Wednesday, April 25, 2012

sin oracion la vida es activismo dice el Papa

Benedicto XVI: Sin oración la vida se convierte en activismo que sofoca y no satisface El Papa Benedicto XVI explicó que sin la oración, que es la respiración del alma, la vida se convierte en un mero activismo que sofoca y no satisface; impidiendo además "ver la realidad con ojos nuevos". Así lo indicó el Santo Padre en su catequesis de la Audiencia general de este miércoles celebrada en la Plaza de San Pedro ante unos 20 mil fieles, en una reflexión sobre la oración en los primeros tiempos de la Iglesia con los Apóstoles. Benedicto XVI explicó que "sin la oración diaria vivida con fidelidad, nuestro obrar se vacía, pierde el alma profunda, se reduce a un simple activismo que nos deja insatisfechos. Todos los pasos de nuestra vida, todas las acciones –también las de la Iglesia– deben ser hechas ante Dios, en la oración, a la luz de su Palabra". Cuando la oración se alimenta con la Palabra de Dios, prosiguió, "se ve la realidad con ojos nuevos, con los ojos de la fe, y el Señor, que habla a la mente y al corazón, da nueva luz al camino en cualquier situación. Nosotros creemos en la fuerza de la Palabra de Dios y de la oración". "Si los pulmones de la oración y de la Palabra de Dios no alimentan la respiración de nuestra vida espiritual, nos arriesgamos a ahogarnos en medio de las mil cosas de todos los días. La oración es la respiración del alma y de la vida", alertó el Santo Padre. Cuando alguien reza, "incluso cuando nos encontramos en el silencio de una Iglesia o de nuestra habitación, estamos unidos en el Señor a numerosos hermanos y hermanas en la fe, como un conjunto de instrumentos que, manteniendo su individualidad, elevan a Dios una única gran sinfonía de intercesión, de acción de gracias y de alabanza", dijo el Papa. Sobre los primeros cristianos, Benedicto XVI dijo que "la Iglesia, desde el inicio de su camino, se ha encontrado con situaciones imprevistas que ha tenido que afrontar, nuevas cuestiones y emergencias a las que ha tratado de dar respuesta a la luz de la fe, dejándose guiar por el Espíritu Santo". Eso se manifestó ya en tiempos de los Apóstoles. El evangelista San Lucas narra en los Hechos "un problema serio que la primera comunidad cristiana de Jerusalén tuvo que resolver (…) sobre la pastoral de la caridad hacia las personas solas y necesitadas", cuestión difícil que podía provocar divisiones dentro de la Iglesia. "En este momento de emergencia pastoral, destaca la distinción realizada por los Apóstoles. Ellos se encuentran ante la exigencia primaria de anunciar la Palabra de Dios según el mandato del Señor, pero consideran con la misma seriedad el deber de proveer con amor a las situaciones de necesidad en las que encuentran los hermanos y las hermanas, para responder al mandamiento de Jesús: amaos los unos a los otros como yo os he amado". La decisión que toman es clara: no es justo que abandonen la oración y la predicación, por lo que "son elegidos siete hombres de buena reputación, los Apóstoles rezan para pedir la fuerza del Espíritu Santo, y luego les imponen las manos para que se dediquen de forma especial al servicio de la caridad". Esta decisión, explicó el Papa, "muestra la prioridad que debemos dar a Dios, a la relación con Él en la oración, tanto personal como comunitaria. Sin la capacidad de pararnos a escuchar al Señor, a dialogar con Él, se corre el riesgo de agitarse y preocuparse inútilmente por los problemas y las dificultades, incluidas las eclesiales y pastorales". Benedicto XVI recordó que los santos "han experimentado una profunda unidad de vida entre oración y acción, entre amor total a Dios y amor a los hermanos". San Bernardo, modelo de armonía entre ambos, "afirma que demasiadas ocupaciones, una vida frenética, a menudo terminan por endurecer el corazón y hacer sufrir al espíritu. Es una advertencia preciosa para nosotros en la actualidad, ya que estamos acostumbrados a valorar todo con el criterio de la productividad y de la eficiencia". "El episodio de los Hechos de los Apóstoles nos recuerda la importancia del trabajo, del esfuerzo en las actividades cotidianas, que hay que desarrollar con responsabilidad y dedicación; pero también nuestra necesidad de Dios, de que nos guíe, de su luz que nos da fuerza y esperanza". En español el Papa invitó "a todos a participar en la apasionante tarea de edificar la Iglesia de Cristo en todas sus facetas, no solamente con buena voluntad, sino santificando con la oración cada uno de los pasos de nuestro hacer. Muchas gracias".

Tuesday, April 24, 2012

el cambio de imagen de Benedicto XVI

El cambio de imagen de Benedicto XVI El papa a través de la mirada de los vaticanistas De una desconfianza inicial a un gran interés. Benedicto XVI es un papa que mejoró notablemente su imagen. De una figura mediatica inicial que lo presentaba como el panzer cardinal, un rottweiler de la fe, a la realidad de hoy: un intelectual gentil y humilde que aprendió a moverse entre la gente, una figura paternaque se ha hecho querer. Un reformador que no ha perdido nunca de vista su finalidad: la de anunciar Cristo al mundo y acercar a todos a la Iglesia. Un papa que enfrentó en primera línea y sin esconderse problemas tremendos como el de los abusos sexuales, ganándose así muchos enemigos. Esta es la imagen que se desprende de algunas entrevistas que ZENIT realizó a varios corresponsales y vaticanistas que siguen el pontificado de Benedicto XVI, incluso si algunos de ellos consideran que la dificultad de comunicar aún persiste. A continuación les presentamos algunos testimonios recogidos por ZENIT. Giovanna Chirri, vaticanista de la agencia italiana ANSA. “Este papa es un teólogo que si bien se volvió reformador, nunca perdió de vista su finalidad: anunciar Cristo al mundo. Se encontró con un montón de problemas, baste pensar a los casos de pedrastria y a la reforma financiera. Intervino con decisión. También la fuga de noticias y aquí intervino dentro de lo que se podía hacer. En su predicación de estos últimos días y en la semana santa, me parece evidente que la finalidad principal ha sido la de difundir la fe y que el mundo sea capaz de anunciar a Cristo”. Federic Mounier, enviado permanente del cotidiano francés La Croix en Roma. “He descubierto aquí en Roma una realidad diversa sobre Benedicto de lo que es su imagen en Francia. Este papa no es el panzer cardinal, sino un intelectual humilde, muy atento a escuchar a la gente, pero temo que su posición no sea debidamente escuchada hoy porque está afuera de las reglas habituales de la comunicación mediática. Porque él habla en profundidad, porque es un intelectual. Se toma el tiempo necesario para pensar, no se basa en las emociones. Por lo tanto su pensamiento es muy interesante pero lejano de la capacidad de la gente. Creo sea un gran desafío de su pontificado. Juan Lara, de la agencia EFE. “Personalmente tuve siempre más o menos la misma percepción sobre Benedicto XVI, porque siempre he seguido el Vaticano, pero ciertamente ha habido un cambio. O sea, al inicio de su pontificado se le veía como una persona demasiado seria, ortodoxa, conservadora. Pero con los hechos ha demostrado que es una persona amable con un pensamiento social bastante avanzado. Un hecho significativo durante su pontificado vino a flote: los casos de los abusos sexuales y la pedrastria. El papa afrontó el caso incluso poniéndose mucha gente en contra, pero no le importó con tal de hacer limpieza, y esto es significativo. El enfrentó el escándalo en primera línea”. Patricia K. Thomas APTN. Associate Press Television News. Como periodista lo veo desde cerca, creo que haya cambiado desde el inicio del pontificado porque es un hombre humilde y dispuesto a escuchar. Si me piden como lo ven en Estados Unidos, en estos días con el caso de un grupo de monjas americanas hubo una rabia que se desahogó via internet contra él y el Vaticano. Quien no frecuenta la misa piensa que quiera llevar a la Iglesia hacia atrás, que escuche más a los lefebvrianos que a las monjas americanas. Cuando fue a Estados Unidos en cambio subió su imagen, hablo contra la pederastia, etc. En cambio ahora está creciendo un poco la hostilidad”. Salvatore Izzo, vaticanista de la agencia italiana AGI. “Benedicto XVI está adquiriendo una figura paterna que antes no tenía. Es como cuando una persona no tiene hijos y vive en un condominio: todos los ruidos le dan fastidio. Después con el tiempo llegan los hijos y las cosas cambian. El está haciendo un gran esfuerzo para acercar a todos a la Iglesia, no solamente a los tradicionalistas pero también a otros movimientos más innovadores. Podría no parecer así pero es esto”. Maarten Lulof van Aalderen, corresponsal del cotidiano holandés De Telegraaf. “La percepción que la gente tenía de Benedicto XVI al inicio de su pontificado no ha cambiado para nada. Desde el punto de vista mediático era un papa profesor, esta era la idea y esta ha quedado. Un papa que aún encuentra dificultad para comunicar con la gente. No ha resuelto para nada este problema”. Elisabetta Piqué, corresponsal en Italia del diario argentino La Nación. “Benedicto XVI sin tener el carisma de Juan Pablo II, logró soltarse un poco en público, antes no osaba tocar a nadie, ahora abraza a los bebés y los acarocoa. Creo haya aprendió a manejarse co las masas. El aprendió a hacerse querer en cualquier parte adonde vaya, por ejemplo pienso en su último viaje a Cuba, en donde nadie entra en una iglesia, aquí se hizo querer, para no hablar de México. Cuando subió al papado estaba esta imágen mediática de un rottweiler, de un inquisidor. Cada vez que hubo un traspiés de comunicación él lo reconoció y demostró ser un papa con una personalidad muy amable, un intelectual pero muy humilde. Andrés Beltramo, vaticanista en Italia de la agencia mexicana Notimex. “Ha cambiado la percepción que la gente tenía sobre él, y sus viajes en varios países aceleraron esto. En el último viaje a México por ejemplo, al inicio la gente no lo conocía, particularmente porque -por así decir- quedaba debajo de la sombra de Juan Pablo II y había un gran interrogante sobre su persona. En cambio cuando lo conocieron personalmente se registró un cambio de actitud. Aquí los medios hablaron sobre él, a veces lo critican o reflexionan sobre el entusiasmo popular, pero es un hecho tempo temporal que pasa. En cambio él entra cuando la gente lo pudo ver y por lo tanto se queda con una percepción diversa de lo que cuentan los medio”. Alessandro Speciale, corresponsal vaticano de UCA News, Religion News y Vatican Insider. “Benedicto XVI se encontró delante a un desafío, una crisis, no seguramente sobre la cual él habría imaginado de construir su pontificado. Hablo de la pedrastría y los abusos sexuales. Y él delante de esta crisis supo dar la respuesta en a la altura de las circunstancias, lo que quizás muchos hombre al interno de la Iglesia no habrían sabido dar, pero habrían dado una respuesta instintiva: “el mundo ataca a la Iglesia”. En cambio este papa se dio cuenta que era un mal que estaba adentro y por lo tanto iba extirpado. Esto ha marcado su pontificado. Un desafío que no es esperaba pero al cual respondió estando a la altura de las circunstancias”.

