Religiosidad e hipertensión Existe una relación positiva entre el tiempo que se pasa en la iglesia y una presión sanguínea baja Autor: Forum Libertas | Fuente: ForumLibertas.com | |
La salud es uno de los campos en los que la ciencia trabaja para descifrar el efecto de las creencias y de las actitudes religiosas en el ser humano. En los últimos años, los resultados de diversas investigaciones han sugerido que, en este terreno, la religiosidad podría jugar un papel.
Uno de los estudios más recientes a este respecto ha sido el realizado por científicos de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU). A partir de un extenso análisis longitudinal sobre la salud noruega denominado HUNT, los investigadores descubrieron que existía, concretamente, una relación positiva entre el tiempo que se pasa en la iglesia y una presión sanguínea baja, tanto en hombres como en mujeres. Según declaraciones de Torgeir Sørensen, coautor del estudio e investigador del Centro de Psicología Religiosa del Hospital Inland, aparecidas en un comunicado de la NTNU, lo que se constató fue que cuanto más a menudo iban las personas participantes en el HUNT a la iglesia, más baja era su presión sanguínea. Características de la muestra analizada Sørensen añade que este es el primer estudio de este tipo realizado en Escandinavia. Investigaciones previas, llevadas a cabo en Estados Unidos, habían sugerido una relación similar entre la asistencia a servicios religiosos y la presió ;n sanguínea. Sin embargo, las grandes diferencias culturales y religiosas entre Estados Unidos y Noruega habían impedido transferir estos hallazgos al contexto noruego. Alrededor de un 90% de la población del condado de Nord-Trøndelag, en el que se realizó el análisis HUNT, es miembro de la Iglesia Estatal de Noruega, cuyos fundamentos son la Biblia cristiana y el Pequeño Catecismo de Lutero, entre otros. Desde 1984, los residentes del condado Nord-Trøndelag participaron en tres encuestas HUNT. En estos análisis no sólo se examinaron los factores de riesgo de enfermedad y muerte de la población, sino que también se evaluaron aquellos factores que podían contribuir a tener una buena salud. La fase tercera de HUNT se desarrolló entre los años 2006 y 2008, e incluyó preguntas sobre la participación de los participantes en actividades cultur ales y religiosas. En total, la base de datos recopilada en este proyecto contiene información de alrededor de 120.000 personas, lo que ha permitido integrar datos familiares e individuales, así como relacionar estas informaciones con los registros sanitarios nacionales. Hallazgo de la relación, pero no de la causa Los científicos de la NTNU escogieron la asistencia a la iglesia como variable representativa de la actividad religiosa de los ciudadanos, y la presión sanguínea como indicador de la salud general de éstos. El análisis de estos datos reveló que la variable usada para medir las actividades religiosas (asistencia a la iglesia) tenía una relación significativa con la variable empleada para medir la salud (presión sanguínea). En otras palabras, aquellas personas que eran religiosamente más activas estaban más sanas que la s que no eran religiosamente activas, afirman los científicos. Estos reconocen, sin embargo, que los resultados obtenidos pueden ser sesgados. Por una parte, no aclaran si la salud de los participantes es la que condicionó su actividad religiosa o viceversa. Es decir, muestran la relación entre la religiosidad y la presión sanguínea, pero no pueden explicitar la causa de esta relación. Por otra parte, los científicos desconocen también si estos mismos resultados podrían ser aplicados a grupos de población de otras religiones, como el judaísmo o el Islam. Según los investigadores, no se ha podido saber si la misma asociación existe en estas otras comunidades. Por último, parece que la influencia positiva sobre la salud no es exclusiva de las actividades religiosas. Estudios previos basados en el HUNT han demostrado que también existe una relación posit iva entre el humor y la salud, así como entre la participación en diversas actividades culturales y una buena salud. De cualquier forma, los científicos afirman que los resultados obtenidos en este terreno, que han aparecido detallados en The International Journal of Psychiatry in Medicine les animarán a seguir investigando en esta dirección. Como hemos dicho, en los últimos años diversas investigaciones han analizado el efecto de la religiosidad sobre la salud humana. Es el caso, por ejemplo, de dos estudios realizados en 2006 sobre la oración y la salud. El primero de ellos constató que el aumento de la esperanza de vida que se deriva de una actividad religiosa semanal es comparable a los beneficios que genera para la salud el ejercicio físico regular o el consumo de medicamentos para reducir el colesterol. El segundo, en cambio, acusó un empeoramiento en la salud en un grupo de pers onas que estaban recibiendo asistencia religiosa. |
P. Roberto Mena S.T. es un Siervo Misionero de la Santisima Trinidad, originario de Guatemala, Centroamérica. Es el Director Hispano de Comunicaciones de los Siervos Misioneros en Silver Spring, Maryland. Ayuda los fines de semana como Pastor Asistente en la Parroquia San Bernardo de Riverdale Park, Maryland. Tiene programas radiales en www.esneradio.com y ewtn radio www.ewtn.com
Friday, August 24, 2012
relacion entre religiosidad e hipertension
Wednesday, August 22, 2012
reflexiones sobre nueva evangelizacion
V. “Nueva evangelización”: reflexiones críticas a partir del “Instrumentum Laboris”
Si todo es “nueva evangelización” nada es “nueva evangelización”. Ahora parece que con el slogan de la “nueva evangelización” todo se resuelve. ¡Hasta la crisis económica! Ahora parece que hay que lanzar a gente audaz a la calle para la “nueva evangelización”. Podríamos así convertirnos en una nueva secta de gente que repite por ahí la misma cantinela religiosa, creyendo en el “ex opere operato” de la repetición de las expresiones del Catecismo. La “Nueva Evangelización” es la estrategia del Espíritu de Sabiduría para esta nueva época. No es el recurso fácil de un grupo de fanáticos. La “Nueva Evangelización” es una llamada a ser cristianos del siglo XXI “de otra manera”, “con otra forma de testimonio”, pero nunca volviendo a siglos que ya pasaron. El Espíritu Santo nos pide a todos una nueva obediencia, un nuevo estilo de misión y de testimonio. A ello van encaminadas estas reflexiones críticas y conclusivas de mi estudio sobre el Instrumentum Laboris del próximo Sínodo.
Quisiera, finalmente, ofrecer unas reflexiones personales y en cierta medida críticas sobre el conjunto del Instrumentum Laboris. He tratado –en este trabajo (los tres artículos anteriores sobre la “Nueva Evangelización”, aquí publicados- de hacer justicia al conjunto amplio de aportaciones muy válidas, que ofrece, recurriendo a innumerables citas. He ofrecido así mismo una estructuración –no repetitiva- y dinámica del texto, así como breves comentarios que resaltaban la validez de no pocos de sus textos.
Pero creo que es necesario resituar algunos de los temas centrales: 1) la “nueva evangelización” desde la perspectiva de la “missio Dei” como “misión del Espíritu Santo”; 2) el discurso sobre Dios en nuestro tiempo; 3) Un cristianismo que muere; 4) Sobre los procesos iniciáticos; 5) Ante la crisis de credibilidad; 6) La familia. En suesivas reflexiones comentaré otros aspectos.
1. La nueva evangelización desde la “Missio Dei”
Es necesario plantear el concepto de “evangelización” en su auténtico contexto, que es la misión, entendida como “missio Dei”. El Instrumentum Laboris da la impresión de que la misión “evangelizadora” es, ante todo, una tarea de la Iglesia, ¡eso sí, ¡siempre con la ayuda del Espíritu Santo! No resalta que la misión es ante todo, “Missio Dei”, que brota de las entrañas mismas de Dios Padre. Que es Él quien “envía” a su Hijo al mundo para que lleve a cabo la misión que le confía. Por eso, Jesús es el Hijo y el Enviado del Abbá. Él fue la expresión, el sacramento, el actor de la “missio Dei”. Esta misión recibida fue denominada por el Nuevo Testamento “Evangelio”; Jesús fue el evangelizador por excelencia: anunció la buena noticia de la llegada del Reino de Dios con sus hechos y palabras, con su misma persona. Por ello murió Jesús en la cruz. Y allí exclamó las palabra finales: Consummatum est! Así concluyó su misión. La comunión estrechísima de Jesús con el Espíritu Santo le hizo decir a Jesús: “os conviene que yo me vaya…. No os dejaré huérfanos…. El Espíritu os llevará a la verdad completa”. En su muerte Jesús “exhaló el Espíritu”. El Espíritu fue derramado sobre toda carne, pero de manera especial sobre los discípulos y discípulas. El Espíritu inicia ya la gran misión: el megaproyecto del Abbá y de Jesús. Es enviado por el Padre y el Hijo a su comunidad, a la tierra. Y se inicia así la gran “missio Spiritus”.
El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús, por eso, actualiza la misión de Jesús en el tiempo pospascual, el Espíritu actúa en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Realiza su misión desde la suprema discreción, concediendo sus dones, sus energías carismáticas a mujeres y hombres de buena voluntad. En la Iglesia los carismas conforman el Cuerpo de Cristo. Y en ella la misión de Jesús es visiblemente continuada gracias al Espíritu. El Espíritu y la Esposa anhelan la culminación del Reino con un permanente “Marana Tha”.
Evangelizar es por tanto, la obra del Espíritu que cuenta con la colaboración del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia y que Él permanentemente construye; pero también con la colaboración –tantas veces inconsciente- de tantos hombres y mujeres de buena voluntad con los cuales y por medio de los cuales realiza su misión.
En la Iglesia la misión es, ante todo, misión de evangelización. Anuncio y celebración de la buena noticia de Jesucristo, que es Jesucristo mismo. “Evangelio de Jesucrito” tiene un doble significado: como genitivo objetivo significa el Evangelio de Jesucristo, de su muerte y resurrección. Como genitivo subjetivo significa el Evangelio en el que Jesucristo, a través del Espíritu Santo, se hace salvíficamente presente en la Iglesia y en el mundo, como Señor, comunicándose a sí mismo. Por eso, evangelizar significa convertirse en instrumento de la presencia y acción de Cristo en el mundo, del Espíritu Santo. La evangelización solo es posible en la fuerza de lo alto, en la fuerza del Espíritu Santo (Lc 24,27-29; Hech 1,8). El Espíritu Santo guía la misión. Él es el que una y otra vez abre nuevas puertas (Hech 16,6-8; 2 Cor 2,12). Solo una Iglesia colmada del Espíritu Santo es capaz de ser misionera y evangelizadora.
Pero en esta etapa de la historia de la salvación el Espíritu de Jesucristo ha de luchar y vencer a tantos “malos espíritus” que tanto en las personas como en las instituciones se oponen al reinado de Dios. La comunidad del Espíritu se sabe, por ello, implicada en la lucha apocalíptica pero tiene la certeza de la victoria final.
La “nueva evangelización” no es solo para transmitir y para convertir, sino para anunciar lo que está aconteciendo: para revelar a todos la gran obra que está realizando el Espíritu de Jesús resucitado en la historia a pesar de tantos malos espíritus como se le oponen. Metanoia es, sobre todo, un cambio de mentalidad, de visión, de percepción de la realidad, que implica posteriormente una nueva forma de comportarse y ser.
