Tuesday, February 27, 2007

La fe de Abraham y la Transfiguración de Jesús

Comentarios de P. Roberto Mena, S.T.
Para Domingo, 4 de Marso, 2007
LECTURAS
Lucas 9, 28b-36


El Domingo anterior recordamos las tentaciones de nuestro señor, y vimos que nuestra fe no es aceptada en nuestro entorno porque las creencias del mundo difieren de la predicación que nuestro señor hizo del Evangelio en su tiempo. En esta ocasión vamos a tener en cuenta el Evangelio del Domingo anterior en nuestra meditación, dado que los textos que meditaremos en esta celebración eucarística, de alguna forma, están vinculados a la significación de las lecturas cuya interpretación meditamos el Domingo siguiente al Miércoles de ceniza.


Abram y Sara eran de edad avanzada y no tenían hijos, por lo que sus bienes habrían de ser heredados cuando Abram falleciera por su esclavo Eliezer el damasceno. Abram podría decir que no se sentía desdichado porque dios lo había bendecido, pero estaba muy triste porque no tenía hijos.


Dios le dijo a Abraham: "Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia" (GN. 15, 5). Imaginemos que dios le dice a un enfermo incurable que le va a restablecer la salud, y el mismo considera que ello no es posible, porque siempre ha vivido con la enfermedad que le acompañará hasta que concluya su existencia mortal. Abram era muy mayor, estaba seguro de que él no podía tener hijos porque nunca pudo tenerlos, y, en esa circunstancia en que su fe había de ser probada para ser fortalecida, dios le dijo que sería incapaz de contar su descendencia.


San pablo escribió: "Esperando en Dios cuando parecía cerrado todo camino a la esperanza, creyó Abraham que llegaría a convertirse en padre de pueblos numerosos, según lo que dios le había prometido: Tal será tu descendencia" (ROM. 4, 18). San Pablo les escribió a sus lectores hebreos: "Por lo cual también, de uno, y ese ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar" (HEB. 11, 12).


"Y (Abraham) creyó a Jehová, y le fue contado por justicia" (GN. 15, 6). Sería muy grato para nuestro Padre común el hecho de que nosotros creyéramos en El hasta el punto de ver que nuestro sufrimiento se alivia cuando nos encontramos ante situaciones que no podemos resolver por nuestros propios medios, por lo cual lo único que podemos hacer en esos casos es confiar en nuestro Padre común, dado que si sucede lo contrario a lo que nosotros deseamos, lo que ocurra será lo que nuestro Criador estime más conveniente, tanto para nosotros como para nuestros prójimos.


En la Profecía de Isaías encontramos el siguiente texto: "Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo. Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (IS. 41, 8-10).


Es importante que nos percatemos de que dios le hizo una promesa a Abram que no se cumplió instantáneamente. No podemos pretender que nuestro criador solvente nuestros problemas en el mismo instante en que le pedimos ayuda, ya que el sabe en qué momento ha de acudir en nuestro auxilio.


Al orar con el Salmo responsorial de la Eucaristía que estamos celebrando, le demostramos a nuestro Padre común nuestra fe, dado que le aceptamos como nuestra luz y nuestra salvación, como el Padre que nos amó hasta llegar al extremo de permitir el sacrificio cruento de su Hijo predilecto, como el Dios capacitado para librarnos del sufrimiento que atañe a nuestra vida, y como la vida eterna que esperamos compartir con nuestros hermanos de fe viviendo en la presencia de nuestro Padre común.


El señor es nuestra luz y nuestra salvación, El nos da los dones y virtudes que necesitamos para vivir intachablemente en su presencia, así pues, estas son las causas por las que podemos afirmar que nuestro Criador es la defensa de nuestra vida, por lo que sabemos que las tribulaciones que hallamos de padecer no nos harán perder la fe en El. Cuando le suplicamos a dios que escuche nuestras oraciones, cuando le pedimos a nuestro Criador que nos ayude a resolver nuestros problemas, El nos dice que busquemos su rostro, es decir, que le busquemos en nuestro interior, en nuestros prójimos, en nuestras vivencias ordinarias, en la naturaleza, en la Biblia, en la predicación de los religiosos y catequistas de nuestra Santa Iglesia, y en los Sacramentos, pues El no está lejos de nosotros.


Nosotros vivimos buscando el rostro del señor. Esperamos gozar la dicha eterna viviendo en la presencia de nuestro Padre común, pues El ya establecido su morada entre nosotros, es decir, El nos ha llamado a formar parte activa de la Iglesia peregrina que espera ser santificada, y se prepara ardientemente para encontrarse en la presencia de nuestro Padre común de la misma manera que se prepara cualquier novia que ansía ser feliz junto al hombre al que ama para celebrar su enlace conyugal.


El evangelio correspondiente a esta celebración litúrgica contiene la expresión de nuestra fe, así pues, de la misma forma que Jesús se transfiguró ante sus Apóstoles predilectos, nosotros esperamos ser transfigurados y configurados a imagen y semejanza espiritual de nuestro Hermano y señor. Sabemos que no está en nuestras manos el hecho de adoptar cuerpos con las propiedades que tenía el Cuerpo de nuestro señor Resucitado que podía traspasar paredes y no era vulnerable a la enfermedad ni a la muerte, pero podemos prepararnos haciendo obras de caridad, con el fin de que Dios nos haga aptos para que vivamos en su Reino.


Jesús, antes de transfigurarse, oró, se comunicó con nuestro Padre común, recibió la aprobación divina de que su fe le bastaba para ser transfigurado. Hace varios años algunos lectores de diversas listas de correo católicas llevamos a cabo una campaña de oración para que el abogado Juan Carlos González Leiva de cuba obtuviera la libertad, pues fue encarcelado gritando viva Cristo Rey junto a algunos periodistas independientes, los cuales fueron acusados de actuar inadecuadamente en un hospital.


Mientras más intensificábamos nuestras oraciones para que el citado fundador de una organización de derechos humanos y otra de ciegos fuera excarcelado, según algunos medios de comunicación cubanos, el citado abogado ciego sufría malos tratos más alarmantes. Juan Carlos Leiva le hizo escribir a su mujer una carta en la que afirmaba que si moría no sería por haberse suicidado, sino por haber sido asesinado. Cuando parecía que dios no escuchaba nuestros ruegos y la situación del citado invidente cubano era más insostenible, Juan Carlos obtuvo la libertad condicional.


Este no fue el final de sus problemas, pero al menos pudo volver a vivir junto a Marisa Calderín, su mujer, y el resto de sus familiares. Ojalá nosotros podamos decir que dios escucha nuestras oraciones porque nos ama, pero también que nuestro Padre se digna ayudarnos por causa de nuestra fe. Ojalá nuestra fe llegue a ser tan grande como lo es la de aquella mujer que le arrancó un milagro a su Hijo durante la celebración de una boda en Caná de Galilea, y les dijo a los camareros unas palabras que nos son muy útiles a quienes vivimos en lugares en los que se extingue nuestra fe universal: "Haced todo lo que El os diga" (JN. 2, 5).


Jesús habló en el monte Tabor con Moisés, el siervo de Yahveh que les dio la Ley a los hebreos, y con Elías, el Profeta que logró que dios llevara a cabo diversos prodigios por causa de la grandeza de su fe. Los tres testigos mencionados por el autor del Apocalipsis hablaron de la Pasión y la muerte de nuestro señor que tuvieron lugar aproximadamente un año después de que Jesús se transfigurara ante sus amigos predilectos.


Pedro y sus compañeros estaban rendidos por causa del cansancio que les producía el hecho de trabajar sirviendo a Jesús durante un periodo de tiempo muy largo que no les permitía tener ningún descanso, ya que durante las horas que la luz bañaba la tierra servían a Dios en sus hermanos los hombres, y, durante las noches, eran instruidos por el Hijo de María en el conocimiento de la Palabra de dios. Ellos se negaban a entender que Jesús inició su Ministerio glorioso para acabar crucificado, dado que no es normal que nadie empiece a llevar a cabo una gran labor, sabiendo que sólo se va a ganar enemigos, y que nadie le va a reconocer su trabajo.
Pedro le dijo a Jesús que para ellos sería muy grato el hecho de vivir en aquel monte, pero él ignoraba que no podía vivir los años que le quedaran contemplando aquella visión, dado que ello habría de servirle para desempeñar la misión que Dios le encomendó. Muchos cristianos hemos tenido una sensación de paz tan grande al vivir unos ejercicios espirituales que, al finalizar los mismos, hemos sentido la necesidad de comunicarles nuestra fe a nuestros prójimos, y, al no estar preparados para ello, hemos visto cómo se debilitaba nuestra convicción religiosa rápidamente, al no saber responder a las preguntas que nos planteaban quienes veían alarmados que nos habían "metido" en una secta sin que nos percatáramos de ello.


Cuando Jesús le dio a entender a Pedro que no debía de preocuparse por causa de su traición, le dijo las siguientes palabras: "De cierto, de cierto te digo: cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras" (JN. 21, 18).


Jesús le dijo a Pedro que él tenía que saldar la deuda que tenía con su Maestro muriendo crucificado bocabajo, según la tradición porque no se consideraba digno de morir mirando al cielo como le sucedió al Mesías, y, según la Historia, porque quienes se proclamaban reyes debían morir con la sensación de que les partían el cuerpo en varios trozos, ya que Pedro era el sucesor de un Rey que había sido crucificado anteriormente. Jesús no murió como Pedro porque Pilato y el Sanedrín se favorecieron mutuamente, Pilato asesinando a un personaje que les resultaba molesto a las autoridades judías de Palestina, y los sanedritas consintiendo que Jesús muriera como un esclavo o un ladrón, no como un falso rey, a pesar de que en su cruz colgaba un letrero en el que se leía: Este es Jesús, el Rey de los judíos.