Saturday, April 21, 2012

secretos del archivo secreto vaticano

Cuál es el gran secreto del Archivo Secreto?
Importancia de la apologética, la verdad sobre Pio XII, el Concilio Vaticano II y sobre todo la dimensión sacra de estos documentos: Jesucristo.
Autor: Dr. José María Montiu de Nuix |


RELIGIOSA ARCHIVORUM CUSTODIA

El Archivum Secretum Vaticanum, Archivo Secreto Vaticano, Archivo del Papa, cumple su cuarto centenario de existencia. Son cuatro siglos de servicio a la Santa Sede. Con tal motivo, durante los días 17 y 18 de abril de 2012, en Roma, ha tenido lugar la Reunión de Estudio "Religiosa Archivorum Custodia", destinada a estudiosos de los archivos. Ha sido un acontecimient o que ha revestido gran interés. El mismo ha sido presentado por el cardenal Raffaele Farina, Archivista y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana, siendo clausurado por el obispo Monseñor Sergio Pagano, Prefecto del Archivo Secreto Vaticano. Durante el desarrollo de dicha reunión diversos importantes archivistas han indicado algunas de las innumerables, y generalmente desconocidas, riquezas culturales contenidas en el Archivo Secreto Vaticano.

El Archivo Secreto Vaticano inició su andadura durante el Pontificado de Paulo V. Desarrollándose a través de una historia centenaria que pasa por contingencias tan importantes como el robo, por parte del gobierno napoleónico, de documentos del archivo. Llegando en la actualidad a contener millones de documentos, dispuestos en un total de ochenta y cinco kilómetros. La documentación contenida en el archivo abarca un amplio repertorio cultural, resultando interesante no s&o acute;lo para la religión y la historia eclesiástica, sino también, por ejemplo, para la historia general, pues nada verdaderamente humano es ajeno al cristianismo. Siendo dicho archivo, en virtud de la cantidad y de la cualidad de los documentos, uno de los archivos más importantes del mundo.

En un mundo que es noticia si un hombre muerde a un perro, pero no lo es si un perro muerde a un hombre; mundo de la comunicación en el que no está de moda la investigación, lo académico, lo científico, lo metódico, lo sistemático y lo profundo; se repara poco, especialmente por parte de algunas mentalidades escépticas, indiferentistas y laicistas, sobre la inmensa cantidad de documentación de que dispone la fe católica. Existencia de una mole mastodóntica de documentación que, incluso a nivel puramente humano, da una respetabilidad al fenómeno religioso. Actitud de res peto y de apertura que con su honestidad por la gracia de Dios puede llevar a las almas al encuentro con la belleza infinita de Jesucristo.

En el Archivo Secreto Vaticano se contienen, por ejemplo, documentos de los Sumos Pontífices, noticias relativas al Santo Padre, documentos de las nunciaturas de muchísimos países del mundo, etc. Ilustraremos esto con algunos ejemplos.

Relativamente al pontificado del Santo Padre Pío XII, se contiene una cantidad innumerable de documentos, inmensa montaña de escritos, en los que resplandece la actitud caritativa de Su Santidad con respecto a las víctimas de la guerra mundial, particularmente para con los judíos. En la documentación se puede contemplar, en los mismísimos escritos de los protagonistas, como se dirigían al Romano Pontífice en petición de ayuda, como recibían una respuesta solidaria y como expresaban su agradecimiento al Sant o Padre. Tantas personas judías, cuyos nombres ha olvidado la historia, rostros olvidados, que expresan en la voz del sentimiento y de la vivencia más existencial su situación antes y después de la ayuda del Romano Pontífice. ¡Cuánto mejor habrían hablado de Su Santidad Pío XII algunas personas que han escrito sin fundamento si hubiesen leído esta información, si se hubiesen documentado seriamente! ¡Ciertamente, una historia seria es la que respeta el contenido que se encuentra en las fuentes!

Reiteradamente, algunos teólogos, en nombre del Concilio Vaticano II, han negado el verdadero contenido doctrinal del Concilio. Actitud verdaderamente paradójica y absurda. Ha sido una verdadera negación del Concilio, sustituida por una mera ideología incompatible con la verdadera fe católica. Por lo mismo, los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI han pedido que se conocie ra el verdadero contenido del Concilio Vaticano II y que hubiese fidelidad al mismo, señalando además el Concilio como uno de los eventos eclesiales más importantes del siglo XX. En el Archivo Secreto Vaticano se contiene también el archivo del Concilio Vaticano II, creado éste por voluntad de Su Santidad Pablo VI. De este modo se ofrece al estudioso la posibilidad de profundizar en la inteligencia de los textos del Concilio, en fidelidad al Magisterio de la Iglesia. Ayudando así al equilibrio en el que se conjugan la fidelidad a la doctrina perenne con la necesidad de que la misma sea llevada al hombre de hoy, de modo que la misma luz del Sol ilumine el tiempo sucesivo y todos los ambientes actuales.

El estudio documentado de la historia permite, por ejemplo, constatar como en el conflicto entre el emperador Napoleón Bonaparte y el Romano Pontífice, estando de parte de aquel la fuerza agresiva y de parte de é ste el sufrimiento, el Pontificado resultó triunfante. Napoleón terminó hundiéndose, mientras que el Pontificado resplandece.

Pero, la pregunta que estará naciendo en la mente de tantos es, sin duda, la siguiente: ¿Cuál es el gran secreto del Archivo Secreto? O, en otras palabras, ¿cuál es el gran contenido de este archivo? La respuesta se puede encontrar en una persona que es digna de crédito porque fue un verdadero testimonio, que escribió no con una pluma o con tinta sino con su misma sangre, devorado por las fieras, San Ignacio de Antioquía. Dice al respecto: "Para mí el archivo es Jesucristo, mis archivos inamovibles son su cruz, su muerte y su resurrección y la fe que procede de Él, en ésta quiero por vuestra oración ser santificado". En otras palabras: La gran noticia, la Buena Noticia, es Jesucristo. O, en palabras de San Juan de la Cruz: Dios Padre nos lo ha comunicado todo en Jesucristo, Verbo encarnado, Palabra de Dios. En Jesucristo lo tenemos todo, de modo tal que Dios Padre después de comunicárnoslo todo en Jesucristo se ha quedado como mudo. O como decía San Pablo: Para mí la vida es Jesucristo. Pablo de Tarso, hombre de fuego, sólo quería conocer a Jesucristo. Teresa del Niño Jesús hace eco a estas palabras al decir: Para mí la alegría es amar a Jesucristo. Y, Juan de la Cruz, sólo quería amar. Es desde esta perspectiva que se entiende la dimensión religiosa, la clave sacra, del Archivo del Papa. Y desde esta óptica se entiende la entraña del título elegido para estas sesiones de estudio: "Religiosa Archivorum Custodia". Título que aúna la academicidad científica de los clásicos con la dimensión religiosa, a la vez que nos da la llave que abre en su mayor profundidad l a puerta del Archivo Secreto, permitiéndonos explorarlo en su más grande panorámica desplegada ya ante nuestros ojos.

Dr. José María Montiu de Nuix

relevancia de nuestros blogs catolicos

Cómo medir nuestra influencia en las redes? Seguro que se habrá hecho esta pregunta más de una vez: ¿Existen indicadores que nos permitan saber si nuestra actividad en la red tiene repercusión o no? En el caso de los blogs, al ser una red social con un marcado carácter unidireccional, nos puede interesar conocer los siguientes parámetros: · Visitas: Número bruto de accesos al blog · Visitantes únicos: Personas diferentes que acceden. Puede ser que una sola persona acceda varias veces y produzca un incremento de visitas. · Tiempo de permanencia: Cuanto más tiempo de permanencia, la temática del blog logra conectar con los visitantes. Tener muchas visitas de pocos segundos está bien, pero que estas sean de al menos un minuto, de media, implica que lo que escribimos se lee con atención. · Lugar de acceso: Desde qué países y zonas se lee más nuestro blog. A veces nos sorprenderá ver que nos ha visitado una persona de algún país exótico. · Cómo se accede: desde un enlace directo, facebook, twitter, buscadores, etc. En el caso de acceso desde buscadores: · Tópicos más frecuentes: Cuáles son las palabras o frases que más atraen a nuestros lectores. · Relevancia de estos tópicos en los búscadores: Con este dato podemos darnos cuenta de la relevancia que tienen nuestros escritos en la red. De todos ellos, los tres primeros son los más importantes, ya que pueden servirnos para evaluar que interés tiene nuestro blog. ¿Cómo recoger estos datos? Yo utilizo dos medidores: Google Analytics (http://www.google.com/intl/es/analytics/)y un contador de statcounter (http://statcounter.com/). Ambos son gratuitos y me dan información complementaria. Las estadísticas de Analytics son bastante buenas en general, pero no nos muestra con facilidad los tópicos más relevantes y el grado de relevancia. Statcounter lo realiza de forma bastante precisa. Si hablamos de Facebook, twitter, G+ u otras redes, también es interesante saber qué impacto tenemos. La verdad es que medir este impacto es complicado. Hay factores que se nos escapan a primera vista y que recolectarlos nos llevaría un trabajo considerable. Afortunadamente existe una herramienta que nos permite tener alguna noción de este impacto. Les hablo de Klout (http://klout.com) Klout mide nuestra influencia en las redes utilizando datos de nuestra actividad en las mismas redes. Para realizar las medidas toma los datos de redes como Facebook, twitter, G+, blogger, wordpress, etc y procesa las intervenciones, las reacciones y el recorrido de los mensajes Kout busca responder a las siguientes preguntas: ¿Hay otras personas que confían en nuestras opiniones? ¿Qué temas son los que más influyen en nuestra red social? Para responder esto, toma datos sobre nuestra red y la de quienes interactúan con nosotros. Número de “me gusta”, mensajes compartidos, respuestas a los temas que colocamos en nuestro muro, favoritos en twitter, etc son la base para elaborar una serie de gráficos: Score Analysis: es un gráfico resumen de nuestra influencia en la red True Reach: Muestra cómo varía el número de personas a las que influenciamos Amplification: Señala qué grado de influencia tiene nuestras intervenciones en la red social. Klout nos clasifica según nuestro comportamiento en la red. Podemos ver esta clasificación y la de nuestros amigos en la opción Klout Style. Podemos ver si actuamos como observadores, exploradores, activistas, especialistas, networkers, aficionado, conversadores, socializadores, broadcasters (locutores), creador de gustos o en el summun de la clasificación, Celebrity (celebridades). Otra opción interesante es ver las características de otras personas y compararlas con nosotros. No es cuestión de empezar una carrera de envidias, sino de entender qué sucede con nosotros en la red. Dicho todo esto, es necesario indicar que Klout no es una herramienta definitiva ni una panacea. En un curioso juguete con el que empezar a entender algunas de las claves de la red. Como católicos interesados en la evangelización a través de las redes, nos puede aportar alguna información útil para focalizar nuestras acciones en el tipo de comportamiento qué más se ajusta a nosotros. También nos puede permitir saber qué hace bien alguna persona que tiene cierto “éxito” dentro de su red. Si deciden unirse a Klout, pueden encontrar mi perfil en: http://klout.com/#/NestorMN No olviden orar por nuestro Papa Benedicto, que acaba de cunplir 85 años y su séptimo año de pontificado. Que el Señor le dé muchos años más de salud y fuerzas. En próxima entrada espero comentar un breve discurso que Su Santidad ha pronunciado para los participantes en el congreso nacional (italiano) "Testimonios digitales. Rostros y lenguajes en la era digital", promovido por la Conferencia Episcopal Italiana.

