Dios fuera del Mundial
¿Cuáles son las verdaderas motivaciones para convertir los estadios en el nuevo
escenario de exclusión religiosa?
Esta vez nada. No podrán santiguarse, ni elevar las manos al cielo. Tampoco
podrán mostrar la camiseta que llevan bajo el uniforme. Ni católicos, ni
musulmanes, ni hindúes... nada. La FIFA, todopoderosa, ha expulsado a Dios del
Mundial.
Joseph Blatter, heredero de la multinacional que mueve más millones en el orbe,
el jefe de la organización con más estados nacionales miembros, acaba de
decretar “que cualquier manifestación religiosa debe quedar fuera del fútbol”.
La idea detrás de este “mundial laico” es simplemente “no incitar a la
violencia”, tal como lo dio a conocer Andreas Herren, portavoz de la FIFA, pero
¿ha habido alguna vez un enfrentamiento en un estadio por un símbolo religioso?,
¿Cuáles son las verdaderas motivaciones para convertir los estadios en el nuevo
escenario de exclusión religiosa?
La prohibición
En un contexto estrictamente deportivo, esta norma parece integrarse al paquete
de la amonestación por “festejo desmedido”, que recibe quien celebra un gol
quitándose la camisa, o subiéndose a las mallas. Pero como dice Javier Aguirre,
del periódico argentino Página 12, “para organizadores de eventos costosísimos
como un Mundial, la fe resulta una expresión aun más inquietante que la
felicidad”.
Según cuentan diversos medios, la afrenta última que sufrió este organismo en
este ámbito fue a manos de Brasil durante la última Copa Confederaciones. Los
verde amarillos vencieron tres goles por dos a un inspirado Estados Unidos,
luego de estar abajo todo el partido. Pero una vez que este finalizó, jugadores
y miembros del cuerpo técnico formaron un círculo al centro de la cancha.
Abrazados recitaron una oración de acción de gracias, gesto que provocó un
disgusto enorme a Jim Stjerne Hansen, presidente de la Federación Danesa de
Fútbol.
El funcionario consideró “inaceptable” el asunto y escribió una carta: “la
expresión de fervor religioso de los brasileños duró demasiado tiempo... y
provoca una confusión entre religión y deporte”.
Un acto parecido ocurrió en Yokohama, cuando Brasil conquistó su quinto título
mundial en Corea-Japón 2002, y varios jugadores dieron mensajes religiosos con
frases pintadas bajo su uniforme.
La FIFA tiene reglas muy particulares que gobiernan casi todas las cosas
relativas al fútbol. Hasta hace poco, no prohibía los gestos de religiosidad,
pero tiene sanciones para textos inscritos bajo la camiseta del uniforme sean
políticas, personales o religiosas. Probablemente las camisetas con mensajes
cristianos como “Amo a Dios” o “Pertenezco a Jesús” que mostraron los flamantes
campeones al finalizar el cotejo, no ayudaron mucho en este tema.
Con la carta en la mano y en los medios muchos millones en juego, Blatter
rápidamente acuerpó las declaraciones de Stjerne y envió una señal inequívoca al
equipo brasileño con su severa advertencia. No en vano el escritor George Orwell
alguna vez dijo que el fútbol era una guerra sin disparos; y aquí los disparos
parece que van dirigidos al cielo.
Contradicciones
Tras la medida, numerosas voces se han levantado para gritar verdades un tanto
incómodas para el ente futbolístico mundial. Sectores cristianos no católicos
del Brasil han lanzado su pregunta de oro “¿Por qué hacer que se sancione
mostrar la fe y, sin embargo, no se prohíba la publicidad de empresas que
emplean mano de obra esclava?”.
Además, ¿cómo la FIFA permite que empresas que venden productos no exactamente
“sanos y nutritivos” patrocinen el mayor espectáculo deportivo mundial?
Además, sería irresponsable decir que algo que siempre ha estado allí -las
manifestaciones religiosas- sean las culpables de la violencia en este deporte.
“En nuestro tiempo, el fanatismo del fútbol ha invadido el lugar que estaba
antes reservado solamente al fervor religioso, el ardor patriótico y a la pasión
política” reza unas líneas de Eduardo Galeano de su famoso libro “Fútbol: a sol
y sombra”.
Y este fervor se atiza con las banderas y las camisetas de los hinchas del otro
equipo. Lo más sensato sería prohibir las insignias de pertenencia... al fin y
al cabo son las que más provocan la ira de cierta gente.
Un mensaje publicado por medios de comunicación cristianos nombra estudios que
“sugieren que la violencia en el fútbol es una reminiscencia del espíritu animal
del hombre que aprovecha a exteriorizar sus inhibiciones, frustraciones y odios
ocultos”.
En este sentido, se afirma, “la camiseta del equipo favorito le da la motivación
para defender una identidad grupal y una sensación de poder que estando solo
como individuo no tendría. El anonimato entre la multitud le da al hombre la
libertad de expresar todos sus bajos instintos”.
