Wednesday, June 15, 2016

Papa Francisco; Jesus no es indiferente al grito del ciego

El Papa: ‘Jesús no es indiferente al grito del ciego’
El Papa Francisco en la audiencia general - Osservatore Romano
Miles de personas procedentes de todas las partes del mundo han acudido una semana más a la plaza de San Pedro, para compartir como cada miércoles la audiencia general con el Santo Padre.
Así, el papa Francisco ha saludado a su llegada desde el papamóvil a la gente allí reunida para después dar la catequesis semanal. Todos mostraban su entusiasmo y alegría ante el paso del Pontífice, que de vez en cuando se detenía para impartir su bendición, especialmente a los más pequeños.
Durante la catequesis ha reflexionado sobre la misericordia y la luz. Haciendo referencia al Evangelio leído al inicio de la audiencia, en el resumen hecho en español, ha explicado que este pasaje nos muestra a Jesús que, acercándose a Jericó, “restituye la vista a un ciego que mendigaba en el orilla del camino”. La figura de este hombre  –ha indicado el Papa– representa tristemente a tantas personas que, aún hoy sufren discriminación y rechazo por parte de los demás. Asimismo, el Santo Padre ha observado que es llamativo como este marginado a las puertas de Jericó, ciudad bíblica que simboliza la entrada a la tierra prometida, “en lugar de encontrar compasión y ayuda del prójimo, como pide la ley que Dios dio a su pueblo, halla en cambio insensibilidad y rechazo”.
Por otro lado, el Pontífice ha observado que como entonces, también ahora la indiferencia y la hostilidad causan ceguera y sordera, “que impiden percibir las necesidades de los hermanos y reconocer en ellos la presencia del Señor”. En contraste con esta actitud, ha asegurado el Papa, Jesús que pasa, “no es indiferente al grito del ciego que, movido por la fe, quiere encontrarlo e invoca su ayuda”.
Finalmente, ha asegurado que el Señor, como humilde servidor, escucha la súplica del ciego y le devuelve la vista. El Pontífice ha concluido precisando que gracias a su fe, “el hombre ve, pero sobre todo, experimenta el amor de Dios que, en Jesús, se hace siervo del hombre pecador”.
A continuación el Santo Padre ha saludado cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Así, ha deseado que “Cristo, en el que brilla la fuerza de la misericordia de Dios, ilumine y sane también nuestros corazones, para que aprendamos a estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos y celebremos las maravillas de su amor misericordioso”.
Después de los saludos en las distintas lenguas, el Pontífice ha dirigido un saludo particular a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. A los jóvenes ha deseado que “el Señor sea vuestro maestro interior” y les guie constantemente en los caminos del bien. A los enfermos ha invitado a ofrecer su sufrimiento a “Cristo crucificado para cooperar a la redención del mundo”. Y finalmente, a los recién casados, les ha pedidos que sean conscientes de la insustituible misión de amor a la que les compromete su matrimonio.
Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 15 de junio de 2016
El Papa Francisco en la audiencia general - Osservatore Romano
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha reflexionado en la catequesis de la audiencia general de esta semana sobre la figura del ciego de Jericó. Así, ha advertido cuántas veces cuando vemos tanta gente en el camino, gente necesitada, enferma, que no tiene para comer, que son refugiados, nos molesta. De este modo ha recordado también cuando estamos en situaciones difíciles es Jesús el que nos ha tomado de la mano y nos ha quitado del borde del camino.
Publicamos a continuación el texto completo de la catequesis de este miércoles
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Un día Jesús, acercándose a la ciudad de Jericó, realizó el milagro de devolver la vista a un ciego que mendigaba por la calle (cfr Lc 18,35-43). Hoy queremos recoger el significado de este signo porque nos toca también directamente. El evangelista Lucas dice que el ciego estaba sentado en el borde del camino para mendigar (cfr v. 35). Un ciego en aquella época –pero también hasta hace poco tiempo– solo podía vivir de la limosna. La figura de este ciego representa a muchas personas que, también hoy, se encuentran marginadas por culpa de una desventaja física o de otro tipo. Y separado de la multitud, está allí sentado mientras la gente pasa ocupada en sus pensamientos; y el camino, que puede ser un lugar de encuentro, para él sin embargo es el lugar de la soledad. Tanta gente que pasa y él está solo.
Es triste la imagen de un marginado, sobre todo en el escenario de la ciudad de Jericó, el espléndido y glorioso oasis en el desierto. Sabemos que precisamente a Jericó llegó el pueblo de Israel al terminar el largo éxodo desde Egipto: esa ciudad representa la puerta de ingreso a la tierra prometida.