En el aniversario 7 del pontificado de Benedicto XVI

Un mensaje incómodo Benedicto XVI renueva la necesidad de un baño de humildad en la Iglesia. Para todos, sin excluir a nadie Uno de los destinos que probablemente ya tenía asignados Benedicto XVI, el Papa teólogo convertido en Pontífice a los 78 años, es similar al de su predecesor Pablo VI, que lo convirtió en arzobispo de Munich y lo creó cardenal en el ya lejano 1977: el de ser criticado tanto por la derecha como por la izquierda, terminando por no ser comprendido más a menudo de cuanto cabría pensar, incluso por quien se profesa «ratzingeriano» y por lo tanto tendría que a yudarle a transmitir su mensaje. Hace siete años, en el momento de la elección, sobre Joseph Ratzinger, durante más de veinte años prefecto del antiguo Santo Oficio gravitaba el cliché que le daban los medios de comunicación del «panzerkardinal» conservador, del inflexible guardián de la ortodoxia que habría «detenido» los estímulos innovadores de Juan Pablo II, del cual en cambio había sido un fiel y dócil colaborador. También el de Pablo VI se considera un papado «cerrado» respecto a las esperanzas suscitadas por su predecesor Juan XXIII. La reconciliación con los tradicionalistas lefebvrianos, ya inminente, precedida por la decisión de consentir la celebración de la misa antigua, le ha costado a Benedicto XVI un disenso difundido incluso entre algunos obispos: el Papa pretendía favorecer la posibilidad de que el viejo r ito preconciliar y el nuevo rito posconciliar se enriquecieran mutuamente, haciendo recuperar en mayor medida al primero el sentido de lo sacro y del encuentro con el misterio -a veces demasiado reajustado por la dejadez y por los abusos litúrgicos- y haciendo descubrir al segundo la riqueza de las Sagradas Escrituras introducidas en la nueva misa. El intento, solo en parte ha sido un éxito: a causa de las reacciones no siempre compuestas y comprensivas a la voluntad del Papa, pero también por el nacimiento de formas de esteticismo que no tienen que ver para nada con la esencia de la liturgia. Pero Benedicto XVI ha sido acusado, por otra parte, también por quien se esperaba de él «mano dura» y un «enderezamiento doctrinal», además de una reafirmación de la identidad cristiana europea de frente al islam. Y si a la izquierda está considerado demasiado proyectado en el pasado e incapaz de leer la s señales de los tiempos, a la derecha se le considera demasiado débil. Tanto los «progresistas» como los «ratzingerianos» desilusionados, terminan olvidando el corazón del mensaje de Benedicto XVI. Un Papa que en mayo de 2010, en Fátima dijo: «Cuando, para muchos, la fe católica ya no es un patrimonio común de la sociedad y, a menudo, se ve como una semilla insidiada y ofuscada por “divinidades” y señores de este mundo, muy difícilmente esta podrá tocar los corazones mediante simples discursos o referencias morales, y menos todavía a través de referencias genéricas a los valores cristianos. La referencia valerosa e integral a los principios es esencial e indispensable; sin embargo el simple enunciado del mensaje no llega al fondo del corazón de la persona, no toca su libertad, no cambia su vida. Lo que fascina es sobre todo el encuentro c on personas creyentes que, por medio de la fe, atraen hacia la gracia de Cristo, dando testimonio de Él». Palabras de un obispo de Roma que al principio de su pontificado había dicho: «el nuevo Papa sabe que su función es hacer resplandecer ante los ojos de los hombres y las mujeres de hoy la luz de Cristo: no su luz, sino la de Cristo». En una Iglesia donde siguen resonando diariamente tanto referencias éticas como insistentes llamamientos a descubrir de nuevo los valores cristianos, en una Iglesia atravesada por una profunda crisis (a la situación «dramática» hizo referencia Benedicto XVI mismo en la homilía de la misa crismal), flagelada por el escándalo de la pederastia, por el cisma silencioso de los llamamientos a la desobediencia firmados por sacerdotes en varios países europeos, por el afán de carrera desgraciadamente difundido entre los eclesiásticos, por l as fugas de documentos y por las grietas en la organización del aparato de la curia, el anciano Papa alemán sigue llamando a la conversión, a la penitencia y a la humildad. Desde Alemania el pasado septiembre invitó a la Iglesia a ser menos mundana: «Los ejemplos históricos muestran que el testimonio misionero de una Iglesia “desmundanizada” emerge de manera más clara. Liberada de los fardeles y de los privilegios materiales y políticos, la Iglesia puede dedicarse mejor y de manera verdaderamente cristiana al mundo entero, puede abrirse verdaderamente al mundo...». Dos meses más tarde, en vuelo hacia Benín, dijo: «Es importante que el cristianismo no se muestre como un sistema difícil, europeo, que otro no pueda entender ni poner en práctica, sino como un mensaje universal de que Dios existe, de que Dios tiene que ver con nosotros, de que Dios nos conoce y nos ama y de qu e la religión concreta conlleva colaboración y fraternidad. Por lo tanto, un mensaje simple y concreto». Muy lejano de triunfalismos, Benedicto XVI a los nuevos cardenales el asado 19 de febrero les recordó: «El servicio a Dios y a los hermanos, el don de sí: esta es la lógica que la fe auténtica imprime y desarrolla en nuestra vivencia cotidiana y que en cambio no lo es el estilo mundano del poder y de la gloria». Las palabras más duras, dramáticas y realistas sobre la situación han sido pronunciadas precisamente por un Papa apacible que se muestra sereno incluso durante la tempestad, pero que ante los ataques reconoce: «los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo llegan desde fuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia vienen precisamente de su interior, del pecado que existe en la Iglesia. Esto también se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de una manera realm ente aterradora: que la mayor persecución de la Iglesia no proviene de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia y que la Iglesia por lo tanto tiene una profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación». Como ha explicado Ratzinger en la homilía de la misa celebrada en Lisboa el 11 de mayo de 2010: «A menudo nos preocupamos afanosamente por las consecuencias sociales, culturales y políticas de la fe, dando por descontanto que esta fe existe, algo que desgraciadamente corresponde cada vez menos a la realidad. Se ha puesto una confianza quizás excesiva en las estructuras y en los programas eclesiales, en la distribución de poderes y de funciones; ¿pero que sucederá si la sal se vuelve sosa?» Ante los ataques y las «cruces» del pontificado, ante los escándalos y el mal funcionamiento del aparato de la curia, ante el af&aacut e;n de carrera de los eclesiásticos, Benedicto XVI renueva -como hizo también con los nuevos purpurados en el último consistorio- la necesidad de un baño de humildad en la Iglesia. Para todos, sin excluir a nadie. Solo quien es humilde, efectivamente, sabe que necesita ayuda, apoyo, que Otro le ilumine. Solo el humilde puede hacer resplandecer la luz de Cristo, aquella de la cual los hombres y las mujeres de hoy tienen una profunda necesidad.

Thursday, April 19, 2012

un nuevo sitio catolico en el internet

Catholic-link.com es un sitio web creado hace un año por un grupo de jóvenes universitarios de distintos países, que difunde de una manera creativa e innovadora las verdades de la fe católica según las exigencias de hoy.

La idea de crear este sitio web nació de los jóvenes Luis Delgado, ingeniero de sistemas; Mauricio Artieda, estudiante de ciencias de la comunicación, y Daniel Prieto, estudiante de filosofía y futuro sacerdote.

"Todo empezó con un amigo sacerdote, que cansado de no encontrar los videos católicos que periódicamente le enviaba a su correo, me aconsejó crear un blog donde clasificara y comentara esos recursos. Me pareció una idea excelente y así nació catholic-link.com", explicó Artieda, peruano de 27 años y director de la web.

Debido a la difusión y acogida del blog, al poco tiempo se transformó en una página web, que actualmente almacena y difunde recursos audio-visuales, y cuenta para ello con un pequeño equipo de jóvenes universitarios que semanalmente clasifican, comentan y difunden videos católicos útiles para el apostolado.

Aunque por ahora no están abocados a la producción audio-visual, Catholic-link tiene algunas producciones propias, entre ellas el video más visto sobre la Iglesia Católica en español de youtube http://www.youtube.com/watch?v=ntwncXj8DTE

Prieto, chileno de 25 años y miembro del proyecto afirmó con entusiasmo que la iniciativa ha sido una gran bendición: "todas las semanas nos llegan correos de catequistas, seminaristas, profesores de religión y muchas personas que nos dicen que los recursos que publicamos los ayudan mucho en su apostolado"

Para visitar el sitio web ingrese a: http://www.catholic-link.com, en Facebook: https://www.facebook.com/Catholiclink y Twitter: @catholic_link

Enfermedades Liturgicas

Un conocido sacerdote de Zaragoza, que quiere mantener el anonimato, ha redactado para la publicación de la Hoja Diocesana (Iglesia en Zaragoza, núm. 1.621), un interesante artículo sobre las enfermedades litúrgicas más comunes.

Sería muy bueno que durante este tiempo de Pascua, intentáramos en nuestras parroquias y comunidades vacunarnos contra ellas... Durante mi ministerio sacerdotal he apreciado, en las diferentes comunidades a las que he servido, diferentes patologías durante las celebraciones litúrgicas que se agudizan en mayor o menor medida dependiendo de las circunstancias y de las cuales paso a describir sus síntomas:


LA AFASIA LITÚRGICA

Es la primera de ellas. Es un súbito bloqueo que observamos de las personas que entran por la puerta del templo y que bloquea totalmente los órganos vocales durante los cantos y las respuestas al final de las oraciones e incluso a la hora de contestar “amén” al recibir la comunión. Es un mal que ataca más a los hombres que a las mujeres. Es totalmente virulento en la celebración de las bodas y bautizos, ya que suele paralizar totalmente los mecanismos de la fonación. Suele curarse en seguida, en el momento que se toma un café o una cerveza en el bar de la esquina más cercana a la iglesia.