La colaboración de la Iglesia en la “Missio Dei”, “missio Spiritus” se traduce en “evangelización” y “nueva evangelización”. La Iglesia es para la humanidad la extensión viviente de la Palabra de Dios, la experiencia humana de la Presencia sentida y celebrada de Dios, el Cuerpo de Jesucristo en el Espíritu. A partir de aquí, tiene sentido todo lo que el Instrumentum Laboris dice sobre la nueva evangelización y sus dimensiones. Porque sin este contexto, tendríamos el peligro de entender la nueva evangelización como una iniciativa y empresa de la Iglesia de nuestro tiempo, por lo tanto, voluntarista, pero no como la participación humilde en un gran acontecimeinto de gracia, en una maternidad que solo es posible “gracias al Espíritu”. Por eso, es muy acertada la afirmación del Instrumentum Laboris de que la nueva evangelización es, ante todo, una “cuestión espiritual” (IL, 158).
Esto no impide, sin embargo, que el Espíritu realice también su misión contando con tantos seres humanos, comunidades y realidades que expresan su energía renovadora e innovadora.
Esto no impide, sin embargo, que el Espíritu realice también su misión contando con tantos seres humanos, comunidades y realidades que expresan su energía renovadora e innovadora.
2. El discurso sobre Dios en nuestro tiempo
Gary Wolf ha hablado de un “nuevo ateísmo” en un artículo titulado “la Iglesia de los no-creyentes” en referencia a la reciente explosión de bestsellers en defensa del ateísmo. Estos autores defienden que el cristianismo provoca violencia en nombre de la fe, en quienes se adhieren a él. Basados en experiencias históricas, dicen que las enseñanzas de Jesús han llevado a la violencia: cruzadas, quema de herejes, justificación de la esclavitud, inquisición . Nos acusan a los cristianos de haber cometido muchos crímenes a lo largo de la historia en nombre de nuestro “monoteísmo”. Según ellos, habría dejado tras nosotros un “legado violento” a la cultura occidental (Regina Schwartz). Richard Dawkins se ha atrevido a decir que el cristianismo es una especie de “enfermedad mental” que nos catapulta a los creyentes en el camino de la violencia, por la cual nos hacemos daño a nosotros mismos y a los demás . La creencia en Dios se explicaría por nuestra biología y psicología .
En este contexto tenemos hoy que hablar de Dios. Hemos de repensar nuestra actitud ante los no-creyentes o no-cristianos que no comparten nuestra misma fe. Esto nos obliga a renuncia a perspectivas reduccionistas a la hora de comunicar nuestra fe y, sobre todo, a descubrir la no-violencia de nuestra fe. El verlo todo en clave de “blanco” o “negro” lleva a actitudes fundamentalistas. La fe nos lleva más bien a una sinfonía de voces y no a un unísono ortodoxo, a un pensamiento único. Hay que decir “¡no!” a las verdades estancadas. Por eso, la nueva evangelización, más que plantearse como “apología” o defensa, debe partir de la convicción de que Dios no necesita ser defendido; más bien tendemos a defendernos de él, de su incomprensibilidad, de su misterio, de su luz deslumbradora.
La pregunta por Dios nos plantea dificultades. Pero hemos de hacer planteamientos adecuados. El problema hoy no es demostrar que Dios existe. Lo decisivo es descubrir el misterio de Dios en el mundo y cómo acceder a ese misterio a través de la mistagogia. El Dios de Jesucristo se ha manifestado como “amigo de los hombres”. Dios actúa en el mundo. Ha enviado su Espíritu. La cuestión no es si Dios existe, sino cómo existe, cómo actúa, dónde se manifiesta
3.¿Un cristianismo que muere? ¿Más funerales que bautizos? El Occidente cristiano
No solo hay escasez de sacerdotes o de vocaciones religiosas. Lo más grave es la escasez de comunidades cristianas y la escasez de vocaciones al matrimonio y la familia, al laicado misionero. En Europa corremos el peligro de convertirnos en un continente poscristiano; en ser un espacio en el cual no haya sitio para Dios. A veces pensamos que otros son el problema. Quizá debamos pensar de una vez por todas que ¡nosotros mismos, los creyentes, somos el problema!
Pero ¿qué está pasando a Europa? Escribió el cardenal Kasper hace poco lo siguiente:
Con frecuencia su decepción con la Iglesia no responde tanto a una falta de sensibilidad por lo religioso de su parte; sino a que en esta institución muchas veces reciben piedras en lugar de pan espiritual”
En Europa nos encontramos con una realidad compleja, con muchos estratos. Es verdad que existe un secularismo fuerte, que se entremezcla con un interés nuevo por la espiritualidad y un abrumador altruismo o solidaridad en casos de catástrofes naturales, de ayuda a los necesitados.
A todo esto debe responder la “nueva evangelización” hoy. Nuestras comunidades, nuestras familias cristianas, nuestras parroquias, nuestras diócesis, han de preguntarse si no estamos demasiado acomodados, si no nos falta espíritu misionero, si no giramos demasiado en torno a nosotros mismos. Creo que no es exagerado decir que nos falta pasión misionera, deseos de crecer en vez de disminuir.
Para dar este salto hacia delante no necesitamos descalificar a los demás, mucho menos imponernos dentro de la misma Iglesia con nuestras ideas y pensamiento único.
La nueva Evangelización no consiste en anunciar “un nuevo evangelio”. Es hacer valer de nuevo el Evangelio en nuestra sociedad europea. No se trata de conquistar Europa para el Evangelio. Se trata de hacernos creíbles para que el Evangelio siga siendo creíble y necesario. Lo que importa es el Evangelio del Dios que se ha manifestado en Jesucristo para salvación nuestra y del mundo. Se trata de hablar de nuestro Dios de forma nueva, interpelante, enardecida. Se trata de suscitar de nuevo la fe, la esperanza, el amor.
4. Sobre los procesos iniciáticos
Hemos de ser conscientes del contexto pluricultural y pluri-religioso en el que nos encontramos. Por ello, el proceso iniciático no debe olvidar las influencias culturales que se dan en los catecúmenos o catequizados. Los catecúmenos delatan diferencias culturales notables y cada ve más. La acogida de tal variedad de catecúmenos ha de sentirse inspirada por dos grandes convicciones:
- El Espíritu Santo actúa y ha actuado e el camino personal de cada uno de ellos. Dios les ha ofrecido desde siempre su Alianza, que ha resonado en ellos o ellas de una u otra forma y que espera en ellos una respuesta. Los catequistas son únicamente colaboradores, humildes instrumentos de Jesús y de su Espíritu. Sólo Jesús es la puerta, el camino, la verdad, la vida.
- La diversidad de culturas en lugar de ser una dificultad debe ser una gran oportunidad para descubrir al otro, para suscitar la solidaridad en el nombre de Cristo, para crear la nueva humanidad reconciliada, que la Iglesia católica quiere expresar y ser.
La diversidad de lenguas y la dificultad de la traducción debe llevar a nuestras iglesias a contar con acompañantes capaces de hablar la lengua de los catecúmenos y hacerles fácil el proceso iniciático.
Los catecúmenos son muy sensibles ante el hecho de que la iglesia es iglesia mundial, y que ellos se hacen cristianos a través de los mismos sacramentos celebrados del mismo modo con los mismos pasos y etapas desde el tiempo de los apóstoles. Que se tata de una comunión universal entre todos los que buscan a Dios.
Y ¿qué decir de los adultos? Muchos abandonaron ya su fe de niños o de jóvenes. Sienten que ahora pierden el sentido de pertenencia y que su fe no se ha desarrollado con su entrada en la edad adulta. “Un niño que no crece no sigue siendo un niño sino que se convierte en un enano” . Lo mismo acontece con la fe: una fe que no crece, no sigue siendo una fe infantil, sino una fe atrofiada. ¿Qué hacemos con los adultos de fe atrofiada?
Debería ser la norma del ministerio pastoral, la preocupación central. ¿Existen programas serios para adultos? ¿Hay gente formada para ofrecer catequesis para adultos? La mayoría de los adultos no participan ya en la vida de la Iglesia y frecuentemente se vuelven indiferentes a ella.
¿Qué hacer para que la fe del adulto madure? El Espíritu Santo revela a Jesús. Jesús es proclamado cuando el Espíritu Santo entre en el corazón que está abierto a él.
5. Ante la crisis de credibilidad “la diaconía de la caridad” como motor de la misión
La crisis de credibilidad de la Iglesia y, con ello, la debilidad de su misión en la sociedad actual, es un hecho constatable. Hay encuestas que nos dicen que la gente no pone su confianza en la Iglesia de las verdades, de la ortodoxia. En cambio, sí que suscitan confianza las instituciones eclesiales dedicadas a la “diaconía de la caridad”. Da la impresión de que la diaconía de la fe es distinta de la diaconía de la caridad.
La nueva evangelización debe hacer ver que se trata de una sola diaconía con dos vertientes. Más todavía: ¿no debería ser la diaconía de la caridad el motor de la misión, la portadora de la visión? ¿No será la diaconía de la caridad el lugar donde se enseña prácticamente el mensaje cristiano? La “Caritas” se convierte así en una auténtica perspectiva teológica, una clave para entender nuestra fe y nuestra moral. Pero ¿es la caridad el elemento central de nuestra visión y misión?
La comunidad eclesial debería ser un espacio donde “Jesús es experimentable en nuestro tiempo”. Si somos su cuerpo y Él es la cabeza (Col 1,18), Jesús debería ser experimentable en nosotros. Su misión debería transparentarse en la nuestra. Y la misión de Jesús era, sobre todo, diaconía de amor hacia los más necesitados: “he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10). La diaconía de la fe debe ser de aquella “fe que actúa en la caridad” (Gal 5,6). Las obras de misericordia y de justicia hacen creíble la vida y el mensaje (Mt 24,1 – 25,46).
Hace creíble al testigo su capacidad de gratuidad: “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. La caridad de Jesús no tiene fronteras, por eso es misionera, incluyente, dialogante . En el ámbito de la diaconía de la caridad ocupa un lugar muy especial la atención misionera al mundo del dolor, de la enfermedad, del sufrimiento. Si en otro tiempo la misión cristiana con relación a los enfermos tenía como gran objetivo enseñarles y acompañarse en el “ars moriendi”, preparación para la muerte; hoy la perspectiva que nos desafía es la del “ars curandi” .
Esto quiere decir que el proyecto de evangelización no debe confundirse con un proyecto de ideologización, de politización o secularización, ni tampoco con el llamado “sueño de Compostela”, el proselitismo eclesial. No pocas veces nos hemos centrado sólo en la transmisión de un sistema teológico de ideas, hemos querido indoctrinar, ofrecer a los demás la doctrina de la Iglesia. Las crisis de fe en nuestro tiempo tienen frecuentemente un causa en una respuesta inapropiada a los desafíos que se nos plantean. Como un síntoma de esa crisis, vemos cómo emergen nuevos movimientos espirituales bajo forma de una espiritualidad ecléctica e informal, que entran en competitividad con las religiones institucionalizadas.