Las autoridades de Palestina querían que se leyeran las siguientes palabras en el citado cartel: Este dijo: Yo soy el rey de los judíos, pero Pilato no les hizo el favor de complacerlos la segunda vez, ya que no había sido capaz de ser más fuerte que los sanedritas, cuando los mismos le presionaron para que no le concediera la libertad a Jesús después de condenarlo a ser flagelado, para hacerles entender que un hombre que tenía escasas posibilidades de sobrevivir no podía pretender ser Rey.


En la Santisima Trinidad


Padre Roberto Mena, S.T.
Pastor Asociado
Nuestra Señora de la Victoria
Compton, California.


Friday, February 23, 2007

Hablemos de Reconciliación


Por que? Por que el Señor desea transformar nuestras vidas totalmente, no a medias. Y para ello nos recuerda que nuestro propósito principal en la tierra es Amar. Para Amar debemos relacionarnos y transformar las primeras relaciones, las que ya existen, para después desarrollar otras nuevas. Pero para hacerlo, tenemos primero que estar en paz. En paz con nosotros mismos y en paz con los demás.

Defraudamos el propósito mismo de lo que Dios desea hacer en nuestras vidas, si no abrimos nuestros corazones a la Reconciliación. Nuestros pecados fueron perdonados a través del sacrificio del hijo único de Dios. Por eso, Jesús es el modelo mismo de la Reconciliación. El vino al mundo para reconciliarnos con el Padre. Ese hermoso sacrifico, nos invita a superar la vergüenza y el dolor que guardamos en nuestro interior cuando sabemos cuán mal hemos obrado y perdonar cuando otros se han portado mal con nosotros. Aquellos que nos han herido, que han roto sin compasión cada pedazo de nuestro corazón. Aquellos que sin clemencia han abusado de su Amor, su bondad, su entrega, su caridad ó su confianza. Cristo nos exhorta a recibir una sanación interior profunda y completa. Nos regala un nuevo comienzo.

Para reconciliarnos, tenemos que olvidar que somos “normales”. No entremos en el esquema de los que supuestamente viven en la normalidad. “No soy tan pecador, no soy tan malo y tampoco tengo que perdonar a todo el mundo. A algunos sí, pero otros no…. Es normal, soy ser humano.”

Pues no! Seamos indiscutiblemente Cristianos. No nos dejemos seducir por la mediocridad espiritual del promedio, pues puedes correr el riesgo de endurecer tu corazón. Y a Dios no le gusta eso.

Si nuestro encuentro con el prójimo, pudiendo ser este: amigo, pareja, familiar, colega de trabajo, “ex” o cualquier persona que ha sido significativa en nuestras vidas, se vé cegado por la cárcel de una ofensa, una traición ó talvez un simple disgusto o diferencia. Como podemos hablar del Amor de Dios? Como podemos poner en práctica lo que se espera de nosotros? Si no nos reconciliamos con ellos.

Debemos comenzar desde el punto que más nos cuesta hacerlo. Del que más nos duele. Del que más se apoya nuestro orgullo.

El Amor que Cristo proclama es un amor que obliga a la relación. Su base fundamental es relacionarse sin "discriminar". Por esa razón no podemos dejar un “parcho” en la trayectoria de este camino. No podemos ser mediocres con el Señor. Cristo nos pide que aquellos que nos han hecho mas daño, sean los primeros con los cuales nos relacionemos. Los primeros que perdonemos. Así podremos descubrir la verdadera revelación del Amor de Dios. Al engullir nuestro ego. Al humillarnos. Para volvernos pacificadores. Reconciliadores. Esa gota que debemos entregar – diferente entre todas las demás – puede convertirse en una fuente inagotable de liberación. Por que con ello no sólo procuramos una reconciliación con el prójimo, sino una curación inmediata de nuestros afectos y nuestros sentimientos maltratados. Sólo cediendo encontramos más rápido la paz.

Por que hacer de nuestro corazón un cementerio de amarguras, cuando puede ser casa del gozo? Depende de tí.

Jesús transmite claramente la profundidad del Amor que predica, en el Evangelio: “Y sucedió que cuando se cumplían los días de su ascensión, El, con determinación, afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de El; y ellos fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Pero no le recibieron, porque sabían que había determinado ir a Jerusalén. Al ver esto, sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma? Pero El, volviéndose, los reprendió, y dijo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el Hijo del Hombre no ha venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas.” Lucas 9, (51-56)

Imagínense, después de Jesús haber sido rechazado, talvez burlado u odiado, y ver la ofensa de los samaritanos al no darles la bienvenida, Él demuestra a sus discípulos que en vez de vengar el maltrato, penalizar el dolor causado por la negación o la ofensa, cuestionar la forma en que lo reciben y agudizar el conflicto, le dice a sus discípulos: “No! Juan, No! Jacobo. Quemémoslos No!. Amémoslos.”

Nos muestra “una nueva forma de Amar”. Retira completamente del mapa la antigua ley que tradicionalmente regulaba todo sentido de relación social en esa época: “ojo por ojo y diente por diente”. En aquellos tiempos, teníamos derecho de hacerle a nuestro prójimo, lo mismo que él nos hacía; ni un poco más, ni un poco menos, sino exactamente lo mismo.

Sin embargo, Jesús provocaba las más incrédulas expresiones. Sorprende a los que les siguen. Cambia la forma de ver la vida creando confusión. Como así que amémoslos? Si me hirió?. Pues sí!. Jesús era un “revolucionario” del Amor. Con su forma de actuar enseñaba que NO es con la venganza que conseguiremos paz, NO es hiriendo que encontraremos entendimiento, NO es haciendo más daño como multiplicaremos el amor, NO es devolviendo el dolor que seremos felices…. Sino perdonándonos. Reconciliándonos. Amándonos.

Dios nos pide que siempre demos el primer paso. Cuando hay conflicto, no hay razón. No hay culpables. No podemos declarar victoria, cuando claramente vivimos en la derrota. Si realmente deseas ganar la batalla, muéstrale la cara del Amor. Lo dejarás indefenso. Y acabarás con el agotamiento que produce estar molesto con alguien. Encontrarás descanso. Te lo aseguro. Nadie está preparado para recibir amor cuando pelea. Con que se defenderá? No te lo has preguntado?
Si tu relación con alguien está deteriorada y te hiere profundamente. Piensa en la relación, no en el conflicto. Sólo vencemos perdonando. El Señor no te creó para ser esclavo del dolor. El te hizo libre. Recibe entonces la liberación de esas cadenas.

Talvez lo que otro haya hecho para herirte, sólo ha sido fruto de la ausencia de Dios en su vida en el momento en que se produjo dicha herida. Está triste y sumergido en un manantial vacío. Ten compasión de esa persona y llénalo del agua de vida que ha sido puesto en tu corazón por el Señor. Tú elegiste al Señor y en él se revela tu fuerza. Esa persona que ha causado dolor en tu vida te necesita, por que tú traerás a la suya un hermoso regalo, completamente auténtico, inesperado: testimonio.

Y Confía. Pues el Señor te regalará la abundancia de lo que tanto necesitas y esperas: PAZ.
Que el Espiritu Santo, te ayude en esta difícil tarea, pero como todo, siempre es posible cuando se lo presentamos a Dios.

En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

Thursday, February 22, 2007

Los jóvenes, prioridad para los sacerdotes; asegura el Papa


En una conversación espontánea con presbíteros de sus diócesis


CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 22 febrero 2007 (ZENIT.org).- En una conversación espontánea con los sacerdotes de la diócesis de Roma, Benedicto XVI les exhortó este jueves ha hacer de la atención a los jóvenes una prioridad.


«La juventud tiene que ser verdaderamente una prioridad de nuestro trabajo pastoral, pues vive en un mundo alejado de Dios», reconoció al responder espontáneamente a las preguntas de los presbíteros.


«Encontrar en nuestro contexto cultural el encuentro con Cristo, la vida cristiana y la vida de la fe es muy difícil», subrayó.


Y añadió: «Los jóvenes tienen necesidad de mucho acompañamiento para poder realmente encontrar este camino».


En definitiva, explicó, es necesario dar a entender a los jóvenes que Cristo no es un «gran profeta». En él, vemos «el Rostro de Dios», el Rostro del perdón y del amor.


Al responder a las preguntas de nueve sacerdotes, el Papa habló sobre la importancia de las peregrinaciones, la oración litúrgica y la adoración eucarística; la transmisión de la fe, el ecumenismo, los movimientos eclesiales, el equilibrio entre vida espiritual y pastoral, el valor de la reparación eucarística ante los robos sacrílegos y las sectas satánicas, la unidad de la fe y el pluralismo en la Teología.


En respuesta a una de las preguntas, confirmó que la Iglesia es ante todo una realidad espiritual. «La Iglesia no es una gran estructura, uno de esas instituciones supranacionales.


La Iglesia, si bien es cuerpo, es cuerpo de Cristo y, por tanto, un cuerpo espiritual, como dice san Pablo».


«No es un cuerpo administrativo, no es un cuerpo de poder --recalcó--. No es tampoco una agencia social, aunque haga un trabajo social, sino un cuerpo espiritual».


No faltaron momentos de sonrisas y bromas, como cuando el Papa afrontó la necesidad lograr un equilibrio personal entre la dimensión espiritual y pastoral del sacerdote.


«Los evangelios dicen: de día trabajaba, de noche estaba en el monte con el Padre y rezaba. Yo tengo que confesar mi debilidad, pues de noche no puedo rezar, querría dormir por la noche».