Recordamos las palabras que Moisés pronuncia en esa circunstancia, decía así: “Si hay algún pobre entre tus hermanos, en alguna de las ciudades del país que el Señor, tu Dios, te da, no endurezcas tu corazón ni le cierres tu mano. Ábrele tu mano y préstale lo que necesite para remediar su indigencia. No abrigues en tu corazón estos perversos pensamientos: «Ya está cerca el séptimo año, el año de la remisión», mirando por eso con malos ojos a tu hermano pobre, para no darle nada. Porque él apelaría al Señor y tú te harías culpable de un pecado. Cuando le des algo, lo harás de buena gana. Así el Señor te bendecirá en todas tus obras y en todas las empresas que realices. Es verdad que nunca faltarán pobres en tu país. Por eso yo te ordeno: abre generosamente tu mano el pobre, al hermano indigente que vive en tu tierra”.
Es estridente el contraste entre esta recomendación de la Ley de Dios y la situación descrita por el Evangelio: mientras que el ciego grita, este tenía buena voz, invocando a Jesús, la gente lo regaña para hacer callar. Como si no tuviera derecho de hablar. No tienen compasión por él, es más, les molestan sus gritos.
Cuántas veces nosotros, cuando vemos tanta gente en el camino, gente necesitada, enferma, que no tiene para comer, nos molesta. Cuántas veces nosotros cuando nos encontramos delante de tantos refugiados nos molesta. Es una tentación, todos tenemos esto, también yo, todos. Y por eso la palabra de Dios nos enseña. La indiferencia y la hostilidad hacen ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos al Señor. Indiferencia y hostilidad. Y esta indiferencia y hostilidad se convierte en agresión y también insulto: ‘echad a todos estos, ponedlos en otra parte’. Esta agresión, es lo que hacía la gente cuando el ciego gritaba: ‘vete, no hables’.
Notamos una particularidad interesante. El Evangelista dice que alguno de la multitud explicó al ciego el motivo de toda esa gente diciendo: “¡Pasa Jesús, el Nazareno!” (v. 37). El paso de Jesús es indicado con el mismo verbo con el que el libro del Éxodo nos habla del paso del ángel exterminador que salva a los israelitas en tierra de Egipto (cfr Ex 12,23). Es el “paso” de la pascua, el inicio de la liberación.
Cuando pasa Jesús siempre hay liberación, siempre hay salvación. Al ciego por tanto es como si le fuera anunciada su pascua. Sin dejarse atemorizar, el ciego grita varias veces a Jesús reconociéndole como el Hijo de David, el Mesías esperado que, según el profeta Isaías, habría abierto los ojos a los ciegos (cfr Is 35,5).
A diferencia de la multitud, este ciego ve con los ojos de la fe. Gracias a esta su súplica tiene una poderosa eficacia. De hecho, al oírlo, “Jesús se paró y ordenó que lo llevaran a él” (v. 40). Así Jesús quitó al ciego de la orilla del camino y lo puso en el centro de la atención de sus discípulos y de la multitud. Pensemos también nosotros, cuando hemos estado en situaciones difíciles también en situaciones de pecado, como ha sido Jesús el que nos ha tomado de la mano y nos ha quitado del borde del camino.  
Se realiza así un doble paso. Primero: la gente había anunciado una buena noticia al ciego, pero no querían tener nada que ver con él; ahora Jesús obliga a todos a tomar conciencia de que el buen anuncio implica poner en el centro del propio camino a aquel que estaba excluido.
Segundo: a su vez, el ciego no veía, pero su fe le abre el camino de la salvación, y él se encuentra en medio de los que habían salido a la calle para ver a Jesús. El paso del Señor es un encuentro de misericordia que une a todos entorno a Él para permitir reconocer a quien está necesitado de ayuda y consuelo.
También en nuestra vida Jesús pasa. Y cuando pasa Jesús y me doy cuenta, es una invitación a acercarme a él, a ser más bueno, a ser mejor cristiano y seguir a Jesús. Jesús se dirige al ciego y le pregunta: “Qué quieres que haga por ti?” (v. 41). Estas palabras de Jesús son impresionantes: el Hijo de Dios ahora está frente al ciego como un siervo humilde. Él, Jesús, Dios, ¿qué quieres que haga? ¿cómo quieres que te sirva? Dios se hace siervo del hombre pecador.
Y el ciego responde a Jesús no solo llamándolo “Hijo de David”, sino “Señor”, el título que la Iglesia desde el principio aplica a Jesús Resucitado. El ciego pide poder ver de nuevo y su deseo es escuchado: “Recupera la vista, tu fe te ha salvado” (v. 42). Él ha mostrado su fe invocando a Jesús y queriendo encontrarle absolutamente, y esto le ha llevado como regalo la salvación. Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús. Por esto el pasaje termina señalando que el ciego “ siguió a Jesús, glorificando a Dios” (v. 43).
Se hace discípulo, de mendigo a discípulo, también este es nuestro camino. Todos somos mendigos, todos, siempre necesitamos salvación. Y todos nosotros, todos los días tenemos que hacer este paso, de mendigo a discípulo. El ciego  poniéndose en camino detrás del Señor y entrando a formar parte de su comunidad. Aquel al que querían hacer callar, ahora da testimonio en voz alta de su encuentro con Jesús de Nazaret, y “al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios” (v. 43).
Sucede un segundo milagro: lo que ha sucedido al ciego hace que también la gente vea finalmente. La misma luz ilumina a todos reuniéndoles en la oración de alabanza. Así Jesús infunde su misericordia sobre todos aquellos que encuentra: les llama, les hace ir con Él, les reúne, les sana y les ilumina, creando un nuevo pueblo que celebra las maravillas de su amor misericordioso. Dejémonos también nosotros llamar por Jesús, sanar por Jesús, perdonar por Jesús y vamos detrás de Él alabando a Dios. Así sea”.
(Texto traducido desde el audio por ZENIT).