Lo que nos hace creíbles como evangelizadores es nuestra forma de vivir y actuar desde la caridad cristiana, pero también nuestro diálogo maduro, auténtico, inspirado, optimista y lleno de confianza en el personalismo y en la libertad .
El testigo no solo habla con la boca, sino con la vida entera y está dispuesto a que su testimonio, si es necesario le cueste algo; en el caso extremo, incluso su vida.
6. La familia: el gran desafío de la nueva evangelización
Una especial importancia en la nueva evangelización tiene la familia. El Instrumentum Laboris sólo apunta a la familia como educadora, ante todo, en la oración, como inicio de la educación en la fe y el testimonio creíble de los padres.
El reciente magisterio de la Iglesia ha abordado el tema de la familia y ha mostrado interesantes progresos en él. Juan Pablo II dedicó a la familia importantes escritos: Evangelium Vitae, Familiaris Consortio, Carta a las Familias . También los obispos de los EEUU escribieron una interesantísima declaración titulada “Follow the way of love”. Es verdad que Juan Pablo II presenta una cierta idealización de la familia: se centra en la familia nuclear y probablemente pocas familias pueden verse reflejadas en la imagen ideal que el Papa ofrecía. La familia debe ser entendida como un largo proceso que dura toda la vida: un proceso de conversión, debilidad, pecado, reincidencia, maduración personal que asume el pecado, la falta el perdón, la reconciliación. En este sentido, la declaración de los Obispos norteamericanos ofrece recomendaciones mucho más cercanas a la realidad de las familias.
Pero queda por hacerse toda una reflexión sobre la familia como Iglesia doméstica, lugar ecuménico, espacio donde el Espíritu actúa más por la transmisión del amor que de un pensamiento único. La eclesiología ha de incluir más en serio dentro de su propio esquema la Iglesia doméstica. Con todo, hay una pregunta pendiente: ¿se identifica la Iglesia doméstica con la familia cristiana sin más? El verdadero fundamento de la Iglesia doméstica ¿es el sacramento del matrimonio o el sacramento del bautismo? El bautismo confiere a los cristianos adultos la potestad de educar a sus hijos, de evangelizar a los niños que tienen bajo su cuidado. Cada bautizado tiene una historia que contar, enlazada de gracia, de pecado y de perdón. Probablemente tendríamos que abogar por una ampliación y extensión del concepto de hogar o familia (madres no casadas, abandonadas, niños educados por los abuelos o que viven en hogares monoparentales). La familia, a pesar de sus imperfecciones o límites, o sus diversas configuraciones, es la célula fundamental de la Iglesia. Necesita un status eclesial peculiar: “donde dos o tres estáis reunidos en mi nombre, La familia es un lugar ecuménico, abierto al otro, al diferente. La familia cristiana funciona como un sacramento, un “sacramento básico”. La familia es un acontecimiento católico de apertura al otro y acogida del otro tal como es. La dinámica de la familia se vuelve icono de lo que es y debe ser la Iglesia. Las familias son escuelas de caridad.
escenarios, agentes y proceso de la nueva evangelizacion
III. Nueva Evangelización: escenarios, agentes y proceso, según el Instrumentum Laboris del Sínodo
Seguimos reflexionando sobre la Nueva Evangelización a partir del Instrumento de Trabajo. Los que vamos a sintetizar ahora son capítulos densos, un poco pesados. Da la impresión de que todo es convocado a la hora de la nueva evangelización. Quizá cupiera decir aquello de que si “todo es nueva evangelización, nada es nueva evangelización”.
Se recicla todo aquello que existe. No aparecen propuestas realmente nuevas. Si, se habla de nuevos escenarios: pero la cuestión es ¿cómo actuar en ellos? Se habla de nuevos agentes ¿pero la cuestión es cómo surgen, dónde surgen, qué espacio se les da, de qué libertad gozan, cómo se forman?
Es obvio que la nueva Evangelización en nuestro siglo XXI requiere no una nueva Iglesia, pero sí, una “nueva forma de ser Iglesia”, de actuar “como Iglesia”, de relacionarnos con toda la realidad como “Iglesia”. Veamos las principales propuestas del Instrumento de Trabajo del próximo Sínodo al respecto.
III. Los nuevos escenarios
La nueva evangelización requiere “leer y descifrar los nuevos escenarios”[21], que han surgido en las últimas décadas. En tales escenarios debe ser anunciado el Evangelio y ofrecida la experiencia de ser Iglesia.
La lectura y el desciframiento de esos nuevos escenarios no es fácil. El Papa Juan Pablo II los llamaba “nuevos areópagos”. El Instrumentum laboris menciona varios escenarios: cultural, social, económico, político, científico, de la comunicación y religioso (IL, 51). Trataré de ofrecer una visión más concentrada de todos ellos.
1. El escenario cultural y religioso
El escenario cultural difunde una mentalidad sin Dios, imagina una vida humana sin referencia a lo trascendente (IL, 52). Esta mentalidad tiende a esparcirse por todo el mundo a través de los procesos de globalización. Atenta contra la fe religiosa que se ha conservado en las tradiciones e instituciones de los pueblos. Todo queda seriamente afectado: se debilitan los valores, no hay respuestas al sentido de la vida, no interesa tanto la verdad. La cultura que mantenía unidos a los pueblos se resquebraja y fragmenta(IL, 47). Se expande una mentalidad hedonista, consumista, relativista, individualista y neopagana (IL, 53). La influencia de este escenario cultural afecta también a los mismos cristianos.
Por otra parte, se está dando en nuestra cultura –como reconoce el Instrumentum laboris- un retorno al sentido religioso y una exigencia multiforme de espiritualidadque afecta a muchos y en particular a las generaciones jóvenes. Surgen nuevas formas de gnosis, que asumen la técnica como forma de sabiduría. Se cree que una organización mágica de la vida es el criterio para conocer la realidad y dar un sentido a las cosas. Emergen nuevos cultos, que instrumentalizan en clave terapéutica las prácticas religiosas. Se presentan como religiones de la prosperidad y de la gratificación instantánea (IL, 58). La ciencia y la tecnología con sus admirables avances, corren el riesgo de transformarse en los nuevos ídolos del presente; la ciencia puede convertirse en “nueva religión”. La nueva evangelización requiere que se establezca un serio diálogo entre ciencia y fe. Por eso, se dice:
“Corresponde a los científicos cristianos dar testimonio, con la propia actividad y sobre todo con la vida, que la razón y la fe son dos alas que conducen a Dios[22], que la fe cristiana y la ciencia, rectamente entendidas, pueden enriquecerse recíprocamente para el bien de la humanidad. El único límite del progreso científico es la salvaguardia de la dignidad de la persona humana, creada a imagen de Dios, que no debe ser objeto sino sujeto de la investigación científica y tecnológica” (IL, 156).
El Instrumentum Laboris presenta la influencia del escenario secularizado o multireligiosa en la identidad cultural y religiosa de muchas personas se ven obligadas a dejar su propio país para sumergirse en otro. Este fenómeno pone en crisis la identidad cultural y religiosa de los emigrantes (IL, 55).
Este escenario ofrece recursos y oportunidades para la evangelización que hace algunas décadas resultaban impensables (IL, 63). Evangelización más necesaria cuando este retorno de lo religioso se presenta con características demasiado ingénuas y emotivas (IL, 65); surgen con facilidad y proliferan nuevos grupos religiosos, a veces sectarios (IL, 66) y esta situación nos invita al discernimiento y la evangelización. Por otra parte, queda ahí como desafío el el encuentro y el diálogo con las grandes tradiciones religiosas (IL, 67).
El encuentro con el hombre secularizado ha de realizarse en la plataforma común a creyentes y no creyentes de “lo humano”. A ello quiere responder la iniciativa del “Atrio de los gentiles” (IL, 54).
2. El escenario socio-político y económico
Desde el punto de vista económico, el Instrumentum Laboris evoca las desigualdades y la brecha entre pobres y ricos, el daño a la creación que se produce a cuasa del afán desmedido de riqueza (IL, 56).
El IL afirma que han surgido nuevos actores económicos, políticos y religiosos (en el mundo islámico, en el mundo asiático) que han creado una situación inédita y totalmente desconocida (IL, 57). Hoy la misión se encuentra en los cinco continentes (IL, 70).
¿Cómo evangelizar en tales circunstancias? En este escenario se descubre la importancia que tiene la doctrina social de la Iglesia como elemento integrante de la nueva evangelización:
“Muchas respuestas piden que se estimule a los bautizados a vivir con mayor dedicación la tarea específica de evangelizar, también a través de la Doctrina social de la Iglesia, viviendo en el mundo la propia fe en la búsqueda del verdadero bien para todos, en el respeto y en la promoción de la dignidad de cada persona, hasta intervenir directamente – en modo particular los fieles laicos – en la acción social y política” (IL, 124)[23].
En este escenario la caridad cristiana ha de desplegar toda su potencialidad como instrumento y lenguaje de la “nueva evangelización” (IL, 71):
“La caridad es el lenguaje que en la nueva evangelización, más que con palabras se expresa en las obras de fraternidad, de cercanía y de ayuda a las personas en necesidades espirituales y materiales” (IL, 124).
3. El escenario de la innovación científica, tecnológica y de la sociedad del conocimiento y la información
El “lugar” por excelencia de la vida pública y de la experiencia social es hoy el que ocupa la cultura mediática y digital: no existe ningún espacio en el planeta que no pueda ser alcanzado e infuenciado por ella (IL, 59). Es más: influye mucho en la percepción de nosotros mismos, de los demás y del mundo (IL, 60). Esta cultura mediática y digital puede quedar fáilmente atrapada por el culto a lo efímero, a lo inmediato, a la apariencia y al espectáculo, generando así una sociedad sin memoria y sin futuro. Por otra, ésta es no solo la sociedad de la información, también del conocimiento compartido. La red informática ofrece posibilidades nuevas de crecimiento en el conocer, hasta ahora inéditas. La sociedad del conocimiento y de la información es el gran espacio del diálogo intercultural, interreligioso, intergeneracional. Aunque, por una parte, reconoce el IL que la Iglesia ha sabido entrar en estos espacios y asumir estos medios desde el comienzo como útiles instrumentos de anuncio del Evangelio (IL, 61), por otra expresa una seria preocupación al respecto:
“la constatación de que no es fácil entrar en el espacio común de la investigación y del desarrollo del conocimiento en las diversas culturas. En efecto, se tiene la impresión que a la razón cristiana le cueste encontrar interlocutores en esos ambientes que en nuestros días detentan las energías y el poder en el mundo de la investigación, sobre todo en el campo tecnológico y económico. Esta situación ha de ser interpretada como un desafío para la Iglesia y, por lo tanto, constituye un campo de particular atención para la nueva evangelización” (IL, 155).
En todo caso, la Iglesia se propone no renunciar a concurrir con audacia en ese nuevo areópago (IL, 62).