LA DELANTERO-FOBIA

Es la seg unda enfermedad que aprecio muchas veces en los feligreses. Se produce nada más entrar por la puerta del atrio, los síntomas no tardan en aparecer: temblores en las piernas y un miedo irremediable a ponerse en los primeros bancos de la iglesia. Otra acepción de esta enfermedad es “humildad litúrgica”, el que padece este mal suele tener un ataque apenas entra por la puerta. Es un mal muy útil para casos de incendio o evacuación precipitada del local. Sirve también para no sentirse aludidos con los reproches de Jesús en el evangelio a los fariseos soberbios acusados de ocupar los primeros bancos.


LA DOBLE CORRIENTE AURICULAR

Esta enfermedad todavía es más grave. Es un mal que se debe a la apertura de ambos conductos auriculares, que permite que el sonido que entra por uno, salga libremente por el opuesto, sin pasar por el cerebro ni el corazón. En sus orígenes fu e descubierta por un antiguo párroco de Santa Engracia llamado Don Mariano Carilla, que subía al púlpito, sin notar que estaban abiertos los recién inaugurados micrófonos: “Predica, predica, Mariano, que para el caso que te hacen...” Los síntomas de esta enfermedad se vuelven agudos cuando se dan avisos, recomendaciones, o se convoca a algún acto a celebrar.


SÍNDROME HOMILÉTICO

Es un estado de semi-trance (no producido por el incienso, como algunos creían) que se resuelve, en algún caso, en cabezadas o hasta ronquidos. El paciente tiende a perder contacto con la realidad y a menudo padece una defectuosa percepción del paso del tiempo. Se manifiesta sólo cuando el sacerdote comienza a predicar la homilía. Los estudiosos del tema nos comunican, que incluso hay personas que en ese momento les da por comenzar a rezar el Rosario. En casos agudos se puede caer hasta en la total inconsciencia, que sólo desaparece cuando los demás, se ponen en pie tras la homilía y comienzan a rezar el credo.

Tuesday, April 17, 2012

HOMILÍA DEL PAPA EN EL DÍA DE SU CUMPLEAÑOS

HOMILÍA DEL PAPA EN EL DÍA DE SU CUMPLEAÑOS

Ciudad del Vaticano, 17 abril 2012 (VIS).- Ayer por la mañana, en la Capilla Paolina del Palacio Apostólico, tuvo lugar una Santa Misa de Acción de Gracias por los dos aniversarios que el Santo Padre celebra esta semana: su cumpleaños (ayer, 16 de abril, 85 años) y su elección al solio pontificio hace siete años (el 19 de abril). A la Misa asistieron los miembros del colegio cardenalicio y una amplia representación del episcopado de la tierra natal de Benedicto XVI.

En su homilía, el Papa recordó que, en el día de su nacimiento y de su bautismo, la liturgia de la Iglesia ha colocado tres hitos que, dijo, “me indican a dónde lleva el camino y que me ayudan a encontrarlo”: la memoria de santa Bernadette Soubirous, la vidente de Lourdes; la de San Benedicto José Labre; y, el Sábado Santo, que en el año de su nacimiento fue el 16 de abril.

Santa Bernadette, crecida en medio de una pobreza “difícilmente imaginable (…) sabía mirar con corazón puro y genuino. María le indica un manantial, (…) agua pura e incontaminada, agua que es vida, que da pureza y salud. (…) Pienso que podemos considerar este agua como una imagen de la verdad que nos viene al encuentro en la fe: la verdad incontaminada. (…) Esta pequeña santa ha sido siempre para mí un signo que me ha indicado de dónde procede el agua viva que necesitamos -el agua que nos purifica y da la vida-, y un signo de cómo deberíamos ser: con todo el saber y todas las capacidades, que son necesarias, no debemos perder (...) la mirada simple del corazón, capaz de ver lo esencial; debemos rogar al Señor para que podamos conservar siempre la humildad que permite al corazón ver lo que es simple y esencial, la belleza y la bondad de Dios, y encontrar así el manantial del que brota el agua que da la vida y purifica”.

El Papa recordó a continuación que Benedicto José Labre, que vivió en el siglo XVIII, “fue un santo un tanto particular que, mendigando, peregrinó de un santuario a otro y no quiso hacer otra cosa que rezar, y con ello dar testimonio de lo que cuenta de verdad en esta vida: Dios. (…) Nos muestra que (…) más allá de lo que puede haber en este mundo, más allá de nuestras necesidades y capacidades, lo esencial, es conocer a Dios. Él solo basta”. La vida del santo, que recorrió toda Europa viajando santuario en santuario, “hace evidente que quien se abre a Dios no se aleja del mundo y de los hombres, sino que encuentra hermanos; (…) solo Dios puede eliminar las fronteras, porque gracias a Él somos todos hermanos”.

“Por último -continuó Benedicto XVI- está el Misterio Pascual. El día en que nací, gracias a la atención de mis padres, renací también en el agua y en el Espíritu (...) La vida biológica de por sí es un don, y sin embargo está rodeada por una gran pregunta. Se convierte en un don verdadero sólo si, junto con ella, hay una promesa que es más fuerte que cualquier desventura que nos amenace, si se sumerge en una fuerza que asegura que es bueno ser hombre, que para esta persona es un bien cualquier cosa que el futuro traiga. Por lo tanto, al nacimiento se asocia el renacimiento, la certeza de que, en verdad, es bueno existir, porque la promesa es más fuerte que la amenaza. Este es el sentido de la regeneración por el agua y el Espíritu (…) Ahora, el renacimiento se nos da en el bautismo, pero tenemos que seguir creciendo en la fe, tenemos que seguir dejándonos sumergir en la promesa de Dios para nacer realmente de nuevo en la grande y nueva familia de Dios, que es más fuerte que todas las debilidades y todas las potencias negativas que nos amenazan”.

“El dia que me bautizaron (…) era Sábado Santo. Entonces se solía anticipar la Vigilia Pascual a la mañana, a la que habría seguido todavía la oscuridad del Sábado Santo sin el Aleluya. Me parece que esta singular paradoja, esta anticipación singular de la luz en un día oscuro, puede ser casi una imagen de la historia de nuestros tiempos. Por un lado, todavía permanecen el silencio de Dios y su ausencia; pero en la resurrección de Cristo está ya la anticipación del 'sí' de Dios; y, basándonos en esta anticipación, vivimos y a través del silencio de Dios, escuchamos su palabra, y por medio de la oscuridad de su ausencia entrevemos su luz. La anticipación de la resurrección en medio de una historia que evoluciona es la fuerza que nos muestra el camino y que nos ayuda a seguir adelante”.

“Me encuentro en la recta final del viaje de mi vida y no sé qué me espera -concluyó el Papa-. Sé, sin embargo, que la luz de Dios existe, que Él ha resucitado, que su luz es más fuerte que cualquier oscuridad; que la bondad de Dios es más fuerte que cualquier mal de este mundo. Y esto me ayuda a seguir adelante con seguridad. Esto nos ayuda a seguir adelante, y en esta hora doy las gracias a todos aquellos que constantemente me hacen sentir el 'sí' de Dios a través de su fe”.

Tuesday, April 10, 2012

por que tiene exito el Papa Benedicto XVI?

El éxito de Benedicto: un éxito del humanismo



Algunos esperaban un Papa frío y con poco sentido del humor; insensible a la jovialidad de los mexicanos y a la espontaneidad de los cubanos. La realidad fue radicalmente opuesta: la sonrisa en el rostro maduro de Benedicto XVI no se desvaneció durante su vista, principalmente al acercarse a los fieles para confirmarles en la fe. Todo esto a pesar de los años y del cansancio.

Se dice que el Papa Ratzinger nunca rompe un protocolo, pero en México hubo una excepción. El candor del pueblo y el mariachi tradicional durante la cena del domingo 25 de marzo de 2012, bastó para penetrar un profundo sentimiento en el corazón del Papa. “Muchísimas gracias”, dijo el pontífice, “por este entusiasmo. Nunca, nunca, he sido recibido con tanto entusiasmo. Debo decir que México va a permanecer siempre en mi corazón. Ahora puedo entender por qué el Papa Juan Pablo II decía ‘ahora me siento un Papa mexicano’ ”. Agregó ante la ovación de la multitud.

Los medios de comunicación atribuyeron a la cultura y tradición católicas el éxito de la visita papal y la resonancia del mensaje de Benedicto XVI. La afirmación mediática presenta, sin embargo, uno de los dos polos. No es conveniente ceder todo el peso del triunfo de estos días a la sola cultura, olvidando lo que sustenta el contenido de ella. El fundamento, en última instancia, es precisamente la naturaleza del hombre, su apertura intrínseca a los valores, al bien y a la verdad. El catolicismo en México, importado desde la península Ibérica en el siglo XVI, se ha convertido hasta nuestros días en raíz que favorece la expansión y el desarrollo de una sociedad con libertad interior.

El hombre de hoy está cansado y hastiado del sinsentido de los últimos años, fruto de ideologías reduccionistas: exaltación del sentimiento, la libertad o Dios, el hombre máquina de trabajo forzado, etc. Tiene sed de oír el canto de la verdad que la instrumentalización del cientificismo le ha arrebatado. La cultura de los valores auténticos y el éxito del humanismo integral es un desafío. La técnica y los valores artificiales pretenden abarcar más áreas de la vida del hombre, inclusive se ha llegado a afirmar la no existencia de la libertad, con fundamento en los movimientos del cerebro, como pretende la Neurociencia. Y, ¿dónde queda la mirada desinteresada por la belleza natural? No obstante el esfuerzo del pensamiento materialista, el hombre es consciente de la necesidad del pan para su espíritu; aspira a la verdad sobre su propio ser.

El mundo contemporáneo se asemeja a Pilato en el pretorio; interroga sobre la verdad y no persevera en su búsqueda. Conviene purificar las culturas y a cada hombre mediante el esfuerzo por pensar correctamente. Es famoso un pensamiento de Blaise Pascal: «Trabajemos hasta pensar bien» (Travaillons donc à bien penser). «Crear una civilización del amor» fue el esfuerzo del beato Juan Pablo II, y no deja de ser el mensaje de Benedicto XVI.

Separar radicalmente de la vida del hombre y del progreso de los pueblos a Dios, Sumo Bien, significa sustraerse, tarde o temprano, a lo que es el hombre mismo. Pablo VI, en su Populorum Progressio, afirma al respecto que una situación así comporta la destrucción del hombre. El verdadero humanismo que satisface las necesidades más profundas no se aparta de la libertad religiosa y de los valores trascendentes. Parafraseando a Joseph Ratzinger en “Jesús de Nazaret I”: «el reino de Dios es el reino del humanismo».

