  Este miércoles 22 de julio, concluyó en el Vaticano, el Encuentro organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias sobre “Esclavitud moderna y cambio climático, el compromiso de las grandes ciudades”, en la cual, Alcaldes de 70 ciudades del mundo junto a algunos representantes de las Naciones Unidas se confrontaron sobre los cambios climáticos y la trata de personas.
Los compromisos comunes asumidos por los participantes fueron sigilados el día de ayer, al finalizar el encuentro con el Papa Francisco, en la Declaración Conjunta de los Alcaldes. La misma que el Pontífice firmó y dejo escrito: “Agradezco esta declaración. Deseo que haga mucho bien”.
En el documento, se precisa que los participantes tienen por “objeto abordar dos dramáticas emergencias correlacionadas: el cambio climático inducido por el ser humano, y la exclusión social en las formas extremas de radical pobreza, de la esclavitud moderna y de la trata de personas”.
En este sentido y después de haber llegado a un consenso sobre las urgencias planteadas, se lee en el documento, “es nuestra intención declarar que el cambio climático antropogénico es una realidad científicamente comprobada, y su efectivo control es un imperativo moral que alcanza a toda la humanidad”.
Asimismo, los participantes se comprometieron “a reforzar en sus ciudades y asentamientos urbanos la capacidad de resilencia de los pobres y de aquellos en situación de vulnerabilidad y reducir su exposición a los eventos extremos relacionados con el clima y otros impactos, y catástrofes económicos, sociales y medioambientales, que fomentan la trata de personas y los riesgos de la migración forzada”. El texto completo de la Declaración Conjunta firmada por el Papa y los Alcaldes es el siguiente:
Los abajo firmantes nos hemos reunido aquí, en la Academia Pontificia de las Ciencias y la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, con el objeto de abordar dos dramáticas emergencias correlacionadas: el cambio climático inducido por el ser humano, y la exclusión social en las formas extremas de radical pobreza, de la esclavitud moderna y de la trata de personas. Hemos llegado hasta aquí desde diversos ámbitos y diferentes culturas, y somos así el fiel reflejo del deseo, compartido por toda la humanidad, de paz, felicidad, prosperidad, justicia y sostenibilidad ambiental. Siguiendo cuanto afirma la Encíclica Laudato si', hemos considerado la abrumadora evidencia científica que confirma la existencia de un cambio climático provocado por el ser humano, al igual que la pérdida de biodiversidad y la vulnerabilidad de los más pobres a los desastres económicos, sociales y ambientales.
Ante las urgencias planteadas por el cambio climático antropogénico, la exclusión social y la pobreza extrema, es nuestra intención declarar lo siguiente, fruto de nuestro consenso. El cambio climático antropogénico es una realidad científicamente comprobada, y su efectivo control es un imperativo moral que alcanza a toda la humanidad.
En este fundamental espacio moral, las ciudades de todo el planeta cumplen un papel clave. Todas nuestras tradiciones culturales afirman la inherente dignidad y la responsabilidad social de cada individuo en su relación con el bien común de la humanidad toda. Proclaman lo bello y lo maravilloso del mundo natural, al igual que su inherente bondad, y lo valoran como un don precioso que ha sido confiado a nuestro común cuidado; por eso es nuestro deber moral respetar, y nunca devastar, este jardín que es nuestra "casa común".
Los pobres y los excluidos, a pesar de que participen mínimamente en la disrupción del clima, están expuestos a temibles amenazas por causa de perturbaciones climáticas antropogénicas tales como la mayor frecuencia de sequías, tormentas extremas, olas de calor y el aumento incesante del nivel del mar. Hoy la humanidad cuenta con los instrumentos tecnológicos, los medios financieros y el conocimiento adecuado para revertir el cambio climático antrópico, poniendo fin, al mismo tiempo, a la pobreza extrema, mediante la aplicación de soluciones relativas al desarrollo sostenible tales como la adopción de sistemas bajos en carbono, con el respaldo de las tecnologías de la información y de la comunicación.
El financiamiento de las iniciativas en pro del desarrollo sostenible, tales como las que apuntan a tener un efectivo control del cambio climático antropogénico, debe estar impulsado por incentivos que ayuden a la transición hacia energías bajas en carbono y renovables, y debe incorporar la búsqueda incansable de la paz, lo que permitirá que los presupuestos de los gobiernos pasen a priorizar las inversiones en la sostenibilidad, que tanto hacen falta, en desmedro del gasto bélico.
El mundo debe saber que la cumbre sobre el cambio climático, a celebrarse en París hacia el final de este año (COP2 1), puede ser la última oportunidad efectiva de negociar acuerdos para mantener el calentamiento antropogénico por debajo de los dos grados centígrados, y para apuntar, para mayor seguridad, a mantener el clima del planeta bien por debajo de ese umbral. Sin embargo, de seguir la trayectoria actual, la humanidad fácilmente podría alcanzar la devastadora cifra de cuatro grados centígrados o más.
Los líderes políticos de todos los Estados Miembros de la ONU tienen la especial responsabilidad de consensuar, en el marco de la COP21, un osado acuerdo en pro del clima que confine el calentamiento del planeta a un límite seguro para la humanidad, y que proteja a los más pobres y vulnerables del cambio climático ininterrumpido, que pone sus vidas en grave peligro. Tal como lo han prometido, los países de altos niveles de ingresos deben ayudar a financiar los costos de la mitigación del cambio climático en las naciones más necesitadas.
Para revertir el cambio climático antrópico, será necesaria una veloz transformación que haga de nuestro hábitat un mundo impulsado por energías bajas en carbono — entre ellas las renovables —, y fundado en la gestión sostenible de los ecosistemas. Dichas transformaciones deberán llevarse a cabo en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que consensuados a nivel mundial, tendrán por objeto poner fin a la pobreza extrema; garantizar el acceso universal a la salud, a la educación de calidad, al agua potable, y a la energía sostenible; y fomentar la cooperación para erradicar la trata de personas y todas las formas modernas de esclavitud.
Como alcaldes nos comprometemos a reforzar en nuestras ciudades y asentamientos urbanos la capacidad de resilencia de los pobres y de aquellos en situación de vulnerabilidad y reducir su exposición a los eventos extremos relacionados con el clima y otros impactos, y catástrofes económicos, sociales y medioambientales, que fomentan la trata de personas y los riesgos de la migración forzada.
Asimismo nos comprometemos a terminar con el abuso, la explotación, la trata de personas y todas las formas de esclavitud moderna, que son crímenes de lesa humanidad, incluido el trabajo forzado y la prostitución, el tráfico de órganos, y la esclavitud doméstica. Nos comprometemos también a desarrollar programas nacionales de reasentamiento y reintegración que eviten la repatriación involuntaria de las personas víctimas de trata (cf. la revision de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, n. 162, realizada por la PASS).
Querernos que nuestras ciudades y asentamientos urbanos sean cada vez más socialmente inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles (cf. Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, n. 11). Todos los sectores y todas las partes interesadas deberán desempeñar el papel que les corresponde: este es un compromiso al que cada uno de nosotros se suma plenamente ya como alcaldes ya como personas.