* * *
El examen de estos escenarios permite hacer una lectura crítica de los estilos de vida, del pensamiento y de los lenguajes propuestos a través de ellos. Dicha lectura sirve también como autocrítica que el cristianismo es invitado a hacer de sí mismo (IL, 68). Por no haber entrado adecuadamente en tales escenarios la Iglesia no ha hecho frente a la “apostasía silenciosa” que el “mysterium iniquitatis” ha provocado en el cristianismo (IL, 69). En todo caso, la novedad de estos escenarios, dentro de los cuales estamos llamados como cristianos a vivir nuestra fe y a anunciar el Evangelio, ha puesto mejor en luz la necesidad de una real unidad entre los cristianos (IL, 72).
IV. Los Agentes
La nueva evangelización requiere nuevos evangelizadores o evangelizadoras. Emergen en este contexto comunidades y personas que han de someterse a un proceso serio de renovación para poder evangelizar en este tiempo.
1. La Parroquia en clave de nueva evangelización
Transformación de la propia presencia entre la gente y dentro de la sociedad: en las iglesias más jóvenes la parroquia está formada de comunidades eclesiales de base, o pequeñas comunidades cristianas; en las iglesias más antiguas se hace referencia a las “unidades pastorales”, como un instrumento para conjugar la revisión del programa parroquial y la construcción de una cooperación en una Iglesia particular más comunitaria. (IL, 80).
Hay que dar un lento pero eficaz trabajo de revisión del modo de ser Iglesia entre la gente, que evite los obstáculos del sectarismo y de la “religión civil”, y permita mantener la forma de una Iglesia misionera. El rostro de Iglesia “doméstica popular”, presente en la vida cotidiana de las personas, para anunciar desde ese lugar el mensaje vivificador del Evangelio (IL, 83)
La parroquia es descrita en IL, 81 así:
- puerta más capilar de ingreso en la fe cristiana
- lugar de la pastoral ordinaria
- centro de irradiación y de testimonio
- centinela capaz de escuchar a las personas y sus necesidades.
- lugar de educación y nutrición espiritual
- punto de comunicación del mensaje cristiano
- comunidad en la que se experimenta la alegría de ser congregados y enviados por el Espíritu del Señor.
Imaginar una organización local de la Iglesia que vea cada vez más integradas, junto a la figura de los presbíteros, figuras laicales en la animación de las comunidades. (IL, 84).
2. La Familia, transmisora de la fe
En la familia se viven los valores fundamentales de la experiencia cristiana: imagen de Dios en el hombre y la mujer, acogida y cuidado de la vida, atención educadora, atención a los más débiles, comunión y participación, confianza en Dios (IL, 110). A la familia le cabe una tarea educativa y le corresponde un papel cada vez más activo en el proceso de transmisión de la fe (IL, 111), aunque experimentan frecuentemente el fracaso en la educación en la fe, sobre todo de los niños (IL, 112). Para ello hay movimientos familiares y uniones de familias con el objetivo de encontrar soluciones a sus dificultades (IL, 113).
El IL no plantea el tema de la familia como “iglesia doméstica” y su responsabilidad en la “nueva evangelización”. Será una perspectiva que el Sínodo no deberá desconocer. Es en la familia donde emerge de una manera especial la Iglesia como “ecclesia mater”.
3. Todo “christifidelis”
Todo cristiano ha de sentirse llamado a la “nueva evangelización” por su identidad bautismal, y debe “dejarse guiar por el Espíritu” para responder a esta llamada (IL, 119). Ha de ser testigo intrépido del Evangelio en esta “nueva época para el testimonio”, ofreciendo nuevas respuestas a quien le pida razón de nuestra esperanza. Ha de tomar la palabra en los ambientes en los que vive y trabaja para comunicar su esperanza (IL, 120). Ha de aprender “un nuevo estilo” –dulzura, respeto, buena conciencia, humildad (IL, 119)– que abarque pensamiento y acción, conducta personal y testimonio público, vida comunitaria e impulso misionero (IL, 120)[24].
A partir de esta base fundamental cada forma de vida cristiana (diáconos, mujeres, catequistas, vida consagrada, christifideles laici, movimientos) debe preguntarse cómo comprometerse en serio en la “nueva evangelización” (IL, nn. 109, 114-118).
V. Un proceso permanente
La nueva evangelización es omniabarcante: desde el primer anuncio hasta una permanente acción evangelizadora.
1. Revisión de los procesos iniciáticos
El Instrumentum Laboris se plantea cómo realizar el proceso iniciático de transmisión y acceso a la fe cristiana, de educación en la fe y de anuncio del mensaje cristiano hoy, en clave de nueva evangelización, pues éste es uno de los “lugares prioritarios de la nueva evangelización” (IL, 135). Para ello propone un dilatado proceso de reflexión y revisión (IL, 130).
Debe revisarse la práctica bautismal de la Iglesia: de ella depende “el rostro futuro del cristianismo en el mundo, sobre todo en Occidente, así como también la capacidad de la fe cristiana de hablar a la cultura actual” (IL, 131). La Iglesia ha conseguido algunas certezas (sobre el significado del bautismo de los niños, adolescentes y los adultos –IL, 132.133-), tiene planteadas otras cuestiones que muestran que el itinerario de acceso a la fe no está todavía bien definido. (IL 131). Coexisten pacíficamente fuertes divergencias en torno a los caminos de iniciación cristiana en la Iglesia (IL, 136). Es necesario plantearse cómo ayudar cada vez más al cristiano a madurar con la acción educadora de nuestras comunidades, y a asumir en su vida una impronta auténticamente eucarística, que le haga capaz de dar razón de su propia esperanza de modo adecuado en nuestra época (cf. 1 P 3,15)»[25]. Es necesario comprender mejor, desde el punto de vista teológico, la secuencia de los sacramentos de la iniciación cristiana, que culmina con la Eucaristía, y reflexionar sobre modelos para traducir en la práctica la augurada profundización (IL, 137).
Las comunidades cristianas han de aprender a suscitar la atención de los adultos de hoy, interpretando sus preguntas y su sed de felicidad (IL 138)[26]. Y a partir de ahí, la Iglesia debe implicase en el “primer anuncio, entendido como propuesta explícita, o mejor aún como proclamación, del contenido fundamental de nuestra fe y llamada a la conversión” (IL, 139). Este primer anuncio necesita formas, lugares, iniciativas y eventos (IL, 141), pero preocupa la escasez del primer anuncio en la vida cotidiana y la falta de impulso misionero en las parroquias (IL, 142).
Quienes reciben a los iniciados son un equipo que representa a la comunidad cristiana. Su testimonio es importantesimo: reflejan cómo la comunidad vive el Evangelio. Son los padres y madres espirituales, los mistagogos a quienes la comunidad cristiana confía una extraordinaria misión. A través de ellos se actúa la misteriosa maternidad de la Iglesia. Hay que evitar que todo dependa del personalismo de un catequista o de un presbítero. La comunidad cristiana ha de estar implicada en el proceso iniciático y mistagógico.
2. La catequesis y el proceso educativo, la “ecología de la persona”
El IL reconoce “los grandes pasos realizados para revisar y estructurar mejor la catequesis y los itinerarios de educación a la fe” (IL, 101)[27]. La catequesis debe ser comprendida como “educación permanente de la fe de los cristianos” (IL, 103). Y pide que el Sínodo se interrogue “acerca del modo de realizar una catequesis que sea integral, orgánica, que transmita en modo intacto el núcleo de la fe, y al mismo tiempo sepa hablar a los hombres de hoy, dentro de sus culturas, escuchando sus interrogantes, animando en ellos la búsqueda de la verdad, del bien y de la belleza” (IL, 104).
Los catequistas son testigos directos, evangelizadores insustituibles, que representan la fuerza fundamental de las comunidades cristianas. La Iglesia debe ofrecerles “mayor estabilidad, visibilidad ministerial y formación” e incluso “configurar para el catequista un ministerio estable e instituido dentro de la Iglesia” (IL, 108).
Iniciación a la fe y educación están estrechamente vinculados. Así lo expresa el IL: “no se puede evangelizar si, al mismo tiempo, no se educa al hombre para ser veraderamente sí mismo” (IL, 147). Las instituciones educativas juegan un papel crucial en la misión evangelizadora de la Iglesia[28]; en ella ha invertido la Iglesia grandes energía (IL 148). Sin embargo, la acción educativa se encuentra hoy en estado de «emergencia educativa»[29] y resulta muy difícil y crítica. La tarea educativa es difícil para los padres, ante todo, pero también para todos los agentes de la educación, para la misma escuela. Ineludible resulta esta pregunta: “¿cómo transmitir a las neuvas generaciones los valores básicos de la existencia humana y de la ética? (IL, 149). ¿Qué contribución puede prestar la Iglesia a la sociedad para que salga de la crisis educativa que la aflige? (IL, 150).
Hay modelos educativos o formas de entender la educación, que son reductivos o inadecuados: la educación no consiste únicamente en capacitar para determinadas habilidades dejando de lado las grandes cuestiones que afecta al ser humano (su necesidad de felicidad, de sentido, de verdad). Hay también padres y educadores tentados de abdicar de su tarea; se sienten incapaces de transmitir a las nuevas generaciones los valores que fundamentan la vida.
Es aquí donde “la nueva evangelización” debe desplegarse y aportar aquello que en los procesos educativos se echa en falta (IL, 151), es decir, una visión holística del ser humano, de la “ecología humana” evitando todo reduccionismo (IL, 153): integrando la razón con todos sus usos (inteligencia racional, emocional, estética, práctica…) y fe (IL, 155). La Iglesia contempla al ser humano en toda su realidad: vida, muerte, sexualidad, matrimonio, familia, relaciones sociales, espiritualidad. En sus centros educativos, ella quiere entrar en diálogo con la sociedad y ofrecerle su propia visión. Es interesante observas, que mientras en los “Lineamenta” se ofrecía una visión –hasta jactanciosa de la Iglesia- (“La Iglesia con la verdad reelada purifica la razón y la ayuda a reconcoer las verdades últimas como fundamento de la moralidad y de la ética humana. La Iglesia sostiene las categorías morales esenciales, manteniendo viva la esperanza en la humanidad” (Lineamenta, n. 20), en el Instrumentum Laboris suprime ese texto y cita discretamente en nota al n. 49 el siguiente texto de Benedicto XVI:
«En cierto sentido, la historia viene en ayuda de la Iglesia a través de distintas épocas de secularización que han contribuido en modo esencial a su purificación y reforma interior»[30].
La propuesta del “atrio de los gentiles” supone un cierto avance para abrir la Iglesia al diálogo con “los otros”. Pero no debemos olvidar que el “atrio de los gentiles” trae a los gentiles a “nuestro templo”. Juan Pablo II nos invitaba sin embargo a entrar en los “nuevos areópagos”, donde somos más vulnerables, donde también podemos aprender y el Espíritu realizará su obra.