Saturday, April 07, 2012

mensaje del Papa en la Vigilia Pascual 2012

Queridos hermanos y hermanas:

Pascua es la fiesta de la nueva creación. Jesús ha resucitado y no morirá de nuevo. Ha descerrajado la puerta hacia una nueva vida que ya no conoce ni la enfermedad ni la muerte. Ha asumido al hombre en Dios mismo. «Ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios», dice Pablo en la Primera Carta a los Corintios (15,50).

El escritor eclesiástico Tertuliano, en el siglo III, tuvo la audacia de escribir refriéndose a la resurrección de Cristo y a nuestra resurrección: «Carne y sangre, tened confianza, gracias a Cristo habéis adquirido un lugar en el cielo y en el reino de Dios» (CCL II, 994). Se ha abierto una nueva dimensión para el hombre.

La creación se ha hecho más grande y más espaciosa. La Pascua es el día de una nueva creación, pero precisamente por ello la Iglesia comienza la liturgia con la antigua creación, para que aprendamos a comprender la nueva. Así, en la Vigilia de Pascua, al principio de la Liturgia de la Palabra, se lee el relato de la creación del mundo. En el contexto de la liturgia de este día, hay dos aspectos particularmente importantes.

En primer lugar, que se presenta a la creación como una totalidad, de la cual forma parte la dimensión del tiempo. Los siete días son una imagen de un conjunto que se desarrolla en el tiempo. Están ordenados con vistas al séptimo día, el día de la libertad de todas las criaturas para con Dios y de las unas para con las otras. Por tanto, la creación está orientada a la comunión entre Dios y la criatura; existe para que haya un espacio de respuesta a la gran gloria de Dios, un encuentro de amor y libertad. En segundo lugar, que en la Vigilia Pascual, la Iglesia comienza escuchando ante todo la primera frase de la historia de la creación: «Dijo Dios: “Haya luz”» (Gn. 1,3). Como una señal, el relato de la creación inicia con la creación de la luz. El sol y la luna son creados sólo en el cuarto día. La narración de la creación los llama fuentes de luz, que Dios ha puesto en el firmamento del cielo. Con ello, los priva premeditadamente del carácter divino, que las grandes religiones les habían atribuido.

No, ellos no son dioses en modo alguno. Son cuerpos luminosos, creados por el Dios único. Pero están precedidos por la luz, por la cual la gloria de Dios se refleja en la naturaleza de las criaturas.

¿Qué quiere decir con esto el relato de la creación? La luz hace posible la vida. Hace posible el encuentro. Hace posible la comunicación. Hace posible el conocimiento, el acceso a la realidad, a la verdad. Y, haciendo posible el conocimiento, hace posible la libertad y el progreso. El mal se esconde. Por tanto, la luz es también una expresión del bien, que es luminosidad y crea luminosidad. Es el día en el que podemos actuar.

El que Dios haya creado la luz significa: Dios creó el mundo como un espacio de conocimiento y de verdad, espacio para el encuentro y la libertad, espacio del bien y del amor. La materia prima del mundo es buena, el ser es bueno en sí mismo. Y el mal no proviene del ser, que es creado por Dios, sino que existe solo en virtud de la negación. Es el «no».

En Pascua, en la mañana del primer día de la semana, Dios vuelve a decir: «Haya luz». Antes había venido la noche del Monte de los Olivos, el eclipse solar de la pasión y muerte de Jesús, la noche del sepulcro. Pero ahora vuelve a ser el primer día, comienza la creación totalmente nueva. «Haya luz», dice Dios, «y hubo luz». Jesús resucita del sepulcro.

La vida es más fuerte que la muerte. El bien es más fuerte que el mal. El amor es más fuerte que el odio. La verdad es más fuerte que la mentira. La oscuridad de los días pasados se disipa cuando Jesús resurge de la tumba y se hace él mismo luz pura de Dios. Pero esto no se refiere solamente a él, ni se refiere únicamente a la oscuridad de aquellos días. Con la resurrección de Jesús, la luz misma vuelve a ser creada. Él nos lleva a todos tras él a la vida nueva de la resurrección, y vence toda forma de oscuridad. Él es el nuevo día de Dios, que vale para todos nosotros.

Pero, ¿cómo puede suceder esto? ¿Cómo puede llegar todo esto a nosotros sin que se quede sólo en palabras sino que sea una realidad en la que estamos inmersos? Por el sacramento del bautismo y la profesión de la fe, el Señor ha construido un puente para nosotros, a través del cual el nuevo día viene a nosotros. En el bautismo, el Señor dice a aquel que lo recibe: Fiat lux, que exista la luz. El nuevo día, el día de la vida indestructible llega también para nosotros. Cristo nos toma de la mano. A partir de ahora él te apoyará y así entrarás en la luz, en la vida verdadera. Por eso, la Iglesia antigua ha llamado al bautismo photismos, iluminación.

¿Por qué? La oscuridad amenaza verdaderamente al hombre porque, sí, éste puede ver y examinar las cosas tangibles, materiales, pero no a dónde va el mundo y de dónde procede. A dónde va nuestra propia vida. Qué es el bien y qué es el mal. La oscuridad acerca de Dios y sus valores son la verdadera amenaza para nuestra existencia y para el mundo en general. Si Dios y los valores, la diferencia entre el bien y el mal, permanecen en la oscuridad, entonces todas las otras iluminaciones que nos dan un poder tan increíble, no son sólo progreso, sino que son al mismo tiempo también amenazas que nos ponen en peligro, a nosotros y al mundo.

Hoy podemos iluminar nuestras ciudades de manera tan deslumbrante que ya no pueden verse las estrellas del cielo. ¿Acaso no es esta una imagen de la problemática de nuestro ser ilustrado? En las cosas materiales, sabemos y podemos tanto, pero lo que va más allá de esto, Dios y el bien, ya no lo conseguimos identificar. Por eso la fe, que nos muestra la luz de Dios, es la verdadera iluminación, es una irrupción de la luz de Dios en nuestro mundo, una apertura de nuestros ojos a la verdadera luz.

Queridos amigos, quisiera por último añadir todavía una anotación sobre la luz y la iluminación. En la Vigilia Pascual, la noche de la nueva creación, la Iglesia presenta el misterio de la luz con un símbolo del todo particular y muy humilde: el cirio pascual. Esta es una luz que vive en virtud del sacrificio. La luz de la vela ilumina consumiéndose a sí misma. Da luz dándose a sí misma. Así, representa de manera maravillosa el misterio pascual de Cristo que se entrega a sí mismo, y de este modo da mucha luz. Otro aspecto sobre el cual podemos reflexionar es que la luz de la vela es fuego. El fuego es una fuerza que forja el mundo, un poder que transforma.

Y el fuego da calor. También en esto se hace nuevamente visible el misterio de Cristo. Cristo, la luz, es fuego, es llama que destruye el mal, transformando así al mundo y a nosotros mismos. Como reza una palabra de Jesús que nos ha llegado a través de Orígenes, «quien está cerca de mí, está cerca del fuego». Y este fuego es al mismo tiempo calor, no una luz fría, sino una luz en la que salen a nuestro encuentro el calor y la bondad de Dios.

El gran himno del Exsultet, que el diácono canta al comienzo de la liturgia de Pascua, nos hace notar, muy calladamente, otro detalle más. Nos recuerda que este objeto, el cirio, se debe principalmente a la labor de las abejas. Así, toda la creación entra en juego. En el cirio, la creación se convierte en portadora de luz. Pero, según los Padres, también hay una referencia implícita a la Iglesia. La cooperación de la comunidad viva de los fieles en la Iglesia es algo parecido al trabajo de las abejas. Construye la comunidad de la luz. Podemos ver así también en el cirio una referencia a nosotros y a nuestra comunión en la comunidad de la Iglesia, que existe para que la luz de Cristo pueda iluminar al mundo.

Roguemos al Señor en esta hora que nos haga experimentar la alegría de su luz, y pidámosle que nosotros mismos seamos portadores de su luz, con el fin de que, a través de la Iglesia, el esplendor del rostro de Cristo entre en el mundo (cf. Lumen gentium, 1). Amén.

Friday, April 06, 2012

homilia de viernes santo

Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos" (Ap. 1,18)

Padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Algunos padres de la Iglesia han encerrado en una imagen todo el misterio de la redención. Imaginemos, decían, que tenga lugar en el estadio una lucha épica. Un valiente ha enfrentado al cruel tirano que tenía esclavizada la ciudad, y con enorme esfuerzo y sufrimiento, lo ha vencido. Tú estabas en las graderías, no has luchado, ni te has esforzado ni te han herido. Pero si admiras al valiente, si te alegras con él por su victoria, si le tejes coronas, provocas y agitas a la asamblea por él, si te inclinas con alegría por el vencedor, le besas la cabeza y le das la mano, en definitiva, si tanto deliras por él, hasta considerar como tuya su victoria, te digo ciertamente que tú tendrás parte en el premio del vencedor.

Pero aún hay más: supongamos que el vencedor no tenga ninguna necesidad del premio que ganó, pero quiera más que nada, ver honrado a su sostenedor y considerar el premio por el que luchó, como la coronación del amigo. ¿En tal caso aquel hombre no obtendrá quizás la corona, incluso si no ha luchado ni ha sido herido? ¡Por supuesto que sí![1]

Así, dicen estos padres, sucede entre Cristo y nosotros. "Él, en la cruz, ha vencido a su antiguo enemigo". "Nuestras espadas --exclama san Juan Crisóstomo--, no están ensangrentadas, no estábamos en la lucha, no tenemos heridas, la batalla ni siquiera la hemos visto, y he aquí que obtenemos la victoria. Suya fue la lucha, nuestra la corona. Y visto que hemos ganado también nosotros, debemos imitar lo que hacen los soldados en estos casos: con voces de alegría exaltamos la victoria, entonamos himnos de alabanza al Señor"[2].

* * *

No se podría explicar de una manera mejor el significado de la liturgia que estamos celebrando.