Los sacerdotes le interrumpieron con un sonoro aplauso.


«Si embargo --añadió el Papa-- es necesario realmente ofrecer algo del tiempo libre al Señor».


En el saludo introductorio el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de la diócesis de Roma, subrayó la importancia de esta cita, tradicional en este pontificado, en la que los sacerdotes de Roma pueden presentar libremente al Papa «sus preguntas, esperanzas y dificultades».


Dado que las respuestas espontáneas del Papa fueron amplias y espontáneas, posteriormente la Oficina de Prensa de la Santa Sede publicará su transcripción íntegra.


En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

La Cuaresma, tiempo de purificacion


de P. Roberto Mena, ST
Homilia para Domingo, 25 de Pebrero 2007

Hay un texto precioso de san León Magno: “De entre todos los días del año que la devoción cristiana honra de varios modos, no hay uno que supere en importancia a la fiesta de Pascua, ya que ésta hace sagradas todas las demás fiestas. Ahora bien, si consideramos lo que el universo ha recibido de la cruz del Señor, reconoceremos que, para celebrar el día de Pascua, es justo prepararnos con un ayuno de cuarenta días, para poder participar dignamente en los divinos misterios… Que todo el cuerpo de la Iglesia y todos los fieles se purifiquen a fin de que el Templo de Dios, que tiene como su base al mismo fundador, esté bello en todas sus piedras y luminoso en todas sus partes…”


Así explica este gigante de la Iglesia el sentido de la santa Cuaresma que empezamos este domingo. De manera que, debemos tener bien claro que este tiempo de penitencia que la Iglesia emprende como un don de Dios, no es un fin en sí mismo, sino que está encaminado a vivir en toda su riqueza y su esplendor el misterio central de nuestra salvación: la Pascua del Señor.

La penitencia y la ascesis que implica este tiempo de Cuaresma no son tampoco un fin en sí mismos, como si ellas por sí mismas nos ganaran la salvación. Son, más bien, medios o métodos que nos facilitan el encuentro con nosotros mismos, con el prójimo y con Dios. Por tanto, es muy importante que el ayuno, la oración y las limosnas, que están en el centro de la práctica cuaresmal, sean adecuados a los tiempos y a las circunstancias propias de cada uno de los miembros de la Iglesia de hoy.

Ayuno, oración y limosnas tienen muchas formas concretas de realizarlas. No se trata de dejar de comer sino de dejar de consumir lo que está demás como son el alcohol, el tabaco o, quizá la droga, para tener qué compartir con los que tienen poco o casi nada para vivir; no se trata de orar más sino de buscar la manera de hacerlo con mayor profundidad y huyendo del ruido de la televisión, el radio o del bullicio de la diversión; no se trata de aumentar las limosnas, sino de fomentar la solidaridad de quienes tienen más con quienes no tienen trabajo ni recursos para vivir con dignidad. Cuaresma es ante todo tiempo de fraternidad

3. Y para vivir intensamente todo esto que implica la Cuaresma, es fundamental que nos dediquemos más a la escucha de la Palabra; que nos alimentemos de esa mesa y de ese pan que nutre el espíritu.

Este pan lo encontramos, especialmente en la Eucaristía que nos da vida en abundancia, pues no sólo de pan vive el hombre, afirma Jesús ante la primera tentación del diablo. Al privarnos de algunos alimentos para poder compartirlos con los que menos tienen, tenemos la oportunidad de apreciar que hay otras necesidades humanas, como son las del espíritu, que hemos de atender con mayor interés porque nos ponen en contacto con Dios.

En la Cuaresma, considerada como tiempo especial de escucha, vamos a aprender un poco más el lenguaje de Dios con lo que podremos orar con mayor sentido cristiano y con mayor provecho espiritual pues nos permite conocer con más hondura al Dios en quien creemos y a quien amamos.

En la escucha atenta y asidua de la Palabra también tendremos, como Jesús, los recursos suficientes, como argumentos para salir airosos de las tentaciones que nos ponga el maligno.

Hoy hemos escuchado en el evangelio de san Lucas cómo fue tentado Jesús al inicio de su vida pública. Es interesante que el evangelista nos transmite este episodio de la vida de Jesús inmediatamente después de presentarlo, por medio de su genealogía, como un ser humano más al colocarlo como descendiente de Adán, mientras que poco antes había mostrado su carácter divino en el Jordán durante su bautismo.

El diablo pone a prueba, es decir, pretende poner en crisis, al Dios-Hombre precisamente acerca de su identidad y de la manera de cumplir su misión. El desierto, como la cuaresma para nosotros, es signo de la vida, comprendida como soledad, inseguridad, incertidumbre y lucha por la supervivencia espiritual; aunque también puede ser visto, como la oportunidad de encuentro con el poder de Dios que protege, auxilia, consuela y hacer fuerte para salir victoriosos del mal.

Los cuarenta días de la tentación en el desierto, son imagen de toda la vida de Jesús, como de la nuestra. La última batalla la libró Jesús en Jerusalén, como lo indica la tercera tentación y cuando se entregó en sacrificio al Padre para rescatarnos del pecado. Igualmente a nosotros, la tentación estará ahí acechando toda la vida. Pero con la escucha de la Palabra y por fidelidad a ella, al igual que Jesús iremos, al final, al encuentro del Padre.

Esa Palabra de Dios es su Hijo mismo. Por eso, si estamos en diálogo permanente con Él, podemos estar seguros de triunfar pues como dice san Agustín: Él nos transformó en sí mismo cuando quiso ser tentado por Satanás… El Cristo total era tentado por el diablo, ya que en él eras tú tentado. Cristo, en efecto, tenía de ti la condición humana para sí mismo, de sí mismo la salvación para ti; tenía de ti la muerte para sí mismo, de sí mismo la vida para ti; tenía de ti ultrajes para sí mismo, de sí mismo honores para ti; consiguientemente, tenía de ti la tentación para sí mismo, de sí mismo la victoria para ti. Si en él fuimos tentados, en él venceremos al diablo.


En la Santísima Trinidad:

Padre Roberto Mena, S.T.
Pastor Asociado
Nuestra Señora de la Victoria.
Compton, California.

CUARESMA: TIEMPO PARA BUSCAR CON TESON A DIOS


CIUDAD DEL VATICANO, 21 FEB 2007 (VIS).-Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles, celebrada en al Aula Pablo VI y a la que asistieron alrededor de 10.000 personas, a la Cuaresma.

"Hoy, Miércoles de Ceniza -dijo el Papa-, emprendemos el camino cuaresmal caracterizado por la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la penitencia. Cuarenta días durante los cuales la liturgia nos ayudará a revivir las fases principales del misterio de la salvación".

Para los bautizados, la Cuaresma es un "nuevo catecumenado donde salimos al encuentro del bautismo para redescubrirlo y vivirlo en profundidad; (...) es una ocasión para volver a ser cristianos, mediante un proceso de cambio interior y de progreso en el conocimiento y el amor de Cristo".

"La conversión -explicó el Santo Padre- no se hace una vez por todas, es un proceso, (...) un itinerario (...) que no puede limitarse a un período particular, sino que debe abrazar toda la existencia".

"En esta óptica -prosiguió-, (...) la Cuaresma es el tiempo espiritual propicio para entrenarse y buscar con más tesón a Dios, abriendo el corazón a Cristo. Convertirse quiere decir buscar a Dios. (...). No es un esfuerzo para realizarse uno mismo; (...) la realización propia es demasiado poco, dado que tenemos un destino más alto. (...) La conversión consiste precisamente en no considerarse "creadores" de sí mismos para descubrir de este modo la verdad"

El Santo Padre se refirió después a su mensaje para la Cuaresma de este año, donde subraya "el amor inmenso de Dios por nosotros" e invita a todos los cristianos "como hicieron María y el discípulo amado, a estar al lado de Aquel que en la Cruz dio su vida por la humanidad".

"La Cruz es la revelación definitiva del amor y la misericordia de Dios, también para nosotros, los hombres y mujeres de nuestra época, a menudo distraídos por las preocupaciones y los intereses terrenales y pasajeros. Dios es amor y su amor es el secreto de nuestra felicidad. Para comprender este misterio no hay otro camino que el de perdernos, de entregarnos, el camino de la Cruz".

"Por eso, la liturgia cuaresmal nos invita (...) a rechazar el pecado y el mal y a vencer el egoísmo y la indiferencia. La oración, el ayuno y la penitencia, las obras de caridad con los hermanos, se transforman así en senderos espirituales que recorrer para volver a Dios".

Entre sus saludos al final de la audiencia, el Papa se dirigió a los obispos de la región italiana de Umbría, que esta semana realizan su visita "ad limina".

"La Iglesia -dijo el Santo Padre- tiene la perenne misión de difundir la luz de la verdad de Cristo que ilumina a las gentes, para que resplandezca en todos los ámbitos de la sociedad. Anunciando el mensaje evangélico, cada comunidad cristiana se pone al servicio del ser humano y del bien común. Conscientes de este mandato misionero, empujad cada vez más a los fieles confiados a vuestra atención pastoral a seguir esforzándose por llenar los espacios de la cultura actual con la linfa vital de la gracia divina. Se trata de una tarea no fácil, pero indispensable".


En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

Benedicto XVI: La Cuaresma, 40 días de conversión al amor de Cristo


CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 21 febrero 2007 (http://www.zenit.org/ ).-Publicamos la intervención de Benedicto XVI en la audiencia general de este miércoles dedicada al Miércoles de Ceniza.
* * *
Queridos hermanos y hermanas:


El Miércoles de Ceniza que hoy celebramos, es para nosotros, cristianos, un día particular, caracterizado por el intenso espíritu de recogimiento y reflexión. Emprendemos, de hecho, el camino de la Cuaresma, tiempo de escucha de la Palabra de Dios, de oración y de penitencia. Son cuarenta días en los que la liturgia nos ayudará a revivir las fases destacadas del misterio de la salvación.