Wednesday, July 22, 2015

Discurso del Papa Francisco a los alcaldes del mundo

  A continuación el texto completo del papa Francisco, dirigido a los alcaldes reunidos en el Vaticano, en la cumbre organizada por la Pontificia Academia de las Ciencias y de las Ciencias Sociales y las Naciones Unidas, que se realizó hoy martes y continúa este miércoles.
"Buenas tardes, bienvenidos.
Les agradezco sinceramente, de corazón el trabajo que han hecho. Es verdad que todo giraba alrededor del tema del cuidado del ambiente, de esa cultura del cuidado del ambiente. Pero esa cultura del cuidado del ambiente no es una actitud solamente – lo digo en buen sentido- “verde”, no es una actitud “verde”, es mucho más. Es decir, cuidar el ambiente significa una actitud de ecología humana. O sea, no podemos decir: la persona está aquí y el Creato, el ambiente, está allí. La ecología es total, es humana. Eso es lo que quise expresar en la Encíclica “Laudato Si”: que no se puede separar al hombre del resto, hay una relación de incidencia mutua, sea del ambiente sobre la persona, sea de la persona en el modo como trata el ambiente; y también, el efecto de rebote contra el hombre cuando el ambiente es maltratado. Por eso, frente a una pregunta que me hicieron yo dije: “no, no es una encíclica ‘verde’, es una encíclica social”. Porque dentro del entorno social, de la vida social de los hombres, no podemos separar el cuidado del ambiente. Más aun, el cuidado del ambiente es una actitud social, que nos socializa en un sentido o en otro -cada cual le puede poner el valor que quiere- y por otro lado, nos hace recibir – me gusta la expresión italiana cuando hablan del ambiente- del “Creato”, de aquello que nos fue dado como don, o sea, el ambiente.
Por otro lado, ¿por qué esta invitación que me pareció una idea -de la Academia de monseñor Sánchez Sorondo- muy fecunda, de invitar a los alcaldes, a los síndicos de las grandes ciudades y no tan grandes, pero invitarlos aquí para hablar de esto? Porque una de las cosas que más se nota cuando el ambiente, la Creación, no es cuidada es el crecimiento desmesurado de las ciudades. Es un fenómeno mundial, es como que las cabezas, las grandes ciudades, se hacen grandes pero cada vez con cordones de pobreza y de miseria más grandes, donde la gente sufre los efectos de un descuido del ambiente. En este sentido, está involucrado el fenómeno migratorio. ¿Por qué la gente viene a las grandes ciudades, a los cordones de las grandes ciudades, las villas miseria, las chabolas, las favelas? ¿Por qué arma eso? Simplemente porque ya el mundo rural para ellos no les da oportunidades. Y un punto que está en la encíclica, y con mucho respeto, pero se debe denunciar, es la idolatría de la tecnocracia. La tecnocracia lleva despojar de trabajo, crea desocupación, los fenómenos desocupatorios son muy grandes y necesitan ir migrando, buscando nuevos horizontes. El gran número de desocupados alerta. No tengo las estadísticas- pero en algunos países de Europa, sobre todo en los jóvenes, la desocupación juvenil, de los 25 años hacia abajo, pasa del 40 por ciento y en algunos llega al 50 por ciento. Entre 40, 47 –estoy pensando en otro país- 50 – estoy pensando en otras estadísticas serias dadas por los jefes de gobierno, los jefes de Estado directamente. Y eso proyectado hacia el futuro nos hace ver un fantasma, o sea, una juventud desocupada que hoy ¿qué horizonte y qué futuro puede ofrecer?, ¿qué le queda a esa juventud? O las adicciones, o el aburrimiento, o el no saber qué hacer de su vida -una vida sin sentido, muy dura-, o el suicidio juvenil – las estadísticas de suicidio juvenil no son publicadas en su totalidad-, o buscar en otros horizontes, aún en proyectos guerrilleros, un ideal de vida.
Por otro lado, la salud está en juego. La cantidad de enfermedades “raras”, así se llaman que vienen de muchos elementos de fertilización de los campos - o vaya a saber, todavía no saben bien las causas-, pero de un exceso de tecnificación. Entre los problemas más grandes que están en juego es el oxígeno y el agua. Es decir, la desertificación de grandes zonas por la deforestación. Acá al lado mío está el cardenal arzobispo encargado de la Amazonia brasilera, él puede decir lo que significa una deforestación hoy día, en la Amazonia, que es el pulmón del mundo, Congo, Amazonia, grandes pulmones del mundo-. La deforestación en mi patria hace unos años – hace 8 o 9 años- me acuerdo que hubo del Gobierno Federal a una Provincia, hubo un juicio para detener una deforestación que afectaba a la población. ¿Qué sucede cuando todos estos fenómenos de tecnificación excesiva, de no cuidado del ambiente, además de los fenómenos naturales, inciden sobre la migración? El no haber trabajo, y después la trata de las personas. Cada vez es más común el trabajo en negro, un trabajo sin contrato, un trabajo arreglado debajo de la mesa. ¡Cómo ha crecido!. El trabajo en negro es muy grande, lo cual significa que una persona no gana lo suficiente para vivir. Eso puede provocar actitudes delictivas y todo lo que sucede en una gran ciudad por esas migraciones provocadas por la tecnificación. Sobre todo me refiero al agro o la trata de las personas en el trabajo minero, la esclavitud minera todavía es muy grande y es muy fuerte. Y lo que significa el uso de ciertos elementos de lavado de minerales – arsénico, cianuro- que inciden en enfermedades de la población. En eso hay una responsabilidad muy grande. O sea que todo rebota, todo vuelve. Es el efecto rebote contra la misma persona. Puede ser la trata de personas por el trabajo esclavo, la prostitución, que son fuentes de trabajo para poder sobrevivir hoy día.
Por eso me alegra que ustedes hayan reflexionado sobre estos fenómenos. Yo mencioné algunos, no más, que afectan a las grandes ciudades.
Finalmente, yo diría que sobre esto hay que interesar a las Naciones Unidas. Tengo mucha esperanza en la Cumbre de París, de noviembre, que se logre algún acuerdo fundamental y básico. Tengo mucha esperanza, pero sin embargo, las Naciones Unidas tienen que interesarse muy fuertemente sobre este fenómeno, sobre todo, en la trata de personas provocada por este fenómeno ambiental, la explotación de la gente. Recibí hace un par de meses a una delegación de mujeres de las Naciones Unidas encargadas de la explotación sexual de los niños en los países de guerra. O sea, los niños como objeto de explotación. Es otro fenómeno. Y las guerras son también elemento de desequilibrio del ambiente.
Quisiera terminar con una reflexión que no es mía, es del teólogo y filósofo Romano Guardini. Él habla de dos formas de incultura: la incultura que Dios nos entregó para que nosotros la transformáramos en cultura y nos dio el mandato de cuidar, y hacer crecer, y dominar la tierra; y la segunda incultura, cuando el hombre no respeta esa relación con la tierra, no la cuida – es muy claro en el relato bíblico que es una literatura de tipo místico allí-. Cuando no la cuida, el hombre se apodera de esa cultura y la empieza a sacar de cause. O sea, la incultura la saca de cause y se le va de las manos y forma una segunda forma de incultura: la energía atómica es buena, puede ayudar, pero hasta aquí, sino pensemos en Hiroshima y en Nagasaki, o sea ya se crea el desastre y la destrucción -por poner un ejemplo antiguo. Hoy día, en todas las formas de incultura, como las que ustedes han tratado, esa segunda forma de incultura es la que destruye al hombre. Un rabino del medioevo, más o menos de la época de Santo Tomás de Aquino – y quizás alguno de ustedes me lo escuchó- explicaba en un “midrash” el problema de la torre de Babel a sus feligreses en la sinagoga, y decía que construir la torre de Babel llevó mucho tiempo, y llevó mucho trabajo, sobre todo hacer los ladrillos -suponía armar el fango, buscar la paja, amasarla, cortarla, hacerla secar, después ponerla en el horno, cocinarla, o sea que un ladrillo era una joya, valía muchísimo- y lo iban subiendo, al ladrillo, para ir poniendo en la torre. Cuando se caía un ladrillo era un problema muy grave, y el culpable o el que descuidó el trabajo y lo dejó caer, era castigado. Cuando se caía un obrero de los que estaban construyendo no pasaba nada. Este es el drama de la segunda forma de incultura: el hombre como creador de incultura y no de cultura. El hombre creador de incultura porque no cuida el ambiente.
Y ¿por qué ésta convocatoria de la Academia Pontificia de las Ciencias a los síndicos, alcaldes, intendentes de las ciudades? Porque ésta conciencia si bien sale del centro hacia las periferias, el trabajo más serio y más profundo, se hace desde la periferia hacia el centro. Es decir, desde ustedes hacia la conciencia de la humanidad. La Santa Sede o tal país, o tal otro, podrán hacer un buen discurso en las Naciones Unidas pero si el trabajo no viene de las periferias hacia el centro, no tiene efecto. De ahí la responsabilidad de los síndicos, de los intendentes, de los alcaldes de las ciudades. Por eso les agradezco muchísimo que se hayan reunido como periferias sumamente serias de este problema. Cada uno de ustedes tiene dentro de su ciudad cosas como las que yo he dicho y que ustedes tienen que gobernar, solucionar, etcétera. Yo les agradezco la colaboración. Me dijo monseñor Sánchez Sorondo que muchos de ustedes han intervenido y que es muy rico todo esto. Les agradezco y pido al Señor que nos dé a todos la gracia de poder tomar conciencia de este problema de destrucción que nosotros mismos estamos llevando adelante al no cuidar la ecología humana, al no tener una conciencia ecológica como las que nos fue dada al principio para transformar la primera incultura en cultura, y frenar ahí, y no transformar esta cultura en incultura.
Muchísimas gracias".