Wednesday, June 08, 2016

Las bodas de Cana explican una Alianza nueva dice Papa Francisco


Francisco \ Audiencias, Catequesis y Ángelus

“Las bodas de Caná, una Alianza nueva y definitiva”, el Papa en la catequesis

Continuando su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo de Roma después de haber comentado algunas parábolas de la misericordia, reflexionó sobre uno de los primeros milagros de Jesús. - AFP
08/06/2016 10:40
 “Transformando en vino el agua de las tinajas destinadas a los ritos de purificación de los Judíos, Jesús realiza un signo elocuente: transforma la Ley de Moisés en Evangelio, portador de alegría”, con estas palabras el Papa Francisco explicó en la Audiencia General del segundo miércoles de junio, el significado del primer signo de la misericordia que realizó Jesús.
Continuando su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo de Roma después de haber comentado algunas parábolas de la misericordia, reflexionó sobre uno de los primeros milagros de Jesús, que el evangelista Juan llama “signos”, porque Jesús no los hizo para suscitar maravilla, señaló el Papa, sino para revelar el amor del Padre. El primero de estos signos prodigiosos es narrado justamente por el evangelista Juan (2,1-11) y se cumplió en Caná de Galilea. Se trata de una especie de “puerta de ingreso”, agregó el Pontífice, en el cual se han esculpido palabras y expresiones que iluminan el entero misterio de Cristo y abren el corazón de los discípulos a la fe.
Texto y audio completo de la catequesis del Papa Francisco
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Antes de comenzar la catequesis, quisiera saludar a un grupo de parejas – ahí al final – que celebran cincuenta años de matrimonio. ¡Aquello sí que es el vino bueno de la familia! El suyo es un testimonio que los nuevos esposos – que saludare después – y los jóvenes deben aprender. Es un bello testimonio. Gracias por su testimonio. Después de haber comentado algunas parábolas de la misericordia, hoy  nos detenemos en uno de los primeros milagros de Jesús, que el evangelista Juan llama “signos”, porque Jesús no los hizo para suscitar maravilla, sino para revelar el amor del Padre. El primero de estos signos prodigiosos es narrado justamente por Juan (2,1-11) y se cumplió en Caná de Galilea. Se trata de una especie de “puerta de ingreso”, en la cual se han esculpido palabras y expresiones que iluminan el entero misterio de Cristo y abren el corazón de los discípulos a la fe. Veamos algunos.
En la introducción encontramos la expresión «Jesús también fue invitado con sus discípulos» (v. 2). A aquellos que Jesús ha llamado a seguirlo, los ha ligado a sí en una comunidad y ahora, como una única familia, son invitados todos a la boda. Dando inicio a su ministerio público en las bodas de Caná, Jesús se manifiesta como el esposo del pueblo de Dios, anunciado por los profetas, y nos revela la profundidad de la relación que nos une a Él: es una nueva Alianza de amor. ¿Qué cosa hay en el fundamento de nuestra fe? Un acto de misericordia con el cual Jesús nos ha ligado a sí. Y la vida cristiana es la respuesta a este amor, es como la historia de dos enamorados. Dios y el hombre se encuentran, se buscan, se hallan, se celebran y se aman: exactamente como el amado y la amada del Cantar de los Cantares. Todo lo demás viene como consecuencia de esta relación. La Iglesia es la familia de Jesús en el cual se vierte su amor; es este amor que la Iglesia cuida y quiere donar a todos.