Como sabemos, el hombre ha sido creado para ser amigo de Dios, pero el pecado de los primeros padres quebró esta relación de confianza y de amor y, como consecuencia, la humanidad es incapaz de realizar su vocación originaria.


Gracias, sin embargo, al sacrificio redentor de Cristo, hemos sido rescatados por el poder del mal: Cristo, de hecho, escribe el apóstol Juan, ha sido víctima de expiación por nuestros pecados (Cf. 1 Juan 2, 2); y san Pedro añade: Él ha muerto una vez para siempre por los pecados (Cf. 1 Pedro 3,18).


Al morir con Cristo al pecado, el bautizado también renace a una vida nueva y es restablecido gratuitamente en su dignidad de hijo de Dios. Por este motivo, en la primitiva comunidad cristiana, el Bautismo era considerado como la «primera resurrección» (Cf. Apocalipsis 20,5; Romanos 6,1–11; Juan 5,25–28).


Desde los orígenes, por tanto, la Cuaresma se vive como ese tiempo de la inmediata preparación al Bautismo, que se administra solemnemente durante la Vigilia Pascual. Toda la Cuaresma era un camino hacia este gran encuentro con Cristo, hacia la inmersión en Cristo y la renovación de la vida.


Estamos ya bautizados, pero con frecuencia el Bautismo es muy eficaz en nuestra vida cotidiana. Por este motivo, también para nosotros la Cuaresma es un «catecumenado» renovado en el que salimos de nuevo al encuentro de nuestro Bautismo para redescubrirlo y revivirlo en profundidad, para ser de nuevo realmente cristianos.


Por tanto, la Cuaresma es una oportunidad para «volver a ser» cristianos, a través de un proceso constante de cambio interior y de avance en el conocimiento y en el amor de Cristo. La conversión no tiene lugar nunca una vez para siempre, sino que es un proceso, un camino interior de toda nuestra vida. Ciertamente este itinerario de conversión evangélica no puede limitarse a un período particular del año: es un camino de todos los días, que tiene que abarcar toda la existencia, cada día de nuestra vida.


Desde este punto de vista, para cada cristiano y para todas las comunidades eclesiales, la Cuaresma es la estación espiritual propicia para entrenarse con mayor tenacidad en la búsqueda de Dios, abriendo el corazón a Cristo.


San Agustín dijo en una ocasión que nuestra vida es un ejercicio único del deseo de acercarnos a Dios, de ser capaces de dejar entrar a Dios en nuestro ser. «Toda la vida del cristiano fervoroso --dice-- es un santo deseo». Si esto es así, en Cuaresma se nos invita aún más a arrancar «de nuestros deseos las raíces de la vanidad» para educar el corazón en el deseo, es decir, en el amor de Dios. «Dios --dice san Agustín-- es todo lo que deseamos» (Cf. «Tract. in Iohn.», 4). Y esperamos que realmente comencemos a desear a Dios, y de este modo desear la verdadera vida, el amor mismo y la verdad.


Es particularmente oportuna la exhortación de Jesús, referida por el evangelista Marcos: «Convertíos y creed en la Buena Nueva» (Cf. Marcos 1, 15). El deseo sincero de Dios nos lleva a rechazar el mal y a realizar el bien. Esta conversión del corazón es ante todo un don gratuito de Dios, que nos ha creado para sí y en Jesucristo nos ha redimido: nuestra felicidad consiste en permanecer en Él (Cf. Juan 15, 3). Por este motivo, Él mismo previene con su gracia nuestro deseo y acompaña nuestros esfuerzos de conversión.


Pero, ¿qué es en realidad convertirse? Convertirse quiere decir buscar a Dios, caminar con Dios, seguir dócilmente las enseñanzas de su Hijo, Jesucristo; convertirse no es un esfuerzo para realizarse uno mismo, porque el ser humano no es el arquitecto del propio destino. Nosotros no nos hemos hecho a nosotros mismos. Por ello, la autorrealización es una contradicción y es demasiado poco para nosotros. Tenemos un destino más alto. Podríamos decir que la conversión consiste precisamente en no considerarse en «creadores» de sí mismos, descubriendo de este modo la verdad, porque no somos autores de nosotros mismos.


Conversión consiste en aceptar libremente y con amor que dependemos totalmente de Dios, nuestro verdadero Creador, que dependemos del amor. Esto no es dependencia, sino libertad. Convertirse significa, por tanto, no perseguir el éxito personal, que es algo que pasa, sino, abandonando toda seguridad humana, seguir con sencillez y confianza al Señor para que Jesús se convierta para cada uno, como le gustaba decir a la beata Teresa de Calcuta, en «mi todo en todo». Quien se deja conquistar por él no tiene miedo de perder la propia vida, porque en la Cruz Él nos amó y se entregó por nosotros. Y precisamente, al perder por amor nuestra vida, la volvemos a encontrar.


He querido subrayar el inmenso amor que Dios tiene por nosotros en el mensaje con motivo de la Cuaresma publicado hace unos días para que los cristianos de toda comunidad puedan detenerse espiritualmente durante el tiempo de la Cuaresma, junto a María y Juan, el discípulo predilecto, ante Aquel que en la Cruz consumó por la humanidad el sacrificio de su vida (Cf. Juan 19, 25).


Sí, queridos hermanos y hermanas, la Cruz también es para nosotros, hombres y mujeres de nuestra época que con demasiada frecuencia estamos distraídos por las preocupaciones y los intereses terrenos y momentáneos, la revelación definitiva del amor y de la misericordia divina.


Dios es amor y su amor es el secreto de nuestra felicidad. Ahora bien, para entrar en este misterio de amor no hay otro camino que el de perdernos, entregarnos, el camino de la Cruz. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Marcos 8, 34).


Por este motivo, la liturgia cuaresmal, al invitarnos a reflexionar y rezar, nos estimula a valorar más la penitencia y el sacrificio para rechazar el pecado y el mal y vencer el egoísmo y la indiferencia. La oración, el ayuno y la penitencia, las obras de caridad hacia los hermanos se convierten de este modo en sendas espirituales que hay que recorrer para regresar a Dios en respuesta a los repetidos llamamientos a la conversión que hoy hace la liturgia (Cf. Gálatas 2,12-13; Mateo 6,16-18).


Queridos hermanos y hermanas, que el período cuaresmal, que hoy emprendemos con el austero y significativo rito de la imposición de las Cenizas, sea para todos una renovada experiencia del amor misericordioso de Cristo, quien en la Cruz derramó su sangre por nosotros.


Pongámonos dócilmente a su escucha para aprender a «volver a dar» su amor al prójimo, especialmente a los que sufren y atraviesan dificultades. Esta es la misión de todo discípulo de Cristo, pero para realizarla es necesario permanecer a la escucha de su Palabra y alimentarse asiduamente de su Cuerpo y de su Sangre. Que el itinerario cuaresmal, que en la Iglesia antigua es itinerario hacia la iniciación cristiana, hacia el Bautismo y la Eucaristía, sea para nosotros, los bautizados, un tiempo «eucarístico» en el que participemos con mayor fervor en el sacrificio de la Eucaristía.


Que la Virgen María, tras haber compartido la pasión dolorosa de su hijo divino, experimentó la alegría de la resurrección, nos acompañe en esta Cuaresma hacia el misterio de la Pascua, revelación suprema del amor de Dios.


¡Buena Cuaresma a todos!


[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. Estas fueron sus palabras en español:]


Queridos hermanos y hermanas:Hoy, Miércoles de Ceniza, es un día particular para nosotros cristianos. Emprendemos el camino Cuaresmal. Cuarenta días caracterizados por un intenso espíritu de oración y penitencia durante los cuales la liturgia nos ayudará a revivir el misterio de la salvación. Una ocasión providencial para convertirnos, para buscar con más tesón a Dios y volver a Él, abriendo el corazón a Cristo.


Cuán oportuna resuena la exhortación de Jesús, que leemos en el evangelista san Marcos: "Convertíos y creed en el Evangelio". Convertirse significa buscar a Cristo, seguir dócilmente sus enseñanzas, amarlo, con sencillez y confianza.


Para entrar en este misterio de amor no hay otro camino que el de la Cruz. La Cruz es la revelación definitiva del amor y de la misericordia divina. La oración, el ayuno, la penitencia y las obras de caridad para con los hermanos son los caminos espirituales para retornar a Dios.


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, especialmente a las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, que celebran el Capítulo General; a los fieles de Albacete, Tenerife y Toledo; a los estudiantes de Cáceres y San Sebastián, así como a los peregrinos de Argentina, Chile y México. El período cuaresmal, que hoy comenzamos con el austero y significativo rito de la imposición de la Ceniza, sea para todos una experiencia renovada del amor misericordioso de Cristo. Aprendamos de Él a amar al prójimo, especialmente a cuántos sufren. Que la Virgen María nos acompañe en esta Cuaresma para prepararnos a revivir el misterio de la Pascua, revelación suprema del amor de Dios. ¡Buena Cuaresma a todos!

Friday, February 16, 2007

Dónde está Dios?


de P. Roberto Mena, ST

Tony de Mello nos cuenta la historia de un pececito que andaba buscando desesperadamente el océano. Lo buscaba y lo buscaba por todas partes pero no lo encontraba. Incluso empezó a dudar de su existencia pues había oído que muchos peces sabios decían que no existía, que era tan sólo un invento de los peces anteriores mucho más ignorantes que ellos.