Cuidar el ambiente es ecologia humana dijo el Papa Francisco

* «Cuidar el ambiente significa una actitud de ecología humana. O sea, no podemos decir: la persona está aquí y el Creato, el ambiente, está allí. La ecología es total, es humana. No se puede separar al hombre del resto, hay una relación de incidencia mutua, sea del ambiente sobre la persona, sea de la persona en el modo como trata el ambiente; y también, el efecto de rebote contra el hombre cuando el ambiente es maltratado»
 El Papa Francisco ha participado este martes por la tarde en el encuentro sobre cambio climático y esclavitud, donde se ha dirigido a más de sesenta alcaldes procedentes de distintas partes mundo. Durante su discurso a los participantes, pronunciado en español, ha analizado las dos emergencias tratadas a lo largo del día.
La cultura del cuidado del ambiente no es una actitud solamente “verde”, ha asegurado el Papa, es “mucho más”. Por eso, ha precisado que cuidar el ambiente significa tener una actitud de ecología humana. La ecología “es total, es humana”, ha precisado. De este modo, el Santo Padre ha explicado que en la encíclica Laudato Si’ “no se puede separar al hombre del resto”.
Por otro lado, el Pontífice ha manifestado que “tengo mucha esperanza en la Cumbre de París, de noviembre, que se logre algún acuerdo fundamental y básico. Tengo mucha esperanza, pero sin embargo, las Naciones Unidas tienen que interesarse muy fuertemente sobre este fenómeno, sobre todo, en la trata de personas provocada por este fenómeno ambiental, la explotación de la gente”.
Ha concluido animando a los presentes afirmando que “el trabajo más serio y profundo se hace desde la periferia hacia el centro”, ha explicado. Es decir, “desde ustedes hacia la conciencia de la humanidad”. El texto completo del discurso del Papa es el siguiente:
Buenas tardes, bienvenidos.
Les agradezco sinceramente, de corazón el trabajo que han hecho. Es verdad que todo giraba alrededor del tema del cuidado del ambiente, de esa cultura del cuidado del ambiente. Pero esa cultura del cuidado del ambiente no es una actitud solamente – lo digo en buen sentido- “verde”, no es una actitud “verde”, es mucho más. Es decir, cuidar el ambiente significa una actitud de ecología humana. O sea, no podemos decir: la persona está aquí y el Creato, el ambiente, está allí. La ecología es total, es humana. Eso es lo que quise expresar en la Encíclica “Laudato Si”: que no se puede separar al hombre del resto, hay una relación de incidencia mutua, sea del ambiente sobre la persona, sea de la persona en el modo como trata el ambiente; y también, el efecto de rebote contra el hombre cuando el ambiente es maltratado. Por eso, frente a una pregunta que me hicieron yo dije: “no, no es una encíclica ‘verde’, es una encíclica social”. Porque dentro del entorno social, de la vida social de los hombres, no podemos separar el cuidado del ambiente. Más aun, el cuidado del ambiente es una actitud social, que nos socializa en un sentido o en otro -cada cual le puede poner el valor que quiere- y por otro lado, nos hace recibir – me gusta la expresión italiana cuando hablan del ambiente- del “Creato”, de aquello que nos fue dado como don, o sea, el ambiente.
Por otro lado, ¿por qué esta invitación que me pareció una idea -de la Academia de monseñor Sánchez Sorondo- muy fecunda, de invitar a los alcaldes, a los síndicos de las grandes ciudades y no tan grandes, pero invitarlos aquí para hablar de esto? Porque una de las cosas que más se nota cuando el ambiente, la Creación, no es cuidada es el crecimiento desmesurado de las ciudades. Es un fenómeno mundial, es como que las cabezas, las grandes ciudades, se hacen grandes pero cada vez con cordones de pobreza y de miseria más grandes, donde la gente sufre los efectos de un descuido del ambiente. En este sentido, está involucrado el fenómeno migratorio.
¿Por qué la gente viene a las grandes ciudades, a los cordones de las grandes ciudades, las villas miseria, las chabolas, las favelas? ¿Por qué arma eso? Simplemente porque ya el mundo rural para ellos no les da oportunidades. Y un punto que está en la encíclica, y con mucho respeto, pero se debe denunciar, es la idolatría de la tecnocracia. La tecnocracia lleva despojar de trabajo, crea desocupación, los fenómenos desocupatorios son muy grandes y necesitan ir migrando, buscando nuevos horizontes. El gran número de desocupados alerta. No tengo las estadísticas- pero en algunos países de Europa, sobre todo en los jóvenes, la desocupación juvenil, de los 25 años hacia abajo, pasa del 40 por ciento y en algunos llega al 50 por ciento. Entre 40, 47 –estoy pensando en otro país- 50 – estoy pensando en otras estadísticas serias dadas por los jefes de gobierno, los jefes de Estado directamente.
Y eso proyectado hacia el futuro nos hace ver un fantasma, o sea, una juventud desocupada que hoy ¿qué horizonte y qué futuro puede ofrecer?, ¿qué le queda a esa juventud? O las adicciones, o el aburrimiento, o el no saber qué hacer de su vida -una vida sin sentido, muy dura-, o el suicidio juvenil – las estadísticas de suicidio juvenil no son publicadas en su totalidad-, o buscar en otros horizontes, aún en proyectos guerrilleros, un ideal de vida.
