Wednesday, April 20, 2011

vivamos con fe intensa la semana santa

Benedicto XVI: vivamos con fe intensa la Semana Santa


Hoy en el rezo del Ángelus




CIUDAD DEL VATICANO, domingo 17 de abril de 2011 El Papa Benedicto XVI hoy no pronunció ninguna meditación al introducir la oración mariana del Ángelus, sino que directamente saludó a los peregrinos en los distintos idiomas.

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[En español dijo]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española y los animo a vivir las celebraciones de la pasión del Rey de la Gloria, para alcanzar la plenitud de lo que estas fiestas significan y contienen. Me dirijo ahora en particular a vosotros, queridos jóvenes, para que me acompañéis en la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Madrid el próximo mes de agosto, bajo el lema: "Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe".

Hoy pienso también en Colombia, donde el próximo Viernes Santo se celebra la Jornada de Oración por las Víctimas de la Violencia. Me uno espiritualmente a esta importante iniciativa y exhorto encarecidamente a los colombianos a participar en ella, al mismo tiempo que pido a Dios por cuantos en esa amada Nación han sido despojados vilmente de su vida y sus haberes. Renuevo mi urgente llamado a la conversión, al arrepentimiento y a la reconciliación. ¡No más violencia en Colombia, que reine en ella la paz!

[En italiano dijo]

Y ahora nos dirigimos en oración a María, para que nos ayude a vivir con fe intensa la Semana Santa. También María exultó en el espíritu cuando Jesús hizo su entrada en Jerusalén, cumpliendo las profecías; pero su corazón, como el de su Hijo, estaba preparado para el Sacrificio. Aprendamos de Ella, Virgen fiel, a seguir al Señor también cuando el camino lleva a la cruz.

Sabado santo, el dia del silencio de Maria

El sentido litúrgico, espiritual y pastoral del Sábado Santo es de una gran riqueza. El venerable Siervo de Dios Juan Pablo II, recordaba en la Carta Apostólica Dies Domini que “los fieles han de ser instruidos sobre la naturaleza peculiar del Sábado Santo” (nº4). Este día no es un día más de la Semana Santa. Su singularidad consiste en que el silencio envuelve a la Iglesia. De ahí, que no se celebre la eucaristía, ni se administre otros sacramentos que no sean el viático, la penitencia y la unción de enfermos. Únicamente el rezo de la Liturgia de las Horas llena toda la jornada.

Sin embargo, nada impide que pueda tenerse una Liturgia de la Palabra en torno al misterio del día o que se expongan en las iglesias las imágenes de Cristo crucificado o en el sepulcro y de la Virgen Dolorosa para que los fieles puedan rezar delante de ellas. (cf. SC nº7). Ahora bien, “las costumbres y las tradiciones festivas vinculadas a este día, en el que durante una época se anticipaba la celebración pascual, se deben reservar para la noche y el día de Pascua” (CCD, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, Roma 2001, nº 146).

Sellado el sepulcro y dispersados los discípulos sólo “María Magdalena y la otra María estaban allí, sentadas frente al sepulcro” (Mt 27,61). El discípulo amado acompaña a la Virgen en su soledad, mientras que los judíos celebraban el Sabbat, día que recuerda el descanso de Dios en la semana de la creación. En la nueva alianza que se ha dado en el Calvario, el sábado será el día de la Madre que, unida con toda la Iglesia, “permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y en el ayuno su Resurrección” (DD nº 73). Mientras el Hijo redime las entrañas de la humanidad, María vive esos momentos en un silencio contemplativo, reflexionando sobre las experiencias que “guardaba en su corazón” (Lc 2,61).

Pero ¿De qué soledad y silencio estamos hablando cuando nos referimos a la Madre del Señor? Se trata de la soledad por la ausencia del “Amado” (Cant 5,6-8), del “Primogénito del Padre”, de su hijo según la carne. Es la soledad fecunda de la fe, nada desesperanzadora y profundamente corredentora. El silencio que conlleva, brota de sentirse desbordada por la Gracia divina que la constituyo Madre del Autor de de nuestra Salvación. ¡Ante la Palabra Encarnada sobra la palabrería humana! Sólo cabe el amor y la adoración.

Ésta es la soledad y el silencio que descubrimos cada Sábado Santo en la Hora de la Madre, cuando Ella, mirando al sepulcro donde está su Hijo muerto, ve hechas realidad sus palabras: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, dará mucho fruto” (Jn 12, 24). La contemplación silenciosa y orante de esos instantes de dolor y sufrimiento de la Virgen nos conmueven el alma y nos impulsan a dejar la levadura vieja del pecado y convertirnos en “panes pascuales de la sinceridad y de la verdad” (I Cor 5,8). Así, en cada Vigilia Pascual, como “centinelas en la noche”, toda la Iglesia junto con María espera la luz del grano de trigo que es el Resucitado.