Un día, se encontró con un pez muy viejo y venerable y le dijo:

-Sin duda que usted podrá ayudarme. Dígame, ¿dónde puedo encontrar elocéano? He estado buscándolo por todas partes, sin resultado.

-El océano -respondió el viejo- es todo esto: donde nadas, buscas, vives. Fuera del océáno estarías muerto.-¿Pero qué locuras me dice usted? Si esto es sólo agua -y el pececito se alejó decepcionado, pensando que los muchos años habían vuelto imbécil al pez viejo.

Buscamos a Dios o incluso negamos su existencia sin caer en la cuenta de que en Él estamos, vivimos y nos movemos. Nos pasa como a los judíos en tiempos de Jesús: tenían al mesías con ellos pero no supieron reconocerlo.Creo que es también de Tony de Mello la historia de aquel maestro Zen que se sentó frente a sus discípulos a darles una charla sobre Dios. Apenas había empezado a hablar, cuando un pájaro comenzó a cantar. El maestro quedó en silencio, escuchando el canto. Cuando concluyó el canto, les dijo a sus discípulos:

-Después de todo lo que dijo el pájaro, no me queda a mí nada que decir -se levantó y se fue.

Todo en el mundo es revelación de Dios. Todo vocea su presencia y nosotros nos empeñamos en dudarla. En cada sonido está el eco de su voz, en cada color un destello de su mirada. Todo es revelación, todo habla, si sabemos escuchar.

Dices que no encuentras a Dios, ¿pero acaso lo buscas donde se encuentra? No lo busques, porque le aburren mucho, en los discursos filosóficos que tratan de probar su existencia, ni en las agudas disertaciones teológicas, ni en los cultos pomposos de los templos o en esos rezos monótonos y rutinarios. Mira a tu alrededor y lo verás jugando con tus hijos, y si vuelves tus ojos al espacio, lo verás caminando en la nube, desplegando sus brazos en el rayo y descendiendo mansamente con la lluvia. Lo podrás ver sonriendo en las flores y elevándose luego para agitar sus manos en los árboles. Lo verás en la canción del agua, en la súplica del mendigo, en la fatiga del obrero.

Pedimos milagros y no somos capaces de apreciar el milagro imperecedero de la existencia y la revelación del misterio en una noche estrellada, un amanecer luminoso, una sonrisa, un rayo de luz, los sorprendentes destellos de una mente inteligente...El máximo escritor alemán de todos los tiempos, Johann Wolfgang von Goethe, autor de la monumental obra "El Fausto", admiraba tanto a Mozart que consideraba su ingenio una excelente prueba de la existencia de Dios. "Dios se manifiesta -decía- en los milagros que se producen en algunos hombres que nos asombran y desconciertan". Muchos aprecian el cuadro maravilloso de cada amanecer, pero niegan o no reconocen la existencia del pintor.

"Hermano almendro, ¡háblame de Dios!". Y el almendro se cubrió de flores...
(Nikos Kazantzaki).

Recordemos también los versos de Tagore: "¿No has oído sus pasos callados? Él viene, viene..., siempre viene".

Dios Padre nos entrega todo como don gratuito, para que disfrutemos como hermanos. Desgraciadamente, algunos olvidan esto y se apropian de los bienes que pertenecen a todos.

En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

Thursday, February 15, 2007

Miércoles de Ceniza



Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.

Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "metanoeiete" , es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia" ... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.

Tradición

En la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto.

Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el Jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fué simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación.

Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo. Esta tradición de la Iglesia ha quedado como un simple servicio en algunas Iglesias protestantes como la anglicana y la luterana. La Iglesia Ortodoxa comienza la cuaresma desde el lunes anterior y no celebra el Miércoles de Ceniza.

Significado simbólico de la Ceniza

La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es le que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.

Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.


En la Santísima Trinidad:

Padre Roberto Mena, S.T.

AMOR, FUERZA IRRESISTIBLE


Homilia para Domingo, 18 de Febrero
de P. Roberto Mena, ST



En la segunda lectura de la Misa San Pablo nos recuerda que el hombre terreno, a pesar de todas sus miserias, puede transformarse en el hombre celestial por la fuerza del amor. Y a continuación Jesús especifica en el Evangelio que se trata del amor sin límites, ese que está inscrito en el corazón de todo hombre como la regla de oro de la moral universal: "Traten a los demás como quieran que ellos los traten a ustedes".

¡La tierra sería un paraíso si todos pusiéramos en práctica esta enseñanza! Pero en nuestra vida de todos los días las cosas se complican. Si miramos a nuestro alrededor nos damos cuenta de que la gente se mueve, en la mayoría de los casos, no por la ley del amor sino por la ley del eco. ¡Sí, del "eco"! Si tu gritas en un barranco oyes que se repite lo que dices. Lo mismo hacen algunos hombres en la vida: Cuando los demás son amables y serviciales contigo, les devuelves el eco de tu amabilidad y tu servicio, pero si perturban tu paz o amenazan tus intereses, gritas y reclamas tus derechos.

Esto no sucede cuando se vive según la ley del amor porque el prójimo se convierte en tu hermano. Jesucristo ha muerto por todos, por ese vecino antipático, por el amigo indiscreto, el jefe autoritario, el compañero molesto.

¿Por qué tanta gente vive secretamente insatisfecha? ¿Por qué tantos hombres y mujeres encuentran la vida monótona, trivial e insípida? ¿Por qué se aburren en medio de su bienestar? Vivimos en una sociedad en la que es difícil aprender a amar gratuitamente. En casi todo nos preguntamos: ¿Para qué sirve? ¿Es útil? ¿Qué gano con esto? Todo lo calculamos, todo lo medimos.

Nuestra existencia cambiaría si aprendiéramos a amar gratuitamente, sin buscar compensaciones. Las cosas importantes de la vida como la amistad, la solidaridad, la cercanía, la intimidad no se obtienen con dinero. Son algo gratuito que se ofrece sin esperar nada a cambio. Que en tus relaciones con los demás brille siempre un amor de mansedumbre, capaz de soportar los ultrajes, las injurias y la violencia. Un amor que perdona y que ayuda como ocurre en el episodio de la vida del rey David que nos narra la primera lectura.

La enseñanza central de este Evangelio es fundamental, comprometedora y actual. Nos dice que existe una regla válida para cristianos y no cristianos. "No hagas a los demás lo que no quieras para ti". O mejor, si lo decimos con Cristo, en positivo: "Aquello que quieran que les hagan los otros, haganlo también ustedes" (Lc. 6,31).

¡Esa es la fuerza irresistible que llevamos dentro porque proviene del corazón de Dios! ¡Esa es el arma secreta que Cristo ha puesto en nuestras manos para transformar el mundo!

En la Santisima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.
Pastor Asociado Nuestra Señora de la Victoria
Compton, California.

Santa Sede auspicia congreso sobre conciencia cristiana y derecho a la vida


VATICANO, 13 Feb. 07 / 12:28 am (ACI).- La Pontificia Academia para la Vida, con ocasión de su 13º Asamblea General, llevará a cabo en el Vaticano el Congreso "Conciencia Cristiana en apoyo al Derecho a la Vida".

El evento, que se llevará a cabo los días 23 y 24 de febrero próximos, tendrá lugar en la Nueva Sala del Sínodo, y reunirá a médicos, teólogos, moralistas y juristas, que dialogarán en torno a preguntas fundamentales, luego de la conferencia inaugural del Cardenal Javier Lozano Barragán, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud.

"El problema del papel de la conciencia individual ante la cultura dominante de nuestra sociedad se revela como un facto crucial, sobre todo en el aspecto bioético", dicen los organizadores.

"En el intento de dar respuestas a estas cuestiones, muchas veces, se apela a la conciencia individual de manera errónea, terminando por favorecer situaciones subjetivas y relativas", explican también.

Por este motivo, el Congreso examinará los aspectos morales, teológicos, jurídicos, políticos y profesionales del tema, para contribuir a trazar un cuadro completo sobre el significado de la conciencia y sobre su papel en la elección de opciones complejas como aquellas que involucran la vida humana.

En la Santísima Trinidad:

Padre Roberto Mena, S.T.

El cambio climático y la oración del campesino


Fernando Pascual (tomada de arcol.org)

El clima ha cambiado miles de veces a lo largo de la historia. También ha cambiado, y mucho, nuestro comportamiento ante las lluvias fuera de tiempo, el calor en un día de invierno o un frío extraño en el verano.

¿Cuál sería el clima ideal? ¿Más caliente, más frío? ¿Más lluvioso, más seco? Cada rincón del planeta tiene su propia historia climática, y no podemos imaginar las tundras sin el frío ni el desierto con lluvias cada día... Pero tampoco es correcto soñar con un planeta que tenga siempre el mismo clima, como si pudiésemos detener y “encadenar” todo tipo de cambio climatológico.

El clima ha cambiado miles de veces a lo largo de la historia. También ha cambiado, y mucho, nuestro comportamiento ante las lluvias fuera de tiempo, el calor en un día de invierno o un frío extraño en el verano.

Antes los pueblos rezaban a Dios para pedirle que enviase la lluvia que no llegaba, que impidiese el frío que destruía las cosechas; o rezaban también para dar gracias a Dios por el sol que brilló tanto que la cosecha fue más abundante y más sabrosa que nunca.