Por otro lado, la salud está en juego. La cantidad de enfermedades “raras”, así se llaman que vienen de muchos elementos de fertilización de los campos - o vaya a saber, todavía no saben bien las causas-, pero de un exceso de tecnificación. Entre los problemas más grandes que están en juego es el oxígeno y el agua. Es decir, la desertificación de grandes zonas por la deforestación. Acá al lado mío está el cardenal arzobispo encargado de la Amazonia brasilera, él puede decir lo que significa una deforestación hoy día, en la Amazonia, que es el pulmón del mundo, Congo, Amazonia, grandes pulmones del mundo-. La deforestación en mi patria hace unos años – hace 8 o 9 años- me acuerdo que hubo del Gobierno Federal a una Provincia, hubo un juicio para detener una deforestación que afectaba a la población.
¿Qué sucede cuando todos estos fenómenos de tecnificación excesiva, de no cuidado del ambiente, además de los fenómenos naturales, inciden sobre la migración? El no haber trabajo, y después la trata de las personas. Cada vez es más común el trabajo en negro, un trabajo sin contrato, un trabajo arreglado debajo de la mesa. ¡Cómo ha crecido!. El trabajo en negro es muy grande, lo cual significa que una persona no gana lo suficiente para vivir. Eso puede provocar actitudes delictivas y todo lo que sucede en una gran ciudad por esas migraciones provocadas por la tecnificación. Sobre todo me refiero al agro o la trata de las personas en el trabajo minero, la esclavitud minera todavía es muy grande y es muy fuerte. Y lo que significa el uso de ciertos elementos de lavado de minerales – arsénico, cianuro- que inciden en enfermedades de la población. En eso hay una responsabilidad muy grande. O sea que todo rebota, todo vuelve. Es el efecto rebote contra la misma persona. Puede ser la trata de personas por el trabajo esclavo, la prostitución, que son fuentes de trabajo para poder sobrevivir hoy día.
Por eso me alegra que ustedes hayan reflexionado sobre estos fenómenos. Yo mencioné algunos, no más, que afectan a las grandes ciudades.
Finalmente, yo diría que sobre esto hay que interesar a las Naciones Unidas. Tengo mucha esperanza en la Cumbre de París, de noviembre, que se logre algún acuerdo fundamental y básico. Tengo mucha esperanza, pero sin embargo, las Naciones Unidas tienen que interesarse muy fuertemente sobre este fenómeno, sobre todo, en la trata de personas provocada por este fenómeno ambiental, la explotación de la gente. Recibí hace un par de meses a una delegación de mujeres de las Naciones Unidas encargadas de la explotación sexual de los niños en los países de guerra. O sea, los niños como objeto de explotación. Es otro fenómeno. Y las guerras son también elemento de desequilibrio del ambiente.
Quisiera terminar con una reflexión que no es mía, es del teólogo y filósofo Romano Guardini. Él habla de dos formas de incultura: la incultura que Dios nos entregó para que nosotros la transformáramos en cultura y nos dio el mandato de cuidar, y hacer crecer, y dominar la tierra; y la segunda incultura, cuando el hombre no respeta esa relación con la tierra, no la cuida – es muy claro en el relato bíblico que es una literatura de tipo místico allí-. Cuando no la cuida, el hombre se apodera de esa cultura y la empieza a sacar de cause. O sea, la incultura la saca de cause y se le va de las manos y forma una segunda forma de incultura: la energía atómica es buena, puede ayudar, pero hasta aquí, sino pensemos en Hiroshima y en Nagasaki, o sea ya se crea el desastre y la destrucción -por poner un ejemplo antiguo.
Hoy día, en todas las formas de incultura, como las que ustedes han tratado, esa segunda forma de incultura es la que destruye al hombre. Un rabino del medioevo, más o menos de la época de Santo Tomás de Aquino – y quizás alguno de ustedes me lo escuchó- explicaba en un “midrash” el problema de la torre de Babel a sus feligreses en la sinagoga, y decía que construir la torre de Babel llevó mucho tiempo, y llevó mucho trabajo, sobre todo hacer los ladrillos -suponía armar el fango, buscar la paja, amasarla, cortarla, hacerla secar, después ponerla en el horno, cocinarla, o sea que un ladrillo era una joya, valía muchísimo- y lo iban subiendo, al ladrillo, para ir poniendo en la torre. Cuando se caía un ladrillo era un problema muy grave, y el culpable o el que descuidó el trabajo y lo dejó caer, era castigado. Cuando se caía un obrero de los que estaban construyendo no pasaba nada. Este es el drama de la segunda forma de incultura: el hombre como creador de incultura y no de cultura. El hombre creador de incultura porque no cuida el ambiente.
Y ¿por qué ésta convocatoria de la Academia Pontificia de las Ciencias a los síndicos, alcaldes, intendentes de las ciudades? Porque ésta conciencia si bien sale del centro hacia las periferias, el trabajo más serio y más profundo, se hace desde la periferia hacia el centro. Es decir, desde ustedes hacia la conciencia de la humanidad. La Santa Sede o tal país, o tal otro, podrán hacer un buen discurso en las Naciones Unidas pero si el trabajo no viene de las periferias hacia el centro, no tiene efecto. De ahí la responsabilidad de los síndicos, de los intendentes, de los alcaldes de las ciudades. Por eso les agradezco muchísimo que se hayan reunido como periferias sumamente serias de este problema. Cada uno de ustedes tiene dentro de su ciudad cosas como las que yo he dicho y que ustedes tienen que gobernar, solucionar, etcétera. Yo les agradezco la colaboración. Me dijo monseñor Sánchez Sorondo que muchos de ustedes han intervenido y que es muy rico todo esto. Les agradezco y pido al Señor que nos dé a todos la gracia de poder tomar conciencia de este problema de destrucción que nosotros mismos estamos llevando adelante al no cuidar la ecología humana, al no tener una conciencia ecológica como las que nos fue dada al principio para transformar la primera incultura en cultura, y frenar ahí, y no transformar esta cultura en incultura.