En el contexto de la Alianza se comprende también la observación de la Virgen: «No tienen vino» (v. 3). ¿Cómo es posible celebrar las bodas y hacer fiesta si falta aquello que los profetas indicaban como un elemento típico del banquete mesiánico (Cfr. Am 9,13-14; Jo 2,24; Is 25,6)? El agua es necesaria para vivir, pero el vino expresa la abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. Es una fiesta de bodas en la cual falta el vino; los nuevos esposos pasan vergüenza, sienten vergüenza y se avergüenzan de esto. Pero imaginen terminar una fiesta de bodas bebiendo te; sería una vergüenza. El vino es necesario para la fiesta. Transformando en vino el agua de las tinajas destinadas «a los ritos de purificación de los Judíos» (v. 6), Jesús realiza un signo elocuente: transforma la Ley de Moisés en Evangelio, portador de alegría. Como dice en otro pasaje el mismo Juan: «La Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo» (1,17).
Las palabras que María dirige a los sirvientes coronan el cuadro nupcial de Caná: «Hagan todo lo que él les diga» (v. 5). Es curioso: son sus últimas palabras reportadas en los Evangelio: son la herencia que nos entrega a todos nosotros. También hoy la Virgen nos dice a todos nosotros: «Hagan todo lo que él les diga». Es la herencia que nos ha dejado: ¡es bello! Se trata de una expresión que evoca la fórmula de fe utilizada por el pueblo de Israel en el Sinaí como respuesta a las promesas de la alianza: «Estamos decididos a poner en práctica todo lo que ha dicho el Señor» (Ex 19,8). Y en efecto en Caná los sirvientes obedecen. «Jesús dijo a los sirvientes: Llenen de agua estas tinajas. Y las llenaron hasta el borde. Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete. Así lo hicieron» (vv. 7-8). En estas bodas, de verdad viene estipulada una Nueva Alianza y a los servidores del Señor, es decir a toda la Iglesia, le es confiada la nueva misión: «Hagan todo lo que él les diga». Servir al Señor significa escuchar y poner en práctica su Palabra. Es la recomendación simple pero esencial de la Madre de Jesús y es el programa de vida del cristiano. Para cada uno de nosotros, sacar de las tinajas equivale a confiar en la Palabra de Dios para experimentar su eficacia en la vida. Entonces, junto al encargado del banquete que ha probado el agua convertida en vino, también nosotros podemos exclamar: «Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento» (v. 10). Si, el Señor continúa reservando aquel vino bueno para nuestra salvación, así como continua brotando del costado atravesado del Señor.
La conclusión de la narración suena como una sentencia: «Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él» (v. 11). Las bodas de Caná son mucho más que una simple narración del primer milagro de Jesús. Como en un cofre, Él cuida el secreto de su persona y el fin de su venida: el esperado Esposo da inicio a las bodas que se cumplen en el Misterio pascual. En estas bodas Jesús liga a sí a sus discípulos con una alianza nueva y definitiva. En Caná los discípulos de Jesús se convierten en su familia y en Caná nace la fe de la Iglesia. ¡A estas bodas todos nosotros estamos invitados, porque el vino nuevo no faltará más! Gracias.