Muchas personas, especialmente los campesinos, leían la vida y la muerte, las cosechas y las lluvias, el sol y los huracanes, en clave religiosa. Parecía que Dios estaba detrás de cada gota de agua, de cada helada o en esos rayos solares que podían dejar secos hasta los lagos más famosos. Todo dependía de un designio que el ser humano no podía controlar del todo. Quedaba siempre la esperanza de la oración y el sueño de que Dios volvería a sonreírnos con cariño para que las cosas fuesen no sólo como antes, sino mejor que nunca.

Hoy, en cambio, algunos han dejado de lado toda referencia a Dios y al mundo de los espíritus. Si no hay agua en la ciudad, acusan al ayuntamiento por falta de previsión. Si hay sequía en los campos, los agricultores piden créditos o exigen ayuda a los organismos nacionales o internacionales. Si el calor es excesivo, se reúnen grupos de estudio a nivel nacional e internacional para ver las causas del cambio climático y para pedir a los gobiernos políticas que disminuyan los gases tóxicos que fomentan el “efecto serra”, con lo que esperan mantener el clima dentro de parámetros “ideales”, si bien, como dice el refrán, nunca llueve a gusto de todos...

La pregunta surge espontánea: ¿cuál sería el clima ideal? ¿Más caliente, más frío? ¿Más lluvioso, más seco? Cada rincón del planeta tiene su propia historia climática, y no podemos imaginar las tundras sin el frío ni el desierto con lluvias cada día... Pero tampoco es correcto soñar con un planeta que tenga siempre el mismo clima, como si pudiésemos detener y “encadenar” todo tipo de cambio climatológico. Basta un volcán en erupción para que cambie el clima de amplias zonas de la tierra. Por eso, aunque podamos reducir el humo de las fábricas, resultará más importante pensar cómo prevenir o eliminar una erupción volcánica que pudiese arruinar el actual equilibrio (¿o desequilibrio?) climático... Y esto, ¿es posible?

A pesar de los progresos científicos, controlar el clima está muy lejos de ser una conquista humana. Incluso, si algún día se llegase al deseado control climático, quedaría siempre en pie ese misterio, nunca comprendido del todo, de la propia muerte. Un clima perfecto no impedirá a nadie que llegue el día de despedida terrena.

Nuestro planeta no es una morada permanente, y lo dejaremos un día inesperado, misterioso, grande. Quizá otros nos darán las gracias por lo que hayamos hecho al “arreglar el clima”, pero también cada día miles de hombres dejarán de vivir sobre esta tierra azul y misteriosa, a pesar de las reuniones de los meteorólogos, de importantes acuerdos internacionales para “salvar el clima” y de las grandes acciones publicitarias de algunos grupos ecologistas.

Tal vez al cruzar la frontera de la muerte comprenderemos que el clima podía ser modificado por el hombre, pero también que dependía, radicalmente, de un Dios “que hace llover sobre buenos y malos”. Los volcanes, las industrias, las guerras y las bacterias con sus cambios imprevisibles pueden hacer que los glaciares se derritan o que se congelen las praderas y los bosques de media Europa o de las montañas y altiplanos de América del Norte. No existen certezas absolutas al hablar del futuro climático, mientras que resulta claro que Dios lleva los hilos de todo, sin que lleguemos a comprender, plenamente, el porqué de sus proyectos y permisiones.

Por eso no son tan ingenuos los hombres que rezan, pues la clave de la historia está siempre en las manos de Dios. Porque cambiar el clima quizá sea más fácil que cambiar los corazones. Dios puede dar la lluvia en el momento justo, hacer soplar el viento que impida una helada peligrosa o aumentar la fuerza del sol para que se seque un terreno empantanado. Cambiar los corazones, en cambio, es mucho más difícil. Ni siquiera Dios puede forzar a nadie a ser bueno, a darse a los demás, ni puede impedir que algunos hombres libres contaminen, con sus imprudencias o egoísmos, el agua de los que viven a su lado y el aire de nuestra tierra frágil y pequeña.

El clima hoy, como hace siglos, sigue con caprichos. Algo se podrá conseguir con menos coches, menos fábricas, menos consumismo, menos anhídrido carbónico en nuestros cielos. Pero más se logrará con una oración sencilla a ese Dios que sabe lo que nos conviene antes de que se lo pidamos.

Quien reza, como el campesino, por el clima, abre su corazón a la bondad divina, muestra sus deseos de amor sincero a sus hermanos, y sabrá también poner lo que esté de su parte para que las cosas no vayan a peor. La última palabra la dirá, como siempre, el Señor de los cielos, y será, estamos seguros, una palabra de amor y de esperanza.


En la Santísima Trinidad:

Padre Roberto Mena, S.T.

LAS MUJERES NO ABANDONARON A JESUS


CIUDAD DEL VATICANO, 14 FEB 2007 (VIS).-El papel de las mujeres en la historia de la Iglesia fue el tema elegido por Benedicto XVI para la catequesis de la audiencia general de los miércoles celebrada en el Aula Pablo VI y a las que asistieron alrededor de 20.000 personas.

"Jesús eligió a 12 hombres como padres del nuevo Israel para que estuvieran con él y para mandarles a predicar -dijo el Santo Padre- pero (...) entre los discípulos fueron elegidas también muchas mujeres (...) que desempeñaron un papel activo en el ámbito de la misión de Jesús. En primer lugar la Virgen María, que con su fe y su obra maternal colaboró de forma singular en nuestra redención" y "discípula de su Hijo, lo siguió hasta la Cruz donde recibió una misión maternal para todos los discípulos en el tiempo".

Tras citar a las protagonistas de numerosos pasajes evangélicos como Marta y María, las hermanas de Lázaro o Susana, el Papa subrayó que "las mujeres diversamente de los doce apóstoles, no abandonaron a Jesús en la hora de la pasión. Entre ellas sobresale María Magdalena que (...) fue el primer testigo de la resurrección y la que la anunció". Benedicto XVI recordó que Santo Tomás de Aquino se refería a María Magdalena como "el apóstol de los apóstoles".

Hablando después de las primeras comunidades cristianas, Benedicto XVI, afirmó que "la presencia femenina en el ámbito de la Iglesia primitiva no es en absoluto secundaria" y que San Pablo "parte del principio fundamental de que entre los bautizados "ya no hay diferencia entre judío y griego (...) ni tampoco "entre varón y mujer" . Además "el apóstol admite como normal que en la comunidad cristiana la mujer pueda profetizar, es decir pronunciarse abiertamente bajo el influjo del Espíritu Santo, para la edificación de la comunidad".

"Por lo tanto su sucesiva afirmación de que "las mujeres en las asambleas callen" se debería "relativizar" -dijo el Santo Padre- explicando que "el problema (..) de la relación entre ambas indicaciones aparentemente contradictorias conviene dejarlo a los exegetas"

"La historia del cristianismo -constató el Papa - habría sido muy distinta sin la aportación generosa de las mujeres" y recordó a Juan Pablo II cuando afirmaba que "la Iglesia rinde homenaje a todas las manifestaciones del "genio" femenino".

"También nosotros nos unimos a ese aprecio, dando gracias al Señor porque guía a su Iglesia de generación en generación sirviéndose indistintamente de hombres y mujeres que hacen fructificar su fe (...)para el bien de todo el cuerpo eclesial"

Acabada la audiencia los familiares de los soldados israelíes Ehud Goldwaser y Eldad Regev, que desde julio de 2006 están en manos de Hezbollah en Líbano y Gilad Shalit, retenido por Hamas desde el 25 de junio, entregaron al Papa una carta para pedir la liberación inmediata e incondicional de los militares.

El Papa se había encontrado antes de la audiencia general en la basílica vaticana con los prelados de la región italiana de Las Marcas que están realizando esta semana su visita "ad limina", acompañados por autoridades civiles y fieles de las diferentes diócesis.

El Santo Padre recordó que los próximos 1 y 2 de septiembre asistirá al encuentro nacional de los jóvenes italianos en Loreto, a los que invitó a participar numerosos. Al final leyó una oración a María, compuesta por él, en la que pide, entre otras cosas, que vele por esta iniciativa pastoral para que sea "el terreno fecundo de la Iglesia italiana".


En la Santísima Trinidad:

Padre Roberto Mena, S.T.

Benedicto XVI: «Las mujeres al servicio del Evangelio»


Final del ciclo de catequesis sobre los testigos del cristianismo naciente


CUDAD DEL VATICANO, miércoles, 14 febrero 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Benedicto XVI en la audiencia general de este miércoles dedicada a «Las mujeres al servicio del Evangelio», con la que ha concluido su ciclo de catequesis sobre los testigos del cristianismo naciente, que había realizado en las semanas anteriores.
* * *

Queridos hermanos y hermanas:


Llegamos hoy al final de nuestro recorrido entre los testigos del cristianismo naciente, mencionados en los escritos del Nuevo Testamento. Y aprovechamos la última etapa de este primer recorrido para centrar nuestra atención en las muchas figuras femeninas que han desempeñado un efectivo y precioso papel en la difusión del Evangelio.


Su testimonio no puede ser olvidado, según lo que el mismo Jesús dijo sobre la mujer que le ungió la cabeza poco antes de la Pasión: «Yo os aseguro: dondequiera que se proclame esta Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya» (Mateo 26, 13; Marcos 14, 9).


El Señor quiere que estos testigos del Evangelio, estas figuras que han dado su contribución para que creciera la fe en Él, sean conocidas y su memoria permanezca viva en la Iglesia. Históricamente podemos distinguir el papel de las mujeres en el cristianismo primitivo, durante la vida terrena de Jesús y durante las vicisitudes de la primera generación cristiana.


Ciertamente, como sabemos, Jesús escogió entre sus discípulos a doce hombres como padres del nuevo Israel, «para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar» (Marcos 3,14-l5). Este hecho es evidente, pero, además de los doce, columnas de la Iglesia, padres del nuevo Pueblo de Dios, fueron también escogidas muchas mujeres en el número de los discípulos.