Thursday, July 16, 2015

el Papa Francisco en Latinoamérica: fe vs. ideología

Francisco en América: fe versus ideología

 
 
 
“Vine a dar gracias con ustedes, porque la fe se ha hecho esperanza y es una esperanza que estimula al amor… yo los quiero estimular a que sigan siendo misioneros de esta fe, a seguir contagiando esta fe por estas calles, por estos pasillos… ¡Solidaridad de hermanos para defender la fe!... Y, además, que esa fe solidaria sea mensaje para toda la ciudad”. Me atrevo a proponer este pasaje del encuentro de Francisco con los pobladores del Bañado Norte, uno de los más pobres de Asunción, como la quintaesencia de un viaje vertiginoso en todos los aspectos.
 
Creo que el corazón del testimonio y del mensaje del Papa es precisamente este: la Iglesia vive para suscitar, alimentar y sostener una fe que genera pueblo y cambia la realidad. Una fe que es relación viva con Jesús resucitado y que Francisco ha remarcado que es una realidad muy distinta de las ideologías: “las ideologías encandilan, la fe no encandila, la fe es una luz que no obnubila, sino que alumbra y guía con respeto la conciencia y la historia de cada persona y de cada convivencia humana”.
 
Y al hablar del servicio a los pobres, insistía en que “no sirve una mirada ideológica, que termina usando a los pobres al servicio de otros intereses políticos y personales, las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una relación o incompleta o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo. Por eso, fíjense en el siglo pasado. ¿En qué terminaron las ideologías? En dictaduras, siempre, siempre”.
 
En sus encuentros con las autoridades, los representantes de la sociedad civil y los movimientos populares, ha repetido con tonos de urgencia la palabra “cambio”, pero dejando muy claro que nadie debe esperar del Papa una receta, que por otra parte no existe como tal. “La historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón”. Es una frase que describe con precisión lo que Francisco quiere comunicar. Y así se explican sus críticas a las indebidas tutelas internacionales en las que el más fuerte subordina al más débil, o a las nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia. Ahí se inscribe la importante denuncia de los monopolios de los medios de comunicación social “que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural”, como forma de nuevo colonialismo ideológico.
 
El cambio del que ha venido hablando Francisco a ricos y pobres, poderosos y marginados, no llegará un día porque se imponga determinada opción política o se instaure una estructura social. “Sabemos dolorosamente que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir”. Por eso Francisco piensa siempre en un largo proceso de siembra, cuyos frutos sólo verán, quizás, otros que no han sembrado. Son procesos que él ha conocido de primera manos en diversas latitudes del continente, y que no nacen en despachos ni laboratorios sino “cuando miramos el rostro de los que sufren… y se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos… Eso es muy distinto a la teorización abstracta o la indignación elegante. Eso nos conmueve, nos mueve y buscamos al otro para movernos juntos... la verdadera entrega surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos, pueblos y comunidades… rostros y nombres que llenan el corazón”.
 
La palabra pueblo, tan repetida estos días, tiene para Francisco una densidad y una concreción que se nos puede escapar a quienes vivimos en la Europa cansada, escéptica e individualista. En la homilía de inauguración del V Congreso Eucarístico, en Santa Cruz de la Sierra, recordaba que “no somos personas aisladas, separadas, sino somos el Pueblo de la memoria actualizada y siempre entregada. Una vida memoriosa necesita de los demás, del intercambio, del encuentro, de una solidaridad real que sea capaz de entrar en la lógica del tomar, bendecir y entregar; en la lógica del amor”.
 
Pero es verdad que este tejido de solidaridad que da forma y rostro al pueblo, sería imposible sin una fuerza que viene de lo alto: la Eucaristía es “sacramento de comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento y nos da la certeza de lo que tenemos, de lo que somos, si es tomado, si es bendecido y si es entregado, con el poder de Dios, con el poder de su amor, se convierte en pan de vida para los demás”.
 
Pueblo, memoria, cambio: una fe “que es revolucionaria”, no porque se reduzca y se pliegue a los esquemas de las ideologías (como pensaron muchos, incluso con buena intención, en aquellas tierras) sino porque cambia la vida de quienes la acogen. Si esta visita entró por Ecuador con la evangelización como única revolución a la altura de las necesidades de los hombres y de los pueblos, concluyó en Paraguay con una nueva clarificación y llamada a la misión, que no se basa en “miles de estrategias, tácticas, maniobras, artimañas, buscando que las personas se conviertan en base a nuestros argumentos”. El Evangelio se comunica “hospedando” a quienes encontramos por el camino y ofreciéndoles nuestro testimonio. Por eso una vez más Francisco ha dicho que la Iglesia, como la quería Jesús, es la casa de la hospitalidad: con el hambriento, con el forastero, con el desnudo, con el enfermo, con el preso…, con el que no piensa como nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido. Hospitalidad con el pecador, porque como dijo Francisco en su inolvidable visita a la cárcel boliviana de Palmasola, cada uno de nosotros (incluido el Papa) lo es

Wednesday, July 15, 2015

Papa Francisco: No hay que tener miedo de la juventud y frescura de la Iglesia en Latinoamérica

No hay que tener miedo de la juventud y frescura de la Iglesia latinoamericana" dijo el Papa Francisco
 


En el vuelo de regreso del viaje apostólico en América Latina, el papa Francisco al responder este lunes a las preguntas de los periodistas explicó el mensaje que ha querido dar a la Iglesia en América Latina, y sobre el papel que puede jugar la Iglesia latinoamericana, como signo para el mundo.
 
''La Iglesia de América Latina tiene una gran riqueza, es una Iglesia joven, con una cierta frescura, incluso con cierta informalidad" respondió el Santo Padre. Precisó que además "cuenta con una teología rica, de investigación". 
Así el Francisco ha indicado que ha querido "dar ánimo a esta joven Iglesia y creo que esta Iglesia puede darnos mucho".
 
Y confió a los periodistas allí presentes que hubo algo que le impresionó mucho: "En los tres países, a lo largo de las calles había padres y madres con niños. Nunca he visto tantos niños. Es un pueblo y la Iglesia es también así, lo que es una lección para nosotros, para Europa, donde la baja natalidad es preocupante y también las políticas para ayudar a las familias numerosas son pocas". El Papa añadió: "Pienso en Francia que tiene una buena política para ayudar a las familias numerosas y ha llegado a más del dos por ciento, mientras otros están cerca de cero, aunque no todos".
 
Consideró además que "la riqueza de este pueblo y de esta Iglesia es que se trata de una Iglesia viva. Creo que tenemos que aprender de ellos porque de lo contrario, si no hay niños...". Y reiteró, "me preocupa tanto cuando hablo de descarte: se descarta a los niños, descartamos a los ancianos, con la falta de puestos de trabajo se descartan a los jóvenes. Por eso, los pueblos nuevos, los pueblos jóvenes nos dan más fuerza".
 
Y para la Iglesia de América Latina, que el Pontífice define como "una Iglesia joven", si bien reconoce tiene muchos problemas" el mensaje es: "No hay que tener miedo de la juventud y a la frescura de esta Iglesia". Y si bien puede ser una iglesia algo 'indisciplinada', "con el tiempo se disciplinará y nos dará tantas cosas buenas''.