¿Pero lo que estamos haciendo es también eso una imagen, la representación de una realidad del pasado, o es la misma realidad? ¡Las dos cosas! "Nosotros, --decía san Agustín al pueblo--, sabemos y creemos con fe certera que Cristo murió una sóla vez por nosotros [...]. Sabéis perfectamente que todo esto sucedió una sola vez y sin embargo la solemnidad lo renueva periódicamente [...]. Verdad histórica y solemnidad litúrgica no están en conflicto entre sí, como si la segunda fuera falsa y sólo la primera correspondiera con la verdad. De aquello que la historia afirma que ha sucedido, en realidad, una sola vez, la solemnidad a menudo lo renueva en los corazones de los fieles".[3]

La liturgia "renueva" el evento: ¡Cuántas discusiones, durante cinco siglos, sobre el significado de esta palabra, especialmente cuando se aplica al sacrificio de la cruz y a la misa! Pablo VI utilizó un verbo que podría allanar el camino para un entendimiento ecuménico sobre este tema: el verbo "representar", entendido en el sentido fuerte de re-presentar, es decir, hacer nuevamente presente y operante el hecho.[4]

Hay una diferencia sustancial entre la representación de la muerte de Cristo y aquella, por ejemplo, de la muerte de Julio César en la tragedia homónima de Shakespeare. Nadie atiende, siendo vivo, al aniversario de su muerte; Cristo sí, porque Él ha resucitado. Sólo él puede decir, como lo hace en el Apocalipsis: "Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos". (Ap. 1,18). Debemos estar atentos en este día, al visitar los llamados "Repositorios" o al participar en las procesiones del Cristo muerto, no merezcamos el reproche que Cristo resucitado dirige a las pías mujeres en la mañana de Pascua: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?" (Lc. 24,5).

Es una afirmación osada, pero verdadera la de ciertos autores ortodoxos. “La anamnesi, o sea el memorial litúrgico vuelve al evento más verdadero de lo que sucedió históricamente la primera vez”. En otras palabras es más verdadero y real para nosotros que lo revivimos “según el Espíritu” de lo que era para quienes lo vivían “según la carne”, antes que el Espíritu Santo le revelara a la iglesia el significado pleno.

Nosotros no estamos celebrando solamente un aniversario, sino un misterio. Y nuevamente san Agustín explica la diferencia entre las dos cosas. La celebración “como en un aniversario”, no pide otra cosa –dice– si no la de “indicar con una solemnidad religiosa el día del año en el que se fija el recuerdo de este hecho”; en la celebración como un misterio (“en sacramento”), “no solamente se conmemora un hecho sino que se hace de tal manera que se entienda su significado y sea acogido santamente”.[5]

Esto cambia todo. No se trata solamente de asistir a una representación, sino de “acoger” el significado, de pasar de espectadores a actores. Nos toca a nosotros por lo tanto elegir qué parte queremos representar en el drama, quién queremos ser: si Pedro, Judas, Pilato, la muchedumbre, el Cirineo, Juan, María… Ninguno puede quedarse neutral; no tomar posición es pretender una bien precisa: la de Pilatos que se lava las manos, o la de la muchedumbre que desde lejos “estaba mirando” (Lc 23,35). Si volviendo a casa esta noche alguien nos pregunta: “¿De dónde vienes, dónde has estado?” respondamos al menos en nuestro corazón: “¡En el Calvario!”.

Todo esto no se realiza automáticamente, solamente por el hecho de haber participado de esta liturgia. Se trata, decía san Agustín, de “acoger” el significado del misterio. Esto se realiza con la fe. No hay música si no existe un oído que escuche, por más que la música de la orquesta toque fuerte; no hay gracia allá donde no hay una fe que la acoja.

En una homilía pascual del siglo IV, el obispo pronunciaba estas palabras extraordinariamente modernas y se diría existencialistas: “Para cada hombre, el principio de la vida es aquel, a partir del cual Cristo fue inmolado por él. Pero Cristo se ha inmolado por él en cuanto él reconoce la gracia y se vuelve consciente de la vida que le ha dado aquella inmolación”.[6]

Esto sucedió sacramentalmente en el bautismo, pero tiene que suceder conscientemente y siempre de nuevo en la vida. Antes de morir debemos tener el coraje y hacer un acto de audacia, casi un golpe de mano: apropiarse de la victoria de Cristo. !Una apropiación indebida! Una cosa lamentablemente común en la sociedad en la que vivimos, pero que con Jesús ésta no solamente no nos está prohibida, sino que se nos recomienda. “Indebida” que significa que no nos es debida, que no la hemos merecido nosotros, pero que nos es dada gratuitamente por la fe.

Más bien vayamos a lo seguro, escuchemos a un doctor de la iglesia. “Yo –escribe san Bernardo– lo que no puedo obtener por mi mismo, me lo apropio (literalmente, !lo usurpo!) con confianza del costado traspasado del Señor, porque está lleno de misericordia. Mi mérito por lo tanto es la misericordia de Dios. No soy pobre de méritos mientras Él sea rico de misericordia. Pues si la misericordia del Señor es mucha (Sal 119, 156), yo tendré abundancia de méritos. ¿Y que es de mi justicia? Oh Señor, me acordaré solamente de tu justicia. De hecho esa es también la mía, porque tú eres para mí justicia de parte de Dios”. (cf. 1 Cor 1, 30).[7]

¿Acaso este modo de concebir la santidad volvió a san Bernardo menos celoso de las buenas obras, menos empeñado en adquirir la virtud? Quizás descuidaba la mortificación de su cuerpo y de reducirlo a esclavitud (cf. 1 Cor 9,27), el apóstol Pablo quien antes que todos y más que todos había hecho de esta apropiación de la justicia de Cristo la finalidad de su vida y de su predicación (cf. Fil 3, 7-9).

En Roma, como en todas las ciudades grandes existen los que no tienen un techo. Tienen un nombre en todos los idiomas: homeless, clochards, barboni, mendigos: personas humanas que lo único que tienen son unos pocos trapos que visten y algún objeto que llevan en bolsas de plástico.

Imaginemos que un día se difunde esta voz: en via Condotti (¡todos saben lo que significa en Roma la via Condotti!), está la dueña de una boutique de lujo que, por alguna razón desconocida, por interés o generosidad, invita a todos los mendigos de la estación Termini a ir a su negocio, a dejar sus trapos sucios, a ducharse y después a elegir el vestido que deseen entre los que están expuestos y llevárselos, así, gratuitamente.

Todos dicen en su corazón: “¡Esta es una fábula, no sucederá nunca!”. Es verdad, pero lo que no sucede nunca entre los hombres es lo que puede suceder cada día entre los hombres y Dios, porque, ¡delante de Él, aquellos mendigos somos nosotros! Esto es lo que sucede con una buena confesión: te despojas de tus trapos sucios, los pecados; recibes el baño de la misericordia y te levantas “cubierto por ropas de fiesta, envuelto en manto de victoria” (Is. 61, 10).

El publicano de la parábola que fue al templo a rezar dijo simplemente, pero desde lo profundo de su corazón: “¡Oh Dios, ten piedad de mí, que soy pecador!”, y “volvió a su casa justificado”. (Lc. 18,14), reconciliado, hecho nuevo, inocente. Igual, si tenemos su fe y su arrepentimiento, podrán decirlo de nosotros volviendo a casa después de esta liturgia.

* * *

Entre los personajes de la pasión con los cuales podemos identificarnos me doy cuenta que he omitido uno, que más que todos espera a quien quiera seguir su ejemplo: el buen ladrón. El buen ladrón confiesa completamente su pecado; le dice a su compañero que insulta a Jesús: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón porque nos lo hemos merecido por nuestros hechos; en cambio este, nada malo ha hecho” (Lc. 23, 40s.). El buen ladrón se muestra como un excelente teólogo. Solamente Dios, de hecho, sufre absolutamente como inocente; cada persona que sufre debe decir: “Yo sufro justamente”, porque aunque si no es el responsable de la acción que le viene imputada, no está enteramente libre de culpa. Solamente el dolor de los niños inocentes se asemeja al de Dios y por esto es así misterioso y sagrado.

Cuántos delitos atroces se quedaron, en los últimos tiempos, sin un culpable, ¡Cuánto casos no resueltos! El buen ladrón lanza un llamado a los responsables: hagan como yo, salgan al descubierto, confiesen su culpa; experimentareis también vosotros la alegría que yo he sentido cuando escuché la palabra de Jesús: “¡Hoy estarás conmigo en el paraíso!” (Lc 23,43).

Cuántos reos confesos pueden confirmar que fue así también con ellos: que pasaron del infierno al paraíso el día que tuvieron el coraje de arrepentirse y confesar su culpa. También yo he conocido a alguno. El paraíso prometido es la paz de conciencia, la posibilidad de mirarse en el espejo y mirar a los propios hijos sin necesidad de tener que despreciarse.

No lleváis a la tumba vuestro secreto; os procuraría una condena más temible que aquella humana. Nuestro pueblo no es despiadado con quien se ha equivocado, si reconoce el mal realizado, sinceramente, no solamente por conveniencia. Por el contrario, está listo a apiadarse y acompañar al arrepentido en su camino de redención (que en todo caso se vuelve más breve). “Dios perdona muchas cosas, por una obra buena”, dice Lucía en “Los Novios” de Alessandro Manzoni, al hombre que la había raptado. Aún más, tenemos que decir, Él perdona muchas cosas debido a un acto de arrepentimiento. Lo ha prometido solemnemente: “Aunque fuesen sus pecados rojos como la grana, como nieve blanquearán; y así rojeasen como el carmesí, como lana quedarán” (Is. 1, 18).

Volvamos ahora a hacer lo que hemos escuchado al inicio, que es nuestra tarea en este día: con voces de júbilo exaltemos la victoria de la cruz, entonemos himnos de alabanza al Señor. “O Redemptor, sume carmen temet concinentium”.[8] Y tú, Redentor nuestro, acoge el canto que elevamos hasta ti.

Traducido del italiano por H. Sergio Mora




[1] Nicola Cabasilas, Vida en Christo, I, 9 (PG 150, 517)

[2] S. Juan Crisostomo, De coemeterio et de cruce (PG, 49, 596)

[3] S. Agustín, Sermone 220 (PL 38, 1089)

[4] Cf. Paolo VI, Mysterium fidei (AAS 57, 1965, p. 753ss)

[5] S. Agustín, Epistola 55, 1, 2 (CSEL 34, 1, p. 170)

[6] Homilía pascual del año 387 (SCh 36, p. 59s.)

[7] S. Bernardo de Claravalle, Sermones sobre el Cantar, 61, 4-5 (PL 183, 1072).

[8] Himno del Domingo de las Ramas y de la Misa Crísmale del Jueves Santo.

homilia de Benedicto XVI en Jueves Santo

Queridos hermanos y hermanas:

El Jueves Santo no es sólo el día de la Institución de la Santa Eucaristía, cuyo esplendor ciertamente se irradia sobre todo lo demás y, por así decir, lo atrae dentro de sí. También forma parte del Jueves Santo la noche oscura del Monte de los Olivos, hacia la cual Jesús se dirige con sus discípulos; forma parte también la soledad y el abandono de Jesús que, orando, va al encuentro de la oscuridad de la muerte; forma parte de este Jueves Santo la traición de Judas y el arresto de Jesús, así como también la negación de Pedro, la acusación ante el Sanedrín y la entrega a los paganos, a Pilato. En esta hora, tratemos de comprender con más profundidad estos eventos, porque en ellos se lleva a cabo el misterio de nuestra Redención.