Sólo puedo mencionar brevemente a aquellas que se encontraron en el camino del mismo Jesús, comenzando por la profetisa Ana (Cf. Lucas 2, 36-38) hasta llegar a la Samaritana (Cf. Juan 4,1-39), la mujer siro-fenicia (Cf. Marcos 7,24-30), la hemorroisa (Cf. Mateo 9,20-22) y la pecadora perdonada (Cf. Lucas 7, 36-50).


Tampoco mencionaré a las protagonistas de algunas de sus eficaces parábolas, por ejemplo, a la mujer que hace el pan (Mateo 13, 33), a la mujer que pierde la dracma (Lucas 15, 8-10), a la viuda inoportuna ante el juez (Lucas 18, 1-8).


Para nuestro argumento son más significativas las mujeres que desempeñaron un papel activo en el marco de la misión de Jesús. En primer lugar, el pensamiento se dirige naturalmente a la Virgen María, que con su fe y su obra maternal colaboró de manera única en nuestra Redención, hasta el punto de que Isabel pudo llamarla «bendita entre las mujeres» (Lucas 1, 42), añadiendo: «feliz la que ha creído» (Lucas 1, 45). Convertida en discípula del Hijo, María manifestó en Caná la confianza total en él (Cf. Juan 2, 5) y le siguió hasta los pies de la Cruz, donde recibió de él una misión maternal para todos sus discípulos de todos los tiempos, representados por Juan (Cf. Juan 19, 25-27).


Hay, además, varias mujeres, que de diferentes maneras gravitaron en torno a la figura de Jesús con funciones de responsabilidad. Son ejemplo elocuente las mujeres que seguían a Jesús para servirle con sus bienes. Lucas nos ofrece algunos nombres: María de Mágdala, Juana, Susana, y «otras muchas» (Cf. Lucas 8, 2-3). Después, los Evangelios nos dicen que las mujeres, a diferencia de los Doce, no abandonaron a Jesús en la hora de la Pasión (Cf. Mateo 27, 56.61; Marcos 15, 40).


Entre ellas destaca en particular la Magdalena, que no sólo estuvo presente en la Pasión, sino que se convirtió también en la primera testigo y anunciadora del Resucitado (Cf. Juan 20,1.11-18). Precisamente a María de Mágdala santo Tomás de Aquino dedica el singular calificativo de «apóstola de los apóstoles» («apostolorum apostola»), dedicándole un bello comentario: «Así como una mujer había anunciado al primer hombre palabras de muerte, así también una mujer fue la primera en anunciar a los apóstoles palabras de vida» («Super Ioannem», editorial Cai, § 2519).


También en el ámbito de la Iglesia primitiva la presencia femenina no es ni mucho menos secundaria. Es el caso de las cuatro hijas del «diácono» Felipe, cuyo nombre no es mencionado, residentes en Cesarea, dotadas todas ellas, como dice san Lucas, del «don de profecía», es decir, de la facultad de hablar públicamente bajo la acción del Espíritu Santo (Cf. Hechos, 21, 9). La brevedad de la noticia no permite sacar deducciones más precisas.


Debemos a san Pablo una documentación más amplia sobre la dignidad y el papel eclesial de la mujer. Comienza por el principio fundamental, según el cual, para los bautizados «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer», «ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3, 28), es decir, unidos todos en la misma dignidad de fondo, aunque cada uno con funciones específicas (Cf. 1 Corintios 12,27-30).


El apóstol admite como algo normal el que en la comunidad cristiana la mujer pueda «profetizar» (1 Corintios 11, 5), es decir, pronunciarse abiertamente bajo la influencia del Espíritu Santo, a condición de que sea para la edificación de la comunidad y de una manera digna. Por tanto, hay que relativizar la famosa exhortación «las mujeres cállense en las asambleas» (1 Corintios 14, 34).


El problema, sumamente discutido, sobre la relación entre la primera frase --las mujeres pueden profetizar en la asamblea--, y la otra --no pueden hablar--, es decir, la relación entre estas dos indicaciones que aparentemente son contradictorias, se lo dejamos a los exegetas. No es algo que hay que discutir aquí. El miércoles pasado ya nos habíamos encontrado con Prisca o Priscila, esposa de Áquila, quien en dos casos es mencionada sorprendentemente antes del marido (Cf. Hechos 18,18; Romanos 16,3): ambos son calificados explícitamente por Pablo como sus «sun-ergoús», «colaboradores» (Romanos 16, 3).


Hay otras observaciones que no hay que descuidar. Es necesario constatar, por ejemplo, que la breve Carta a Filemón es dirigida por Pablo también a una mujer de nombre «Apfia» (Cf. Filemón 2). Traducciones latinas y sirias del texto griego añaden al nombre «Apfia» el calificativo de «soror carissima» (ibídem), y hay que decir que en la comunidad de Colosas debía ocupar un papel de importancia; en todo caso, es la única mujer mencionada por Pablo entre los destinatarios de una carta suya.


En otros pasajes, el apóstol menciona a una cierta «Febe», a la que llama «diákonos» de la Iglesia en Cencreas, la pequeña ciudad puerto al este de Corinto (Cf. Romanos 16,1-2). Si bien el título, en aquel tiempo, todavía no tenía un valor ministerial específico de carácter jerárquico, expresa un auténtico ejercicio de responsabilidad por parte de esta mujer a favor de esa comunidad cristiana.


Pablo pide que sea recibida cordialmente y asistida «en cualquier cosa que necesite de vosotros», y después añade: «pues ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo». En el mismo contexto epistolar, el apóstol, con rasgos delicados recuerda otros nombres de mujeres: una cierta María, y después Trifena, Trifosa, y Pérside, «amada», así como a Julia, de las que escribe abiertamente que «se han fatigado por vosotros» o «se han fatigado en el Señor» (Romanos 16, 6.12a. 12b.15), subrayando de este modo su intenso compromiso eclesial.


En la Iglesia de Filipos se distinguían, además, dos mujeres de nombre Evodia y Síntique (Filipenses 4, 2): el llamamiento que Pablo hace a la concordia mutua da a entender que las dos mujeres desempeñaban una función importante dentro de esa comunidad.


En síntesis, la historia del cristianismo hubiera tenido un desarrollo muy diferente si no se hubiera dado la aportación generosa de muchas mujeres. Por este motivo, como escribió mi venerado y querido predecesor, Juan Pablo II, en la carta apostólica «Mulieris dignitatem», «La Iglesia da gracias por todas las mujeres y por cada una… La Iglesia expresa su agradecimiento por todas las manifestaciones del “genio” femenino aparecidas a lo largo de la historia, en medio de los pueblos y de las naciones; da gracias por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios, por todas las victorias que debe a su fe, esperanza y caridad; manifiesta su gratitud por todos los frutos de santidad femenina» (n. 31).


Como se ve, el elogio se refiere a las mujeres en al transcurso de la historia de la Iglesia y es expresado en nombre de toda la comunidad eclesial. Nosotros también nos unimos a este aprecio, dando gracias al Señor porque Él conduce a su Iglesia, de generación en generación, sirviéndose indistintamente de hombres y mujeres, que saben hacer fecunda su fe y su bautismo para el bien de todo el Cuerpo eclesial para mayor gloria de Dios.


[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español dijo:]


Queridos hermanos y hermanas: Después de reflexionar sobre los testigos del cristianismo naciente, hoy nos referimos a las mujeres que tuvieron un papel importante en la difusión del Evangelio.


En la vida de Jesús sobresale la Virgen María que, como madre y discípula de su divino Hijo, lo siguió fielmente hasta la Cruz, colaborando de manera singular en la obra de la Redención. Hubo también otras mujeres muy cercanas al Maestro en su misión terrena, como la Magdalena, que lo siguió en la pasión y fue la primera en anunciar su resurrección a los demás Apóstoles y discípulos.


En las primeras comunidades cristianas, destacan algunas otras por la colaboración que prestaron a los Apóstoles o por los dones que recibieron del Espíritu Santo. Como dice San Pablo, en la Iglesia todos tienen la misma dignidad, sean esclavos o libres, hombre o mujer, y contribuyen al bien de la comunidad. Mucho tenemos que agradecer a las mujeres por su valiosa aportación a la vida y la edificación de la Iglesia viva.


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en especial a los niños de Irak atendidos en España por la Asociación Mensajeros de la Paz y a la Delegación de Profesionales Paraguayos, así como a los demás visitantes latinoamericanos. Invito a todos a dar elocuente testimonio de la fe y colaborar activamente en la construcción de la Iglesia, a ejemplo de las santas mujeres.


Gracias por vuestra visita.


En la Santísima Trinidad:

Padre Roberto Mena, S.T.

Thursday, February 08, 2007

Homilia de P. Roberto Mena, ST para Domingo, 11 de Febrero, 2007


"Felicidad es el centro del mensaje de Jesus"

Dios quiere que todos los hombres se salven, por eso envió a su hijo Jesucristo para anunciarnos esta buena noticia. Todos los hombres llevamos en lo más profundo de nuestro ser un hambre insaciable de plenitud. Buscamos la salud, la satisfacción, la inteligencia, el amor, la amistad, la alegría, la perfección, la felicidad.

Parece que la gente de nuestro tiempo aspira sólo a dos cosas: "eficiencia y ganancia". Jesús vino a revolucionar estos criterios cambiando la jerarquía de valores. Si hoy quisiéramos traducir con una palabra moderna el concepto de bienaventuranza, quizá podríamos referirnos a la "realización plena del hombre".