Wednesday, July 08, 2015

Tener alegria al evangelizar pide el Papa Francisco en Ecuador

“Es la belleza que estamos llamados a difundir, como buen perfume de Cristo: Nuestra oración, nuestras buenas obras, nuestro sacrificio por los más necesitados. Es la alegría de evangelizar y «ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican»”
Tras una agotadora jornada en la que viajó de ida y vuelta a Guayaquil, afrontó diversos climas y distintas altitudes, el Papa Francisco decidió no pronunciar el discurso que había preparado para su visita a la Catedral de Quito. Sin embargo, el texto fue distribuido a la prensa para ser compartido en los distintos medios de comunicación y su texto completo es el siguiente:
Queridos hermanos:
Vengo a Quito como peregrino, para compartir con ustedes la alegría de evangelizar. Salí del Vaticano saludando la imagen de Santa Mariana de Jesús, que desde el ábside de la Basílica de San Pedro vela el camino que el Papa recorre tantas veces.
A ella encomendé también el fruto de este viaje, pidiéndole que todos nosotros pudiésemos aprender de su ejemplo. Su sacrificio y su heroica virtud se representan con una azucena. Sin embargo, en la imagen en San Pedro, lleva todo un ramo de flores, porque junto a la suya presenta al Señor, en el corazón de la Iglesia, las de todos ustedes, las de todo Ecuador.
Los santos nos llaman a imitarlos, a seguir su escuela, como hicieron Santa Narcisa de Jesús y la beata Mercedes de Jesús Molina, interpeladas por el ejemplo de Santa Mariana… cuántos de los que hoy están aquí sufren o han sufrido la orfandad, cuántos han tenido que asumir a su cargo a hermanos aún siendo pequeños, cuántos se esfuerzan cada día cuidando enfermos o ancianos; así lo hizo Mariana, así la imitaron Narcisa y Mercedes.
No es difícil si Dios está con nosotros. Ellas no hicieron grandes proezas a los ojos del mundo. Solo amaron mucho, y lo demostraron en lo cotidiano hasta llegar a tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo (cf. Evangelii gaudium 24).
Ellas no lo hicieron solas, lo hicieron «junto a» otros; el acarreo, labrado y albañilería de esta catedral han sido hechos con ese modo nuestro, de los pueblos originarios, la minga; ese trabajo de todos en favor de la comunidad, anónimo, sin carteles ni aplausos: quiera Dios que como las piedras de esta catedral así nos pongamos a los hombros las necesidades de los demás, así ayudemos a edificar o reparar la vida de tantos hermanos que no tienen fuerzas para construirlas o las tienen derrumbadas.
Hoy estoy aquí con ustedes, que me regalan el júbilo de sus corazones: «Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia» (Is 52,7).
Es la belleza que estamos llamados a difundir, como buen perfume de Cristo: Nuestra oración, nuestras buenas obras, nuestro sacrificio por los más necesitados. Es la alegría de evangelizar y «ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican» (Jn 13,17). Que Dios los bendiga”.

El Papa Francisco en Ecuador pide que no haya gente que se descarte

Al concluir su visita a la Catedral local, el Papa Francisco dirigió unas breves palabras y pidió a la multitud presente en la Plaza Grande “que no haya gente que se descarte”. El Santo Padre llegó a la Catedral aproximadamente a las 8:20 luego de la visita que hizo al Presidente Correa en el Palacio de Gobierno en la que saludó a una gran cantidad de personas.
Fue recibido por el Rector de la Catedral y dejó una ofrenda floral que recibió a los pies de una imagen de la Virgen María ante la que rezó unos momentos para luego colocarle un rosario.
Luego se dirigió a la capilla lateral de la Catedral para rezar ante el Santísimo unos minutos.
Después de saludar a algunos de los fieles presentes, el Papa salió al atrio y dirigió las siguientes palabras:
“Les voy a dar la bendición, les voy a dar la bendición, para cada uno de ustedes, para sus familias, para todos los seres queridos y para este gran pueblo y noble pueblo ecuatoriano, para que no haya diferencias, que no haya exclusivo, que no haya gente que se descarte, que todos sean hermanos, que se incluyan a todos y no haya ninguno que esté fuera de esta gran nación ecuatoriana.
A cada uno de ustedes, a sus familias les doy la bendición, pero recemos juntos primero el Ave María... La bendición de Dios Todopoderoso, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Y por favor les pido que recen por mi. !Buenas noches y hasta mañana!”.
La Catedral de Quito es la más antigua de Sudamérica en su género y está ubicada en el Centro Histórico de la ciudad. Conserva varios estilos arquitectónicos como el barroco, neoclásico y gótico.
Tiene tres naves cuyas cubiertas se sostienen a través de arcos apuntados semi ojivales. Posee además diversas pinturas de artistas de la escuela quiteña como Bernardo Rodríguez, Manuel Samaniego y Manuel Chili Caspicara.

