Pero todo eso da igual. Lo que nos interesa es el sexo de los curas, así que silenciamos la entrevista y todo lo que ha dicho y hecho el Papa en Tierra Santa, y vamos a lo importante, claro. En fin. En los medios sólo se ha hablado con insistencia de la famosa cuestión sobre los “curas casados”, que se incluyó en la pregunta sobre la unidad de los cristianos:
Periodista: Quiero saber si se ha hablado de casos concretos de acercamiento con otras Iglesias. Por ejemplo, si cree que la Iglesia Católica puede aprender algo de la Iglesia ortodoxa como por ejemplo en el caso de los curas casados, un asunto que se ha puesto de actualidad tras la carta que usted ha recibido de 26 mujeres enamoradas de sacerdotes.
Papa: La Iglesia Católica tiene curas casados. Católicos griegos, católicos coptos, hay en el rito oriental. Porque no se debate sobre un dogma, sino sobre una regla de vida que yo aprecio mucho y que es un don para la Iglesia. Al no ser un dogma de fe, siempre está la puerta abierta. Pero en este momento no hemos hablado de esto con el patriarca Bartolomé porque es secundario, de verdad. Hemos hablado de que la unidad se hace en la calle, haciendo camino. Nosotros jamás podremos llegar a la unidad en un congreso de teología. Hay que caminar juntos, rezar juntos, trabajar juntos.
Papa: La Iglesia Católica tiene curas casados. Católicos griegos, católicos coptos, hay en el rito oriental. Porque no se debate sobre un dogma, sino sobre una regla de vida que yo aprecio mucho y que es un don para la Iglesia. Al no ser un dogma de fe, siempre está la puerta abierta. Pero en este momento no hemos hablado de esto con el patriarca Bartolomé porque es secundario, de verdad. Hemos hablado de que la unidad se hace en la calle, haciendo camino. Nosotros jamás podremos llegar a la unidad en un congreso de teología. Hay que caminar juntos, rezar juntos, trabajar juntos.
Y digo “famosa cuestión” porque, de repente, muchos diarios y telediarios se han fijado en esta pregunta y han llegado a afirmar que el Papa, por fin, está dispuesto a abolir el celibato. Ha habido medios que, publicando la entrevista completa, han decidido mutilar esta respuesta del Papa (vea elmundo.es), otros que han decidido parafrasear al Papa y no publicar la entrevista para orientarlo como les convenía, rellenando la noticia con sus opiniones (véase elpais.como abc.es), otros que, directamente, ponen como titular algo que no dijo el Papa y luego tampoco ponen sus palabras (vea publico.es), y otros que se limitan a informar de la noticia (ver larazon.es). De todo hay en los medios, faltaría más. Esto es la libertad.
Aunque hay veces que esto de la libertad de expresión pasa cierta frontera y pasa a convertirse en mentira. Pero, bueno, creo que estamos acostumbrados. Lo raro sería que en ciertos medios se dijera algo positivo de la Iglesia o de los curas. En fin. Curioso. ¡Cuántas páginas y minutos dedicadas al tema! ¡Cuánto les preocupamos los curas! Nos quieren tanto que nos dicen lo que tenemos que hacer con nuestra sexualidad. Ahora resulta que nos quieren tanto que están preocupados porque haya pocos curas y plantean que casarnos haría que hubiera muchos más. En fin. Luego dirán que es la Iglesia la que está obsesionada con el sexo.
Y, de nuevo, el sacerdote de cabecera de El Mundo ha escrito ampliamente sobre el tema (en un artículo que, por cierto, publica ampliado en su famosa web), diciendo que el celibato es algo impuesto por la Iglesia para esclavizar a los sacerdotes y obtener, además, ventajas económicas. Afortunadamente también publican un artículo de opinión en sentido contrario (aunque mucho más breve) de la mano de otro sacerdote y periodista, que nos brinda la ocasión de conocer cómo vive felizmente el celibato. Comienza diciendo: “Ni imposición inhumana, ni modo de ejercer un control sobre los sacerdotes y las finanzas de la Iglesia, ni aberración teológica, ni abuso de autoridad, ni castración de los sentimientos.“
Intentaré explicarlo sencillamente. El Verdadero y Único Sacerdote es Jesucristo (célibe), y son los obispos (sucesores de los Apóstoles) quienes ejercen el ministerio sacerdotal con toda propiedad, y son célibes en todos los ritos de la Iglesia Católica. Lo que comúnmente llamamos “sacerdotes” o “curas”, como yo, esos que estamos en las parroquias, no somos más que “ayudantes” del obispo y, en su nombre y con su permiso, ejercemos el sacerdocio. Y aún hay un grado más en este orden, el del diaconado, que, podríamos decir, siguiendo con este lenguaje un poco simplista, son los que ayudan a los curas y al obispo. Cada uno de estos tres tiene sus peculiaridades y tareas propias, no se trata de servidumbres. Sólo se sirve al Señor y en su Iglesia.