3. Recursos: el Catecismo de la Iglesia Católica
Los nn. 110-111 del Instrumentum Laboris se refieren al Catecismo de la Iglesia Católica como el gran instrumento para la nueva evangelización, tanto por su contenido como por su pedagogía.
Sin minusvalorar toda la verdad que esas reflexiones contienen, nos hemos de preguntar si el Catecismo de la Iglesia católica ofrece la solución deseada a los desafíos que se nos plantean con la “nueva evangelización”. Hay expertos que apuntan la posibilidad de cambio en el paradigma del catecismo y trazan nuevos modos de catecismo más apropiado al nuevo contexto misionero pos-cristiano de nuestras sociedades. A este respecto se le da un especial significado a la evangelización, a la revisión y puesta al día de las formas catecumenales de iniciación cristiana.
El contexto social es multicultural, multireligioso y requiere que se implanten nuevas tareas pedagógico-religiosas en clave inter-cultural e inter-religiosa. Hay que plantearse de nuevo cuál es el contenido fundamental de la Proclamación cristiana ante los desafíos de la sociedad moderna. Hay que atender a la teoría científica de la pedagogía religiosa en su historia y en su presente, el nuevo sentido de la estética en la enseñanza, la función de mundo simbólico y mítico en la comunicación religiosa, el significado religioso y social de los ritos, una nueva visión de la liturgia en cuanto tal, el significado religioso-pedagógico del espacio de la Iglesia, lasc cuestiones bioéticas, el diálogo con las ciencias, la relación con los medios de comunicación y la sociedad del conocimiento y de la información, la sensibilidad ante los problemas sociales y políticos más agudos. También surge la pregunta de los lugares de la evangelización: la escuela, la parroquia y la interrelación entre ambos[32].
[21] Cf. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de1990), 37: AAS 83 (1991) 282-286.
[22] Cf. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Fides et ratio (14 de septiembre de 1998): AAS 91 (1999) 5.
[23] “El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre. Sobre estas importantes enseñanzas se funda el aspecto misionero de la doctrina social de la Iglesia, como un elemento esencial de evangelización. Es anuncio y testimonio de la fe. Es instrumento y fuente imprescindible para educarse en ella»”: BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate (29 de junio de 2009), 15: AAS 101 (2009) 651-652. “Ésta concierne también «el servicio de la Iglesia con vistas a la reconciliación, la justicia y la paz»”: BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae munus (19 de noviembre de 2011), 169: Libreria Editrice Vaticana, Vaticano 2011, p. 129.
[24] “Además de la proclamación que podríamos llamar colectiva del Evangelio, conserva toda su validez e importancia esa otra transmisión de persona a persona. [...] La urgencia de comunicar la Buena Nueva a las masas de hombres no debería hacer olvidar esa forma de anunciar mediante la cual se llega a la conciencia personal del hombre y se deja en ella el influjo de una palabra verdaderamente extraordinaria que recibe de otro hombre”: PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975), 46: AAS 68 (1976) 36.
[25] Ibid, 18: AAS 99 (2007) 119.
[26] Incluso se dice que: “En una sociedad que ha rechazado muchas formas del discurso sobre Dios, la necesidad que nuestras instituciones asuman sin miedo también una actitud apologética y que vivan con serenidad formas de afirmación pública de la propia fe, es considerada como una clara urgencia pastoral” (IL, 138)
[27] Se mencionan los proyectos elaborados, los textos publicados, las iniciativas llevadas a cabo para formar a los catequistas, no sólo en el uso de los nuevos instrumentos, sino también en la maduración de una comprensión más completa de su misión.
[28] “La Iglesia posee, en este sentido, una tradición de recursos pedagógicos, reflexión e investigación, instituciones, personas – consagradas y no consagradas, reunidas en órdenes religiosas, en congregaciones, en institutos – capaces de ofrecer una presencia significativa en el mundo de la escuela y de la educación” (IL, 147).
[29] BENEDICTO XVI, Discurso en la inauguración de los trabajos de la Asamblea Diocesana de Roma (Roma, 11 de junio de 2007): AAS 99 (2007) 680.
[30] BENEDICTO XVI, Discurso durante el Encuentro con los católicos comprometidos en la Iglesia y la sociedad (Friburgo, 25 de septiembre de 2011): AAS 103 (2011) 677.
[31] Heins Schurmann.
[32] Cf. Ana Thea, Filipovic, Current Issues of Religious Pedagogy & Catechisis, en “Bogoslovska smotra” 76, n.1 (2006).
espiritualidad de la nueva evangelizacion
Espiritualidad de la “nueva Evangelización” a partir del “Instrumentum Laboris” del próximo Sínodo
Tal vez el principal problema de la “nueva evangelización” -cuyo significado hemos tratado de discernir en la anterior reflexión- no sea la situación en que se encuentra hoy el ser humano, que no pertenece a la Iglesia, sino que somos nosotros mismos, los creyentes. Nadie puede negar que en la Iglesia católica llevamos a cabo muchas iniciativas que requieren mucha dedicación y horas de trabajo. Esto se advierte sobre todo en los agentes de evangelización: obispos, presbíteros, religiosos, hombres y mujeres implicados en diversos ministerios eclesiales. Somos expertos en añadir más trabajos sin prácticamente suprimir ninguno de los anteriores. A los agentes de evangelización se les ve frecuentemente demasiado estresados por sus agendas, sus teléfonos móviles, su atención a diferentes asuntos a la vez. La pregunta que uno se hace: ¿podrán surgir evangelizadores para una “nueva evangelización” en tal estado? ¿Podrán estas personas cambiar la orientación de sus trabajos para convertirse en auténticos misioneros o misioneras del Evangelio “hoy? A esto responde esta reflexión sobre “La Espiritualidad de la nueva Evangelización”, siguiendo el Instrumentum Laboris.
II. La espiritualidad
La nueva evangelización es, ante todo, una llamada a un nuevo tipo de espiritualidad.
1. La nueva evangelización como impulso espiritual y movimiento de conversión
La nueva evangelización es bloqueada frecuentemente por la misma Iglesia: hay que “descubrir las razones profundas de los límites de diversas instituciones eclesiales en mostrar la credibilidad de las propias acciones y del propio testimonio, en tomar la palabra y en hacerse escuchar en calidad de portadores del Evangelio de Dios.” (IL, 32). Por eso,
“la nueva evangelización es la ocasión propicia (cf. 2 Co 6,2) para volver, como cristianos y como comunidad, a beber de la fuente de nuestra fe, y estar así más disponibles para la evangelización, para el testimonio” (IL, 20).
La nueva evangelización es el nombre dado a este impulso espiritual, a este lanzamiento de un movimiento de conversión que la Iglesia pide a sí misma, a todas sus comunidades, a todos sus bautizados. Por lo tanto, es una realidad que no se refiere solamente a determinadas regiones bien definidas, sino que se trata del camino que permite desplegar y traducir en la práctica la herencia apostólica para nuestro tiempo (IL, 88). Con la nueva evangelización:
- la Iglesia desea introducir en el mundo de hoy y en la actual discusión su temática más originaria y específica: ser el lugar en el cual ya ahora se realiza la experiencia de Dios, donde bajo la guía del Espíritu del Resucitado nos dejamos transfigurar por el don de la fe. El Evangelio es siempre el nuevo anuncio de la salvación obrada por Cristo para hacer participar a la humanidad en el misterio de Dios y de su vida de amor y abrir a todos los hombres un futuro de esperanza segura y sólida.
- Subrayar que en este momento de la historia la Iglesia está llamada a desarrollar una nueva evangelización, significa intensificar la acción misionera para responder plenamente al mandato del Señor.
La nueva evangelización compromete a todos los sujetos eclesiales (individuos, comunidades, parroquias, diócesis, Conferencias Episcopales, movimientos, grupos y otras realidades eclesiales, religiosos y personas consagradas) en vista de una verificación de la vida eclesial y de la acción pastoral, asumiendo como punto de análisis la cualidad de la propia vida de fe, y su capacidad de ser un instrumento de anuncio, según el Evangelio.(IL, 77).
2. La nueva evangelización como transmisión y generación
Objetivo de la evangelización es para el IL la transmisión de la fe (IL, 90). Este término “transmitir” puede ser malentendido: como quien pasa a otros sus conocimientos, sus normas, sus reglas de vida, sus tradiciones. Puede ser entendido adecuadamente cuando transmisión significa “comunicación”, posibilitar –en el caso de la fe- un encuentro real, una relación con Jesucristo… favoreciendo en cada lugar y tiempo las condiciones para que este encuentro “al mismo tiempo íntimo y personal, público y comunitario” sea posible (IL, 18) y origine una metánoia, un cambio de mentalidad (IL, 19)[17].
La transmisión de la fe no es una acción reservada a una persona individual encomendada de esa tarea. Es un deber de cada cristiano y de toda la Iglesia, que en esta acción redescubre continuamente la propia identidad de pueblo congregado por la llamada del Espíritu, para vivir la presencia de Cristo entre nosotros, y descubrir así el verdadero rostro de Dios, que es para nosotros Padre. (IL, 92)
En síntesis: el corazón de la nueva evangelización está en el mandato misionero del Señor Jesucristo, que la ha querido y la ha enviado al mundo, para que se deje guiar por el Espíritu Santo, mientras da testimonio de la salvación recibida y mientras anuncia el rostro de Dios, primer artífice de esta obra de salvación. (IL, 79)
En el n. 40 alude el IL a una perspectiva apenas insinuada pero sumamente sugestiva: quien está llamada a la nueva evangelización es una “Ecclesia mater”. Evangeliza “generando”, dando vida. Nunca la Iglesia es madre por sí sola. Es madre “por obra del Espíritu”. De ahí que necesite “dejarse plasmar por la acción del Espíritu y así conformarse a Cristo crucificado, el cual revela al mundo el rostro del amor y de la comunión de Dios. De este modo, redescubre su vocación de Ecclesia mater, que engendra hijos para el Señor, transmitiendo la fe, enseñando el amor que nutre a los hijos. Así, su tarea de anunciar y dar testimonio de esta Revelación de Dios, reuniendo a su pueblo disperso” (IL, 40). La misión materna de la Iglesia hace que ella engendre a sus hijos en la fe[18](IL, 134).
Para proclamar en modo fecundo la Palabra del Evangelio, se requiere una profunda comunión entre los hijos e hijas de Dios en la Iglesia. Ese es el signo distintivo que hace creíble y eficaz el anuncio: «Os doy un mandamiento nuevo; que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros» (Jn 13,34-35). (IL, 91). Nueva Evangelización es “la capacidad de parte de la Iglesia de vivir en modo renovado su experiencia comunitaria de la fe y del anuncio dentro de las nuevas situaciones culturales que se han creado en estas últimas décadas” ¡Esto afecta a todas las Iglesias de los 5 continentes! (IL, 47).