Maria es nuestra maestra de oracion dijo Papa Francisco en Ecuador

«María nos enseña a rezar, encendiendo la esperanza que nos indica que nuestras preocupaciones también son preocupaciones de Dios… La familia es una escuela donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente: que vive bajo el mismo techo y que comparte la vida y está necesitado»
 El Papa Francisco durante su homilía de la Santa Misa dedicada a la familia, en el Parque de Los Samanes de Guayaquil, reflexionó sobre la importancia que tiene el rezar con nuestro familiares, “la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los padres se siente cercano el amor de Dios”.
Ante un recinto completamente lleno de un millón de fieles entusiasmados, el Santo Padre profundizó sobre el significado del pasaje del Evangelio de Juan que habla de las bodas de Caná, y honró el hecho de que la Virgen María le dijera a Jesús que ya no tenían más vino para la celebración, es decir, se preocupó por la organización del evento, y así añadió Francisco “No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace ‘ser hacia’ los otros”. "María es simplemente madre", dijo, "María es madre, "María es madre", hizo repetir a los presentes.
El Pontífice invitó a pensar que en esta ocasión el vino sería como una metáfora de diferentes situaciones de nuestra vida cotidiana como puede ser el estar enfermo, tener problemas con la familia, la falta de trabajo, etc. Por esto aseguró que “Rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele, lo que nos agita o lo que nos falta a nosotros mismos y nos ayuda a ponernos en la piel de los otros, en sus zapatos” y añadió que la familia es una escuela donde se nos recuerda que nuestro prójimo vive bajo el mismo techo y comparte nuestra vida. 
Así, el Papa Bergoglio recordó que en pocos meses la Iglesia celebra el Sínodo Ordinario de los Obispos que estará dedicado a la familia y a encontrar soluciones de los desafíos con los que encuentra la sociedad de hoy.
El Papa terminó animando a los más necesitados, “el mejor vino está por venir para cada persona que se arriesga al amor (…) Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino”, y esto insiste se lo debemos susurrar a los desesperados o a los desenamorados. En el vídeo se visualiza y escucha la homilía del Papa, cuyo texto completo ofrecemos con partes en letra cursiva, que corresponden a los breves momentos en que el Santo Padre improvisó:
El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar es el primer signo portentoso que se realiza en la narración del Evangelio de Juan. La preocupación de María, convertida en súplica a Jesús: «No tienen vino» le dijo y la referencia a «la hora» se comprenderá, después en los relatos de la Pasión. Está bien que sea así, porque eso nos permite ver el afán de Jesús por enseñar, acompañar, sanar y alegrar desde ese clamor de su madre: «No tienen vino».  
Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, en amores fecundos y en amores alegres. Demos un lugar a María, «la madre» como lo dice el evangelista. Hagamos con ella, ahora, el itinerario de Caná.
María está atenta, atenta en esas bodas ya comenzadas, es solícita a las necesidades de los novios. No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace «ser hacia» los otros, tampoco busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar, la mala preparación de las bodas y como está atenta con su discreción se da cuenta de que falta el vino. El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no hay de ese vino. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, cuándo el amor se escurrió de su vida.
Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos. También la carencia de ese vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, de las enfermedades, de situaciones problemáticas que nuestras familias en todo el mundo atraviesan. María no es una madre «reclamadora», tampoco es una suegra que vigila para solazarse de nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María simplemente es madre!: Ahí está, atenta y solícita.
Es lindo escuchar esto, María es Madre, ¿se animan a decirlo todos juntos conmigo? ¡Vamos!: María es Madre. Otra vez: María es Madre, otra vez: María es Madre. Pero María, en ese momento que se percata que falta el vino acude con confianza a Jesús, esto significa que María reza. Va a Jesús, reza. No va al mayordomo; directamente le presenta la dificultad de los esposos a su Hijo. La respuesta que recibe parece desalentadora: «¿Qué podemos hacer tú y yo? Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2,4). Pero, entre tanto, ya ha dejado el problema en las manos de Dios. Su apuro por las necesidades de los demás apresura la «hora» de Jesús. Y María es parte de esa hora, desde el pesebre a la cruz.
Ella que supo «transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura» (Evangelii gaudium, 286) y nos recibió como hijos cuando una espada le atravesaba el corazón, a su Hijo, Ella  nos enseña a dejar nuestras familias en manos de Dios; nos enseña a rezar, encendiendo la esperanza que nos indica que nuestras preocupaciones también son preocupaciones de Dios.  
Y rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele, lo que nos agita o lo que nos falta a nosotros mismos y nos ayuda a ponernos en la piel de los otros, a ponernos en sus zapatos. La familia es una escuela donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente: que vive bajo el mismo techo y que comparte la vida y está necesitado.  
Y finalmente, María actúa. Las palabras «Hagan lo que Él les diga» (v. 5), dirigidas a los que servían, son una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús, que vino a servir y no a ser servido. El servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás. Y esto se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos, por amor, servidores unos de otros.
En el seno de la familia, nadie es descartado, todos valen lo mismo, me acuerdo que una vez a mi mamá le preguntaron: ¿A cuál de sus cinco hijos (nosotros somos cinco hermanos), a cuál de sus cinco hijos quería más? Y ella dijo: “como los dedos, si me pinchan este, me duele lo mismo que si me pinchan este una madre quiere a sus hijos como son y en una familia los hermanos se quieren como son nadie es descartado, allí en la familia «se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir “gracias” como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y allí se aprende también a pedir perdón cuando hacemos algún daño y nos peleamos, porque en toda familia hay peleas el problema es después pedir perdón.
Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea» (Laudato si’, 213).
La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí mientras se puede, la familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos.
En efecto, estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos, estos no son una forma de limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos.  La familia también forma una pequeña Iglesia, la llamamos «Iglesia doméstica» que, junto con la vida, encauza la ternura y la misericordia divina.
En la familia la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los padres se siente más cercano el amor de Dios.  Y en la familia y de esto todos somos testigos los milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano y muchas veces no es el ideal, no es lo que soñamos, ni lo que «debería ser». Hay un detalle que nos tiene que hacer pensar: el vino nuevo ese vino tan nuevo que dice el Mayordomo en las bodas de Caná nace de las tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos habían dejado su pecado, nacen de lo peorcito porque «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20).
Y en la familia de cada uno de nosotros y en la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil. Poco antes de comenzar el Año Jubilar de la Misericordia, la Iglesia celebrará el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, para madurar un verdadero discernimiento espiritual y encontrar soluciones y ayudas concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que la familia hoy debe afrontar. Les invito a intensificar su oración por esta intención, para que aun aquello que nos parezca impuro, el agua de las tinajas, nos escandalice o espante, Dios –haciéndolo pasar por su «hora»– lo pueda transformar en milagro.  
La familia hoy necesita de este milagro. Y toda esta historia comenzó porque «no tenían vino», y todo se pudo hacer porque una mujer –la Virgen– estuvo atenta, supo poner en manos de Dios sus preocupaciones, y actuó con sensatez y coraje. Pero hay un detalle, no es menor el dato final: gustaron el mejor de los vinos. Y esa es la buena noticia: el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, lo más profundo y lo más bello para la familia está por venir.
Está por venir el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están presentes en el gozo de cada día. El mejor de los vinos está en la esperanza, está por venir para cada persona que se arriesga al amor. Y en la familia hay que arriesgarse al amorhay que arriesgarse a amar. Y el mejor de los vinos está por venir aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario; el mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo.
Murmúrenlo hasta creérselo: el mejor vino está por venir. Murmúrenselo cada uno en su corazón: El mejor vino está por venir. Y susúrrenselo a los desesperados o a los desamorados. Tené Paciencia, tené esperanza, Hacé como María, rezá actuá, abrí tu corazón, porque el mejor vino va a venir.
Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que sólo tienen para beber desalientos; Jesús siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas. Como María nos invita, hagamos «lo que el Señor nos diga», lo que Él nos diga y agradezcamos que en este nuestro tiempo y nuestra hora, el vino nuevo, el mejor, nos haga recuperar el gozo de ser familia, el gozo de vivir en familia. Que así sea.