Jesús sale en la noche. La noche significa falta de comunicación, una situación en la que uno no ve al otro. Es un símbolo de la incomprensión, del ofuscamiento de la verdad. Es el espacio en el que el mal, que debe esconderse ante la luz, puede prosperar. Jesús mismo es la luz y la verdad, la comunicación, la pureza y la bondad. Él entra en la noche. La noche, en definitiva, es símbolo de la muerte, de la pérdida definitiva de comunión y de vida. Jesús entra en la noche para superarla e inaugurar el nuevo día de Dios en la historia de la humanidad.

Durante este camino, él ha cantado con sus discípulos los Salmos de la liberación y de la redención de Israel, que recuerdan la primera Pascua en Egipto, la noche de la liberación. Como él hacía con frecuencia, ahora se va a orar solo y hablar como Hijo con el Padre. Pero, a diferencia de lo acostumbrado, quiere cerciorarse de que estén cerca tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan. Son los tres que habían tenido la experiencia de su Transfiguración – la manifestación luminosa de la gloria de Dios a través de su figura humana – y que lo habían visto en el centro, entre la Ley y los Profetas, entre Moisés y Elías. Habían escuchado cómo hablaba con ellos de su «éxodo» en Jerusalén. El éxodo de Jesús en Jerusalén, ¡qué palabra misteriosa!; el éxodo de Israel de Egipto había sido el episodio de la fuga y la liberación del pueblo de Dios. ¿Qué aspecto tendría el éxodo de Jesús, en el cual debía cumplirse definitivamente el sentido de aquel drama histórico?; ahora, los discípulos son testigos del primer tramo de este éxodo, de la extrema humillación que, sin embargo, era el paso esencial para salir hacia la libertad y la vida nueva, hacia la que tiende el éxodo. Los discípulos, cuya cercanía quiso Jesús en está hora de extrema tribulación, como elemento de apoyo humano, pronto se durmieron. No obstante, escucharon algunos fragmentos de las palabras de la oración de Jesús y observaron su actitud. Ambas cosas se grabaron profundamente en sus almas, y ellos lo transmitieron a los cristianos para siempre. Jesús llama a Dios «Abbá».Y esto significa – como ellos añaden – «Padre». Pero no de la manera en que se usa habitualmente la palabra «padre», sino como expresión del lenguaje de los niños, una palabra afectuosa con la cual no se osaba dirigirse a Dios. Es el lenguaje de quien es verdaderamente «niño», Hijo del Padre, de aquel que se encuentra en comunión con Dios, en la más profunda unidad con él.

Si nos preguntamos cuál es el elemento más característico de la imagen de Jesús en los evangelios, debemos decir: su relación con Dios. Él está siempre en comunión con Dios. El ser con el Padre es el núcleo de su personalidad. A través de Cristo, conocemos verdaderamente a Dios. «A Dios nadie lo ha visto jamás», dice san Juan. Aquel «que está en el seno del Padre… lo ha dado a conocer» (1,18). Ahora conocemos a Dios tal como es verdaderamente. Él es Padre, bondad absoluta a la que podemos encomendarnos. El evangelista Marcos, que ha conservado los recuerdos de Pedro, nos dice que Jesús, al apelativo «Abbá», añadió aún: Todo es posible para ti, tú lo puedes todo (cf. 14,36). Él, que es la bondad, es al mismo tiempo poder, es omnipotente. El poder es bondad y la bondad es poder. Esta confianza la podemos aprender de la oración de Jesús en el Monte de los Olivos.

Antes de reflexionar sobre el contenido de la petición de Jesús, debemos prestar atención a lo que los evangelistas nos relatan sobre la actitud de Jesús durante su oración. Mateo y Marcos dicen que «cayó rostro en tierra» (Mt 26,39; cf. Mc 14,35); asume por consiguiente la actitud de total sumisión, que ha sido conservada en la liturgia romana del Viernes Santo. Lucas, en cambio, afirma que Jesús oraba arrodillado. En los Hechos de los Apóstoles, habla de los santos, que oraban de rodillas: Esteban durante su lapidación, Pedro en el contexto de la resurrección de un muerto, Pablo en el camino hacia el martirio. Así, Lucas ha trazado una pequeña historia del orar arrodillados de la Iglesia naciente. Los cristianos con su arrodillarse, se ponen en comunión con la oración de Jesús en el Monte de los Olivos. En la amenaza del poder del mal, ellos, en cuanto arrodillados, están de pie ante el mundo, pero, en cuanto hijos, están de rodillas ante el Padre. Ante la gloria de Dios, los cristianos nos arrodillamos y reconocemos su divinidad, pero expresando también en este gesto nuestra confianza en que él triunfe.

Jesús forcejea con el Padre. Combate consigo mismo. Y combate por nosotros. Experimenta la angustia ante el poder de la muerte. Esto es ante todo la turbación propia del hombre, más aún, de toda creatura viviente ante la presencia de la muerte. En Jesús, sin embargo, se trata de algo más. En las noches del mal, él ensancha su mirada. Ve la marea sucia de toda la mentira y de toda la infamia que le sobreviene en aquel cáliz que debe beber. Es el estremecimiento del totalmente puro y santo frente a todo el caudal del mal de este mundo, que recae sobre él. Él también me ve, y ora también por mí. Así, este momento de angustia mortal de Jesús es un elemento esencial en el proceso de la Redención. Por eso, la Carta a los Hebreos ha definido el combate de Jesús en el Monte de los Olivos como un acto sacerdotal. En esta oración de Jesús, impregnada de una angustia mortal, el Señor ejerce el oficio del sacerdote: toma sobre sí el pecado de la humanidad, a todos nosotros, y nos conduce al Padre.

Finalmente, debemos prestar atención aún al contenido de la oración de Jesús en el Monte de los Olivos. Jesús dice: «Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres» (Mc 14,36). La voluntad natural del hombre Jesús retrocede asustada ante algo tan ingente. Pide que se le evite eso. Sin embargo, en cuanto Hijo, abandona esta voluntad humana en la voluntad del Padre: no yo, sino tú. Con esto ha transformado la actitud de Adán, el pecado primordial del hombre, salvando de este modo al hombre. La actitud de Adán había sido: No lo que tú has querido, Dios; quiero ser dios yo mismo. Esta soberbia es la verdadera esencia del pecado. Pensamos ser libres y verdaderamente nosotros mismos sólo si seguimos exclusivamente nuestra voluntad. Dios aparece como el antagonista de nuestra libertad. Debemos liberarnos de él, pensamos nosotros; sólo así seremos libres. Esta es la rebelión fundamental que atraviesa la historia, y la mentira de fondo que desnaturaliza la vida. Cuando el hombre se pone contra Dios, se pone contra la propia verdad y, por tanto, no llega a ser libre, sino alienado de sí mismo. Únicamente somos libres si estamos en nuestra verdad, si estamos unidos a Dios. Entonces nos hacemos verdaderamente «como Dios», no oponiéndonos a Dios, no desentendiéndonos de él o negándolo. En el forcejeo de la oración en el Monte de los Olivos, Jesús ha deshecho la falsa contradicción entre obediencia y libertad, y abierto el camino hacia la libertad. Oremos al Señor para que nos adentre en este «sí» a la voluntad de Dios, haciéndonos verdaderamente libres. Amén.

Homilia del Papa en Jueves Santo Misa Crismal

Queridos hermanos y hermanas:

En esta Santa Misa, nuestra mente retorna hacia aquel momento en el que el Obispo, por la imposición de las manos y la oración, nos introdujo en el sacerdocio de Jesucristo, de forma que fuéramos «santificados en la verdad» (Jn 17,19), como Jesús había pedido al Padre para nosotros en la oración sacerdotal. Él mismo es la verdad. Nos ha consagrado, es decir, entregado para siempre a Dios, para que pudiéramos servir a los hombres partiendo de Dios y por él. Pero, ¿somos también consagrados en la realidad de nuestra vida? ¿Somos hombres que obran partiendo de Dios y en comunión con Jesucristo? Con esta pregunta, el Señor se pone ante nosotros y nosotros ante él: «¿Queréis uniros más fuertemente a Cristo y configuraros con él, renunciando a vosotros mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por amor a Cristo, aceptasteis gozosos el día de vuestra ordenación para el servicio de la Iglesia?».

Así interrogaré singularmente a cada uno de vosotros y también a mí mismo después de la homilía. Con esto se expresan sobre todo dos cosas: se requiere un vínculo interior, más aún, una configuración con Cristo y, con ello, la necesidad de una superación de nosotros mismos, una renuncia a aquello que es solamente nuestro, a la tan invocada autorrealización. Se pide que nosotros, que yo, no reclame mi vida para mí mismo, sino que la ponga a disposición de otro, de Cristo. Que no me pregunte: ¿Qué gano yo?, sino más bien: ¿Qué puedo dar yo por él y también por los demás? O, todavía más concretamente: ¿Cómo debe llevarse a cabo esta configuración con Cristo, que no domina, sino que sirve; que no recibe, sino que da?; ¿cómo debe realizarse en la situación a menudo dramática de la Iglesia de hoy? Recientemente, un grupo de sacerdotes ha publicado en un país europeo una llamada a la desobediencia, aportando al mismo tiempo ejemplos concretos de cómo se puede expresar esta desobediencia, que debería ignorar incluso decisiones definitivas del Magisterio; por ejemplo, en la cuestión sobre la ordenación de las mujeres, sobre la que el beato Papa Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto. Pero la desobediencia, ¿es un camino para renovar la Iglesia? Queremos creer a los autores de esta llamada cuando afirman que les mueve la solicitud por la Iglesia; su convencimiento de que se deba afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir caminos nuevos, para volver a poner a la Iglesia a la altura de los tiempos. Pero la desobediencia, ¿es verdaderamente un camino? ¿Se puede ver en esto algo de la configuración con Cristo, que es el presupuesto de toda renovación, o no es más bien sólo un afán desesperado de hacer algo, de trasformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas?

Pero no simplifiquemos demasiado el problema. ¿Acaso Cristo no ha corregido las tradiciones humanas que amenazaban con sofocar la palabra y la voluntad de Dios? Sí, lo ha hecho para despertar nuevamente la obediencia a la verdadera voluntad de Dios, a su palabra siempre válida. A él le preocupaba precisamente la verdadera obediencia, frente al arbitrio del hombre. Y no lo olvidemos: Él era el Hijo, con la autoridad y la responsabilidad singular de desvelar la auténtica voluntad de Dios, para abrir de ese modo el camino de la Palabra de Dios al mundo de los gentiles. Y, en fin, ha concretizado su mandato con la propia obediencia y humildad hasta la cruz, haciendo así creíble su misión. No mi voluntad, sino la tuya: ésta es la palabra que revela al Hijo, su humildad y a la vez su divinidad, y nos indica el camino.