El mejor lugar para la transmisión de la fe es una comunidad nutrida y transformada por la vida litúrgica y por la oración. Existe una relación intrínseca entre fe y liturgia: “lex orandi lex credendi”.(IL, 97). La lectio divina (personal y comunitaria) se presenta naturalmente como un lugar de evangelización (IL, 97). El catecismo romado introduce pedagógicamente en el misterio de la fe a través de sus cuatro títulos: el Credo, los sacramentos, los mandamientos y la oración del Padre Nuestro. (IL, 100)
3. La caridad, lenguaje de la nueva evangelización
La caridad es el lenguaje que en la nueva evangelización, más que con palabras se expresa en las obras de fraternidad, de cercanía y de ayuda a las personas en necesidades espirituales y materiales.(IL, 124)
El ecumenismo es seguramente uno de los frutos que pueden ser esperados de la nueva evangelización, (IL, 125)
La fe cristiana contribuye a la comprensión del contenido profundo de las experiencias fundamentales del hombre.(IL, 154)
Tres exigencias están implicadas en la espiritualidad de la nueva evangelización:
- a) la capacidad de discernir, es decir, la capacidad que se tiene de colocarse dentro del presente convencidos que también en este tiempo es posible anunciar el Evangelio y vivir la fe cristiana;
- b) la capacidad de vivir formas de una radical y genuina adhesión a la fe cristiana, que logren dar testimonio con su simple existencia de la fuerza transformadora de Dios en nuestra historia;
- c) una clara y explícita relación con la Iglesia, para hacer visible el carácter misionero y apostólico. (IL, 78).
Uno de los signos de la eficacia de la nueva evangelización será el redescubrimiento de la vida como vocación y el surgimiento de vocaciones en el seguimiento radical de Cristo. (IL, 161).
La nueva evangelización recuerda a la Iglesia su finalidad misionera originaria. Por lo tanto, tales actividades, como afirman muchas respuestas, asumen la nueva evangelización para dar a las reformas en acto una dirección menos orientada hacia el interior de las comunidades cristianas, y más comprometida con el anuncio de la fe a todos (IL, 81).
Como afirmaba Juan Pablo II, nueva evangelización significa rehacer el tejido cristiano de la sociedad humana, rehaciendo el tejido de las mismas comunidades cristianas; quiere decir, además, ayudar a la Iglesia a seguir estando presente «entre las casas de sus hijos y de sus hijas»[19], para animar la vida y dirigirla al Reino que viene. (IL, 83).
4. La necesidad de compartir la visión
La misión evangelizadora es un tema decisivo para la Iglesia actual. Así se ha constatado en los principales documentos pontificios de los cuales parte el Sínodo que se prepara: “Evangelii Nuntiandi” de Pablo VI, “Redemptoris Missio” y “Novo Millenio ineunte” de Juan Pablo II.
Sin embargo, no todos en la Iglesia comparten la misma visión respecto a la misión evangelizadora. Lo vimos anteriormente, cuando reflexionábamos sobre el maremagnum de visiones sobre la misión.
Por eso, el IL reconoce la necesidad de aunar criterios, puntos de vistas, prácticas en la evangelización para responder así a los desafíos que hemos de afrontar y “para evitar el riesgo de la dispersión y de la fragmentación” (IL, 4)[20]. Se desearía, consiguientemente, que se cree durante el Sínodo “un clima de comunión que permita ver con un espíritu diferente los desafíos del presente” (IL, 15).
[17] “Comunión vivida con el Padre, en Jesucristo, gracias a su Espíritu que nos transfigura y nos hace capaces de irradiar la fe que vivimos y de suscitar la respuesta en aquellos que el Espíritu ha ya preparado con su visita y su acción (cf. Hch 16,14). (IL, 91).
[18] «Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis.»: Catecismo de la Iglesia Católica, 1231.
[19] JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal Christifideles laici (30 de diciembre de 1988), 26: AAS 81 (1989) 438. Cf. también n. 34: AAS 81 (1989) 455.
[20] El IL entiende que estamos en “una ocasión propicia para crear un momento unitario y católico de escucha, de discernimiento y, sobre todo, para dar unidad a la opciones que han de hacerse” (IL n.5).
Saturday, August 18, 2012
relectura del concepto de nueva evangelizacion
Relectura del concepto de “Nueva Evangelización” a partir del “Instrumentum
Laboris” del próximo Sínodo
El Evangelio que Jesús proclamó llevó a cumplimiento lo que las Escrituras (Ley, Profetas, Sabiduría) anunciaban[2], y aportó, sobre todo, “novedad”[3]. Evangelizó ofreciendo el Evangelio que transfigura al ser humano -su mundo e historia- (IL, 31). Dos gestos acompañaban su actividad evangelizadora: la curación y el perdón (IL, 29). Así Jesús atraía al ser humano hacia la intimidad de Dios y hacía posible que en la intimidad del ser humano naciera la fe en Dios (IL, 23).
Jesús quiso que sus discípulos y discípulas proclamasen también el Evangelio a todos, enseñándoles a observar todo lo que Él les ha mandado (cf. Mc 16,15; Mt 28,20); así se sintió Pablo: «apóstol … escogido para el Evangelio de Dios» (Rm 1,1). Desde entonces sabe la Iglesia que su tarea principal es la “traditio Evangelii” –entrega del Evangelio- (IL, 26).
Jesús le hizo ver a su comunidad la misión evangelizadora que compartían era obra del Espíritu en ellos: la presencia y experiencia del Espíritu inició, animó y culminó la misión de Jesús y también la de la comunidad cristiana en Pentecostés y después en su despliegue misioneros. El Señor resucitado quiso a sus Apóstoles y mujeres discípulas, testigos y profetas por medio del Espíritu (cf. Hch 1,8; 2,17). Del Espíritu recibieron aquella serena audacia y libertad o “parresia” (cf. Hch 2,29), que les llevó a comunicar a otros su experiencia de Jesús y su esperanza, desde Jerusalén a toda la región de Judea y de Samaría, e incluso hasta los extremos confines de la tierra (IL, 26):
“El Espíritu Santo que los impulsó a abrir las puertas del cenáculo, transformándolos en evangelizadores y evangelizadoras (cf. Hch 2,1-4), es el mismo Espíritu que guía hoy a la Iglesia y la estimula a un renovado anuncio de esperanza dirigido a los hombres de nuestro tiempo” (IL, 41).
Desde el inicio de la Iglesia el testimonio ha sido colocado en el corazón de la misión evangelizadora. No basta decir y hacer. Es necesario que la nueva evangelización sea avalada por la propia conducta de vida, por la credibilidad personal y comunitaria: “creí, por eso hable” (2 Cor 4,13)
Intentaré ofrecer una visión coherente de la “nueva evangelización” teniendo en cuenta –en primer lugar- el significado de “evangelización” sin adjetivos para descubrir después lo que el adjetivo “nueva” le añade, según el Instrumentum Laboris. Será necesario este trabajo de correlación y síntesis de múltiples textos, dado que el Instrumento de trabajo sinodal ha sido elaborado –según mi apreciación- yendo a lo fácil, desde una cierta pereza mental, con poco rigor, con poca armonía entre sus diversos capítulos. No creo que el texto actual del Instrumento de Trabajo facilite suficientemente el discernimiento sinodal tanto por su excesiva extensión, como por la aglomeración un tanto caótica de temas y perspectivas.
Veamos, pues, de extraer del Instrumentum Laboris su descripción sintética y ordenada de la “nueva evangelización”: partiremos del magisterio de Juan Pablo II, veremos después cómo entenderla “hoy” y cuál es su principal destinatario.
Juan Pablo II fue sistemáticamente profundizando en este concepto en no pocos de sus discursos (IL, 13). A los obispos latinoamericanos les pidió –con motivo de los quinientos años de la evangelización de América “un compromiso no de reevangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión»[4]. Fue el documento de Puebla (1979) el que por vez primera usó la expresión al hablar de “situaciones nuevas que nacen de los cambios socio-culturales y que requiere una nueva evangelización” (Puebla, n. 366).
Juan Pablo II, a partir de su primera visita a Polonia en el 1979, utilizó con frecuencia esta expresión, que ha ido asumiendo múltiples significados[5]. Se refería a:
Para Juan Pablo II el significado más completo de la nueva evangelización podría condensarse en el siguiente texto de “Novo Millenio Ineunte”:
Yo me atrevería a decir –anticipando ya una de las conclusiones de mi estudio sobre el IL-, que la “nueva evangelización” es la iniciativa del Espíritu para sanar a la Iglesia de una parálisis transversal que la aqueja; por eso, la nueva evangelización es también una tarea transversal que ha de influir y configurar todas las dimensiones de la Iglesia y de nuestras Órdenes o Congregaciones.
En su momento inicial, la nueva evangelización responde a una pregunta: ¿cómo ha de vivir un creyente su vocación espiritual y misionera ante los cambios sociales y culturales de nuestro tiempo? ¿Hacia dónde lleva el Espíritu hoy a las comunidades cristianas? ¿Se dejan guiar por Él (IL, 46)? “En nuestros días el anuncio del Evangelio se muestra mucho más complejo que en el pasado” (IL, 41); no es fácil dar razón de nuestro fe ante una situación inesperada, en un contexto que, respecto al pasado, presenta muchos rasgos nuevos, pero también críticos. (IL, 42) y que “modifican la percepción de nuestro mundo” (IL, 43).
La tarea evangelizadora de la Iglesia se encuentra hoy en profunda transformación (IL, 76). Las figuras tradicionales (países de misión y necesitados de evangelización, tarea pastoral etc.) resultan hoy demasiado simples y hacen referencia a un contexto superado (IL, 76) [11]. Algunas Iglesias lo han denominado este nuevo contexto con otras expresiones: “renovación misionera”, o “conversión pastoral”(IL, 79).
El concepto de “nueva evangelización” se clarifica en el IL poniendo de relieve qué no es nueva evangelización.
El número 92 del Instrumento de trabajo, intenta sintetizar el concepto de “nueva evangelización” diciendo que se trata de un proceso a través del cual la Iglesia:
Destinatarios de ese evangelización son los bautizados que viven una nueva situación existencial y cultural, que viven en un “desierto interior”, que no se preguntn por Dios. Deber de la nueva evangelización es imaginar situaciones, lugares de vida y acciones pastorales, que permitan a estas personas entrar de nuevo en relación con Dios (IL, 86).
Esta referencia preponderante al Occidente cristiano tiene valor de ejemplaridad o referencia, más que de una definición completa y detallada (IL, 87). En ella el Occidente es asumido como un lugar ejemplar, más que como el objetivo único de toda la actividad de la nueva evangelización, que no puede ser reducida a un simple ejercicio de actualización de algunas prácticas pastorales, sino que, al contrario, requiere una comprensión muy seria y profunda de las causas que han llevado al Occidente cristiano a encontrarse en tal situación.