El estadio como “templo”
En su descripción del “Hincha” y del “Fanático”, Galeano, da unas pistas muy
interesantes, según las cuales, “ una vez por semana, el hincha huye de su casa
y acude al estadio... al templo. En este espacio sagrado, la única religión que
no tiene ateos exhibe a sus divinidades... y el hincha es muchos. Con miles de
devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están
vendidos y todos los rivales son tramposos... la sola existencia del hincha del
otro club constituye una provocación inadmisible”.
Pero como la “moral” que mueve a este negocio es una sola -y como casi todas las
demás, se llama dinero- y ésta autoriza el uso de cualquier cosa que compre la
eficacia... no habrá nada que hacer. Al fin y al cabo todo el espectáculo se
reduce a un producto.
“Los jugadores de fútbol más famosos son productos que venden productos. En
tiempo de Pelé, el jugador jugaba, y eso era todo... o casi todo. En tiempos de
Maradona, ya en pleno auge de la televisión y de la publicidad masiva, las cosas
había cambiado. Maradona cobró mucho, y mucho pagó: cobró con las piernas, pagó
con el alma”, concluye Galeano.
Carlos Sandoval, autor y estudioso de la sociología moderna no tiene reparo en
señalar que “la religión sería un modo de colocar límites para que el éxito no
desborde a los jugadores, la mayoría de ellos con 20 años o poco más”. Esto por
cuanto, afirma, la mayoría de los jugadores de fútbol, provienen de estratos
bajos de la sociedad, y el salto en su poder adquisitivo y el manejo de una
“imagen” muchas veces los desubica de su propia realidad.
Tal vez si se forman hombres íntegros desde las bases, y estos funcionen como
reflejo de una hinchada y un club con verdaderos valores, puedan hacer que “el
ritual de afirmación de la nacionalidad” realmente los una, más que dividirlos,
pues esta práctica de buenas costumbres y mejores ejemplos interpelará a la
audiencia y servirá como referente para ellos.
Atletas de Cristo
La fe y el deporte exigen sacrificios, sacrificios que por nosotros mismos es
realmente difícil de llevar. “Para eso necesitamos de la existencia de Dios, por
medio de su Espíritu Santo... que sean la oración, los sacramentos y hasta la
misma comunidad esas herramientas que nos han de fortalecer en los momentos más
difíciles. Como cristianos estamos llamados a convertirnos en atletas de Cristo
siendo fieles y valientes testigos de su Buena Nueva”, afirma el periodista y
catequista Daniel Cáliz.
Y es que “el modelo para el 40% de los jóvenes es el futbolista, así como para
las chicas es la animadora de televisión. Hacen falta modelos creíbles que
ayuden a construir personalidades globales. La visión religiosa da un sentido
pleno a la vida”, subrayó en su momento el cardenal Tarcisio Bertone.
Sobre esa misma línea, el Padre Kevin Lixey, experto en deporte y religión,
comentó a la agencia de noticias católicas Zenit, que “el fútbol es uno de los
fenómenos que más pasiones despierta en el mundo, pero al mismo tiempo ayuda “a
establecer relaciones fraternas entre los hombres de todas las clases, naciones
y razas”, como dice el número 61 de la “Gaudium et Spes”.
Y recordó que en ocasión de la bendición del Estadio Olímpico de Roma, antes del
Mundial de 1990, el Papa Juan Pablo II decía a los futbolistas: “Os están
mirando los deportistas de todo el mundo. ¡Sed conscientes de vuestra
responsabilidad! No sólo el campeón en el estadio; también el hombre con toda su
persona ha de convertirse en un modelo para millones de jóvenes que tienen
necesidad de líderes y no de ídolos. Tienen necesidad de hombres que sepan
comunicarles el gusto de lo arduo, el sentido de la disciplina, el valor de la
honradez y la alegría del altruismo. Vuestro testimonio, coherente y generoso,
puede impulsarles a afrontar los problemas de la vida con igual empeño y
entusiasmo”.
Estas frases del Papa encierran un programa de vida para el futbolista y
responden seguramente a uno de los grandes valores que representa el deporte en
el mundo de hoy: ser un punto de referencia para la educación de las futuras
generaciones.
Para finalizar, el teólogo Tomás Bolaño, nos recuerda algo que tal vez hemos
olvidado “El Dios creador del Antiguo Testamento ha jugado desde la eternidad y
hasta nuestros tiempos; sus actos lúdicos se expresan en el gozo de la creación
y en la bendición de la criatura que tiene como compañera de juego. Su acto
creador es el juego más grande que Dios ha tenido con el mundo; ... “yo estaba
junto a Él como aprendiz, yo era su alegría cotidiana, jugando todo el tiempo en
su presencia, jugando con al esfera de la tierra y compartiendo mi alegría con
los humanos” (Pro. 8, 30-31)”.
Padre Roberto Mena ST
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