Ahora bien, el modo de vivir el ser obispo, sacerdote o diácono, varía un poco según el rito católico en el que se viva. Pero lo hace sólo en ciertas cosas prácticas, no en su esencia e identidad, que en eso siempre hay unidad. El rito más conocido por nosotros en la Iglesia es el “rito latino” o “romano”, que es el que utilizamos en España (aunque tenemos también otros, como el mozárabe), y en él no se pide ser célibe para ser diácono, y sí se pide para ser presbítero también para ser obispo. En otros ritos, tal y como recordaba el Papa, no se pide ser célibe ni en el diaconado ni en el presbiterado, pero sí se pide al obispo.
Pero bueno, sea como sea, el celibato nunca en la historia ha sido un “dogma de fe”. Es una “práctica eclesial” y, como tal, estrictamente hablando, igual que empezó un día, otro día podría terminar. Esto a los periodistas les ha sonado radicalmente novedoso y creen que se le ha ocurrido ahora al Papa y que, un día de estos, el menos pensado, abogará por el celibato opcional. En fin. Cuánta ignorancia. Eso sí. El hecho de que pudiera cambiar no quiere decir que vaya a hacerse, pues, como él mismo dice en la breve respuesta de antes: “[el celibato es] una regla de vida que yo aprecio mucho y que es un don para la Iglesia”. Y con esto el Papa no ha dicho nada nuevo, ha repetido lo mismo que se viene diciendo desde “casi siempre” en la Iglesia (leer Mt19, 12; Lc14, 26; 1Cor7, 32-40, o ver, por ejemplo, elCatecismo de la Iglesia Católica, números 1579, 1580, 1618; o la Encíclica “Coelibatus Sacerdotalis” de Pablo VI; o el número 16 del decreto “Presbyterorum Ordinis“)
En el siglo I y II podemos leer cómo Clemente Romano, San Ignacio de Antioquía o San Justino, alaban este don del celibato. En el siglo II aparecieron el llamado “orden de las vírgenes” (algo parecido a lo que hoy llamamos consagradas e incluso cierto tipo de monjas), y en el siglo III los eremitas y las primeras comunidades religiosas. En el siglo IV, en el Concilio de Elvira (España, año 300/303) se habla por primera vez de la necesidad del “celibato sacerdotal”, y poco después el Papa Siricio (año 385) escribió: «El Señor Jesús [...] quiso que la forma de la castidad de su Iglesia, de la que él es esposo, irradiara con esplendor [...]. Todos los sacerdotes estamos obligados por la indisoluble ley de estas sanciones, es decir, que desde el día de nuestra ordenación consagramos nuestros corazones y cuerpos a la sobriedad y castidad, para agradar en todo a nuestro Dios en los sacrificios que diariamente le ofrecemos» . Pero la cosa queda oficializa y fijada hasta el siglo XII, en elprimer Concilio de Letrán.
Y aún hay gente, como el sacerdote de cabecera de El Mundo, que se empeña en decir que el “celibato sacerdotal” se impuso en el siglo XVI por razones económicas: para la Iglesia es más barato mantener un cura que una familia y, además, a su muerte, la Iglesia se quedaría con sus posesiones y no su familia.
Y hay más gente aún que se empeña en decir que el celibato fuente de infelicidad y de aberraciones como la pederastia. Tirando del hilo, con esto se puede llegar a decir que Jesús o san Pablo eran infelices y pederastas. (puf, qué horror escribir esto). El celibato no es una represión insana, es una opción libre.
Y también hay gente que dice que un célibe no puede entender el matrimonio, ni hablar de él, ni enseñarnos nada sobre él. Menudo disparate. Pues entonces un casado no puede ni hablar tampoco del celibato, ni un laico de los curas.
Yo soy célibe, “célibe por el reino de los cielos”, para mejor transparentar a Cristo, para mejor servirle en su Iglesia. Y soy feliz. Nadie me ha obligado a ser célibe. Lo he elegido libremente, he respondido libremente a la llamada del Señor, y libremente me he consagrado totalmente a Él. E intento ser fiel. Soy hombre. Soy pecador. Y no soy un bicho raro, me siguen gustando las mujeres, y de alguna me he enamorado, pero, igual que el casado renuncia a otras mujeres para entregarse total y exclusivamente a una, yo, célibe, renuncio también, pero para entregarme total y exclusivamente a Cristo, a la Iglesia, y a la misión encomendada de orar, instruir y cuidar a los creyentes.

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