Benedicto XVI aplica también a África el concepto de “nueva evangelización”:
Por eso, el Instrumentum Laboris, afirma que no existe ninguna situación eclesial que pueda considerarse excluida de este programa (IL, 8): no solo las antiguas Iglesias sino también las nuevas Iglesias, sobre todo en las grandes ciudades y en algunos sectores que ejercen un influjo cultural y social determinante. Como gran desafío social y cultural, las nuevas metrópolis – que surgen y se expanden con gran rapidez sobre todo en los Países en vía de desarrollo – son seguramente un terreno adecuado para la nueva evangelización. La nueva evangelización se refiere, pues, también a las Iglesias jóvenes, comprometidas en experiencias de inculturación que exigen continuas verificaciones para poder introducir el Evangelio, que purifica y eleva las culturas, y sobre todo para abrirlas a su novedad.
Más en general, todas las comunidades cristianas tienen necesidad de una nueva evangelización, porque están comprometidas en el ejercicio de una atención pastoral que parece siempre más difícil de llevar adelante y corre el riesgo de transformarse en una actividad repetitiva poco capaz de comunicar las razones para las cuales ha nacido.
(Continuará: La Espiritualidad de la Nueva Evangelización).
(Quien desee ver todo el texto en pdf, haga click aquí
Ya disponemos del Instrumento de trabajo del próximo
Sínodo sobre la Nueva Evangelización y la transmisión de la fe. Se trata de un
extenso documento de 169 números, dividido en un prefacio, una introducción,
cuatro capítulos y una conclusión. En él se recogen muchas de las ideas de los
“Lineamenta” (el primer documento que abrió el proceso de consulta a toda la
Iglesia) y se incluyen las ideas y perspectivas resultantes de esa gran
consulta. El primer capítulo está dedicado a “Jesucristo, Evangelio de Dios para
el hombre”; el segundo “Tiempo de nueva evangelización”; el tercero “Transmitir
la fe” y el cuarto “Reavivar la acción pastoral”. Quiero ofrecer mi relectura
del Instrumentum Laboris en una serie de breves artículos que irán
apareciendo seguidamente: 1) Concepto; 2) Espiritualidad; 3) Nuevos
escenarios; 4) Agentes e Iniciativas prioritarias; 5) Mis reflexiones
personales.
La Iglesia contemporánea ha mostrado un especial interés en hablar de su misión en términos de “nueva evangelización” y ésta entendida como “transmisión de la fe”. De hecho, el Sínodo del próximo octubre 2012 abordará monográficamente este tema y el Papa Benedicto XVI ha creado expresamente un Dicasterio romano para la Nueva Evangelización. El Instrumentum Laboris del próximo Sínodo recoge y sintentiza las respuestas al amplio cuestionario de los Lineamenta, que se han recibido de toda la Iglesia. Ahí encontramos cómo comprende la Iglesia que en el momento actual su misión consiste en una “nueva evangelización”.
En el contexto del mega-proyecto que el Espíritu Santo lleva
adelante en la historia, contando con la humanidad y las energías del cosmos, le
cabe a la Iglesia una misión específica: ofrecer a quienes no forman
parte de la comunidad cristiana, la fe, el Evangelio, la revelación, la visión
apocalíptica del Reino de Dios, las celebraciones sacramentales. El Sínodo lo
denomina con dos expresiones: “nueva evangelización” y “transmisión de la
fe”.La Iglesia contemporánea ha mostrado un especial interés en hablar de su misión en términos de “nueva evangelización” y ésta entendida como “transmisión de la fe”. De hecho, el Sínodo del próximo octubre 2012 abordará monográficamente este tema y el Papa Benedicto XVI ha creado expresamente un Dicasterio romano para la Nueva Evangelización. El Instrumentum Laboris del próximo Sínodo recoge y sintentiza las respuestas al amplio cuestionario de los Lineamenta, que se han recibido de toda la Iglesia. Ahí encontramos cómo comprende la Iglesia que en el momento actual su misión consiste en una “nueva evangelización”.
I. El Concepto: “Nueva Evangelización”
Veamos, en primer lugar, cómo describe el Instrumentum Laboris la “nueva evangelización”. Comprobaremos que, partiendo del concepto originario de evangelización, es, al fin y al cabo, un concepto en construcción.1. Punto de partida: El concepto originario de “evangelización”
El “Instrumentum Laboris” parte de una convicción básica: la tarea principal de la Iglesia consiste en “continuar la obra evangelizadora de Jesucristo, haciéndola presente y actual, en las condiciones del mundo de hoy[1].”El Evangelio que Jesús proclamó llevó a cumplimiento lo que las Escrituras (Ley, Profetas, Sabiduría) anunciaban[2], y aportó, sobre todo, “novedad”[3]. Evangelizó ofreciendo el Evangelio que transfigura al ser humano -su mundo e historia- (IL, 31). Dos gestos acompañaban su actividad evangelizadora: la curación y el perdón (IL, 29). Así Jesús atraía al ser humano hacia la intimidad de Dios y hacía posible que en la intimidad del ser humano naciera la fe en Dios (IL, 23).
Jesús quiso que sus discípulos y discípulas proclamasen también el Evangelio a todos, enseñándoles a observar todo lo que Él les ha mandado (cf. Mc 16,15; Mt 28,20); así se sintió Pablo: «apóstol … escogido para el Evangelio de Dios» (Rm 1,1). Desde entonces sabe la Iglesia que su tarea principal es la “traditio Evangelii” –entrega del Evangelio- (IL, 26).
Jesús le hizo ver a su comunidad la misión evangelizadora que compartían era obra del Espíritu en ellos: la presencia y experiencia del Espíritu inició, animó y culminó la misión de Jesús y también la de la comunidad cristiana en Pentecostés y después en su despliegue misioneros. El Señor resucitado quiso a sus Apóstoles y mujeres discípulas, testigos y profetas por medio del Espíritu (cf. Hch 1,8; 2,17). Del Espíritu recibieron aquella serena audacia y libertad o “parresia” (cf. Hch 2,29), que les llevó a comunicar a otros su experiencia de Jesús y su esperanza, desde Jerusalén a toda la región de Judea y de Samaría, e incluso hasta los extremos confines de la tierra (IL, 26):
“El Espíritu Santo que los impulsó a abrir las puertas del cenáculo, transformándolos en evangelizadores y evangelizadoras (cf. Hch 2,1-4), es el mismo Espíritu que guía hoy a la Iglesia y la estimula a un renovado anuncio de esperanza dirigido a los hombres de nuestro tiempo” (IL, 41).
Desde el inicio de la Iglesia el testimonio ha sido colocado en el corazón de la misión evangelizadora. No basta decir y hacer. Es necesario que la nueva evangelización sea avalada por la propia conducta de vida, por la credibilidad personal y comunitaria: “creí, por eso hable” (2 Cor 4,13)
2. “Nueva evangelización”: concepto “en construcción”
El Instrumentum Laboris del Sínodo repite una y otra vez la expresión “nueva evangelización”. Uno tiene la impresión de que se trata de un concepto “en construcción”, polivalente, fluctuante. Se le van dando y añadiendo nuevos significados a medida que se reflexionan los diversos temas. Esa definición o descripción fluctuante, al mismo tiempo que insiste en elementos nucleares por otra parte se muestra susceptible de múltiples aplicaciones.Intentaré ofrecer una visión coherente de la “nueva evangelización” teniendo en cuenta –en primer lugar- el significado de “evangelización” sin adjetivos para descubrir después lo que el adjetivo “nueva” le añade, según el Instrumentum Laboris. Será necesario este trabajo de correlación y síntesis de múltiples textos, dado que el Instrumento de trabajo sinodal ha sido elaborado –según mi apreciación- yendo a lo fácil, desde una cierta pereza mental, con poco rigor, con poca armonía entre sus diversos capítulos. No creo que el texto actual del Instrumento de Trabajo facilite suficientemente el discernimiento sinodal tanto por su excesiva extensión, como por la aglomeración un tanto caótica de temas y perspectivas.
Veamos, pues, de extraer del Instrumentum Laboris su descripción sintética y ordenada de la “nueva evangelización”: partiremos del magisterio de Juan Pablo II, veremos después cómo entenderla “hoy” y cuál es su principal destinatario.
a) La “nueva evangelización” en el Magisterio de Juan Pablo II
El lenguaje de la “evangelización” no es nuevo. “Evangelización” se comenzó a utilizar en los años cincuenta del siglo pasado para hablar del primer anuncio de la fe y distinguirlo de la catequesis. Eso mismo dice el IL: ¡no es una absoluta novedad en la Iglesia! Arraiga ya en el Concilio Vaticano II ha sido abordado sucesiva y autorizadamente por los diversos papas, hasta Benedicto XVI.Juan Pablo II fue sistemáticamente profundizando en este concepto en no pocos de sus discursos (IL, 13). A los obispos latinoamericanos les pidió –con motivo de los quinientos años de la evangelización de América “un compromiso no de reevangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión»[4]. Fue el documento de Puebla (1979) el que por vez primera usó la expresión al hablar de “situaciones nuevas que nacen de los cambios socio-culturales y que requiere una nueva evangelización” (Puebla, n. 366).
Juan Pablo II, a partir de su primera visita a Polonia en el 1979, utilizó con frecuencia esta expresión, que ha ido asumiendo múltiples significados[5]. Se refería a:
«la urgencia y la necesidad de la “nueva evangelización”, consciente de que Europa, hoy, no debe apelar simplemente a su herencia cristiana anterior; hay que alcanzar de nuevo la capacidad de decidir sobre el futuro de Europa en un encuentro con la persona y el mensaje de Jesucristo»[6].Es necesaria una nueva evangelización para las regiones des-cristianizadas y para las personas cuya fe ha quedado atrofiada, sin crecer con el paso de los años (IL, 12.13). Añadió así mismo que para llevar a cabo esta nueva evangelización la Iglesia necesita ser evangelizada[7].
Para Juan Pablo II el significado más completo de la nueva evangelización podría condensarse en el siguiente texto de “Novo Millenio Ineunte”:
“reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: “¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Co 9,16). Esta pasión suscitará en la Iglesia una nueva acción misionera, que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”, sino que acabará por implicar la responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios. Quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo. Es necesario un nuevo impulso apostólico que sea vivido, como compromiso cotidiano de las comunidades y de los grupos cristianos»[8].Decir “nueva evangelización” es de suyo redundante, tautológico, porque significa “nueva buena nueva”. Pero lo tautológico tiene sentido. Significa el desvelamiento súbito de algo que estaba ahí y no acabábamos de ver:
“La nueva evangelización se convierte así en recordatorio de una crisis, en reconocimiento de un hecho obvio: que la buena nueva cristiana se ha convertido para muchos en relato viejo de un pasado muerto. Es preciso, por tanto… mostrarla de nuevo en su fuerza original, en su prístina creatividad de experiencia renovadora”[9].Este lenguaje intenta, pues, introducir notables innovaciones en la propuesta o comunicación de nuestra fe a través de nuevos lenguajes, métodos, estilos que respondan a los desafíos que se le presentan hoy[10]. No se trata de anunciar un nuevo Evangelio, sino de anunciar el Evangelio de una forma nueva, en nuestra sociedad de hoy.