Dejémonos interrogar todavía una vez más. Con estas consideraciones, ¿acaso no se defiende de hecho el inmovilismo, el agarrotamiento de la tradición? No. Mirando a la historia de la época post-conciliar, se puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas en momentos llenos de vida y que hace casi tangible la inagotable vivacidad de la Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo. Y si miramos a las personas, por las cuales han brotado y brotan estos ríos frescos de vida, vemos también que, para una nueva fecundidad, es necesario estar llenos de la alegría de la fe, de la radicalidad de la obediencia, del dinamismo de la esperanza y de la fuerza del amor.

Queridos amigos, queda claro que la configuración con Cristo es el presupuesto y la base de toda renovación. Pero tal vez la figura de Cristo nos parece a veces demasiado elevada y demasiado grande como para atrevernos a adoptarla como criterio de medida para nosotros. El Señor lo sabe. Por eso nos ha proporcionado «traducciones» con niveles de grandeza más accesibles y más cercanos. Precisamente por esta razón, Pablo decía sin timidez a sus comunidades: Imitadme a mí, pero yo pertenezco a Cristo. Él era para sus fieles una «traducción» del estilo de vida de Cristo, que ellos podían ver y a la cual se podían asociar. Desde Pablo, y a lo largo de la historia, se nos han dado continuamente estas «traducciones» del camino de Jesús en figuras vivas de la historia.

Nosotros, los sacerdotes, podemos pensar en una gran multitud de sacerdotes santos, que nos han precedido para indicarnos la senda: comenzando por Policarpo de Esmirna e Ignacio de Antioquia, pasando por grandes Pastores como Ambrosio, Agustín y Gregorio Magno, hasta Ignacio de Loyola, Carlos Borromeo, Juan María Vianney, hasta los sacerdotes mártires del s. XX y, por último, el Papa Juan Pablo II que, en la actividad y en el sufrimiento, ha sido un ejemplo para nosotros en la configuración con Cristo, como «don y misterio». Los santos nos indican cómo funciona la renovación y cómo podemos ponernos a su servicio. Y nos permiten comprender también que Dios no mira los grandes números ni los éxitos exteriores, sino que remite sus victorias al humilde signo del grano de mostaza.

Queridos amigos, quisiera mencionar brevemente todavía dos palabras clave de la renovación de las promesas sacerdotales, que deberían inducirnos a reflexionar en este momento de la Iglesia y de nuestra propia vida. Ante todo, el recuerdo de que somos – como dice Pablo – «administradores de los misterios de Dios» (1Co 4,1) y que nos corresponde el ministerio de la enseñanza, el (munus docendi), que es una parte de esa administración de los misterios de Dios, en los que él nos muestra su rostro y su corazón, para entregarse a nosotros. En el encuentro de los cardenales con ocasión del último consistorio, varios Pastores, basándose en su experiencia, han hablado de un analfabetismo religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan inteligente. Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos. Pero para poder vivir y amar nuestra fe, para poder amar a Dios y llegar por tanto a ser capaces de escucharlo del modo justo, debemos saber qué es lo que Dios nos ha dicho; nuestra razón y nuestro corazón han de ser interpelados por su palabra. El Año de la Fe, el recuerdo de la apertura del Concilio Vaticano II hace 50 años, debe ser para nosotros una ocasión para anunciar el mensaje de la fe con un nuevo celo y con una nueva alegría. Naturalmente, este mensaje lo encontramos primaria y fundamentalmente en la Sagrada Escritura, que nunca leeremos y meditaremos suficientemente.

Pero todos tenemos experiencia de que necesitamos ayuda para transmitirla rectamente en el presente, de manera que mueva verdaderamente nuestro corazón. Esta ayuda la encontramos en primer lugar en la palabra de la Iglesia docente: los textos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica son los instrumentos esenciales que nos indican de modo auténtico lo que la Iglesia cree a partir de la Palabra de Dios. Y, naturalmente, también forma parte de ellos todo el tesoro de documentos que el Papa Juan Pablo II nos ha dejado y que todavía están lejos de ser aprovechados plenamente.

Todo anuncio nuestro debe confrontarse con la palabra de Jesucristo: «Mi doctrina no es mía» (Jn 7,16). No anunciamos teorías y opiniones privadas, sino la fe de la Iglesia, de la cual somos servidores. Pero esto, naturalmente, en modo alguno significa que yo no sostenga esta doctrina con todo mi ser y no esté firmemente anclado en ella. En este contexto, siempre me vienen a la mente aquellas palabras de san Agustín: ¿Qué es tan mío como yo mismo? ¿Qué es tan menos mío como yo mismo? No me pertenezco y llego a ser yo mismo precisamente por el hecho de que voy más allá de mí mismo y, mediante la superación de mí mismo, consigo insertarme en Cristo y en su cuerpo, que es la Iglesia. Si no nos anunciamos a nosotros mismos e interiormente hemos llegado a ser uno con aquél que nos ha llamado como mensajeros suyos, de manera que estamos modelados por la fe y la vivimos, entonces nuestra predicación será creíble. No hago publicidad de mí, sino que me doy a mí mismo. El Cura de Ars, lo sabemos, no era un docto, un intelectual. Pero con su anuncio llegaba al corazón de la gente, porque él mismo había sido tocado en su corazón.

La última palabra clave a la que quisiera aludir todavía se llama celo por las almas (animarum zelus). Es una expresión fuera de moda que ya casi no se usa hoy. En algunos ambientes, la palabra alma es considerada incluso un término prohibido, porque – se dice – expresaría un dualismo entre el cuerpo y el alma, dividiendo falsamente al hombre. Evidentemente, el hombre es una unidad, destinada a la eternidad en cuerpo y alma. Pero esto no puede significar que ya no tengamos alma, un principio constitutivo que garantiza la unidad del hombre en su vida y más allá de su muerte terrena. Y, como sacerdotes, nos preocupamos naturalmente por el hombre entero, también por sus necesidades físicas: de los hambrientos, los enfermos, los sin techo. Pero no sólo nos preocupamos de su cuerpo, sino también precisamente de las necesidades del alma del hombre: de las personas que sufren por la violación de un derecho o por un amor destruido; de las personas que se encuentran en la oscuridad respecto a la verdad; que sufren por la ausencia de verdad y de amor. Nos preocupamos por la salvación de los hombres en cuerpo y alma. Y, en cuanto sacerdotes de Jesucristo, lo hacemos con celo.

Nadie debe tener nunca la sensación de que cumplimos concienzudamente nuestro horario de trabajo, pero que antes y después sólo nos pertenecemos a nosotros mismos. Un sacerdote no se pertenece jamás a sí mismo. Las personas han de percibir nuestro celo, mediante el cual damos un testimonio creíble del evangelio de Jesucristo. Pidamos al Señor que nos colme con la alegría de su mensaje, para que con gozoso celo podamos servir a su verdad y a su amor. Amén.

Tuesday, April 03, 2012

reflexion de semana santa

La Semana Santa evoca el comienzo de nuestra historia personal, el lugar de origen, el pueblo que nos vio nacer, formado por una comunidad de lazos y recuerdos, sentimientos, creencias y emociones, capaces de elaborar un sentido de las cosas, una maduración del vivir personal. No hay nada como volver a las raíces, experimentar el encuadramiento existencial de un seno íntimo, de un hogar primero que te alberga y alimenta, dispuesto siempre a la acogida, com o una madre que te ha engendrado, portador inconmensurable de promesas y sueños. El hombre, dirá Goethe, no es sólo descendiente, sino que además es heredero, posee un pasado que lo contiene.

Pero más allá del factor intimista y emotivo, interior y propio, donde uno se complace y no olvida el conjunto de bienes que nuestros antepasados han creado en el decurso de las generaciones, existe algo más determinante: la vigencia absoluta de la fe religiosa. Esta vigencia significa que la persona se encuentra envuelta en un amor primero, en una presencia de gracia que antecede y funda la propia vida del hombre; que la persona es portadora de una vocación que la religa a Dios. Y significa también el vínculo socializador del cristianismo, la capacidad natural de la religión para crear unión entre los hombres, la importancia del compromiso y la responsabilidad, de la entrega personal de cada hombre en l a construcción de nuestro mundo. Lo expresaba Schiller: “el mundo es lo que hacemos de él. Nada permite definir lo que era en su origen ni lo que sería sin nosotros”.

La belleza de los pasos de Semana Santa, habitados de silencio y esperanza, de oración y adoración, manifiesta la Belleza de Cristo como un poderoso vínculo de hermandad, el anhelo del alma -que es anhelo de Dios- por lo imperecedero y lo divino, sin cuya presencia el hombre y la sociedad se corrompen y cuya recusación del cotidiano vivir no sólo sería contraria a la fe sino a la misma razón, convirtiendo la vida en dramática y desdichada.

Las procesiones de Semana Santa no hacen sino evidenciar la incidencia de un orden sobrenatural y eterno en la naturaleza finita que determina en la persona un destino trascendente irrealizable con las solas fuerzas naturales; manifiestan un modo de ser, un profundo sentir y c reer, un patrimonio religioso y espiritual capaz de forjar una comunidad viviente de herederos; la necesidad que el hombre y la sociedad tienen de Dios, asumiendo su condición de ser algo esencialmente religiosos, así como la firme voluntad de honrar a Dios con el culto público, haciendo de la religión católica, públicamente profesada, un inequívoco lazo de comunión entre los hombres.

La sociedad sabe que tiene deberes ante Dios y no quiere, en estos días de Semana Santa, sustraerse a la eficacia vivificante del cristianismo, a la sólida garantía de orden y salvación, al más poderoso vínculo de fraternidad, a la fuente inagotable de las virtudes individuales y públicas. La sociedad desea vivir ante Dios, como si Dios existiese, en el reconocimiento de que no hay progreso sin religión ni culto a Dios, ni los hombres son productivos sino mientras son religiosos.

Después de la Semana Santa queda por delante la más hermosa, sugerente y esperanzadora de las tareas: “¿comprendéis lo que he hecho con vosotros? Haced vosotros lo mismo” (Jn 13, 12-14). Después de haber experimentado el atractivo seductor de su Presencia y recibirla como vida nueva entregada, se abre un magnífico escenario de caridad fraterna, de autodonación del cristiano, que prolonga la entrega del Hijo al mundo por parte del Padre y la entrega de la vida que Jesús nos hizo. Esta voluntad de autodonación constituye la única acreditación fidedigna del humano “haber nacido de Dios”. Si Dios es amor, si Cristo dio su vida por nosotros, no puede haber otra prueba de que nos hemos apropiado de su vida que no sea la de actuar como él actúa, hacer las obras que él hace, pasar de la muerte a la vida a través del amor.