Tengan los sentimientos de Jesus pide el Papa Francisco en Ecuador

«Tengan los sentimientos de Jesús ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente! Y qué lindo sería que todos pudieran admirar cómo nos cuidamos unos a otros. Cómo mutuamente nos damos aliento y cómo nos acompañamos. El don de sí es el que establece la relación interpersonal que no se genera dando «cosas», sino dándose a sí mismo. En cualquier donación se ofrece la propia persona. «Darse» significa dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es el Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora» El Papa Francisco durante la misa celebrada la tarde del martes en el Parque del Bicentenario de Quito ante un millón y medio de personas y dedicada  a la evangelización de los pueblos, profundizó en dos conceptos fundamentales a la hora de llevar la Buena Nueva: la libertad y la unidad.
Explicó que la evangelización puede ser “vehículo de unidad, de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones” y en este contexto animó a los fieles diciendo ¡Eso creemos, eso gritamos!. Y citó la exhortación Evangelii Gaudium: «Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos “mutuamente a llevar las cargas”».
Francisco invitó a los fieles al desafío de dar a conocer la Palabra de Dios,  no con términos “altisonantes, ni con complicados, sino haciendo que nazcan de la alegría del Evangelio. Y volvió a la importancia del término ‘unidad’ para “que el mundo crea”. “La evangelización no consiste en hacer proselitismo, sino en atraer con nuestro testimonio a los alejados, en acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes para decirles”, aseguró.
El Santo Padre relacionó el grito de lo que creemos, con el lugar donde se celebró la misa, el Parque del Bicentenario que recuerda los dos siglos de independencia republicana, y explicó que evangelizar es tan urgente y apremiante como aquellos deseos de independencia. En el vídeo se visualiza y escucha homilía completa del Santo Padre, cuyo texto completo es el siguiente, teniendo en cuenta que la letra cursiva corresponde a las improvisaciones que ha hecho:
La palabra de Dios nos invita a vivir la unidad para que el mundo crea.
Me imagino ese susurro de Jesús en la última Cena como un grito en esta misa que celebramos en «El Parque Bicentenario».  Imaginémoslo juntos.  El Bicentenario de aquel Grito de Independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos, saqueados, «sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno» (Evangelii gaudium 213).
Quisiera que hoy los dos gritos concorden bajo el hermoso desafío de la evangelización. No desde palabras altisonantes, ni con términos complicados, sino que nazca de «la alegría del Evangelio», que «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento» de la conciencia aislada (Evangelii gaudium 1). Nosotros, aquí reunidos, todos juntos alrededor de la mesa con Jesús somos un grito, un clamor nacido de la convicción de que su presencia nos impulsa a la unidad, «señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable» (Evangelii gaudium 14).
«Padre, que sean uno para que el mundo crea», así lo deseó mirando al cielo. A Jesús le brota este pedido en un contexto de envío: Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. En ese momento, el Señor está experimentando en carne propia lo peorcito de este mundo al que ama, aun así, con locura: intrigas, desconfianzas, traición, pero no esconde la cabeza, no se lamenta. También nosotros constatamos a diario que vivimos en un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar que la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los grupos sociales. En realidad, son manifestación de ese «difuso individualismo» que nos separa y nos enfrenta (cf. Evangelii gaudium, 99), son manifestación de la herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación entera. Precisamente, a este mundo desafiante, con sus egoísmos Jesús nos envía, y nuestra respuesta no es hacernos los distraídos, argüir que no tenemos medios o que la realidad nos sobrepasa. Nuestra respuesta repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la tarea de la unidad.
A aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no le faltó ni convicción ni fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios con características distintas pero no por eso antagónicas.
Y la evangelización puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías. Claro que sí; eso creemos y gritamos. «Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos queremos insistir en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos “mutuamente a llevar las cargas”» (Evangelii gaudium 67). El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido esta experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás (cf. Evangelii gaudium 9). De ahí, la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, luchar por la inclusión a todos los niveles evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración. Hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas. «Confiarse al otro es algo artesanal, porque la paz es algo artesanal» (Evangelii gaudium 244), es impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica.
Y esto a costilla de los más pobres, de los más excluidos de los más indefensos, de los que no pierden su dignidad pese a que se la golpean todos los días. Esta unidad es ya una acción misionera «para que el mundo crea». La evangelización no consiste en hacer proselitismo, el proselitismo es una caricatura de la evangelización, sino evangelizar es atraer con nuestro testimonio a los alejados, es acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios en la Iglesia, acercarse a los que se sienten juzgados y condenados a priori por los que se sienten perfectos y puros, acercarnos a los que son temerosos o a los indiferentes para decirles: «El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor» (Evangelii gaudium 113). Porque nuestro Dios nos respeta hasta en nuestras bajezas y en nuestro pecado.  Con qué este llamamiento del Señor, con qué humildad y con qué respeto lo descreibe en el texto del Apocalipsis: “Mira, estoy a la puerta y llamo, si querés abrir” No fuerza, no hace saltar la cerradura, simplemente toca el timbre, golpea suavemente y espera, ese es nuestro Dios.
La misión de la Iglesia, como sacramento de la salvación, condice con su identidad como Pueblo en camino, con vocación de incorporar en su marcha a todas las naciones de la tierra. Cuanto más intensa es la comunión entre nosotros, tanto más se ve favorecida la misión (cf. Juan Pablo II, Pastores gregis, 22). Poner a la Iglesia en estado de misión nos pide recrear la comunión pues no se trata ya de una acción sólo hacia afuera… nos misionamos también hacia adentro y misionamos hacia afuera como se manifiesta una madre que sale al encuentro, como se manifiesta una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera» (Aparecida 370).
Este sueño de Jesús es posible porque nos ha consagrado, por «ellos me consagro a mí mismo, dice para que ellos también sean consagrados en la verdad» (Jn 17,19). La vida espiritual del evangelizador nace de esta verdad tan honda, que no se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio; una espiritualidad quizás difusa. Jesús nos consagra para suscitar un encuentro con Él, persona a persona, un encuentro que alimenta el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo y la pasión evangelizadora (Cf. Evangelii gaudium 78).
La intimidad de Dios, para nosotros incomprensible, se nos revela con imágenes que nos hablan de comunión, comunicación, donación, amor. Por eso la unión que pide Jesús no es uniformidad sino la «multiforme armonía que atrae» (Evangelii gaudium 117). La inmensa riqueza de lo variado, de lo múltiple que alcanza la unidad cada vez que hacemos memoria de aquel jueves santo, nos aleja de tentaciones de propuestas unicistas más cercanas a dictaduras, a ideologías, a sectarismos. La propuesta de Jesús es concreta, es concreta, no es de ideas, es concreta, “Andá y hacé lo mismo” le dice a aquel que le preguntó: ¿Quién es tu prójimo? Después de haber contado la Parábola del Buen Samaritano: “Andá y Hacé lo mismo”  Tampoco la propuesta de Jesús es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y excluimos a los demás. Esta religiosidad de elite no es la propuesta de Jesús.
Jesús reza para que formemos parte de una gran familia, en la que Dios es nuestro Padre y todos nosotros somos hermanos. Nadie es excluido y esto no se fundamenta en tener los mismos gustos, las mismas inquietudes, los mismos talentos. Somos hermanos porque, por amor, Dios nos ha creado y nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos (cf. Ef 1,5). Somos hermanos porque «Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama ¡Abba!, ¡Padre!» (Ga 4,6). Somos hermanos porque, justificados por la sangre de Cristo Jesús (cf. Rm 5,9), hemos pasado de la muerte a la vida haciéndonos «coherederos» de la promesa (cf. Ga 3,26-29; Rm 8, 17). Esa es la salvación que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia: formar parte de un nosotros que llega hasta el «nosotros» divino.
Nuestro grito, en este lugar que recuerda aquel primero de libertad, actualiza el de San Pablo: «¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16). Es tan urgente y apremiante como el de aquellos deseos de independencia. Tiene una similar fascinación, tiene el mismo fuego que atrae. Hermanos, tengan los sentimientos de Jesús ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente! Y qué lindo sería que todos pudieran admirar cómo nos cuidamos unos a otros. Cómo mutuamente nos damos aliento y cómo nos acompañamos. El don de sí es el que establece la relación interpersonal que no se genera dando «cosas», sino dándose a sí mismo. En cualquier donación se ofrece la propia persona. «Darse» significa dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es el Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora. Y darse aún en los momentos más difíciles, como aquel Jueves Santo de Jesús, donde Él sabía cómo se tejían las traiciones y las intrigas pero se dio y se dio a sí mismo con su proyecto de Salvación. Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, esa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es revolucionaria–, ese es nuestro más profundo y constante grito.