Yo me atrevería a decir –anticipando ya una de las conclusiones de mi estudio sobre el IL-, que la “nueva evangelización” es la iniciativa del Espíritu para sanar a la Iglesia de una parálisis transversal que la aqueja; por eso, la nueva evangelización es también una tarea transversal que ha de influir y configurar todas las dimensiones de la Iglesia y de nuestras Órdenes o Congregaciones.
b) El concepto de “nueva evangelización” “hoy”
En este inicio de milenio la prioridad de la Iglesia debe ser asumir con renovado impulso la propia misión evangelizadora, subrayando en ella el carácter de “novedad” (IL, 6).En su momento inicial, la nueva evangelización responde a una pregunta: ¿cómo ha de vivir un creyente su vocación espiritual y misionera ante los cambios sociales y culturales de nuestro tiempo? ¿Hacia dónde lleva el Espíritu hoy a las comunidades cristianas? ¿Se dejan guiar por Él (IL, 46)? “En nuestros días el anuncio del Evangelio se muestra mucho más complejo que en el pasado” (IL, 41); no es fácil dar razón de nuestro fe ante una situación inesperada, en un contexto que, respecto al pasado, presenta muchos rasgos nuevos, pero también críticos. (IL, 42) y que “modifican la percepción de nuestro mundo” (IL, 43).
La tarea evangelizadora de la Iglesia se encuentra hoy en profunda transformación (IL, 76). Las figuras tradicionales (países de misión y necesitados de evangelización, tarea pastoral etc.) resultan hoy demasiado simples y hacen referencia a un contexto superado (IL, 76) [11]. Algunas Iglesias lo han denominado este nuevo contexto con otras expresiones: “renovación misionera”, o “conversión pastoral”(IL, 79).
El concepto de “nueva evangelización” se clarifica en el IL poniendo de relieve qué no es nueva evangelización.
- No es un nuevo modelo de acción pastoral, que substituye simplemente otras formas de acción (la primera evangelización, la atención pastoral), sino más bien de un proceso de relanzamiento de la misión fundamental de la Iglesia (IL, 77).
- No es una cuestión organizativa o estratégica, sino más bien espiritual (IL, 158). El secreto último de la nueva evangelización es la respuesta a la llamada a la santidad de cada cristiano. (IL, 158).
- No significa “nuevo Evangelio”, porque «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos» (Hb 13,8). Significa dar una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy, a los nuevos escenarios que muestran la cultura a través de la cual expresamos nuestra identidad y buscamos el sentido de nuestras existencias. Consiste en promover una cultura más profundamente arraigada en el Evangelio (IL, 164), en descubrir «el hombre nuevo» (Ef 4,24), que está en nosotros gracias al Espíritu que nos ha sido dado por Jesucristo y por el Padre.
- “imaginando nuevos instrumentos y nuevas palabras que hagan audible y comprensible la palabra de la fe en los nuevos desiertos” (IL, 8),
- “reanimando el fervor de la fe y del testimonio”,
- “redescubriendo la alegría de creer, y el entusiasmo en la comunicación de la fe.” (IL, 9)[12],
- recuperando energías, voluntad, frescura e ingenio en su modo de vivir la fe y de transmitirla” (IL, 49).
- “discernimiento para anunciar adecuadamente el Evangelio en nuevos escenarios” (IL; 51),
- audacia misionera para hacernos presentes en el tejido social. (IL, 138),
- creatividad y fantasía para transmitir la fe a través del arte y la belleza (IL, 157),
- renovada modalidad de anuncio, sobre todo para quienes viven en contextos de secularización, sin excluir de ello a los mismos países de tradición cristiana (IL, 44).
“que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una nueva evangelización … todas las Iglesias que viven en territorios tradicionalmente cristianos necesitan un renovado impulso misionero, expresión de una nueva y generosa apertura al don de la gracia»[13].Estos significados muestran cómo el concepto de “nueva evangelización” va madurado y se va expresando a través de formas muy diferentes. No obstante, todavía seguimos en “búsqueda de su significado”, en discernimiento y nos sentimos estimulados hacia una nueva forma de evangelizar (IL, 44).
El número 92 del Instrumento de trabajo, intenta sintetizar el concepto de “nueva evangelización” diciendo que se trata de un proceso a través del cual la Iglesia:
- movida por el Espíritu, anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo, llamando a la conversión, mediante la catequesis y los sacramentos de la iniciación;
- impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden temporal, asumiendo y renovando las culturas.
- Hace renacer en sí misma la transmisión de la fe.
c) El principal destinatario de la nueva evangelización: ¿el Occidente cristiano?
En el número 85 del Instrumentum Laboris se habla de “evangelización” y “nueva evangelización” en sentido amplio:«En sentido amplio: “evangelización” se refiere al aspecto ordinario de la pastoral; “nueva evangelización” a los que han abandonado la vida cristiana»[14]: definición fue luego retomada por la Exhortación Apostólica Postsinodal Africae munus[15]. (IL, 85).El Instrumentum Laboris concentra ahora el concepto de Nueva Evangelización en el espacio del Occidente cristiano, aunque inmediatamente añade que sin ser exclusivo.
Destinatarios de ese evangelización son los bautizados que viven una nueva situación existencial y cultural, que viven en un “desierto interior”, que no se preguntn por Dios. Deber de la nueva evangelización es imaginar situaciones, lugares de vida y acciones pastorales, que permitan a estas personas entrar de nuevo en relación con Dios (IL, 86).
Esta referencia preponderante al Occidente cristiano tiene valor de ejemplaridad o referencia, más que de una definición completa y detallada (IL, 87). En ella el Occidente es asumido como un lugar ejemplar, más que como el objetivo único de toda la actividad de la nueva evangelización, que no puede ser reducida a un simple ejercicio de actualización de algunas prácticas pastorales, sino que, al contrario, requiere una comprensión muy seria y profunda de las causas que han llevado al Occidente cristiano a encontrarse en tal situación.
Benedicto XVI aplica también a África el concepto de “nueva evangelización”:
«también en África, hay muchas situaciones que reclaman una nueva presentación del Evangelio, “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión” [...] La nueva evangelización es una empresa urgente para los cristianos en África, ya que también ellos deben renovar su entusiasmo por pertenecer a la Iglesia. Inspirados por el Espíritu del Señor resucitado, están llamados a vivir, en el ámbito personal, familiar y social, la Buena Nueva y a anunciarla con renovado celo a las personas cercanas y lejanas, empleando para su difusión los nuevos métodos que la providencia divina pone a nuestra disposición»[16].Análogas afirmaciones valen, obviamente aplicadas según las situaciones particulares, para los cristianos en América, en Asia, en Europa y en Oceanía, continentes en los cuales desde hace tiempo la Iglesia está comprometida en la promoción de la nueva evangelización.
Por eso, el Instrumentum Laboris, afirma que no existe ninguna situación eclesial que pueda considerarse excluida de este programa (IL, 8): no solo las antiguas Iglesias sino también las nuevas Iglesias, sobre todo en las grandes ciudades y en algunos sectores que ejercen un influjo cultural y social determinante. Como gran desafío social y cultural, las nuevas metrópolis – que surgen y se expanden con gran rapidez sobre todo en los Países en vía de desarrollo – son seguramente un terreno adecuado para la nueva evangelización. La nueva evangelización se refiere, pues, también a las Iglesias jóvenes, comprometidas en experiencias de inculturación que exigen continuas verificaciones para poder introducir el Evangelio, que purifica y eleva las culturas, y sobre todo para abrirlas a su novedad.
Más en general, todas las comunidades cristianas tienen necesidad de una nueva evangelización, porque están comprometidas en el ejercicio de una atención pastoral que parece siempre más difícil de llevar adelante y corre el riesgo de transformarse en una actividad repetitiva poco capaz de comunicar las razones para las cuales ha nacido.
(Continuará: La Espiritualidad de la Nueva Evangelización).
(Quien desee ver todo el texto en pdf, haga click aquí
[1] Cf. Lumen gentium, 17.
35.
[2] La misión de Jesús está profundamente
conectada con el AT: “según las Escrituras”. Esto nos lleva a una relectura
“misionera” y “evangelizadora” de todo el Antiguo Testamento. Jesús evangeliza
llevando a plenitud la evangelización diseminada y presente en las Escrituras
(IL, 21).
[3] Cf. IL, 22
[4] JUAN PABLO II, Discurso a la XIX
Asamblea del CELAM (Port au Prince, 9 de marzo de 1983), 3: AAS 75 I (1983)
778.
[5] Cf. Redemptoris Missio, n.33,
con el significado de “re-evangelización”; en otros casos, como una visión
transversal de toda la misión de la Iglesia: “nuevo entusiasmo, nuevo lenguaje,
nuevos métodos”
[6] JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica
Postsinodal Ecclesia in Europa (28 de junio de 2003), 2.45: AAS 95 (2003) 650;
677. Todas las Asambleas sinodales continentales celebradas como preparación al
Jubileo del 2000 se han ocupado de la nueva evangelización: cf. JUAN PABLO II,
Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Africa (14 de septiembre de
1995), 57.63: AAS 85 (1996) 35-36, 39-40; ID., Exhortación Apostólica
Postsinodal Ecclesia in America (22 de enero de 1999), 6.66: AAS 91 (1999) 1011,
56; ID., Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Asia (6 de noviembre de
1999), 2: AAS 92 (2000) 450-451; ID., Exhortación Apostólica Postsinodal
Ecclesia in Oceania (22 de noviembre de 2001), 18: AAS 94 (2002)
386-389.
[7] “El problema que la Iglesia está llamada
a afrontar, es decir, el desafío de la nueva evangelización sabiendo que las
transformaciones no sólo se refieren al mundo y a la cultura, sino que también
tocan en primera persona a la misma Iglesia, a sus comunidades, a sus acciones y
a su identidad” (IL, 16).
[8] JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo
millennio ineunte (6 de enero de 2001), 40: AAS 93 (2001) 294.
[9] Cf. Andrés Torres Queiruga, Del
terror de Isaac al Abbá de Jesús: hacia una nueva imagen de Dios, Verbo
Divino, Estella, 2000, p. 325.
[10] Lineamenta, nn.1-9.
[11] “«No es fácil definir los confines
entre atención pastoral a los fieles, nueva evangelización y actividad misionera
específica, y no es pensable crear entre ellos barreras o recintos estancados…
los no cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíble y
estímulo para la misión ad
extra, y viceversa” Juan Pablo II, Redemptoris Missio,
37.
[12] «La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe
y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se
fortalece dándola!» Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7
de diciembre de 1990), 2: AAS 83 (1991) 251.
[13] BENEDICTO XVI, Carta Apostólica en
forma de motu proprio Ubicumque et semper (21 de septiembre de 2010:
AAS 102 (2010) 790-791.
[14] CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA
FE, Nota doctrinal sobre algunos aspectos de la evangelización (3 de diciembre
de 2007), 12: AAS 100 (2008) 501.
[15] Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación
Apostólica Postsinodal Africae munus (19 de noviembre de 2011), 160: Libreria
Editrice Vaticana, Vaticano 2011, p. 123.
[16] Ibid., 165. 171: pp. 126,
129-130.
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