El discurso de Jesús tiene su eje central en la felicidad humana. La felicidad radica en un constante crecimiento, en el desarrollo de la libertad, de la justicia, del amor, pero en un proceso de lucha, de muerte al egoísmo, de perpetuo cambio interior, de revisión constante de uno mismo.

"¡Felicidad!", esa palabra mágica que todos andamos buscando, es el centro del mensaje de Jesús. El sermón de la montaña está formulado en hirientes contrastes: ¡Felices los pobres, los hambrientos, los que lloran! Es decir, detrás de las bienaventuranzas se esconde una misteriosa revolución moral que consiste en el pasar del tener al ser, del ser al dar, del tener para sí al ser para los demás. Su código de felicidad es tremendamente paradójico y él mismo en persona será el exponente de esa paradójica felicidad: en la muerte de cruz encontrará su vida plena de resucitado.

Descubriendo la dinámica de este pasaje el hombre descubre el secreto de Dios que llega a ser también el secreto del hombre: ser para los demás, entregarse al prójimo. Los que han tomado en serio este mensaje, que son los santos, alcanzaron la felicidad. Hay que tomar en cuenta estas palabras porque son el "corazón" de su mensaje.

La verdadera felicidad se alcanza por caminos completamente diferentes a los que nos ofrece nuestra sociedad actual; según Jesús es mejor dar que recibir; es mejor servir que dominar, compartir que acaparar, perdonar que vengarse, crear vida que explotar. El mensaje de Jesús rompe decididamente con los esquemas de felicidad del mundo: La felicidad no se cifra en el poder, ni en la riqueza o el dinero, sino en una conducta cuya esencia es el servicio a la comunidad.

Dios quiere que seamos felices. "Alegraos siempre en el Señor; de nuevo os digo: ¡alegraos!" (Fil. 4,4). Jesús mismo se presenta como fuente de felicidad para quien escuche su palabra, para quien crea en Él, para quien lo siga y espere su día. ¡Dios quiere que seamos felices para siempre!
En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

Eucaristía y perdónde


P. Roberto Mena, ST


Recordemos que uno de los fines de la eucaristía y de la misa es el propiciatorio, es decir, el de pedirle perdón por nuestros pecados. La misa es el sacrificio de Jesús que se inmola por nosotros y así nos logra la remisión de nuestros pecados y las penas debidas por los pecados, concediéndonos la gracia de la penitencia, de acuerdo al grado de disposición de cada uno. Es Sangre derramada para remisión de los pecados, es Cuerpo entregado para saldar la deuda que teníamos.

Mateo 18, 21-55 nos evidencia la gran deuda que el Señor nos ha perdonado, sin mérito alguno por nuestra parte, y sólo porque nosotros le pedimos perdón. Y Él generosamente nos lo concedió: “El Señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda”. Así es Dios, perdonador, misericordioso, clemente, compasivo. Es el atributo más hermoso de Dios. Ya en el Antiguo Testamento hay atisbos de esa misericordia de Dios, pero en general regía la ley del Talión: ojo por ojo y diente por diente.

Se compadece de su pueblo y forma un pacto con él. Se compadece de su pueblo y lo libra de la esclavitud. Se compadece de su pueblo y le da el maná, y es columna de fuego que lo protege durante la noche. Se compadece y envía a su Hijo Único como Mesías salvador de nuestros pecados. Y Dios, en Jesús, se compadece de nosotros y nos da su perdón, no sólo en la confesión sino también en la eucaristía.

¿Qué nos perdona Dios en la eucaristía?

Nuestros pecados veniales. Nuestras distracciones, rutinas, desidias, irreverencias, faltas de respeto. Él aguanta y tolera el que no valoremos suficientemente este Santísimo Sacramento.
En la misma misa comenzamos con un acto de misericordia, el acto penitencial (“Reconozcamos nuestros pecados”). En el Gloria: “Tú que quitas el pecado del mundo...”. Después del Evangelio dice el sacerdote: “Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados...”. En el Credo, decimos todos: “Creo en el perdón de los pecados...”. Después de las ofrendas y durante el lavatorio el sacerdote dice en secreto: “lava del todo mi delito, Señor, limpia mis pecados”. En la Consagración, “...para el perdón de los pecados”. “Ten misericordia de todos nosotros . . .” En el Padrenuestro: “perdona nuestras ofensas . . .”. “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo . . .”.

Por tanto, la misa está permeada de espíritu de perdón y contrición.

La eucaristía nos invita a nosotros al perdón, a ofrecer el perdón a nuestros hermanos. La escena del Evangelio (cf Mt. 18, 21-55) es penosa: el siervo perdonado tan generosamente por el amo, no supo perdonar a un siervo que le debía cien denarios, cuando él debía cien mil.

El perdón es difícil. Tenemos una naturaleza humana inclinada a vengarnos, a guardar rencores, a juzgar duramente a los demás, a ver la pajita en el ojo del hermano y a no ver la traba que tenemos en nuestros ojos. Perdonar es la lección que no nos da ni el Antiguo Testamento no las civilizaciones más espléndidas que han existido y que han determinado nuestra cultura: la civilización grecolatina. Sólo Jesús nos ha enseñado y nos ha pedido perdonar.

¿Cómo debe ser nuestro perdón a los demás?

Rápido, si no se pudre el corazón. Universal, a todos. Generoso, sin ser mezquino y darlo a cuentagotas. De corazón, de dentro. Ilimitado.

No olvidemos que Dios nos perdonará en la medida en que nosotros perdonamos. Si perdonamos poco, Él nos perdonará poco. Si no perdonamos, Él tampoco nos perdonará. Si perdonamos mucho, Él nos perdonará mucho.

Vayamos a la eucaristía y pidamos a Jesús que nos abra el corazón y ponga en él una gran capacidad de perdonar. María, llena de misericordia, ruega por nosotros.

Dios te bendiga.

En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

Los jóvenes están llamados a la evangelización


de P. Roberto Mena, ST
(tomado de periodismocatolico.com)
Cada persona lleva el poder de la evangelización internamente, los jóvenes son misioneros de tierra y lengua.


Desde siempre y con justa razón actualmente los jóvenes son portadores de las mejores armas para evangelizar al mundo entero; no es cuestión única de los sacerdotes, de las monjas y monjes consagrados, sino también de hombres y mujeres con misión laica. El ser humano es sacerdote, rey y profeta; los jóvenes son los voceros de la paz, de la energía y del amor.

La evangelización no sólo se encuentra dentro de las instituciones religiosas, sino igualmente dentro de sí mismo, en la familia, en la escuela, en las reuniones sociales. Cada persona lleva el poder de la evangelización internamente, los jóvenes son misioneros de tierra y lengua, es decir, por actitud y aptitud el joven puede evangelizar en su torno, con imagen y responsabilidad.

El asunto de la evangelización dentro de la juventud, es una cuestión urgente e inmediata, requiere de la acción juvenil para llevar el encuentro con Cristo en el mundo; y así poder evitar el índice de suicidios, de drogadicción, pandillerismo, prostitución, pornografía, en donde el elemento primordial y que se encuentra ausente es el amor; a partir del encuentro en Cristo y María los jóvenes deben llevar a sus núcleos sociales el amor de Dios, el amor materno de María, y el amor que todo lo logró en su momento el de Jesús que salvó y sigue salvando al mundo.

El joven está destinado a levantar la cruz de Cristo y recorrer con ella los caminos de la Fe y la Esperanza; son luz y semilla de la tierra, lámparas que pueden llevar luminosidad a los abismos de la oscuridad, a los abismos donde el amor no ha llegado por falta de conocimiento, por falta de reencuentro con el Creador de está humanidad.

La tarea no es fácil, la tentación es el enemigo principal pero sí Dios está con nosotros quienes contra él; es una tarea de valor, de compromiso, de gravamen y de amor; la recompensa es la felicidad de trabajar juntos con el redentor.

En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.

ORACION EUCARISTICA.


TOMADO DE RADIOESTRELLA.NET

Sin duda alguna la fuente de gracia que ha mantenido viva nuestra iglesia se encuentra en El Sagrario.

El trajín de la agitada vida moderna, esclaviza a tal punto al hombre que se vuelve incapaz de serenar lo suficiente su alma para que ésta entre en intimidad con Dios. Cuan importante es saber hacer un alto en el camino, buscar cada día un momento que brinde sentido a la vida o de fuerza al nuestro caminar.

Solo el amor de Dios es agua viva, todo amor humano es relativo, incompleto, imperfecto solo el amor Eterno de Jesucristo es capaz de llenar permanentemente el vacío infinito del alma del hombre…

Si supiéramos el gran amor de Dios, si supiéramos el enorme sacrificio de amor que día a día se actualiza en la en los altares, Jesucristo el mismo de ayer hoy y siempre, nos espera como mendigo de amor en la Santa Eucaristía.

Radioestrella.net te invita a que por un momento en este día en tu corazón “Espiritualmente” visites y adores a Jesús Sacramentado.

Oración

“Oh, Jesús, Divino Prisionero de Amor, yo creo firmemente que estás presente en el Sacramento del Altar con tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Te pido llenes mi ser en este momento de contemplación te pido que tomes este día con todo lo que traiga para mi vida, te suplico me llenes de tu presencia y que cada instante que hoy viva sea una nueva oportunidad para buscar hacer tu voluntad”

Bendito y Alabado seas Eterno Prisionero de Amor….

Visita al Santísimo
Oh Jesús
Te adoro como mi Díos.
Te obedezco como mi Señor.
Te amo como mi Padre.
Te temo como mi Juez.
Te pido como mi Dador.
Te doy gracias como a mi Bienhechor.